El conciliarismo y la limitación del poder papal
Se entiende por c. (teoría conciliar) la doctrina que considera al concilio universal como la suprema autoridad de la Iglesia, elevándolo (condicionalmente o por principio) por encima del papado.
La teoría conciliar, de gran aceptación especialmente en los medios universitarios, pensaba que el Concilio podía contrapesar las tendencias autoritarias hacia las que se encaminaba el Papado. Si bien el conciliarismo es un movimiento propio de la Iglesia según el cual el Concilio, representante de la congregación de los creyentes, es superior al Papa, su interés para el ámbito político reside en el hecho de que resulta una manera interna de controlar la monarquía papal a través de la aplicación de lo que se denomina la teoría ascendente del poder.
Los últimos concilios medievales: la crisis conciliar
El Concilio de Constanza convocado por el emperador Segismundo (futuro Juan XXII), había puesto fin al Cisma de Occidente, quedando patente que el Concilio era un útil instrumento para solucionar los grave problemas de la iglesia. Este Concilio, en su decreto "Sacrosanta" no pretendió definir dogmáticamente el conciliarismo; sus artículos sólo tuvieron un claro valor circunstancial. Los papas Martín V y Eugenio IV los reprobaron.
Nacía así la llamada teoría conciliar, que gozaba de gran aceptación, especialmente en los medios universitarios, al comprobarse que podía ser un contrapeso a las tendencias autoritarias del papado. Concretamente el I Concilio de Letrán (1123), había puesto fin al problema de las investiduras; el IV de Letrán (1215) para condenar a los valdenses, el I de Lyon (1245) para deponer a Federico II; el de Vienne (1311-1313) para disolver la Orden del Temple; el de Constanza (1414-1418) para la superación del Cisma.
En 1417 se promulgaron cinco decretos de reforma. El más importante fue el decreto "Frequens" que convierte el Concilio Ecuménico en una institución permanente en la Iglesia, ordenándose su celebración cada determinado período de tiempo, sin necesidad de convocatoria pontificia. El 22 de abril de 1418, se celebró la última sesión y con ella quedó clausurado el Concilio. El papa Martín V aceptó todas las decisiones adoptadas, con excepción de la teoría conciliarista. Su sucesor, Eugenio IV, lo reconoció como ecuménico (1446) exceptuando lo que iba contra el primado pontificio o contra la autoridad de la Santa Sede.
El poder de la Iglesia, al igual que en las monarquías parlamentarias, residía en el Concilio, del que el Papa era su alto representante, pero no era el dueño absoluto del poder, como había sucedido hasta entonces. El concilio de Constanza acabó con la elección de Martín V (1417-1431), aceptándose ciertas limitaciones al poder pontificio, a cambio el concilio admitió la exclusividad del papa para efectuar definiciones dogmáticas, decreto Frequens (1417). En este mismo Decreto se estableció que el concilio volvería a reunirse en 1423, 1430 y, posteriormente, cada diez años. De vuelta a Roma, Martín V fue recibido con entusiasmo, siendo el primer papa romano en 135 años. A él se debe la creación de la Rosa de Oro que, desde entonces, los Papas otorgan como especial distinción a las personas ilustres que se habían distinguido por su protección a la Iglesia: antes de su muerte convocó el concilio de Basilea.
Concilio de Basilea 1431 |
El triunfo de la monarquía papal
El nuevo papa, Eugenio IV (1431-1447), antes de ser proclamado, tuvo que aceptar que no tomaría ninguna iniciativa sin contar con el Colegio de Cardenales que, según la teoría conciliar, imponía su criterio oligárquico respecto al gobierno de la Iglesia. El concilio de Basilea fue inaugurado el 23 de julio de 1431. El primer desacuerdo surgió cuando los huistas fueron invitados al Concilio para discutir sus doctrinas. En diciembre, el Papa clausuró el concilio y los trasladó a Bolonia, provocando la protesta de los padres conciliares. Al año siguiente, el emperador Segismundo se dirigió a Roma, donde consiguió que el papa reconociera el carácter ecuménico del concilio. Eugenio V declaró disuelto el Concilio de Basilea (1431-1449), y excomulgó a cuantos continuaban allí, convocando otro concilio ecunémico en Ferrar para 1438. Los padres de Basilea, entre el que se encontraba el futuro Pío II, declararon depuesto al papa y eligieron al laico Amadeo VIII de Saboya, que tomó el nombre de Félix V (1340-1349), que fue el último antipapa de la Iglesia: los reyes de Francia, Castilla, Aragón, Polonia y el duque de Borgoña, retiraron el apoyo al antipapa.
Pío II, que anteriormente había sido partidario de las doctrinas conciliares, una vez elegido pontífice, siguiendo los pasos de sus predecesores Eugenio IV y Nicolás V, promulgó la Bula Execrabilis (1460), por la que se prohibía apelar al Concilio las decisiones tomadas por el Papa. El concilio de Ferrara (1439) se abrió con la presencia de Eugenio IV en 1438, que lo trasladó a Florencia en 1439, a causa de la peste. El emperador de Oriente, Juan VIII Paleólogo, acompañador del patriarca de Constantinopla, José II, entre otros obispos,acudió al Concilio. Quería conseguir la unión entre las iglesias de Oriente y Occidente. El 8 de junio se acordó el reconocimiento de la primacía de Roma. En 1443, el Papa trasladó el concilio a Roma, donde se clausuró en 1445, con la proclamación de la bula Benedictus sit Deus, en la que se celebraba la unión de los católicos y los ortodoxos, a la que se adhirió una parte de las iglesias siria, maronita y caldea.Era la primera vez que un concilio ecuménico se había desarrollado en tres sede: Ferrara, Florencia y Roma.
Concilio de Ferrara (1439) |
La fallida unión de las iglesias
Desde que, el 16 de julio de 1054 se materializa la ruptura entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa, cada iglesia tenía su área propia de control. Se mantenían buenas relaciones entre ellas incluso hubo diversos intentos por volver a la unidad (Gregorio VII y Urbano II). Tras la toma de Constantinopla por los cruzados (1204), los emperadores latinos proclamaron la unión y nombraron a un patriarca latino en constantinopla (en ausencia del patriarca ortodoxo, que se retiró a Nicea con el emperador bizantino) pero la situación no cambió mucho ya que la población seguía siendo fiel a la ortodoxia.
En 1248 se volvió a intentar durante el II Concilio de Lyon y del de Florencia: en 1248, el emperador de Nicea, Juan III Vatatzés, temeroso de un avance de los latinos en sus dominios de Asia Menor, escribió a Inocencio IV, ofreciéndole la unión y el reconocimiento de la supremacía de Roma, a cambio de la devolución de Constantinopla: esto no se llevó a cabo debido a la muerte en 1254 de ambos personajes. En 1261 volvió a producirse la toma de Constantinopla por Miguel VIII Paleólogo, pero, ante el peligro de una nueva cruzada, éste solicitó nuevas conversaciones que no llegaron a ningún acuerdo. De nuevo, ante las presiones exteriores, Miguel VIII participó en el II Concilio de Lyon (1274), donde se proclamó la unión. Allí, el patriarca de Constantinopla, Germán II, hizo una profesión de fe, en nombre del Emperador, en la que aceptaba el Filioque y la primacía de Roma. Esta unión no trascendió por razones políticas. Andrónico II (1282-1328), nuevo emperador, declaró nulos todos los acuerdos alcanzados en tiempos de su padre.
En tiempos de Juan V Paleólogo (1341-1365), se realizó una nueva tentativa: el emperador se desplazó a Italia para pedir ayuda contra los turcos, que se habían instalado en Gallípoli. Juan V llegó a firmar con Urbano V en 1368, la llamada Unión de Roma, pero nadie le ayudó en su lucha contra los turcos. De nuevo, la amenaza turca obligó a Juan VIII Paleólogo a tratar de conseguir la unión entre iglesias en el concilio de Ferrara (1439) con la bula papal Laetentur Caeli Bulla Unionis Graecorum: en esta ocasión el emperador se trasladó personalmente a Florencia, junto con el arzobispo de Nicea, Basilio Besarión. El decreto de unión fue redactado por Besarión y por el General de los Camalduleneses, Ambrosio Traversari, en griego y latín y fue leído y firmado por el Papa y el emperador el 6 de julio de 1439. La unión se firma por cuestiones políticas y no por convicciones religiosas. Los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén rechazaron los establecido en el concilio y amenazaron a Juan VIII con la excomunión. El pueblo y el clero de Constantinopla rechazaron la unión con Roma a pesar del peligro de invasión turca.
Laetentur Caeli Bulla Unionis Graecorum (1439) |
Renacimiento y papado
Entendemos por Renacimiento, el movimiento cultural y artístico basado en el redescubrimiento de la antigüedad clásica que se desarrolló entre los siglos XV y XVI, llamándose el primer periodo del siglo XVI primer renacimiento o Cuatrocento. El renacimiento es considerado la consecuencia lógica de la evolución del pensamiento y las artes medievales, en constante progresión en todos los ámbitos.
El Humanismo aplicado especialmente a los hombres de letras está muy vinculado al Renacimiento. En el Humanismo se encierra toda una forma de pensamiento que sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo que estará implícito en la crisis de pensamiento escolástico. Los Humanistas anteponen el culto a la razón al ideal cristiano, basado en la fe y la moral. Este cambio de pensamiento dará origen a lo que se ha denominado espíritu moderno, y junto a la reforma protestante del siglo XVI y la revolución francesa del siglo XVIII, constituye la gran revolución espiritual y mental de Europa. a la difusión del Humanismo, contribuyó la llegada a Italia de numerosos intelectuales bizantinos que querían escapar del avance turco sobre Constantinopla. En Italia fueron acogidos por numerosos mecenas y príncipes, focalizados en la difusión cultural. el descubrimiento y difusión de la imprenta por Gutemberg en el siglo XV fue un factor decisivo para la difusión de la cultura.
Los Papas se distinguieron siempre por su protección a los artistas y por su interés por las letras y la filosofía de la Antigüedad. Juan XXII creó en 1317 la Biblioteca Vaticana, la cual, con Urbano V contaba ya en 1329 con 22000 manuscritos que había mandado copiar. Los intelectuales del momento gozaron de la protección de los pontífices de Aviñón. Los Papas, al regresar a una Roma tras 70 años de abandono, volcaron sus esfuerzos por convertirlas en la corte más esplendorosa de la Cristiandad. a roma fluyeron artistas florentinos y riquezas que fueron invertidas en restaurar y embellecer las grandes basílicas de San Juan de Letrán, Santa María y San Pedro.
Los primeros Papas del Renacimiento
El veneciano Eugenio IV protegió a los humanistas entre ellos a los helenistas Bearión y traversari y a los latinistas Mateo Vegezzio y Lorenzo Valla. Además, reorganizó la Biblioteca Vaticana y reavivó la universidad de Roma. El sucesor de Eugenio IV fue Nicolás V (1447-1455), el primero de los grandes mecenas pontificios: desde joven había sido preceptor, en Florencia, en las casas de los Strozzi y los Albizzi, donde entabló amistad con gran número de humanistas: estudió en Bolonia, tras lo cual entró al servicio del arzobispo, comenzando la carrera eclesiástica. los fondos obtenidos en el Jubileo de 1450 fueron destinados a restaurar numerosas iglesias y a inicio de la construcción de la Basílica de San Pedro. Roma se convirtió en el centro de atracción de los más famosos artistas, como Fray Angélico. la masiva llegada de orientales, ante la inminente caída de Constantinopla, acogidos por su compatriota el cardenal Besarión, hizo que el renacimiento fuera también considerado griego (no solo latino).
Eugenio IV y Nicolás V |
Pío II (1458-1464), Eneas Sil vio Piccolóminni escogió su nombre como alusión al epíteto pío que acompañaba a Eneas en la obra de Virgilio.En el plano político, Pío II trató de fortalecer la Iglesia y de conciliar los estados italianos. En las cuestiones disciplinarias y religiosas, se reveló como dogmático defensor de la supremacía de la autoridad del Papa sobre la de los concilios, interviniendo activamente en el refrenamiento del proceso de desintegración del catolicismo en Alemania. Su gran iniciativa, y también su drama como pontífice, fue la preparación de una nueva cruzada para la que llegó a convocar una dieta en Mantua (1459-1460), iniciativa cuyo fracaso apresuró su muerte. Promovió la canonización de San Vicente Ferrer y de Catalina de Siena, y fue munificente protector de las artes, mirando con recelo, por el contrario, aquellas manifestaciones de la cultura humanística de la que había sido anteriormente uno de los más brillantes exponentes.
Pío II |
Con sus sucesores Sixto IV (1471-1484), Inocencio VIII (1484-1492) y Alejandro VI (1492-1503), continuó la larga lista de Papas nepotistas y de vida poco edificante que, sin embargo, en los político y cultural, llevaron a la monarquía pontificia al primer plano, aunque en el campo religioso, la Cristiandad pidiera una reforma, como quedaba manifestado en los concilios de Constanza y basilea. Con la eclosión del Renacimiento, los Papas olvidaron su objetivo principal para dedicarse al engrandecimiento políticos de los estados Pontificios y artísticos de Roma. a principios del siglo XVI, aparecen una serie de personajes (lutero, Zuinglio, Calvino...) como denuncia de los abusos de la jerarquía, atacando la doctrina católica, produciendo la Reforma protestante y una nueva escisión en la Cristiandad occidental.
Sixto IV (1471-1484), Inocencio VIII (1484-1492) y Alejandro VI (1492-1503) |
Dos españoles en el trono de San Pedro
Calixto III (1455-1458)
Su nombre era Alonso de Borja y Llantiol, natural de Canal (Valencia). Había sido profesor en el Estudio General de Lérida y partidario de Benedicto XIII. Fue obispo de Valencia y acompañó a Alfonso V el Magnánimo en la conquista del reino de Nápoles. En 1444 fue nombrado cardenal. Durante su corto pontificado, se interesó poco por la política cultural y preparó una cruzada contra los turcos en 1456.
Durante el primer años de su pontificado canonizó a san Vicente Ferrer. Mandó revisar el proceso contra Juana de Arco, quemada como hereje 25 años antes, declarándola inocente. Considerado Papa nepotista, elevó a la púrpura a dos sobrinos, Luis Juan de Milá, obispo de Segorbe, y Rodrigo Borja, nombrado vicecanciller de la Iglesia y obispo de Valencia. a otro sobrino, Pedro Luis Borja, lo nombró capitán general de los ejércitos pontificios y distribuyó cargos en la Curia a otros compatriotas. todo esto provocó que, a su muerte, los romanos saquearan las propiedades de los aragoneses.
Calixto III (1455-1458) |
Alejandro VI (1492-1503)
Rodrigo Borja y Llantiol era hijo de una hermana de Calixto III. Había nacido Játiva en 1431. hizo toda su carrera a la sombra de su tío. Con un comportamiento amoral y disoluto, empleó todos los medios para satisfacer su ambición. Antes de ser elegido Papa, había tenido tres hijos de madre desconocida y, ya siendo Papa, otros dos. Fue elegido papa con 70 años en una elección considerada simoníaca ya que, para ello, repartió palacios y posesiones entre sus lectores Orsini, Colonna y Savelli. Toda su acción diplomática estuvo destinada a realzar el prestigio de su familia y, especialmente el de César Borgia para lo que apoyó a las Casa de Aragón o de Anjou en sus disputas por el reino de Nápoles. El principal detractor de la conducta del papa fue el dominico ferrarés, Jerónimo Savonarola, que fue excomulgado y quemado en la hoguera el 23 de mayo de 1498 en la Plaza de la señoría de Florencia.
Por lo que a España se refiera, en 1493 Alejandro VI otorgó la Bula Inter Caetera, delimitándose por primera vez la zona de expansión portuguesa y castellana que se precisaría posteriormente en 1494 en el Tratado de Tordesillas.
Alejandro VI murió de malaria el 18 de agosto de 1503, siendo enterrado en san pedro. desde 1610, sus restos y los de su tío Calixto III descansan en la Iglesia de Montserrat.
Herejías y nuevas formas de piedad
Los Cátaros habían sido perseguidos por poner en cuestión principios y dogmas fundamentales de la Iglesia y habían intentado poner en pie una estructura paralela, con su propia jerarquía. Las persecuciones y el abandono por parte de la pequeña nobleza que le había dado su apoyo, así como su propia evolución interna, hicieron que, prácticamente, desaparecía de los lugares donde había arraigado. Los supervivientes evolucionaron hacia una especie de panteísmo místico, que no provocó mucha preocupación. Algo similar ocurría con los valdenses, germen de futuras disidencias como el husismo y el protestantismo: su ideal era vivir el cristianismo primitivo de la época de Constantino.
La aparición del franciscanismo hizo que muchos encaminaran sus inquietudes espirituales a través de dicha Orden, causando desconfianza en la Iglesia. Algunos franciscanos pretendieron llevar la pobreza evangélica hasta límites extremos y esto hizo que el Papa Juan XXII, en 1323, promulgara contra ellos la Bula Cum inter nonnulos, en la que afirmaba que, aunque Cristo había vivido pobremente, sin embargo, había poseído algún bien, aunque solo fuera su túnica.
Gregorio IX, mediante la Bula Licet ad capiendos de 1233 creó la Inquisición para la represión de la herejía, aunque no logró extinguirla del todo. la única disidencia religiosa permitida dentro de las fronteras de la Cristiandad la constituía el judaísmo. La Bula Etsi judeorum (1233) de Gregorio IX reconoció su culto y prohibió molestarlos y perseguirlos, a cambio de que vivieran separados de los cristianos y lucieran un distintivo que los identificara. El antisemitismo siempre ha estado presente a lo largo de la Edad Media.
Los últimos heresiarcas medievales
Juan Wyclif (1330-1384)
Juan Wyclif se graduó en maestro en Artes por la Universidad de Oxford a los 30 años y se doctoró en teología a los 42. Estuvo bajo la protección de los Lancaster. Tras un proceso que lo alejó de su cátedra, se retiró a su parroquia hasta el final de sus días.
Según Wyclif, la estructura eclesiástica era negativa y apenas necesaria: Según Wyclif la jerarquía se ha atribuido poderes que no les corresponden, el clero predica lo que no cumple, y el Papa pretende ser el amo del mundo y ejercer su autoridad sin ser virtuoso. Fue partidario de la traducción de las Escrituras, para que pudiera ser leídas e interpretadas directamente por los fieles, sin mediación de los clérigos. Las ideas de Wyclif fueron bien acogidas por la Universidad, por el Estado y por el pueblos. Sus doctrinas iban dirigidas a un rígido puritanismo y moralidad, y propugnaban la simplificación del culto, la anulación del clero y la confiscación de sus bienes: comenzarona ser perseguidos cuando hicieron extensivos sus principios a la nobleza.
- Teoría del Dominio
Establece que Dios es el único que posee el dominio y está en todas partes, lo cual es fomentado por la debilidad y el pecado del hombre, cosa que no ocurre en la sociedad perfecta e ideal. En ella, no se necesita de curas ni sacerdotes, pues según él, Dios no precisa de delegados ni intermediarios, una teoría similar a la que después usará Martín Lutero en el siglo XVI en la Reforma protestante.
- Teoría de la Eclesiología. Las dos iglesias
En 1376 Wyclif defendió la doctrina de "la autoridad fundada en la gracia", según la cual toda autoridad viene otorgada, directamente, por la gracia de Dios y pierde su valor cuando su detentador es culpable de pecado mortal. Para él, la verdadera Iglesia es la iglesia invisible de los cristianos en estado en gracia: Wyclif negaba el principio de la autoridad jerárquica en la Iglesia y preconizaba la designación del Papa por sorteo.
Establece que hay dos iglesias, la visible y la invisible, esta última formada por los predestinados, y que es la auténtica, como afirmará tiempo después Jan Hus. Así, Dios es la causa de esta predestinación y él dispone de todo, según el plan divino, y este predestinado no pierde sus derechos aunque peque, pues ha sido elegido por Dios.
- Negación de los sacramentos y la transubstanciación
- Teoría de las Escrituras y su libre interpretación
Wyclif se inclinó, resueltamente, por el realismo contra el nominalismo, en un debate muy acalorado en el que defendía la vuelta a la Biblia y al agustinismo. Dice que el verdadero y auténtico poder está en las Sagradas Escrituras (la Biblia), y no en la Iglesia. Esta es la teoría del "biblicismo", donde está la salvación, la revelación y la autoridad, de forma que la salvación viene directamente de Dios, sin intermediarios, y solamente resaltando el valor único de la Biblia, como fuente única de poder. No juzga a la iglesia, sino que, novedosamente, antepone directamente la autoridad suprema de la Biblia a la eclesiástica, como revelación divina.
Juan Wyclif (1330-1384) |
Juan Hus (1369-1415)
La clase dirigente alemana había provocado un sentimiento antigermánico en la población checa. Además, había que sumarle el sentimiento de odio provocado por las riquezas de la Iglesia, propietaria de casi un tercio del país.
En 1402, Hus fue nombrado capellán de la iglesia de Belén, la cual se había creado diez años antes. Hus era un predicador que arrastraba multitudes. Predicaba las ideas de Wyclif, que fueron condensadas por Gregorio XII en 1408 y se le prohibió la predicación en Belén. Hus luchó contra la predicación de la indulgencia, como posteriormente haría Lutero, cuyos ingresos destinaría el antipapa Juan XXIII a su lucha contra el rey de Nápoles. Hus fue condenado como hereje y seguidor de Wyclif, aun cuando no compartía algunas de su ideas alejadas de la ortodoxia, aceptando defenderse personalmente en el Concilio de Constanza. Allí fue juzgado acusándolo de 45 proposiciones heréticas, de las que solo admitió cuatro. Wyclift se negó a abjurar en bloque y fue condenado y quemado en la hoguera el 6 de julio de 1415.
La nobleza checa denunció lo ocurrido en Constanza y acusó, tanto al emperador como al concilio, de actuar de mala fe. Mediante la protestaio Bohemorum rechazaban el concilio y concedían a la Universidad de Praga la facultad de legislar en materias doctrinales. En 1417, reconocieron la comunión bajo el pan y el vino como signo distintivo, ya que Hus la había aprobado como acto de fidelidad al evangelio. tuvieron el apoyo incondicional de la nobleza. Sus ideas estaban contenidas en los cuatro "artículos de Praga":
- libertad de predicación,
- concesión de comulgar con el cáliz para los laicos (utroquis,no),
- abolición del poder temporal y de las propiedades del clero,
- castigo de los pecados mortales.
El emperador Segismundo prometió acabar con los herejes husitas, divididos en moderados (utraquistas, por la comunión bajos las dos especies) y radicales (taboritas, por tener en Tábor su centro de actuación). El Papa predicó la cruzada contras los husitas (1420) y las guerras se sucedieron entre los católicos imperials y los husitas checos que, al mando de Juan Zyska, consiguieron varias victorias, entre ellas la de Kutna Hora (1422). Los moderados utraquistas se aliaron con los católicos y vencieron a los taboritas en Lipany (1434), lo que propició los acuerdos de paz y la aceptación de algunas demandas husitas, a cambio de aceptar a Segismundo como rey de Bohemia.
Juan Hus |
La religiosidad popular y sus manifestaciones
En el siglo XIV, la organización eclesiástica estaba básicamente completada en cuanto a diócesis y parroquias se refiere. La parroquia era la entidad básica, en la que se desarrollaba la vida espiritual de los fieles y en la que los sacerdotes ejercían la cura animarum. los feligreses cumplían sus obligaciones religiosas (espirituales y materiales) en las parroquias: existían conflictos constantes entre el clero secular y el regular de las órdenes mendicantes, que llevaron a éstas atner sus propias iglesias.
El clero secular no había logrado superar la mala reputación que tenía a causa del absentismo de los párrocos titulares, especialmente los rurales, que arrendaban sus parroquias a clérigos pobres; la ignorancia del clero y el gran desconocimiento del latín, ya que muchos de ellos apenas sabían leer y escribir; la conducta desordenada y el concubinato de muchos párrocos o la práctica de costumbres laicas como la danza, los juegos de azar, la caza, la ostentación, etc.
La creación de las órdenes mendicantes hizo que las ciudades y villas de cierta importancia, albergaran uno o varios conventos de dominicos, franciscanos, carmelitas o agustinos y adquieran una mayor estima que la del clero secular, por su preparación y, en sus inicios, desprendimiento de bienes. los laicos entran a formar parte a través de las llamadas Órdenes terceras o terciarias, que adquirieron gran prestigio al pasar a controlar la institución de numerosas cofradías.
La mayor parte de los fieles se encuadraban en estas cofradías constituyendo una fuente de ayuda espiritual y material mutua. Además, estas cofradías se encargaban de organizar los funerales, las misas de aniversario, novenas, etc. que garantizaban el descanso eterno de las almas de los cofrades: las cofradías se difundieron ampliamente por los países mediterráneos y lograron encauzar muchas corrientes heréticas.
La Iglesia empleó la predicación para transmitir su mensaje. Los preferidos de los fieles eran los frailes mendicantes, por su preparación intelectual, los cuales escribieron diverso tratados sobre el Ars predicandi con los recursos que debían emplearse para atraer la atención de los fieles, alcanzando gran importancia la retórica religiosa. la onomatopeya, la mímica y la risa eran recursos ampliamente usados y los temas de moral y dogma, eran los argumentos preferidos. San Vicente Ferre, San Bernandino de Siena o Savonarola, fueron famosos predicadores.
La piedad popular se manifestaba también con la práctica de los sacramentos, especialmente el de la confesión y la eucaristía: la participación en los oficios religiosos era muy frecuente, en especial la misa, obligatoria para todos los fieles, los domingos y fiestas de guardar. Las procesiones fueron otra importante manifestación de la piedad popular, especialmente la del Corpus Cristi: esta fiesta fue instituida por el papa Urbano IV mediante la bula Transiturus (1264) para celebrar un milagro ocurrido en Bolsena.
El sentimiento religioso se manifestaba también de muchas otras formas entre las que destacaban: el culto a la Pasión de Cristo, manifestaba en las imágenes con su cuerpo macerado y cubierto de sangre; la meditación sobre su agonía y su muerte, y la contemplación de Cristo. también la contemplación de los dolores de la Virgen por la muerte de su hijo.
El culto a la Virgen se extendió rápidamente gracias a los cistercienses de San Bernardo,a dominicos y a franciscanos, que introdujeron la práctica del rosario y el rezo del Ángelus, desde 1456. Los santos ocuparon también un lugar de honor y cada cofradía o distrito rural tenía su santo protector. Las crisis y las guerras de los siglos XIV y XV, influyeron en la psicología colectiva de los hombres de la época reflejado en las distintas manifestaciones de culto. Los predicadores ayudaban a los fieles a afrontar el paso a la otra vida en las mejores condiciones espirituales posibles.
Las indulgencias redimían la pena temporal que debía satisfacerse, por el perdón de los pecados, en el Purgatorio. Éstas podían ser plenarias y parciales, y su concesión la realizaba el papa y, después, también los obispos. La indulgencia plenaria se reservó, inicialmente, para los cruzados, y desde 1300, se concedió también a todos los que, durante el año santo, visitaran determinadas basílicas de Roma. con el tiempo, la indulgencia acabó por otorgarse a cambio del pago de una tasa y acabó produciéndose un abuso de las mismas, pudiendo hablar de verdadera inflación al final de la Edad Media.
Otro recurso que tenían los fieles para procurar la salvación de las almas fue el de la aplicación de Miss a la memoria de sus difuntos. Así durante los siglos XIV y XV,era frecuente ver en los testamentos de las personas ricas, que se dedicaban grandes sumas de dinero a la celebración de misas en sufragio de su almas, encargadas, preferentemente,a las órdenes mendicantes. otras prácticas consideradas perversiones o "fuera de la ortodoxia" eran la práctica de la flagelación pública por parte de grupos de penitentes, la visión constante de la Hostia consagrada para evitar la muerte súbita; la parodia de los ritos en el interior de las iglesias, como la Fiesta del Obispillo o la Fiesta del Asno; la recitación de plegarias determinadas veces y en días concretos; el uso de medallas, agua bendita, cirios, etc como si fueran amuletos. Muchas de esta prácticas, alentadas por el bajo clero y cierto frailes mendicantes, fueron criticadas y censuradas. En 1486 se escribió un tratado por los inquisidores dominicos alemanes, Kramer y Sprenger, Malleus maleficarum (Martillo de las brujas), en el que se recoge todo un elenco de instrumentos y fórmulas destinados a descubrir los más variados casos de brujería y superstición. este tratado se convirtió en manual de inquisidores, tuvo una amplísima difusión por toda Europa y contribuyó a la posterior caza de brujas.
Los laicos y el apogeo de la mística
Frente al comportamiento de los fieles, que practicaban una religión formalista, rutinaria y llena de implicaciones, más o menos mágicas, existía una élite de personas cultivadas, que pretendían vivir la religión como una experiencia personal. Estos grupos, que se instalaron principalmente por los Países Bajos y el valle del Rin, estaban integrados, básicamente, por dominicos, sacerdotes seculares, monjas, laicos y beguinas o mujeres que vivían en comunidad y estaban dedicadas a la lectura de textos sagrados, a la meditación y al ejercicio de obras piadosas.
Todos estos grupos buscaban el contacto directo con Dios, constituyendo una especie de aristocracia espiritual y llamándose así mismos los amigos de Dios. su objetivo era alcanzar la unión con Dios, a través de la mística. Hildegarda Von Bingen e Isabel de Schoenau están entre las predecesoras de las beguinas. Matilde de Branderurgo o Beatriz de Nazaret serían místicas a destacar. pero sería santa catalina de Siena, que pertenecía a una Orden Tercera, la que llevará la mística a su punto más alto con su Diálogo, que constituye uno de los mejores tratados sobre el Cuerpo místico de Cristo, representado por la Iglesia.
La jerarquía eclesiástica vio con cierta desconfianza estas experiencias místicas, que ponían en contacto directo al hombre con la Divinidad, que se manifestaban a través del éxtasis sucediéndose varios procesos, como el envío a la hoguera de la beguina margarita Porte en 1310. Los dominicos fueron los que controlaron la ortodoxia de estas místicas siendos ellos por tanto los máximos cultivadores de la mística medieval. Éckart, Juan Táuler y Enrique Suso son buenos representantes. El sacerdote belga Juan de Ruysbróek alcanzó la cima mística describiendo el itinerario que recorre el alma hasta alcanzar a Dios, con la ayuda de los siete dones del Espíritu Santo.
La devotio moderna
A finales del siglo XIV, una serie de personajes deciden abandonar las altas esferas de la mística haciendo de la piedad y de la vida de cumplimiento de los preceptos evangélicos su objetivo y formarán dos nuevas congregaciones: la de los Hermanos de la Vida Común, fundados por Gerardo de Groote, y la de los Canónigos de Widessheim, fundados por Florencio de Radewijins, para laicos y clérigos respectivamente. Ambas congregaciones tenían fuertes influencias franciscanas. sus miembros no estaban ligados por votos solemnes y vivían en residencias, no en conventos: se dedicaban a la copia y venta de libros piadosos, y ala meditación, la oración y la ascesis. En sus casas albergaban a estudiantes con escasos recursos y, posteriormente, se dedicaron a la enseñanza. esta nueva forma de vida estaba dedicada a la práctica de las virtudes cristianas y ala predicación con el ejemplo. Sus seguidores se alejaron de la especulación mística, donde el alma trascendía a Dios, e intentaron que fuera Dios quien descendiera a los hombres, a través de una vida ejemplar, alimentada por la oración y la meditación.
Cada miembro de la congregación, escribía frases y pensamientos de los grandes escritores cristianos (San Agustín, San Bernardo, San Buenaventura, etc) y, junto a ellas, escribía una serie de ideas y reflexiones personales. El más famosos de estos escritos fue la Imitación de Cristo (1427), del canónigo alemán Tomás de Kempis, sin duda la obra religiosa más leída, durante cientos de años, después de la Biblia.
Esta devotio moderna, basada en la meditación y la plegaria para enriquecer la vida interior tuvo amplia difusión durante los siglos XV y XVI, y fue muy apreciada por Lutero, Erasmo o San Ignacio de Loyola.
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