Introducción
En esta obra de Oscar Wilde, el autor considera que
el hecho de poseer belleza y juventud es sinónimo de poder y libertad porque al
poseer juventud no tiene la obligación de estar ligados a los ideales que
representa la vejez (como la madurez o la responsabilidad).
La obra refleja el ideal romántico de la
juventud y de la libertad, expresadas en
la frase carpe diem, vita brevis; es
decir, vivir al máximo el momento presente dentro de la propia libertad del ser
humano.
Al ser eternamente joven, Dorian Grey no tiene que
asumir las normas y las convicciones dictadas por la sociedad y por la edad: su
juventud rechaza cualquier tipo de moral y de ética impuesta por las normas y
convenciones sociales sino que, con la rebeldía propia de la juventud, se basa
en sus sentimientos y sus parte instintiva, dejando a un lado la parte racional
a la hora de realizar sus actos, sin importarle a priori las consecuencias. Al
guiarse por sus sentimientos, Dorian Grey no se para a pensar y a reflexionar
que toda acción tiene sus consecuencias y más al convivir en una sociedad. Es
por ello que todas sus acciones, sean buenas o malas, quedan reflejadas en su
retrato, una mirada física y psicológica de la persona.
Al mismo tiempo, Dorian Gray actúa, a lo largo de la obra, en contra de
algunos deberes jurídicos, como cuando mata a su amigo Basil, pero, como
consigue que la justicia no lo sepa, no se le impone ninguna sanción. Por ello,
las consecuencias de ese acto pasan a ser las mismas que si hubiera infringido
un deber moral, es decir, sufre fortísimos remordimientos, miedo, vergüenza,
etc. Su conciencia, debido a todo esto pasa a dañar y empeorar su imagen en el
cuadro, ya que éste es el reflejo de su espíritu. De dicha conciencia fluye lo
que llamamos la culpa. La mancha que nos va desgarrando como podía hacerlo el
paso del tiempo en el retrato de aquel bello Dorian Gray.
Otra de los
temas tratados en la obra es el rechazo a todo tipo de moral y de ética: Kant
ya lo había planteado en el siglo XVIII defendiendo la ética material frente a
la escolástica (el deber por el deber)
mientras que Nietzsche en su obra Así
habló Zaratustra habla de la muerte de Dios como la ruptura de todas las convenciones morales anteriores, defendiendo el nihilismo y cómo el ser humano,
empapado de dicho nihilismo, no tiene ninguna obligación moral y que responder
por sus acciones ante unos valores éticos y morales impuestos por la sociedad.
Esta
filosofía está presente el romanticismo, un movimiento cultural que abarca la primera mitad del siglo XIX que
surge como reacción al siglo anterior, el llamado Siglo de la Luces en la
literatura y otras manifestaciones artísticas, y el siglo de la Ilustración en
el ámbito de la filosofía.
El ser
humano puede decidir entre vivir bien o vivir mal. De hecho, vivir bien es una
elección. Las personas no vivimos solas, y por ello, en nuestras decisiones,
debemos buscar el equilibrio entre el bienestar personal y el colectivo, entre
una ética individual y una ética colectiva. A menudo se observa que la
reflexión ética se encuentra entre la conciencia de las personas y el derecho
(conjunto de leyes que la comunidad se ha impuesto).
Dejando aparte las normas coercitivas del derecho,
el ser humano tiene la libertad para actuar bien o actuar mal: esta libertad
está presente en todas las acciones que
éste realiza y que dejan huella en su ser, es decir, en el alma. En el caso de
Dorian Gray, todas las acciones, ya sean buenas o malas, quedan reflejadas en
su retrato.
Otro de los puntos principales de la obra es el
rechazo a la concepción determinista del mundo: el protagonista, desde su libre
albedrío, toma sus propias decisiones: El protagonista se debate siempre en lo que tiene o no que
hacer, si se fuma o no el primer cigarrillo, si se va o no de putas de camino
al teatro para ver actuar a su prometida y ya en los confines de su dilatada
moral si tiene o no que asesinar a un hombre para ocultar su secreto… Pero
el resultado de esas decisiones no deja huella en su cuerpo sino en su alma, es
decir, el retrato que le realiza Basil Hallward, a quien Dorian conoce a través
de su amigo lord Henry.
Al tener absoluta libertad sobre sus actos, es
necesario que los propios personajes tengan un autocontrol para evitar que las
consecuencias de sus propios actos no les desborden y acaben con su propia
existencia física.
El nuevo hedonismo es la filosofía de vida de Dorian
Grey: él considera que el fin de su vida es buscar el placer sin ningún tipo de
limitación, dejando que las consecuencias de sus actos hagan mella en su
retrato. Pero, según las tesis de Oscar Wilde, es el hombre quien al fin y al
cabo es el responsable último de sus actos.
EL HEDONISMO es una
doctrina filosófica que considera al placer como la finalidad de la vida. Los
hedonistas viven para disfrutar de los placeres de la vida, intentando evitar
el dolor.
Todo lo que el hombre hace en su vida es un medio para conseguir otra cosa, en cambio, el hedonista lo único que busca es el placer en sí mismo, el placer de los sentidos.
En un sentido positivo el hedonista intenta satisfacer de manera moderada las necesidades que tenga su cuerpo, busca los bienes materiales que le dan seguridad y cultiva la amistad, el amor, las letras y las artes.
Puesto que la idea del placer puede ser subjetiva, existen tendencias dentro del hedonismo que dicen que no hay bien superior al placer y resaltan el placer del cuerpo en lugar de los placeres mentales. Otras en cambio, lo asocian con la paz y la calma. El fin en este caso no es obtener placer de manera inmediata sino reducir el deseo
En la actualidad se apuesta por el hecho de que hay que darle más importancia al ser que al tener. Esto supone disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Así, nuestra existencia debe ser tomada como la búsqueda del placer en la que el cuerpo es un aliado y en la que el tiempo es más importante que el dinero.
La finalidad de la vida es el placer, el tiempo debe de estar destinado a disfrutar de todas las pasiones y gozar de emociones placenteras sin pensar si están bien o mal moralmente.
La crítica al hedonismo es una parte clave de la
obra de Oscar Wilde: el retrato de Dorian Grey es el que envejece mientras que el
protagonista se mantiene joven y bello. Este amor por la superficialidad, por
las apariencias, por la sobrevaloración de la belleza cuando se asume que ésta
es moral al mismo tiempo porque así lo parece provoca que Dorian Grey lleve una
doble vida donde en una cara conviven el lujo, la elegancia y las buena formas
y, por otro lado, un ambiente oscuro, depravado, donde convive lo más
despreciable de la sociedad.
Fernando
Savater, en el primer capítulo de su libro Ética para Amador («De qué va
la ética»), define la ética como «el arte de vivir, el saber vivir, por lo
tanto el arte de discernir lo que nos conviene (lo bueno) y lo que no nos
conviene (lo malo)».
Ello implica
establecer una distinción entre lo que sea bueno y lo que sea malo desde el
punto de vista ético, y si el bien y el mal éticos coinciden o no con lo que
serían el bien y el mal en sí.
La ética tiene como objeto los actos
que el ser humano realiza de modo consciente y libre (es decir, aquellos actos sobre los que
ejerce de algún modo un control racional). No se limita sólo a ver cómo se
realizan esos actos, sino que busca emitir un juicio sobre estos, que permite
determinar si un acto ha sido éticamente bueno o éticamente malo.
Toda acción
humana tiene sus claroscuros: las acciones que realiza Dorian Grey desde su
propia libertad no tienen una carga determinada. Lo que el protagonista
considera que está bien y lo ejecuta, es bueno según su perspectiva mientras
que la sociedad lo tacha como inapropiado o alejado de la justicia.
Por tanto, a
pesar de que lo ideal sería que el hombre encontrara su propia libertad y su
propia felicidad a través del bien, no podemos dar una definición universal y
absoluta de qué está bien: Aunque podamos afirmar que existen unas acciones que
la sociedad aprueba y acepta como buenas, no podemos deducir que éstas lo sean
en sí mismas ya que, al igual que la sociedad, pueden sufrir una evolución
histórica y social que, o bien, mantenga que esa idea es buena o que cambie de
postura radicalmente.
La
moral kantiana, universal, abstracta y racional guía los presupuestos
filosóficos de este modelo. Kant planteó que el fin de la razón es abrir al
individuo el camino hacia el mérito haciéndole responsable. La primera premisa
es por lo tanto hacer lo que se debe porque se debe, no por los resultados de
las acciones ni por el deseo o las inclinaciones. Por lo tanto lo que el
individuo ha de hacer es regular su conducta siguiendo leyes universales. La
doctrina kantiana rechaza así la postura de Hume y otros empiristas que
establecen que las leyes morales surgen de los sentimientos y no de la razón:
los empiristas afirman que el ser humano es un animal que se guía por los
instintos (como hace Dorian Grey en la obra. Él se guía según sus pasiones y
sus sentimientos, sin reparar en las consecuencias que ello conlleva por
trágicas que resulten para el individuo como el suicido o el asesinato).
En la obra
de Oscar Wilde, Dorian Gray actúa, a lo largo de la obra, en contra de algunos
deberes jurídicos, como cuando mata a su amigo Basil, pero, como consigue que
la justicia no lo sepa, no se le impone ninguna sanción. Por ello, las
consecuencias de ese acto pasan a ser las mismas que si hubiera infringido un
deber moral, es decir, sufre fortísimos remordimientos, miedo, vergüenza, etc.
Su
conciencia, debido a todo esto pasa a dañar y empeorar su imagen en el cuadro,
ya que éste es el reflejo de su espíritu. De dicha conciencia fluye lo que
llamamos la culpa. La mancha que nos va desgarrando como podía hacerlo el paso
del tiempo en el retrato de aquel bello Dorian Gray.
La libertad y el rechazo a la Norma
Nietzsche en su obra La Gaya
Ciencia es el que mejor expresa su idea de la muerte de Dios: “¿No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía
una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco
a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito
provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?”, decía uno. “¿Se ha perdido
como un niño pequeño?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene
miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían con
gran confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con la
mirada: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo
hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos
podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja
para secar el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar esta tierra de la cadena
de su sol? ¿Adónde se dirigen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles?
¿No caemos incesantemente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, de lado, de todos
lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos como errantes a través de una
nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? ¿No
veis oscurecer, cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas
en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran
a Dios? ¿Nada olfateamos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses
se descomponen! ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo
nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía
de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién
borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué expiaciones,
qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza
de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para
parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las
futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo
que hasta el presente fue la historia. Aquí calló el loco y miró de nuevo a sus
oyentes; ellos también callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último,
arrojó al suelo la linterna, que se apagó y rompió en mil pedazos: “He llegado
demasiado pronto, dijo. No es aún mi hora. Este gran acontecimiento está en
camino, todavía no ha llegado a oídos de los hombres. Es necesario dar tiempo
al relámpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros,
tiempo a las acciones, cuando ya han sido realizadas, para ser vistas y oídas.
Este acto está más lejos de los hombres que el acto más distante; y, sin
embargo, ellos lo han realizado.”
Esta idea de Nietzsche está también presente en la obra de Oscar Wilde: al
haber muerto Dios, no existe ningún tipo de norma moral que coaccione los actos
del ser humano. Dorian Gray se mueve según sus propias convicciones y su propia
moral. De hecho, en los diálogos no existe ninguna referencia a la moral
cristiana pero si encontramos numerosas referencias a la mitología
grecorromana, otra idea también planteada por Nietzsche como la visión
dionisiaca y apolínea del mundo, siendo éstas la parte instintiva y la parte
racional, respectivamente.
La visión panteísta de la obra es otra de las claves
del libre albedrío: Dorian Gray no se rige por la moral cristiana sino por una
idea hedonista del mundo; por tanto, no está atado a las convenciones morales
cristianas tales como el puritanismo, las formas, las apariencias, el temor a
Dios…
A pesar de
la negación del cristianismo, Dorian no tiene, hasta cierto punto, intimidad ni
libertad. Dorian es una especie de copia, de “perrito faldero” de lord Henry,
por lo que no es único. Como todo lo que hace se basa en lord Henry, podría
considerarse que tampoco posee libertad. Estos son los principales impedimentos
que encuentra Dorian para desarrollarse plenamente como persona, ya que existe
una libertad de elección por parte de Dorian Grey basándose en la vida que
lleva Lord Henry, pero no existe una libertad que nazca del propio Dorian grey
y que sea inmanente a su persona.
La obra
indica, también, que no existe una visión única de la realidad pues la vida y
la realidad son complejas y subjetivas, y, por tanto, no se puede aceptar una
verdad impuesta por la sociedad como la única forma de vida correcta: Esta
afirmación es un claro alegato a la libertad y al individualismo.
Sin embargo,
esta libertad no es absoluta, ya que el ser humanos, al vivir en sociedad,
sufre limitaciones de su propia libertad que pueden entrar en conflicto con la
libertad de sus semejantes: está condicionado por la sociedad.
Como dijo
Ortega y Gasset, yo soy yo y mis
circunstancias; pero el ser humano es un animal social que necesita de sus
semejantes para suplir las carencias que posee como individuo, tales como los
sentimientos (amor, respeto, confianza, amistad…) y los recursos que garanticen su propia
historia y supervivencia.
A pesar de
que Oscar Wilde promueve una construcción propia y personal de la vida y de la
verdad, el autor también advierte de las responsabilidades que deben de tener los sujetos sobre sus
acciones y sus actos: la repetición continua de nuestros hábitos (ya sean
vicios o virtudes) construyen nuestra realidad, por tanto, se ha de evitar caer
en la tentación de crear hábitos, pues, en la medida que éstos vayan
apareciendo, nuestra libertad se verá limitada.
De ahí que
“El retrato de Dorian Gray” sea (entre otras cosas) un apasionado canto a la
vida, un alegato a favor de la libertad y de la autorrealización; ya que indica
que el hombre libremente, mediante sus actos, crea su propia vida y teje su
propio destino. Este destino tiene una parte amable reflejada en las virtudes,
ya que, al obrar bien, éstas aumentan y, por consiguiente, refuerza nuestra
libertad. Por el contrario, los vicios también quedan reflejados en el retrato, mostrando un lado menos amable, una exposición
de la vanidad y los funestos efectos que pueden llegar a tener sobre el alma
humana.
El uso de la libertad de elección conduce a su desarrollo y realización concretos:
El uso del libre arbitrio produce costumbres y hábitos, cuya importancia quedó
ya señalada. Asimismo, existen una clase
de hábitos propios del carácter: éstos están en parte producidos por el
conjunto de la síntesis pasiva y el primer aprendizaje. Sin embargo, en su
formación interviene también, y decisivamente, la libertad de elección. También
se dijo que la naturaleza humana radica en un desarrollo de la persona, tal que
permita alcanzar los fines de nuestras facultades inteligentes: la naturaleza
se perfecciona con los hábitos, porque éstos hacen más fácil alcanzar los fines
del hombre. La naturaleza humana radica en la capacidad de perfeccionarse hasta
alcanzar su fin.
Por tanto, el hombre se perfecciona a sí mismo desde dentro, mediante su
libertad. Sin embargo, a pesar de que el hombre construya su realidad no será
libre, ya que la conversión de las emociones en hábitos, aunque sea desde la
propia libertad, pueden transformarse en vicios o virtudes que construyan una
nueva realidad, pero eso no conlleva que el hombre, dentro de esa realidad, sea
libre.
A pesar de que la repetición de buenos hábitos pueda beneficiar moralmente
al ser humano, ésta acabará convirtiéndose en una rutina, evitando la parte
negativa.
Esta afirmación que, aunque a priori, es conveniente para el ser humano no
deja de ser una negación de la libertad de éste porque el ser humano también
puede elegir hacer el mal libremente, a pesar de que esto suponga su
autodestrucción y, como en el libro de Oscar Wilde, su muerte.
Como dijo Jean Paul Sartre: “libertad
es evitar los hábitos”.
Sin embargo, esta libertad es imposible ya que el ser humano, al ser un ser
imperfecto, caerá inevitablemente en ciertos hábitos que pueden convertirse en
vicios o virtudes, que acabarán esclavizándolo en función de que el fin sea
bueno o malo.
En función del fin, el ser humano caerá siempre en vicios o virtudes, que
acabarán convirtiéndose en hábitos de su propia vida.
La libertad como virtud
Ahora podemos añadir que el fortalecimiento de la capacidad humana puede
ser llamado virtud, que es un hábito positivo, una «facilidad» para elegir lo
conveniente: el que tiene «virtud» es el que tiene «fuerza», «fortaleza» Para
actuar de un determinado modo, y en consecuencia es superior y más excelente.
La virtud es, por tanto, un fortalecimiento de la voluntad, el
rendimiento positivo de la libertad. Gracias a ella, uno adquiere una
fuerza que antes no tenía y por tanto puede hacer cosas que antes parecían
imposibles. Esto se ve con claridad en la virtud física que se consigue
mediante un entrenamiento deportivo que permite batir récords. El entrenamiento
permite adquirir una fuerza que produce facilidad para el esfuerzo .Esta
ampliación de la capacidad humana también se da en otro tipo de acciones y en el
terreno moral: hay «virtud técnica», habilidades y destrezas aprendidas,
«virtud intelectual», como el saber una cosa u otra, y «virtud moral», hábitos
de conducta que producen en armonía y equilibrio en el alma, que evitan excesos
y defectos, y que permiten, sobre todo, aspirar a bienes más arduos, más
lejanos, cuya consecución exige tiempo y esfuerzo. Sin las virtudes morales el
hombre está debilitado para emprender la búsqueda y conquista de bienes
arduos.
La virtud consiste en estar entrenado para lo arduo y lo valioso. Este
entrenamiento y facilidad se convierten en una ganancia de tiempo, porque
permiten hacer antes, mejor, con más seguridad y menos desgaste las tareas y
las acciones que correspondan. Por eso, la ética, que mira a la adquisición de las
virtudes, es «un modo de ganar tiempo» en el camino hacia la libertad.
Por tanto, el fin de las virtudes del ser humano es llegar a la libertad.
Conclusión
Oscar Wilde refleja en su obra los
ideales del romanticismo: en este caso particular, la libertad del ser humano y
cómo el ejercicio de la misma deja huella en nuestras acciones y en nuestra
personalidad.
Al igual que Dorian Grey, las buenas
acciones pintarán un buen retrato de nosotros donde se realcen nuestras
virtudes y crearán una mala obra de arte cuando actuemos movidos por nuestros
vicios.
A nivel psicológico, los seres humanos
actuamos siempre libremente, ya sea haciendo buenas acciones o realizando
malas. Estas acciones acabarán dejando huella y creando nuestra personalidad,
pero se cimentarán sobre nuestro libre albedrío porque el ser humano tiene la
oportunidad de tomar sus propias decisiones y ser consecuente con sus actos y
acciones.
En conclusión, los seres humanos
siempre actuamos libremente, ya sea guiados por nuestros sentimientos o por
nuestra parte racional, pero eso no indica que estemos realizando objetivamente
el bien.
muy buen ensayo aunque un poco largo....
ResponderEliminarcallese
EliminarMuy bien el ensayo. Tema con mucha tela para cortar. Es lo que caracteriza al ser humano y más al hombre frente a la mujer. Buscan el placer de su cuerpo. No ha cambiado mucho la sociedad actual
ResponderEliminarmuy bueno el ensayo
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