Pasar en una tarde de otoño. Un momento de relax y desconexión que nos permite desconectar y de nuestra ajetreada vida y observar como el tiempo va más despacio
En otoño, la naturaleza parece desprenderse de lo que no es esencial. El paisaje parece morir lentamente mientras las hojas se precipitan en un suicidio silencioso al suelo que lentamente va creando un manto natural que cubre nuestros pasos y nuestro camino. Un paisaje de árboles marchitos y hojas muertas se abre ante nuestros ojos. Una vida que desaparece. Sentimientos de melancolía y tristeza que brotan en lo más profundo de nuestra alma.
Caen las hojas de manera tranquila y dulce ofreciendo un espectáculo en la tranquilidad de los parques, de los bosques y el paisaje se destiñe lentamente. El verde del verano se transforma en rojo, oro, amarillo, luz cálida sobre la tierra que se enfría. Los árboles deciden mudar, cambiar su apariencia y dejar morir sus hojas. Sin embargo, no es una simbología de muerte, sino de renovación. Es un mensaje para que los viandantes entiendan la importancia de la naturaleza. Las estaciones van cambiando al planeta y el Otoño muestra el final de una existencia para generar otra.
En la filosofía china, el otoño es una estación yin, tendente a lo receptivo, a la intuición y a la interiorización. La savia de los árboles se retira de las hojas y ramas y vuelve hacia las raíces. Los animales disminuyen su actividad. Anochece cada vez más temprano y poco a poco vuelve el frío. Árboles desnudos, cuyas hojas agonizan sobre la tierra, mientras el tiempo oxida sus colores, recordando lo efímero de la existencia, recordando el tiempo despreciado en tenues problemas que pasan raudos mientras olvidados cuidar el entorno.
El otoño es la estación en que más llueve en nuestro clima. Con la lluvia emanan de la tierra nuevos aromas y un olor a plenitud impregna el bosque. Decaen las hojas y las flores, pero abundan los frutos. Brotan las apreciadas setas, maduran las bellotas, nueces, avellanas, algarrobas y castañas.
Es fácil florecer en primavera, cuando la exuberante fertilidad de la estación desborda a la madre Tierra, cuando la clave de Sol se coaliga con las lluvias sostenidas y la Luna en Mi mayor alienta las sementeras, cuando el polen en Si bemol es oro en polvo movido por las abejas...
Pero brotar en otoño, en Fa fatigado tras el infierno del fuego de la guerra, transformando la sed del abandono en pétalos como luciérnagas, convirtiendo el Do menor del dolor de la ausencia en el eco lánguido del lamento que en los huesos reverbera, merece el Re del respeto del tiempo que ofrece la tregua en que se dispone a hibernar. La que se inhibió cuando cayeron las hojas muertas.
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