Estas medidas chocaron con la oposición de los samuráis y los señores feudales, con bien refleja la película El último samurái de Tom Cruise. Sin embargo, la era Meiji permitió a Japón convertirse en una potencia mundial tras la Primera Guerra Mundial.
La integración japonesa en el mundo occidental
Hasta mediados del siglo XIX, su insularidad y una estricta política de retraimiento había preservado a Japón del expansionismo comercial de las grandes potencias. Poseía una peculiar estructura política, basada en la existencia de una mítica, remota y divina dinastía imperial, factor de unidad y continuidad, que habitaba en su palacio de Kioto apartado de la realidad, y un gobierno efectivo y pacificador ejercido desde el siglo XVI por el clan guerrero de los Tokugawa. El jefe político-militar era el Sogún, apoyado por los nobles feudales, para los que el cultivo del arroz era la base de la economía.
Un cierto paralelismo asemeja la evolución de la sociedad japonesa con la europea. Tras el período de las luchas feudales se impuso un absolutismo en el que la paz civil era preservada por una burocracia imperial, a su vez respaldada por una privilegiada y anticuada clase militar, los samuráis. Existía asimismo una clase mercantil y artesana enriquecida por sus servicios a las otras dos, encasillada en una especie de tercer estado. A partir del siglo XVIII, los grandes señores fueron obligados por los sogunes a establecerse en la corte del Yedo (antigua Tokio). En 1800, Yedo era una ciudad con más de un millón de habitantes, mucho mayor que Londres, París o Moscú. En esta metrópoli los negocios habían permitido a algunos comerciantes adquirir el rango de samurái, lo que significaba un principio de resquebrajamiento de las estructuras tradicionales.
Durante el período Tokugawa, una activa vida intelectual propició una cierta desacralización de la sociedad, por lo que el budismo dejó de tener influencia en parte de la población. Se volvió la vista hacia el Bushido, “el camino del guerrero”, código de conducta personal y moral de los samuráis basado en el honor y la lealtad, que adquirió un gran predicamento entre la sociedad civil.
También resucitó el Shinto, la antigua religión del Japón, que aseguraba que el emperador era el hijo del Cielo. El interés hacia el pasado había aumentado la atracción por los estudios históricos y se había llegado a la conclusión de que los sogunes eran unos usurpadores del poder.
Los Tokugawa se aferraban a una política autárquica, cerrando la entrada de misioneros y comerciantes extranjeros, para evitar la subversión a través de las ideas occidentales. Sólo habían permitido a los chinos y a los holandeses acercarse hasta Nagasaki. Pero la situación cambió cuando la flota norteamericana se adentró en la bahía de Yedo en 1853. A continuación, los estadounidenses obligaron a los japoneses a abrirse al comercio internacional firmando en 1854 en tratado de Kanagawa, seguido de otros similares como los de Aigun y Tientsin, ratificados en 1858, por los que Gran Bretaña, Rusia, Holanda y Francia finalmente obtenían ventajas comerciales. Los japoneses pronto comprendieron que los occidentales habían abusado al hacerles firmar acuerdos en los que estos ponían los aranceles y les obligaba a mantener una tarifa baja para las importaciones, así como cláusulas de extraterritorialidad, es decir, que los ciudadanos occidentales no se hallaban bajo las leyes japonesas, sino bajo la jurisdicción de sus respectivos países impartida por funcionarios consulares. Los japoneses, según se abrieron más al conocimiento del mundo occidental, comprendieron que habían sido tratados como un pueblo atrasado e ignorante, lo que produjo una fuerte reacción xenófoba. En 1862, una infracción protocolaria de unos soldados ingleses, por la que uno de ellos fue ajusticiado, desencadenó la sublevación de los sogunes de las islas occidentales contra los Tokugawa al no sentirse respaldados. Su intención era derrocarlos y encabezar una insurrección nacional acaudillada por el Emperador para expulsar, de paso, a los extranjeros. La artillería japonesa cañoneó varios barcos occidentales por lo que Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Holanda destruyeron las fortificaciones y la flota de las islas occidentales e impusieron una fuerte indemnización. Lo grave no fue que el sogún de Yedo no supiera resolver la situación, sino que de pronto los occidentales descubrieron que no era el gobernante supremo.
Los shogunes de las islas occidentales comprendieron que debían conocer bien al enemigo para hacerles frente y adoptar sus maneras. Una de ellas fue modernizar sus armas y adoptar la tecnología propia de Occidente. El contacto generó un cambio de mentalidad en algunas capas sociales japonesas que se inclinaron por la modernización.
Por otra parte, en 1865 y en 1867 van a suceder dos acontecimientos que variaron el rumbo de la política japonesa. Por un lado una fuerte crisis económica causada por el aumento del precio del arroz, que desencadenó múltiples revueltas urbanas y campesinas, a las que se unieron también los samuráis. El poder cada vez más socavado del sogún de Yedo le llevó a la dimisión en 1867.
Ese año también fallecía el emperador, lo que produjo un vacío de poder que utilizaron los reformadores para apoyar a su sucesor Mutsu-Hito con la intención de que asumiera el gobierno. El nuevo emperador aceptó el reto y tomó para su reinado el nombre de Meiji “el gobierno de las luces”. Los grupos contrarios a la modernización fueron eliminados y se iniciaron las reformas necesarias para la occidentalización del archipiélago.
En “El Juramento de los 5 artículos” el emperador dio las claves de su nueva gestión basada en reformas políticas, económicas y jurídicas que abolían el feudalismo. Suprimió las instituciones medievales, separó los poderes, centralizó el gobierno y creó un ejército imperial siguiendo el modelo prusiano. En cuanto a las reformas económicas, inició un amplio programa de desarrollo industrial y viario, estableció un sistema fiscal y una moneda única, el yen. Respecto a las jurídicas, eliminó los estamentos y se igualó el derecho para todos; el samurái perdió el privilegio de portar dos espadas, comenzó a depender de los oficiales del ejército y no de los jefes del clan. Se confiscó la propiedad de los monasterios budistas, se nacionalizó la enseñanza y se estimuló el culto al Shinto. En 1889 se promulgó una Constitución similar a las occidentales aunque con rasgos autoritarios.
El Imperio Mejí comenzó un período de expansión, cuyo primer hito fue el enfrentamiento chino-japonés de 1894-1895 donde Japón demostró al resto del mundo su modernización. La causa del conflicto surgió al esgrimir China una serie de reivindicaciones sobre el reino de Corea, después de varias anexiones realizadas por los nipones. China sufrió una tremenda derrota y Japón consiguió la península Liaodong, Formosa y Port Arthur e inició una remodelación de su flota. En 1905 se enfrentaba a Rusia aniquilando a la escuadra zarista. Por la paz de Portsmouth adquirió la isla de Sajalín, el sur de Manchuria y Corea, iniciando de este modo una expansión imperialista que le enfrentará con los intereses occidentales en el continente asiático. Sin perder su sentido moral, su cultura, su arte, sus concepciones religiosas, pero apoyada en la modernización occidental, Japón había logrado un alto grado de independencia respecto a la influencia europea y norteamericana que la convertiría en breve en un gran imperio
La economía japonesa
Japón desarrolló una gran capacidad industrial centrándose en dos sectores: la industria textil con la producción de seda y algodón, haciendo competencia a Inglaterra y con la producción de acero a través de la empresa Yawata. El desarrollo de su economía vino acompañada de una política exterior expansionista y militar debido a su falta de materias primas, necesarias para el desarrollo de su industria que luego revendería sus colonias convertidas en manufacturas, convirtiéndose en la metrópolis del posterior imperio.
Japón desarrolló una gran capacidad industrial centrándose en dos sectores: la industria textil con la producción de seda y algodón, haciendo competencia a Inglaterra y con la producción de acero a través de la empresa Yawata. El desarrollo de su economía vino acompañada de una política exterior expansionista y militar debido a su falta de materias primas, necesarias para el desarrollo de su industria que luego revendería sus colonias convertidas en manufacturas, convirtiéndose en la metrópolis del posterior imperio.
Al igual que sus homólogos europeos, nace una industria militar doméstica estrechamente controlada. En segundo lugar, debido a la falta de recursos en las islas de Japón, para poder mantener un sector industrial fuerte y con gran crecimiento, las materias primas como el hierro, petróleo y el carbón en gran parte se habían de importar a pesar de que el país disponía de una pequeña parte de éstas. Gran parte de estos materiales llegaba de Estados Unidos. Así, por el esquema de desarrollo militar industrial y el crecimiento industrial, las teorías mercantilistas prevalentes, hacían imprescindibles las colonias. Estas eran necesarias para competir con las potencias europeas. Corea (1910) y Formosa (Taiwán, 1895) fueron anexionadas muy pronto como colonias agrícolas. Además, el hierro y el carbón de Manchuria, la goma de Indochina y los vastos recursos de China eran los principales objetivos para la industria japonesa.
Este desarrollo industrial provocó un gran crecimiento demográfico ( la población pasó de 35 millones a 55 millones de habitantes) y la instauración de un sistema parlamentario a imagen y semejanza de la Prusia de Otto von Bismark: se creó un sistema de Cortes Bicamerales elegidas por sufragio censitario masculino.( se elaboró un sistema de turnismo de partidos similar al creado en España tras la Restauración borbónica).
La victoria en la guerra chino-japonesa (1894.-1895) y la firma del tratado de Shimonosekie, el cual permite a Japón anexionar Taiwan y la posterior victoria frente al imperio ruso de Nicolás II en 1905 son fundamentales para comprender la creciente hegemonía japonesa en el extremo oriente. La participación en la I Guerra Mundial a favor de los aliados y el crecimiento de las exportaciones durante el periodo bélico permitirán desarrollar la industria japonesa: empresas como Mitsubishi aparecen en estas fechas.
La deriva totalitaria
A pesar de que Japón era un sistema liberal sus ansias expansionistas lo irán transformando gradualmente en una potencia imperialista.
El 20 de febrero de 1937, en Japón; obtiene la victoria electoral el partido liberal “Minseitō” imponiéndose sobre los conservadores ortodoxos del reconocido partido conservador “Rikken Seiyūkai” ("Amigos del Gobierno Constitucional"). Este acto será considerado un duro revés para el gobierno conservador de la época que estaba a punto de invadir China e iniciar la Segunda guerra chino-japonesa. El 27 de septiembre de 1940, el Imperio de Japón firmó el Pacto Tripartito con la Alemania Nazi y el Reino de Italia, siendo sus objetivos "establecer y mantener un nuevo orden de las cosas" en sus respectivas regiones del mundo y esferas de influencia, con la Alemania nazi en Europa, Japón Imperial en Asia y el Reino de Italia en el norte de África. Los firmantes de esta alianza son conocidos como las Potencias del Eje. El pacto también pide asistencia mutua si alguna de las potencias fuera atacada por un país aún no implicado en la guerra, con excepción de la Unión Soviética, y de la tecnología y la cooperación económica entre los signatarios.
Con la ocupación de la Indochina francesa en los años de 1940-41 y la continuación de la guerra en China, los Estados Unidos embargaron a Japón materiales estratégicos, tales como la chatarra y el petróleo, que eran sumamente necesarios para su esfuerzo de guerra. Los japoneses se enfrentaban con la opción de retirarse de China y de perder su influencia, o la captura y obtención de nuevas fuentes de materias primas en las colonias ricas en recursos del sudeste de Asia controladas por las potencias europeas - específicamente la Malasia británica y las Indias orientales holandesas.
Volviéndose hacia Australia y Nueva Zelanda, las fuerzas japonesas desembarcaron en Nueva Guinea, Nueva Inglaterra (actualmente parte de Papúa-Nueva Guinea) y las islas Salomón. Un destacamento especial japonés también invadió y ocupó Attu, Agattu y Kiska en las Islas Aleutianas frente a la costa de Alaska, en Norteamérica (cf. Batalla de las Islas Aleutianas). Al final, la guerra se convirtió en una lucha naval por el control de las vastas extensiones del océano Pacífico.
Este desarrollo industrial provocó un gran crecimiento demográfico ( la población pasó de 35 millones a 55 millones de habitantes) y la instauración de un sistema parlamentario a imagen y semejanza de la Prusia de Otto von Bismark: se creó un sistema de Cortes Bicamerales elegidas por sufragio censitario masculino.( se elaboró un sistema de turnismo de partidos similar al creado en España tras la Restauración borbónica).
La victoria en la guerra chino-japonesa (1894.-1895) y la firma del tratado de Shimonosekie, el cual permite a Japón anexionar Taiwan y la posterior victoria frente al imperio ruso de Nicolás II en 1905 son fundamentales para comprender la creciente hegemonía japonesa en el extremo oriente. La participación en la I Guerra Mundial a favor de los aliados y el crecimiento de las exportaciones durante el periodo bélico permitirán desarrollar la industria japonesa: empresas como Mitsubishi aparecen en estas fechas.
A pesar de que Japón era un sistema liberal sus ansias expansionistas lo irán transformando gradualmente en una potencia imperialista.
La historia del Japón contemporáneo, marco en el que situar la formación del imperialismo japonés, se divide en tres fases.
- La primera, entre 1868 y 1912, es la época de la revolución Meiji. Significa la modernización y occidentalización. Liberado Japón de la incipiente dependencia colonial occidental, se permite un completo desarrollo que le transforma en gran potencia mundial. Hay dos momentos en este proceso: de 1868 a 1881 es el período de las reformas y la consolidación de la revolución Meiji; reformas que tienden a transformar ampliamente la sociedad japonesa, aunque manteniendo su base tradicional. El segundo momento, de 1881 a 1912, corresponde al apogeo del Japón Meiji, con la nueva organización e institucionalización del Estado y la sociedad, y a los comienzos de la expansión territorial e imperial que, en su plenitud, configura un imperialismo propio, rival del occidental.
- La segunda fase, de 1912 a 1937, es la época del Japón potencia mundial: entre la Primera y Segunda Guerra Mundial se suceden las llamadas era Taisho, entre 1912 y 1926, y era Showa, desde 1926. Japón se convierte en un nuevo centro de poder mundial. Su vida política y económica está dominada por los grupos oligarcas, financieros y militares, que mantienen el crecimiento capitalista y la prosperidad económica, el control político y la expansión exterior. Con ello, en el orden interno, desde las bases de un sistema que se considera liberal, se tiende a formar un régimen autoritario, y en el plano externo, a construir un Nuevo Orden en Asia oriental que consagre el poderío japonés.
- La tercera fase, de 1937 a 1945, es durante la Segunda Guerra Mundial: en el orden interno se llega al gobierno de los militares, y en lo internacional, a la alianza con las potencias del Eje, llevando el proceso bélico a la derrota japonesa en el año 1945. A lo largo de este proceso se formula el imperialismo nipón, que entra en rivalidad y conflicto con los imperialismos occidentales hasta entonces dominantes en Extremo Oriente. Configuran este imperialismo tres factores: la ascensión diplomática e internacional de Japón a potencia mundial, la concreta expansión territorial exterior impulsada por las necesidades de ese mismo crecimiento económico y político que lleva al país a construirse un imperio colonial propio en Asia oriental y, por último, los fundamentos ideológicos y sociales del ultranacionalismo e imperialismo japoneses en el seno de su propia identidad histórica. Resultado de todos estos elementos es la construcción del Nuevo Orden japonés en Extremo Oriente.
En 1925 Japón permite el sufragio universal masculino. En esas mismas fechas, los japoneses empiezan una persecución contra los comunistas a través de la ley de Preservación de la Paz. El auge del ultranacionalismo perjudica gravemente a la población coreana que trabaja en territorio japonés, la creación de sociedades secretas ultranacionalistas de carácter militar (Escuela Imperial, Escuela del orden) y movimientos ultranacionalistas (Dragón oscuro, Océano Oscuro) afianzan la transformación de Japón en potencia imperialista.
El enfrentamiento con la China de Chang Kai Shek en 1928, la ocupación de Manchuria en 1931 tras el incidente Mukden, la conquista de la península coreana y la creación del estado de Manchuko son fundamentales para entender el imperialismo japonés: Japón es un país que carece de materias primas para su industria. Las diferentes conquistas del imperio del Sol Naciente permitirán a Hiro Hito conseguir las materias primas necesarias para que las industrias japonesas las conviertan en manufacturas, revendiéndolas a los territorios conquistados creando así un imperio colonial donde Japón sería la metrópolis. La firma del pacto Antikommintern con la Alemania de Hitler en 1936 y el posterior ataque a la China de Mao y Chang Kai Shek en 1937 afianzarían la política exterior japonesa: La creación de un Nuevo Orden asiático.
El enfrentamiento con la China de Chang Kai Shek en 1928, la ocupación de Manchuria en 1931 tras el incidente Mukden, la conquista de la península coreana y la creación del estado de Manchuko son fundamentales para entender el imperialismo japonés: Japón es un país que carece de materias primas para su industria. Las diferentes conquistas del imperio del Sol Naciente permitirán a Hiro Hito conseguir las materias primas necesarias para que las industrias japonesas las conviertan en manufacturas, revendiéndolas a los territorios conquistados creando así un imperio colonial donde Japón sería la metrópolis. La firma del pacto Antikommintern con la Alemania de Hitler en 1936 y el posterior ataque a la China de Mao y Chang Kai Shek en 1937 afianzarían la política exterior japonesa: La creación de un Nuevo Orden asiático.
El 20 de febrero de 1937, en Japón; obtiene la victoria electoral el partido liberal “Minseitō” imponiéndose sobre los conservadores ortodoxos del reconocido partido conservador “Rikken Seiyūkai” ("Amigos del Gobierno Constitucional"). Este acto será considerado un duro revés para el gobierno conservador de la época que estaba a punto de invadir China e iniciar la Segunda guerra chino-japonesa. El 27 de septiembre de 1940, el Imperio de Japón firmó el Pacto Tripartito con la Alemania Nazi y el Reino de Italia, siendo sus objetivos "establecer y mantener un nuevo orden de las cosas" en sus respectivas regiones del mundo y esferas de influencia, con la Alemania nazi en Europa, Japón Imperial en Asia y el Reino de Italia en el norte de África. Los firmantes de esta alianza son conocidos como las Potencias del Eje. El pacto también pide asistencia mutua si alguna de las potencias fuera atacada por un país aún no implicado en la guerra, con excepción de la Unión Soviética, y de la tecnología y la cooperación económica entre los signatarios.
![]() |
Hiro Hito |
El holocausto asiático del siglo XX: las atrocidades del Ejército japonés
El Ejército Imperial Japonés ha sido responsable de las matanzas y otros crímenes cometidos contra varios millones de civiles y prisioneros de guerra en el transcurso de la primera mitad del siglo XX
Destrucción de ciudades
En su afán expansionista, Japón planeó la invasión de diferentes países del sudeste asiático para lograr su objetivo de construir una Gran Asia Oriental y liberarlo del dominio europeo. Para ello hicieron uso de bombardeos que mayoritariamente asolaron barrios residenciales centrando casi exclusivamente los ataques a la población civil, pero también destruyendo el legado arquitectónico y cultural de muchas de las ciudades. Durante el periodo de 1895 a 1945 el Gobierno y personal militar japonés participó en saqueos extensos en la que la propiedad robada incluía terrenos privados, así como diferentes clases de bienes valiosos robados de los bancos, depósitos, templos, iglesias, museos y casas privadas.
Ejecuciones
Entre 1937 y 1945, el ejército japonés asesinó entre tres y más de diez millones de personas. Ejecutaron a millones de chinos, indonesios, coreanos, filipinos e indochinos, entre otros, incluyendo prisioneros de guerra occidentales. Asesinaron alrededor de 10,2 millones de personas a lo largo de la guerra, a veces a sangre fía y otras para hacer un alarde de poder o servir de lección a cualquiera que quisiese revelarse contra el Emperador.
Masacres
Uno de los más crueles de este periodo fue la Masacre de Nankín de 1937-1938, cuando el Ejército japonés asesinó a 200.000 civiles y prisioneros de guerra, según a documentado el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, aunque el número aceptado se encuentra en centenas de miles. Los soldados nipones llevaron a cabo el homicidio masivo en la ciudad china de Changjiao, donde murieron 30.000 personas en mayo de 1943. En el Sureste Asiático, la Masacre de Manila, Filipinas, tuvo como resultado cien mil civiles muertos; mientras que en la Masacre Sook Ching fueron masacrados entre veinticinco y cincuenta mil chinos en Singapur.
![]() |
Memorial a las víctimas de la masacre de Nanjing |
Experimentos con humanos
Existieron varias unidades militares japonesas especiales que realizaron experimentos en civiles y prisioneros de guerra en China. Una de las más sonadas fue el Escuadrón 731 que promovió la creencia en la supremacía racial japonesa. Las víctimas sufrieron vivisecciones sin anestesia, amputaciones... fueron usadas para probar armas biológicas, entre otros experimentos. Realizaron todas estas operaciones sin anestesia porque consideraban que afectaría a los resultados. Fueron alrededor de diez mil personas tanto civiles como militares de origen chino, coreano, mongol y ruso.
Las fuerzas imperiales japonesas utilizaron ampliamente la tortura entre los prisioneros como método para sacarles información de manera rápida. El trato que daban al preso consistía en palizas, amputación de miembros, inanición y falta de suministros médicos. También se ha reportado que se utilizó mano de obra forzosa, uno de los incidentes más sonados fue la construcción del ferrocarril que unía Birmania con Siam que provocó la muerte de cien mil civiles y prisioneros de guerra. Las personas que fueron torturados, a menudo, fueron ejecutados más tarde.
Se utilizaron eufemismos como los términos «mujeres de consuelo» o «mujeres de consuelo militar» para referirse a las mujeres en los burdeles militares japoneses en países ocupados, muchas de las cuales fueron reclutadas por la fuerza o engañadas con la promesa de una vida mejor, trabajo y bienestar, pero la realidad fue que se convirtieron en objeto de agresión sexual o esclavitud sexual. Mujeres y niñas entre doce y veinte años procedentes de Vietnam, Taiwán, China, Malasia, Filipinas y Corea fueron víctimas de este espantoso tráfico. Muchas veces fueron seleccionadas después de arrasar y masacrar alguna aldea obligándolas a elegir entre prostituirse o morir. Hasta día de hoy se desconoce el número real de víctimas pues viendo la derrota cerca, el ministro de guerra japonés ordenó quemar cualquier documento que pudiese incriminar al país.
Japón durante la Segunda Guerra Mundial
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, dio a Japón una nueva oportunidad para extenderse por Sudeste asiático, después de haber alcanzado varios acuerdos diplomáticos. En septiembre de 1940 Japón estableció una alianza tripartita con Alemania e Italia, el denominado Eje Roma-Berlín-Tokio, que aseguraba ayuda mutua y total durante un periodo de diez años. Sin embargo, Japón consideró que el pacto firmado en 1939 entre Alemania y la URSS había liberado al Imperio de cualquier obligación contraída en la alianza anticomunista de 1936. Por tanto, en abril de 1941, Japón firmó un pacto de neutralidad con la URSS, que garantizaba la protección del norte de Dongbei(-)Pingyuan.
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, dio a Japón una nueva oportunidad para extenderse por Sudeste asiático, después de haber alcanzado varios acuerdos diplomáticos. En septiembre de 1940 Japón estableció una alianza tripartita con Alemania e Italia, el denominado Eje Roma-Berlín-Tokio, que aseguraba ayuda mutua y total durante un periodo de diez años. Sin embargo, Japón consideró que el pacto firmado en 1939 entre Alemania y la URSS había liberado al Imperio de cualquier obligación contraída en la alianza anticomunista de 1936. Por tanto, en abril de 1941, Japón firmó un pacto de neutralidad con la URSS, que garantizaba la protección del norte de Dongbei(-)Pingyuan.
Al mismo tiempo, Japón intentó obtener acuerdos económicos y políticos en las Indias Orientales Neerlandesas. Estas acciones provocaron el embargo de petróleo estadounidense e incrementaron la hostilidad entre ambos países, bastante fuerte desde la invasión japonesa de China en 1937. En octubre de 1941 el general Hideki Tōjō se convirtió en el primer ministro japonés y ministro de Guerra, lo que no favoreció la normalización de las relaciones.
El 7 de diciembre de 1941 (domingo) sin aviso y mientras todavía se estaban celebrando negociaciones entre los diplomáticos estadounidenses y japoneses, varias oleadas de aviones japoneses bombardearon Pearl Harbor, en Hawái, la principal base naval estadounidense en el Pacífico ; poco después se lanzaron ataques simultáneos contra Filipinas, la isla de Guam, isla Wake e islas Midway, Hong Kong, Malasia británica y Tailandia. El 8 de diciembre (lunes), Estados Unidos declaró la guerra a Japón tras la declaración del presidente Franklin D.Roosevelt en el senado, al igual que el resto de los poderes aliados, excepto la URSS.
Un año después del éxito de estos ataques por sorpresa Japón mantenía la ofensiva en el Sudeste asiático y en las islas del Pacífico Sur. El Imperio designó el Este asiático y sus alrededores como la ‘Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental’ e hizo efectiva la propaganda del lema ‘Asia para los asiáticos’. Además, los elementos nacionalistas en la mayoría de los países de Asia Oriental daban apoyo tácito, y en algunos casos real, a los japoneses, porque vieron un camino aparente para liberarse del imperialismo occidental.
En diciembre de 1941, Japón invadió Tailandia, a cuyo gobierno obligó a firmar un tratado de alianza. Las tropas japonesas ocuparon Birmania, Malasia británica, Borneo, Hong Kong y las Indias Orientales Neerlandesas. En mayo de 1942, las Filipinas cayeron en manos niponas.
El 7 de diciembre de 1941 (domingo) sin aviso y mientras todavía se estaban celebrando negociaciones entre los diplomáticos estadounidenses y japoneses, varias oleadas de aviones japoneses bombardearon Pearl Harbor, en Hawái, la principal base naval estadounidense en el Pacífico ; poco después se lanzaron ataques simultáneos contra Filipinas, la isla de Guam, isla Wake e islas Midway, Hong Kong, Malasia británica y Tailandia. El 8 de diciembre (lunes), Estados Unidos declaró la guerra a Japón tras la declaración del presidente Franklin D.Roosevelt en el senado, al igual que el resto de los poderes aliados, excepto la URSS.
Un año después del éxito de estos ataques por sorpresa Japón mantenía la ofensiva en el Sudeste asiático y en las islas del Pacífico Sur. El Imperio designó el Este asiático y sus alrededores como la ‘Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental’ e hizo efectiva la propaganda del lema ‘Asia para los asiáticos’. Además, los elementos nacionalistas en la mayoría de los países de Asia Oriental daban apoyo tácito, y en algunos casos real, a los japoneses, porque vieron un camino aparente para liberarse del imperialismo occidental.
En diciembre de 1941, Japón invadió Tailandia, a cuyo gobierno obligó a firmar un tratado de alianza. Las tropas japonesas ocuparon Birmania, Malasia británica, Borneo, Hong Kong y las Indias Orientales Neerlandesas. En mayo de 1942, las Filipinas cayeron en manos niponas.
A diferencia de ésta, no pretendía una indefinida expansión, sino que quería limitar su área de influencia tan sólo al Extremo Oriente. Fueron las derrotas de los aliados las que llevaron a Japón a elegir una nueva vía de expansión diferente de China. La Indochina francesa, la Indonesia holandesa y las posesiones británicas del Extremo Oriente satisfacían de un modo mucho más completo sus necesidades de materias primas pero, aun así, la decisión bélica tardó en tomarse. Para Japón, las potencias occidentales eran, en efecto, el enemigo por excelencia y no sólo por motivos estratégicos sino también por un cierto antioccidentalismo muy enraizado en sus núcleos dirigentes. De ahí que Japón ingresara en el pacto tripartito en septiembre de 1940, de modo que creó con ello una comunidad de intereses con Alemania e Italia. El siguiente paso fue suscribir un acuerdo de no-agresión con Moscú, en abril de 1941. Los dirigentes japoneses carecían de la obsesión antisoviética de Hitler y, en la práctica, llegaron incluso a hacer un inapreciable favor a Stalin, puesto que es muy probable que no hubiera podido soportar una guerra en dos frentes. A diferencia de alguno de sus colaboradores más destacados, Hitler fue incapaz de percibir esta realidad y se limitó a esperar de Japón que mantuviera ocupados a los norteamericanos ante la eventualidad de un conflicto con ellos. Pero, porque era consciente de que antes o después tendría que enfrentarse con los norteamericanos, prometió declararles la guerra en el caso de que Japón, que complementaba su ausencia de suficiente fuerza naval, también lo hiciera.
Volviéndose hacia Australia y Nueva Zelanda, las fuerzas japonesas desembarcaron en Nueva Guinea, Nueva Inglaterra (actualmente parte de Papúa-Nueva Guinea) y las islas Salomón. Un destacamento especial japonés también invadió y ocupó Attu, Agattu y Kiska en las Islas Aleutianas frente a la costa de Alaska, en Norteamérica (cf. Batalla de las Islas Aleutianas). Al final, la guerra se convirtió en una lucha naval por el control de las vastas extensiones del océano Pacífico.
A comienzos de 1942, los aliados tenían muchas razones para sentirse profundamente descorazonados. En el plazo de seis meses, Japón, un adversario al que los anglosajones no habían tomado en serio, había construido a sus expensas y a las de terceros un Imperio que cubría una séptima parte del globo. Las victorias las había obtenido demostrando tener una Marina muy moderna, cuya fuerza principal estaba constituida por los portaaviones. Los japoneses habían logrado sus éxitos muy a menudo con inferioridad numérica y en un momento en que se podía interpretar que los alemanes todavía estaban en condiciones de aplastar a la Rusia soviética. La caída de Singapur era un hecho de tal gravedad que podía suponer una directa amenaza a la India e incluso al Medio Oriente. No puede extrañar que un protagonista esencial de la guerra, como fue Churchill, anote en sus Memorias que el peor momento de la guerra fue precisamente éste, algo en lo que coincidieron también algunos de los mandos militares británicos. Fue entonces cuando se sometió a un voto parlamentario de confianza, que superó, pero que revelaba la sensación de que la victoria aliada estaba todavía muy lejana. Sin embargo, en los meses iniciales de 1942 si, por un lado, las potencias del Eje llegaron al máximo de su expansión, al mismo tiempo empezaron a testimoniar sus limitaciones, no sólo materiales sino también de otra clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario