Los dioses y diosas del Antiguo Egipto formaban parte integral de la vida cotidiana del pueblo, por lo que no es de extrañar que hubiera más de 2000 deidades en el panteón egipcio. Algunos de estos nombres son bien conocidos: Isis, Osiris, Horus, Amón, Ra, Hathor, Bastet, Thot, Anubis y Ptah, mientras que muchos otros no lo son tanto.
Los dioses evolucionaron de un sistema de creencias animista a uno altamente antropomórfico e impregnado de magia.
La revolución amarna liderada por el faraón Akenatón (Amenofis IV) reemplazó el panteón egipcio tradicional, con Amón como dios principal, por el monoteísmo en torno a Atón, el disco solar. En el periodo amarniense, Atón se convirtió en el único dios, Akenatón y Nefertiti se presentaron como sus únicos intermediarios y la ciudad de Amarna fue construida como centro de este nuevo culto.
Osiris
Se le representaba bajo la forma de un rey coronado que sostenía, en sus manos cruzadas, el cayado de pastor y el látigo de boyero. Ante su tribunal era pesado el corazón del difunto para ver si permanecía en equilibrio con el símbolo de la justicia y la verdad, colocado en el otro platillo de la balanza. En caso afirmativo, era admitido a la vida eterna, transformado como el faraón de otros tiempos, en un Osiris justificado ; de lo contrario, era devorado por un monstruo de cuerpo de hipopótamo y cabeza de cocodrilo que esperaba, al pie del trono divino, la sentencia.
El libro de los Muertos, colección de plegarias, que, como talismán, era depositado sobre la momia del difunto, relataba y representaba este juicio. Llamado a ocupar tan alto lugar en la otra vida, el hombre del pueblo mejoró también de condición en la vida presente.
La democratización del culto funerario fue una consecuencia de la elevación de las clases humildes a una situación de mayor igualdad , durante la dinastía XII, con respecto a los nobles y aun con relación al mismo faraón. Aunque la tierra siguió considerándose propiedad del soberano, que era su señor eminente, el campesino, desde el Imperio Medio, poseyó ya libremente su lote, que podía transferir por donación, venta o cambio, o legar por testamento a los suyos. El artesano dejó de ser la cosa de los talleres reales, o de los señores, o de los templos, para convertirse en un trabajador libre que disponía del fruto de sus afanes : todos, en fin, tenían acceso a las funciones públicas; desapareció el abismo entre las clases sociales, y el faraón garantizó a todo el mundo sus derechos. Todo este avanzado edificio social empezó a desmoronarse en las dos dinastías siguientes y rápidamente en tiempos de la dinastía XIV, bajo el impulso de la invasión de los hicsos.
Hacia el año 1650 a.C., los egipcios vieron llegar a su país a estos nómadas asiáticos procedentes del Nordeste, del lado de Palestina. Llevaban armas de hierro y caballos, y con estos medios de guerra, que los egipcios desconocían, obtuvieron una fácil victoria.
Los nuevos amos cometieron en el país toda clase de excesos; destruyeron templos, esclavizaron al pueblo, y la tradición egipcia recordó siempre, con horror, su paso por las tierras regadas por el Nilo. Pero no consiguieron subyugarlo por entero, sino que su dominio quedó limitado al Bajo Egipto, mientras los príncipes de Tebas se hicieron fuertes en el Alto Egipto (XVII dinastía) y emprendieron desde allí la reconquista del país. El príncipe tebano Ahmes, o Amosis, logró, finalmente, expulsarlos de todo el Egipto (1600 a. de J. C.) y abrió una nueva período que llenan las dinastías XVIII y XIX, durante la cual, Egipto alcanzó su mayor esplendor y poderío. Era la época del Imperio Nuevo o del segundo Imperio Tebano
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| Osiris |
Anubis, el dios egipcio del inframundo
Anubis, representado iconográficamente como un chacal antropomorfo, es entre los dioses egipcios del más allá quien se encarga de acompañar al alma en el viaje extracorporal. Su función, de hecho, es proteger a los muertos durante la momificación y transportar sus espíritus a Osiris, ante quien se pesaba el corazón del muerto en espera de una confirmación -o negación- de la vida eterna. La respuesta dependía de una comparación con una pluma (la pluma de Maat): si la balanza se inclinaba hacia el corazón, el alma iría a Ammit.
Isis, diosa egipcia de la Luna
La mencionada Isis es a la vez esposa y hermana de Osiris, y a ella se asocian la fertilidad, la magia y la Luna. De hecho, como madre de Horus, Isis protege y fomenta la maternidad y, en los jeroglíficos, se representa como una mujer coronada. Los relatos sagrados de los dioses egipcios también la ven como la protectora de su hijo frente al temible Seth, así como la única capaz de descubrir el verdadero nombre de Ra.
Ammith, el devorador
Ammit, también conocida como la diosa cocodrilo, es otra deidad funeraria del panteón egipcio ya que, colocada a los pies de Anubis, es la encargada de devorar las almas de las personas que han llegado al juicio con demasiados pecados en su corazón. Está dibujada con la cabeza de un cocodrilo, dos patas de león y dos de hipopótamo: estos tres animales, de hecho, eran considerados por el pueblo como los animales más peligrosos de todos los existentes.
Seth
Como es fácil adivinar por los relatos anteriores, el caos, la violencia, el peligro del desierto y las tormentas están vinculados al dios Seth. Junto con Anubis, es el otro de los dioses egipcios representado en forma de chacal, pero también se le puede encontrar caracterizado como un burro, una cabra o un zorro. En torno a su figura se han creado diversas historias: según algunos, era un compañero de viaje del Sol y de Ra; según otros, mató a Osiris para ocupar su lugar, para ser derrotado posteriormente por Horus.
Horus
Horus es el hijo de Isis y está encargado de mantener el equilibrio de la naturaleza, proteger la belleza, el arte y la caza. Según los mitos de los dioses egipcios más importantes, tuvo un amargo enfrentamiento con Seth a consecuencia del cual perdió uno de sus ojos. A esta deidad, representada con una cabeza de halcón adornada con una doble corona, también se le atribuyen poderes de clarividencia.
Ra
Es uno de los dioses egipcios más conocidos y con una conexión más directa con los dioses de otras religiones. Como seguramente sabrás, Ra es el dios del Sol y aparece dibujado con una cabeza de halcón y una gran esfera roja en la cabeza rodeada de una serpiente. Junto con Seth, el dios Ra viajaba en su barco con la misión de defender el astro de la amenaza de Apopi, un monstruoso reptil que pretendía engullirlo y que se podría encontrar entre las criaturas legendarias más famosas de la historia.
Amón es un dios egipcio cuyo culto se limitaba originalmente a la ciudad de Tebas. Sin embargo, pronto alcanzó fama en todo el reino, hasta el punto de que su figura se superpuso a la de Ra, convirtiéndose así en Amón-Ra. Su función es la de ejercer de Rey de los dioses egipcios. La devoción a Amón-Ra llegó a convertirse en una religión monoteísta que dejaba poco espacio a otros dioses.
Thot
Thot era el dios egipcio de la sabiduría, la escritura, las ciencias, la música y la magia. Era el inventor de los jeroglíficos y el guardián del conocimiento. Se le representaba como un hombre con cabeza de ibis o como un babuino. Era el que medía el tiempo y los calendarios. También era el que registraba los acontecimientos y los juicios de los dioses y los hombres. Se le consideraba el consejero de Ra y el árbitro de las disputas entre los dioses. Ayudó a Isis a resucitar a Osiris y a Horus a vencer a Seth. Era el patrón de los escribas y de los sacerdotes. Se le asociaba con la luna y con el dios griego Hermes. Se le rendía culto en Hermópolis Magna, donde se decía que había creado el mundo con su palabra.
Bastet
Representada con forma de gata o como una mujer con cabeza de gato, era adorada por su naturaleza maternal y su capacidad para proteger el hogar y a las familias. Se le atribuía el poder de salvaguardar contra el mal, alejar enfermedades y favorecer la fertilidad. Bastet era considerada una deidad benevolente y popular entre los egipcios, quienes le rendían culto y realizaban ofrendas en su honor.
Sekmet
Sekhmet, poderosa diosa de la mitología egipcia, es venerada como la Diosa de la guerra y la venganza. Representada como una leona o como una mujer con cabeza de leona, encarnaba la ferocidad y el poder destructivo. Era temida por su capacidad para desatar la ira y la violencia en el campo de batalla. Se creía que su aliento ardiente podía desencadenar enfermedades mortales.
A pesar de su naturaleza feroz, también se la asociaba con la protección de los faraones y con la capacidad de sanar. Sekhmet era una deidad imponente y respetada en el antiguo Egipto.
El BUEY APIS
Desde la época en los hombres primitivos se agruparon formando las primeras tribus, dieron un carácter sobrenatural a las fuerzas de la Naturaleza y para interpretarlas crearon leyendas y dioses. La civilización más antigua que se conoce, la egipcia, concibió sus propios dioses y decían que su dios Osiris había creado la agricultura, fuente principal de sus riquezas, gracias a la riadas anuales del Nilo; el río nace en el Kagera, río de Burundi, que es afluente del Lago Victo- ria y, desde ahí recorre 5.600 kilómetros. (El Nilo fue llamado Hapi por los farao- nes, Crisonoas por los griegos y Barh (mar) por los árabes, y, en su recorrido, antes de entrar en Egipto, recibía los nombres de Nilo blanco y de Nilo azul.
A la muerte de Osiris, asociado como estaba con la agricultura, el pueblo creyó que el alma de su rey había pasado al cuerpo de un buey, que es el animal indispensable para realizar las labores del campo y, por ello, le prestaron completa adoración al transformarlo en un dios, al que dieron el nombre de Apis. Pero, no se crea que todos los bueyes tenían tal jerarquía, como sagradas son todas las vacas en la India; el Buey Apis, debía cumplir con ciertos requisitos para avalar su condición de dios y recibir la pleitesía de sus adoradores. Apis, debía ser un buey negro, con una mancha blanca en la frente y sobre el costado derecho la figura de una media luna, también blanca, más el diseño de un águila sobre la espalda. El pueblo creía que todas estas señales era naturales y no obra de los sacerdotes. Una vez hallado el animal que luciera las características exigidas, era llevado a Nilópolis; ahí, lo cuidaban y alimentaban durante una cuarentena, quedando al cuidado de un grupo de mujeres, que eran las únicas autorizadas para verlo. Cumplido el plazo, equipaban lujosamente un barco y el Buey Apis, ya dios Osiris, era conducido por el Nilo hasta la ciudad de Menfis, dónde era recibido por los sacerdotes con un ceremonial muy meticuloso y en medio de las aclamaciones del pueblo. Entonces lo conducían al santuario de Osiris, en el que había dos establos y lo colocaban al frente de ellos, y según el establo que eligiera para entrar - el de la izquierda o el de la derecha-, éste hecho era el anuncio de buenas o malas nuevas. En muy raras ocasiones, el Buey Apis era paseado por la ciudad y un cortejo de niños lo rodeaban, cantando sus alabanzas. Curiosamente, los sacerdotes habían prescrito en los libros sagrados que Apis solo podía vivir un determinado número de años y cumplido el plazo, el animal era ahogado en el Nilo, todo, dentro de un respeto reverencial. Luego lo embalsamaban y celebra- ban magníficos funerales, mientras el pueblo lloraba como si otra vez hubiera muerto el dios Osiris. El duelo duraba hasta que los sacerdotes consagraban a otro Buey Apis y, entonces, el pueblo lo celebraba con alegres y prolongadas actividades festivas, durante todo una semana.
Es que Osiris, el Buey Apis, guardaba de nuevo la suerte de Egipto.
Desde la época en los hombres primitivos se agruparon formando las primeras tribus, dieron un carácter sobrenatural a las fuerzas de la Naturaleza y para interpretarlas crearon leyendas y dioses. La civilización más antigua que se conoce, la egipcia, concibió sus propios dioses y decían que su dios Osiris había creado la agricultura, fuente principal de sus riquezas, gracias a la riadas anuales del Nilo; el río nace en el Kagera, río de Burundi, que es afluente del Lago Victo- ria y, desde ahí recorre 5.600 kilómetros. (El Nilo fue llamado Hapi por los farao- nes, Crisonoas por los griegos y Barh (mar) por los árabes, y, en su recorrido, antes de entrar en Egipto, recibía los nombres de Nilo blanco y de Nilo azul.
A la muerte de Osiris, asociado como estaba con la agricultura, el pueblo creyó que el alma de su rey había pasado al cuerpo de un buey, que es el animal indispensable para realizar las labores del campo y, por ello, le prestaron completa adoración al transformarlo en un dios, al que dieron el nombre de Apis. Pero, no se crea que todos los bueyes tenían tal jerarquía, como sagradas son todas las vacas en la India; el Buey Apis, debía cumplir con ciertos requisitos para avalar su condición de dios y recibir la pleitesía de sus adoradores. Apis, debía ser un buey negro, con una mancha blanca en la frente y sobre el costado derecho la figura de una media luna, también blanca, más el diseño de un águila sobre la espalda. El pueblo creía que todas estas señales era naturales y no obra de los sacerdotes. Una vez hallado el animal que luciera las características exigidas, era llevado a Nilópolis; ahí, lo cuidaban y alimentaban durante una cuarentena, quedando al cuidado de un grupo de mujeres, que eran las únicas autorizadas para verlo. Cumplido el plazo, equipaban lujosamente un barco y el Buey Apis, ya dios Osiris, era conducido por el Nilo hasta la ciudad de Menfis, dónde era recibido por los sacerdotes con un ceremonial muy meticuloso y en medio de las aclamaciones del pueblo. Entonces lo conducían al santuario de Osiris, en el que había dos establos y lo colocaban al frente de ellos, y según el establo que eligiera para entrar - el de la izquierda o el de la derecha-, éste hecho era el anuncio de buenas o malas nuevas. En muy raras ocasiones, el Buey Apis era paseado por la ciudad y un cortejo de niños lo rodeaban, cantando sus alabanzas. Curiosamente, los sacerdotes habían prescrito en los libros sagrados que Apis solo podía vivir un determinado número de años y cumplido el plazo, el animal era ahogado en el Nilo, todo, dentro de un respeto reverencial. Luego lo embalsamaban y celebra- ban magníficos funerales, mientras el pueblo lloraba como si otra vez hubiera muerto el dios Osiris. El duelo duraba hasta que los sacerdotes consagraban a otro Buey Apis y, entonces, el pueblo lo celebraba con alegres y prolongadas actividades festivas, durante todo una semana.
Es que Osiris, el Buey Apis, guardaba de nuevo la suerte de Egipto.



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