- Parece que ya se despierta.
Es una voz suave, dulce, casi melódica. La reconozco enseguida. Es mi madre. Intento despegar los labios para hablar, pero, en vez de palabras, surge un sonido ronco.
- No hables, cariño- me dice, posando una mano en mi hombro inerte- tranquilo.
Abro, por fin, los ojos. Me ciega una luz brillante después de un largo periodo de oscuridad, que antaño imperaba en mi mente.
- Es un milagro que hay sobrevivido al accidente. ha sido un golpe muy fuerte
Entonces, empiezo a recordar.
...
Me volví para hacerles callar.
El coche que iba delante de mí frenó en seco. No llegué a tiempo para frenarlo. El impacto, según me contaron después, fue brutal. Salé despedida del coche, pesare de llevar puesto el cinturón de seguridad.
Volviendo a la realidad, pensé en mis hijos ¿ Estarían bien’ pregunté con una mirada.
Me tranquilizaron:
-Están bien- me dijo mi madre- no te preocupes. ellos no han tenido ningún rasguño.
Intenté moverme, pero no podía: estaba paralizada. Las gotas de sudor empezaron a aflorar en mi cuerpo, fruto de la desesperación. No sentía ninguno de mis miembros, los brazos me pesaban y no notaba ninguna respuesta en mis piernas. Es como si tuviera pequeñas agujas en la cabeza y un martillo las golpeara cada segundo. El dolor se acumulaba como una losa que me hundía y me ahogaba, como si me clavaran miles de agujas a la vez. La agonía y el sufrimiento se acumulaban con la impotencia creando un ancla y un lastre que me hundía en un mar de dolor y sufrimiento en una vorágine eterna e infinita.
¿Eso era vida? Poder notar la caricia del sol, oler cada desayuno y cada flor del monte, escuchar cada canto y canción pero siendo un mero espectador, un testigo que nunca podrá ser protagonista, que siempre necesitaría un tercero que le acompañara para poder vivir, otra persona en la que vería el dolor y el sufrimiento reflejado en su rostro que intentaría esconder con una leve sonrisa mientras sus ojos cristalinos intentarían secar las lágrimas y ahogar el dolor, dolor que se iría acumulando hasta hacerle mella. Nadie merece eso.
Se trata de una lucha continua que se libra dentro de mí, una lucha eterna, de desgaste, en la que poco a poco me iré debilitando, en una agonía eterna que parece no tener fin. Pero de ninguna manera voy a dejar que mi familia sufra por mi culpa. Los tratamientos y la medicación no funcionan. Ese es el problema. Yo los intenté todos y sé de lo que hablo. Lo que digo es triste, pero es la pura verdad. No funcionaron conmigo. Y yo ya no puedo más. Mi único miedo es no ser capaz de tragarme el líquido o vomitarlo, porque es muy amargo. De ocurrir, le pediré a los doctores que me pongan la inyección. Y este tormento, por fin, terminará
El problema no es mi situación, es la de ellos, viendo cómo lentamente cada día voy desgastándome sin que puedan hacer nada mientras se refleja en su rostro la agonía, el sufrimiento y la impotencia mientras pasa el tiempo y ellos van muriendo en vida, soportando una angustia que se acumula en en el pecho ahogándoles y empujándoles hacia el abismo.
Quisiera que esto acabara pronto: notar cómo me libero de mis ataduras, de todo el lastre que me ahoga y poder flotar y sentirme libre. Ligero como una nube, libre de dolor, de preocupaciones y de fatigas. Lo necesito. Mi decisión estaba tomada. La vida es un don precioso y maravilloso, la vida es una mezcolanza de emociones. amor, alegría, dolor, sufrimiento... todas se van equilibrando y contrarrestando entre ellas en un balance perfecto, pero si hay una ambivalencia, una parte mala que sobresale, que es inevitable ¿acaso es necesario seguir sufriendo? ¿acaso si no puedo hacer nada para evitarlo y cambiarlo? ¿si además traspasa y provoca daños colaterales en gente que que quiero? ¿eso es justo? ¿no es acaso egoísta? mi decisión lo es pero soy dueño de mi propio destino.
Vino el médico. sabía lo que iba a decirme, lo leía en sus ojos, mi decisión estaba tomada. No había marcha atrás. Lo sentía por ellos, pero sabía que era lo mejor. El problema no era salir, era lo que venía detrás y nadie debería tener que soportar esta carga. sabía lo que tenía que hacer. :
- Tengo malas noticias-dijo- tiene parálisis cerebral crónica. No podrá volver a hacer una vida normal.
Lágrimas plateadas empañaron mis ojos, y al ver el aparato que me mantenía con vida, lo señalé con la cabeza.
- Creo que quiere algo- dijo mi madre- ¿Qué quieres cariño?
Señalé otra vez al aparato. Mi madre comprendió entonces.
- Quiere suicidarse
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