La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto bélico más importante del siglo XX. Entre 1939 y 1945, Europa vivió el enfrentamiento de dos grandes alianzas: las potencias del Eje, con Alemania, Italia y Japón como principales protagonistas, y los Aliados, con Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia, entre otros. Desde el comienzo de la guerra con la invasión de Polonia y las posteriores guerras relámpago desarrolladas por los nazis hasta el Día de la Victoria, tuvieron lugar batallas de relevancia como Dunkerque, Stalingrado, Iwo Jima o Berlín, así como asesinatos masivos como el Holocausto o el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. La pérdida en vidas humanas se cifra entre 50 y 70 millones de personas, al tiempo que el Viejo Continente quedó dividido en dos bloques antagónicos. Descubre cómo la mayor alianza militar de la historia fue capaz de frenar el ascenso del nazismo y el fascismo y aprende más sobre personajes decisivos como Churchill, Stalin, Hitler, Mussolini o Goebbels.
Guerra total, guerra mundial
El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán cruzaba la frontera con Polonia. El 3 GB y Francia declaraban la guerra a Alemania. Comenzaba la IIGM. Se originó en Europa y, en sus primeros compases, fue un conflicto interno, después extendió por todo el planeta y alcanzó a la mayoría de la población mundial. Fue una guerra de gran duración, en parte por las victorias iniciales alemanas y su control en toda Europa, lo que obligó a una larga etapa de recuperación. Fue una guerra total ya que afectó a soldados y población civil. Los bombardeos aéreos sobre ciudades y las actuaciones de los ejércitos de ocupación provocaron una sangría de la población civil sin precedentes. A diferencia de la anterior, puede ser considerada más una guerra ideológica que entre estados; en más de un país hubo fuertes divisiones y enfrentamientos internos, cuando no una guerra civil entre simpatizantes del fascismo y antifascistas, que agrupaban desde liberales a comunistas.
La guerra condicionó la economía de los países, cuyos recursos se emplearon con un objetivo bélico. Además, impulsó la investigación en la industria de guerra y en aquella cuyo objetivo era producir materiales para el frente, como los productos sintéticos. El Estado, de nuevo, tomó las riendas de la economía, y la mujer volvió a ocupar puestos de trabajo en fábricas y oficinas, esta vez sin la pretensión de abandonarlos luego.
En innovaciones técnicas en materia militar, la más importante fue la aviación. Aparecieron los bombarderos cuatrimotores, capaces de transportar gran número de bombas. Antes de la guerra ya se pensaba en el uso de bombarderos para la destrucción de la industria enemiga o debilitar psicológicamente a la población. Alemania ya lo había probado en la Guerra Civil. Fue usado con cautela en los primeros momentos, pero con la Batalla de Inglaterra, ambos contendientes atacaron ciudades enemigas. En ataque de centros industriales, los bombardeos fueron ganando, según avanzaba el conflicto, en táctica y exactitud, aumentando los daños. La superioridad aliada se evidenció con los B-17, capaces de transportar bombas a gran distancia. Tanto las potencias del Eje como los aliados mantuvieron una carrera por conseguir la bomba atómica. Los primeros fueron los estadounidenses, con ayuda de científicos huidos de Alemania.
En tierra lo más destacado fue el uso masivo de carros de combate. En principio Alemania utilizó los tanques en situaciones en las que había una superioridad del enemigo. Esta táctica fue clave en la guerra relámpago durante los primeros meses. En años siguientes los aliados perfeccionaron carros y su uso, y terminaron siendo superiores. Aparecieron armamentos individuales como armas anticarro y fusiles de asalto, que aumentaban la capacidad de fuego.
Los alemanes continuaron fabricando cañones de grandes dimensiones, aunque sin efectividad.
En el mar, los submarinos volvieron a destacar, al igual que los grandes buques. Más novedosos fueron los portaaviones. Otros barcos y lanchas para el traslado de tropas y desembarcos cumplieron una misión fundamental. El radar fue importante para la guerra aérea y marítima. Las armas químicas y bacteriológicas apenas se utilizaron a diferencia de la anterior contienda.
El desarrollo de la contienda
“Blitzkrieg” (1939-1941)
El avance de las fuerzas armadas alemanas —Wehrmacht— en Polonia fue rápido. Las divisiones acorazadas con el apoyo de la aviación —Luftwaffe— facilitaron la penetración de los soldados alemanes que invadieron en poco más de un mes el territorio polaco. Era la guerra relámpago (Blitzkrieg). Alemania no podía permitirse una guerra de desgaste. El Estado nazi no pensaba entrar en guerra hasta 1944, por lo que al inicio del conflicto el ejército no estaba completamente preparado.
Necesitaba una victoria rápida para ganar tiempo. A los pocos días del ataque alemán, el 17 de septiembre, la URSS había penetrado en la Polonia oriental, de acuerdo al pacto firmado en agosto. El 28 de septiembre Varsovia era ocupada y el 6 de octubre desaparecía la resistencia. Alemania se anexionaba Danzig, Posnania y Alta Silesia, y la URSS volvía a ocupar los territorios arrebatados el fin de la IGM. El estado polaco quedó como un pequeño territorio alrededor de Varsovia y Cracovia. A su frente se situó al nazi Hans Frank, como gobernador al servicio del Reich.
Tras la derrota polaca, URSS pretendió establecer bases militares en los estados bálticos y Finlandia. Ésta se opuso.
El 30 de noviembre de 1939, los soviéticos atacaban y los finlandeses se refugiaban tras la línea Mannerheim. URSS era expulsada de la Sociedad de Naciones en diciembre por ello. A pesar de la ayuda que ingleses y franceses enviaron a finlandeses, la guerra concluyó en marzo de 1940. Por el tratado de Moscú, URSS ocupaba Hango, las islas Åland, Carelia y Besarabia, aunque Finlandia mantenía su independencia.
El frente occidental se había convertido en una guerra de posiciones. Los franceses detrás de la línea Maginot, mientras los alemanes tras la de Sigfrido. Ambas se consideraban seguras contra el ataque de carros de combate.
Este estancamiento sin enfrentamientos supuso que se hablara de “guerra de pega” o “guerra en broma”. Todavía se pensaba que el conflicto se podía solucionar sin lucha. Hitler realizó una oferta de paz a las dos potencias occidentales que fue rechazada. Ambas partes intentaban ganar tiempo.
Pasado el invierno los alemanes reiniciaron su política de expansión. El 9 de abril atacaban Noruega. Esgrimían que los ingleses intentaban cortar la llegada de hierro sueco a la industria alemana mediante minas en aguas noruegas. A principios de mayo el sur del país escandinavo estaba ocupado. El Rey Haakon huyó a Inglaterra, mientras se instauraba un gobierno provisional presidido por Vidkun Quisling, militar noruego fundador del partido nazi en su país.
Al mismo tiempo, los alemanes invadían Dinamarca.
El 10 de mayo, el ejército alemán atacaba el frente occidental. La guerra relámpago con ataque masivo de carros de combate combinado con bombardeos y paracaidistas surtió efecto demoledor. En dos días los alemanes ocupaban Países Bajos y Bélgica. Los holandeses capitularon. Los aliados esperaban el ataque por Bélgica, pero el avance se produjo en las Ardenas, que los franceses consideraban imposible de traspasar con carros de combate. El 27 el rey belga, Leopoldo III, pidió el armisticio. El ejército aliado quedaba en situación comprometida y se retiraron a Dunquerque para evacuar a Inglaterra el mayor número de soldados, embarcando más de 330.000 hombres, aunque 40.000 franceses que cubrían la retirada fueron hechos prisiones.
Las divisiones de carros blindados alemanes cruzaron la línea Maginot en el extremo noroccidental, donde no había terminado de construirse. Avanzaban hacia el sur de Francia, mientras el gobierno de Paul Reynaud se instalaba en Burdeos. El 13 de junio el ejército alemán desfilaba por París. Reynaud dimitió, sustituido por el mariscal Petain, que firmó el armisticio el 22 de junio. El III Reich ocupó 2/3 del territorio, quedando el restante en manos del gobierno colaboracionista ubicado en Vichy, bajo presidencia de Petain.
Mussolini también atacó Francia, pero cuando las posibilidades de defensa eran mínimas. El 10 de junio invadía territorios fronterizos y luego se dirigió a Grecia y el norte de África. La entrada de Italia en la guerra implicaba que el Mediterráneo se convertía en lugar de conflicto. En este punto la ayuda de España era fundamental. Dos días después de la entrada de Italia, Franco abandonaba la neutralidad y se declaraba “no beligerante”. El 14 ocupaba la ciudad internacional de Tánger y planificaba invadir Gibraltar, lo que supondría la entrada de España en guerra. Pero el agotamiento de España por la guerra civil y la falta de buen equipamiento del ejército no lo facilitaba.
En la reunión entre Hitler y Franco en Hendaya, el 23 de octubre de 1940, el Fuhrer se mostró dispuesto a ayudar a España, y Franco expresó su interés por participar en la guerra al lado del Eje, convencido de la victoria fascista, y admitió la futura adhesión al Pacto Tripartito, pero no fijó el momento de la incorporación a las operaciones bélicas. En los meses siguientes, Hitler presionó para la incorporación de España a la guerra, pero entre los dirigentes franquistas se imponía la prudencia.
La Batalla de Inglaterra
Tras caer Francia, los alemanes consideraron invadir GB. Allí, el conservador Winston Churchill era primer ministro en un gobierno de Unidad Nacional tras la salida de Neville Chamberlain, quien continuó vacilando incluso tras la ocupación alemana de Noruega. Churchill en su primer discurso dijo que no tenía nada más que ofrecer que “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, y se comprometió a luchar hasta el final.
La Batalla comenzó el 10 de julio de 1940. Hitler, en un último intento de conseguir la desunión entre las potencias aliadas lanzó una proposición de paz a los ingleses el 19 de julio, que fue rechazada. La invasión no podría realizarse sin dominar antes el espacio aéreo, así que la Luftwaffe bombardeó intensamente ciudades y fábricas (Blitz). Pero los alemanes nunca controlaron el mar y el aire como para ocupar Inglaterra. Hitler decidió, a finales de octubre de 1940, posponer la invasión y avanzar hacia el este.
La entrada de Italia en la guerra vaticinaba un enfrentamiento en el Norte de África. Los italianos, con sus colonias de Libia y Abisinia, entraron en colisión con los ingleses, asentados en Egipto y África Oriental. El 13 de septiembre, penetraron en Egipto con objetivo de avanzar al Canal de Suez, lo que implicaba el control del Mediterráneo. El ejército italiano contó con la ayuda del Afrika Korps alemán, dirigido por el mariscal Erwin Rommel, y con colaboracionistas franceses de Vichy, que aportaron suministros a través de Túnez.
En el sur de Europa el avance italiano sobre Grecia coincidió con el ataque alemán sobre Yugoslavia, lo que provocó la retirada de más de 10.000 soldados ingleses hacia el mar. Países de la zona como Hungría, Rumanía y Bulgaria se adhirieron a la alianza militar de las potencias del Eje. En los meses siguientes nuevos países como Yugoslavia y Croacia entraban en la órbita de los dominadores de Europa.
La “Operación Barbarroja”
El pacto germano-soviético de 1939 nunca fue entendido por las potencias occidentales y seguramente tampoco gozó de plena confianza entre los firmantes. El avance de la URSS hacia los Balcanes y los intereses alemanes en la zona, con la incorporación de parte de estos territorios, llenaba de interrogantes el mantenimiento del pacto. Hitler, consciente de las riquezas naturales de la URSS, inició el 22 de junio de 1941 el plan Barbarroja. Más de 3 millones de soldados atacaron la URSS. El avance fue espectacular. En otoño, los alemanes se habían apoderado de la Rusia Blanca, ocupaban parte de Ucrania, Leningrado estaba sitiado y sus tropas estaban a 35 km de Moscú. Pero el invierno y la resistencia rusa detuvieron el avance a principios de diciembre.
Mientras, los japoneses bombardeaban la base norteamericana de Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941), en las Islas Hawái. Japón llevaba a cabo una política expansionista en Asia y reclamaba su “gran espacio oriental”.
En China, había colocado un gobierno títere en Nan-Kin, en verano de 1937, y habían ocupado Indochina en julio de 1941. EE.UU. reaccionó embargando exportaciones de productos importantes para la economía japonesa (hierro y acero), y en noviembre de 1941 exigió el fin de ambas ocupaciones.
A pesar de que los intereses de ambas naciones terminarían chocando en el Pacífico y que sus relaciones estaban deterioradas, el ataque a Pearl Harbor fue una sorpresa. Al día siguiente, EE.UU. y GB declaraban la guerra a Japón. El 11 de diciembre, Alemania e Italia hacían lo propio con EE.UU.
1942, el dominio del Eje
Las potencias del Eje consiguieron durante 1942 la máxima extensión de su dominio. Cuatro zonas van a marcar el fuerte empuje de sus ejércitos: el Pacífico, el Norte de África, el Atlántico y la Unión Soviética.
En enero de 1942, 26 países, entre ellos las principales potencias, GB, URSS y EE.UU., decidieron no acabar la contienda hasta la derrota total del Eje. EE.UU. y GB coordinaron sus actuaciones bélicas en un Estado Mayor
Combinado y dieron prioridad a la guerra en Europa postergando el Pacífico. Así, los japoneses lograron importantes avances tras Pearl Harbor. En los primeros 5 meses de 1942 ocuparon: Malasia, Indonesia, Filipinas, Birmania, Hong Kong, Guam, Nueva Guinea y amenazaban Australia.
En el Norte de África, tras el avance italiano, los ingleses, a comienzos de 1941, habían entrado en Libia y Etiopía, poniendo fin al dominio italiano en la zona. El protagonismo pasó a manos del Afrika Korps de Rommel, que a mediados de 1942 había penetrado en Egipto. Los panzer alemanes lograron avanzar, a finales de agosto, hasta El Alamein, a 100km de Alejandría, con lo que la amenaza se cernía sobre el Canal de Suez.
Los submarinos alemanes controlaban las aguas del Atlántico. A principios de 1942, EE.UU. no estaba completamente preparado para la guerra y pasaba por un momento de movilización y producción de material bélico.
Así que buena parte de ese año, barcos ingleses y norteamericanos sufrieron ataques incluso cerca del continente americano, imposibilitando la salida de tropas estadounidenses a Europa.
La ofensiva alemana en la URSS tuvo su punto álgido en 1942. Hitler destituyó al general Von Brauchtisch y tomó el mando de las operaciones. En mayo de 1942, intensificó el ataque sobre Crimea. En los meses siguientes dirigió sus fuerzas a los campos petrolíferos del Cáucaso y Stalingrado, donde más de 22 divisiones intentaron cruzar el Volga.
Los rusos perdieron en esta batalla, la más atroz de toda la guerra, a más hombres que EE.UU. en toda la contienda.
Igual de terrorífico fue el asedio de Leningrado que duró 900 días, de septiembre/1941 a enero/1944. La resistencia rusa en todos los frentes fue excepcional en unos momentos muy delicados: la cuenca industrial del Don estaba ocupada, al igual que la zona de Ucrania, lo que provocaba escasez de alimentos. Los soviéticos decidieron el traslado de la industria hacia el este. Con esta decisión se aseguraban la continuidad de una producción que, a pesar de todo, no había sido seriamente dañada.
Todo comenzó a cambiar a finales de 1942. Los estadounidenses, al mando del general Douglas MacArthur, consiguieron victorias importantes liberando a Australia de la presión japonesa. Al final de año los americanos desembarcaban en Guadalcanal, en Islas Salomón, lo que suponía el fin del avance japonés y el inicio de la contraofensiva. La fuerza submarina alemana fue perdiendo efectividad en el Atlántico, con lo que los aliados empezaron a planificar la invasión de Europa desde Inglaterra. En el Norte de África las tropas inglesas de Montgomery lograron contener en octubre de 1942 a los alemanes en El Alamein; un mes más tarde, el general Eisenhower, al mando de tropas estadounidenses, desembarcaba desde el oeste. Ambos ejércitos vencieron en Túnez a Rommel en mayo de 1943. Por último, los soviéticos lograron la victoria en Stalingrado, en febrero de 1943, donde capitularon 330.000 alemanes. Los rusos comenzaron a avanzar hacia el oeste.
La victoria aliada
Desde África, las tropas aliadas cruzaron el Mediterráneo y en julio de 1943 entraron en Sicilia. Ante el avance aliado, Mussolini dimitió y fue detenido. Víctor Manuel II, nombró un gobierno que solicitó el armisticio —3 de septiembre— y declaró la guerra a Alemania. Italia fue admitida como “cobeligerante” por los aliados. Los alemanes invadieron el norte de Italia, mientras que Mussolini escapaba de su encierro ayudado por tropas alemanas el 22 de septiembre y se desplazaba al norte donde fundó la República Social Italiana —República de Saló— bajo protección alemana. El 4 de junio de 1944, los aliados entraban en Roma; y en abril de 1945, los partisanos detenían a Mussolini cuando intentaba huir. Fue fusilado y descuartizado.
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República de Saló |
Dos días después de la entrada aliada en Roma, el 6 de junio de 1944, empezaba la operación Overlord: 100.000 hombres, principalmente ingleses y norteamericanos, desembarcaban al mando de Eisenhower en Normandía, el mayor desembarco de tropas por mar realizado en la historia. El avance fue más complicado que la entrada por el sur de Italia debido a las importantes fortificaciones construidas por el ejército alemán. Además, el mejor estado de las carreteras hacía que la comunicación entre las zonas de defensa fuera más fluida. París fue liberada el 25 de agosto.
En el sur los aliados desembarcaron en Provence el 15 de agosto y ocuparon Marsella el 23. Ambos contingentes se unieron en la zona de Dijon a mediados de septiembre. A finales del mismo mes cruzaban la frontera con Alemania en dirección a Berlín.
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Normandía |
En 1944, los rusos expulsaron a los alemanes de Ucrania, la Rusia Blanca, los Estados Bálticos y Polonia oriental.
En agosto llegaban a Varsovia, y en los meses siguientes a Rumania, Bulgaria y Hungría. En febrero alcanzaban el Oder, a menos de 100km de Berlín, donde el general Zhukov reagrupó fuerzas.
Mientras, los aliados se detuvieron en el oeste cerca de Berlín. Eisenhower permitió que fueran las tropas rusas las primeras en entrar en la capital, como reconocimiento al sacrificio realizado. Berlín fue ocupada entre el 25 de abril y el 2 de mayo. El 30 de abril, Hitler se suicidaba en el búnker de la Chancillería. Ocho días después el almirante Karl Dönitz, designado sucesor por el Fuhrer, firmaba la capitulación el 9 de mayo . La caída de Alemania era el fin de las acciones en Europa, pero no el de la guerra.
En el Pacífico, las fuerzas americanas fueron ocupando entre enero de 1944 y marzo de 1945 Filipinas, las Marshall, las Carolinas y las Marianas. Pusieron bases en islas cerca de Japón. Desde ellas y portaaviones desencadenaron un intenso bombardeo sobre Japón desde mayo de 1945 que destruyó la flota y la industria nipona.
A pesar de todo se pensaba que la rendición iba a ser larga y costosa. Truman, que había sustituido a Roosevelt fallecido el 12 de abril de 1945, decidió lanzar la primera bomba atómica de la historia. El 6 de agosto de 1945, el Enola Gay, bombardero cuatrimotor B-29, despegaba de Tinian y dejaba caer a «Litte Boy», bomba atómica de unos cuatro mil kilos, a las 8:15h en Hiroshima. La ciudad de 200.000 habitantes fue destruida, pereciendo más de 70.000 personas. Tres días más tarde lanzaban «Fat Man» sobre Nagasaki que mató a más de 80.000 personas. Los japoneses pidieron la paz inmediatamente. El 2 de septiembre de 1945 firmaban la rendición en el acorazado Missouri. Japón pasaba a ser ocupado por EE.UU., pero mantenía a su emperador, Hirohito, como jefe del Estado.
Las retaguardias
Las potencias combatientes
La IIGM influyó en mayor medida en la población porque las acciones bélicas dejaron de circunscribirse exclusivamente al frente de batalla y los habitantes de ciudades y pueblos pasaron a ser un objetivo más.
Las potencias democráticas anglosajonas exigieron un gran esfuerzo productivo a su población. Su fuerza estaba en el nivel de producción, y entendían que alargando la guerra aumentaban sus posibilidades de victoria. EE.UU. incrementó de forma excepcional su producción; al final de la guerra, alcanzaba 2/3 de la producción mundial. En el orden político, GB y EE.UU. mantuvieron el funcionamiento de sus instituciones. Las libertades y derechos ciudadanos fueron respetados. Los medios de comunicación pudieron ejercer su libertad de informar de forma amplia y mantuvieron una actitud crítica frente al poder. Aunque los ciudadanos británicos soportaron peores condiciones que los estadounidenses, hubo un ambiente de ayuda colectiva que facilitó la superación de dificultades. En este ambiente de sacrificio y unidad, Churchill fue elegido para conducir al país en la guerra, siendo relevado una vez finalizada. Los ingleses reconocían la actuación de su primer ministro durante la contienda, pero dudaban de su capacidad para gestionar los tiempos de paz, en que los avances sociales debían ser importantes.
Uno de los problemas fundamentales a los que tuvo que enfrentarse GB fue la pérdida de control de sus colonias. Mientras que en algunos casos la guerra estrechó los lazos con la metrópolis, como con Australia y Canadá, en otros se vio la posibilidad de poner fin a años de sumisión. Dirigentes de países del Norte de África y asiáticos apoyaron a alemanes o japoneses con el objetivo de acabar con el imperialismo occidental. La defensa inglesa del colonialismo les separaba de su gran aliado, E.EU.U., que, a pesar de temer el contagio de las ideas alemanas en América Latina, mantuvo su oposición al control colonial.
En EE.UU., en los primeros compases de la guerra, la opinión pública estaba dividida entre los que apoyaban la intervención y los que se oponían. Roosevelt era partidario de intervenir y su política facilitó la ayuda a los aliados. Si en los 30 el gobierno defendió la neutralidad, en noviembre de 1939 aprobaba la ley “Cash and Carry”, que permitía la venta de armas a los aliados al contado. Esta política se puso de manifiesto con el envío de armas a Inglaterra en verano de 1940. En marzo de 1941, Roosevelt aprobaba la ley de “Préstamo y Arriendo”, que permitía la compra de armas o materias primas y alimentos a crédito. El país se preparaba para la posible entrada en el conflicto, lo que incluía reorganización del ejército y ampliación de la fuerza aérea y la flota. Con el ataque a Pearl Harbor la opinión cambió. Algunas minorías, como la población negra, mejoró sus condiciones de vida por su participación en la guerra, mientras que los japoneses, en su mayoría ciudadanos norteamericanos, perdieron sus derechos y fueron internados en campos de concentración ante una posible colaboración con el enemigo.
La Unión Soviética movilizó desde el principio todos sus efectivos. El sacrificio exigido a su población fue excepcional, y a pesar de que buena parte de sus recursos y territorios estuvieron en poder alemán, mantuvo una producción alta, consecuencia de la decisión de trasladar la industria al Este. La política de tierra quemada durante el avance alemán supuso una reducción considerable en su Renta Nacional. Además de los sacrificios derivados de un trabajo agotador para mantener el nivel productivo, lo que incluyó disminución de salarios, la brutal acción de tropas alemanas en suelo ruso castigó de forma especial a la población. Los dirigentes políticos y militares soviéticos y las autoridades en ciudades y pueblos tomaron medidas que crearon un sentimiento de resistencia y resiliencia en el pueblo. Las tropas fueron obligadas a mantener la resistencia o iniciar el contraataque a cualquier precio. La Guerra Mundial en la URSS se convirtió en la Gran Guerra Patriótica, aunó el sentimiento nacional y a la que se supeditaron los esfuerzos para conseguir la victoria.
En las potencias del Eje se intentó, en los primeros meses, que la población no sufriera los efectos de la contienda.
En Alemania, los ciudadanos no soportaron ningún tipo de restricción. La estrategia de Hitler de realizar una guerra relámpago estaba relacionada con la necesidad de victoria rápida, ante la superioridad material de los aliados, que le permitiera acceso a las materias primas para la industria. El Estado no acaparó todos los resortes de la economía, así que se mantuvo la iniciativa privada, aunque en todo momento estuvo supeditada a las necesidades nazis. La economía se benefició por el expolio de los países ocupados: se incrementó la producción de petróleo en Hungría, en Noruega se puso en marcha una importante industria de aluminio y de Polonia se desviaron grandes cantidades de minerales para la industria germana.
En otros casos, países denominados neutrales colaboraban con Alemania. España aportó productos alimenticios y wolframio. Franco pagaba la ayuda de Hitler en la guerra civil. La falta de hombres en la industria, requeridos para engrosar el ejército, no fue suplida con mujeres alemanas, en parte por la ideología nazi, pero también porque usó mano de obra forzosa de prisioneros, miembros de razas consideradas inferiores o alemanes opositores. La sociedad nacida de la victoria nazi implicaba unidad de pensamiento, con lo que se exacerbó el totalitarismo y la marginación y eliminación de cualquiera que disintiera.
Italia tuvo que imponer restricciones a la población en los primeros meses de guerra. Mussolini unió su destino a Hitler convencido de la superioridad alemana y su victoria. Sin embargo, la actuación de los dirigentes italianos fue menos previsora que la de sus correligionarios e hicieron gala de una mayor improvisación. El régimen italiano mantuvo el totalitarismo que había presidido su actuación desde la subida del Duce al poder y continuó ejerciendo la represión contra los opositores de forma sistemática.
Japón tenía graves problemas con el suministro de productos, especialmente petróleo, que compraba a EE.UU. La ocupación de territorios en Asia facilitó la llegada de materias primas a la industria japonesa. A estas carencias se unía el problema de mantener a una población sin recursos alimenticios adecuados, base de la justificación de su expansión colonial. La sociedad japonesa estaba educada en una férrea disciplina. Sus enfrentamientos bélicos en las últimas décadas se habían saldado con victoria, lo que unido a su avanzada tecnología militar y su concepto de honor y patriotismo los hacían enemigo difícil. Mantuvieron la unidad y estuvieron dispuestos a defender cada isla y casa hasta el final. Solo las explosiones nucleares doblegaron su espíritu de resistencia. El Consejo Supremo de Guerra dudó hasta el último momento aceptar la rendición por miedo al levantamiento del ejército y la oposición de la población que prefería su sacrificio en defensa del Emperador. Pero Hirohito aconsejó la aceptación. A pesar de esta decisión, hubo militares que, desperdigados por las islas del Pacífico, se negaron a aceptar la derrota y se mantuvieron en guerra hasta la década de los setenta.
El colaboracionismo
La victoria de las potencias del Eje llevaba implícito un Nuevo Orden con bases en la ideología fascista. Pero como sus victorias fueron temporales y su derrota final impidió su instauración, sus realizaciones fueron parciales y tuvieron diferente aplicación dependiendo de la nación ocupada, ya fuera considerada inferior o asimilable. Entre las naciones «inferiores», URSS y Polonia. En ambos, los alemanes buscaban la explotación del territorio y sus habitantes. En la URSS las tierras fueron consideradas propiedad de Alemania y sus ciudadanos utilizados como mano de obra servil, cuando no asesinados con la aplicación del terror. En Polonia la población fue tratada de forma inhumana; se les redujo el suministro de alimentos a la mínima, se prohibieron derechos fundamentales y parte importante de la población, incluidos niños, fueron desplazados a Alemania como mano de obra esclava.
En el lado opuesto, países que los alemanes consideraban racialmente asimilables. Austria, cuyos dirigentes fascistas ocuparon puestos relevantes en el III Reich. En Dinamarca la ocupación se realizó de forma incruenta. La colaboración que se estableció, como en Bélgica y Holanda, fue circunstancial y basada en mínimos que facultara la continuidad de servicios básicos. Lo que no impedía la colaboración de aquellos que mantenían misma base ideológica. En Noruega tuvo lugar uno de los casos más representativos de colaboracionismo, el de Vidkun Quisling, dirigente del partido fascista noruego, cuyo apellido pasó a ser utilizado como sinónimo de colaborador o simpatizante nazi. Fue primer ministro de Noruega entre 1942 y 1945.
En otros países preferían usar a partidos autoritarios y anticomunistas en la administración del país ocupado, lo que no impedía la colaboración estrecha con partidos fascistas. En Rumania, apoyaron al militarista conservador Antonescum, en lugar de a Horia Sima, miembro de la Guardia de Hierro fascista. En Hungría se mantuvo en el poder al regente Miklós Horthy, con un gobierno conservador. En 1944 el dirigente fascista húngaro del Partido de la Cruz Flechada, Ferenc Szálasi se hizo con el poder. Por su parte, Yugoslavia fue dividida en el estado croata, bajo dominio italiano, y la zona de Serbia, con administración alemana.
La rápida derrota francesa dejó sin respuesta a una mayoría de franceses. Entre ellos, miembros del parlamento, que aceptaron la derrota y concedieron plenos poderes a Petain. El régimen autoritario de Vichy contó con importantes colaboradores como Pierre Laval, que alcanzó la presidencia del gobierno entre 1942 y 1944. La colaboración estrecha entre el gobierno de Laval y la Alemania nazi perjudicó a los miles de refugiados españoles que habían huido de la represión franquista. Laval pretendió anular el acuerdo entre México y Francia que permitía la salida de refugiados a América, con la pretensión de utilizarlos en los campos de trabajo alemanes. Su gobierno aprobó una disposición administrativa que incrementaba las dificultades de los españoles que quisieran salir de Francia y estuvieran en edad de trabajar. Los dirigentes de los partidos fascistas franceses no estuvieron en Vichy, sino colaboraron con la administración alemana en París, como Jacques Doriot, dirigente del Partido Popular Francés.
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Petain |
La colaboración incluyó en algunos casos la formación de ejércitos que combatieron junto con el alemán. Fue especialmente relevante a raíz del ataque a la URSS. En buena parte de los países ocupados o los que se declararon neutrales, pero eran afines a Alemania, se formaron ejércitos para combatir al comunismo: la Legión Walona en Bélgica, la División Vikingo en Noruega, la Legión de Voluntarios Franceses o la División Azul en España. Japón llevó una política similar a la alemana. Explotaron territorios sin consideración. El discurso se basaba en el antioccidentalismo. No faltaron colaboracionistas o nacionalistas que apoyaron las tropas japonesas para conseguir la independencia de las metrópolis europeas, como el caso de Sukarno en Indonesia. De hecho, la descolonización de
Asia tuvo su punto álgido con el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Las resistencias
La diversidad en la colaboración con Alemania se repite en la resistencia que surgió en los países ocupados. Patriotas, defensores de la libertad, luchadores antifascistas, personas que habían sufrido la represión nazi formaron parte de los grupos de resistencia. Esta oposición al Nuevo Orden tuvo un momento clave en la invasión alemana de la Unión Soviética. Desde este momento, los miembros de los partidos comunistas de los países ocupados desempeñaron un papel fundamental en la resistencia y en la reconstrucción y reorganización política de sus países una vez finalizada la contienda.
Las decisiones del Parlamento francés y la asunción de poderes de Pétain retrasaron la formación de la resistencia francesa que tuvo diferentes puntos de organización: la interior que se formó desde los primeros momentos de ocupación y tuvo en los “maquisards” los grupos más significativos; la exterior protagonizada por el General De Gaulle, quien se opuso a la claudicación y tomó el exilio. En Inglaterra constituyó “Francia Libre”, con objetivo de expulsar de suelo francés a las fuerzas de ocupación. Churchill le reconoció como “jefe de los franceses libres”. La Colaboración entre la interior y el exilio fue más intensa desde 1942.
El dirigente de la resistencia interior, Jean Moulin, promovió, a principios de 1943, la unificación de los grupos en el Comité Nacional de la Resistencia; labor que continuó George Bidalut, tras la detención y asesinato del primero por la Gestapo. La actuación de la resistencia francesa fue dirigida a la realización de atentados y sabotajes y a la captación de información, clave para los ejércitos aliados, además de la publicación de folletos. De Gaulle supo incluir a Francia entre los países vencedores, con lo que pudo desempeñar un papel importante en la inmediata posguerra.
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Jean Moulin |
En países como Italia y Yugoslavia la guerra desembocó, prácticamente, en guerra civil. En los primeros años, los italianos formaron la resistencia en el exterior, aunque desde el armisticio en septiembre de 1943, la resistencia partisana tuvo presencia destacada. El punto álgido es la constitución de la República Social de Mussolini en el norte del país, y su final en la rendición de los alemanes en abril de 1945. Las acciones más frecuentes de los partisanos consistieron en sabotajes contra las tropas de ocupación.
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Partisanos |
En Yugoslavia los enfrentamientos entre resistencia y fuerzas que apoyaron a los alemanes fueron especialmente duros. La ocupación provocó la creación de un Estado croata dirigido por los ustachis de Ante Pavelic, líder fascista croata, controlado por el III Reich. En Serbia, los chetniks del coronel monárquico Dragoljub Mihailovic, apoyados por los alemanes se enfrentaron a la Resistencia partisana del comunista Joseph Broz, “Tito”. Este sería el vencedor y Yugoslavia se convirtió en el único caso de implantación de un régimen comunista en la Europa Oriental sin la intervención de las tropas soviéticas en su avance a Berlín.
En Alemania, la resistencia al régimen nazi tuvo alcance limitado. La forma expeditiva con que los dirigentes se enfrentaban a cualquier tipo de oposición hizo que fuese prácticamente inexistente. Al estallar la guerra mundial en Alemania ya había 8.000 personas en campos de concentración. Según avanzaba la guerra y se vislumbraba la derrota, la disidencia se hizo más presente. El ejemplo más representativo fue el intento de asesinato de Hitler en el complot liderado por el coronel Claus Von Stauffenberg, la operación Walkiria.
Represión y holocausto
La brutalidad de los alemanes en la IIGM quedó patente en los países que ocuparon: torturas, ejecución de rehenes, trabajos forzosos, campos de concentración, experimentación con seres humanos, cámaras de gas... En Croacia, el líder fascista Pavelic promulgó, a semejanza de los nazis, leyes antisemitas y abrió el campo de exterminio de Jasenovac, con 80.000 personas asesinadas entre gitanos, serbios y comunistas. De la brutal represión no se libraron los alemanes: tras el fracaso de la operación Walkiria fueron ejecutadas 7.000 personas. Uno de los países que sufrió la represión de forma especial fue Polonia, donde el 20% de la población murió en la guerra. El general Hans Frank, gobernador del III Reich en Polonia, ejecutaba 100 rehenes por cada soldado alemán asesinado. Más de 200.000 niños polacos fueron utilizados como mano de obra esclava en Alemania. En el campo de Liblin fueron fusilados o gaseados miles de prisioneros soviéticos.
En campos de concentración se realizaron experimentos médicos utilizando seres humanos como cobayas. Huesos, nervios y músculos fueron extraídos de los prisioneros para luego realizar trasplantes o injertos en operaciones que se realizaban sin anestesia; se experimentó sobre el efecto de determinadas drogas, …
Japón no se quedó atrás en este tipo de experimentos. La Unidad 731, que llevó a cabo su actuación en Manchuria, estaba formada por unos 2.000 japoneses que formaban un grupo de investigación sobre las armas biológicas. Para sus estudios realizaron experimentos con humanos: disección en personas vivas, estudios sobre la agonía y la muerte, … A las atrocidades cometidas por la Unidad 731, se puede añadir la actuación de las tropas japonesas en buena parte de Asia: torturas, fusilamientos, represalias, violaciones… como en 1938 Nan-Kin (China), donde las tropas japonesas violaron unas 30.000 mujeres. Unas 200.000 asiáticas —filipinas, tailandesas, chinas, coreanas, etc.— fueron hechas prisioneras para ser entregadas como esclavas sexuales a soldados nipones durante la guerra.
Mención aparte merece el Holocausto judío. El antisemitismo de Hitler estuvo detrás de su intento de hacer desaparecer a todo un pueblo. Las medidas represivas supusieron la emigración de Alemania de cerca de 250.000 personas antes del inicio de la guerra. Pero las victorias alemanas volvieron a colocar bajo su dominio a miles de judíos que vivían en las naciones ocupadas. Los dirigentes nazis pensaron, en un principio, en deportar a los judíos; aunque con la llegada de las derrotas la actuación contra los judíos se fue endureciendo hasta desembocar en la “Solución final”, que no era otra cosa que su completa eliminación. En la guerra con la URSS ya se pusieron en marcha medios de exterminio como asesinatos masivos mediante fusilamientos, ejecuciones sumarias mediante un tiro en la nuca o la utilización de camiones como cámaras de gas móviles. La eliminación racial o política realizada en los campos de exterminio aplicaba los criterios de mínimo coste y máxima eficacia. En total, unos 6 millones de judíos fueron asesinados.
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