Es posible que este nombre no les diga nada a muchas persona, pero su obra como escritor, filósofo, hombre civil, racionalista y tolerante, liberal y anticristiano, lo acreditan como figura principal de la Francia del llamado siglo de las luces, y aún hoy sus pensamientos, transcurridos casi dos siglos y cuarto, son válidos y aleccionadores, posiciones que pueden sintetizarse en dos frases suyas: “Debemos compadecer a los que necesitan de la religión para ser buenos” y “Todo está perdido si tratamos al pueblo como una manda de toros, tarde o temprano, cornean”. Y lo dijo en una época de fanatismos y crueles supersticiones, cuando todavía, se quemaban brujas. Este hombre se hizo llamar Voltaire.
Pese a que fue brillante alumno de una escuela regida por jesuitas, su padrino, lo hizo miembro de la sociedad libertina del Temple. Por entonces, escribió unos irrespetuosos versos contra el Regente, lo que le valió su reclusión en La Bastilla. Allí empezó a escribir la tragedia Edipo, que tuvo cuarenta y cinco representaciones, algo inusual en esos años y que lo encumbró en la escena clásica francesa. Recobrada su libertad, por un altercado con el caballero de Rohan, fue apaleado por los lacayos de éste y encerrado, otra vez, en La Bastilla durante cinco meses; recuperada su libertad, viajó a Gran Bretaña, en 1726 . La Corte de Londres y los medios literarios lo acogieron calurosamente; en sus dos años de destierro inglés conoció un mundo que le permitía reflexionar, aprender, sintetizar y organizar sus sentimientos; por eso escribió: La razón aquí es libre y no sufre ninguna violencia. Además, conoció tres elementos que lo influyeron durante toda su vida: las libertades políticas, Newton y Shakespeare. En Gran Bretaña tuvo un gran éxito con su obra teatral Bruto, que es una exaltación de la libertad; también escribió Historia de Carlos XII y Henriade, aunque sus Cartas filosóficas sobre Inglaterra, publicadas en 1734, como Cartas inglesas, que eran una acerba crítica al gobierno francés, fue quemado públicamente “como un libro escandaloso, contrario a la religión, a la moral y al respeto debido a las autoridades". Tan grande fue el escándalo, que Voltaire debió escapar a Lorena, donde permaneció cinco años en casa de su amante Mme. de Chatelet, haciendo una vida acorde con sus gustos de trabajo y trato social. Escribió dos importantes obras históricas El Siglo de Luis XIV y Ensayo sobre las costumbres. Por ese tiempo, Voltaire, trabó conocimiento con Federico de Prusia, amistad que duró media vida del francés, por lo que viajó varias veces a Berlín, donde tuvo un gran éxito social y se ofrecieron en su honor conciertos, bailes, óperas y la representación de sus obras teatrales. En Francia, tras el brillante éxito de su tragedia Mahomed, fue admitido en la Academia Francesa, en 1746, pero la sociedad conservadora y piadosa lo cubrió de panfletos y libelos sobre el nuevo académico. Se refugió en el castillo de la duquesa de Maine, Sceaux; allí estuvo oculto un par de meses, encerrado en una habitación y con la sola luz de unas velas, escribió Zadig o el destino, considerado su mejor cuento en prosa, pero su obra más conocida es Cándido o el optimismo.
La decisión de Voltaire de radicarse en Prusia, en Postdam, significó la ruptura con la sociedad francesa y el rey le reveló de su puesto como historiador, pese a que ya tenía a punto sus Anales del Imperio, obra que imprimió años después en Colmar, tras su vagabundaje por ciudades europeas, a los sesenta y un años, establecido en Ferney sobre cuatro feudos contiguos comprados por él que se extendían sobre dos reinos y dos repúblicas - territorios de Francia, de Ginebra, de Saboya y de Suiza, compró una villa a la que llamó Les Délices. Por fin tenía un hogar y una tierra, la mayor aproximación a la paz que su espíritu susceptible podía disfrutar. Voltaire, por su acción e influencia era un verdadero centro intelectual europeo; desde allí sostenía correspondencia con monarcas europeos y lo visitaban los personajes más famosos, discutiendo con D´Alambert y Diderot sobre la Enciclopedia.
La Iglesia a la que Voltaire combatió hasta su muerte, le negó sepultura en los cementerios y sus restos fueron sepultados en la abadía de Scelliéres, de la que su sobrino era abad. Pero, los acontecimientos de 1791 reclamaron los restos del hombre ilustre que tanto había contribuido a la revolución político-social, y fueron trasladados con toda solemnidad al Panteón en que Francia guarda las cenizas de sus grandes hombres; pero al ser derrotado Napoleón en Waterloo, en tiempos de la Restauración, manos piadosas en connivencia con el clero, robaron su cuerpo y lo arrojaron a un fosa. Era el triunfo de la religión sobre el amor. Sin embargo, Condorcet, enjuició a Voltaire de este modo: “Si la virtud consiste en hacer el bien y amar con pasión al género humano, ¿Qué hombre fue más virtuoso?”
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