Cuando
noto que tu aliento se apaga y tu alma abandona tu cuerpo, dejando una cáscara
de piel y huesos inerte mientras te sujeto fuertemente la mano contra mi pecho,
realizando un pulso con los dioses en mi Odisea particular donde mis fuerzas
nacen de la rabia, el dolor y la tristeza y parecen doblegar montañas, derribar
muros, destruir imperios creando una nada existencial, donde el único sonido es
el susurro del silencio imperante.
Cuando
las penas empiezan a golpearnos con fuerza en el pecho, es el preciso instante
cuando nos damos cuenta de las palabras del poeta Manrique
de cuán silenciosa llega la muerte,
tan callando, de cómo al recordar duele, provoca dolor que significa que no somos de piedra sino de carne y hueso y sentimientos entremezclados, recordando como cualquier tiempo pasado fue mejor antes de que el cuerpo vuelva a la tierra, polvo al polvo, cenizas a las cenizas.
de cuán silenciosa llega la muerte,
tan callando, de cómo al recordar duele, provoca dolor que significa que no somos de piedra sino de carne y hueso y sentimientos entremezclados, recordando como cualquier tiempo pasado fue mejor antes de que el cuerpo vuelva a la tierra, polvo al polvo, cenizas a las cenizas.
Y no hay mejor homenaje a los muertos que
recordar los buenos momentos pasados con ellos: alegrías, tristezas,
lloros, llantos, risas... todos en paz y armonía, todos en comunidad, todos en
familia... en fin, todos como seres humanos que vivimos, crecemos y morimos
pero que albergamos la esperanza de que nuestros cuerpos vuelvan a la madre
tierra con más calor y puedan germinar nuevos brotes de esperanza y vida en un
nuevo amanecer, en nuevo mañana, pues la rueda del tiempo nunca para a pesar de
todo dolor y pena, siempre está en continuo movimiento.
Y,
desgraciadamente, no hay peor sentimiento ni peor oficio para un escritor la
llegada de la muerte, esa misteriosa dama que viene disfrazada de blanca
virgen, de negra túnica portadora de una guadaña afilada, que empieza la siega
de las vidas del mundo, esa humilde dama que mueve la pluma y empapa de tinta
negra de luto nuestros corazones que el fallecimiento de un ser próximo, un ser
querido y que acompaña en su bote hacia el Hades, donde volvemos a encontrarnos
con nuestros amigos, familiares, conocidos, enemigos con los que yaceremos
eternamente en la memoria de nuestros corazones y en las historias que siempre
recordarán y contarán sobre nuestra ida y venida en este mundo.
Allá
donde estés, va esta carta de despedida que sabré si llegará a su destino, sino
que tendré que esperar a mi hora para conocer si el destinatario la ha
recibido.
Descansa
en paz, allá donde estés.
Bonito muy profunda
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