Si la posición epistemológica se apoya en la razón, como fuente principal, se la llama racionalismo (griego ratio= razón); afirma que un conocimiento es válido solo cuando es lógicamente necesario y universal. Y se confirma este hecho en el juicio el todo es mayor que la parte, algo que tiene que ser siempre así y en todas partes. En cambio, si afirmamos que el agua hierve a 100º,tal cosa, no siempre tiene que ser así, ya que el agua puede hervir a temperaturas superiores o inferiores; es decir, este juicio, no tiene un valor universal, sino limitado. Esto significa que este conocimiento se apoya en la experiencia. Pero si decimos que todos los cuerpos son extensos, tal condición no se basa en la experiencia, sino en el pensamiento, procede de la razón, posee una necesidad lógica y tiene validez universal, condiciones que requiere el racionalismo, porque afirma que la verdadera fuente y base del conocimiento humano, es el pensamiento.
Una forma determinada del conocimiento, el matemático, ha servido de modelo a la interpretación racionalista del conocimiento, por ser éste predominantemente conceptual y deductivo. Tal es el caso de la geometría, disciplina cuyos conocimientos se derivan de algunos conceptos y axiomas supremos: el pensamiento impera con absoluta independencia de la experiencia, siguiendo sus propias leyes.
La forma más antigua del racionalismo la encontramos en Platón, quien creía que los sentidos no pueden procurarnos un verdadero saber, sino una mera opinión, debido a que el mundo de la experiencia está en un continuo cambio. El griego superponía al mundo sensible, otro, suprasensible - el mundo de las Ideas -, el mundo de las esencias ideales metafísicas. Y agregaba que las Ideas son los modelos de las cosas empíricas, que deben su manera de ser, su esencia, a su participación en las Ideas. Según Platón todo conocimiento es una reminiscencia, lo que constituía su teoría de la anámnesis. Preconizaba que el alma había contemplado las Ideas en una existencia preterrena y que se acordaba de ellas al producirse la percepción sensible. Tal teoría no tenía ninguna significación espiritual, aunque Plotino y San Agustín han tratado con este racionalismo trascendente. Plotino coloca el mundo de las Ideas en el NUS cósmico, o sea, el Espíritu del Universo: nuestro espíritu es una emanación del cósmico.
Plotino afirmaba: La parte racional de nuestra alma es alimentada e iluminada continuamente desde arriba, idea que recoge San Agustín y le da sentido cristiano.
El Dios cristiano ocupa el lugar del NUS y las Ideas se convierten en las ideas creatices de Dios. Así, el conocimiento tiene lugar siendo el espíritu humano iluminado por Dios, porque las verdades y los conceptos son irradiados por Dios a nuestro espíritu. Aunque, hacia el final de su existencia, San Agustín reconoce que, junto a este saber de iluminación divina, existe otro, cuya fuente es la experiencia. Esto es lo que llama racionalismo teológico.
En la Edad Moderna, con Malenbranche, se intensifica este racionalismo y con Giobetti - que afirma que conocemos las cosas contemplando inmediatamente lo absoluto en su actividad creadora - denominándose este sistema: ontologismo, porque parte del Ser real absoluto. Ahora se entiende por ontologismo, en general, la teoría de la intuición racional de lo absoluto como fuente única o, al menos, principal, del conocimiento.
Otra forma de racionalismo que adquirió mayor importancia la encontramos en el fundador de la filosofía moderna, Descartes y su continuador, Leibnitz. La teoría de las ideas innatas, de Cicerón, importante en la Edad Moderna, nos dice que nos son innatos ciertos conceptos - justamente los más importantes -, los conceptos fundamentales del conocimiento, que no proceden de la experiencia, sino que representan un patrimonio originario de la razón.
El racionalismo cree poder penetrar en la esfera metafísica por el camino del pensamiento puramente conceptual: deduce de meros conceptos, conocimientos. Tal es: derivar del concepto de Dios, su existencia, o de definir, partiendo del concepto de sustancia, la esencia del alma. Justamente, este espíritu dogmático ha provocado su antípoda, el empirismo