Murió joven, demasiado joven, y su carrera no tuvo ocasión de desarrollarse: apenas un puñado de fotografías, pero en las que logra mostrar la vulnerabilidad de los seres humanos en situaciones límite. Zúñiga la sitúa en la Alianza de Escritores Antifascistas –en el palacete de los Heredia-Spínola de la calle Marqués del Duero– defendiendo el valor de la imagen frente a la supuesta superioridad de la palabra escrita.
BIOGRAFÍA
Su verdadero nombre era Gerta Pohorylle y nació en Stuttgart, Alemania, el 1 de agosto de 1910. Sus padres eran judíos polacos.
Gerda era una joven que se involucró de movimientos obreros de tendencia socialista. En 1933 tuvo que refugiarse en París a causa de la persecución nazi que sufría Alemania. El 19 marzo de 1933fue arrestada por los nazis e interrogada sobre una supuesta conspiración comunista para derrocar a Hitler. Su nombre figuraba en una lista de la que tuvo conocimiento las autoridades como miembro de un grupo de jóvenes comunistas que participaban en la distribución de propaganda antifascista.
Tras dos semanas detenida fue puesta en libertad, logró escapar del país usando pasaporte falso y siendo protegida por camaradas en Paris antes de ir a Yugoslavia. Más tarde se convertiría en testigo del sentir republicano dejando un valioso legado.
Fue allí donde conoció a Endre Frieddman.
Consagró amistades con intelectuales antifascistas europeos, como George Orwell y Ernest Hemingway, y su presencia se hacía notar entre ellos con grandes referentes. Su prestigioso talento y su precisión exacta de las instantáneas le dio paso a comercializar publicaciones en 'Illustrated London News', 'Life' y 'Volks Illustrierte'.
Gerda y Endre comenzaron una relación sentimental que duraría hasta la muerte de la fotógrafa. Cambiaron sus nombres por Robert Capa y Gerda Taro, supuestamente inspirados en Frank Capra y Greta Garbo. Se inventaron una nueva historia personal para vivir como fotógrafos. Robert enseñó fotografía a Gerda y Gerda arregló el desaliñado aspecto de Robert.
Robert y Gerda se trasladaron a Barcelona para cubrir la contienda. De allí marcharon a distintas ciudades donde fotografiaron los primeros momentos de la guerra. Tras una estancia breve en París en 1937 donde publicaron una serie de imágenes bajo la firma Capa & Taro con gran éxito, volvieron a España.
Gerda y Robert trabajaron en distintos lugares y se reencontraron en París en varias ocasiones. La última, en la celebración de la Toma de la Bastilla de 1937. Gerda regresaba al frente sin saber que aquella iba a ser la última vez que se verían.
Gerda declinó ser musa de retratos y decidió pasar a primera línea combatiente para documentar "in situ". Consagró amistades con intelectuales antifascistas europeos, como George Orwell y Ernest Hemingway, y su presencia se hacía notar entre ellos con grandes referentes. Su prestigioso talento y su precisión exacta de las instantáneas le dio paso a comercializar publicaciones en 'Illustrated London News', 'Life' y 'Volks Illustrierte'.
Las mayores aportaciones registradas conjuntas las realizaron durante la Guerra Civil española; apostaron fuertemente hacia la postura republicana y tuvieron importantes aliados en sus trabajos.
La llegaron a conocer en distintos ámbitos por el apelativo "pequeño zorro rojo", no hacía referencia a nada despectivo, todo lo contrario, era una profunda admiración hacia su astucia, juventud, valentía y el color de su pelo.
En 1937 se produjo una ruptura entre ella y André Friedman, él se quedó con el nombre de Robert Capa. A partir de entonces, continuaron sus trayectorias por caminos independientes. Ya en solitario, ella firmó uno de los reportajes más emblemáticos del momento sobre la primera fase de la batalla de Brunete, creando su propia marca denominada "Photo Taro".
Brunete fue el último asalto de Gerda. El final de su historia. El veinticinco de julio de 1937 el caprichoso azar de la contienda truncó el dúo de lentes aguerridas. Murió arrollada por un tanque mientras huía del avance de los fusiles franquistas, cuatro días antes de soplar sus veintisiete primaveras. La niña judía a la que su hermano enseñó a burlar a los nazis, la joven que sobrevivió a un gélido París bajo la mirilla fascista, que enamoró y dio marca a Friedman (Capa) y conquistó un pequeño espacio dentro de la historia de la fotografía femenina, sucumbió bajo los hierros del carro de combate.
Murió al amanecer, entre sábanas blancas, inquieta por la suerte que habían corrido sus cámaras nuevas. Rafael Alberti trasladó su cuerpo a Madrid, mientras los aviones franquistas escupían fuego desde las alturas. Milicianos y militares, intelectuales y republicanos agradecidos velaron con honores de soldado a la heroína que había arriesgado su vida por la libertad del país.
Aquella iba a ser su última incursión. La noche anterior había anunciado que dejaba el frente y tenía previsto reencontrarse con Capa para volver juntos a París. Al poeta Louis Aragon le tocó el mal trago de darle la noticia al fotógrafo, que nunca se repuso de la pérdida de la que siempre describió como la mujer de su vida.
El 28 de julio de 1937, dos días después, la revista Ce soir para la que trabajaba le dedicó su primera página con el titular “Nuestra reportera, la señorita Taro, ha muerto cerca de Brunete, donde estaba cubriendo la batalla”.
Los restos mortales de Gerda fueron trasladados a París y enterrados en el cementerio de Père-Lachaise.