Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda de progenitores profesionales y literarios. Su padre, Sir William Wilde, era uno de los cirujanos más destacados de Irlanda, publicando libros sobre arqueología y folklore ; su madre era una revolucionaria poeta y una autoridad en los mitos y el folklore celtas. Estas condiciones crearon un ambiente propenso para el desarrollo de las habilidades artísticas y literarias por las cuales Wilde destacaría en el futuro .
Posteriormente, Wilde estudió mediante becas sucesivas en el Trinity College en Dublín (1871-74), y el Magdalen College, Oxford (1874-1878), que lo premió mediante un título con honores. Durante estos cuatro años, se distinguió no sólo como un erudito clásico e ingenioso autor, pero también como poeta. Fue profundamente impresionado por las enseñanzas de los escritores ingleses John Ruskin y Walter Pater sobre la importancia central del arte en la vida, específicamente por el énfasis de la última en la intensidad estética mediante la cual esta debe ser vivida.
A inicios de la década de 1880, cuando la Estética era la ira y la desesperación de Londres, Wilde se estableció a si mismo en círculos artísticos y sociales debido a su ingenio y vistosidad. Pronto, el periódico Punch lo hizo el objeto satírico del antagonismo de esta publicación a los Estéticos por lo que es considerada la devoción no masculina de ellos al arte y la vida, algo que evidentemente se refleja en El Retrato de Dorian Gray, además de los característicos poses amanerados y típico traje estético mediante el cual Wilde exhortaba a todos a que "amen a la belleza y al arte".
Son estas conductas las que hacen a Wilde un escritor interpuesto entre el romanticismo y realismo, ya que destaca la belleza del mundo en que vivimos al mismo tiempo que la ambienta con tragedias realistas y veraces de la época victoriana inglesa, una época en la cual se vivían grandes cambios en las formas de vida a expensas de los valores y la ética humana.
El realismo es un movimiento literario que denota en la obra de Oscar Wilde por su uso de observaciones y descripciones detalladas en el contexto textual, presentes para crear un ambiente ficticio cuyos aparentes aspectos de la realidad lo hacen accesible al lector. Dichos objetivos emergieron en la literatura principalmente a través de la novela, que podía estrechamente aproximar el diálogo y detalle de la vida humana mejor que la poesía, el cuento o aún el drama.
Después de ser liberado en 1897, se retrajo a París por el resto de su vida sin poder volver a alcanzar la capacidad literaria que tenía antes de ser condenado, sufriendo una triste muerte en 1900 a la corta edad de 46 víctima de meningitis.
OSCAR WILDE |
OBRA
Entre sus primeras obras se cuentan dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos, El príncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático. Aunque el autor describe todo el proceso de la corrupción del protagonista y, a través del sorprendente final, defiende la lucha contra la degradación moral, los críticos de su tiempo continuaron considerándole un inmoral.
Entre sus primeras obras se cuentan dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos, El príncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático. Aunque el autor describe todo el proceso de la corrupción del protagonista y, a través del sorprendente final, defiende la lucha contra la degradación moral, los críticos de su tiempo continuaron considerándole un inmoral.
Las obras teatrales más personales e interesantes de Wilde fueron las cuatro comedias El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por unos argumentos hábilmente entretejidos y por sus ingeniosos diálogos. A pesar de su escasa experiencia dramática, consiguió demostrar un talento innato para los efectos teatrales y para la farsa, y aplicó a estas obras algunos de los métodos creativos que solía utilizar en sus restantes obras, como las paradojas en forma de refrán inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas: "Experiencia es el nombre que cada uno da a sus propios errores" o "¿Qué es un cínico? Una persona que conoce el precio de todo y el valor de nada".
En contraste con sus comedias, Salomé es una obra teatral seria sobre la pasión obsesiva. Originalmente escrita en francés, la estrenó en París en 1894 la reconocida actriz Sarah Bernhardt. Después, el compositor alemán Richard Strauss compuso una ópera homónima basada en ella. Lord Alfred Douglas la tradujo al inglés, en 1894, y el artista Aubrey Beardsley la ilustró.
En la cárcel, Wilde escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una obra extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosión sentimental muy poco sincera. La balada de la cárcel de Reading (1898), escrito en Berneval, Francia, muy poco después de salir de prisión, y publicado anónimamente en Inglaterra, es uno de sus poemas más poderosos. En él retrata la dureza de la vida en la cárcel y la desesperación de los presos, con un lenguaje bello y cadencioso. Durante muchos años, el nombre de Oscar Wilde sobrellevó el estigma impuesto por la puritana sociedad victoriana. En la actualidad, el artista que se esconde tras ese nombre ha sido reconocido como un brillante crítico social, y sus obras mantienen una vigencia universal. En la literatura en español su influencia se dejó notar en los escritores más esteticistas desde el español Ramón Gómez de la Serna, pasando por el chileno Eduardo Barrios o el catalán Pere Gimferrer. El escritor y editor Ricardo Baeza ha traducido casi toda su obra publicada, primero en España y después en Buenos Aires, donde se exilió durante la Guerra Civil española.
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