El golpe de Estado del 18 de Brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799) ocurrido durante la primera República francesa produjo otro cambio político de trascendentales consecuencias no sólo para Francia, sino también para toda Europa. Napoleón Bonaparte se convirtió en el principal dirigente del nuevo gobierno, el Consulado. Los otros dos cónsules de la República, Sieyès y Ducos, aceptaron nómbrale Primer Cónsul y consintieron que Napoleón se fuera haciendo cada vez con más poder hasta lograr coronarse Emperador en 1804. El Primer Imperio napoleónico transformó el mapa de Europa y convirtió a Francia en la mayor potencia europea.
Durante los últimos doscientos años la historiografía napoleónica se ha beneficiado de grandes apologistas como Jean-Charles Lacretelle, Pierre Lermontey y sobre todo Jacques Bainville. Asimismo, el alemán de origen judío Emil Ludwig publicó en 1906 una de las más famosas obras sobre Napoleón. Otros prestigiosos políticos e historiadores del siglo XIX como François-Rene de Chateaubriand y Adolphe Thiers realizaron una crítica más real de la figura de este singular personaje. Los historiadores más adversos al fundador de la dinastía Bonaparte fueron Jules Michelet, que le presentaba como enemigo de la Revolución, e Hyppolyte Taine, que le consideró un ambicioso sin escrúpulos. Historiadores del siglo XX como Albert Soboul y Jacques Godechot también han sido autoridades indiscutibles en la crítica científica del período napoleónico. Todos estos especialistas han coincidido en considerar a Napoleón Bonaparte como el personaje clave que marcó el inicio del siglo XIX y la posterior evolución de la Europa contemporánea
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Napoleón |
Biografía de Napoleón Bonaparte
Nació en 1769 en Ajaccio (Córcega) en una familia de la burguesía media que llegó a tener trece hijos, siendo Napoleón el segundo. Cuando cumplió nueve años, Luis XVI le concedió una beca para estudiar en el colegio militar de Brienne-le-Cahteau y en 1784 continuó su formación en la Escuela Real Militar de París donde obtuvo el grado de subteniente de artillería. Cuatro años después de estallar la Revolución ya era capitán y su actuación en la guerra contra la Primera Coalición le valió el grado de general de brigada a los 24 años.
El 9 de Marzo de 1796 se casó con Josefina y dos días después el Directorio le confió el mando del ejército francés en Italia donde consiguió importantes triunfos. Enviado a Egipto en 1798 para que impidiera el tráfico comercial de Inglaterra hacia la India, Napoleón conquistó Alejandría y El Cairo tras la famosa Batalla de las Pirámides. En su rápido avance llegó a tomar la isla de Malta. En el verano de 1798 la escuadra francesa fue derrotada por la inglesa al mando del almirante Nelson. Sin embargo, el joven general continuó su marcha conquistadora hasta Siria y amplió la ocupación francesa de Egipto.
A finales de 1799, Napoleón abandonó Egipto, alertado por la crisis política y económica que el Directorio no lograba solucionar y temiendo que no se pudiera vencer a la Segunda Coalición, integrada por Austria, Inglaterra, Rusia, Turquía y Nápoles. Al llegar a Francia se apresuró a prestar su colaboración al grupo de dirigentes que estaban preparando el golpe de Estado del 18 de Brumario del año VIII, que acabó con el gobierno del Directorio. Napoleón sumo a su ambición militar la pasión por la política y organizando el nuevo sistema de gobierno, el Consulado, que le llevaría a convertirse en el mayor dirigente europeo.
Sus disposiciones legales y sus órdenes eran recogidas por el Bulletin de la Grande Armée y por Le Moniteur, Napoleón, que había conseguido imponer a la prensa una férrea censura, hizo de este periódico el órgano oficial del Estado francés. Consideraba fundamental la propaganda a su favor e impedía cualquier crítica a su persona y a su forma de gobernar. Sus conquistas bélicas fueron largamente celebradas mientras se silenciaban sus derrotas.
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Napoleón |
El consulado y las Constituciones de 1799 y 1802
El legado constitucional de la Revolución era republicano, al menos en términos institucionales. Napoleón al asumir el poder, tras el golpe de Estado de Brumario del año VIII, continuó la actuación del Directorio y fue usurpando a los ciudadanos las libertades establecidas por los anteriores gobiernos republicanos. Los principales organizadores del golpe de Estado junto a Bonaparte formaron un gobierno tripartito que les otorgó el título de “Cónsules provisionales de la República francesa”.
El primer resultado de la llegada al poder de Napoleón fue la redacción en diciembre de 1799 de una nueva Constitución que le nombró Primer Cónsul. Esta nueva Ley rectora del Año VIII, la cuarta, legitimó el golpe de Estado de Brumario y reforzó el mandato de Napoleón, eliminando del triunvirato inicial a Sieyès y a Ducos.
El nuevo dirigente, asesorado por un Consejo de Estado, creación original del Primer Cónsul, compuesto por cincuenta miembros designados entre “los hombres de talento”, le situaba como el auténtico Jefe del Estado Francés por 10 años renovables, dejando a los otros dos cónsules sólo funciones consultivas. El Poder Legislativo, con menos prerrogativas que el del régimen anterior fue repartido en tres Asambleas: el Senado, la más importante, tenía la potestad de elegir a los cónsules, nombrar entre una lista de “notables nacionales” a los diputados del Tribunado, cuya función era la de discutir las leyes, y designar a los miembros del Cuerpo Legislativo que deberían dar la definitiva aprobación a las mismas. Las tres Asambleas se formarían por sufragio universal masculino, pero sólo en teoría, ya que este sistema electoral en realidad era restringido, puesto que únicamente se permitía votar a los que estuvieran en unas “listas de confianza”. La Constitución, a diferencia de las anteriores, no tenía una Declaración de derechos. La soberanía nacional había quedado recortada.
El Primer Cónsul había logrado la ampliación efectiva de los tres Poderes que quedarían supeditados a su criterio. Se había librado del control de las Cámaras y de la Justicia; para confirmar su mandato y consolidar el régimen se lanzó a reformar la vida política, social, económica, militar y religiosa de la sociedad francesa.
La intención política de Napoleón era institucionalizar el nuevo régimen y pacificar Europa. Napoleón promulgaba las leyes y nombraba a los ministros, embajadores, obispos, oficiales, así como a los comisarios de los tribunales y a los jueces tras la reestructuración de la Justicia. También asumió la potestad de destituir a los componentes del Consejo de Estado. Para consolidar aún más su jefatura fue promulgada
la Constitución del año X (agosto de 1802), sancionada por plebiscito popular, que convirtió el régimen republicano en una forma de gobierno monárquico al declarar vitalicios a los cónsules y conceder al Primer Cónsul, la capacidad de designar sucesor
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Napoleón. cónsul |
La reforma política y administrativa
Napoleón había declarado que su intención al gobernar Francia era establecer en ella “orden, justicia y verdadera libertad”. Desde el principio dirigió la política exterior. En 1800 firmo con España el Segundo Tratado de San Ildefonso obtenien do de Carlos V la Luisiana, que en 1803 vendería a Estados Unidos para conseguir su amistad. En el orden político, su actuación se encamino a crear un cinturón de Estados vasallos que aseguraban a Francia garantías no sólo políticas, sino también estratégicas y aun económicas: en Holanda dictó su Constitución; estableció una alianza con Suiza; se anexiono en Italia, entre otros Estados, el Piamonte y el Ducado de Parma y con los Estados Pontificios normalizo las relaciones con el Concordato de 1801 suscrito con Pío VII. Por este acuerdo se dio por finalizado el cisma abierto en 1790 entre Francia y el Vaticano, aunque la Iglesia Católica siguió supeditada al Estado francés. Napoleón se comprometió a sostener esta confesión religiosa, a cambio el Papa debía aceptar la nacionalización de los bienes del clero. Sin embargo, el acto de reconciliación de Francia con el Papado portaba la semilla de futuras discordias.
A comienzos del siglo XIX la mayoría de los países europeos se encontraban, de una forma u otra, sometidos a Francia. Austria tuvo que firmar la paz con Napoleón y cederle el control del centro de Italia y el norte de la península, así como permitir el afianzamiento francés en la totalidad del curso izquierdo del Rin. En 1801, España había suscrito una alianza con el Estado francés, mientras Portugal, aliado inglés, quedaba sometido a Francia, viéndose obligado a conceder parte de la Guayana y a cerrar sus puertos a los ingleses. Asimismo, por su derrota en la “guerra de las naranjas”, Portugal perdió a favor de España la villa de Olivenza. En 1802, obtuvo de Inglaterra la firma de la Paz de Amiens. Por este tratado, Francia recuperó sus colonias y el resto de las conquistas inglesas fueron devueltas a los aliados del Consulado, excepto la Trinidad española y el Ceilán holandés, así como Egipto fue restituido a Turquía y Malta a la orden de San Juan de Jerusalén.
En relación con las reformas militares, Napoleón concebía la guerra de forma completamente diferente al sistema del Antiguo Régimen. Frente al ejército mercenario y profesional que lucha por dinero, propio de la Edad Moderna, emprendió la creación de un ejército nacional, la Grande Armée, compuesto por todos los ciudadanos que tenían la obligación de realizar el servicio militar y que debían luchar por fidelidad a su país.
Los objetivos también debían cambiar, consideraba demasiado costoso e inútil mantener una posición o sitiar una plaza sin antes haber destruido al ejército enemigo. También estableció unos principios estratégicos teóricos: el “principio de superioridad numérica”, el de “concentración de fuerzas” y el de “simultaneidad”. De acuerdo con estos principios realizó la “maniobra envolvente” y la de “líneas interiores”.
Aumentó la centralización de la administración general de Francia manteniendo la administración territorial diseñada por la Asamblea Nacional Constituyente. El cantón, el distrito y el departamento siguieron constituyendo las divisiones territoriales básicas. La gran innovación para garantizar un mayor control de todas las comarcas francesas fue la creación en cada departamento de un Prefecto como delegado de Gobierno y un Subprefecto en los distritos. También se organizó una eficaz policía al mando de un jefe encargado de evitar cualquier oposición en los 98 departamentos.
Napoleón institucionalizó el gobierno nacional así como la administración central y local; reorganizó el sistema fiscal y la hacienda, nombrando un gran número de funcionarios especializados, y creó el Banco de Francia para solventar la crisis económica. Desde esta nueva institución comenzó a ser emitida la moneda francesa, el nuevo “franco”. Además, se fundaron las Cámaras de comercio para regular la actividad industrial y comercial, concediendo una clara protección a las propias manufacturas y comercio francés.
En cuanto a las mejoras sociales y a la educación, hay que destacar que estableció el divorcio, abolió las cargas fiscales, estableció la igualdad civil y regularizo la enseñanza, concebida como servicio público, con el fin de preparar a los futuros funcionarios y dirigentes de las nuevas clases sociales que habían surgido de la revolución. Fueron creados los Liceos estatales de enseñanza secundaria y se reformaron las Universidades. En cambio, la enseñanza primaria continúo en manos privadas.
El código napoleónico
La elaboración de nuevas leyes civiles, penales y comerciales fue uno de los grandes logros de la obra napoleónica, si bien Napoleón se limitó a afianzar las reformas legales anteriores. El 21 de marzo de 1804 fue publicado el Código Civil o Código Napoleónico, que consolidaba jurídicamente la abolición del Antiguo Régimen, sancionaba las conquistas revolucionarias de 1789 en materia de derechos civiles, como la propiedad, el trabajo y la libertad de conciencia (no de expresión). En 1807 apareció el Código de Comercio. El Código Napoleónico también agrupó las reglas propias del Comercio Marítimo y del Comercio Terrestre en un solo cuerpo legal. A partir de este conjunto de leyes comerciales, el derecho mercantil dejó de ser un derecho subjetivo para convertirse en un derecho objetivo.
Con todas estas leyes civiles y comerciales quedaban consagrado el espíritu revolucionario de la burguesía: libertad económica y personal, la igualdad ante la ley y el carácter sagrado de la propiedad y restaurado el concepto romano de la familia, centro del sistema social, con la admisión del matrimonio civil y del divorcio. Se confirmaba el carácter laico del Estado y quedaba sancionada la venta de los bienes nacionales a sus actuales poseedores. El Código Napoleónico fue impuesto en la mayoría de territorios conquistados y continuó siendo predominante durante muchos años en la legislación de los Estados europeos. También supuso el reconocimiento de la igualdad civil, el libre acceso a los cargos públicos y la consiguiente separación entre la Iglesia y el Estado. En 1812 el Gran Imperio se regía por el Código Napoleónico y por las nuevas constituciones que se fueron elaborando en todos los estados vasallos
El Imperio (1804-1815)
Los acuerdos de la paz de Amiens fueron rotos en 1803, dando motivo a Napoleón para proseguir las
hostilidades contra Inglaterra y proclamar una nueva Constitución que convirtió el régimen republicano en un Imperio. La Constitución del año XII (mayo de 1804) confió el gobierno de la república a Napoleón como emperador hereditario, con atribuciones de los tres Poderes. El nuevo emperador creó una “Corte Imperial” compuesta por su familia, los mariscales y los altos funcionarios civiles y militares. Todos ellos recibieron títulos de la nobleza imperial y adoptaron las formas sociales de la anterior aristocracia borbónica.
Napoleón deseaba un poder casi absoluto, por eso su régimen tuvo una orientación monárquica. Debido a esos deseos de grandeza, se hizo coronar emperador de Francia por el Papa Pío VII el 2 de diciembre de 1804 en la catedral de Notre-Dame de París. A partir de ese momento el régimen napoleónico se hizo más autoritario y personalista; se había dado fin a la República y daba comienzo el Imperio. Para obtener plena aceptación de sus partidarios sustituyó la antigua nobleza hereditaria por una nueva que conseguía sus títulos por méritos propios obtenidos por servicios al Estado y triunfos en las guerras. Así nombró príncipes,duques, marqueses y condes a mariscales, generales o civiles destacados y convirtió a sus hermanos en reyes. Antes de que fuera fundado el Imperio, el 19 de mayo de 1802, el emperador había instituido la Legión de Honor, condecoración que aún perdura, creada para premiar los servicios destacados a Francia, tanto por militares como por civiles.
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Consagración de Napoleón Bonaparte en la catedral de Notre Dame (el 2 de diciembre de 1804) |
En los diez años que se mantuvo este período histórico (1804-1814) hubo dos etapas bien diferenciadas:
la primera etapa se extendió hasta 1810, cuando el sistema napoleónico triunfaba por sus éxitos en el exterior, por la recuperación económica y por el apoyo al Trono de la mayoría de los franceses. Napoleón había configurado un nuevo mapa europeo y construyó un Gran Imperio que se extendía por casi toda Europa.
La nueva organización era muy compleja. Francia se encontraba rodeada por un cinturón de Estados vasallos que frenaban a las potencias hostiles. También existían “Estados aliados” como Dinamarca, Suecia, Prusia y Austria, vencidos en las guerras napoleónicas. Únicamente Rusia conservaba cierta libertad, por su lejanía y por acuerdo explícito entre el zar Alejandro I y Napoleón. Sin embargo, el mayor problema exterior era la imposibilidad de doblegar al Imperio británico. Para ello ideó el bloqueo continental para así impedir el comercio y la influencia británica en los diferentes países de lmundo.
Este sistema ofensivo-defensivo no dio resultado, ya que los ingleses respondieron con otro bloqueo al comercio francés, imposibilitando que llegasen materias primas y productos manufacturados a Francia procedentes de sus colonias y Estados vasallos. Esta guerra comercial perjudicó más al país galo y a su imperio terrestre que a Inglaterra, ya que ésta tenía mayor capacidad de movimiento, no sólo para controlar lo que entraba y salía de Europa, sino para abrir nuevos mercados en sus múltiples colonias transcontinentales. Además, el contrabando restaba eficacia a las medidas impuestas por ambos Estados.
Desde su acceso al Trono de Francia, el emperador fue obteniendo el pleno poder sobre todas las instituciones. En 1807 desapareció el Tribunado y un férreo sistema policial y rígida censura fueron establecidos por el dictador. En 1808 Napoleón inició la conquista de la Península Ibérica, confiando en que España y Portugal serían una presa fácil para su ambición conquistadora. Un factor determinante había sido obviado: no valorar que en esa Guerra de la Independencia de España iba a primar la animadversión del pueblo ibérico hacia todo lo francés.
El Imperio francés se encontró en todo su apogeo entre 1810 y 1812, no obstante, pronto comenzaría la segunda etapa que finalmente significaría el fracaso de Napoleón. Las bases sociales y la burguesía daban muestras de cansancio debido a las continuas guerras, a la ruina causada por el bloqueo continental, al rechazo del campesinado ante los reclutamientos masivos de su gente joven y el aumento de los impuestos indirectos. Comenzaron a surgir protestas y sublevaciones que llevaron a publicar el nuevo Código Penal que contenía penas más rígidas, concebidas no sólo como sanción contra los delitos, sino también como media para conseguir disuadir a la población de su consecución.
Los seguidores más fieles de Napoleón y sus militares más valiosos fueron abandonándolo. Cuando en 1812 se produjo la derrota francesa en Rusia, las potencias europeas cobraron ánimos para vencer a Francia, mientras en el interior se fue elaborando un intento de golpe de Estado que diera fin al sistema napoleónico. Los manejos políticos de sus adversarios, así como las innumerables bajas que las tropas francesas estaban sufriendo en la campaña contra Rusia, obligaron al emperador a emprender un rápido regreso hacia París; esto se vio como una traición. Los mandos militares pasaron a la defensiva, mientras se producían continuas deserciones en los regimientos. Tras la derrota en octubre de 1813 del debilitado ejército francés en la Batalla de las Naciones en Leipzig, la última coalición de las poten cias europeas logró la abdicación de Napoleón el 6 de Abril de 1814 y la eliminación del Imperio Napoleónico.
Las campañas de Napoleón y sus consecuencias en Francia y en Europa
Antes de establecer el Imperio, Napoleón ya tenía diseñada su política exterior: necesitaba rodearse de Estados vasallos, impedir el auge comercial y colonial de Inglaterra y tenía que someter por la fuerza al resto de países que no le fueran propicios. El objetivo final era conseguir para Francia la hegemonía en Europa.
Gracias a la victoriosa campaña francesa en Italia, se había disuelto la Primera Coalición tras la firma de la Paz de Campoformio impuesta al Imperio austriaco en octubre de 1797. Los territorios del norte y centro de Italia fueron convertidos en la República Cisalpina, y Francia se anexionó Bélgica y la orilla izquierda del Rin. El Directorio continuó con su política de expansión; Francia había intervenido en Suiza a favor del establecimiento de una República Helvética, invadió los Estados Pontificios y proclamó en ellos la República Romana, así como ocupado el Piamonte. Ya sólo debía propiciar la conquista de Egipto eliminando la vía comercial hacia la India del Imperio británico. Esta última ambición no se pudo lograr, el ejército francés fue derrotado en aguas mediterráneas por la Segunda Coalición antifrancesa.
Francia reaccionó ocupando Nápoles y creando la República Partenopea, hecho que provocó la intervención de Austria con el consiguiente repliegue francés. El ejército austriaco fue derrotado por Napoleón en la Batalla de Marengo el 14 de junio de 1800, y por el general Moreau en la Batalla de Hohenlinden el 3 de diciembre de ese mismo año. Forzados los austriacos a pedir la paz, en febrero de 1801 firmaron la Paz de Lunéville. El Tratado de Lunéville suscrito entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico en febrero de 1801, determinó el control francés del norte de Italia, la influencia gala en el nuevo reino de Etruria y el afianzamiento en toda la margen izquierda del Rin y se declararon las repúblicas de Baviera, Cisalpina, Helvética y Liguria.
Por el Tratado de Aranjuez de marzo de 1801, Napoleón convencía a Carlos IV de España de que debía presionar a Portugal para unirse a Francia. Al negarse el gobierno portugués, las tropas españolas al mando de Manuel Godoy invadieron varias localidades del Alantejo. La rápida victoria española en la breve “Guerra de las Naranjas” fue la causa de concesión a Godoy del título de “Príncipe de la Paz” y la apropiación por España de la disputada Villa de Olivenza, tras el Tratado de Badajoz de junio de 1801, que las dos monarquías ibéricas suscribieron. La coalición hispano-francesa y las derrotas del ejército austriaco y del portugués propiciaron la firma de la Paz de Amiens el 25 de marzo de 1802 entre Francia e Inglaterra por la que fue disuelta la Segunda Coalición.
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Dos de mayo |
Este tratado facilitaría la escalada victoriosa de Napoleón y la reconstrucción del dominio colonial heredado del Antiguo Régimen.
Cuando en 1803 Napoleón envió una fuerza expedicionaria para sofocar la revuelta de los esclavos en la isla antillana de Haití, Inglaterra aprovechó para declarar la guerra a Francia, rompiendo la Paz de Amiens.
Poco después Inglaterra, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia formarían la Tercera Coalición antifrancesa.
Cada potencia tenía sus propios motivos para luchar contra Francia: Inglaterra deseaba controlar las rutas oceánicas; Rusia ambicionaba intervenir en Europa; Austria buscaba la preponderancia en Italia y Alemania; los otros dos países temían ser absorbidos por las tropas napoleónicas.
La ambición del emperador iba creciendo hasta tal punto que decidió enfrentarse a Inglaterra por mar aunque esta poseyera la hegemonía naval. El 20 de octubre de 1805 el almirante inglés Horacio Nelson derrotó a la escuadra franco-española en Trafalgar (Cádiz) poniéndose fin al plan de desembarco francés en las Islas Británicas. Napoleón vencería al ejército austriaco en Ulm, en octubre de 1805 y poco después, el 2 de diciembre a la coalición austro-rusa en la Batalla de Austerlitz. La Batalla de Austerlitz, o “Batalla de los Tres Emperadores”, ha sido considerado uno de sus grandes triunfos militares de Napoleón, que dio lugar a la disolución de la Tercera Coalición y a la firma por parte del emperador austriaco de la paz de Presburgo en la que cedía algunos territorios a Francia.
La Cuarta Coalición, formada por Inglaterra, Rusia y Prusia se formó en 1806. Bonaparte derrotó al ejército prusiano en Jena y al ruso en Eylau, obligando al zar a firmar la Paz de Tilsit en 1807. Napoleón dominaba toda la Europa central y occidental, únicamente Inglaterra continuaba como enemiga, y recurrió al Bloqueo Continental para vencerla. En 1808, ante la negativa de Portugal a llevar a cabo el bloqueo, Bonaparte decidió doblegar al país luso con el apoyo de España. Sin embargo, el pueblo español no estaba dispuesto a ser absorbido por el imperio francés y se inició la Guerra de Independencia. Inglaterra envió sus tropas en ayuda de españoles y portugueses consiguiendo la liberación de la Península Ibérica en 1814.
Gran Bretaña y Austria organizaron en 1809 una Quinta Coalición contra Francia aprovechando las dificultades que esta tenía en España aunque fracasó al ser Austria derrotada en Wagran y obligada a firmar la Paz de Viena de 1809. Una de sus consecuencias fue el asentimiento del emperador Francisco I de Austria en casar a su hija María Luisa de Habsburgo-Lorena con el emperador de Francia. Éste se había divorciado de Josefina al no poder proporcionarle un hijo legítimo. Napoleón consolidó finalmente su Imperio Al entroncar con la Casa de Habsburgo, una vez realizada la boda en abril de 1810 y nacer en marzo de 1811 su heredero, Napoleón Francisco Bonaparte, al que otorgó el título de “Rey de Roma”. Más tarde tras la primera abdicación de Napoleón, su madre se lo llevó a Viena, donde murió de tuberculosis en 1832, sin que pudiera suceder a su padre en el Trono de Francia.
En 1811 Napoleón se encontraba en la cima de su gloria pero la rebeldía de muchos pueblos europeos provocó la Sexta Coalición compuesta por ingleses, españoles, italianos y alemanes. Francia comenzaba a tener problemas económicos por el Bloqueo Continental y se inició una gran inflación que ocasionó el colapso de la economía rusa que obligó al zar a reanudar el comercio con Inglaterra. Esto enfureció a Napoleón que envió rápidamente a su Grande Armée a luchar contra Rusia, aunque las condiciones climáticas adversas, la escasez de víveres y la oposición del pueblo ruso, le llevó al abandono de ese proyecto conquistador. Cientos de miles de soldados sucumbieron en el camino de vuelta por el adverso clima, el cansancio y la escasez de víveres.
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Napoleón y la campaña de Rusia |
Este desastre originó la formación en 1813 de la Séptima Coalición. La unión de Europa ocasionó la victoria de la coalición en la Batalla de las Naciones en Leipzig en 1813 y la abdicación de Napoleón que marchó al destierro a la isla de Elba. En el Tratado de París, firmado el 30 de mayo de 1814 por las potencias europeas, Francia fue reducida a sus fronteras de 1792 y fue restaurada la dinastía borbónica en la persona de Luis XVIII, hermano de Luis XVI.
La caída del Imperio napoleónico
Entre 1813 y 1815 se produjo la rebelión de Europa y el hundimiento del Imperio napoleónico. Tras la derrota de Leipzig se derrumbó el sistema militar creado por Napoleón, se disolvió la Confederación del Rin y se liberaron los Estados alemanes, Holanda y el norte de Italia. Las monarquías europeas creyeron que habían eliminado no sólo al Imperio napoleónico sino también a la revolución francesa. Con el fin de restablecer las fronteras europeas y volver al sistema del Antiguo Régimen fue convocado el Congreso de Viena el 1 de octubre de 1814.
El Imperio de los Cien Días
Mientras se celebraba el Congreso de Viena, Napoleón escapó de la isla de Elba y con la ayuda de sus partidarios regresó a París y volvió a establecer el Imperio. Pero éste solamente duró cien días, ya que el ejército de una última coalición entre las potencias europeas al mando del Duque de Wellington causó la definitiva derrota de Napoleón en Waterloo en junio de 1815. El emperador volvió a abdicar y los ingleses lo deportaron a la isla de Santa Elena, donde murió el 5 de mayo de 1821 con 52 años. Los acuerdos de Viena habían triunfado, Francia volvió a sus fronteras de 1789 y la dinastía Borbón logró mantenerse en el Trono hasta 1830.
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Waterloo |
Transformaciones y contrastes en Francia y Europa
Con la caída de Napoleón finalizó la unificación de Europa bajo el dominio de Francia. El sentimiento nacionalista de los pueblos fue pisoteado por sus tropas y las potencias europeas se plantearon la reconstrucción del continente resolviendo las divisiones territoriales que Napoleón había creado y decidieron restaurar la monarquía, aunque nunca pudieron volver al Antiguo Régimen.
A pesar de que las conquistas revolucionarias sobre la abolición del feudalismo y la igualdad ante la ley se mantuvieron, Napoleón había implantado un régimen autoritario y militar de tradición monárquica. La época napoleónica significó para Francia una etapa de expansión económica aunque las continuas guerras acabaran ocasionando la ruina total.
Una de las originalidades organizativas y políticas del régimen napoleónico fue la utilización de la propaganda para conseguir prestigio.
La propaganda napoleónica impulso el culto al emperador. Su estrategia comunicativa se centró en glorificarse a sí mismo. Ya no primaba la propaganda revolucionaria de ideas, doctrinas e instituciones divulgada durante las diversas etapas del período revolucionario, ahora se ponían de relieve todas las acciones de la persona que dirigía el país con mano de hierro.
Napoleón se encontraba tan orgulloso de los Códigos implantados en Francia, que propicio que fueran introducidos en todos los nuevos Estados europeos creados durante su Imperio. Así fue instaurado el sistema administrativo y judicial francés en muchos países de Europa, y para promover en ellos las artes y las ciencias se crearon academias e institutos en cada Estado. Sin embargo, entre las imposiciones involucionistas que implantó Napoleón hay que destacar la restauración de la esclavitud en las colonias francesas.
El régimen consular había sido estableció para lograr la estabilidad política que necesitaba el nuevo grupo social dominante, los Notables, es decir, la nueva aristocracia formada por hombres de negocios, grandes propietarios, altos funcionarios y militares distinguidos. Una nobleza basada en el talento personal y en los servicios al Estado. Desde que Napoleón instauró el imperio, la política social se fue haciendo más complicada, su estructura se definía por una primera jerarquía constituida por la familia imperial, por debajo se encontraban los grandes jefes y altos funcionarios y en el último escalón de la élite los caballeros miembros de la Legión de Honor.
La expansión francesa alcanzó su mayor apogeo en 1811, mientras que la pérdida de la hegemonía se inició en 1812, fecha del desastre en Rusia. El predominio galo en el continente se había organizado en torno a tres grandes estructuras políticas: el Imperio francés, núcleo central del sistema napoleónico; el Gran Imperio, especie de federación de países presidida por el emperador y que agrupaba a Francia y a una serie de Estados vasallos gobernados por la familia Bonaparte o por príncipes aliados; y el Sistema continental, constituido finalmente por el Gran Imperio y por los Estados europeos aliados, con la obligación de que todos los puertos europeos bajo influencia francesa quedaran cerrados a Inglaterra.
La gran equivocación de Napoleón fue el establecer el Bloqueo Continental a Inglaterra, como estrategia y defensa ante el dominio marítimo adquirido. No hay duda que el bloqueo perturbó la economía británica aunque peor le fue a Francia. Al final de la etapa napoleónica quedó destruido en Francia el comercio marítimo, perdidos los intercambios coloniales e impedida la transformación industrial, revolución que ya se estaba afianzando en Inglaterra. Finalmente, tampoco llegó a triunfar el sistema continental inventado por Napoleón: territorios dominados militarmente, encuadrados en una estructura federal bajo la dinastía Bonaparte.
Sin embargo, Francia consiguió imponer el modelo surgido de la Revolución y muchos Estados europeos fueron transformándose política y socialmente. Al destruir los particularismos de los pequeños Estados en Italia y Alemania, abolir los privilegios del Antiguo Régimen y establecer la unidad administrativa, civil y económica, estas naciones quedaron abocadas a la unificación. Napoleón había creado las condiciones necesarias para el despertar de los nacionalismos, una de las grandes fuerzas del siglo XIX
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