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sábado, 29 de marzo de 2014

PRIMAVERAS TRICOLORES

Como cada  año, llega la primavera republicana
y vuelven a ondear las enseñas tricolores
que claman democracia frente a los dictadores
de los mercados y la banca alemana

en su bandera tricolor lleva escritas
las palabras libertad, igualdad y fraternidad
en este país siempre prohibidas, siempre proscritas
ahogadas en el océano de la necedad

porque queremos ser ciudadanos
y no súbditos de un parásito social como el rey
porque queremos vivir como hermanos
queremos igualdad real ante la ley

y le pedimos amablemente  a su majestad
que se vaya y no vuelva jamás
porque queremos ver ese tierra prometida
que lleva por nombre libertad

viernes, 28 de marzo de 2014

NO PASARÁN. LA BATALLA DE MADRID

Hoy finalizó la Batalla por Madrid. 

La capital de la República resistió 870 días sitiada (2 años y medio!) soportando bombardeos indiscriminados y ausencia de víveres, hasta que finalmente cayó en 1939, ante las tropas del golpista general Francisco Franco y sus aliados alemanes e italianos.

En 1937, en plena contienda, Madrid se defendía del paso de los nacionales y en las calles de la ciudad se colgaban pancartas con frases de conocidas figuras, como Dolores Ibárruri y su "No pasarán", que vociferó a través de las ondas de la radio.

Para la historia, el cartel desplegado en el castizo arco de la calle Toledo de la Plaza Mayor, con una frase que ya es un icono para cualquier resistencia antifascista a nivel mundial.

Un 28 de marzo, en 1939, las tropas del general Francisco Franco entraron en Madrid después de dos años y medio de asedio de la ciudad. La caída de la capital tuvo lugar justo cuatro días antes de la derrota definitiva del bando republicano en la Guerra Civil. Durante el conflicto, Madrid estuvo situada en pleno frente de guerra, por lo que la ciudad sufrió a una destrucción muy severa, sobre todo en los barrios situados en la zona más occidental.

Un poco de historia

Madrid el día 6 de noviembre era una ciudad desahuciada. las tropas de franco habían llegado a Carabanchel alto y campamento. ante el inminente peligro; el gobierno republicano se trasladó a Valencia dejando al general Miaja como encargado de la constitución de una junta de defensa, ordenándole que resistiera hasta conseguir una concentración de fuerzas en el valle del Jarama que cortase las comunicaciones y aislase a las vanguardias del ejército franquista. durante la madrugada del día 7 de Noviembre, el general Miaja y Vicente Rojo, a quién había nombrado jefe del Estado mayor de la Defensa, inician una vertiginosa carrera para la localización de los recursos humanos y materiales existentes y la organización de la defensa.

La ciudad vive una intensa actividad propagandística por parte de partidos y sindicatos, que propugnan la resistencia de la ciudad. En la madrugada del día 7 el general Miaja y Vicente Rojo posicionan las tropas y dictan las primeras órdenes para defender la ciudad. Rojo supone que el ataque principal será por el sector comprendido entre los puentes de Segovia y Toledo: Las Brigadas Mixtas recién creadas, consideradas como fuerza de choque, serían colocadas en los lugares más sensibles.

En la zona de Usera se destruye una tanqueta de las tropas franquistas y al examinar el interior, entre las ropas de un oficial muerto, se encuentran unos documentos que son considerados de gran importancia por el teniente coronel Manuel Trucharte: era un copia de las órdenes de Varela para el ataque a Madrid.

Fijadas las cualidades de las fuerzas que iban a atacar la plaza y las posibilidades de todo tipo que en ellas concurrían, sólo nos resta sintetizar su orden de batalla, que era el siguiente:
Jefe: General don José Varela.
Tropas de primer escalón:
  • Ala izquierda: Columna 1. Tte. Coronel Asensio (la misión de la esta columna sería ocupar los edificios comprendidos por el Paseo de Moret, paseo de Rosales, calle del Marqués de Urquijo y calle de la Princesa para la base de partida del ataque a Madrid entrando por la Casa de Campo y el parque del Oeste ocupando la Cárcel Modelo y el cuartel de don Juan)
  • Columna 4. Tte. Coronel Castejón 
  • Columna 3. Tte. Coronel Barrón ( la misión de esta columna sería ocupar las calles de Marques de Urquijo, paseo de Rosales, Calle Ferraz, plaza de España y calle princesa trasladándose al aeródromo de Cuatro vientos, entrando por la Casa de Campo)
  • Ala derecha: Columna 2. Tte. Coronel Delgado Columna 5. Tte. Coronel Tella
Estas cinco columnas ofrecían una composición similar, a base de tres unidades de choque cada una (fuerzas moras o del Tercio), una batería de 75 o 105 y una compañía de Zapadores. Estaban a las órdenes del coronel Yagüe, jefe del Tercio de Extranjeros.

Tropas de segundo escalón:
  • Columna 6. Comandante Alonso.
  • Columna 7. Teniente coronel Bartomeu.
Tenían igual composición que las columnas de primer escalón.

Tropas de tercer escalón:

De composición más variada y con mayor dotación de Artillería y de unidades de base política: Falange y Requeté. Sus unidades se hallaban dislocadas en forma dispersa, cubriendo puntos sensibles de la retaguardia y en las líneas del Jarama y del Tajo. Con ellas se formarían dos nuevas columnas, las 8 y 9.

Tropas no encuadradas en las Columnas:
  • Columna de Caballería. Teniente coronel Monasterio. Disponía de escuadrones de
  • sables, 2 de armas de acompañamiento y una batería.
  • 2 Tabores de Regulares.
  • 16 Baterías de artillería 65, 105 y 155.
  • Compañías de carros de combate (1 de ligeros y 2 de pesados).
  • 2 Compañías de Zapadores.
  • Varias baterías de morteros de 81, ametralladoras antiaéreas, Mehaznias,
  • compañías de marinería y fuerza de la GC. Aviación de caza y bombardeo
  • (efectivos desconocidos).
  • Servicios diversos.
Podrían concurrir a la maniobra, además de las fuerzas citadas, las unidades que se estaban organizando en Toledo y Talavera y reservas o unidades encuadradas en el frente de la serranía.

Las columnas del norte y el oeste, fueron detenidas en Somosierra y el Puerto del León por las milicias y las pocas unidades militares fieles. Por el suroeste el rápido y sangriento avance a través de Extremadura y el valle del Tajo, podía haber llegado a las puertas de Madrid a finales del verano de 1936, pero Franco decidió desviarse hacia Toledo en una acción propagandística de “liberar” el Alcázar asediado. 

Las columnas de Varela y Yagüe llegaron a los pueblos más próximos a la capital y al extrarradio (Villaverde, Carabanchel, Cerro de los Ángeles…) Y ahí es cuando el Gobierno de Largo Caballero se marcha de Madrid, porque no creían que la ciudad pudiese aguantase la embestida.

La reacción popular bajo la consigna del “No pasarán”, que popularizó la dirigente comunista Dolores Ibárruri, organizó la resistencia con la ayuda de los pocos militares de carrera que eran fieles a la República, destacando Miaja y Rojo. Se producirá un alistamiento en masa de los obreros y jóvenes de los partidos y sindicatos, se constituye el 5º Regimiento en Francos Rodríguez... La única experiencia militar que unos pocos tenían era el asalto al Cuartel de la Montaña en los primeros días de la sublevación. La mayoría no sabían nada de guerra y tuvieron que hacerla a vida o muerte.

Del 7 al 23 de noviembre, fueron 16 días terribles los que duró la batalla de Madrid. Hubo muchos muertos en el frente de la casa de Campo, Usera, el Puente de los Franceses, Moncloa y la Ciudad Universitaria. También en los bombardeos sobre la población civil que inauguró el ejército franquista. Pero se produjo el milagro: Madrid resistió. Aquello sí que fue empoderamiento popular: las masas llegaron a hacer suya la razón de la esperanza.

La Quinta Columna

Así como al hacer la valoración de los medios propios juzgamos necesario decir algo del Estado Mayor y de la Junta de Defensa, ahora, en este análisis del factor adversario, nos sentimos obligados a considerar un elemento nuevo que aparece por vez primera en la historia militar, condicionando la situación de manera premeditada y organizada. Tal es la Quinta Columna.

En todas las guerras hubo quintas columnas; pero su incorporación al arte de combatir como factor integrante de la maniobra y de acción encuadrada en los planes es realmente una innovación que aporta a la belicología la Guerra de España. Forman la Quinta Columna los elementos que, encubiertos en el campo adversario, se mantienen positivamente organizados para participar de manera activa en la lucha, en condiciones de tiempo y espacio previstas, tan pronto como suene la hora de la decisión, tanto en las acciones que la preceden como en la rápida explotación del éxito, cuando éste se alcance.

Actúa esencialmente en el interior del campo enemigo y principalmente en su retaguardia, de tal modo que se desarticulen la organización, las posibilidades materiales de lucha y el manejo de los medios, se interfieran las comunicaciones, se desgaste o abata la moral, se reduzca la potencialidad y todo, en fin, quede desbaratado de una manera acorde con las tropas operantes para hacer más fácil, voluminosa, rápida y decisiva la derrota. Realmente es una columna operativa con fuerza y poder para actuar por la espalda sobre las tropas organizadas que mantienen noblemente la lucha en el frente.

No se trata de simples espías o saboteadores, de agentes desmoralizadores, ni de meros agitadores, sino de una malla fuertemente tejida, que se tiende sobre todas las actividades en las cuales se pueda restringir o anular la capacidad de acción, el poderío de las columnas combatientes o el de los comandos.

Esa Quinta Columna, que ya estaba montada en Madrid desde antes del comienzo de la guerra, según han revelado sus propios componentes, había fracasado al iniciarse el conflicto y durante los cuatro primeros meses de actividad bélica; pero ahora, cuando se trataba del asalto a Madrid, podía entrar en juego de manera decisiva, haciendo imposible que el Gobierno lograra lo que aún podía conseguir: la conservación de la capital.

Pues bien, en el caso de la defensa de Madrid, el peligro de la Quinta Columna resultaba patente, y no porque lo hubieran descubierto los defensores, sino porque el adversario lo había hecho público desde el comienzo de la guerra, a través de su prensa y propaganda; manifiesto y grave error, que provocó represalias sobre los sospechosos de pertenecer a ella.

En lo que se refiere a la batalla de Madrid, los indicios de que dicha columna estaba alerta se manifestaron el mismo atardecer del 6 de noviembre; pero su actividad quedó rápida y automáticamente cortada, por iniciativa de las tropas de Milicias que permanecían en los cuarteles de la capital. Después, durante la batalla, en razón del curso favorable que tuvo para los defensores, la actuación de la Quinta Columna careció de eficacia operativa, aunque supo mostrarse muy activa en algunos períodos, tratando de provocar la desmoralización y las deserciones entre los combatientes, así como desarrollando actividades informativas al servicio de las tropas atacantes.

De la existencia y presencia de la Quinta Columna tuvo el Comando de la Defensa información abundante y constante. Se reveló también a través de innumerables hechos de los que se hablará oportunamente, entre los que destacan el incidente de la Embajada de Finlandia y la explosión en la estación Diego de León del metropolitano.

Era notorio que potencialmente y aunque no estuvieran encasilladas, pertenecían a ellas muchas gentes de las derechas políticas y sociales residentes en Madrid; mas no por esto fueron objeto de represalias. Algunos fueron denunciados con fundamento, o por simples sospechas; los organismos de control los fichaban como «desafectos» y las fuerzas de orden público los vigilaban.

Otros permanecieron encarcelados durante la guerra o gran parte de ella sin más consecuencias; algunos, más hábiles, podían circular y actuar libremente con documentación que lograban a través de los amigos que ignoraban aquella circunstancia, o que aviesamente les facilitaban los propios quintacolumnistas incrustados en organismos militares y civiles, centros políticos de izquierdas, sindicatos, industrias, etc.; constituían una verdadera plaga que habría de salir a la superficie en los momentos de crisis.


Casa de Campo

El día 8 de noviembre se realizó un intenso bombardeo de la orilla izquierda del río Manzanares, entre el puente de san Fernando y el puente de la Princesa. La resistencia de los republicanos impiden a las columnas de Asensio y Barotomeu avanzar, aun así han tomado la mayoría de los puntos estratégicos del parque: Casa Quemada, el Cerro de Garabitas, Cerro de las Canteras y Cerro del Cementerio.

La Casa de Campo donde sufrió más fue en su patrimonio monumental, destruyéndose edificios tan emblemáticos como la Iglesia de la Torrecilla, la propia Torrecilla, la Casa de Labor, el Cementerio, la Casa de Vacas, el Cuartel de la Guardia Civil de Rodajos, las instalaciones del Hipódromo y Tiro Pichón y las casas en general que ocupaban los guardas y porteros que de alguna manera quedaron afectadas y después de la guerra reutilizaron el material que quedaba de ellas.

En el conocido como Vértice Paquillo, antes de pasar propiamente hoy a la Casa de Campo desde el Batán pues están en la zona de parque al otro lado de las vías del tren, encontramos los restos de dos bunkers. También veremos restos de edificaciones militares en las proximidades del puente de La Culebra. En el cerro Garabitas, en torno a la zona actualmente ocupada por la torre de vigilancia forestal, podemos apreciar lo que fueron líneas de trinchera:  Este cerro fue elegido por el bando nacional durante la Guerra Civil para bombardear Madrid entre los años 1936 al 1939.

Parque del Oeste

El Parque del Oeste cuenta con apenas cien años de historia, siendo uno de los más bellos y singulares de Madrid. Seguramente la mayoría de las personas que pasean por él desconozcan que durante la Guerra Civil el parque se convertiría en primera línea de frente de batalla, quedando dividido en dos zonas, estando las trincheras y las alambradas de ambos contendientes separadas en algunos lugares por escasos metros.

Este ahora plácido lugar sería escenario de intensos y sangrientos combates durante la Batalla de Madrid en noviembre de 1936, siendo uno de los lugares elegidos por las fuerzas del general Franco para realizar su ataque frontal sobre la capital. Por este parque habrían de subir alguna de las unidades que posteriormente tendrían que avanzar por las calles del barrio de Argüelles hacia el centro de la ciudad. La tenaz resistencia de los defensores de Madrid hizo fracasar este ataque, pero no impidió que los atacantes ocuparan diversas zonas del parque, donde permanecerían hasta el final de la contienda, registrándose durante ese largo periodo numerosos combates y golpes de mano que pretendían desalojar de sus posiciones al contario, o bien consolidar las propias. Tras tres semanas de lucha los asaltantes no conseguirían su objetivo, pero si conseguirían ocupar parte de la Ciudad Universitaria, así como del Parque del Oeste. Tras el intento fallido de asalto de noviembre del 36 el parque quedaría repartido entre ambos contendientes, continuando los combates y escaramuzas, con mayor o menor intensidad, durante prácticamente todo el transcurso de la guerra, lo que acabaría convirtiendo este apacible lugar en un auténtico campo lunar como atestiguan las imágenes tomadas tras la contienda. La gran mayoría de monumentos y otras construcciones, salvo puntuales excepciones, quedarían destruidos durante la guerra, y sus ruinas serían demolidas tras la contienda. Curiosamente algún monumento sobreviviría a la guerra, pero no así al nuevo régimen que ordenaría destruirlo. El parque sería nuevamente replantado, y nuevos monumentos ocuparían el lugar de los desaparecidos.

Fortines en el parque del Oeste


Ciudad Universitaria

Las tropas insurgentes llegaron a los barrios del sur de Madrid en noviembre y desde entonces comenzó el asedio de la capital que duró hasta el final de la guerra y que situó su frente estable en la Ciudad Universitaria.

La lucha se concentró primero en la Casa de Campo, luego en la Universitaria y contó con la llegada a la Facultad de Filosofía y Letras de la XI Brigada Internacional, al mando de Kléber, que preparó allí su cuartel general. Los enfrentamientos fueron cada vez más potentes y las tropas moras llegaron a la Escuela de Arquitectura. Poco a poco se consolidó esa posición que permitió a los atacantes avanzar hacia el Asilo de Santa Cristina, la Casa de Velázquez y la Escuela de Agrónomos. Desde allí, alcanzaron el Clínico.  La previsión era inaugurar el Hospital Clínico en el mes de octubre de 1936, coincidiendo con el primer centenario del traslado de la Universidad Complutense de Alcalá a Madrid.

En abril de 1936 el Clínico estaba prácticamente concluido, pero el estallido de la Guerra Civil convirtió el edificio en un frente de guerra en el mes de septiembre, cuando los dos bandos se enfrentaron en el límite noroeste de Madrid.  La batalla duró desde el 15 hasta el 23 de noviembre de 1936, tras varios intentos fallidos de cruzar el Manzanares. Los edificios del campus se disputaron entre ambos bandos causando numerosos desperfectos en las facultades y en sus bibliotecas. El Hospital Clínico San Carlos quedó prácticamente destruido por la crueldad de la batalla, los soldados iban matando planta por planta y habitación por habitación, lo que propició muchísimas bajas.

El día 17 de noviembre se produjo el segundo momento decisivo del avance de las tropas atacantes. A primera hora de la mañana la aviación atacante castiga la zona de paseo de Rosales, Moret y las dos orillas del Manzanares. La columna de Asensio, desde la Escuela de Agrónomos, tomó el Asilo de Santa Cristina y atacó por primera vez el Hospital Clínico, edificio en cuyo interior se luchó de forma encarnizada.

El 16 de noviembre, y después de tomar la Casa de Velázquez, la columna del general nacional Asensio Cabanillas toma la Escuela de Ingenieros Agrónomos, y posteriormente se adentra en la Facultad de Filosofía y Letras, importante punto de control por poseer una de las más grandes bibliotecas de España en aquel tiempo. Sin embargo, la XI Brigada Internacional no iba a permitir esto, y combatió a los sublevados en el interior del edificio. Los libros fueron absolutos protagonistas en esta fase de la batalla, pues muchas estanterías fueron utilizadas como parapetos, pudiéndose ver hoy en día las marcas de balas en algunos ejemplares. Desatada a lo largo de las cinco plantas de la Facultad, la batalla por la conquista de este punto de control se saldó con una victoria republicana, quedando instaurado el cuartel general de la XI Brigada. Los nacionales, al mando de Asensio, no se rindieron, y alargaron la batalla en el edificio durante varios días más. Las aspilleras, hechas con libros, fueron un factor bélico determinante para la defensa de este sector por parte del bando republicano. La guerra continuaría por otras Facultades, siendo Filosofía un fuerte punto de resistencia para los gubernamentales.

Con los bombardeos de las últimas fases del conflicto, el Ejército Popular de la República, además de Emilio Kléber y su XI Brigada Internacional, resistieron atrincherados antes del derrumbamiento total de los frentes, en marzo-abril de 1939. Moncloa, y las Facultades de Medicina y Filosofía, fueron los últimos reductos del ejército republicano, antes de verse superados por el empuje de los sublevados.

Tras la Guerra Civil, el 40% de la estructura del edificio fue destruida, conservándose el salón de actos y los módulos aledaños. Así, se pudo proceder a la reconstrucción de la Facultad de Filosofía y Letras. 
Trincheras republicanas en Ciudad Universitaria (1937) 


Tetuán

Tetuán, barrio obrero de Madrid, de traperos, comerciantes; cobijo de aquellos que partieron a la Guerra de África en 1860, del que hace honor su nombre, aunque no llegara a hacerlo su deseada entrada a la capital. De los que lucharon por España en la Guerra Civil (1936-1939), aquellos que ponían la mano en el fuego y se quemaban, pero aguantaban, hacinados en 30 metros cuadrados. Y mismo cobijo para los que vienen, ahora, con propósito de echar raíces. Barrio de culturas.

El cine pasó a ser también sede para la celebración de mítines políticos de cualquier signo, lo que de vez en cuando originaba alguna trifulca en las inmediaciones. Por el Europa pasarían intelectuales como Unamuno, pero sobre todo políticos, como La Pasionaria, Santiago Carrillo, Francisco Largo Caballero o José Antonio Primo de Rivera, que expusieron desde aquel escenario encendidos discursos, que dan cuenta del convulso momento que vivía la República.

Especialmente significativo fue para la Falange, ya que fue éste el escenario de un importante discurso de su líder el 2 de febrero de 1936. Aquel fue el día en que se cantó por primera vez el “Cara al sol”, ante un aforo “completamente lleno” en un acto que se simultaneó con otro en el Cine Padilla, donde comenzó el propio José Antonio, antes de trasladarse a Bravo Murillo: “Si después del escrutinio trataran los enemigos de España de asaltar el poder, Falange, sin fanfarronadas pero sin desmayo, estaría en su puesto, como ayer, como siempre”, clamó desde las tablas.

Poco antes, en 1934, el socialista Francisco Largo Caballero ya había hecho en el Europa un llamamiento a la revolución, y meses antes del inicio de la contienda volvió a insistir sobre el mismo escenario: “La transformación del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas (…) estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”.

Al comienzo de la Guerra Civil, el Cine Europa fue inmediatamente incautado por milicianos anarquistas, y convertido en Ateneo Libertario de Tetuán y cuartel de las milicias confederales. En sus sótanos se instaló una de las checas más temidas de la capital, organizada para controlar la represión contra los sublevados, y a su mando se colocó el pistolero anarquista Felipe Emilio Sandoval Cabrerizo, “el doctor Muñiz”, a quien se atribuye la matanza de la Cárcel Modelo. Curiosamente, uno de los últimos asesinatos de Sandoval fue el del bibliotecario de Chamberí y afiliado a la CNT, Florián Ruiz Egea, acusado de quintacolumnista. En la actualidad, Ruiz Egea da nombre a la Biblioteca Pública ubicada en Raimundo Fernández Villaverde.

Cine Europa


Después del asalto y la toma del Cuartel de la Montaña, en los días siguientes al 18 de julio de 1936, los integrantes de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) de Cuatro Caminos requisan el Convento y Colegio Salesiano de la calle Francos Rodríguez nº 5, del que habían huido los religiosos salesianos temerosos por sus vidas, ante las iras de las milicias populares en respuesta al alzamiento militar contra la República. Tras esta requisa las Milicias se instalan en el mismo, tomando el nombre de Quinto Regimiento.

Aquella tarde Tetuán fue víctima de la aviación fascista. Parte de esta memoria visual se conservó en el conocido como "el archivo rojo" (en referencia al general Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa y principal artífice de la defensa de Madrid). Se trata de un conjunto de más de 3.000 fotografías creado por la Junta de Defensa de Madrid con el fin de denunciar los desastres de la Guerra Civil.

En la mañana del miércoles 16 de diciembre de 1936, 31 bombarderos y 25 cazas nacionales fueron avistados en el norte de Madrid. Volaban más bajo que de costumbre.

Los madrileños no tardaron en identificar a parte de los aviones que conformaban la temible formación aérea. Entre ellos se encontraban los bombardeos Junker 52.

Conocidos como las "pavas" o las "tres viudas", por volar en formación de tres, los grandes trimotores alemanes transportaban en su interior bombas de gran peso, con un inmenso potencial destructor.  Cuando la escuadra de 20 aviones republicanos ("los chatos") les dio alcance, muchos contemplaron asombrados la intensa batalla aérea entre los cazas de ambas aviaciones que tuvo lugar entonces en el cielo de Madrid. 

Los vecinos de Tetuán tenían otra tarea más urgente que llevar a cabo: buscar a sus familiares y amigos entre los escombros de sus viviendas y calles. 

Bombardeo de Tetuán

Durante la Guerra Civil la plaza de toros se utilizó como depósito de pólvora. Una degradación que llevó a que en agosto de 1936, se produjese una enorme explosión que la destruyó por completo. En el abandono estuvo hasta los años 80, cuando se erigió en el solar un edificio de viviendas en forma de U, en el 297 de Bravo Murillo. Pese al paso del tiempo, y a la desaparición de muchos de los que entonces asistieron a tardes de gloria taurina en Tetuán, no son pocos los que aún hoy se refieren al lugar como “la plaza de toros”.
Plaza de Toros de Tetuán


Las imágenes y la información del bombardeo tuvieron un eco importante en la sensibilidad artística y obra de varios pintores. Entre ellos, en Picasso.

Para la composición de la viñeta 17 del grabado Sueño y mentira de Franco, expuesto junto al Guernica en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, el pintor malagueño se inspiró en una de las sobrecogedoras fotos del bombardeo de Tetuán, en la que el cuerpo de una mujer y su hijo sobresalen entre otras víctimas (Moreno, 2018).

Picasso no fue el único artista en llevar la huella del bombardeo de Tetuán a la exposición de 1937. Los pintores Jesús Molina García de Arias y  Santiago Pelegrín mostraron en la capital francesa sus respetivas obras: Madrid, Tetuán de las Victorias y Bomba en Tetuán. La primera de ellas forma parte hoy en día de los fondos del Museo Reina Sofía, y la segunda se puede contemplar en el Museo Nacional d'Art de Catalunya.

Tetuán comenzaría a ser tenida en cuenta tras la Guerra Civil con El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid debido a su estado de destrucción, convirtiendo el Paseo de la Castellana en eje de unión con el centro y sus alrededores.

Dichos refugios se diseñaron contiguos, con un tamaño de 55 metros cuadrados, puertas blindadas y salidas independientes a unas antecámaras comunes con escaleras de acceso. El muro de contención quedaba justo debajo del altar mayor, protegido por otro muro de hormigón armado.

El refugio estaba pensado para albergar en caso de bombardeo a los 70 miembros de la congregación (más otros 30 “habitantes eventuales”). El proyecto, quizá poniendo paños calientes, especificaba que en caso de producirse un bombardeo “habiendo gran número de feligreses en el templo”, estos podrían escapar por una de las cuatro salidas de la iglesia a la calle para dirigirse al refugio más cercano.

Final de la contienda

27 de febrero de 1939.  Los gobiernos de Gran Bretaña y de Francia reconocieron oficialmente al de Franco y Manuel Azaña, que había pasado ya a Francia tres semanas antes, dimitió como presidente de la República.

Y lo hizo dirigiendo una carta al presidente de las Cortes de la República, Diego Martínez Barrio, un documento histórico excepcional:

"El reconocimiento de un Gobierno legal en Burgos por parte de las potencias, singularmente Francia e Inglaterra, me priva de la representación jurídica internacional para hacer oír de los Gobiernos extranjeros, con la autoridad oficial de mi cargo, lo que no es solamente dictado mi conciencia de español, sino el anhelo profundo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Desaparecido el apartado político del Estado, Parlamento, representaciones superiores de los partidos, etc., carezco, dentro y fuera de España, de los órganos de Consejo y de acción indispensables para la función presidencial de encauzar la actividad de gobierno en la forma que las circunstancias exigen con imperio. En condiciones tales, me es imposible conservar ni siguiera nominalmente mi cargo al que no renuncié el mismo día que salí de España porque esperaba ver aprovechado este lapso de tiempo en bien de la paz.

Pongo, pues, en manos de V.E., como presidente de las Cortes, mi dimisión de presidente de la República, a fin de que se digne darle la tramitación que sea procedente"

Era la última expresión de dignidad del político vencido, de quien buscaba, sin conseguirlo, "una paz en condiciones humanitarias, para ahorrar a los defensores del régimen y al país entero nuevos y estériles sacrificios"

Y frente a él, el vencedor, Franco, los militares, las autoridades civiles y la Iglesia católica con su "rendición sin condiciones", el aniquilamiento del régimen republicano y de sus partidarios.

Azaña murió en el exilio, el 3 de noviembre de 1940; Franco, en la cama de un hospital, cerca de su casita de El Pardo, 35 años después.



Madrid que tan bien resistió, fue entregada por la traición de un golpe de Estado interno en 1939, que pretendía negociar la rendición con Franco. La Junta de Casado, Mera y Besteiro, quebraron la estrategia de resistencia de Negrín que estaba convencido de que, más pronto que tarde, estallaría el conflicto europeo y de esta forma se ligaría la suerte de la República Española a la de las democracias europeas. No se equivocaban en el análisis: seis meses después, con la invasión nazi de Polonia el 1 de septiembre de 1939, comenzaría la que sería la Segunda Guerra Mundial. Pero en España ya había llegado la victoria, no la paz. 

Siempre estarán en mi recuerdo todos aquellos
que dieron su vida por defender la libertad,
uno de los ideales más bellos
por el que el ser humano debería luchar

Por las calles y los barrios
Se levantan barricadas
Donde se organizan los proletarios
con banderas rojas, amarillas y moradas

No pasarán vuelven a gritar
eterno grito de lucha y resistencia
sinónimo de rebeldía y desobediencia
eterna batalla por librar

porque la única lucha perdida es la que se abandona
porque la sangre es el carburante de la historia
porque no olvidamos, tenemos memoria
porque los nietos de los obreros no perdonan

por todos aquellos que buscan a sus familias que bajo el suelo están
donde reposan sus huesos mutilados bajo las losas de la necedad
todos aquellos que fueron ellos presos y fusilados al alba gritando NO PASARÁN
siempre estarán en nuestra memoria, su legado y memoria pervivirá

Recordad siempre la triste verdad
que los herederos de esos asesinos hoy gobiernan el estado
a pesar de que ganaron la guerra ellos nos dirán
humanamente quizás nosotros hayamos ganado

martes, 25 de marzo de 2014

LOS DESPACHOS DE GUERRA DE MICHAEL HERR


INTRODUCCIÓN

Lejos de fijar una frontera entre periodismo y literatura, nos situamos en unos textos donde esta frontera aparece difuminada. Son trabajos que coinciden con las exigencias del periodismo pero difieren en las normas de estilo periodístico.
Nos encontramos con reportajes, entrevistas, perfiles y crónicas en cuya redacción se utilizan las técnicas de la narrativa. En palabras de Tom Wolfe "son textos parecidos a la novela pero sin ser novela".
 En esos momentos, ya existe un grupo de periodistas que traspasan los límites convencionales de la profesión, recogen el material y realizan una labor de investigación muy detallada entrando en la historia con la obsesión de narra esa historia desde dentro: el periodista literario no es un comunicador improvisado, sino que es un periodista con experiencia ha indagado en el mundo de la literatura. Por tanto, son periodistas y literatos: Los periodistas del género escriben sus reportajes para que se lean como si fueran relatos, utilizando diálogos de gran realismo, descripciones muy detalladas, caracterizaciones y un lenguaje urbano. Asimismo, el periodista asume mayor protagonismo que en el periodismo convencional, ya que da su visión personal de los acontecimientos, aunque intenta hacerlo de la forma más objetiva posible.

 El Nuevo Periodismo es criticado por su subjetividad y por la creación del llamado "periodismo militante". Paradójicamente, este periodismo militante deriva en el periodismo de investigación, periodismo donde el periodista asume el papel de perro guardián vigilando a los poderes políticos.

Uno de esos autores es Michael Herr, corresponsal de guerra durante la Guerra de Vietnam. Pero ¿quién era Michael Herr? Y ¿por qué su obra ha pasado a la historia habiendo miles de historias anónimas de miles de  soldados que combatieron en la Guerra de Vietnam?


SOBRE EL AUTOR: MICHAEL HERR

Michael Herr (nacido el 13 de abril 1940 en Syracuse, Nueva York) es un escritor estadounidense y ex corresponsal de guerra, más conocido como el autor de Dispatches ( Despachos de Guerra)(1977), un libro de memorias de su tiempo como corresponsal para la revista Esquire (1967-1969) durante la guerra de Vietnam. El libro narra los testimonios del autor, sus vivencias, sus miedos y su experiencia en la guerra de Vietnam. La crítica ha alabado el libro: Para The New York Times Book Review es lo mejor " que se han escrito sobre la guerra de Vietnam ", el novelista John Le Carré lo llamó "el mejor libro que he leído sobre los hombres y la guerra en nuestro tiempo. " El propio Herr ha pasado a la historia como uno de los pioneros en el género literario de la novela de no ficción ( El Nuevo Periodismo), junto con autores como Truman Capote, Norman Mailer y Tom Wolfe.
De 1971 a 1975 no escribió ninguna publicación. En 1977 se puso en contacto con el rockero Ted Nugent y escribió sobre la experiencia en un artículo de portada para la revista Crawdaddy en 1978.

Herr coescribió el guión de La chaqueta metálica, con su íntimo amigo el director Stanley Kubrick y el autor Gustav Hasford. La película se basa en la novela de Hasford corto temporizadores y el guión fue nominado para un premio de la Academia. También contribuyó a la narración de Francis Ford Coppola Apocalypse Now. Colaboró ​​con Richard Stanley por escrito el guión original de la adaptación de la novela de HG Wells, La isla del Dr. Moreau 1996. Sin embargo, Stanley afirma que las reescrituras posteriores cuestan Herr su haber escrito, omitiendo la mayor parte del material creado por los dos escritores. La omisión probablemente trabajó a su favor, sin embargo, ya que la película fue criticada por los críticos y escritores acreditados ganados Stanley y Ron Hutchinson un Premio Razzie al Peor Guión de 1997.

Herr escribió un par de artículos para la revista Vanity Fair sobre Stanley Kubrick , que más tarde se incorporaron en el pequeño libro de Kubrick , una biografía muy personal del director. Sin embargo, se negó a editar el guión de la película de Kubrick Eyes Wide Shut.

EL CONTEXTO DEL LIBRO: LA GUERRA DE VIETNAM

La guerra de Vietnam (1962-1975) ha sido, por ahora la guerra más larga en la que ha entrado Estados Unidos. La guerra se vendió como un intento de frenar el comunismo en el mundo, y fue propiciada tras el fracaso de la invasión de la Cuba de Fidel Castro (el llamado desembarco en la Bahía de Cochinos) quien adoptó el comunismo en 1962 y transformó Cuba en un sistema socialista.

Anteriormente, Vietnam pertenecía (junto a Camboya y a Laos) a la Indochina francesa, la cual había conseguido su independencia en 1954 dividiéndose en cuatro países:
  • ·        Vietnam del Norte
  • ·        Vietnam del Sur
  • ·        Camboya
  • ·        Laos

Hubo sobre todo dos grupos de personas cuyas ideas se enfrentaron y fueron los demócratas y los comunistas. Sus ideales se enfrentaron y pelearon con frecuencia. Esto condujo a una brecha grave del país que lleva a la formación de dos países - Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. 

Vietnam del Norte fue creada por los comunistas, liderados por Ho Chi Minh, y Vietnam del Sur fue formado por asesores militares estadounidenses para evitar que los comunistas de Vietnam del Norte se adueñaran del país, siguiendo así la Doctrina Truman. Sin embargo, el gobierno de Vietnam del Sur estaba dirigido por un dictador proestadounidense llamado Ngo Dinh Diem. Los Estados Unidos decidieron apoyar a Vietnam del Sur a pesar de la naturaleza de Diem: Estados Unidos le dio gran importancia a la supervivencia del Estado survietnamita, puesto que se creía que la victoria de los comunistas propiciaría la sucesiva caída en la esfera chino-soviética de los demás países de la zona, según el llamado efecto dominó.

Vietnam del Norte al ser un país comunista fue apoyado por Rusia y otros países comunistas como China.  El principal problema de los Estados Unidos fue la fuerte resistencia de Vietnam del Norte y su guerrilla (el Vietcong) creada en 1960. Para los Estados Unidos, el territorio era desconocido y aviones o helicópteros no funcionó bien en los terrenos. Sin embargo, la guerra duró 13 años y cuando llegó a su fin, el primer ministro Diem fue asesinado a tiros y que es lo que liberó a los vietnamitas en el final. El país se unificó en 1975 y se convirtió en la República Popular de Vietnam.

Michael Herr cuenta  en su libro que los soldados hablaban de lo poco que les gustaba la “película” de Vietnam. Criados en una cultura de cine y televisión, machacados durante años por películas bélicas, algunos de ellos, aun después de las primeras escaramuzas, se lo montaban de tal manera que actuaban ante las cámaras. Hasta el propio Herr reconoce que en sus primeros combates no se sintió especialmente mal. Era las mismas cosas que había visto en televisión, trasladadas a otro medio. Luego se dio cuenta que había escenas sin cortes ni montajes, y que los muertos no eran actores.

Estábamos ya rodeados de marines, había unos quince, y uno de ellos, un chaval bajo y fornido, de cara oscura y lisa, que parecía un enano gigante, se plantó delante y nos miró con clara hostilidad.
–Así que vosotros sois corresponsales. No hacéis más que liar las cosas, amigos –dijo–. Mi viejo me manda cosas de los periódicos, y, según él sólo escribís mierda.
Un par de marines le abuchearon, la mayoría rieron. También Lengle se echó a reír.
–Bueno, chaval, qué quieres que te diga. Nosotros hacemos lo que podemos.
–¿Pero por qué no contáis las cosas como son?
–Este jodido Krynskli –dijo uno, dándole al chaval un golpe en la nuca.
Según su casco, era el Vengador en persona, y había venido a ayudarnos, justo a tiempo. Parecía un estudiante de primer curso de teología, ojos azul claro, nariz respingona, pelo como barbas de maíz y una expresión que indicaba tal confianza e inocencia que enseguida pensaba que ojalá hubiese siempre alguien que se cuidase de él. Parecía muy molesto por lo que acababa de decirnos.
–No le hagáis caso a ese gilipollas –dijo–. Maldita sea, Krynski, no sabes qué coño dices. Estos tíos son de primera, lo digo en serio.
–Gracias, hombre –dijo Langle
–Era una broma –dijo Krynski.
–No te preocupes, hombre.
Pero el Vengador no estaba dispuesto a dejar así las cosas.
–Estos tíos se arriesgan mucho, entiendes, comen lo mismo que nosotros y duermen también en el barro. No tienen obligación de estar aquí oyendo tus chorradas. ¡No tienen siquiera obligación de estar aquí, en esta guerra!
–Oye, ¿qué quieres decir con eso? –dijo Krynski, completamente desconcertado–. ¿Vas a decirme que estos tíos vinieron aquí voluntarios?
–¿Pues qué creías, soldado de mierda? –dijo el Vengador–. ¿Creías que eran unos soldados de mierda como tú?
169 HERR, Michael. Op.cit. Pág. 24.

SOBRE DESPACHOS DE GUERRA
El título del libro hace referencia a la manera en que recibían la información bélica los periódicos en caso de conflicto: el ministerio de defensa emitía un comunicado que luego la prensa se encargaba de difundir sin objeciones. Michael Herr con este título quiere denunciar la forma en que vendía Estados Unidos la guerra de Vietnam como una cruzada contra los comunistas, deshumanizándola, ocultando a la opinión pública la otra cara de las guerras: los heridos, los muertos, las tragedias…

El libro recopila una serie de crónicas de Michael Herr para la revista Squire entre 1967 y 1969. Su autor analiza la contienda desde un punto de vista poco ortodoxo (utiliza el punto de vista del narrador testigo), lo que permite acercar la guerra a la opinión pública, situar en el mapa un lugar tan  lejano para los estadounidenses como es Vietnam y, a través del periodismo militante acerca el tema a los lectores a través de la subjetividad y las experiencias del autor, firmando una de las grandes obras del Nuevo Periodismo.  

En Vietnam, los militares dejaron manos libres a la prensa, como había ocurrido en aquel período entre 1865 y 1914, hasta la Primera Guerra Mundial, conocido como la edad de oro del corresponsal de guerra. Con la Segunda Guerra Mundial llegarían la estrecha censura y el alejamiento del periodista de los frentes. Pero esa niebla se levantaría en Vietnam y tanta libertad pasó su factura: Podía dejarte que siguieras pensando que todos nosotros éramos valerosos, ingeniosos, apuestos y vagamente trágicos, que éramos una especie de grupo sin igual, un comando supercojonudo, los Peligrosos Chi, amantes del peligro, sabios y sensibles. Podría haberlo utilizado yo mismo, la película habría sido mucho más vistosa, pero habría que aclarar bien lo que significaba este “nosotros”.

Las crónicas de Michael Herr  no entran  en debates moralizantes sobre la participación de Estados Unidos, ni en explicaciones oficiales:   son crónicas sobre la experiencia americana en Vietnam  y sobre los hombres que combatieron en aquella guerra. Los que estaban al final de la cadena, los soldados anónimos, los nadie, los verdaderos protagonistas de la contienda.  Jóvenes que no sabían muy bien lo que hacían allí, que no sabían lo que era el comunismo ni lo que significaba el mundo libre del que tanto hablaban los gobernantes de su país, chicos poco cualificados, de clase baja en su mayoría, porque los hijos de la gente rica no solían ir a Vietnam y se pegaban  la vida padre sirviendo en la Guardia Nacional. Entre combate y combate  escuchaban a Jimmy Hendrix,  The Doors y a The Rolling Stones,  y se ponían ciegos de cerveza, bourbon, marihuana y heroína  mientras  el enemigo les esperaba  agazapado  en la jungla, resistiendo a base de agua y arroz. Muchos murieron, otros  muchos acabaron mutilados,  muchos se volvieron locos o drogadictos, muchos fueron incapaces de digerir el horror que habían vivido y no consiguieron readaptarse a la vida civil. 

 Esto es lo que cuenta Michael Herr en Despachos de guerra, y lo hace con una libertad, una ironía y una elocuencia que asombran. El libro está envuelto en esa atmósfera tan propia de la juventud estadounidense de aquellos años; cargada de psicodelia, drogas y rock and roll. 

Despachos de Guerra no sólo describe a los combatientes y a las víctimas, también describe a una generación de periodistas independientes que iniciaron un nuevo modo de contar las cosas alejados de los grandes medios de comunicación. Herr se centra sobremanera en la figura de tres fotoperiodistas legendarios: Tim Page, Sean Flynn y Dana Stone. 

La contribución más brillante al cine de Herr fue la autoría del guión de “La Chaqueta Metálica” (Full Metal Jacket, 1987) junto a su amigo, Stanley Kubrick y al periodista Gustav Hasford, quien fue corresponsal de los marines en Vietnam. De hecho, el protagonista de la película (el sargento James T.  Davis, el recluta bufón) está basado en la figura de Michael Herr.
La obra permite a los lectores acercar un paisaje tan lejano como Vietnam. La guerra de Vietnam es uno de los temas del Nuevo Periodismo: Michael Herr a través de Despachos de guerra narra miles de historias personales humanizando un conflicto bélico (por eso, el libro exige el uso de la primera persona y de la subjetividad).

El libro es el testimonio de uno de los tantos soldados americanos que fueron reclutados (forzosamente) para ir a la Guerra de Vietnam: Michael Herr convivió con los soldados americanos, siendo uno más, preguntando, haciendo fotos, humanizando un conflicto bélico.
Despachos de guerra es todo un clásico, una obra maestra del periodismo, de la época dorada en la que los corresponsales extranjeros tenían libre acceso al frente, un error que políticos y militares norteamericanos no volvieron a cometer y que llevó al control estricto en la guerra de Irak.

Herr no era de aquellos enviados —y hubo muchos— que solo se arriesgaban en visitas al frente organizadas por el mando y con fuertes garantías de seguridad, que se quedaban la mayor parte del tiempo en Saigón, trasegando whisky en el hotel, releyendo en busca de referencias cultas a Graham Greene, Joseph Conrad y tal vez Marguerite Duras, fagocitando experiencias de los colegas que volvían de primera línea y escribiendo con buena pluma y mayor desvergüenza vibrantes y heroicas crónicas sobre batallas que no habían presenciado.

Herr formaba parte de ese gremio de periodistas militantes, como el fotógrafo Sean Flynn —hijo de Errol, desaparecido en Camboya—, que mostraron con su trabajo la crueldad sin sentido del conflicto, que le metieron con toda su crudeza en los cuartos de estar de los hogares de clase media y en los campuses universitarios de su país, y que alimentaron así las protestas ciudadanas que contribuyeron a acabar, hace casi 40 años, con una guerra absurda e imperialista que se cobró más de 50.000 vidas estadounidenses y millones de vietnamitas.

La estructura es caótica y entremezcla muy rápidamente distintas situaciones geográficas y temporales, ya que el ritmo del relato parece asemejarse a la propia experiencia de Herr. Como el propio Michael Herr reconoce  “Tardé un mes en perder aquella sensación de ser un espectador de algo que era en parte caza y en parte espectáculo

La obra está situada entre 1967- 1968, es decir, en plena guerra de Vietnam. A medida que avanzan las páginas, las confesiones sobre su estado de ánimo, sus miedos, y sus depresiones, van dejando paso de forma sutil al relato del día a día de los soldados, auténticos protagonistas.
Despachos de guerra está estructurado a partir de seis capítulos construidos a base de fragmentos o notas de lo que parece un diario personal de Herr, patentado así por el empleo constante de la segunda persona del singular que dota al relato de un tono confesional, intimo, revelador. La escritura de Herr está tejida por párrafos largos a través de un encadenamiento de oraciones a base de conjunciones y una yuxtaposición de puntos de vista. Herr escribe por ejemplo por momentos desde el punto de vista del frente americano: una primera persona del plural, incluyente pero nada complaciente porque se desmarca del patriotismo y el espíritu heroico haciendo de eso una crítica implícita a la tendencia intervencionista de la nación a la que pertenece.

En esa yuxtaposición de puntos de vista, Herr fundamenta el relato en planos discursivos que incluyen la síntesis explicativa o el resumen, lejos del ensayo explícito sobre las causas y los efectos del conflicto; y la descripción y la acción de las escenas vividas de primera mano o reconstruidas a través de puntos de vista en tercera persona.

Esto me lo contó Bob Stokes, de Newsweek: En el gran hospital de la Infantería de Marina de Danag, tienen lo que llaman el “pabellón de la mentira blanca”, donde llevan algunos de los casos más graves, aquellos que pueden salvarse, aunque nunca volverán a ser los mismos. Allí llevaron a un joven marine medio inconsciente y lleno de morfina, que había perdido las piernas. Cuando le metían en el pabellón, volvió en sí unos instantes y vio a un capellán católico a su lado.
–Padre –dijo–, ¿estoy bien?
El capellán no sabía qué decir.
–Tendrás que hablar de eso con los médicos, hijo.
–Padre, ¿tengo las piernas bien?
–Sí –dijo el capellán–. Claro.
Pero a la tarde siguiente, había pasado la conmoción y el muchacho se había enterado ya de todo. Estaba tumbado allí en su cama cuando pasó el capellán.
–Padre –dijo el marine–. Me gustaría pedirle una cosa.
–¿Qué, hijo?
–Me gustaría tener esa cruz.
Señaló la pequeña cruz de plata de la solapa del capellán.
–Por supuesto –dijo el capellán–. ¿Pero por qué?
–Bueno, fue lo primero que vi ayer cuando desperté, y me gustaría tenerla.
El capellán se quitó la cruz y se la dio. El marine la apretó con fuerza en el puño y miró al capellán.
–Mentiste, padre –dijo–. Sí, soplapollas, mentiste
Forma parte del llamado “periodismo militante”; periodismo que  a través de la subjetividad y la primera persona acercan el tema a los lectores y lo dotan de verosimilitud; y permiten informar verazmente sobre una guerra o un conflicto. También Herr muestra la hostilidad de algunos soldados con los corresponsales de guerra y con la prensa: En ese momento, los periódicos de Estados Unidos se habían volcado a favor de la intervención en Vietnam, convenciendo a una gran parte de la opinión pública de la necesidad de combatir en Vietnam para frenar el comunismo. Sin embargo, los testimonios de Herr muestran la realidad de los soldados, la realidad de la guerra: aquello que el gobierno estadounidense no quiería que la opinión pública supiese.

Había un par de marines hablando con Flynn y con Wheeler de sus cámaras, cuál era el mejor sitio para comprar lentes, la velocidad adecuada para determinada toma, yo no podía seguir la cosa. Los soldados sabían lo suficiente de los medios de difusión como para tomarse más en serio a los fotógrafos que a los corresponsales, y llegué a encontrar oficiales que se negaban a creer que yo fuese un corresponsal de verdad porque nunca llevaba cámara.
Estábamos ya rodeados de marines, había unos quince, y uno de ellos, un chaval bajo y fornido, de cara oscura y lisa, que parecía un enano gigante, se plantó delante y nos miró con clara hostilidad.
–Así que vosotros sois corresponsales. No hacéis más que liar las cosas, amigos –dijo–. Mi viejo me manda cosas de los periódicos, y, según él sólo escribís mierda.
Un par de marines le abuchearon, la mayoría rieron. También Lengle se echó a reír.
–Bueno, chaval, qué quieres que te diga. Nosotros hacemos lo que podemos.
–¿Pero por qué no contáis las cosas como son?
169 HERR, Michael. Op.cit. Pág. 24

La Guerra de Vietnam fue el último conflicto bélico donde el ejército estadounidense permitió total libertad de prensa: sin embargo, esa libertad de la que gozaban los periodistas se convirtió en un problema para los políticos, que habían vendido la guerra como una cruzada contra el comunismo, cuando la opinión pública estadounidense observaba que la guerra de verdad poco tenía que ver con heroicidades y mucho con la peor de las miserias humanas: a diferencia de las guerras actuales, las cuales se han convertido en un elemento propagandístico más de los Estados Unidos ( las dos Guerras del Golfo, la invasión en Libia…), Despachos de Guerra humaniza un conflicto, transmitiendo las verdades de los soldados, la situación en el frente de batalla, dotando a la obra de verosimilitud, verosimilitud que ha desaparecido con la cobertura mediática de las actuales guerras, en las que se observa la doble moral del lenguaje bautizando como “guerras humanitarias” a invasiones de la OTAN o Estados Unidos o utilizando la palabra “pacificación de los conflictos”, palabra que siempre ha sido la máscara de las guerras imperialistas.

Así la guerra se convierte en un escenario exclusivo para el ámbito del espectáculo en directo. La inmediatez con que se transmite la información, relajándose los controles de verificación, y la competencia entre los medios, hacen todavía de la cobertura de guerra un escenario propicio para la mentira y la manipulación con que se envuelve un escenario bélico que creemos imposible pero cierto. Eso parece inevitable, como la muerte. Y es la muerte para el periodismo.

La obra de Herr inspiró la película La Chaqueta Metálica de Stanley Kubrick, de la que Michael Herr fue coautor del guión y su figura está retratada en el protagonista, el “recluta bufón”, el sargento  James T. "Joker" Davis.


CONCLUSIONES: LA RELEVANCIA DE DESPACHOS DE GUERRA

Despachos de Guerra se ha convertido en una obra de  vital importancia para entender la Guerra de Vietnam: es cierto que se han hecho muchos más libros y películas sobre este conflicto, pero Despachos de Guerra
Ante la competencia por la exclusiva, a costa de la veracidad, Herr nos dice también que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. Es ésta una condena que libera y que permite que los relatos merezcan una lectura con perspectiva histórica, como memoria o testimonio. Despachos de Guerra es, ya lo decía, una obra abstracta por el profundo acercamiento en los planos, periférica en el abordaje de episodios al margen de la oficialidad y marginal en cuanto al relato como resultado de la experiencia de un hombre solo en medio de un ejército de soldados y corresponsales.
En los escenarios bélicos, el peligro es algo imprevisible y es inevitable que el reportero esté a punto de morir alguna vez. Es esa la incertidumbre de lo que está fuera de control, de lo que no depende de ti. Herr asumió los riesgos y una actitud para poner en marcha con intuición un procedimiento periodístico por excelencia: permanecer el mayor tiempo posible en el escenario por describir y establecer contacto con los informantes, haciendo preguntas de manera insistente y observando hasta lo indebido.


Yo estaba allí para observar [...]. Yo fui a cubrir informativamente la guerra y la guerra me cubrió a mí; una vieja historia, a menos, claro está, que nunca la oyeras. Yo fui allí con la ingenua pero honrada creencia de que uno debe ser capaz de mirar cualquier cosa, honrada porque la asumí y pasé por ella, ingenua porque no sabía, tenía que enseñármelo la guerra, que eres tan responsable por todo lo que vieses como por todo lo que hicieras.

jueves, 20 de marzo de 2014

DIÁLOGO PARA PENSAR

Se reúnen en un bar un viejo sabio y un joven sabio. Empiezan una conversación:
  • Viejo: Mira, yo ya soy viejo. Ya he luchado suficiente. y ¿para qué? las cosas siguen igual . Nada ha cambiado. La gente no cambiará nunca. las cosas siempre serán igual.
  • Joven: Viejo,¿Acaso no hay motivos por los que merece la pena luchar? ¿por qué no seguir en las barricadas? ¿por que´no resistir hasta vencer? siempre hay que avanzar aunque sea predecible la derrota. Se puede perder mil batallas y, sin embargo, ganar la guerra.
  • Viejo:  Aun eres joven. Con los años y con el tiempo, te darás cuenta de que algunas cosas son así, imperecederas,  y así tienen que continuar. Es ley de vida, es lo natural.
  • Joven: Estoy en un brete: ¿Por qué dejar las cosas? ¿Por qué no proseguir? ¿es la edad la decadencia de nuestro porvenir? ¿debo rendirme? ¿debo abandonar la batalla? ¿dejar a un lado mi optimismo juvenil? entonces ¿ para qué quiero vivir?
  • Viejo: Cuando yo era joven, luché por cambiar el mundo. Mas aprendí a las duras que con sueños no pagas facturas. Es un consejo lo que te voy a dar: adaptarte a la sociedad o excluido serás. La gente no quiere complicaciones: no le gusta pensar porque les provoca sufrimiento, dolor y miedo. Estás a tiempo de elegir otra vida.
  • Joven: Seamos realista, exigimos lo imposible. soy un rebelde, si. pero un rebelde con causa: un rebelde que analiza el mundo, lo observa, aprende de él y se pregunta ¿por qué? ¿por qué suceden las cosas' ¿por qué la gente no tiene trabajo? ¿por qué cuesta más la cesta de la compra? ¿por qué no puedo tener una sanidad pública? ¿por qué mis hijos no pueden tener una educación digna y de calidad? ¿por qué van a tener que trabajar más años y cobrar menos? ¿por qué el futuro se pinta más negro para  ellos? Si me niegas mi rebeldía, mi derecho a desobedecer ¿entonces por qué merece la pena vivir? ¿por qué merece la pena luchar?
  • Viejo: La lucha es la supervivencia. La lucha es el vivir y el convivir. Si esto no cumples, pronto llegará tu fin.
  • Joven: gracias por el consejo, anciano. Muchas de tus palabras son sabias, pero la rebeldía en mí no encuentra salida: Para cambiar el mundo, he de cambiar primero mi vida.
Se va el joven sabio y el viejo medita:

Tener rebeldía todo el día, no garantiza una próspera cosecha. Pero tener rebeldía en la cabeza, nos garantiza ser seres humanos. No cambiaremos el mundo en un día, pero tenemos la certeza de recordar nuestra lucha con melancolía.

Como conclusión:
 La rebeldía es efímera, pero más vale haber sido rebelde que haber sido vegetal: este último se cultiva y es fácil de arrancar; la rebeldía en los recuerdos perpetuará.
La rebeldía no es un grito ronco de rabia: es conocer el mundo que te rodea, observarlo, ser consciente del dolor ajeno, tener empatía, preguntarte por qué sufre la gente, qué puedo hacer yo para cambiarlo.
Es necesario ser rebeldes con una cusa: rebeldes para aprender y sabios para comprender, pues más vale ser un hombre libre y sabio, que acabar como una oveja en un rebaño.