En materia de ciencias sociales, de marxismo-leninismo, debemos continuar estudiando con ahínco lo que hay de correcto en Stalin. Lo que debemos estudiar es aquello que pertenece al dominio de las verdades universales, y este estudio debe combinarse con la realidad china. Si introdujéramos cada frase, aunque fuera de Marx, nos meteríamos en un lío tremendo. Nuestra teoría es la integración de la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución china. En un tiempo, algunas personas de nuestro Partido practicaron el dogmatismo, que ya criticamos en ese entonces. Sin embargo, ahora sigue existiendo el dogmatismo. Existe tanto en los círculos académicos como en los económicos.
(De: “Sobre diez grandes relaciones”, 25 de abril de 1956, Obras escogidas de Mao Tsetung, tomo V, págs. 330/1)
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¿Cómo hay que evaluar los errores que cometió la Unión Soviética, los de Stalin por ejemplo? Son de carácter parcial y temporal. Aunque se dice que algunas cosas vienen desde hace ya veinte años, son, de todos modos, temporales, parciales y enmendables. Ha sido acertada la corriente principal de la Unión Soviética, su aspecto principal, la mayor parte de las cosas que ha hecho. Rusia dio nacimiento al leninismo y, con la Revolución de Octubre, se convirtió en el primer país socialista. Construyó el socialismo, venció al fascismo y se transformó en un poderoso país industrial. Tiene muchas cosas que podemos aprender. Por supuesto, lo que debemos aprender son sus experiencias avanzadas y no las atrasadas. Nuestra consigna siempre ha sido la de asimilar las experiencias avanzadas de la Unión Soviética; ¿quién te manda a ti aprender las atrasadas? Algunos han llegado a tal orfandad de discernimiento que hasta los pedos de los soviéticos les huelen a perfume, lo que también es subjetivismo. ¡Si hasta los mismos soviéticos dicen que sus pedos son hediondos! De ahí la necesidad de analizar las cosas. Hemos dicho que las fallas y méritos de Stalin deben valorarse en la proporción de 3 a 7. El aspecto principal de la Unión Soviética, gran parte de lo que ha hecho, es bueno y útil, mientras que una parte es equivocada.
(De: “Fortalecer la unidad del Partido, continuar sus tradiciones”, 30 de agosto de 1956, Obras escogidas de Mao Tsetung, tomo V, págs. 344/5)
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Respecto al XX Congreso del PCUS, quisiera decir algo. A mi juicio, existen dos “espadas”: una es Lenin y la otra, Stalin. Ahora, una de esas espadas, Stalin, ha sido abandonada por los rusos. Gomulka y algunos húngaros han echado mano de ella para caer sobre la Unión Soviética y combatir el llamado stalinismo. Los Partidos Comunistas de muchos países europeos también están criticando a la Unión Soviética, y es Togliatti quien va a la cabeza. Los imperialistas, a su vez, hacen uso de esta espada para matar a la gente. Dulles, por ejemplo, la blandió durante algún tiempo. Lo ocurrido con esta espada no es que haya sido dada en préstamo, sino simplemente botada. Los chinos no la hemos abandonado. Como primer punto, defendemos a Stalin y, como segundo, criticamos sus errores; es por eso que hemos escrito el artículo “Sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado”. A diferencia de aquellas gentes que denigran y liquidan a Stalin, nosotros lo tratamos conforme a la realidad.
En cuanto a la otra espada, Lenin, ¿no habrá sido abandonada en cierta medida por algunos dirigentes soviéticos? Me parece que lo ha sido en medida considerable. ¿Tiene aun validez la Revolución de Octubre? ¿Puede todavía servir de ejemplo para los demás países? En su informe ante el XX Congreso del PCUS, Jruschov afirmó que era posible conquistar el Poder por la vía parlamentaria, lo que quiere decir que para los demás países ya no es necesario aprender de la Revolución de Octubre. Abierta esta compuerta, el leninismo ha sido prácticamente abandonado.
La doctrina leninista es un desarrollo del marxismo. ¿En qué aspectos lo es? Primero, en cuanto a la concepción del mundo, es decir, el materialismo y la dialéctica; segundo, en cuanto a la teoría y la táctica de la revolución y, sobre todo, en lo que se refiere a la lucha de clases, la dictadura del proletariado y el partido proletario. Lenin creó, además, la doctrina de la construcción socialista. Desde la Revolución de Octubre de 1917, hubo construcción en medio de la revolución, y al respecto Lenin tuvo siete años de práctica, la cual no tuvo Marx. Lo que nosotros estudiamos es precisamente estos principios fundamentales del marxismo-leninismo.
Tanto durante la revolución democrática como durante la revolución socialista, hemos movilizado a las masas populares para la lucha de clases y las hemos educado en el curso de la lucha. De la Revolución de Octubre aprendimos a desarrollar la lucha de clases. Durante esta revolución, lo mismo en las ciudades que en el campo, se movilizó plenamente a las masas para librar la lucha de clases. Esto lo han olvidado muchos de aquellos a quienes la Unión Soviética envía ahora como expertos a diversos países y que solo tenían más o menos diez años de edad cuando se produjo la Revolución de Octubre. Camaradas de algunos países afirman que la línea de masas de China no es correcta, y de muy buena gana hacen suya la mentalidad de benefactor. Si ellos quieren hacerla suya, no hay manera de impedírselo. En todo caso, nosotros nos atendremos a los cinco principios de coexistencia pacífica, que incluyen la no intervención de uno en los asuntos internos del otro y la no agresión. No intentamos dirigir a ningún otro país; ejercemos nuestra dirección en un solo lugar, la República Popular China.
El problema fundamental de algunos países de Europa Oriental consiste precisamente en que no se ha conducido bien la lucha de clases: no se ha eliminado a esa cantidad de contrarrevolucionarios allí existentes, ni se ha entrenado en la lucha de clases al proletariado para que distinga al pueblo de sus enemigos, lo correcto de lo erróneo y el materialismo del idealismo. Ahora ellos han recogido los frutos de su propia siembra, y el fuego se ha extendido a sus propias barbas.
¿Cuánto capital tienen ustedes? Nada más que un Lenin y un Stalin. Pero han abandonado a Stalin y, en cuanto a Lenin, lo han abandonado casi por completo. A Lenin le han amputado los pies o le han quitado todo, menos la cabeza, o de sus dos manos le han cortado una. Nosotros, en cambio, insistimos en estudiar el marxismo-leninismo y aprender de la Revolución de Octubre. ¡Cuántas cosas no escribieron Marx y Lenin! De ellos es de quienes hemos aprendido a sustentarnos en las masas y a seguir la línea de masas. Es muy peligroso no sustentarse en las masas para librar la lucha de clases, ni hacer una clara distinción entre el pueblo y el enemigo.
(De: “Discurso pronunciado en la II Sesión Plenaria del VIII Comité Central del Partido Comunista de China”, 15 de noviembre de 1956, Obras escogidas de Mao Tsetung, tomo V, págs. 371-3)
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El XX Congreso del PCUS lanzó su violento ataque a Stalin; posteriormente, los imperialistas levantaron dos grandes tormentas anticomunistas y, en el movimiento comunista internacional, también se desplegaron dos grandes y tempestuosas polémicas. Algunos Partidos europeos y americanos salieron seriamente afectados de dichas tempestades y sufrieron pérdidas considerables, en tanto que el impacto y las pérdidas en los Partidos de los países de Oriente fueron relativamente pequeños. Bastó que el XX Congreso del PCUS hiciera lo que hizo para que algunos de los que se habían presentado como fervientes partidarios de Stalin pasaran a combatirlo con igual fervor. En mi opinión, ellos han dejado de lado el marxismo-leninismo, no tienen un enfoque analítico de los problemas y, en fin, carecen de moral revolucionaria. El marxismo-leninismo conlleva, entre otras cosas, la moral revolucionaria del proletariado. Ya que ustedes fueron antes tan ardientes partidarios de Stalin, ¿no tendrían que haber explicado de alguna manera su actual viraje? Pero, sin brindar la menor explicación, han dado de repente un viraje de 180 grados, como si estas Sus Señorías nunca jamás hubieran sido partidarios de Stalin, no obstante haberse adherido a él, en el pasado, de manera muy fervorosa. El problema de Stalin atañe al movimiento comunista internacional en su conjunto y a los Partidos Comunistas de todos los países.
La aplastante mayoría de los cuadros de nuestro Partido están descontentos con el XX Congreso del PCUS y consideran que ha ido demasiado lejos al atacar a Stalin. Este es un estado de ánimo natural, una reacción natural. Sin embargo, unos cuantos vacilaron. Cada vez que se avecina un tifón anunciando un aguacero, las hormigas salen de sus galerías, pues poseen un “olfato” muy fino y entienden de meteorología. Al desatarse el tifón del XX Congreso del PCUS, también en China salieron de sus galerías algunas hormigas. Se trata de los elementos vacilantes de dentro del Partido, que cambian de posición cada vez que se les presenta determinada coyuntura. Al oír decir que habían acabado con Stalin de un mazazo, se frotaron las manos y se pasaron al otro lado, gritando vivas y afirmando que Jruschov tenía razón en todo y que estas Sus Señorías venían sosteniendo lo mismo desde hacía mucho. Pero más tarde, al recibir unos cuantos garrotazos del imperialismo y otros tantos dentro del movimiento comunista internacional, hasta el propio Jruschov se vio obligado a cambiar un poco de tono, y entonces ellos volvieron, en su tambaleo, a este lado. Es que, impelidos por la tendencia general, no podían hacer otra cosa. Hierbas que crecen sobre la tapia se mecen con el viento. En su vacilación, volver acá no es su sincero deseo, y sí lo es, en cambio, pasarse al lado de allá.
(De: “Discursos en una Conferencia de Secretarios de comités provinciales, municipales y de región autónoma del Partido”, enero de 1957, “I. Discurso del 18 de enero”, Obras Escogidas de Mao Tsetung, tomo V, págs. 385/86)
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A propósito de la dialéctica, Lenin dice: “En una palabra, la dialéctica puede ser definida como la doctrina acerca de la unidad de los contrarios. Esto aprehende el núcleo de la dialéctica, pero exige explicaciones y desarrollo.”1 Explicaciones y desarrollo: he aquí nuestra tarea. Se exigen explicaciones, pero nuestras explicaciones han sido insuficientes. Se exige, además, desarrollo y, con el rico caudal de experiencias que hemos acumulado en la revolución debemos desarrollar esta doctrina. Lenin dice también: “La unidad (coincidencia, identidad, equivalencia) de los contrarios es condicional, temporal, transitoria, relativa. La lucha de los contrarios, mutuamente excluyentes, es absoluta, como es absoluto el desarrollo, el movimiento.” Ha sido precisamente con base en esta concepción como hemos formulado la política de “Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas”.
La verdad existe en comparación con la falsedad y se desarrolla en lucha contra ella. Lo hermoso existe en comparación con lo feo y se desarrolla en lucha con ello. Lo mismo sucede con lo bueno y lo malo: las cosas buenas y los hombres honestos existen en comparación con las cosas malas y los hombres perversos y se desarrollan en lucha con ellos. En fin, las flores fragantes existen en comparación con las hierbas venenosas y se desarrollan en lucha con ellas. Es peligrosa la política de prohibir a la gente entrar en contacto con lo falso, lo feo y lo hostil, con lo idealista y lo metafísico, con las cosas de Confucio, Lao Tse y Chiang Kai-shek. Tal política conduciría a la gente a la involución ideológica y al simplismo mental y la dejaría incapacitada para enfrentar al mundo y encarar coros opuestos.
En filosofía, materialismo e idealismo forman una unidad de contrarios, son dos cosas que luchan entre sí. Además de esta pareja, hay otra –dialéctica y metafísica–, con la cual sucede lo mismo. Siempre que se habla de filosofía, no pueden faltar estas dos parejas. En la Unión Soviética, ahora ya no se enfocan las cosas en términos de pareja, sino de solitario, y ello con el argumento de que solo se debe franquear el paso a las flores fragantes, cerrándolo a las hierbas venenosas, con lo que se niega la existencia del idealismo y de la metafísica en los países socialistas. En realidad, en todos los países se puede advertir la presencia de idealismo, de metafísica, de hierbas venenosas. En la Unión Soviética, muchas hierbas venenosas hacen su aparición bajo el manto de flores fragantes y muchos planteamientos peregrinos salen con el rótulo de materialismo o realismo socialista. Nosotros, en cambio, reconocemos abiertamente la lucha entre materialismo e idealismo, dialéctica y metafísica, flores fragantes y hierbas venenosas. Esta lucha continuará por siempre, dando un paso adelante en cada etapa.
Quisiera dar un consejo a los camaradas aquí presentes. Si ustedes poseen conocimientos de materialismo y dialéctica, deben estudiar, a modo de complemento, algo de sus contrarios, el idealismo y la metafísica. Es preciso leer materiales negativos como libros de Kant y Hegel, de Confucio y de Chiang Kai-shek. Si no conocen nada acerca del idealismo y la metafísica ni han entrado en lucha con tales cosas negativas, sus conocimientos de materialismo y dialéctica carecerán de solidez. Un defecto de algunos de nuestros militantes e intelectuales del Partido reside precisamente en su escasísimo conocimiento de las cosas negativas. Se limitan a repetir lo que han aprendido en unos cuantos libros de Marx, y eso suena bastante monótono. Sus discursos y artículos carecen de fuerza convincente. Si uno no ha estudiado las cosas negativas, no puede refutarlas. Marx, Engels y Lenin procedieron de otra manera. Estudiaron e investigaron con ahínco las más variadas cosas de su tiempo y de la historia y, además, enseñaron a la gente a obrar así.
Las tres partes integrantes del marxismo nacieron en el proceso del estudio de teorías burguesas –la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo utópico francés– y de la lucha contra ellas. Stalin fue un poco débil en este sentido. En su tiempo, la filosofía clásica de Alemania fue considerada como una reacción de la nobleza alemana contra la revolución francesa. Con semejante conclusión se la descalificó a toda ella en bloque. Stalin negó la ciencia militar alemana al afirmar que, como los alemanes habían sido derrotados, ya no tenía validez su ciencia militar y no había para qué leer los trabajos de Clausewitz3.
En Stalin hubo mucho de metafísica; además, él enseñó a mucha gente a ponerla en práctica. En el Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, planteó que al método dialéctico marxista lo caracterizaban cuatro rasgos fundamentales. Presentó como el primero de ellos la conexión de los objetos y fenómenos y lo hizo como si todos ellos estuvieran vinculados sin más ni más. Pero, ¿qué es lo que se haya vinculado? Los dos términos contrarios. Toda cosa supone la existencia de dos términos contrarios. Al explicar el cuarto rasgo –las contradicciones internas implícitas en los objetos y fenómenos–, se limitó a hablar de la lucha de los contrarios sin mencionar su unidad. De acuerdo con la ley de la unidad de los contrarios –la ley fundamental de la dialéctica–, los contrarios están en lucha pero al mismo tiempo conforman una unidad; se excluyen mutuamente pero también están vinculados entre sí y, en determinadas condiciones, se transforman el uno en el otro.
La cuarta edición del Diccionario filosófico abreviado, redactado en la Unión Soviética, refleja en su definición de la “identidad” este punto de vista de Stalin. El diccionario dice: “Fenómenos tales como la guerra y la paz, la burguesía y el proletariado, la vida y la muerte, no pueden ser idénticos, porque son radicalmente contrarios y se excluyen mutuamente.” Esto quiere decir que tales fenómenos radicalmente contrarios, en vez de tener una identidad marxista, solo se excluyen entre sí, no están mutuamente vinculados ni pueden, en determinadas condiciones, transformarse el uno en el otro. Tal afirmación es por completo errónea.
Según la opinión de ellos, la guerra es la guerra y la paz, la paz, sin que entre una y otra haya conexión alguna sino simple exclusión mutua; la guerra no puede transformarse en paz, ni viceversa. Lenin citó una vez las siguientes palabras de Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios.”4 La lucha en los tiempos de paz es política, y lo es también la guerra, aunque valiéndose de medios especiales. La guerra y la paz se excluyen mutuamente y al mismo tiempo están interconectadas; además, en determinadas condiciones, la una se transforma en la otra. Si la guerra no se incubara en los tiempos de paz, ¿cómo podría estallar de repente? Y, si durante la guerra no se incubara la paz, ¿cómo podría ésta llegar súbitamente?
Si la vida y la muerte no pudieran transformarse la una en la otra, cabría preguntar: ¿de dónde salieron entonces los organismos vivos? En un principio, en la Tierra solo existía materia inerte; la materia viva apareció más tarde, gracias a las transformaciones operadas en la materia inerte, es decir, en la materia muerta. En todos los organismos vivos tiene lugar el metabolismo, tiene lugar el crecimiento, la reproducción y la muerte. En el proceso total de la existencia, vida y muerte incesantemente luchan entre sí y se transforman la una en la otra.
Si la burguesía y el proletariado no pudieran transformarse el uno en el otro, ¿cómo se explicaría que el proletariado se transforme, por medio de la revolución, en clase dominante y la burguesía pase a ser clase dominada? Por ejemplo, nosotros y el Kuomintang de Chiang Kai-shek estábamos en posiciones diametralmente opuestas. Como resultado de la lucha y la exclusión mutua de los contrarios, nosotros y el Kuomintang cambiamos de posición: éste pasó de dominante a dominado y nosotros, de dominados a dominantes. De los kuomintanistas, solo un décimo huyó a Taiwán, mientras que nueve décimas se quedaron en la parte continental. A éstos los estamos remodelando, lo cual supone una nueva unidad de contrarios en nuevas condiciones. En cuanto a ese décimo que está en Taiwán, sigue formando con nosotros una unidad de contrarios y también lo transformaremos a través de la lucha.
A Stalin se le escapó la conexión existente entre la lucha y la unidad de contrarios. La mentalidad de ciertas personas en la Unión Soviética es metafísica; es tan rígida que, para ellas, esto es esto y lo otro es lo otro, sin que reconozcan la unidad de los contrarios. De ahí sus errores en lo político. Nosotros, por nuestra parte, nos atenemos firmemente al concepto de la unidad de los contrarios y adoptamos la política de “Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas”. Cuando se abren flores fragantes, es inevitable que aparezcan hierbas venosas. Esto no tiene nada de temible y hasta es provechoso en determinadas condiciones. (...)
La razón fundamental de que uno tenga miedo a los desórdenes y, al mismo tiempo, los trate de manera simplista, es que ideológicamente no reconoce que la sociedad socialista constituye una unidad de contrarios y que en ella existen contradicciones, clases y lucha de clases.
Durante largo tiempo, Stalin se mantuvo sin reconocer que en el sistema socialista subsisten la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y la contradicción entre la superestructura y la base económica. No fue sino hasta su obra Problemas económicos del socialismo en la URSS, escrita un año antes de su fallecimiento, en la que se refirió, pero a medias palabras, a la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas en el sistema socialista, afirmando que podrían surgir problemas si la política no era correcta o si faltaba una regulación apropiada. Sin embargo, ni siquiera entonces planteó como un problema que afectase a todo el conjunto la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y la contradicción entre la superestructura y la base económica en el sistema socialista, ni llegó a comprender que éstas son contradicciones fundamentales que impulsan hacia adelante la sociedad socialista. Él estimaba que el Estado bajo su dirección era ya estable y sólido. Por lo que a nosotros respecta, no debemos considerar que el nuestro sea ya estable y sólido, pues simultáneamente es y no es así.
Según la dialéctica, del mismo modo que el hombre tiene que morir tarde o temprano, también el sistema socialista, como fenómeno histórico que es, ha de desaparecer un día, ha de ser negado por el sistema comunista. Si uno afirmase que nunca desaparecerá el sistema socialista, ni las relaciones de producción y la superestructura socialistas, ¿en dónde habría dejado el marxismo? ¿No equivaldría esto a un dogma religioso, a la teología, que predica la eternidad de Dios?
Cómo tratar las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las existentes en el seno del pueblo en la sociedad socialista es una ciencia, una ciencia que merece ser estudiada concienzudamente. En las condiciones de nuestro país, la actual lucha de clases es, parcialmente, manifestación de las contradicciones entre nosotros y el enemigo, pero, en la mayoría de los casos, manifestación de las contradicciones en el seno del pueblo. (...)
A mi modo de ver, todo el Partido debe estudiar la dialéctica y promover la práctica de obrar conforme a ella. Todo el Partido debe prestar suficiente atención al trabajo ideológico y teórico, forjar un contingente teórico marxista y reforzar el estudio y la propaganda de la teoría marxista. Hay que aplicar la teoría marxista de la unidad de los contrarios para observar y abordar los nuevos problemas relativos a las contradicciones de clase y a la lucha de clases en la sociedad socialista, así como los nuevas problemas que surjan en las luchas en el ámbito internacional.
(De: Idem, “II. Discurso del 27 de enero”, Obras escogidas de Mao Tsetung, tomo V, págs. 399/402, 411, 418)