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martes, 18 de mayo de 2021

LA TAPIA DEL CEMENTERIO

La mañana despuntaba lluvia. Las nubes iban encapotando el cielo poco a poco eliminando los rayos de luz tiñendo el cielo de tonalidades grises. Iba a ser un día terrible: la lluvia haría acto de presencia antes o después. 

Era un tiempo idóneo para un lugar como el cementerio. Un cementerio antiguo, olvidado por el tiempo y los viandantes con un verja oxidada. Traspasando esa vieja verja, hay una vieja y humilde tapia de ladrillos que, aparentemente al menos, es igual que cualquier otra tapia de cualquier otro lugar. Una tapia sencilla, hecha de ladrillos desgastados por el paso del tiempo y la acción de los elementos.

Eso pensaba Anselmo cuando la observaba. El tiempo iba desmenuzándola poco a poco, destruyendo el humilde adobe de sus ladrillos y la vegetación iba creando un lento camino que traspasaba el muro e iba conquistando la superficie. 

Mientras caminaba con el resto de sus compañeros, notó como el rocío de las yerbas mojaba sus zapatos, y el frescor del ambiente entraba en sus pulmones. Los encantos de nuestra diáfana campiña desaparecen con las neblinas matinales, estaba claro. A escasos metros, la tierra mojada impregnaba el ambiente. El olor a tierra mojada le recordó a su infancia, en el norte cuando la lluvia golpeaba con fuerza en el otoño profundizando los marrones y los verdes de las hojas. La naturaleza en su esplendor estaba presente. Hoy iba a llover. Iba a ser un tarde húmeda.

El tiempo pareció detenerse un momento mientras iban tomando posiciones, ocupando cada uno su lugar.  Separaron las piernas y las manos, podían salir corriendo, podían huir, pero no se movieron. el miedo agarrota los miembros cuando lo llevas dentro. El miedo, la tristeza, el dolor... todas esas sensaciones hicieron acto de presencia y se agolparon en el pecho causándole una sensación de ahogo y de asfixia. pero nada de eso importaba. No duraría demasiado.

Los militares gritaban impacientes, arengando a sus prisioneros para que se pusieran en  fila. Tenían prisa y no querían quedarse allí. Algunos querían volver con la novia, otros no les hacía gracia pasar tiempo con los muertos, y otros, simplemente, querían volver a su casa a descansar un poco.

-¿Alguien tiene un cigarrillo? preguntó uno de los presos.- es bueno cumplir una última voluntad.

Uno de los soldados miró nerviosamente a su superior quien, después de meditarlo durante unos segundos, asintió. Le lio un cigarro y se lo ofreció. Las bocanadas de humo se disipaban con el aire frío pero al menos le calentaban los pulmones. fumar era un vicio, pero era uno de los pocos placeres que podía permitirse. 

Ese cigarrillo le sentó a gloria. Las bocanadas de humo calentaron sus pulmones y le permitieron respirar un aire fresco que hacía tiempo que no disfrutaba. El olor de las flores, el tabaco y la humedad le animaron. Si, iba ser un gran día. Un día precioso.

Sus compañeros fueron tomando posiciones. El miedo apareció en sus ojos. La energía usada en ese pensamiento parece tener un origen químico. El miedo era algo irracional, pero era algo humano. el miedo al fracaso, al no saber qué pasará, al futuro... La última guerra nos dio un ejemplo de conocimiento sin amor. En cada caso, el resultado fue la muerte en gran escala, muerte sufrida por los vencidos, muerte física y muerte en vida, donde el silencio y el miedo imperaban en cada pueblo y en cada ciudad, mientras agachaban la cabeza temerosos de las represalia de los vencedores. Pero ellos no lo padecerían, sufrían un miedo natural, el miedo que siempre acompaña cuando sabes cuál es tu final, eso indicaba que todavía seguían vivos.

En un momento quedaron todos alineados; nadie hablaba, pero sentían con precisión rara todos los movimientos de nuestros ejecutores. El sonido metálico y unísono de la preparación de los rifles causó un fuerte estremecimiento; pero no intentaron huir; todo sucedía muy de prisa. Un ruido seco estremeció el ambiente, y el silencio hizo su presencia, mientras los cuerpos se desplomaban lentamente en el suelo. Los soldados se apresuraron. Iba a llover y no querían mojarse.