Esta ceremonia religiosa nació en tiempos ya muy lejanos y la historia la cuenta así:
El patriarca Abraham, progenitor de judíos y árabes, tuvo un hijo con su esclava
Agar, al que llamó Ismael; pero, para complacer a su esposa Sara, echó a Agar de su
casa. Madre e hijo se perdieron en el desierto, llegando al lugar que ocuparía la Kaaba.
Agar, corrió de una a otra colina en busca de ayuda, pero no encontró a nadie; el
pequeño Ismael, tendido en el suelo, se moría de sed.
Y ocurrió el milagro: ¡brotó agua de la tierra!
Era el Pozo de Zemzem. Una tribu, atraída por el milagro, se esta-bleció en el lugar
y fundó en sitio tan desolado una pequeña ciudad, a la que llamaron la Meca.
Agar e Ismael edificaron la Kaaba y en ella engastaron una piedra negra, luego, dieron
siete vueltas en torno al monumento.
Entonces, el ángel Gabriel los condujo al Valle de Mina, dónde se les apareció el
diablo: ¡Tiradle piedras! ¡Tiradle piedras!- aconsejó el ángel. Así lo hizo Agar,
lanzándole siete y el diablo desapareció; por dos veces volvió el diablo y, cada vez,
Agar, le lanzó siete piedras.
Es la leyenda de cómo se fundó la Meca y la Kaaba. En la ciudad de La Meca, antes de
finalizar el siglo VI, nació Mahoma. Al morir su padre, Mahoma, era un niño cuya única
herencia consistía en cinco camellos, unos cuantos corderos y una esclava.
Al morir su madre, lo recogió su abuelo y, más tarde, debió vivir con un tío.
Mahoma se hizo pastor de cabras y carneros, oficio que era menospreciado.
Tenía 24 años cuando entró a servir a Kadisha, una viuda rica, de 40 años. Kadisha
quiso casarse con él, aunque el padre se oponía a que lo hiciera con un hombre tan
pobre. Kadisha, mujer muy decidida, preparó una gran fiesta y dio de beber a su padre
hasta emborracharlo; en ése momento, el tío de Mahoma hizo la demanda de matrimonio y el
padre, borracho como estaba, dio su consentimiento.
Mahoma y Kadisha vivieron 20 años de casados, mostrándose el futuro profeta como un
buen administrador de la fortuna de su mujer. Sin embargo, padecía a menudo de agudas
crisis nerviosas.
Una vez al año, Mahoma iba a la cima de la montaña a ayunar, meditar y orar. En una
de esas ocasiones, se le apareció un ángel, ordenándole predicar, algo que Mahoma no
sabía hacer. Confesó a Kadisha lo de sus visiones y pensó que estaba loco. Árabes y
judíos, creían que un loco tenía el diablo metido en el cuerpo. Y cuando oyó al ángel
que le repetía Ikra, - predica-, ya no dudó más y se consideró el profeta
encargado por Dios para anunciar la verdad.
Y resumió su doctrina en una sola frase:
"Solo hay un Dios, Aláh, y Mahoma es su profeta".
Primero convirtió a su religión a su familia y a unos pocos amigos. Pero en la Meca
la mayoría de sus habitantes se burlaron de él y de su nueva religión. Después de
predicar durante diez años y no tener más de ochenta discípulos, aparte de sentirse
perseguido, Mahoma decidió irse a Yatreb, más tarde llamada Medina, es decir, la ciudad.
Este hecho que se conoce como la hégira -la huida -, da nacimiento a la Era Árabe.
Transcurría el año 622 d.C.
Mahoma tuvo seis mujeres mientras vivió en Medina. Mandó a construir una pequeña
mezquita para orar y predicar. Un esclavo, cinco veces al día, subía a una torre llamada
minarete y anunciaba a los habitantes la hora de rezar. A este pregonero lo llamaban
muezín.
Mahoma convirtió a muchos judíos y él mismo adoptó algunas costumbres de los
israelitas; por aquél entonces, los árabes se postraban en dirección a Jerusalén para
orar, pero cuando los judíos se negaron a considerarlo como Mesías, se indispuso con
ellos y desde entonces los árabes se orientan hacia la Meca para orar.
Tampoco le fue fácil convencer a los árabes.Después de Uh˙ud, qurayšíes y medineses se esforzaron por atraer a sus respectivos campos a las tribus beduinas del H˙iya¯z. Por su parte, Abu¯ Sufya¯n reunió una gran coalición en La Meca y, en marzo del año 627, se dirigió hacia Medina.
Cuando Mahoma tuvo noticias de esta expedición, se encerró en Medina y mandó excavar un foso en el lado más vulnerable. Esta construcción dio nombre a toda la campaña, denominada Hˉandaq o “del foso”, calificada como una batalla de inteligencia. Parece ser que esta idea proviene de Persia, y que fue el converso persa, Salman, uno de los artífices más importantes de su preparación. A los sitiadores se les acabaron las provisiones, el grano había sido recogido ya, y tuvieron grandes problemas para conseguir forraje para sus caballos, lo que motivó que se produjesen discrepancias entre los mecanos y tomasen la decisión de retirarse. Después de esta batalla, los qurayšíes no sólo habían perdido su prestigio, sino también el dominio de la ruta comercial a Siria. Mahoma, después de este triunfo, se dedicó a eliminar a la última tribu judía que quedaba en Medina.
Durante siete años, Mahoma, hizo la guerra a sus compatriotas de la Meca y, luego de
varias vicisitudes, se adueñó de la ciudad y aumentó enormemente el número de sus
seguidores, siendo reconocido como su profeta y jefe; pero había envejecido
prematuramente y se encontraba agotado con sus campañas.
A partir del año 628 comienza la fase ofensiva del Islam. Ese año Mahoma piensa que debe realizar la peregrinación a La Meca, y con un grupo de fieles se dirige al límite del territorio sagrado, donde los qurayšíes les impiden el paso, a pesar de ello, se evitó el enfrentamiento y, en su lugar, se llegó a una negociación que quedó reflejada en el Pacto de Hudaibiyya, a una jornada de La Meca. En esta
negociación se puso de manifiesto el profundo realismo político de Mahoma, pues aunque fue mal acogido por muchos musulmanes porque consideraban humillante que no se les permitiese la entrada a La Meca durante ese año, y que se les autorizase a estar al año siguiente sólo tres días para realizar la peregrinación menor,‘umra, distinta del hayˆyˆ o gran peregrinación, Mahoma obtenía importantes ventajas políticas, la primera fue el implícito reconocimiento de su fuerza al ser admitido para tratar de igual a igual con la jerarquía de La Meca. Además, en el tratado se establecía una tregua de diez años y se reconocía a ambas partes el derecho de aliarse con quienes quisieran.
Al año siguiente, tal y como habían acordado, los musulmanes entraron en La Meca; posteriormente, Mahoma envió al norte a unos trescientos hombres para eliminar a los ghassa¯níes, pero fueron atacados por los bizantinos en la llanura de Mu’ta, situada al sur del mar Muerto. Al finalizar el año, Mahoma debido a una pequeña discrepancia con los hombres de La Meca, y bajo el pretexto del asesinato de un musulmán, declara la no validez del Pacto de Hudaibiyya, y se dirige a la ciudad santa donde llega en enero del 630. Su entrada fue pacífica, porque no venía a destruir, sino a dominar y a ganarse a los reacios con sus bondades. Durante los quince o veinte días que permaneció en la ciudad, mandó destruir los emblemas de la idolatría y los frescos que representaban a los profetas bíblicos, exceptuando las imágenes de Abraham, Jesús y la Virgen. Finalmente, tuvo lugar la ceremonia de juramento, bay‘a, por la cual la población de La Meca juraba fidelidad y obediencia al Profeta.
Pero Mahoma no pudo asistir a la gran peregrinación, hayˆyˆ, que se realizó el siguiente año, por lo que delegó en Abu¯ Bakr la presidencia, e hizo publicar un ultimátum, por el cual se daba a los paganos un término de cuatro meses para abrazar el Islam; pasado este plazo, los musulmanes habían de combatirles donde quiera que les hallasen. Además, la peregrinación y la Ka‘ba quedaban exclusivamente reservada a los musulmanes. Sería en el año 632, cuando Mahoma realizase la peregrinación, que sería la última, por lo que se conoce como “la peregrinación del adiós”, los ritos que en ella observó, cuidadosamente trasmitidos, se hicieron luego la norma seguida hasta nuestros días. En mayo de ese mismo año, cae enfermo cuando preparaba una expedición contra los bizantinos para vengar el desastre de Mu’ta, y, unos días más tarde, el 8 de junio, correspondiente al 13 rab¯ı‘ del año 11, muere sin haber dejado nada previsto sobre su sucesión.
Mahoma, murió en el año 632.
Pero, sembró una semilla y dejó a sus seguidores una tarea por cumplir: que todos los
pueblos se convirtieran al islamismo, haciéndoles la guerra si era necesario.
Abu-Beker, su suegro y amigo, continuó la guerra santa, tomando el título de califa,
palabra que significa lugarteniente. Emprendió la conquista del imperio griego y de
Persia, las dos monarquías más importantes. El avance fue muy rápido: los camellos
fueron una ayuda impagable, porque estos animales, en pleno desierto, podían soportar
varios días sin beber.
A Abu-Beker le bastó una sola campaña para cada conquista.
Cayó Siria en el 634, Persia, lo que había sido Caldea, en el 636, Egipto en el 639 y
en el 642, una campaña, para todo el resto de Persia. No habían transcurrido diez años,
desde el comienzo de las guerras de conquistas.
Mientras tanto, el ejército de Siria proclamó califa a Moaviah, jefe de la familia de
los Omníadas y se estableció en Damasco.
Reanudó las conquistas, empezando por África del norte, Túnez; también sometió a
las tribus montañeses beréberes y las convirtió al islamismo, Fue con las tribus
beréberes que inició la conquista de España en el año 711. Prosiguió su marcha hacia
el norte, penetró en la Galia, saqueando la Borgoña y conquistando tierras hasta los
Vosgos (725) y la Aquitania hasta el Loire. Era un imperio casi tan grande como el romano,
que se extendía desde el Indo hasta el Atlántico, comprendiendo a Irán, Persia, la zona
Tigris-Eufrates, el norte de África y España.
Otro califa, también producto de la sublevación, de la familia Abu-sidas, en el 750,
hizo degollar a todos los Omníadas y se instaló en Bagdad. Escapó un solo joven
Omníada, que instauró el califato de Córdoba, para gobernar toda España. Por último,
un pretendido descendiente de Fátima, hija de Mahoma, fundó la dinastía de los
Fatimitas, que se estableció en una nueva ciudad, El Cairo.
Carlos Martel, en el año 732, detuvo la expansión árabe hacia el norte de Europa,
derrotándolos en los campos de Poiters, al sur de Francia.
Sin embargo, durante muchos años los árabes siguieron conquistando y saqueando
ciudades europeas.