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sábado, 1 de junio de 2013

MELODÍA DE PIANO

Ese día, la atmósfera estaba cargada de tensión. Todos los aspirantes llevaban meses, años muchos de ellos, preparándose para esa única oportunidad.

Algunos practicaban su melodía hasta el mismo instante en que eran llamaos para la prueba; otros, sin embargo, esperaban con aparente tranquilidad a ser llamados, aunque en todos se notaba de una forma u otra su nerviosismo latente: algunos se mordían el labio y otros movían las piernas con tal discreción que esta acción pasaba desapercibida.

Pero si había alguien realmente tranquila en el auditorio esa era Marian. Su cara mostraba pasividad y sosiego excesivos. Todo el que pasaba se quedaba mirándola por su quietud, apenas se movía. De hecho, varias personas se acercaron a preguntarle si le pasaba algo, pero cuando les respondía con amabilidad que no le ocurría nada, se alejaban conformes.

Sin embargo, algunos de los que la preguntaban por su estado se quedaban mirándola fijamente. No era una adolescente asombrosamente bella, pero sin embargo su cara dibujaba rasgos simétricos y afilados, y su pelo castaño claro y largo- casi rozaba el rubio-, junto a su cuerpo estilizado, daban una increíble sensación de equilibrio a su figura. Tenía lago especial que todos detectaban, algo agradable que ninguno podía describir con precisión.

Pero lo que extrañaba a todos era esa inmovilidad. Y esa tranquilidad que podría verificarse casi con sólo mirarla era en realidad falsa. Seguramente no había nadie más nervioso que ella en el auditorio. Se jugaba algo muy grande ese día, y no quería perderlo por nada del mundo. Sentada en la sala de espera, cerca de su acompañante, cuyo rostro si parecía tenso, estuvo pensando durante una hora en el futuro que la depararía si lo conseguía. Su acompañante parecía estar pensando lo mismo, aunque cada uno lo deseaba por motivos muy distintos.

Tras una hora y cuarto de espera, por fin oyó su nombre y, con paso decidido, se dirigió hacia la sala de pruebas.

Nada más entrar, se colocó frente al jurado. Eran tres personas, dos hombres y una mujer. Todos ellos parecían tener mucho calor y estar cansados. Seguramente, el evaluar durante horas les resultaba agotador, y más con ese calor sofocante que perpetraba en sala diáfana en la que ya se encontraba Marian. Ella también sufría el calor, pero intentaba disimularlo, puesto que solía interiorizar sus estados y emociones. Por ello intentaba mantenerse tal como se había quedado nada más entrar en la sala, en frente del jurado, y con aquella inmovilidad exagerada.

-¿cómo se llama usted?- preguntó un hombre calvo de tez arrugada, desde su cómodo asiento de cuero.

- Marian Turner- respondió asustada la joven

- ¿cuántos años tiene?- dijo el mismo hombre

- Quince

-¿vive lejos de aquí?- preguntó otro hombre con barba.

- Vivo lejos, pero si consigo una plaza aquí, no dudaré en mudarme.

Después de decir de esto, pudo cómo ese hombre revolvió entre sus papeles, escogió uno y decidió anotar lo que ella respondiera, le preguntó:

- ¿qué estudios musicales tiene?

- Ninguno. Es más, nunca he tocado un instrumento, pero les aseguro que…

Entre los miembros del jurado hubo un gran revuelo; hablaban entre sí, escandalizados, sin comprender qué hacía esa chica allí plantada comportándose con tanto descaro.

- disculpen, ¿puedo tocarles una melodía con el piano de ahí al fondo? No he traído ningún instrumento.

La única mujer del jurado se levantó furiosa: quería dejarle bien claro el bochorno que les estaba haciendo pasar.

- Señorita ¿se está usted riendo de nosotros? ¡Por el amor de Dios! ¿qué se ha creído que es esto? Esto es un conservatorio superior de música, ¡enseñanza superior! ¡Se necesita haber cursado previamente; son varios años de preparación! ¿encima viene usted sin instrumento? ¡el colmo, señores, el colmo!

Sin decir nada, Marian fue hacia el piano del fondo de la sala y se sentó en el taburete sin previo aviso.

- ¡Por favor, salga fuera de aquí!- le pidió el hombre de la barba con rudeza.

Marian parecía aun más quieta. Sus manos se sostenían en el aire, con la posición indicada para comenzar a tocar. Sólo tenía unos segundos para reaccionar antes de que la sacaran de allí a patadas.
Al tocar una tecla, sintió un escalofrío. Su imaginación empezó a funcionar con total libertad. A partir de ahí, inició una preciosa melodía. En un principio parecía sencilla, pero en seguida tomó un ritmo de un carácter completamente distinto. Era una canción genuina, sólo un profesional podría tocarla.
Ningún miembro del jurado la había escuchado en su vida, por ende era original del compositor que la hubiese escrito (pues dudaban que aquella joven la hubiese compuesto) Estaban completamente maravillados con su talento, no podían creer el portento que apreciaban sus oídos.

Si la hubiesen dejado, Marian habría seguido tocando mucho más tiempo, pero no fue así. La pidieron que se detuviera, lo que cumplió ipso-facto. Se levantó del asiento y anduvo hasta llegar fuera de la sala, tan abstraída como la vez que entró, pero ahora con una diferencia: sus manos seguían tocando en el aire las teclas del piano. Su cara ya no mostraba pasividad, sino que ahora reflejaba una cálida sonrisa.

Después de realizarle las pruebas de acceso a otras tres personas, los miembros del jurado hablaron con su acompañante. Tras una larga conversación, pensaron seriamente en la admisión de Marian en la escuela.
….


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