Las oleadas revolucionarias de 1820, 1830, y 1848 fueron movimientos populares acabaron con el absolutismo y el Antiguo Régimen e instauraron sistemas parlamentarios con igualdad ante la ley y sin privilegios estamentales. En todos los casos las revoluciones estallan justo después de una crisis de subsistencia (años de malas cosechas) y el desencadenante era algún abuso de los gobernantes absolutistas.
El nuevo orden internacional tras el Congreso de Viena
El 6 de Abril de 1814 firmó su renuncia Napoleón y en Francia se restauró la Monarquía. La Paz de París se firmó el 30 de mayo con un Tratado que no incluía demasiadas exigencias hacia Francia, favorecido por el apoyo al nuevo régimen monárquico francés; si bien ésta volvía a sus fronteras de 1792, obtenía algunos nuevos enclaves. Pero este Tratado anunció una segunda fase de la paz al comprometerse todas las potencias a enviar emisarios a Viena en el plazo de dos meses para completar los acuerdos del Tratado reunidos en un “Congreso General”; se trataba de configurar un nuevo ordenamiento para Europa.
En Viena se reunieron 90 soberanos reinantes y 53 plenipotenciarios de príncipes o Estados desposeídos que reclamaban su restitución. En el tratado de paz los aliados decían que había que procurar un equilibrio real y duradero en Europa, lo que se regularía en un Congreso sobre bases convenidas de antemano. Se defendía la tradición, la legalidad y la monarquía, pero ya nunca fue posible volver al pasado porque las fuerzas liberadas por la revolución dominaron para siempre la nueva época. A la par que las nuevas ideas conservadoras, se gestaron las liberales posrevolucionarias que fueron las grandes triunfadoras de la época, las democráticas y las socialistas junto a las nacionalistas.
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Europa tras el Congreso de Viena (1815) |
El Congreso fue convocado por Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia. Entre los personajes más importantes, al lado del ruso Alejandro I y del austriaco Metternich, destacó el francés Talleyrand. Dio comienzo en octubre de 1814, y duró hasta la firma del acta final el 8 de junio de 1815. Prevalecieron las ideas de Metternich, que se resumen en el intento de no cambiar nada en el orden político; Austria además consolidó su posición en el norte de Italia y consiguió una salida al mar a través de las provincias Ilíricas.
Pero las fronteras que se aceptaron en Viena, con excepción de las de Polonia, fueron las defendidas por Talleyrand. Gran Bretaña fue la gran beneficiada, reconocida como primera potencia marítima.
Previamente había quedado acordado que Austria se anexaría el Véneto y la Lombardía; que Cerdeña recibiría Génova y Saboya; que Bélgica quedaría unida a Holanda, bajo un rey holandés y libre de Francia y Gran Bretaña; que la orilla izquierda del Rin formaría parte de la Confederación Germánica, repartida entre Prusia y Baviera. La Confederación Germánica (Deutscher Bund) fue una unión creada por el Congreso de Viena para sustituir a la Confederación del Rin que a su vez había sustituido en 1806 por decisión de Napoleón al Sacro Imperio; se pretendía así asegurar la estabilidad de los múltiples Estados surgidos de aquel Imperio; agrupó a 39 Estados alemanes soberanos bajo la presidencia de la Casa de Austria, siendo los de Austria y Prusia los más poderosos.
Talleyrand consiguió que Murat fuera sacrificado y el reino de Nápoles devuelto a los Borbones para satisfacer a España. Prusia y Rusia se repartieron Polonia; Rusia además consiguió Besarabia y Finlandia.
Suecia se anexó Noruega permaneciendo Bernadotte, como recompensa de su traición a Napoleón. Italia quedó repartida en siete Estados: los reinos de Piamonte y de Lombardía-Véneto, los ducados de Parma, Módena y Toscana, los Estados Pontificios y el reino de las Dos Sicilias.
El epílogo final fue la creación el 26 de septiembre de 1815 de la Santa Alianza; fue el zar Alejandro I quien propuso crearla. Junto con Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia, pretendieron forjar un nuevo régimen de paz y gobierno cristiano en toda la faz de la tierra. El objetivo era conseguir una única nación cristiana con un único soberano, Dios. Era nada menos que el primer proyecto paneuropeo; en este caso sólo destinado a atajar la revolución; de hecho, en cada país se entendía de un modo diferente: en Austria era sinónimo de Constitución; no así en Rusia, donde el zar sintió pánico del contagio revolucionario de 1820. Pero Metternich prefirió una alianza meramente política, y así lo llevó a cabo el 20 de noviembre de 1815, tras los Cien Días y la llamada segunda Paz de París, para evitar cualquier alteración de la Europa de la Restauración: la Cuádruple Alianza entre Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra, a la que se incorporó francia en 1818; podría intervenir en cualquier país para detener los movimientos liberales o revolucionarios, dando origen así a la Europa de los Congresos. Pero la diferencia entre Gran Bretaña y las políticas reaccionarias del resto lo vuelve inoperante desde mediados de los veinte, dándose por finalizada la Alianza a la muerte del zar Alejandro en 1825.
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Santa Alianza. Alejandro I de Rusia, Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia |
Las Asambleas Generales que se produjeron por el sistema de Congresos impuesto en Viena, suponen el antecedente de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial, y de las Naciones Unidas tras la Segunda. Fueron las siguientes: Aquisgrán 1818, que acordó la retirada del ejército aliado de Francia; Troppau, en octubre de 1820, ocasionada por la agitación revolucionaria en el Sur de Europa; éste se continuó en Laybach de enero a mayo de 1821, con la participación de Austria, Rusia y Prusia, porque los ingleses no quisieron intervenir y los franceses se mantuvieron al margen. En Verona, el 20 de octubre de 1822 se decretó la intervención militar extranjera en España para acabar con el Trienio Liberal, encomendada a Francia, iniciándose el 7 de abril del año siguiente.
La ocasión para materializarse las diferencias entre los miembros de la ya Quíntuple Alianza, y llegar a su final, se produjo por el caso griego, que entre 1821 (alzamiento contra Turquía), y 1829 (Paz de Adrianópolis), fue la primera divergencia de los aliados, manteniéndose Austria y Prusia neutrales mientras que Gran Bretaña y Rusia se comprometieron en 1826 a obtener la independencia griega, a lo que se adhirió Francia en el Tratado de Londres de 1827. A partir de ese inicio de disolución, en Inglaterra se siguió la política de no intervención. En América imperó desde diciembre de 1823 la doctrina “Monroe”, limitando la posible intervención europea en las antiguas colonias americanas a favor de la restauración de la antigua situación, como parecía imponer la época. Fue apoyado por Inglaterra, que declaró que no consentiría el restablecimiento de la soberanía española.
Finalmente, las revoluciones de 1830-1832 dieron al traste con este sistema internacional, produciéndose un gran impulso del liberalismo y un gran aumento del peso del nacionalismo.
La restauración europea y los fundamentos moderados de las nuevas constituciones: los modelos parlamentarios francés y belga
Tras los avatares del continente en la época de la revolución francesa y Napoleón, se llegó a la conclusión de que no se podían obviar los avances revolucionarios, ni se podía mantener éstos tal y como se presentaron a primera hora. Llegaba el momento de la moderación de la revolución para estabilizarla.
En 1814, después de la primera abdicación de Bonaparte, los aliados consintieron la restauración de los Borbones en Francia en la persona de Luis XVIII, hermano de Luis XVI.
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Luis XVIII |
Los aliados llegaron el 31 de marzo a París, y en dos meses, el 2 de junio, se promulgó la Charte o nueva Constitución, que fue redactada por el Senado napoleónico. Talleyrand obtuvo el voto del Senado para que el hermano del Rey estableciera un gobierno moderado y sensato. Así que la autoridad saliente, el Senado de Napoleón, otorgó legitimidad a la autoridad entrante.
El futuro Rey aceptó las bases aunque requirió alguna reforma en las mismas, y en Saint Ouen prometió y confirmó algunas conquistas revolucionarias que se incorporaron a la Carta Constitucional. Pero Luis XVIII murió en 1824 y le sucedió su hermano Carlos X (1824-1830), convencido restaurador del absolutismo. Se hizo coronar en la catedral de Reims. Quiso la restauración de los mayorazgos, justificándola desigualdad en la Monarquía; llegó a conspirar contra su primer ministro, Martignac. Era un proceso semejante a la restauración de los Estuardo tras la revolución inglesa. Llegando la revolución tras las Ordenanzas de Julio de 1830 por el peligro que se sentía de liquidación del sistema.
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Carlos X de Borbón |
Fueron los políticos más relevantes de la monarquía de Luis Felipe tras la revolución de 1830 quienes abrieron el camino a la aplicación del modelo de gobierno parlamentario en Francia y de ahí al resto de Europa: Thiers introdujo de hecho un principio no escrito pero básico del mismo: la dependencia ante las Cámaras del propio Rey al escoger a sus ministros; propuso restaurar antiguas libertades violadas y para ello buscó al príncipe que ofreciera garantías políticas y constitucionales y más próximo posible al monarca depuesto: Luis Felipe era primo de Carlos X y, por lo tanto, Borbón. Se consiguió así la casi legitimidad para mantener una legitimidad monárquica ajena al voto popular. Dos días de barricada en 1848, acabaron con esta monarquía.
Si la época revolucionaria se caracterizó por el predominio de la Asamblea, la restauración se caracterizó por el reequilibrio de poderes a favor del Ejecutivo, en manos del Rey y, a partir de ahora, también del Gobierno responsable ante las Cortes y renovable: el “otro Ejecutivo”. En el desarrollo del poder Ejecutivo que sufrieron todos los procesos revolucionarios, fue decisivo el simple conocimiento de la práctica política en Inglaterra y el cambio en el mismo sentido en Francia desde las Cartas de 1814 y 1830, así como la Constitución belga de 1831, que fueron modelo de la Constitución española de 1837; y, desde luego, los nuevos diseños políticos de Constant, la difusión de la interpretación de Burke del sistema inglés, y el predominio del utilitarismo de Bentham y a los tratadistas franceses de La Restauración y de la Monarquía orleanista.
Es básico el robustecimiento de los poderes de la Corona, que ahora sí interviene en la vida de las Cortes con la disolución, suspensión y convocatoria, que sigue interviniendo en la legislación con la sanción o incluso el veto. La Asamblea Única se sustituye por un sistema bicameral; el sufragio pasa a ser directo y censitario; los antiguos secretarios del Rey, ahora ministros del Rey, tienen asiento en el Legislativo y pasan a ser ante ella responsables, aunque todavía lo recojan únicamente los reglamentos de las Cámaras. En definitiva, el cambio básico es la parlamentarización de la Monarquía que se introdujo por vía práctica. Ya había pasado la desconfianza hacia el Ejecutivo y había comenzado el temor hacia el excesivo dominio del Legislativo, que se incrementaría cuando tras 1848 parecía imparable el avance hacia la democracia y el socialismo.
El constitucionalismo europeo evolucionó entonces hacia una ambigüedad exigida por la presencia en el sistema constitucional de una autoridad tradicional, la Monarquía, que representaba el orden y la unidad de acción, en el sistema de avance imparable que significaba el liberalismo. Se empezó a ver en la soberanía nacional el instrumento de todas las revoluciones, y temieron por su permanencia frente a las tendencias sociales y democráticas. Monarquía y Liberalismo no parecían fácilmente conjugables hasta que surgió la nueva teoría durante la revolución.
La nueva cultura política tras la revolución francesa
Los “ismos”, tanto políticos como sociales, surgieron por Europa tras 1815. Fue causa relevante de ello el ejército napoleónico que destruyó el viejo orden. Europa se metía en lo que casi no comprendía: industrialización y democracia. Por eso Musset decía que 1793 (fin de lo antiguo) y 1815 (fin de lo nuevo) eran dos heridas en el corazón que ocasionaron las enfermedades del XIX.
Ante la extraordinaria ola revolucionaria producida desde finales del XVIII, surgieron los críticos de la revolución, y de entre todos ellos quizá el nombre y la crítica más destacada la de Edmund Burke, que acusó al pensamiento político de los filósofos de demasiado imprecisos y doctrinario, es decir, poco realista; a partir de ahí no se hizo esperar una reacción conservadora.
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Edmund Burke |
En Inglaterra (Gran Bretaña desde 1707 y Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda desde 1801), la idea del orden natural adoptó la forma del laissez-faire. Su liberalismo se formó en torno a los utilitaristas de Jeremy Bentham, que comenzaron a destacar en 1810. Los utilitaristas eran profundamente racionalistas de tendencia ilustrada y prácticos, como su nombre indica; rechazaban la escuela de los derechos naturales por “metafísica”, ya que sólo confiaban en la ley positiva; contrarios absolutamente a Burke y a la tradición, proponían cambios radicales si era necesario, pero fueron evolucionando hacia los economistas políticos y la moderación.
A su lado, tuvieron gran influencia en el liberalismo inglés los economistas políticos, íntimamente relacionados con los utilitaristas; fue en esta época cuando se desarrolló el pensamiento político que habían iniciado en su momento los fisiócratas franceses y Adam Smith. Ahora fueron los británicos los principales protagonistas: Thomas Malthus, David Ricardo, Say, Sismondi; pero fue David Ricardo quien marcó la cumbre de este pensamiento en 1817 con sus Principios de economía política y tributación (ley de hierro de los salarios, teoría del valor del trabajo en la que se inspiró Marx).
La izquierda política británica giró en torno a Godwin, Shelley y Mary Wollstonecraft, reivindicadora de los derechos de la mujer. Paralelamente, las dificultades del momento y el temor a una invasión francesa en la época napoleónica difundió una cultura popular exaltada de piedad y predicciones fatales; no dejaba de ser un romanticismo popular.
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David Ricardo |
En Francia Joseph de Maistre y De Bonald lideraron la corriente conservadora más radical, los “ultramontanos”; rechazaron la idea de contrato social y creyeron en un régimen inevitable establecido por Dios; apoyaron la monarquía de derecho divino reanudando la tradicional unión del Trono y el Altar. De Maistre quiso acabar con el espíritu del XVIII y tuvo influencia en los socialistas como Saint-Simon, en su visión orgánica de la sociedad, o en Tocqueville. Igual que los ingleses sostuvieron que el orden social natural era el tradicional, el sancionado por la historia. Las Constituciones escritas las vieron como artificiales.
La Fayette seguía siendo enteramente revolucionario, y en el medio se situaban los monárquicos liberales que defendían una monarquía constitucional; unos según el modelo revolucionario, de primera hora, y otros que ya buscaban una solución moderada. Entre los liberales hubo un pensador decisivo en el diseño de la nueva ideología del liberalismo posrevolucionario y que dio larga vida a la Monarquía; es Constant, y su teoría del Poder Moderador, junto con Madame de Staël, quienes sostuvieron el constitucionalismo y la monarquía de gobierno parlamentario.
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Constant y La Fayette |
En Alemania, la humillación sufrida a manos de los ejércitos napoleónicos originó el nacionalismo; los grandes del pensamiento alemán, Herder y Fichte, lo predicaron; además liderando intelectual y culturalmente la nueva época que comenzaba con la Restauración. Fichte sostenía que un pueblo culto debía tener un gran Estado. Herder glorificó el Volk, el pueblo, recuperando la cultura popular. El nacionalismo defendía la nación como persona social, por lo que las naciones tenían derechos también. Tanto conservadores como socialistas en Francia buscaron un nuevo orden, mientras en Gran Bretaña triunfaba un fuerte individualismo liberal. En Alemania Hegel fue el último de los clásicos de la filosofía alemana. Uno de sus discípulos fue Marx. Pero la paz de Viena no contó todavía con los trastornos sociales y económicos propios de la época, y el dominio conservador hasta 1830 llevó a descubrir los defectos de la burguesía, destacándose especialmente su indiferencia al sufrimiento de los pobres, su falta de sentido social. Se iban destacando los defectos del liberalismo, siendo el más evidente el que lo más humildes no tenían protector y cada uno debía resolver su propio problema.
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Fichte, Hegel y Heder |
Así fue surgiendo el pensamiento social del siglo XIX, a raíz de la indignación que se producía en los pensadores sociales el que el trabajo fuera considerado como una mercancía, lo que convertía la libertad burguesa en explotación. El pensamiento social en el XIX se diversificó en tres corrientes: la liberal, la conservadora y la socialista; ésta luchaba por la igualdad real, económica y política. El propio socialismo antes de Marx fue una forma de romanticismo. Las revoluciones de barricadas, de 1830 y de 1848, ya fueron románticas.
El desbordamiento liberal en las sucesivas oleadas revolucionarias y el surgimiento de nuevas naciones
Trienio Liberal en España
Fue la revolución española de 1820 que repuso el liberalismo iniciando el Trienio, la que pareció dar la voz de salida a los movimientos liberales en Europa. El 1 de enero triunfó el pronunciamiento de Riego y el 10 de marzo tuvo lugar el manifiesto del Rey a la Nación.
Las Cortes ordinarias se reunieron en mayo. El 6 de julio juró el Rey, el 9 fue impuesta la obligación de jurar la Constitución y de enseñarla a través del púlpito y la escuela. De julio a septiembre se llevó a cabo la práctica constitucional ya con resistencias del Rey y la división liberal. La precaria situación económica, unida a la crisis internacional de precios, no ayudó nada a la estabilidad y consolidación del nuevo sistema. En el Trienio se produjo la división liberal; por una parte estaban los “doceañistas”, que habían estado exiliados tras la vuelta de Fernando VII en 1814 y habían tenido ocasión de conocer la nueva cultura política posrevolucionaria en Francia e Inglaterra, además del funcionamiento de las instituciones de la Monarquía de gobierno parlamentario (en Francia desde la Restauración de 1814 con la Carta Otorgada de Luis XVIII).
Por otra parte estaban los “veinteañistas”, los jóvenes que llegaban por primera vez a aplicar la Constitución ya mítica de 1812. Mientras los primeros fueron conscientes de que había que corregir el sistema que había fracasado en la Monarquía francesa de 1791 y en la española de 1812, y llegaron del exilio con un espíritu más moderado; los segundos pensaron que había que aplicar la Constitución sin ambages. La división se materializó en el debate surgido en septiembre de 1820, cuando Riego llegó a Madrid, acerca de la disolución del “Ejército de la Isla”.
En esta época eclosionó el debate político a través de la prensa, que se convirtió en elemento estructural de la vida política; y de las “sociedades patrióticas” que se reunían en los cafés. Gil Novales las definió como “clubs abiertos a la discusión política” y Artola como “especie de tertulia política de café que llegaron a ser una réplica incontrolada y popular de las Cortes”; hacían peticiones a las Cortes y protagonizaban la defensa constitucional. Se empezaron a ver como amenaza de radicalización, de tal modo que el 21 de octubre de 1820 una ley restringió su existencia y no recuperaron su vida anterior hasta el verano de 1822; en octubre, un decreto restableció la libertad de imprimir y publicar.
Entre las medidas más relevantes, destacan la ley de desvinculaciones, la ley de reforma de los regulares en octubre y el proceso desamortizador. Fue con estas medidas, especialmente con la última cuando se inicia el enfrentamiento de las Cortes con el Rey. Se repuso la Milicia Nacional. Ese enfrentamiento se materializó en el discurso de la Corona de la segunda legislatura que dio comienzo en marzo de 1821, el llamado discurso de la “coletilla”, que fue lo que añadió el Rey quejándose de sus ministros, manifestando la discrepancia con su Gobierno.
A partir de octubre de 1821 se produjeron una serie de alzamientos y asonadas de exaltados en Cádiz y La Coruña. Las últimas elecciones del Trienio se produjeron en febrero de 1822 y dieron como resultado unas Cortes exaltadas, lo que provocó una contrarrevolución beligerante. En junio se multiplicaron las partidas guerrilleras. En julio llegó el primer gobierno exaltado con Evaristo San Miguel.
Los gobiernos exaltados se sucedieron hasta que en abril de 1823 se produjo la intervención europea con la invasión de los 100.000 hijos de San Luis. Antes se había producido una división dentro de los exaltados, entre masones y comuneros, que la prolongaron en el exilio. Los primeros eran los anticipos de los futuros Progresistas que tenían ya una conciencia democrática y republicana.
El 20 de octubre de 1822, en el Congreso de Verona, se decretó la intervención militar extranjera, encomendada a Francia, iniciándose el 7 de abril de 1823 al mando del duque de Angulema. En la huida hacia Cádiz, se declaró loco al Rey y se nombró una Regencia con poder ejecutivo, pero el 29 de septiembre
Fernando VII fue liberado por los franceses y volvió al absolutismo.
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Fernando VII y Rafael de Riego |
Las revoluciones de 1820 y 1830. El nuevo ciclo revolucionario
Hubo muchos descontentos tras la paz posnapoleónica y frente a las políticas reaccionarias de la Santa Alianza: entre ellos los nacionalistas, demócratas y algunos liberales. Existían numerosas sociedades secretas de carácter muy diverso, tanto revolucionarias como ultraconservadoras. Se suponía que los dos centros europeos importantes estaban en París y en Ginebra (el “comité director” y el “Gran Firmamento”); pero fueron los carbonarios los que más se aproximaron a esa “conspiración mundial” que temían los conservadores. Su programa más general (el primer círculo, “la iglesia”) se ceñía a pedir el sufragio universal e instituciones representativas, en otro nivel (el segundo círculo, “el sínodo”), pedían la democracia y la república, y en el círculo más elevado (“el areópago”) ya pretendían una dirección común a todos los movimientos europeos; en este nivel se conocía el comunismo de Babeuf, que era el credo secreto, y quizás a eso se refería el temor de la Santa Alianza. En los estados alemanes de la Confederación surgieron las ideas nacionalistas y el movimiento juvenil alemán.
Desde 1815 hubo en Europa una “epidemia de conspiraciones” y entre los gobernantes de la Restauración surgió un miedo extremo a que se reavivara la hoguera de la revolución. A la amenaza revolucionaria española se sumó el progresivo triunfo en Francia de la izquierda. Resultado que ya en 1819 asustó a las todavía dominantes derecha y centro.
Grecia estaba bajo el dominio otomano desde siglos atrás. En 1821 se levantaron contra los turcos, influidos seguramente por la burguesía comercial culta que iba surgiendo, la sociedad secreta nacionalista que se habida formado y el propio patriarca griego de Constantinopla. En 1822 la Asamblea nacional proclamó la independencia y estableció una Constitución como la española de 1812 A partir de ese año y hasta 1827, la colaboración egipcia con los otomanos fue importante para que los griegos fueran derrotados. El tratado de Londres de ese año, significó la intervención europea a favor de Grecia que consiguió derrotar a la flota egipcia, y en ese año llegó la derrota turca de Navarino; sin embargo, la invasión de la zona por Rusia y Francia, llevó a los ingleses a iniciar negociaciones con el Imperio Otomano para evitar la caída de Constantinopla en manos rusas. En 1829 se firmó el Tratado de Adrianópolis por el que se reconocía la autonomía de Grecia, Serbia y los principados rumanos de Valaquia y Moldavia. Finalmente, en 1830, Grecia obtuvo la independencia.
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Tratado de Adrianópolis (1829). Independencia de Grecia |
En los pequeños Estados Italianos, se produjeron levantamientos en los ducados de Parma y Módena contra el poder temporal de los Papas y contra Austria. Pretendieron acabar con el poder absoluto para proceder a la unificación. Pedían Constitución y Mercado Único. En julio de 1820 se produjo la revolución de Nápoles como eco fiel de la española, dirigida por los carbonarios. El rey de las Dos Sicilias, que prometió una Constitución, dejó que los austriacos aplastasen la revolución entre febrero y marzo de 1821, y que se manutuviesen tropas en el territorio. En esta última fecha, se produjo el alzamiento en el Piamonte que llevó a la abdicación del Rey Víctor Manuel, siendo nombrado regente Carlos Alberto, miembro de su familia; juró la Constitución española, pero pocos días después se volvió al viejo orden.
Fue ésta una preocupación especial de Metternich, que hacia vigilar a los revolucionarios de los distintos Estados; incluso colaboró con la policía papal. En Los Estados Pontificios se crearon las Provincias Unidas Italianas en 1831, pero no recibieron ayuda de Francia y fueron sofocados por Austria.
Los Estados Germánicos se reordenaron en la Confederación Germánica que agrupaba a 39 Estados, heredera de la Confederación del Rin. Fue iniciativa de Rusia y Austria para garantizar la seguridad en torno a un gobierno reaccionario; la única institución conjunta era la Dieta, un congreso de delegados que tenía su sede en Fráncfort am Main. Se decidió que la Confederación podría obligar a los Estados que habían otorgado cartas constitucionales a derogarlas si se previa peligro para los principios monárquicos.
En varios estados se movilizaron los estudiantes y formaron sociedades secretas para pedir unidad nacional y Constitución. Consiguieron las abdicaciones de los reyes de Brunswick, Sajonia, Hesse-Kassel y Hannover; pero Metternich consiguió detener el proceso con dura represión; había conseguido que la Dieta Federal aprobase el 23 de septiembre de 1819 los “Derechos de Carlsbad” por lo que se podían investigar las universidades, los profesores y las asociaciones de estudiantes, con severa censura para libros y periódicos.
Prusia, presionada por Austria, se resistió también a la revolución, pero canalizó las aspiraciones liberales y nacionales de algunos Estados con el Zollverein o unión aduanera de los Estados del Norte de Alemania, que fue fundamental en el desarrollo industrial. Se llevó a cabo en 1834 entre Prusia, Sajonia, Baviera y otros catorce estados menores; quedó fuera Austria, que presidía la Dieta, renunciando así a su posición de jefe de la Confederación. Acabó siendo la base de la unidad nacional En 1835 comenzó la construcción del ferrocarril, favoreciendo el libre tránsito de mercancías entre los Estados, y subsiguientemente el gran desarrollo de la industria aumentaron en Alemania.
En Portugal también se produjo entre agosto y septiembre de 1820 una revolución liberal, adoptándose las reglas electorales españolas para convocar Cortes Constituyentes; éstas se reunieron en 1821 y originaron la Constitución de 1822, fiel trasunto de la gaditana. Se organizó una monarquía constitucional bajo el rey Joao VI, con una Asamblea única.
Pero en 1823 fue restablecido el absolutismo, como en España. La Vila-Francada del 27 de mayo, dirigida por Saldanha acabó en Portugal con el régimen de Asamblea. Joao VI disolvió las Cortes y mandó convocar Cortes tradicionales. En 1826 murió el rey, y su primogénito, Pedro IV, emperador del Brasil desde septiembre de 1822, fecha de la independencia, otorgó la Carta Constitucional y abdicó la corona portuguesa en su hija Doña María de la Gloria. Introducía en ambos países, el modelo de Monarquía Constitucional de gobierno parlamentario, la moderación de la revolución, además de la excepción de reconocer por única vez en un texto constitucional del XIX el Poder Moderador del Rey.
Esta carta fue suspendida por la vuelta de D. Miguel, hermano de D. Pedro, desde el exilio en 1828 a través de un golpe que restauró el absolutismo, comenzando así, como en España, una guerra civil que duró hasta 1834, entre los absolutistas seguidores de D. Miguel, y los liberales que apoyaron a María Gloria. En 1834 se restauró el liberalismo siguiendo el mismo proceso que en España: en 1836 se retomó la Carta de 1826 para reformarla en sentido avanzado en 1838; pero en 1842 fue restaurada en su forma primera tras la revuelta de Costa Cabral, y ya duró hasta la proclamación de la República en 1910. Polonia había sido dividida en el nuevo mapa europeo de 1815 en tres partes, austriaca, prusiana y rusa, y desde entonces se fue gestando un sentimiento nacional que llevó a la revolución en noviembre de 1830, favorecida por la movilización del Ejército hacia Bélgica. Este movimiento revolucionario dio origen a un gobierno provisional, una Constitución y la anexión de Lituania. Pero no tuvo el apoyo europeo, fue reprimida por Austria y Prusia y en septiembre de 1831 anexionada por Rusia.
En Rusia, concretamente en San Petersburgo, también se sublevó el 17 de octubre de 1820 una compañía del regimiento de la guardia imperial. Alejandro, partidario de algunas reformas, acabó entregándose a la política de Metternich, y cuando desapareció en 1825, dejó a su hermano menor Nicolás como heredero, lo que produjo revueltas y manifestaciones a favor del mayor, Constantino. Nicolás, durante su reinado, se dedicó a evitar la propagación de las ideas liberales, cerrando por completo las fronteras.
Los acontecimientos de 1830 en Francia se produjeron ya bajo el nuevo reinado de Carlos X que había sucedió a Luis XVIII en 1824. Desde 1826 en el ámbito económico se sumó una crisis de subsistencias por la incorporación a la revolución industrial. Las cuatro ordenanzas de julio de 1830 (supresión de la libertad de imprenta, modificación de la ley electoral limitando el derecho a voto, disolución de la Cámara y convocatoria de nuevas elecciones) ocasionaron el levantamiento de París. Los diputados que estaban en París nombraron rey a Luis Felipe de Orleáns. Así se inició el nuevo reinado burgués.
La revolución del 30 repercutió en Bélgica que aprovechó para separarse de la Holanda protestante, optando por caer bajo la influencia francesa. Se formó así un nuevo reino con las provincias de Flandes y Brabante. Hasta entonces les iba económicamente bien pero políticamente mal, porque el Rey holandés era absolutista y centralizador.
Los belgas pidieron en agosto, en Bruselas, independencia y Constitución, y optaron por Leopoldo de Sajonia-Coburgo, como Rey constitucional. Se formó un gobierno provisional y una Asamblea Constituyente que lideró esta petición. En junio de 1831, eligió el Congreso Nacional al candidato inglés a Rey, éste aceptó el poder del Parlamento, formándose un gobierno parlamentario.
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Independencia belga de 1831 |
El mapa de Europa se acabó de diseñar con la explosión del nacionalismo que fue desbaratando los imperios austro-húngaro y otomano.
En Inglaterra, entre 1780 y 1830 se fue desarrollando el proceso de concentración en fábricas de algunas industrias. En esa época, en el resto del país, la industria siguió realizándose en pequeños talleres. La gran transformación de la economía, de doméstica a fábricas de producción en serie, se produjo después de 1830; eso fue así tanto como por la eficiencia agrícola, como por la mejora de las comunicaciones, con caminos de peaje y canales, la disponibilidad de crédito y la movilidad de la mano de obra. La construcción del ferrocarril se expandió rápidamente tras la apertura de la línea Stockton-Darlington en 1825. La urbanización ocasionaba nuevas tensiones y la sociedad se polarizaba cada vez más por clases sociales.
Entre 1811 y 1822 se produjeron asaltos luditas contra las máquinas, alborotos originados por el hambre, revueltas campesinas, represiones sangrientas por el temor al ejemplo francés de la revolución. Fue el rápido crecimiento de las ciudades industriales, después de 1800 lo que originó el nacimiento de la clase obrera. Las aspiraciones de esta clase fueron articuladas por el denominado “cartismo”, organizado por las sociedades y sindicatos; pero todavía no era una clase obrera homogénea, pues la mayor agitación política provenía de los artesanos tradicionales y era organizada por ellos, por lo que se puede hablar de una “aristocracia laboral” y la masa obrera de las fábricas.
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Ludismo |
La Ley de Unión de 1800 constituyó un momento más crucial en Gran Bretaña que la revolución francesa o la ley de la Reforma de 1832. Anunció el siglo XIX, incorporando Irlanda al Reino Unido y por tanto colocando los problemas irlandeses en primer lugar del programa político británico, ya que los 100 miembros que representaban a la provincia en Westminster estaban decididos a ejercer influencia decisiva.
Al igual que Inglaterra, el derecho al voto lo determinaba la posesión del dominio absoluto de 40 chelines, que en Irlanda pocos los poseían. Por eso la mayor proporción de los electorados condales lo formaban arrendatarios vitalicios, lo que hacía a los electores más dependientes de los terratenientes de lo que lo eran los votantes ingleses. Casi el 80% de la población irlandesa era católica, pero los católicos no tuvieron derecho a ser candidatos hasta 1829, aunque si electores. De las otras iglesias, la mayor era la presbiteriana en el Ulster. Existían asimismo diferencias económicas, frente a la cada vez más industrializada Inglaterra, Irlanda era predominantemente rural. En la estructura social, los grandes
terratenientes, a menudo protestantes y ausentes, arrendaban la tierra a arrendatarios, normalmente católicos, lo que agravaba las tensiones entre propietario y arrendatario. Primero porque el derecho a la propiedad lo tenían los terratenientes, en virtud de la ley británica, mientras que por la tradición irlandesa, los arrendatarios consideraban su tenencia convencional como un tipo de propiedad conjunta. En torno a estas tensiones, a las que se sumaban las diferencias étnicas y religiosas, giraba en Irlanda el conflicto social.
La Ley de reforma de 1832 significó la adaptación del Reino Unido a las exigencias parlamentarias; ésta era la situación: unas 500 personas, casi todos lores, elegían hacia 1820 a la mayor parte de los Comunes; desde 1780 había habido unos 24 proyectos de reformas de los Comunes que no prosperaron; se aprovechó la revolución de París para que la oposición Wihg presentara un nuevo proyecto, que fue aprobada por los Comunes pero rechazada al principio en la Cámara de los Lores que al final cedieron; así surgió la ley de 1832, que adaptaba el sistema inglés a las exigencias parlamentarias; corrigió los distritos electorales para adecuarlos a la verdadera población; y finalmente, duplicó el cuerpo electoral, concediendo el derecho a voto a todo aquel que viviese en burgo o condado y fuera propietario de inmuebles con renta mayor de 10 libras por año.
A raíz de esta ley se pudieron aprobar muchas otras de carácter social: así la abolición de la esclavitud, la de Educación, las leyes fabriles de 1833, la Nueva Ley de Pobres de 1834, la reforma matrimonial, la supresión del diezmo y desde 1846 el fin del proteccionismo sobre los cereales y el triunfo del liberalismo.
En 1847 se llegó a la ley de 10 horas por presión del cartismo.
En Suiza el ejemplo francés influyó para iniciar la reforma cantonal en sentido liberal.
Desde la razón al espíritu: el romanticismo
Rousseau fue el profeta del romanticismo. Luego, Kant, Fichte y Hegel profundizaron en la relación del espíritu humano y el universo. Con ellos se desecharon los sentidos como único medio del conocimiento, llegando a decir que el mundo exterior era un mero producto de nuestra imaginación, incluso la propia naturaleza sería una creación del alma. Los románticos se excusan en Dios y el destino que los ha hecho así. En ese nuevo culto al espíritu descubrieron las ventajas de la Edad Media frente al Renacimiento, la ventaja de las catedrales y castillos.
Entre 1810 y 1830 ejerció su máxima influencia el romanticismo: En Inglaterra, Wordsworth, Coleridge, Shelley, Byron, Keats fueron nombres célebres. Madame Stäel popularizó en Francia a los alemanes con su obra Alemania, y entre la María Estuardo de Schiller que llegó a Francia en 1820 y Hernani de Víctor Hugo que la revolucionó en 1830, el romanticismo también allí salió triunfante; se sumaron Lamartine y Alejandro Dumas, que con Hugo fueron los escritores más eminentes de la época; hay que añadir a Musset, Stendhal, Balzac y Sand como mínimo. En pintura, Delacroix y en música Chopin y Liszt que estaban en París, completan un panorama cultural apabullante, lo que no evitó la guerra entablada entre “románticos” y “clásicos”; no en vano el romanticismo trastocaba todas las reglas.
Víctor Hugo sostuvo en 1830 en su obra Hernani, que el romanticismo era el liberalismo en literatura y que la libertad literaria era hija de la libertad política. Surgía así también la literatura nacional. Más adelante en su obra Cromwell, seguía diciendo que el romanticismo era el liberalismo frente al despotismo de sistemas creativos. Así que se estaba luchando por el romanticismo en plena era Metternich.
En Alemania, Goethe, que se convirtió en la figura más grande de la literatura alemana, finalmente denigró el romanticismo. Ya en los años cuarenta y cincuenta la generación más joven comenzó a criticar a los románticos y asimiló un romanticismo depurado. En cualquier caso, el romanticismo no siguió una misma corriente política: abarcó desde Chateaubriand que fue católico y monárquico hasta Víctor Hugo que llegó a ser republicano y liberal, e incluso revolucionario. No en vano se trataba de seguir los sentidos y la intuición frente a la razón y las reglas establecidas, y hacerlo todo apasionadamente. Era llevar a todos los ámbitos la defensa de la libertad frente a la autoridad.
Surgió el concepto de arte democrático popular. Se acudió también a países exóticos, surgieron personajes orientales, incluso la propia España, como tierra desconocida y casi salvaje sirvió de sustituta a Arabia, mostrando un gran desconocimiento de ella.
Finalmente, así como en música vivimos todavía de la época romántica: Beethoven, Haydn, Schumann, Schubert, Chopin, en pintura el romanticismo ha sido reemplazado sucesivamente por múltiples movimientos artísticos, como el naturalismo, el impresionismo o la abstracción. Del mismo modo, el romanticismo fue sustituido en la creación literaria por el realismo y el naturalismo; y en el pensamiento por el positivismo.
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