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jueves, 22 de diciembre de 2011

LA PRENSA AMARILLA ESTADOUNIDENSE: PULITZER Y HEARST

La prensa, en muchos países, ha sido considerada como el Cuarto Poder, tras el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, aunque, avanzado el siglo, ahora afronta la muy seria competencia que representa la televisión. Su poder radica en el hecho de informar y, a la vez, formar opinión. Hay amplios sectores ciudadanos en países con alto nivel de desarrollo, que no desean establecer un juicio propio sobre los problemas de la sociedad, prefiriendo que la Prensa piense por ellos. Tal cosa ocurre, incluso, en los Estados Unidos: los lectores eligen un periódico y los periodista de éste, redactan y ofrecen los argumentos para la interpretación de los hechos políticos, sociales o culturales del día a día del mundo. Algunos periódicos han alcanzado prestigio mundial como The Times de Londres, Le Monde de París o el New York Times, de Estados Unidos.

Se mantiene una vieja discusión a la hora de calificar el material que publica la prensa. Existen diarios autodenominados independientes, aunque defienden una posición política o económica determinada, eso sí, aparentando ser neutrales en las controversias. Otros, escudándose en la libertad de prensa, alegan que el público tiene derecho a estar informado de todo y dan preferencia a los temas de escándalo para aumentar su circulación. Estas son las publicaciones que se conocen con la denominación prensa amarilla. Para el primero de estos tipos de periodismo, se puede citar a Joseph Pulitzer, del New York Herald, cuyo nombre lleva el Premio Nacional de Prensa, en Estados Unidos.


Joseph Pulitzer

El joven Joseph Pulitzer, nacido el 10 de abril de 1847, emigró a Estados Unidos con tan sólo 17 años y sin saber ni una palabra de inglés. El pasaje se lo pagaron unos reclutadores norteamericanos que buscaban soldados para luchar en la guerra de Secesión. Al terminar la contienda, y para sobrevivir, Pulitzer desempeñó multitud de oficios, y acabó viajando como polizón a Saint Louis (Missouri), donde trabajó durante un tiempo como mesonero y aprendió inglés por su cuenta.

Sus ambiciones expansionistas lo condujeron a introducirse en la escena periodística de Nueva York, lo que consiguió mediante la compra del diario matutino The World, al que posteriormente dotaría de una edición vespertina con la cabecera The Evening World. Como director de ambos periódicos, introdujo numerosas innovaciones, como las tiras cómicas, la cobertura permanente de acontecimientos deportivos o suplementos especiales de ocio y moda.

Los contenidos de The World oscilaban entre el más grosero sensacionalismo y el periodismo de investigación, centrado sobre todo en la denuncia de la corrupción política, aunque siempre al servicio de las propias simpatías de Joseph Pulitzer, claramente alineadas con el Partido Demócrata. La feroz competencia entre The World y el Journal de William Randolph Hearst alcanzó su máxima cota en 1898, cuando la descarada campaña de ambos diarios a favor de la guerra contra España originó la acuñación del término «prensa amarilla».

En 1892, Pulitzer se ofreció a financiar la primera escuela de periodismo del mundo, en la Universidad de Columbia, pero su oferta fue rechazada inicialmente por el rectorado debido a lo polémico de su figura. Fue en 1902, cuando el nuevo presidente de la Universidad, Nicholas Murray Butler, retomó la iniciativa. Tras la muerte del magnate, en 1911, y con los dos millones de dólares que dejó en su testamento, se edificó la Columbia University Graduate School of Journalism en 1912.

Joseph Pulitzer


WILLIAN HEARST. LA FIGURA DEL AMARILLISMO Y SENSACIONALISMO PERIODÍSTICO

 Otro periodista del mismo país, William Randolph Hearts fue quien dio motivos para que se popularizara universalmente el mote de prensa amarilla. Basándose en vida de Hearst, Orson Welles coescribió el libreto de su película "El ciudadano Kane".

William era hijo del millonario editor del diario The Examiner, de Los Angeles, California. Fue un niño mimado, extravagante y manirroto; apenas tenía 10 años cuando su madre lo llevó a Europa para efectuar una extensa gira. Ya en la Universidad, organizaba fastuosas fiestas, a su costo, con orquestas de jazz y toda clase de exotismos; pero, pese a ello, fue expulsado de Harvard por sus constantes bromas de muy mal gusto con compañeros y profesores. En 1885, escribió a su padre para que éste le entregara la dirección del diario y, además, con una enorme provisión capital. Decía: "Con malos sueldos solo se contratan talentos mediocres, incapaces de hacer un buen diario". Su deseo era competir con Pulitzer. El padre le hizo otros ofrecimientos muy tentadores, pero se negó a aceptarlos si no accedía a su petición. Finalmente, el padre cedió y William Randolph Hearst con 24 años fue Director. Reunido con su plantilla de colaboradores les explicó sus ideas: Debemos ser claramente emprendedores y sorprendentemente originales. Diseñó la portada con grandes titulares, dio mayor cabida a las caricaturas y tiras cómicas, agregó páginas de modas y mucha chismografía. Atacó a los políticos y a grandes empresas, como la Pacific Railroad. Así logró que su diario se transformara en un fuerte medio de comunicación de masas, coordinando las noticias y la agitación política. No contento con su éxito, compró el pequeño diario The New York Morning Journal, para competir con Pulitzer en su propio feudo, rebajando a la mitad el precio de su periódico.

Debió absorber enormes pérdidas, porque en su plana de redacción contaba con grandes nombres: Mark Twain, por ejemplo, fue a Londres para informar sobre la Coronación de la Reina Victoria. W.R. Hearts andaba todo el tiempo a la caza de todo adelanto técnico para sus diarios y equipados con las maquinarias más modernas estar siempre en la primera línea de competencia. Gracias a su enorme fortuna, fue el primero en instalar una rotativa a color para publicar historietas. El personaje de una de sus historietas, vestía siempre de amarillo, lo que originó eso de la prensa amarilla. Siguió comprando o fundando diarios, como The Evening Journal y por un sueldo inusitado conquistó al editor de Pulitzer.

Dos años antes de que Estados Unidos decidiera intervenir en favor de los independistas cubanos, Hearts presionaba con el peso de sus 25 periódicos para que el gobierno se resolviera a actuar. Envió un corresponsal para obtener informaciones. Después de una semana de vivir en La Habana, el periodista pidió volver, porque todo estaba en calma en Cuba. Hearts le ordenó que permaneciera en La Habana, diciéndole: - ¡Quédese, mande material; yo le proporcionaré la guerra!

La gran mayoría de los artículos se elaboraban a partir de información de tercera mano, a menudo retransmitida por intérpretes cubanos e informantes a sueldo, simpatizantes de la revolución independentista que distorsionaban los hechos para arrojar una luz positiva sobre su causa. Rutinariamente, pequeñas escaramuzas se convertían en grandes batallas y la opresión de Cuba se representaba a través de un trato inhumano, torturas, violaciones y pillajes en masa por parte de las fuerzas españolas. En estos reportajes se notificaron grandes cantidades de muertos, incluidos mujeres y niños que supuestamente quedaban abandonados en las cunetas de las carreteras.

Los corresponsales rara vez se molestaban en confirmar los hechos, sino que simplemente pasaban los artículos a sus editores en sus respectivas redacciones, donde se publicaban después de condimentarlas con nuevas y falsas declaraciones. Este tipo de periodismo, que se conoce como “periodismo amarillo o amarillista”, se extendió por toda la nación y su acción propagandística ayudó en gran medida a precipitar la acción militar de Estados Unidos en Cuba y otras colonias españolas de ultramar.

En la mayoría de los casos, los motivos de las guerras son solo económicos, y éste no era diferente: se jugaban varios miles de millones de dólares. Hearst, sostenía en sus diarios que la cruel España era la única culpable de todo lo que sucedía. Y entonces, sospechosamente, se produjo la inexplicable explosión y hundimiento del acorazado norteamericano Maine, en la bahía de La Habana.

Hearst, sin duda, era muy distinto a Pulitzer. Éste ganó fama como autor de reportajes sensacionales, pero fue virando hasta llegar a un periodismo de alto nivel liberal. En cambio, William que empezó como un ardiente radical defendiendo a los trabajadores, también, cambió... para hacerse un ultra derechista y un defensor implacable de los grandes negocios. Además, era un coleccionista increíble. Todo lo compraba. Un castillo en Gales y, otro, todavía más ostentoso, en Long Island. Agrandó su rancho de California, hasta las 7.500 hectáreas, dotándolo de más habitaciones que un hotel de cinco estrellas, plantó jardines de fábula con flores exóticas y construyó un palacio morisco, con un enorme salón para banquetes y fiestas. Pero no tuvo suerte cuando le picó el bicho de la política. Solo obtuvo fracasos y casi lo mismo le sucedió en sus amores. Iba a cumplir 40 años cuando casó con Millicet Wilson, que le dio 5 hijos. Millicet se dedicaba a proteger a jóvenes promesas artísticas. Una de ellas era Marion Davies, una muchacha de 20 años, aspirante a estrella de cine. Hearts, tenía 55 años, pero se enamoró de Marion y la llevó a vivir a su castillo. Millicet no le dio el divorcio.

En política no logró ser gobernador de Nueva York y ni siquiera ser elegido diputado; también fracasó en convertirse en el poder detrás del trono. Se alió con el candidato Taft, pero Bryan fue quien resultó elegido Presidente. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Williams Hearst defendió a los nazis y dijo que la guerra se haría en beneficio de las grandes empresas y de Wall Street. Hasta tuvo una entrevista con Hitler. Terminada la guerra, Hearst, debilitado de salud y de poder, se retiró a vivir en sus posesiones. Marion Davies, con la que vivió más de 30 años, lo cuidó hasta su muerte, a los 88 años, el 14 de agosto de l95l. Fue un personaje ardorosamente ensalzado y vigorosamente vilipendiado. Dijo una vez: "El hombre que no se contradice nunca, es incapaz de aprender: las condiciones cambian, pero él no".

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