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viernes, 6 de abril de 2012

DESCARTES

En 1616, se licenció en Derecho, en la Universidad de Poitiers, un joven aristócrata de nombre René Descartes. Profundamente descontento de lo que había aprendido de los académicos, todavía anclados en los pensadores de la antigüedad. Descartes desdeñó la filosofía de los antiguos por su evidente insuficiencia de verificación. En su momento analizó que, pese al tiempo transcurrido y la presencia de muchos científicos distinguidos, no había ni una sola materia dentro de su esfera que no estuviera, todavía, en discusión.

El joven Descartes, contaba apenas 20 años cuando confiaba en que podría remediar todo este enredo y aunque tal postura era poco común en un muchacho de su edad, en su caso sí iba a tener un resultado muy poco común. Iba a hacer todo cuanto soñó, y a refundir el pensamiento humano como sólo lo han hecho un grupo de hombres en el curso de la historia. Lo que todavía es más desusado, iba a llevar a cabo su resolución por medio de una filosofía fresca que surgió de las matemáticas. Ésta fue la "geometría analítica", que unificó toda la aritmética, el álgebra y la geometría anteriores en una técnica unitaria - una técnica consistente en considerar los números como puntos en un gráfico, las ecuaciones como formas geométricas y las formas como ecuaciones -. La geometría analítica se transformó en los cimientos sobre los que se construyeron la mayor parte de las matemáticas superiores actuales y gran parte de las ciencias exactas.

Para valorar el legado de Descartes, vale la pena describir el mundo en que vivió en el invierno de 1616. La sociedad se reavivó con ideas frescas e intrépidas hazañas: los protestantes proclamando sus austeros patrones de conciencia individual; naciones rivales proyectando imperios en el extranjero; los comerciantes holandeses de pieles haciendo tratos en Manhattan; los colonos ingleses luchando para sobrevivir en Jamestown. Los amantes del teatro en Londres lamentaban la reciente muerte de Shakespeare. Monteverdi estaba componiendo las primeras grandes óperas mundiales. William Harvey había justamente iniciado las conferencias en que describía el corazón, no como un centro de emociones, sino como una bomba para la sangre. Kepler estaba preparando la publicación de la tercera y última de sus leyes. La idea de que el sol es el centro del sistema solar - propugnada por el astrónomo polaco Copérnico - había sido precisamente calificada de herejía por la Santa Iglesia en Roma; Galileo, ocupado con el telescopio que acababa de descubrir, la había revivido y, como era la costumbre, la Iglesia le había sido prevenido de que cesara en su entusiasta apoyo de la idea.

En medio de esta amplia onda de creatividad, el joven Descartes llegó al convencimiento de que el mundo necesitaba una fórmula que disciplinara el pensamiento racional y unificara el conocimiento. Se dispuso a encontrarla en el "conocimiento de mí mismo" y en el "gran libro del mundo". Después de probar brevemente los placeres de París, se convirtió en caballero de armas del príncipe holandés de Nassau v después del duque alemán e Baviera. Mientras fue soldado, como él mismo dijo, pasó la mayor parte del tiempo "con la cabeza y las orejas en el estudio de las matemáticas", rama del conocimiento que le encantaba porque en ella encontraba las certidumbres de sus pruebas y la evidencia de sus razonamientos. En el espacio de dos años - tenía 22 - empezó a desarrollar su geometría analítica y un año más tarde había ideado el discurso del método , que iba hacerle famoso como filósofo.

El discurso del método

El discurso del método puede dividirse en seis partes:
  1. en la primera se hallarán diferentes consideraciones acerca de las ciencias
  2. en la segunda, las reglas principales del método que el autor ha buscado
  3. en la tercera, algunas otras de moral que ha podido sacar de aquel método
  4. en la cuarta, las razones con que prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica
  5. en la quinta, el orden de las cuestiones de física, que ha investigado y, en particular, la explicación del movimiento del corazón y de algunas otras dificultades que atañen a la medicina, y también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de los animales
  6. y en la última, las cosas que cree necesarias para llegar, en la investigación de la naturaleza, más allá de donde él ha llegado, y las razones que le han impulsado a escribir.
La primera parte se ocupa de la ciencia de su tiempo y de su rechazo de la enseñanza tradicional, de la que solo salva a las matemáticas. Todas las demás ciencias, carecían del rigor del método matemático, capaz de llegar a conclusiones verdaderas, si bien pueden ser prácticas o proporcionar un placer intelectual o estético. ; hay que observar que, pese a ser una obra filosófica, no carece de elementos autobiográficos, y precisamente en esta primera parte Descartes constata la decepción que le causaron, en general, sus estudios.

En la segunda parte, quiere poner remedio a esta situación de las ciencias proporcionándoles una metodología, un fundamento firme, unos cimientos indiscutibles para cualquier mente racional. Propone el método matemático como fundamento de todas las demás ciencias, un mismo método para todas las ciencias (mathesis universalis). El método de Descartes, será la duda, que utilizará para llegar a verdades firmes y evidentes, a la certeza. Esta duda será universal, metódica, teorética, hiperbólica y exagerada.

La tercera parte trata de establecer unas normas de actuación, a fin de no dejar el campo de la moral desnudo, mientras no encuentra un fundamento de la misma. Hasta que se demuestre la falsedad o verdad de los preceptos morales de la tradición, debemos mantenernos fieles a los mismos, es decir, cumplir las leyes y costumbres del país y dedicarnos al ejercicio de la razón, como único medio de avanzar en el camino de la verdad. Estas normas incluyen obedecer siempre las leyes y costumbres del país; permanecer fiel a las opiniones aceptadas como verdaderas, mientras no se demuestren como falsas, evitando así las incertidumbres en la investigación; aceptar las verdades halladas y los hechos inevitables, adaptándose a ellos en lugar de pretender que se adapten a nosotros; y, por fin, aplicar nuestras vidas al cultivo de nuestra razón y adelantar todo lo posible en el conocimiento de la verdad según el método expuesto anteriormente.

La cuarta parte, Descartes encuentra la primera verdad indudable, el cogito. Pone en duda la realidad, los sentidos, las matemáticas, todo lo relacionado con el tema de la verdad. Descartes nota que, en efecto, podemos dudar de todo, pero no podemos dudar de que dudamos, y, como dudar es pensar, no podemos dudar de que pensamos. El pensamiento es nuestra primera certidumbre, y nos lleva a la certidumbre de nuestra existencia: "Pienso, luego existo". El hombre existe al menos como cosa pensante, como res cogitans. La existencia del pensamiento es un concepto claro y distinto, una verdad evidente que sirve como punto de partida.

Descartes se da cuenta de que en el acto mismo de dudar, el sujeto pensante da muestras de su imperfección, una idea a la que solo puede llegar por oposición a la idea de perfección, por comparación. De nuestra propia existencia y de la existencia de Dios se desprende que el mundo exterior, diferente de nosotros, también existe. Si el mundo no existiese, Dios nos estaría engañando, haciéndonos aparecer como existente un mundo que no existe; pero Dios, siendo como es perfecto, no puede engañar: el engaño y la falsedad son imperfecciones, y no pueden ser atributos de un ente supremo perfectísimo. Por lo tanto, concluye Descartes, el mundo exterior existe y podemos confiar (aunque críticamente) en el testimonio de los sentidos.
 
En la quinta parte, Descartes expone algunas aplicaciones de su método científico a los estudios físicos. La creación, el universo, está gobernada por leyes mecánicas que permiten dar cuenta de todos los fenómenos materiales. Descartes concibe el cuerpo humano como un mecanismo, y desarrolla aquí su explicación mecánica del movimiento del corazón, así como su concepción de los otros seres vivientes como “animales-máquina”.

La sexta y última parte nos narra las incidencias en la elaboración de la misma obra, explicando las razones por las que retrasó tres años su publicación..

Las 4 reglas del método
  1. Evidencia. No admitir como verdadera cosa alguna si no se con evidencia que lo es, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presente tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
  2. Análisis. Dividir cada una de las dificultades que examinaré, en cuantas partes fuera posible y en cuantas requiriese su mejor solución
  3. Síntesis. Conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo gradualmente hasta el conocimiento de los más compuestos e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
  4.  Enumeración. Hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada.
Descartes

1 comentario:

  1. Interesante sinopsis me gustarpia conocer un poco más sobre su discurso del método. Gracias

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