#TalDíaComoHoy fusilaban a las 17 rosas de Guillena.
#NoOlvidamos, #NoPerdonamos
Las 17 rosas de Guillena fueron encarceladas, vejadas, rapadas y paseadas por su pueblo para escarnio público. Luego, los falangistas las acarrearon en un camión, como animales, y se las llevaron al vecino municipio de Gerena, también en la provincia de Sevilla. Allí, estuvieron 17 mujeres de entre 24 y 70 años fueron asesinadas en noviembre de 1937 y arrojadas a una fosa común del cementerio.
Hoy no vamos a contar la historia de una sola mujer, si no que hoy traemos la historia de 17 mujeres. Ellas son Eulogia, Ana María, Antonia, Granada Garzón, Granada Hidalgo, Natividad, Rosario, Manuela Liánez, Trinidad, Ramona Manchón, Manuela Méndez, Ramona Navarro, Dolores, Josefa, Tomasa, Ramona Puntas y Manuela Sánchez. Todas, menos Antonia, que era de Loja, habían nacido en Guillena, una pequeña población sevillana.
Todas ellas estaban criando a sus hijos, la mayoría en edades que comprendían entre los dos años y los diez años, aunque también alguna era más mayor, como Ganada Hidalgo, que tenía 70 años cuando fue fusilada, cuando varios hombres irrumpieron en sus hogares.
Ana María contaba con 29 años y dos hijos, y era madre soltera. Sacaba adelante a sus hijos como podía, cosa que no era fácil en aquellos tiempos, con una hambruna que se cebaba con los más pobres. Además, ambos tenían el apellido de la madre, algo que no se pasaría inadvertido en el pueblo.
Trinidad había parido ocho hijos y cuando los hombres entraron en su casa para llevársela, una de sus hijas se ofreció a ir en su lugar, pues sabía el destino que correría su madre. De hecho, estuvo en la puerta del cementerio hasta que su madre fue asesinada. Manuela Méndez tenía dos hijos, de cinco y tres años, y ella solo contaba con 24 años, la misma edad que Ramona Navarro, solo que esta tenía dos hijas. Tomasa tenía 61 años y cinco hijos criaos gracias al sueldo que podían conseguir en el campo. Antonia había nacido en Loja y muy jovencita conoció a su marido, que era de Ronda, luego marcharon a vivir al pueblo sevillano, esperando una vida mejor, junto con sus tres hijos. A Granada Garzón la conocían como “la gitana” y había tenido a sus nueve hijos en el mismo pueblo donde ella había nacido, en Guillena. Granada Hidalgo era la más mayor, y también la única que sabía leer. Natividad y Rosario eran vecinas, ambas vivían en la c/ Pablo Iglesias. Manuela Liénez, “la esterona”, se quedó en Guillena cuando su marido huyó debido a la entrada de las tropas franquistas en el pueblo. A Ramona Manchón le asesinaron a su marido, igual que al de su tocaya, Ramona Puntas, pero ellas salían adelante por sus hijos. Dolores tuvo nueve hijos, mientras que Josefa solo dos. Gracias a Manuela Sánchez, su marido pudo sobrevivir a la guerra y nunca fue represaliado por el bando nacional.
Todas ellas vivían en Guillena cuando, en el otoño del 37, la columna del bando nacional de Sevilla entró en el pueblo, deteniendo a 19 mujeres. Allí no encontraron resistencia ninguna, y no fue difícil apresarlas, a pesar de los gritos de los niños y las niñas, de las hijas o de los bebés.
Pero ¿Quiénes eran? ¿Qué delitos habían cometido? Fueron interrogadas y torturadas, pero ninguna supo o quiso contestar a las preguntas que se les hacía, sobretodo aquella en la que preguntaban por el paradero de sus maridos, hijos o amigos republicanos. La mayoría de ellas tenían a sus esposos en el frente, luchando contra el golpe de estado franquista, pero también había algunos resistiendo en la sierra sevillana. Granada Garzón tenía, además de a su marido en el frente, a un hijo de diecinueve años. Ambo fueron asesinados a lo largo de la guerra. Y Granada Hidalgo, a varios hijos. Buscaban con ahínco al marido de Manuela Sánchez, que había sido un miembro destacado de la Unión Republicana Local. A Ana María se la había visto con algunos soldados republicanos.
Pero ninguna de ellas era activista, ni participaba en ninguna organización política o de resistencia del pueblo. Nunca habían dado un mitin, ni se metían en esos temas.
Nada de eso les sirvió. Después de los interrogatorios, fueron condenadas por “ser sujetos peligrosísimos de afiliación marxista”, dado que, según un telegrama enviado al cuartel de Franco, habían aportado comida a varios huidos en la sierra.
Después del veredicto (del que dos detenidas más salieron inocentes) las mujeres fueron rapadas y humilladas, obligadas a hacer el paseillo por el pueblo, para que el resto de los habitantes aprendieran la lección. Tras eso, las subieron a un camión y las trasladaron a Gerena, un pueblo cercano, llevándolas directamente al cementerio. Allí, el comando de Falange de Genera, todos con nombres y apellidos, las apuntaron y comenzó la primera ráfaga de disparos. Los testimonios dicen que había una embarazada, cercana a dar a luz ya. Todas corrieron a intentar protegerse, pero no fue posible. Una a una, cayeron las 17 mujeres, las rosas de Guillena. Su único delito fue ser madres, esposa o conocidas de soldados del bando republicano.
El 23 de enero de 2011, se inició en el cementerio de Gerena la exhumación de los cuerpos de las personas fusiladas que allí había, que concluía en febrero de 2012. Fue posible recuperar los 17 cuerpos de las rosas de Guillena, proceder a su identificación y entregárselos a sus familiares. Se descubrió, además, que no había una, sino dos mujeres embarazadas. Aún no está cerrado el caso, pues en 2015, algunos familiares denunciaron los hechos en el juzgado de Sevilla, para que se investigue realmente qué ocurrió y quiénes fueron los culpables de todos estos asesinatos. El 15 de diciembre de 2012 se realizó el entierro de sus restos en el cementerio de Guillena.
Cada año vuelven a florecer en mi memoria
como rosaledas que vuelven cada año
aquellas olvidadas por la historia
recuerdos sangrientos de antaño
recuerdos cercanos por la mayoría ya olvidados
cicatrices en los pueblos y tierras andaluzas ¡Recordad!
que todavía llora en silencio, gritos apagados
en las gargantas de los perdedores ¡Prohibido olvidar!
Tanta sangre derramada, tanto dolor y tanta represión
por aquellos que vencieron y con la fuerza lo demostraron
masacrando a un pueblo que clamó libertad y revolución,
respeto, pan y trabajo ¡Cuánto daño y muerte sembraron!
Diecisiete mujeres, diecisiete rosas
todas revolucionarias, todas hermosas
mujeres que tienen nombres y apellidos.
Que nunca queden en el olvido
Rosas sepultadas en fosas comunes que darán con más calor
y en su transformación de mañana a la tierra tras su muerte,
pasado mañana, brotes de esperanza, recordando lo que ocurrió
lo que sufrimos, padecimos y cómo maldecimos nuestra mala suerte
fosas comunes que claman a gritos historias olvidadas por la sociedad
semillas de esperanza que germinan diecisiete rosaledas
cada año, cada primavera limpiando de la amnesia la polvareda
refrescando la memoria, clamando Justicia, Reparación y Verdad