¿POR QUÉ ESCRIBIMOS?

AL NO PODER ACEPTAR QUE SOMOS LIBRES EN JAULAS, NOS MOVEMOS EN MUNDOS DE PALABRAS QUERIENDO SER LIBRES

TRADÚCEME

COMPAÑEROS DE LUCHA EN PLUMA AFILADA

AVISO TODOS LOS TEXTOS ESTÁN REGISTRADOS

Blog bajo licencia Creative Commons

Licencia de Creative Commons

TODOS LOS TEXTOS ESTÁN REGISTRADOS

POEMAS, CUENTOS Y ESCRITOS REVOLUCIONARIOS DE DANIEL FERNÁNDEZ ABELLA is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License. Para utilizar primero y siempre sin ánimo de lucro ha de consultar al autor. Daniel Fernández Abella todos los derechos reservados.

viernes, 11 de octubre de 2024

LA CHICA IRLANDESA

Todo el mundo tiene su historia. Todo el mundo. Puede haber sido un fiasco o no, puede haberse quedado en agua de borrajas, hasta puede ser que ni siquiera haya existido, que haya sido puramente mental, pero no por eso es menos real. A veces, ves a una pareja que parece morirse de aburrimiento juntos y no te imaginas que puedan tener algo en común o por qué siguen viviendo juntos. Es porque en su día tuvieron su historia. Todo el mundo la tiene. Es la única historia.

Historias anónimas, sin importancia, sin relevancia alguna, inadvertidas para los viandantes. Como la del viejo pub irlandés: El viajero puede pasar por delante de él, sin inmutarse, gracias a la amplia oferta culinaria de la que puede disfrutar actualmente. Sin embargo, el viejo edificio ha visto miles de personas pasar.

Un pequeño pub rústico y acogedor situado sobre ruedas, adornado con detalles encantadores que recuerdan a los pintorescos pueblos de Irlanda. Las vigas de madera, los asientos de cuero desgastado y la iluminación tenue evocan una sensación de nostalgia por una época en la que los lugares de reunión de la comunidad eran el corazón y el alma de las ciudades irlandesas. Estos establecimientos móviles no solo sirven como medio de transporte, sino que también le transportan a una época y un lugar diferentes, un lugar donde la tradición se encuentra con la innovación.

A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, arrojando tonos cálidos sobre el cielo, sentí una sensación de emoción que bullía dentro de mí. Esta noche era la noche que había estado esperando ansiosamente: la noche de nuestra propia aventura irlandesa, en la comodidad de mi propio patio trasero. Contemplé el pequeño pub irlandés móvil sobre ruedas que había aparecido mágicamente ese mismo día; su encanto rústico y sus luces centelleantes creaban un ambiente acogedor.

Respiré profundamente, abrí la puerta de madera que crujía y entré en un mundo de nostalgia. El aroma de la madera añeja y el suave resplandor de las luces tenues me recibieron, transportándome a un tiempo y un lugar diferentes. El interior era bullicioso y a la vez acogedor, con las paredes adornadas con recuerdos antiguos que contaban historias del pasado de Irlanda. Una alegre melodía irlandesa sonaba suavemente de fondo, envolviéndome en un cálido abrazo.

El lugar estaba coronado por una barra central en herradura con taburetes acomodados en todo su contorno externo. A ambos lados de ese mueble había una fila de mesas rectangulares para cuatro personas. Las mismas estaban ubicadas de forma que uno de los lados más angostos estaba apoyado contra la pared. Los asientos, de tipo bancos de madera, contaban con respaldares altos que impedían ver lo que pasaba en la mesa continua.

Mientras saboreaba mi bebida, el sonido de risas y copas tintineantes llenaba el aire. El pub se llenó rápidamente de amigos y vecinos, todos ansiosos por vivir esta velada irlandesa única. Las conversaciones fluyeron sin esfuerzo y se forjaron nuevas amistades mientras compartíamos historias e intercambiábamos risas cordiales. Parecía que el tiempo se había ralentizado, lo que nos permitía saborear cada momento.

La noche fue un tapiz de experiencias: la música en vivo que emanaba de un rincón, el calor de la estufa y el sabor tan familiar de los whiskies irlandeses tradicionales que se pasaban de mano en mano. A medida que avanzaba la noche, las estrellas titilaban sobre nosotros, reflejando las luces que adornaban el pub. Fue una noche de encantamiento, una noche en la que se difuminaron los límites entre la realidad y la fantasía.

Entonces te ví. Apoyada en la barra. Tocabas el violín en una banda irlandesa, creando una melodía hermosa que me transportó a un mundo idílico. Entre tus notas y música me perdí entre mis fantasías e e ilusiones, deslumbrado por tu largo pelo lacio color castaño claro que te llega casi a la cintura. Alta, con bellas facciones pero dando la sensación de que no están articuladas para ser un rostro perfecto. Enmarcando tu cara, llevas unos lentes tradicionales, casi cuadrados, de borde negro. Algo muy de moda en esta época, pero que a la mayoría de las personas no favorece. Tú eras la excepción, aunque le quedaban lo suficientemente simpáticos. Camisa a cuadros y un tatuaje en la muñeca izquierda con una palabra que no llego a ver.

Nervioso, me acerqué a ti. Había dejado de tocar y el pub se llenaba de aplausos. Compartiste un cigarrillo conmigo mientras tu hermano tocaba la guitarra. Me preguntaste por el significado de la tinta gaélica que tenía en el brazo mientras yo te preguntaba por tu última canción.  "Compuesta en la última semana "confesaste mientras pedías otra cerveza "¿Quieres seguir bebiendo?"

El barman le trae una cerveza negra con cuerpo. Entre cervezas y tragos, la conversación se hizo cada vez más amena y personal. Tomamos unas cuentas pintas más y me invitó a una partida de dardos. Con precisión,  empezó a lanzar los dardos a la diana. Luego me tocó a mi y luego a ella otra vez y después de practicar un poco me dijo que hiciéramos una partida de 2 de 3.  Empezamos y el primer juego lo gané sorprendentemente, pero el segundo fue para ella. Nos miramos y nos reímos un poco. Seguimos jugando y ella ganó otra vez.

Después, me invitó a jugar al billar. Sacó de un estante una caja con las bolas, luego cogió la media cerveza que quedaba sobre la barra y con su cabeza me indicó que la siguiera. La muchacha  me entregó dos tizas azules y luego soltó en la mesa las bolas, que corrieron libres por el paño. Elegí uno de los tacos recostados sobre una de las paredes y acomodé las bolas para iniciar el juego. 

El tiempo pasaba lentamente, o eso creía mientras los minutos se convertían en horas y la luz del horizonte se apagaba y era reemplazada por la oscuridad. pero nada importaba: me perdí en la calidez de su sonrisa y las jarras de cerveza vacías. Me ganó a también al billar. Apesadumbrado por la derrota, hundía los ojos en el suelo pero ella me cogió de la mano y alzó mi cara. mis ojos se cruzaron con su mirada y sentí perderme en lo más profundo de su alma. Una mirada que transmitía paz y tranquilidad acompañada por una sonrisa cálida y sincera de unos labios que invitaban  besarlos.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores La besé en el cuello y luego la tomé de la mano.

Nuestras manos se enlazaron creando un vínculo irrompible. Nuestras manos se buscan, se toman, unas palmas se deslizan sobre otras, se dejan ser, pulsan cuidadosamente los muslos, los brazos, recorren la
piel escondida debajo del cabello, se encuentran, se reconocen. En ocasiones unas se agarran a otras con más fuerza que las raíces del árbol a la tierra.

Y juntos de la mano abandonamos el bar a la oscuridad de la noche, perdiéndome en la calidez de su sonrisa mientras el tiempo no importaba y nos perdíamos por las calles y avenidas envueltos en el abrazo de la oscuridad y de tus manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario