Mientras saboreaba mi bebida, el sonido de risas y copas tintineantes llenaba el aire. El pub se llenó rápidamente de amigos y vecinos, todos ansiosos por vivir esta velada irlandesa única. Las conversaciones fluyeron sin esfuerzo y se forjaron nuevas amistades mientras compartíamos historias e intercambiábamos risas cordiales. Parecía que el tiempo se había ralentizado, lo que nos permitía saborear cada momento.
La noche fue un tapiz de experiencias: la música en vivo que emanaba de un rincón, el calor de la estufa y el sabor tan familiar de los whiskies irlandeses tradicionales que se pasaban de mano en mano. A medida que avanzaba la noche, las estrellas titilaban sobre nosotros, reflejando las luces que adornaban el pub. Fue una noche de encantamiento, una noche en la que se difuminaron los límites entre la realidad y la fantasía.
Entonces te ví. Apoyada en la barra. Tocabas el violín en una banda irlandesa, creando una melodía hermosa que me transportó a un mundo idílico. Entre tus notas y música me perdí entre mis fantasías e e ilusiones, deslumbrado por tu largo pelo lacio color castaño claro que te llega casi a la cintura. Alta, con bellas facciones pero dando la sensación de que no están articuladas para ser un rostro perfecto. Enmarcando tu cara, llevas unos lentes tradicionales, casi cuadrados, de borde negro. Algo muy de moda en esta época, pero que a la mayoría de las personas no favorece. Tú eras la excepción, aunque le quedaban lo suficientemente simpáticos. Camisa a cuadros y un tatuaje en la muñeca izquierda con una palabra que no llego a ver.
Nervioso, me acerqué a ti. Había dejado de tocar y el pub se llenaba de aplausos. Compartiste un cigarrillo conmigo mientras tu hermano tocaba la guitarra. Me preguntaste por el significado de la tinta gaélica que tenía en el brazo mientras yo te preguntaba por tu última canción. "Compuesta en la última semana "confesaste mientras pedías otra cerveza "¿Quieres seguir bebiendo?"
El barman le trae una cerveza negra con cuerpo. Entre cervezas y tragos, la conversación se hizo cada vez más amena y personal. Tomamos unas cuentas pintas más y me invitó a una partida de dardos. Con precisión, empezó a lanzar los dardos a la diana. Luego me tocó a mi y luego a ella otra vez y después de practicar un poco me dijo que hiciéramos una partida de dos de tres. Empezamos y el primer juego lo gané sorprendentemente, pero el segundo fue para ella. Nos miramos y nos reímos un poco. Seguimos jugando y ella ganó otra vez.
Después, me invitó a jugar al billar. Sacó de un estante una caja con las bolas, luego cogió la media cerveza que quedaba sobre la barra y con su cabeza me indicó que la siguiera. La muchacha me entregó dos tizas azules y luego soltó en la mesa las bolas, que corrieron libres por el paño. Elegí uno de los tacos recostados sobre una de las paredes y acomodé las bolas para iniciar el juego.
El tiempo pasaba lentamente, o eso creía mientras los minutos se convertían en horas y la luz del horizonte se apagaba y era reemplazada por la oscuridad. pero nada importaba: me perdí en la calidez de su sonrisa y las jarras de cerveza vacías. Me ganó a también al billar. Apesadumbrado por la derrota, hundía los ojos en el suelo pero ella me cogió de la mano y alzó mi cara. mis ojos se cruzaron con su mirada y sentí perderme en lo más profundo de su alma. Una mirada que transmitía paz y tranquilidad acompañada por una sonrisa cálida y sincera de unos labios que invitaban besarlos.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores La besé en el cuello y luego la tomé de la mano.
Y juntos de la mano abandonamos el bar a la oscuridad de la noche, perdiéndome en la calidez de su sonrisa mientras el tiempo no importaba y nos perdíamos por las calles y avenidas envueltos en el abrazo de la oscuridad y de tus manos.
Precioso!
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