Casablanca (1942) es una película estadounidense dirigida por Michael Curtiz. Narra una historia romántica en la ciudad marroquí de Casablanca bajo el control del gobierno de Vichy. La película, basada en la obra teatral Todos vienen al Café de Rick (Everybody Comes to Rick's) de Murray Burnett y Joan Alison, está protagonizada por Humphrey Bogart en el papel de Rick Blaine e Ingrid Bergman como Ilsa Lund. El desarrollo de la película se centra en el conflicto de Rick entre —usando las palabras de uno de los personajes— el amor y la virtud: Rick deberá escoger entre su amada Ilsa o hacer lo correcto. Su dilema es ayudarla o no a escapar de Casablanca junto a su esposo, uno de los líderes de la resistencia, para que éste pueda continuar su lucha contra los nazis.
Es una de las películas mejor valoradas de la cinematografía norteamericana, ganadora de varios premios Óscar, incluyendo el de mejor película en 1943. En su tiempo el filme tenía todo para destacar ampliamente, con actores renombrados y guionistas notables, sin embargo ninguno de los involucrados en su producción esperaba que éste pudiese ser algo fuera de lo normal. Se trataba simplemente de una de las docenas de producciones anuales de la maquinaria hollywoodense. Casablanca tuvo un inicio sólido pero no espectacular y, sin embargo, fue ganando popularidad a medida que pasó el tiempo y se fue colocando siempre entre los primeros lugares de las listas de mejores películas. La crítica ha alabado las actuaciones carismáticas de Bogart y Bergman y la química entre ellos, así como la profundidad de las caracterizaciones, la intensidad de la dirección, el ingenio del guión y el impacto emocional de la obra en su conjunto.
Producción
Casablanca se basa en Todos vienen al Café de Rick (Everybody Comes to Rick's) de Murray Burnett y Joan Alison, una obra teatral que nunca fue puesta en escena. Cuando el especialista en análisis literario de la Warner Brothers, Stephen Karnot, leyó la obra, la calificó como una «tontería sofisticada», no obstante le dio el visto bueno. Enseguida la editora encargada de los guiones, Irene Diamond, convenció al productor Hal Wallis para que comprara los derechos por $20,000, el precio más alto jamás pagado por una obra teatral que no hubiese sido puesta en escena. El proyecto de cine rebautizó la obra como Casablanca, quizás intentando imitar el éxito de la película de 1938 Argel. Así pues, el rodaje comenzó el 25 de mayo de 1942 y finalizó el 3 de agosto del mismo año alcanzando un costo de producción de $1,039,000 ($75,000 por encima del presupuesto). El costo no fue excepcionalmente alto, pero sí superior al promedio de su tiempo.
La película se rodó completamente en estudios, excepto una secuencia en la que se muestra la llegada del mayor Strasser, que se realizó en el Aeropuerto Van Nuys. La escenografía de la calle que fue usada para las escenas del exterior había sido recientemente construida para otro filme, The Desert Song, y tuvo que ser redecorada para los flashbacks de París. Dicho escenario permaneció en los almacenes de la Warner hasta la década de los 60. Por su parte, el set para el Café de Rick fue construido en tres partes inconexas, por lo que no se podría determinar en trazado lo que sería su planta. De hecho, en una escena se hace pasar a la cámara a través de una pared desde el área del café hacia el interior de la oficina de Rick. El fondo de la escena final, el cual muestra un avión pequeño modelo L-12 Electra Junior de la compañía Lockheed con personal caminando alrededor, fue armado usando extras de baja estatura y un avión de cartón dibujado a escala. Se usó humo, simulando neblina, para cubrir la apariencia poco convincente del modelo. El crítico de cine Roger Ebert calificó a Wallis como la "clave del equipo creativo" por la atención que puso a los detalles de producción (hasta el punto de haber insistido en tener un loro de verdad en el Bar del Loro Azul, Blue Parros Bar, en inglés).
Por otra parte, la estatura de la actriz Ingrid Bergman causó algunos problemas. Bergman sobrepasaba por casi cinco centímetros a Bogart, por lo que el director Curtiz tuvo que elevar al actor sobre ladrillos o sentarlo sobre cojines en las escenas en las que aparecían juntos.[21]
Los contratiempos alcanzaron al productor Hal B. Wallis cuando decidió, tras haber terminado el rodaje, que la línea final de la película sería: «Louis, pienso que éste es el comienzo de una bella amistad» ("Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship," en inglés). Bogart tuvo que ser llamado un mes después de finalizada la filmación para doblar la frase.
Más tarde se pensó en introducir una escena que mostrara a Rick y Renault junto a un destacamento de soldados franceses libres, en un barco, alistándose para incorporarse a la invasión de 1942 a África del Norte por parte de las tropas Aliadas. Sin embargo, resultó muy difícil conseguir al actor Claude Rains para la filmación, y la idea fue definitivamente abandonada cuando otro productor, David O. Selznick, señaló que «sería un error tremendo cambiar el final».
Guión
La obra de teatro original se inspiró en el viaje a Europa que hizo Murray Burnett en 1938, viaje durante el cual pudo visitar Viena justo antes del Anschluss. Murray visitó también la costa sur de Francia en la cual coexistían, no sin dificultad, asentamientos de nazis y refugiados. Los locales nocturnos de la zona inspiraron, pues, tanto el Café de Rick (especialmente uno llamado «Le Kat Ferrat») como el carácter del personaje Sam, el pianista (basado en un pianista negro que Burnett vio en Juan-les-Pins). En la obra teatral, el personaje de Ilsa era una estadounidense llamada Lois Meredith y no encontraba a Laszlo sino hasta después de que su relación parisina con Rick había terminado. Además, en la obra de teatro el personaje de Rick era un abogado.
Los primeros escritores principales en trabajar en el guión fueron los gemelos Epstein, Julius y Philip, quienes eliminaron el trasfondo del personaje Rick y aumentaron los elementos de comedia. Después intervino el otro escritor reconocido en los créditos, Howard Koch, pero trabajando en paralelo con ellos y haciendo énfasis en otros aspectos. Koch resaltó los elementos políticos y melodramáticos. Según parece, fue el director Curtiz quien favoreció las partes románticas, al insistir en que permanecieran los flashbacks hacia París. Aún a pesar del gran número de escritores involucrados, el filme tiene eso que Ebert describió como un guión de «maravillosa unidad y consistencia». Más tarde Koch afirmaría que fue la tensión que hubo entre su propia visión y la de Curtiz la que motivó que «sorpresivamente, estos acercamientos desparejos de alguna manera se ligaron, y quizá eso fue debido en parte a este tire y afloje entre Curtiz y yo, que le dio a la película un cierto balance». Julius Epstein anotaría posteriormente que el guión contenía «más maíz que en los Estados de Kansas y Iowa juntos. Pero cuando el maíz sirve, no hay nada mejor». La palabra inglesa original, corn ("maíz") también se refiere, en el slang, a un tipo de humor tonto, gastado, banal y sentimental.
El filme se topó con algunos problemas cuando Joseph Breen, miembro del cuerpo de auto-censura de la industria hollywoodense (el Production Code Administration), expresó su oposición a que el personaje del Capitán Renault solicitara favores sexuales a cambio de visados y a que los personajes de Rick e Ilsa hubieran dormido juntos en París. Ambos puntos, de todos modos, permanecieron en forma implícita en la versión final.
Dirección
La primera opción del productor, Hal Wallis, para dirigir la película fue William Wyler, pero como no estaba disponible Wallis decidió escoger, tras barajar varios nombres, a su amigo, el director Michael Curtiz. Curtiz era un judío emigrante de origen húngaro, que había llegado a los Estados Unidos en la década de los 20 y que contaba entre sus familiares a refugiados provenientes de la Europa Nazi. A decir de Roger Ebert, en Casablanca «muy pocas escenas son memorables en cuanto tales...», Curtiz se estuvo preocupando de usar las imágenes para contar una historia más que de usarlas por sí mismas.
De cualquier manera, el director tuvo poca influencia en el desarrollo de la trama: de acuerdo con Casey Robinson, Curtiz «no sabía nada de nada acerca de la historia... él veía imágenes y tú proporcionabas la historia». El crítico Andrew Sarris calificó la película como «la más decisiva excepción a la teoría del autor», a quien Aljean Harmetz replicó que «casi todas las películas de la Warner Bros. fueron una excepción a la teoría del autor». Sin embargo, otros críticos le dan mayor crédito a Curtiz; Sidney Rosenzweig, en su estudio sobre el trabajo del director, aprecia en el filme un ejemplo típico del modo en que Curtiz resalta los dilemas morales.
Los montajes de la segunda unidad, tales como la secuencia de apertura del tren de refugiados y la que muestra la invasión de Francia, fueron dirigidos por Don Siegel.
Casablanca y la propaganda
El largometraje se empezó a gestar tras el bombardeo de Pearl Harbor, ocurrido el 7 de diciembre de 1941. Dada la importancia del cine de Hollywood como arma de propaganda, los gobernantes americanos creyeron necesario justificar la entrada de Estados Unidos en la guerra, así como elevar la moral de la población, a través de esta herramienta. De esta forma Casablanca, aparte de narrar una de las historias de amor más famosas de la historia del cine, tiene un carácter propagandístico que se desarrolla con sutileza a lo largo de todo el film.
El mensaje de propaganda comienza desde la primera escena, en la que una voz en off pone en situación al espectador. Tras la ocupación alemana del país galo llegan a Casablanca miles de refugiados para intentar llegar a Lisboa y, de allí, a Estados Unidos. Rick Blaine (Humphrey Bogart) es un americano que regenta un café en la ciudad marroquí al que acuden desde mandatarios nazis hasta refugiados europeos. Hasta el Rick’s Café llega buscando su última esperanza Victor Laszlo (Paul Henreid), un héroe de la resistencia gala que está siendo buscado por la Gestapo. Le acompaña su mujer Ilsa Lund (Ingrid Bergman), una antigua amante de Rick. Éste tendrá que elegir entre una vida cómoda con la mujer que quiere o luchar contra las injusticias y permitir que la pareja llegue a Estados Unidos.
El mensaje de esta escena se centra en explicar cómo la gente huye de la guerra buscando llegar a Estados Unidos. Es decir, se refleja al país americano como la tierra de la salvación, mientras que los países que han caído bajo el dominio nazi serían poco más que el infierno. Este reflejo de América como el país de las libertades, la tierra prometida en la que encontrar la paz y un futuro, continuará durante toda la película.
En las diversas escenas en las que aparece el Rick’s Café también se muestran las consecuencias de la guerra. Es el centro de reunión de todo tipo de víctimas de la guerra. Refugiados de Centroeuropa. Búlgaros en busca de ayuda para salir del país, banqueros holandeses cuyo dinero ya no vale. Personas que hacen negocio de la guerra. En resumen, nos describe como el fascismo ha traído la desolación, la degradación y la corrupción a una Europa derrotada.La única salida para todos ellos, el paraíso, se encuentra al otro lado del Atlántico.
Renault, el oficial, representa la ambivalencia del gobierno de Petain Francia, “Cumplimos nuestras promesas igual que la de los otros” reza una pancarta nada más comenzar la película. Renault se humilla ante los ocupantes alemanes, por conveniencia, el lo denomina “adaptación” a pesar de que el pueblo francés es un pueblo lleno de orgullo y patriotismo, tal como aparece en la escena del bar de Ricks donde La Marsellesa conmociona a todos los asistentes.
Una de las escenas más poderosas del film, en la que también está presente el mensaje propagandístico, es la que se canta el himno francés. Mientras Victor Laszlo y Rick Blaine hablan en el piso superior, en el local un grupo de oficiales alemanes comienzan a cantar el himno nazi. En ese momento Rick, indignado ante tal hecho, baja al bar y ordena a la banda que toque La Marsellaise, y empieza a cantar. Inmediatamente, el resto de personas se le unen, acallando los intentos de los nazis por imponerse. Finalmente, los oficiales no tienen otro remedio más que sentarse y la gente estalla en gritos de Vive la France! Vive la liberté!
El mensaje en esta escena está claro: el pueblo unido es capaz de derrotar a cualquier totalitarismo, por muy poderoso que éste sea.
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