Japón desarrolló una gran capacidad industrial centrándose en dos sectores: la industria textil con la producción de seda y algodón, haciendo competencia a Inglaterra y con la producción de acero a través de la empresa Yawata. El desarrollo de su economía vino acompañada de una política exterior expansionista y militar debido a su falta de materias primas, necesarias para el desarrollo de su industria que luego revendería sus colonias convertidas en manufacturas, convirtiéndose en la metrópolis del posterior imperio.
Al igual que sus homólogos europeos, nace una industria militar doméstica estrechamente controlada. En segundo lugar, debido a la falta de recursos en las islas de Japón, para poder mantener un sector industrial fuerte y con gran crecimiento, las materias primas como el hierro, petróleo y el carbón en gran parte se habían de importar a pesar de que el país disponía de una pequeña parte de éstas. Gran parte de estos materiales llegaba de Estados Unidos. Así, por el esquema de desarrollo militar industrial y el crecimiento industrial, las teorías mercantilistas prevalentes, hacían imprescindibles las colonias. Estas eran necesarias para competir con las potencias europeas. Corea (1910) y Formosa (Taiwán, 1895) fueron anexionadas muy pronto como colonias agrícolas. Además, el hierro y el carbón de Manchuria, la goma de Indochina y los vastos recursos de China eran los principales objetivos para la industria japonesa.
Este desarrollo industrial provocó un gran crecimiento demográfico ( la población pasó de 35 millones a 55 millones de habitantes) y la instauración de un sistema parlamentario a imagen y semejanza de la Prusia de Otto von Bismark: se creó un sistema de Cortes Bicamerales elegidas por sufragio censitario masculino.( se elaboró un sistema de turnismo de partidos similar al creado en España tras la Restauración borbónica).
La victoria en la guerra chino-japonesa (1894.-1895) y la firma del tratado de Shimonosekie, el cual permite a Japón anexionar Taiwan y la posterior victoria frente al imperio ruso de Nicolás II en 1905 son fundamentales para comprender la creciente hegemonía japonesa en el extremo oriente. La participación en la I Guerra Mundial a favor de los aliados y el crecimiento de las exportaciones durante el periodo bélico permitirán desarrollar la industria japonesa: empresas como Mitsubishi aparecen en estas fechas.
La deriva totalitaria
A pesar de que Japón era un sistema liberal sus ansias expansionistas lo irán transformando gradualmente en una potencia imperialista. De un nacionalismo basado únicamente en el rechazo aislacionista de todo lo extranjero se pasó a otro mucho más agresivo, de corte netamente imperialista, que se miraba en el espejo del modelo de construcción nacional alemán, con un componente étnico muy acentuado que explica la exitosa difusión de los prejuicios xenófobos. La vertebración de un nuevo Estado en el que los militares jugaban un papel extraordinariamente protagonista fomentó el complejo de superioridad racial y el mesianismo civilizador –muy especialmente, con respecto a las otras naciones asiáticas–, así como un nacionalismo exacerbado que se establecía en torno al progresivo reconocimiento como religión de Estado del sintoísmo (en detrimento del budismo, de origen foráneo), que llevaba aparejado un fervoroso culto a la persona del emperador y un patriotismo excluyente.
La historia del Japón contemporáneo, marco en el que situar la formación del imperialismo japonés, se divide en tres fases. 
- La primera, entre 1868 y 1912, es la época de la revolución Meiji. Significa la modernización y occidentalización. Liberado Japón de la incipiente dependencia colonial occidental, se permite un completo desarrollo que le transforma en gran potencia mundial. Hay dos momentos en este proceso: de 1868 a 1881 es el período de las reformas y la consolidación de la revolución Meiji; reformas que tienden a transformar ampliamente la sociedad japonesa, aunque manteniendo su base tradicional. El segundo momento, de 1881 a 1912, corresponde al apogeo del Japón Meiji, con la nueva organización e institucionalización del Estado y la sociedad, y a los comienzos de la expansión territorial e imperial que, en su plenitud, configura un imperialismo propio, rival del occidental.
- La segunda fase, de 1912 a 1937, es la época del Japón potencia mundial: entre la Primera y Segunda Guerra Mundial se suceden las llamadas era Taisho, entre 1912 y 1926, y era Showa, desde 1926. Japón se convierte en un nuevo centro de poder mundial. Su vida política y económica está dominada por los grupos oligarcas, financieros y militares, que mantienen el crecimiento capitalista y la prosperidad económica, el control político y la expansión exterior. Con ello, en el orden interno, desde las bases de un sistema que se considera liberal, se tiende a formar un régimen autoritario, y en el plano externo, a construir un Nuevo Orden en Asia oriental que consagre el poderío japonés.
- La tercera fase, de 1937 a 1945, es durante la Segunda Guerra Mundial: en el orden interno se llega al gobierno de los militares, y en lo internacional, a la alianza con las potencias del Eje, llevando el proceso bélico a la derrota japonesa en el año 1945. A lo largo de este proceso se formula el imperialismo nipón, que entra en rivalidad y conflicto con los imperialismos occidentales hasta entonces dominantes en Extremo Oriente. Configuran este imperialismo tres factores: la ascensión diplomática e internacional de Japón a potencia mundial, la concreta expansión territorial exterior impulsada por las necesidades de ese mismo crecimiento económico y político que lleva al país a construirse un imperio colonial propio en Asia oriental y, por último, los fundamentos ideológicos y sociales del ultranacionalismo e imperialismo japoneses en el seno de su propia identidad histórica. Resultado de todos estos elementos es la construcción del Nuevo Orden japonés en Extremo Oriente.
 En 1925 Japón permite el sufragio universal masculino. En esas mismas fechas, los japoneses empiezan una persecución contra los comunistas a través de la ley de Preservación de la Paz. El auge del ultranacionalismo perjudica gravemente a la población coreana que trabaja en territorio japonés, la creación de sociedades secretas ultranacionalistas de carácter militar (Escuela Imperial, Escuela del orden) y movimientos ultranacionalistas (Dragón oscuro, Océano Oscuro) afianzan la transformación de Japón en potencia imperialista.
El enfrentamiento con la 
China de Chang Kai Shek en 1928, la ocupación de Manchuria en 1931 tras el incidente Mukden, la conquista de la península coreana y la creación del estado de Manchuko son fundamentales para entender el imperialismo japonés: Japón es un país que carece de materias primas para su industria. Las diferentes conquistas del imperio del Sol Naciente permitirán a Hiro Hito conseguir las materias primas necesarias para que las industrias japonesas las conviertan en manufacturas, revendiéndolas a los territorios conquistados creando así un imperio colonial donde Japón sería la metrópolis. La firma del pacto Antikommintern con la Alemania de Hitler en 1936 y el posterior ataque a la China de Mao y Chang Kai Shek en 1937 afianzarían la política exterior japonesa: La creación de un Nuevo Orden asiático.

El 20 de febrero de 1937, en Japón; obtiene la victoria electoral el partido liberal “Minseitō” imponiéndose sobre los conservadores ortodoxos del reconocido partido conservador “Rikken Seiyūkai” (
"Amigos del Gobierno Constitucional"). Este acto será considerado un duro revés para el gobierno conservador de la época que estaba a punto de invadir China e iniciar la Segunda guerra chino-japonesa. El 27 de septiembre de 1940, el Imperio de Japón firmó el Pacto Tripartito con la Alemania Nazi y el Reino de Italia, siendo sus objetivos "establecer y mantener un nuevo orden de las cosas" en sus respectivas regiones del mundo y esferas de influencia, con la Alemania nazi en Europa, Japón Imperial en Asia y el Reino de Italia en el norte de África. Los firmantes de esta alianza son conocidos como las Potencias del Eje. El pacto también pide asistencia mutua si alguna de las potencias fuera atacada por un país aún no implicado en la guerra, con excepción de la Unión Soviética, y de la tecnología y la cooperación económica entre los signatarios.
Con la ocupación de la Indochina francesa en los años de 1940-41 y la continuación de la guerra en China, los Estados Unidos embargaron a Japón materiales estratégicos, tales como la chatarra y el petróleo, que eran sumamente necesarios para su esfuerzo de guerra. Los japoneses se enfrentaban con la opción de retirarse de China y de perder su influencia, o la captura y obtención de nuevas fuentes de materias primas en las colonias ricas en recursos del sudeste de Asia controladas por las potencias europeas - específicamente la Malasia británica y las Indias orientales holandesas.
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| Hiro Hito | 
El holocausto asiático del siglo XX: las atrocidades del Ejército japonés
El Ejército Imperial Japonés ha sido responsable de las matanzas y otros crímenes cometidos contra varios millones de civiles y prisioneros de guerra en el transcurso de la primera mitad del siglo XX. Se ha culpado a la Casa Imperial japonesa de tener responsabilidad en la masacre. De hecho, aunque el ejército japonés disponía de autonomía para tomar decisiones, el emperador Hirohito era el jefe supremo de las fuerzas armadas. Por otra parte, era el ejército el que mantenía en el poder al emperador y tal vez éste prefirió mirar hacía otro lado y no involucrarse. 
Destrucción de ciudades
En su afán expansionista, Japón planeó la invasión de diferentes países del sudeste asiático para lograr su objetivo de construir una Gran Asia Oriental y liberarlo del dominio europeo. Para ello hicieron uso de bombardeos que mayoritariamente asolaron barrios residenciales centrando casi exclusivamente los ataques a la población civil, pero también destruyendo el legado arquitectónico y cultural de muchas de las ciudades. Durante el periodo de 1895 a 1945 el Gobierno y personal militar japonés participó en saqueos extensos en la que la propiedad robada incluía terrenos privados, así como diferentes clases de bienes valiosos robados de los bancos, depósitos, templos, iglesias, museos y casas privadas.
Ejecuciones
Entre 1937 y 1945, el ejército japonés asesinó entre tres y más de diez millones de personas. Ejecutaron a millones de chinos, indonesios, coreanos, filipinos e indochinos, entre otros, incluyendo prisioneros de guerra occidentales. Asesinaron alrededor de 10,2 millones de personas a lo largo de la guerra, a veces a sangre fía y otras para hacer un alarde de poder o servir de lección a cualquiera que quisiese revelarse contra el Emperador.
Masacres
Uno de los más crueles de este periodo fue la Masacre de Nankín de 1937-1938, cuando el Ejército japonés asesinó a 200.000 civiles y prisioneros de guerra, según a documentado el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, aunque el número aceptado se encuentra en centenas de miles. Los soldados nipones llevaron a cabo el homicidio masivo en la ciudad china de Changjiao, donde murieron 30.000 personas en mayo de 1943. 
Otras fuentes apuntan a que el silencio imperial podría deberse a la aquiescencia de la Casa Imperial con la estrategia militar japonesa en China. Sea como fuere, la masacre de Nankín se enmarcó dentro de las políticas con tintes racistas de expansión que Japón impulsó para justificar su imperialismo, algo habitual entre las potencias coloniales. Así, se presentaban a la población china como una "raza inferior" que debía ser gobernada por Japón, y también se inculcaba entre la población nipona la idea de que lo más noble que podía hacerse era morir por el emperador. Así, si la vida de un soldado japonés valía poco, podríamos preguntarnos entonces qué valor tendría la vida de un enemigo al que se consideraba infrahumano.
Se presentaban a la población china como una "raza inferior" que debía ser gobernada por Japón, y también se inculcaba entre la población nipona la idea de que lo más noble era morir por el emperador.
En el Sureste Asiático, la Masacre de Manila, Filipinas, tuvo como resultado cien mil civiles muertos; mientras que en la Masacre Sook Ching fueron masacrados entre veinticinco y cincuenta mil chinos en Singapur.
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| Memorial a las víctimas de la masacre de Nanjing | 
Experimentos con humanos
Existieron varias unidades militares japonesas especiales que realizaron experimentos en civiles y prisioneros de guerra en China. Una de las más sonadas fue el Escuadrón 731 que promovió la creencia en la supremacía racial japonesa. Las víctimas sufrieron vivisecciones sin anestesia, amputaciones... fueron usadas para probar armas biológicas, entre otros experimentos. Realizaron todas estas operaciones sin anestesia porque consideraban que afectaría a los resultados. Fueron alrededor de diez mil personas tanto civiles como militares de origen chino, coreano, mongol y ruso.
Las fuerzas imperiales japonesas utilizaron ampliamente la tortura entre los prisioneros como método para sacarles información de manera rápida. El trato que daban al preso consistía en palizas, amputación de miembros, inanición y falta de suministros médicos. También se ha reportado que se utilizó mano de obra forzosa, uno de los incidentes más sonados fue la construcción del ferrocarril que unía Birmania con Siam que provocó la muerte de cien mil civiles y prisioneros de guerra. Las personas que fueron torturados, a menudo, fueron ejecutados más tarde.
Se utilizaron eufemismos como los términos «mujeres de consuelo» o «mujeres de consuelo militar» para referirse a las mujeres en los burdeles militares japoneses en países ocupados, muchas de las cuales fueron reclutadas por la fuerza o engañadas con la promesa de una vida mejor, trabajo y bienestar, pero la realidad fue que se convirtieron en objeto de agresión sexual o esclavitud sexual. Mujeres y niñas entre doce y veinte años procedentes de Vietnam, Taiwán, China, Malasia, Filipinas y Corea fueron víctimas de este espantoso tráfico. Muchas veces fueron seleccionadas después de arrasar y masacrar alguna aldea obligándolas a elegir entre prostituirse o morir. Hasta día de hoy se desconoce el número real de víctimas pues viendo la derrota cerca, el ministro de guerra japonés ordenó quemar cualquier documento que pudiese incriminar al país.
Japón durante la Segunda Guerra Mundial
El comienzo de la 
Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, dio a Japón una nueva oportunidad para extenderse por Sudeste asiático, después de haber alcanzado varios acuerdos diplomáticos. En septiembre de 1940 Japón estableció una alianza tripartita con Alemania e Italia, el denominado Eje Roma-Berlín-Tokio, que aseguraba ayuda mutua y total durante un periodo de diez años. Sin embargo, Japón consideró que el pacto firmado en 1939 entre Alemania y la URSS había liberado al Imperio de cualquier obligación contraída en la alianza anticomunista de 1936. Por tanto, en abril de 1941, Japón firmó un pacto de neutralidad con la URSS, que garantizaba la protección del norte de Dongbei(-)Pingyuan.
 

Al mismo tiempo, Japón intentó obtener acuerdos económicos y políticos en las Indias Orientales Neerlandesas. Estas acciones provocaron el embargo de petróleo estadounidense e incrementaron la hostilidad entre ambos países, bastante fuerte desde la invasión japonesa de China en 1937. En octubre de 1941 el general Hideki Tōjō se convirtió en el primer ministro japonés y ministro de Guerra, lo que no favoreció la normalización de las relaciones.
El 7 de diciembre de 1941 (domingo) sin aviso y mientras todavía se estaban celebrando negociaciones entre los diplomáticos estadounidenses y japoneses, varias oleadas de aviones japoneses bombardearon Pearl Harbor, en Hawái, la principal base naval estadounidense en el Pacífico ; poco después se lanzaron ataques simultáneos contra Filipinas, la isla de Guam, isla Wake e islas Midway, Hong Kong, Malasia británica y Tailandia. El 8 de diciembre (lunes), Estados Unidos declaró la guerra a Japón tras la declaración del presidente 
Franklin D.Roosevelt en el senado, al igual que el resto de los poderes aliados, excepto la URSS.
Un año después del éxito de estos ataques por sorpresa Japón mantenía la ofensiva en el Sudeste asiático y en las islas del Pacífico Sur. El Imperio designó el Este asiático y sus alrededores como la 
‘Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental’ e hizo efectiva la propaganda del lema ‘Asia para los asiáticos’. Además, los elementos nacionalistas en la mayoría de los países de Asia Oriental daban apoyo tácito, y en algunos casos real, a los japoneses, porque vieron un camino aparente para liberarse del imperialismo occidental.
En diciembre de 1941, Japón invadió Tailandia, a cuyo gobierno obligó a firmar un tratado de alianza. Las tropas japonesas ocuparon Birmania, Malasia británica, Borneo, Hong Kong y las Indias Orientales Neerlandesas. En mayo de 1942, las Filipinas cayeron en manos niponas.
A diferencia de ésta, no pretendía una indefinida expansión, sino que quería limitar su área de influencia tan sólo al Extremo Oriente. Fueron las derrotas de los aliados las que llevaron a Japón a elegir una nueva vía de expansión diferente de China. La Indochina francesa, la Indonesia holandesa y las posesiones británicas del Extremo Oriente satisfacían de un modo mucho más completo sus necesidades de materias primas pero, aun así, la decisión bélica tardó en tomarse. Para Japón, las potencias occidentales eran, en efecto, el enemigo por excelencia y no sólo por motivos estratégicos sino también por un cierto antioccidentalismo muy enraizado en sus núcleos dirigentes. De ahí que Japón ingresara en el pacto tripartito en septiembre de 1940, de modo que creó con ello una comunidad de intereses con Alemania e Italia. El siguiente paso fue suscribir un acuerdo de no-agresión con Moscú, en abril de 1941. Los dirigentes japoneses carecían de la obsesión antisoviética de Hitler y, en la práctica, llegaron incluso a hacer un inapreciable favor a Stalin, puesto que es muy probable que no hubiera podido soportar una guerra en dos frentes. A diferencia de alguno de sus colaboradores más destacados, Hitler fue incapaz de percibir esta realidad y se limitó a esperar de Japón que mantuviera ocupados a los norteamericanos ante la eventualidad de un conflicto con ellos. Pero, porque era consciente de que antes o después tendría que enfrentarse con los norteamericanos, prometió declararles la guerra en el caso de que Japón, que complementaba su ausencia de suficiente fuerza naval, también lo hiciera.
Volviéndose hacia Australia y Nueva Zelanda, las fuerzas japonesas desembarcaron en Nueva Guinea, Nueva Inglaterra (actualmente parte de Papúa-Nueva Guinea) y las islas Salomón. Un destacamento especial japonés también invadió y ocupó Attu, Agattu y Kiska en las Islas Aleutianas frente a la costa de Alaska, en Norteamérica (cf. Batalla de las Islas Aleutianas). Al final, la guerra se convirtió en una lucha naval por el control de las vastas extensiones del océano Pacífico.
A comienzos de 1942, los aliados tenían muchas razones para sentirse profundamente descorazonados. En el plazo de seis meses, Japón, un adversario al que los anglosajones no habían tomado en serio, había construido a sus expensas y a las de terceros un Imperio que cubría una séptima parte del globo. Las victorias las había obtenido demostrando tener una Marina muy moderna, cuya fuerza principal estaba constituida por los portaaviones. Los japoneses habían logrado sus éxitos muy a menudo con inferioridad numérica y en un momento en que se podía interpretar que los alemanes todavía estaban en condiciones de aplastar a la Rusia soviética. La caída de Singapur era un hecho de tal gravedad que podía suponer una directa amenaza a la India e incluso al Medio Oriente. No puede extrañar que un protagonista esencial de la guerra, como fue Churchill, anote en sus Memorias que el peor momento de la guerra fue precisamente éste, algo en lo que coincidieron también algunos de los mandos militares británicos. Fue entonces cuando se sometió a un voto parlamentario de confianza, que superó, pero que revelaba la sensación de que la victoria aliada estaba todavía muy lejana. Sin embargo, en los meses iniciales de 1942 si, por un lado, las potencias del Eje llegaron al máximo de su expansión, al mismo tiempo empezaron a testimoniar sus limitaciones, no sólo materiales sino también de otra clase.
