PANORAMA GENERAL DEL MESOLÍTICO
1.1 Concepto del Mesolítico
Desde los principios del Holoceno las comunidades de cazadores-recolectores que poblaban el Viejo Mundo comenzaron a transformar sus modos de vida hasta tal punto que prehistoriadores han reconocido una nueva etapa cultural: el Mesolítico, que significa “Edad de piedra”.
El Mesolítico venía a ser un periodo de transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Este periodo representaba una fase intermedia en la historia de la humanidad, pues los seres humanos aún subsistían de la caza y de la recolección, pero habían adoptado conductas más evolucionadas que les conducirán hacia el modo de producción Neolítico.
Actualmente la imagen asociada a las comunidades mesolíticas del pasado ha adquirido su propia personalidad, no son simplemente gentes en una fase de transición al modo de producción neolítico. Las comunidades mesolíticas pueden asimilarse al modo de comportamiento cultural que los antropólogos denominan “sociedades cazadoras-recolectoras complejas”.
Las sociedades cazadoras recolectoras complejas se caracterizaban por:
- Se encuentran perfectamente sincronizadas con la naturaleza.
- Poseían plena capacidad para la búsqueda de alimento.
- Vivían en perfecta comunión con su mundo.
- Poseían profundas inquietudes personales y sociales.
El período del Mesolítico se caracterizó por:
- La transición. Fue un período de transformación entre los cazadores-recolectores de la etapa Paleolítica y los agricultores de la etapa Neolítica.
- El trabajo de la piedra. Se destacó la innovación en el trabajo de la piedra, como el pulido y el tallado elaborado, también llamado microlito, que consiste en la utilización de una piedra de un centímetro de largo tallada de manera elaborada de modo que tiene filo en uno de sus laterales.
- La vida sedentaria. De esta época provienen los primeros vestigios de construcciones edilicias y asentamientos poblacionales.
- Los ritos funerarios. También de estas sociedades provienen los primeros vestigios de ajuares sepulcrales de personas que tenían poder o un alto nivel social. Los cuerpos de los fallecidos eran enterrados con ofrendas o accesorios personales de valor, lo que sugiere que se practicaban ceremonias o ritos espirituales.
- La pintura. Si bien existía el arte rupestre durante el Paleolítico, en esta etapa surgieron las figuras humanas, además de animales, pintadas en el interior de las cavernas. Las escenas muestran grupos de humanos practicando cacería o algún ritual.
- Los utensilios. Se encontraron evidencias del trabajo en cerámica, como vasijas decoradas con trazos geométricos simples, rocas pulidas y perforadas utilizadas como accesorios y piedras filosas que servían como cuchillos.
1.2. El medioambiente: El Holoceno
La aparición de las poblaciones mesolíticas se enmarca a principios del Holoceno y más concretamente en sus dos primeras fases: Preboreal y Atlántico.
Los principios de Preboreal mostraron un aumento drástico de temperaturas y precipitaciones que impulsó un clima templado y húmedo propio de un momento interglaciar muy acusado.
Representó una mejoría climática más profunda que culminó en el llamado el Óptimo Climático Atlántico. Este momento ocurrió en el año 5.700 BP y las temperaturas llegaron a ser entre 0,5 º – 2º superiores a las actuales. Nada quedaba ya de los tiempos de la última glaciación.
La subida de las temperaturas acabó con el manto de hielo permanente que había formado el inlandsis escandinavo. La morfología del continente cambió para dar lugar a los perfiles que hoy conocemos:
- La desaparición de los hielos glaciares permitió la aparición de la Península escandinava y del Mar Báltico.
- La subida del mar inundó las franjas litorales y la línea de costa apareció tal como es hoy en día.
- La inundación provocó la insularización de Gran Bretaña y acabó con lo que restaba del Doggerland, que acabó sumergida de manera definitiva bajo las aguas del actual Mar del Norte.
- La mejoría climática relacionada con la subida de las temperaturas y de las lluvias originó un cambio en las comunidades vegetales y animales. La nueva templanza húmeda interglaciar modificó la zonación latitudinal, las cronozonas ecológicas y la distribución de las especies.
- Los cambios vegetales fueron:
- Las regiones de tundra y estepa fría retrocedieron en extensiones y acabaron confinadas en las tierras del norte.
- La colonización forestal se extendió por el continente, con el incremento de coníferas en las regiones septentrionales, la expansión definitiva de los caducifolios por las latitudes medias y la consolidación plena del bosque mediterráneo en la cuenca mediterránea.
- Durante el Atlántico la mejora provocó un incremento de la biodiversidad vegetal, de la riqueza taxonómica de especies, los índices de productividad y la cadena de producción.
- Las modificaciones en la vegetación dieron lugar a profundos cambios en la distribución de las especies animales.
Los cambios animales fueron:
- La extinción de los grandes animales de la tundra.
- El confinamiento de manadas de reno en las actuales regiones subárticas.
- La expansión generalizada de especies templadas menores, pequeños mamíferos de talla pequeña.
- La propagación de numerosas especies animales, sobre todo de pequeños invertebrados.
- El resultado fue un incremento de la biomasa animal que tuvo su trascendencia para los modos de subsistencia de las comunidades mesolíticas.
1.3. La cultura material: el microlitismo geométrico.
La característica principal de las industrias líticas del periodo fue la generación de los microlitos geométricos.
Los microlitos geométricos eran pequeñas laminillas con una morfología geométrica nítida, que representaban el último paso del largo proceso de microlitización.
Su probable invención parece estar en el sur de Francia y muy pronto se produjo su rápida extensión por todo el continente: norte de Francia, Países Bajos, Alemania, Inglaterra y cuenca del Mediterráneo.
Su importancia es tal que existen varias clasificaciones tipológicas pero más allá de matices los tipos principales son 4:
- Triángulos.
- Rectángulos.
- Trapecios.
- Segmentos de círculo (con forma de media luna).
En todos los casos se trata de piezas con un dorso trabajado mediante retoque abrupto, en un lateral opuesto a un lado de filo natural.
Esta morfología estricta de los microlitos geométricos requería procedimientos de tallas especiales. La base principal para su producción era un modelo de lámina bastante larga pero estrecha, que se fracturaba en piezas pequeñas aplicado una técnica sencilla pero práctica: la técnica del microburil. Bastaba hacer una pequeña muesca en un lado y agrandarla con ligera presión hasta que alcanzaba el tamaño suficiente para conseguir quebrar la lámina con la más leve presión de los dedos. Era una técnica muy sencilla pero perfecta para estandarizar la producción y producir piezas similares. Esto no impide cierta variabilidad tipológica que ha dado pie a interpretaciones funcionales, diferenciando triángulos escalenos, triángulos isósceles, trapecios simétricos y asimétricos, medias lunas o segmentos, etc…
La mayoría de las hipótesis apuntan que los microlitos geométricos sirvieron como puntas de proyectil pues su minúsculo tamaño los hacía disfuncionales sin pensar en su adhesión a soportes orgánicos. Se han postulado dos fórmulas:
- Como puntas de proyectiles.
- Como barbas adheridas a los laterales de los vástagos.
En cualquiera de los dos casos los geométricos podrían representar nuevas prácticas de arquería.
La contrapartida a los diminutos geométricos se hallaba en una serie limitada pero importante de instrumentos macrolíticos cuyas grandes dimensiones y peso les convertía en perfectos para tareas contundentes. La mayoría de las piezas macrolíticas se suelen interpretar como instrumentos para tareas relacionadas con la madera o con la remoción de tierras: azuelas, hachas, tajadores, … usados para la tala, desbaste, cavar hoyos, etc…
Los instrumentos de la industria ósea principales fueron las puntas dentadas barbeladas con una función similar a los arpones. Las mejores muestras de industria ósea del Epipaleolítico proceden de las culturas nórdicas y centroeuropea, cuyos yacimientos revelan un repertorio variado de elevado grado de pericia técnica y adaptación predeterminado a la función según el tipo de presa. La contrapartida se halla en la culturas mediterráneas, que presentan una industria ósea limitada con un nivel técnico más simple, quizás porque se contaba con una materia prima alternativa abundante en los bosques: la madera.
1.4. Los medios de subsistencia: la revolución de amplio espectro
Los modos de subsistencia de las comunidades mesolíticas se basaban en un aprovechamiento integral de todo tipo de recursos alimentarios, que proveían una dieta variada compuesta por una muestra amplia de animales y plantas.
La caza mayor de herbívoros representó la principal parte de la dieta. Esta dieta se complementaba con la caza menor: pequeños mamíferos y aves. La principal estrategia para ampliar la base alimentaria fue la intensificación de ciertas prácticas alternativas: La recogida de moluscos.
- La pesca en los ríos.
- La pesca marina.
- La recolección de vegetales.
Tenemos buena prueba del aprovechamiento de recursos acuáticos en los yacimientos llamados concheros, acumulaciones ingentes de restos arqueológicos, entre los que sobresalen de manera muy especial las conchas matinas.
La ampliación de la base alimentaria permitió un aprovechamiento integral de las múltiples posibilidades de entorno ambiental, que tuvo una honda repercusión en los modos de supervivencia de los seres humanos.
El arqueólogo estadounidense Kent Flannery acuñó un concepto clave: “La Revolución del amplio espectro”. La Revolución del amplio espectro representaba un estadio previo necesario en la Historia de la Humanidad para la llegada del modo de producción del Neolítico. Hoy en día esta idea resulta cuestionable ya que la ampliación de la dieta no significó en todos los casos una mejora de esta.
1.5. La organización social: nomadismo y necrópolis
Durante el Mesolítico la movilidad de los cazadores-recolectores se restringe como norma generalizada, adoptando un nomadismo restringido comparado con el continuado peregrinar de sus antepasados del Paleolítico y Epipaleolítico.
Las pruebas apuntan a la limitación de los radios de movilidad residencial, mediante la aparición de campamentos de habitación permanente o semipermanentes, tanto al aire libre como en cuevas, que sirvieron como lugares residenciales para buena parte del año.
La reducción del grado de movilidad residencial no condujo a una vida estrictamente sedentaria ni a la aparición de poblados permanentes, ocupados de manera ininterrumpida En las latitudes del centro y norte del continente el establecimiento de este tipo de asentamientos fue posible gracias a sus entornos privilegiados:
- Zonas de elevada productividad ambiental.
- Una amplia gama de recursos.
- Presentaban unas condiciones de predicibilidad suficientes para conocer con antelación tanto los movimientos como la densidad de los recursos.
La mayoría de los campamentos de larga duración se instalaban en lugares estratégicos que tenían un radio de acceso inmediato a distintos ecosistemas, permitiendo así controlar los recursos de caza, pesca y recolección.
La ocupación prioritaria de enclaves privilegiados y la instalación de campamentos semipermanentes desemboco en un proceso paulatino de concentración demográfica y de incremento de la población.
Las tendencias de incremento de la población, presión demográfica y necesidad de intensificación productiva mediante la búsqueda de alimento pudieron provocar con el paso del tiempo una situación de competencia por los recursos naturales. Esto llevó a:
- Un incremento de la territorialidad.
- Un incremento de la competencia ir el control de los recursos y la posesión de territorios.
- Un incremento de los conflictos entre grupos próximos.
El hombre del Mesolítico mantuvo una nueva conciencia ante la muerte que obedece a un cabio sociológico profundo de honda trascendencia ideológica. Los enterramientos se convierten en una práctica habitual en muchas culturas mesolíticas, lo que representa una preocupación por los difuntos antes desconocida. En varias culturas se aprecia un paso más, motivado por la aparición de enterramientos agrupados a modo de necrópolis. La costumbre del enterramiento agrupado trasciende la mera preocupación individual por el difunto para otorgar al ritual de la muerte de una repercusión colectiva de manera que se produce una socialización compartida, comenzando por la apropiación ritual del terreno que acoge a los antepasados.
En los entornos de las sociedades sedentarias inmersas en un marco de intensa competencia por los recursos naturales las prácticas de enterramiento colectivo son un instrumento eficaz para reivindicar la propiedad del territorio.
En las necrópolis mesolíticas más complejas quizá podría percibirse un paso más en la complejidad cultural: los indicios tímidos de una diferenciación social de tipo vertical.
2.- EUROPA ATLÁNTICA.
2.1. Los concheros portugueses
Las costas meridionales portuguesas fueron ocupadas hace 10.000 años por una de las culturas de concheros más representativa, siendo cazadores-recolectores complejos con una economía de amplio espectro y costumbre de enterramiento en necrópolis.
Se instalaron en parajes llanos y arenosos de las llanuras aluviales del tramo final del río Tajo y la comarca del Sado, siendo una zona ideal para instalar campamento de carácter semipermanente. Los yacimientos más conocidos son Cabeço da Arruda, Moita do Sebastiao y Cabeço da Amoreira, constituyendo campamentos residenciales de larga duración, y contando con cabañas sólidas, sobre base de cantos rodados, conchas y tierra batida. Presentaban muros alzados sobre postes y se cubrían con ramas impermeabilizadas con arcilla, y en el interior se excavaron hoyos a manera de hogares, aunque algunos podrías ser silos o basureros.
El instrumental lítico comprendía muescas, denticulados y raederas, aunque las piezas más numerosas eran microlitos geométricos trapezoidales y triangulares, que servían probablemente para cazar. El instrumental óseo se limitó a punzones, puñales, mangos, hachas, compresores y cinceles, aunque seguramente fabricaron bastantes utensilios de madera, que no se han conservado.
En los concheros portugueses se acumularon desechos de huesos de grandes ungulados herbívoros, pequeños mamíferos y aves, restos de pescado de río, conchas de moluscos marinos y caracoles terrestres. La caza se centró en el ciervo, jabalí, corzo, bóvidos, zorro, lobo, mustélidos, pequeños lagomorfos (conejo, liebre) y varias especies de aves. También se recolectaban lapas, bígaros, berberechos, vieiras, almejas, ostras, mejillones y cangrejos, y la pesca de especies de rio como el estuario y especies de mar con restos encontrados de tiburón, raya y atún. Los únicos testimonios de la recolección vegetal lo encontramos en posibles piedras para moler, algunos restos de bellota y piñones. Los estudios isotópicos en los huesos humanos y los análisis dentales ratifican una dieta mixta y equilibrada de recursos marinos y terrestres.
En sus necrópolis se totalizaron varios centenares de inhumaciones individuales aprovechando depresiones naturales o excavando pequeñas fosas con los cadáveres depositados en decúbito supino o lateral, con ajuares de conchas perforadas, útiles, restos de ocre y desechos de animal. No existían elementos de distinción en las tumbas con lo que representaba una sociedad igualitaria de tipo horizontal, y la presencia de fosas en el interior de algunas cabañas, parece indicar la importancia de los antepasados en la vida cotidiana de las familias.
2.2. Los concheros asturienses
En la región cantábrica limitada entre el oriente de Asturias y el occidente de Cantabria surgió hace 9.000-8.500 años la cultura de conchero Asturiense, localizando un centenar de concheros en cuevas y abrigos, en una franja litoral de 40 km de longitud y 5 km de anchura.
Mantuvieron su modo de vida en cuevas y no desarrollaron rasgos complejos, ni asentamientos avanzados, ni enterramientos colectivos en necrópolis, puede que por las limitaciones naturales que ofrecía el terreno abrupto de la región.
Su industria lítica era en su mayoría instrumentos de piezas macrolíticas tallados sobre núcleos y grandes lascas, siendo el útil más característico el “pico asturiense” (tallado toscamente sobre cantos rodados de cuarcita con un extremo distal terminado en punta roma y el extremo proximal sin tallar), que podría haber servido para desprender las lapas de las rocas y desenterrar tubérculos. También se conservan muescas, denticulados, raederas y unos pocos raspadores, buriles y perforadores. El utillaje microlítico es mínimo, al igual que el utillaje óseo compuesto por unas pocas agujas, leznas, punzones sencillos, huesos biapuntados y algún bastón de mando.
Su economía se basaba en la caza de ciervo, corzo, rebeco, jabalíes y la intensa recolección de moluscos litorales (lapas, bígaros, mejillones, ostras y erizos de mar). También realizaban prácticas de pesca en las desembocaduras de los ríos con palangres y trampas de ramas y cañas, aunque los restos de lenguado encontrados indicarían que realizaron pesca en alta mar. La recolección de vegetales pudo ser notable, aunque no se han encontrado restos de materias vegetales, pero si restos de madera de roble y abedul.
Hay diferentes versiones entre arqueólogos que apuntan a que los poblamientos de los concheros pudieron ser campamentos temporales para el marisqueo, o bien, basureros de otros campamentos residenciales ocupados durante largas temporadas. Los enterramientos son pocos, representados por inhumaciones simples en fosas con el cadáver rodeado de adornos personales, instrumentos líticos y huesos, siendo el mejor testimonio, el yacimiento de la cueva de Los Canes, con 3 fosas con 4 individuos, con restos de conchas como ajuar.
2.3. Los concheros bretones
Esta cultura mesolítica se localizaba en las costas francesas de Bretaña, en campamentos al aire libre con cabañas levantadas con materiales poco consistentes, con algunos hogares y hoyos excavados como silos para el almacenamiento.
La principal dieta de esta comunidad provenía de la caza de ciervo, corzo, jabalí, y de la pesca de salmónidos, lábridos, ciénidos, e incluso focas, rayas y tiburones. La caza de aves también represento una de sus fuentes de recursos con capturas de anátidas, rapaces, palomas, cigüeñas, aves marinas y pingüinos. La proximidad a la costa facilito la recolección de moluscos marinos como lapas, mejillones, caracoles de mar, ostras y almejas, y aunque no hay muchas pruebas de recolección vegetal, se encontraron restos de avellana y semillas de peras silvestres.
Las necrópolis más relevantes se encuentran en Téviec y Hoëdic (dos pequeñas islas a pocos kilómetros de los acantilados de Morhiban), donde el ritual consistía en inhumaciones en pequeñas depresiones u hoyos en las que se depositaba al difunto en posición decúbito lateral con las piernas replegadas y espalda algo sobreelevada. El cadáver estaba acompañado por un ajuar de collares, brazaletes de conchas marinas, asta de ciervo, algunos útiles y restos de ocre. En Téviec se hallaron algunas tumbas cubiertas por una especie de túmulo con restos de hogares probablemente rituales, que acogieron ofrendas a base de mandíbulas de ciervo y jabalí, y también objetos de carácter artístico (huesos decorados con incisiones cortas paralelas, siendo la mejor pieza, una mandíbula de pez con un motivo en cuadricula).
Lo más llamativo de la necrópolis bretonas es la diferenciación de sus ajuares en niños (se les enterraba con ajuares sencillos), en varones (se les enterraba con conchas de molusco Trivia europea) y en mujeres (se les enterraba con una concha llamada Littorina obtusata). La tumba de un joven enterrado en Téviec tras una muerte violenta (tenía restos de microlitos incrustados en los huesos y una fractura en la mandíbula) tuvo un tratamiento funerario relacionado con un personaje de prestigio. La riqueza de los ajuares depositados en tumbas de algunos niños sugiere que gozaban de una posición privilegiada en la sociedad, o que podían haber permanecido a clanes o familias destacables, y hubieran adquirido privilegios hereditarios. Algunas tumbas colectivas se abrían y se cerraban de manera periódica, lo que confirma la existencia de clanes familiares que agrupaban a miembros de su linaje.
Análisis de isótopos de los huesos humanos sugieren que hombres y mujeres tuvieron formas de alimentación distintas, ya que las mujeres consumieron menos recursos marinos, porque su alimento principal provenía de la caza. Algunos prehistoriadores creen que mujeres de poblados del interior, se trasladaron a poblados de la costa para contraer matrimonio, constituyendo una buena medida para evitar la endogamia social y una estrategia viable para la supervivencia.
2.4. Los concheros escoceses
La presencia de concheros se atestigua también al otro lado del Canal de la Mancha, en costas de Gran Bretaña, Irlanda e Islas próximas.
El conchero de Morton fue un campamento estacional, donde las huellas de postes revelan levantamientos eventuales como parapetos de tipo más bien precario. La dieta en este yacimiento estaba basada en la pesca de bacalao, abadejo, rodaballo, esturión y salmón.
No menos conocido son los concheros de la isla escocesa de Oronsay (en el archipiélago de las Hébridas), siendo 5 concheros de apenas 4 Km2 con pruebas de explotación sistemática de peces marinos (gálidos). Cada conchero se ocupó en estaciones distintas, quedando sin determinar, si en tal isla había un poblado permanente o solo acogía visitas breves para pescar y cazar.
3. EL MESOLÍTICO EN CENTROEUROPA.
3.1. La cultura Tardenoisiense
Hace 8.500 años BP, en el periodo climático del Preboreal, la Cultura Aziliense comenzó a desvanecerse para dar paso a complejos culturales que representan el Epipaleolítico Pleno o Geométrico, siendo el más representativo el Tardenoisiense (término procedente del yacimiento francés Fere-en-Tardenois).
Esta cultura se extendió por buena parte del suroeste y noroeste de Francia, regiones colindantes de Luxemburgo, Suiza y Alemania Meridional, conservando el hábitat en cuevas, aunque también se levantaron campamentos al aire libre junto a llanuras arenosas cerca de ríos.
Los campamentos debían estar formados por chozas de materiales orgánicos perecederos. La presencia de hoyos de un metro de diámetro con restos de huesos se ha interpretado como lugar de almacenamiento. Para los arqueólogos estos lechos arenosos no resultan muy aprovechables, ya que los sedimentos son muy perniciosos (la tierra disgrega los huesos provocando su desaparición). Por ello poco se conoce de las prácticas alimenticias, pero parece sensato pensar en el ciervo como principal fuente de sustento.
El instrumental lítico se caracterizó por la impronta microlítica de carácter geométrico (triángulos isósceles) siendo la pieza más representativa, la Punta tardenoisiense (trapecio tallado sobre laminilla con técnica microburil, con retoque abrupto en un lateral y en la base, dándole forma de triángulo isósceles).
Se conocen enterramientos como inhumaciones individuales, en ocasiones cubiertas por piedras grandes y con ajuares poco vistosos. En el yacimiento de Pesse (Países Bajos) se encontró los restos de una robusta piragua labrada en un tronco de pino de 3 x 0,45 m, datada en 8.500 BP, y en Noyen-sur-Seine (antiguo canal del rio Sena), también se encontró una piragua datada en 7.600 BP.
3.2. La cultura Maglemosiense
El Epipaleolítico en tierras centroeuropeas está representado por las Culturas de los bosques o Culturas Forestales (clasificación establecida por el prehistoriador anglosajón Vere Gordon Childe), dando uniformidad a grupos culturales que tenían en común su adaptación al mundo boscoso en latitudes próximas a Bélgica, Norte de Alemania y Dinamarca.
La cultura más conocida fue la Maglemosiense, (término procedente de la lengua danesa “magle mose” que significa “gran pantano”) y que se extendió desde Dinamarca hasta tierras limítrofes de Alemania. Muchos asentamientos se hallaban junto a las orillas del mar, de tal modo que fueron anegados por la subida del mar.
Estas comunidades vivieron en campamentos al aire libre próximos a cursos de agua (lagos, lagunas o costa) y esta ocupación cerca del agua responde a la idea de aprovechar la elevada productividad ambiental, la exuberante riqueza y amplia diversidad de recursos. Existían campamentos en el interior ocupados temporalmente como cazaderos estivales. La mayoría de los yacimientos ocupaban una extensión en torno a 40-20 m2 y no se han revelado huellas claras de cabañas, ni estructuras aparentes más allá de hogares sencillos, poco consistentes, levantados con materiales frágiles y perecederos. En yacimientos como Ulkestrup Ost, Holmegaard y Svaerdborg, poseían cabañas de planta rectangular o trapezoidal con unas dimensiones medias de 6 m2, donde se usaban técnicas para impermeabilizar toda la estructura, cubriéndola con cortezas y ramas de abedul y pino.
El repertorio industrial lítico se componía de microrraspadores, microburiles, microperforadores, laminillas microlíticas varias, puntas de dorso curvo, piezas geométricas (triángulos y trapecios). Existía también una especie de azuela tallada, piqueteada o abrasionada, con los extremos cuidadosamente afilados, que sirvieron como filos contundentes para tallar madera.
En la industria ósea recurrieron a punzones, anzuelos, arpones y puntas dentadas. Las bandas que ocupaban el mismo territorio tenían sus propios arpones y puntas, claramente diferenciadas de las usadas por sus vecinos (las comunidades de la isla de la actual Dinamarca utilizaban arpones losángidos con dientes marcados en la mitad distal, mientras que las comunidades del interior próximas a Alemania usaron puntas estilizadas con muchos diente pequeños o uno solo en el extremo).
Los arqueólogos recuperaron fragmentos de trampas elaboradas con madera de cerezo en el yacimiento de Ageröd V, que usaron al parecer para capturar peces o anguilas, y en el yacimiento de Loshult, se hallaron vástagos de flechas en madera de pino, con microlitos pegados con resina. En los yacimientos de Vinkel y Holmegard, se desenterraron flechas con ranuras ahuecadas para pegar microlitos, y arcos de 1,50 metros de altura tallados en madera de olmo.
Parte de la alimentación procedía de la caza de animales forestales como ciervo, jabalí y corzo, aunque en algunos yacimientos del norte de Alemania y Dinamarca se han llegado a encontrar restos de alce, bóvido, caballo, zorro, lobo, nutria y castor. También la caza de aves represento un complemento menor compuesto por capturas de perdiz, paloma, cuervo, patos, cisnes y pingüino, y este mismo patrón se utiliza en la pesca con captura de lucio, tenca, gobio, brema, perca y anguila. Pero lo más llamativo fueron sus gustos por los mamíferos marinos como ballena, delfín, orca y foca, revelando una insólita habilidad en la pesca de alta mar. Estudios realizados en yacimientos insulares daneses como Mullerup a partir del colágeno de los huesos humanos indican que los recursos del mar llegaron a representar el 40% de la dieta de estos pobladores, llegando a ser más pescadores que cazadores.
El arte fue muy poco representativo con un centenar de puntas de hueso, con simples decoraciones geométricas, y algún canto de sílex o en ámbar, como la cabeza de un alce tallada, localizada en el yacimiento de Egermake.
3.3. El Mesolítico de las Islas Británicas
El tecnocomplejo inglés contemporáneo al Maglemosiense se conoce como “Long Blade” y su conocimiento es bastante discreto: un repertorio instrumental en lascas con abundantes microlitos y con las láminas grandes, engrosadas y anchas como las piezas más representativas.
En las zonas inmediatas de Los Países Bajos y Bélgica se desarrolló el tecnocomplejo Tjongeriense, también conocido de manera insuficiente, y caracterizado por las Puntas de Tjonger. Hechas sobre láminas convexas y base estrecha despejada por retoques o truncatura.
Estos dos tecnocomplejos solo aportan una idea muy artificiosa de las comunidades que poblaron los límites occidentales de la gran región de las Culturas forestales.
En las Islas Británicas, las comunidades epipaleolíticas mantuvieron modos de vida similares a sus antepasados y estuvo representado por esta cultura en un yacimiento clave llamado Star Carr.
Este yacimiento emplazado en campos de turba de Yorkshire, hace 11.000 años se hallaba en un entorno muy distinto, junto a las riberas de un lago interior. Las excavaciones dieron con un poblado al aire libre característico de latitudes templadas y en una superficie de 300 m2 aparecieron una serie de cabañas distribuidas sin orden aparente. Las cabañas pudieron cobijar unas 25 personas a pesar de no contar con estructuras consistentes. En la actualidad entre arqueólogos todavía no hay consenso en cuanto a si era un campamento permanente o temporal, y en cuanto si su ocupación era estival o invernal.
En las cabañas aparecieron numerosos instrumentos líticos (raspadores, buriles, muescas, denticulados, perforadores, y utillaje microlítico). La herramienta microlítica característica es la Punta creswelliense (larga lamina apuntada con retoque abrupto en un lado para enmangar y retoque distal en la punta). También se hallaron piezas macrolíticas como: bolas perforadas (de finalidad desconocida) hachas y azuelas (posiblemente para el trabajo de madera)
En la industria ósea llama la atención los casi dos centenares de arpones y puntas dentadas, y grandes azadones de cuerna que pudieron usarse para remover tierra o para ceremonias. Aunque lo más llamativo de la cultura material de Star Carr fue los restos de madera y fibras vegetales, ya que las excelentes condiciones de preservación de la turba que oculto el lugar han conservado: pequeños trozos de corteza de abedul, un fragmento de un zagual (remo, tallado en madera de abedul), y una especie de plataforma de tablones de madera junto a la ribera del lago (para impermeabilizar el terreno para evitar la anegación y acomodar el acceso al lago para el tránsito por la orilla).
Restos de ciervo confirman la importancia de este animal en la dieta, complementado con otros animales como alce, corzo, jabalí e incluso uro. La presencia de restos de perro apunta a la posibilidad de domesticación y su empleo como animal de ayuda en la caza. Se detectaron restos de 14 plantas comestibles que indican la relevancia en la recolección vegetal, compuesto principalmente por nenúfar blanco, epilobio, centonodia, espino blanco y camarina, entre otros. Las excavaciones han comprobado grandes concentraciones de carbones que podrían indicar labores de roza para limpiar el terreno (incendios deliberados entre final de primavera o inicios de verano, para eliminar secas cañas inflamables próximas al agua, mejorando así el acceso al lago y regenerar los pastos para asegurar la llegada de animales en la temporada siguiente).
Un yacimiento muy parecido se encuentra en Irlanda, el Mount Sandel, campamento al aire libre de cazadores-recolectores del 9.000-8.500 BP, en el cual, se han conservado huellas de cabañas de planta circular con numeroso hoyos de postes de madera. La yuxtaposición de hoyos demuestra que las cabañas se rehicieron varias veces, lo que induce a pensar que parece una ocupación prolongada o reocupación de un modo regular cada cierto tiempo. Sus habitantes mantuvieron una dieta variada basada en la caza del jabalí y el ciervo, así como la pesca de anguila, trucha, salmón y la recolección de frutos secos como, la avellana.
3.4. La cultura Ertebolliense
En Dinamarca apareció hace 8.000 años, la cultura Ertebolliense (recibiendo el nombre por el yacimiento de Ertebolle), ocupando el norte de Jutlandia y las islas entre el estrecho de Dinamarca y la Península Escandinava.
Su concentración de poblados era al aire libre cerca de la costa (aproximadamente a 15 km) y con elevada riqueza de recursos, ocupando la extensión de los poblados, unos 15.000 m2, con áreas abiertas con hogares, hoyos o depresiones, donde las áreas funcionales se establecen a partir de desechos que se acumulan en derredor.
Se ha registrado un amplio abanico de instrumentos líticos (raederas, buriles, muescas, denticulados, perforadores y varios microlitos geométricos trapezoidales), y también industria macrolítica (azuelas o tajadores para tallar madera, y hachas para cortar árboles y desbrozar los terrenos). Las huellas de esas hachas han sido reconocidas en troncos hallados en turberas danesas, que conservaron señales de profundos tajos provocados por estas herramientas.
Hay instrumentos tallados en hueso y asta (punzones, espátulas, puntas, arpones, anzuelos y peculiares peines dotados de mango). Los arpones tienen diferentes variedades (con fuste rectilíneo, curvo o irregular, con 1 o 2 hileras de dientes, con un solo diente de gran tamaño, una docena de dientes, una larga hilera de minúsculos dientes). La diversidad de los arpones respondería no solo a la variabilidad funcional relacionada con la captura de presas, sino a las pautas de identificación territorial, étnica o tribal que varía en cada territorio, permitiendo dividir el Mesolítico final sur en 3 regiones, Jutlandia, Islas Danesas y Escania.
Gracias a las excelentes condiciones de preservación de los yacimientos de turbera, se ha conservado instrumental que prueba una rica artesanía de madera, que servía para elaborar instrumentos de caza, de pesca y de navegación. Arcos tallados en madera de olmo (yacimiento de Tybrid Vig), trampas de pesca a modo de empalizadas submarinas (yacimiento de Oleyst), dos barcas casi completas (yacimiento de Tybrid Vig) de laterales lisos y redondeados, popa cuadrada, 10 metros de eslora y 0,5 metros de anchura, pudiendo albergar de 6 a 8 personas con sus aparejos. En una de ellas existía una piedra de 30 Kg que serviría de lastre y los remos estaban decorados con elegantes grabados de dibujos geométricos (rombos, zig-zag y cuadrados), rellenándose las incisiones con pigmento marrón. Las barcas sirvieron, tanto para el transporte como para la pesca de la anguila.
La economía de este pueblo estaba basada en la caza del ciervo, jabalí, corzo, alce, uro, gato montés, lince, zorro y lobo entre otros. La caza menor contemplo capturas de pequeños mamíferos (marta, castor, nutria), pero se centró sobre todo en capturas de aves (cisne, pato, ganso, garza, cormorán, gaviota y pingüino). La proliferación de concheros revela la importancia de la recolección de moluscos marinos (lapas, bígaros, berberechos, ostras y mejillones) en la dieta. La relevancia de los moluscos (y la recolección de vegetales) podría haber sido sobre todo estratégica, ya que suponen recursos seguros y fáciles de recolectar, para momentos cruciales o críticos del año, por déficit o carestía de caza.
La fuente alimenticia más importante resulto ser el pescado, ya que en los yacimientos se han reconocido restos de 30 especies de peces. En los yacimientos costeros las prácticas habituales se concentraron en la pesca de baja y alta mar, con capturas de anguila, gobio, lenguado, abadejo, bacalao, foca, marsopa, ballena azul, ballena blanca y hasta delfín (aunque estos últimos animales probablemente fueron aprovechados tras quedar varados en la costa). En los yacimientos interiores se practicaba la pesca fluvial con capturas de tenca y carpa. Los resultados parecen justificar la pesca como una actividad estacional y labor compleja a tenor de los aparejos encontrados en los yacimientos como, anzuelos, redes, nasas, lanzas, arpones, trampas y empalizadas marinas para la pesca masiva aprovechando la marea baja. Estudio basados en análisis de los huesos humanos dan como resultado, que el 70-90% de los alimento procedían del pescado, por lo que los pueblos estebollienses fueron ante todo pescadores.
Las costumbres funerarias estebollienses fueron representadas en necrópolis como las de Vedbaek en Dinamarca y Skateholm en Suecia, donde el ritual más habitual era la inhumación individual en posición decúbito supino, con modestos ajuares cubiertos de ocre. Se utilizaron otros ritos como cremaciones, los cenatofios y construcciones simulando barcas de madera, y en ciertas tumbas se hallaron ajuares ricos, llenos de colgantes, útiles, astas y huesos de mamíferos o peces (como ofrendas alimenticias). La tumba más impactante se halló en Vedbaek, donde en una fosa sencilla aparecieron los restos de una joven de 18 años con su cráneo rodeado por más de 200 dientes, con pequeños retales de tejido de lo que fue su vestimenta, junto al cuerpo de un recién nacido, cuya hoja de sílex de la cintura demostraba que era varón. Era la tumba de una madre con su hijo fallecido en el parto, el cual, reposaba sobre los frágiles huesos de un ala de cisne.
En las tumbas danesas hay cadáveres humanos próximas a tumbas de perros, lo que parece indicar una relación de propiedad y afecto por lo que serían animales de caza o compañía. También se encontraron signos de violencia en cadáveres como en el yacimiento de Skateholm (varón con una flecha clavada en la pelvis) y en el yacimiento de Vedbaek (varón con una punta ósea atravesada en su garganta). También resulta relevante huellas de enfermedades como artritis y las caries, ya que el espectro de patologías de las necrópolis danesas revela muchas deficiencias de salud y contrasta con las necrópolis de regiones mediterráneas, que si bien presentaban patologías relacionadas con la caries, poseían un estado general más saludable.
Las expresiones artísticas no eran abundantes, pero se obtuvieron unos pocos objetos de interés, siendo el más relevante un asta de ciervo pulimentadas en forma de Y, con decoración grabada en rombos y hexágonos, enmarcando dos figuras de peces alargadas y esbeltas, encontrado en el yacimiento sueco de Sjöholmen. Pero, la prueba más importante de los patrones de intercambio fue la presencia de restos cerámicos en el último periodo de esta cultura (cuencos de tipo globular con base puntiaguda y pequeñas escudillas ovales), que aparecieron en los poblados estebollienses a merced de intercambios comerciales con comunidades neolíticas próximas. En algunas de estas cerámicas se han reconocido restos microscópicos de pescado y hierbas, por lo que parece un indicio de las primeras tareas culinarias.
4. EL MESOLÍTICO NÓRDICO
4.1. Las culturas Fosna y Komsa
El deshielo definitivo del inlandsis escandinavo registrado a inicios del Holoceno proporcionó la ocasión oportuna para la colonización humana de las tierras septentrionales del continente.
Entre los años 11.500-9.000 BP el deshielo descubrió un territorio virgen y unos páramos inhóspitos que con el paso del tiempo comenzaron a cubrirse de vegetación. En el 10.000 BP llegaron pequeños grupos de cazadores del sur que visitaban las costas de manera breve a través de embarcaciones como las conocidas en Dinamarca. Por entonces las masas compactas de hielo cubrían el norte y sur (a lo largo de 1.200 km), pero quedaba libre una estrecha franja costera aprovechable para la navegación.
Los colonizadores noruegos procedían del territorio maglemosiense danés y el rastro de sus expediciones es muy visible, ya que un rosario de yacimientos cubre el amplio litoral noruego, desde su extremo meridional hasta el septentrional, datados en 9.500 BP. A los colonizadores meridionales se les clasifican en la Cultura Fosna, mientras los septentrionales constituyen la Cultura Komsa.
Las expediciones consistían en traslados temporales de pequeños grupos de caza, que costeaban las costas noruegas en estaciones templadas para aprovechar la temporada de caza del reno. Los cazadores se instalaban en chozas perecederas levantadas en lugares estratégicos (encaramados en colinas dominando costa, lagos y corredores naturales) con excelente control del territorio inmediato.
Se han reconocido numerosos huesos de mamíferos marinos, lo que induce a muchos arqueólogos a pensar que las incursiones tenían el propósito principal de la pesca marina.
El instrumental con el que contaban eran las clásicas láminas y laminillas, raspadores, buriles y unas pequeñas puntas lanceoladas con típico pedúnculo para encajar en vástagos. En épocas avanzadas aparecieron anzuelos y hachas de piedra, y los campamentos parecían ser más estables.
4.2. La cultura Kunda
Los primeros rastros de colonización humana en tierras del Báltico y Rusia noroccidental se remontan hacia los 10.000 BP. Las masas heladas del inlandsis escandinavo llegaban hasta las aguas de un lago interior, que correspondería con el Mar Báltico. Las riberas orientales ya contaban con pinares, praderas, bosques perennifolios, ríos, lagunas y lagos.
La llegada de los primeros grupos humanos se pudo producir desde Polonia y desde Ucrania, y no tardaron en ocupar la región del Báltico hasta el Golfo de Finlandia conformando la Cultura Kunda.
Sus campamentos se levantaron sobre terrazas fluviales constituidas por cabañas perecederas y mínima organización interior.
El instrumental lítico estaba compuesto por laminitas apuntadas y pedunculadas para su enmangue, llamadas Puntas Kunda. Los talladores usaban una técnica peculiar por presión, muy útil para trabajar las deficientes materias primas de la región. Entre el material óseo había punzones, puñales, puntas dentadas, azagayas con ranuras provistas de sílex, y arpones de una sola hilera de dientes.
4.2. La cultura de Nizhneye Veretye
Tras la colonización humana de los bosques boreales rusos hace 9.500 años, la población se consolidó con poblados estables al aire libre, bien organizados, y cubriendo grandes extensiones cerca de terrazas fluviales, lagos y lagunas.
El yacimiento de Nizhneye Veretye se trata de un poblado al aire libre de 1.500 m2 junto a orillas de un lago, con cabañas de planta rectangular, con hogares en el interior y exterior, y con hoyos que podrían haber servido de silos de almacenamiento.
Los instrumentos líticos habituales eran raspadores, buriles, cuchillos y microlitos, y puntas pedunculadas talladas con técnica de retoque por presión (similares a las usadas por los pueblos kunda). También se usaron piezas de mayor tamaño como hachas y azuelas con filos anchos, lados redondeados y empuñadura corta. El utillaje en hueso o asta presentaba arpones de varios tipos, puntas barbeladas, puntas dentadas, arpones de pequeños dientes y cuchillos (algunos con mango dentado e incisiones decorativas).
Los utensilios más llamativos fueron tallados en madera y conservados en yacimientos de turbera como el de Vis, donde se encontraron 3 arcos de conífera bastante avanzados, con curvatura sencilla y compleja, y que en algunos casos superan los 2 metros de longitud. También se utilizaron una especie de esquíes (parecidos a los usados por los pueblos yakutios de la Siberia actual) uno de ellos con una cabeza esculpida de alce (que pudo ser decorativo o para mejorar la estabilidad). En la comarca pantanosa de Antrea se encontraron redes, flotadores y plomos, que podrían formar parte de una red de pesca de unos 30 m de longitud, realizada a base de cortezas vegetales.
En cuanto a sus necrópolis, la mejor representación lo encontramos en el yacimiento de Oleneostrovski Mogilnik (región rusa de Carelia) con 400 tumbas (excavadas 170 por los arqueólogos) donde algunas carecen de objetos y otras poseen el cadáver rodeado de uno o varios centenares de elementos. Parece interpretarse como distintivos de tipo horizontal, ya que a los hombres se les enterraba con collares de dientes de animal, puntas, alfileres de hueso y cuchillos de pizarra, mientras que a las mujeres se les enterraba con collares a base de incisivos de castor. Pero hay un factor distintivo que va más allá, en cuanto a la acumulación de estos objetos, que varía en función del prestigio y relevancia del individuo. Llamativo es la aparición de 9 cadáveres junto a esculturas de seres humanos, serpientes y alces (pudiendo ser, según los prehistoriadores, objetos exclusivos de chamanes), con una particular distribución, ya que las tallas de alce solo aparecen en las tumbas de la zona norte, mientras que las tallas de seres humanos y serpientes aparecen en la zona sur, indicando posiblemente que podrían ser dos clases distintos de la comunidad.
5. EL MESOLÍTICO EN EL MEDITERRÁNEO Y LOS BALCANES
5.1. El Epigravetiense geométrico
El inicio del Holoceno no provocó grandes modificaciones en los modos de vida de las comunidades mesolíticas que ocupaban la cuenca occidental del Mediterráneo. Este periodo se conoce como Epipaleolítico o Epigravetiense geométrico por la presencia generalizada de tan pequeños microlitos en todos los yacimientos.
Este parece ser el rasgo connotativo de unas comunidades por lo demás arraigadas en las antiguas tradiciones:
- Su hábitat parece ser en cuevas, aunque hay algunos yacimientos al aire libre.
- La subsistencia alimentaria sigue centrándose en la esfera forestal, principalmente ciervos y complementado por cabras.
- Los radios de movilidad, tanto residencial como logística, continúan siendo bastante limitados.
- La industria microlaminar es la norma habitual.
En el levante de la península ibérica tiene relevancia el “Complejo geométrico de tipo Cocina” que tiene como referente a cueva de La Cocina.
Este contexto se extiende por el corredor mediterráneo yel valle del Ebro, a lo largo de numerosos yacimientos en cuevas.
La industria lítica se caracteriza por una depurada tecnología laminar, geométricos de tipo trapecio, láminas retocadas, muescas, denticulados y raspadores, En su fase final los trapecios son sustituidos por triángulos-
La base de la subsistencia se mantenía en la tónica del Epipaleolítico microlaminar: la caza de ciervo, corzo y jabalí en tierras bajas y de rebeco y cabra en tierras altas. Se complementaba con una caza menor de conejos.
La recogida de moluscos adquirió importancia en algunos concheros del litoral valenciano: El Collado d la Oliva, Almanora, y la cueva del volcán del Faro.
La rápida evolución de las comunidades mesolíticas de la región se aprecia también en la cueva de Franchti, en el Peloponeso, y ocupada desde tiempos epipaleolíticos. En torno al año 8.000 BO los habitantes de lugar decidieron intensificar la recolección de vegetales y la pesca marina. En torno al año 7.000 BP hubo un cambio radical en la forma de vida: la presencia de trigo y cebada, de huesos de veja y de cabra, de objetos de piedra pulimentada y de cerámica muy simple, son signos de nuevos tiempos ya vinculados al Neolítico.
5.2. La cultura de Lepenski Vir.
Hace 8.000 BP sobrevivían en tierras interiores del continente comunidades mesolíticas residuales. En concreto a la altura de un imponente desfiladero en el Danubio que se conoce como las Puertas de Hierro hay varios yacimientos que resultaron ser un refugio ideal para grupos cazadores-recolectores mesolíticos.
Los poblados como Lepenski Vir comprendían una gran acumulación de cabañas (de entre 5-30 m2) en las terrazas próximas al agua, con la entrada orientada hacia el rio, con planta trapezoidal con frente curvo. Se alzaron con un zócalo de piedra en todo su perímetro y los suelos se cubrieron con tierra apelmazada (argamasa compacta de caliza) por encima del suelo originario. Vigas de madera hincadas permitían soportar la estructura de la cubierta, formada por un entramado de madera y vegetales, y en el interior de las cabañas se excavaron pozos grandes y alargados, junto a hogares delimitados por bloques de piedra caliza. En el centro se colocaron bloques de piedra de unos 20-30 cm que representaban unas sencillas imágenes de rasgos semihumanos (pareciendo ser híbridos entre humanos y pez, con cejas espesas, nariz abultada y grandes labios).
El instrumental lítico contaba con unas pocas piezas de raspadores y laminas truncadas, pero en cambio, la industria ósea era abundante y diversa compuesta por puntas y picos tallados a partir de cuernas, y algunos de ellos con decoraciones geométricas, bandas y áreas rellenas de incisiones oblicuas.
La dieta de estos pueblos responde a economías de amplio espectro y sus restos prueban la caza de ciervo, corzo, jabalí, auroch, zorro y ciertas especies de aves. Pero el pilar más importante de Lepenski Vir fue la pesca en rio de carpa, esturión y siluro (pez gato). Los estudios isotópicos en los huesos humanos hallados en sus necrópolis confirman que el 60-88% de su dieta dependía de los recursos acuáticos, y la presencia de caries indica una dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas.
En la necrópolis de Vlasac con más de 80 tumbas y en la de Shela Cladovei con más de 50 tumbas, se utilizaba el ritual de inhumación en fosas sencillas con el cuerpo depositado en decúbito supino. No hay pruebas de diferenciación de privilegios, ni por motivos de edad o sexo, y los ajuares suelen ser modestos (colgantes trenzados con moluscos). Cerca de algunas tumbas humanas hay tumbas propias para perros, lo que vuelve a confirmar el especial cariño hacia estos animales que sirvieron como acompañantes no solo para la caza.
Los poblados consistentes y las necrópolis próximas revelan unas comunidades estables con un rango de movilidad reducido, sedentaria o semisedentaria. Se maneja la hipótesis de que conocieran prácticas para el almacenamiento para la supervivencia invernal (periodo en que se sufre carestía de pescado en la región). La dependencia por recursos fluviales inestables (por las migraciones estacionales del esturión) y otros periodos de crisis, podrían ser causantes de algunos conflictos internos relacionados con huellas de muerte violenta en cadáveres hallados en la necrópolis de Échela Cladovei.
La rápida evolución de las comunidades mesolíticas de la región se observa en la cueva de Franchti (en el Peloponeso, ocupada desde tiempos epipaleolíticos). En torno a los 8.000 BP los habitantes intensificaron la recolección de vegetales, como estrategia para compensar la pérdida de territorios de caza, o como medio para obtener alimento de manera más diversificada. Utilizaron otras estrategias claves para reducir riesgos y ampliar la dieta, como la pesca marina próxima al litoral o en alta mar (atún), lo que implicaba una notable pericia técnica, habilidad y capacidad para tallar embarcaciones adecuadas (nada sorprendente ya que en la cueva se encontró restos de obsidiana procedente de la isla de Melos a 150 km de distancia). En torno al 7.200 BP hubo un cambio radical, ya que se encuentran restos de trigo, cebada, huesos de oveja y cabra, objetos de piedra pulimentada y cerámica muy simple, signos de nuevos tiempos vinculados al Neolítico.