La naturaleza aparece ante mis ojos. Tras salir del túnel, un paisaje lleno de luz hace acto de presencia. Transportándome en los raíles, veo pasar el paisaje ante mis ojos. Un horizonte desconocido aparece de repente, acompañando mis pensamientos. Las imágenes se difuminan con la velocidad del tren: El tren avanza, espléndido y veloz, hacia su destino. Corta los campos como una flecha. Penetra las montañas. Traspasa los ríos. Cruza las ciudades se desliza como una serpiente mecánica, sin obstáculos. Su forma, su color, su velocidad: todo a la perfección.
El viaje es gratis para todos los pasajeros. Nadie puede salir ni evadirse. Se vive dentro del tren. Y ahí es donde se ejercita la libertad: se puede ir hacia adelante o hacia atrás; cabe modificar los vagones o dejarlos intactos; se puede disfrutar del paisaje o aburrirse con los vecinos; es posible aceptar gustosamente el tren o rechazarlo con acritud. Mas no por eso deja el convoy de correr hacia su infatigable destino ni de cargar cortés y gentilmente con todos.
A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia...? Separarme de los amigos que hice en el viaje, creo que será muy triste y doloroso, dejar que los demás sigan solos. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje.
El paisaje se difumina ante mis ojos y me pierdo en mis pensamientos. A veces me sonroja el desparpajo que llevan con gala e incluso con una altanería que roza la estridencia, lo cínico, o lo justos que andan de la más mínima muestra de vergüenza y elevan a un nivel tal la hipocresía, que araña las tripas. Puede ser, no digo yo que no, que sea sólo un síntoma de amnesia transitoria bastante exclusiva; pero cierto es que te haga pensar en el mundo que te rodea y en el que vives el día a día.
La vida no sólo es como trenes a los que hay que subir, a veces son estaciones en las que hay que bajar. el camino es importante, el destino es secundario pero siempre podemos cambiar de rail y marcar nuestro destino. El viaje es importante, los raíles y las estaciones pasan por delante de nosotros y decidimos apearnos o seguir nuestro camino mientras se difuminan en el horizonte mientras el tren sigue su camino dirigido por los raíles.
Tratemos que nuestro viaje a través de la vida tenga significado, que haya valido la pena, que no hayamos estado en este mundo solo para no hacer nada importante.
Belleza y profundidad en este escrito en el que el viaje en tren es el viaje de la vida. Muy filosófico, metafórico, reflexivo! Me encanto!
ResponderEliminarDice Anonimo pero soy Ani Carmona del grupo Mis poetas Inolvidables.
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