Características y alcance de la crisis
La historiografía abandonó la idea de una crisis generalizada en el s. XVII. Hay más bien diversas crisis asimétricas y de diferente amplitud e intensidad. Lo más correcto es hablar de reajustes en el período 1580-1600 a 1680-1730, que perjudicaron a algunas zonas a favor de otras; todo ello en un contexto general de crecimiento positivo en el conjunto de Europa, aunque menor que el del s. XVI. Mientras en el Mediterráneo empezaron los síntomas de crisis a final de s. XVI, desarrollándose con gran intensidad durante 80 años, en el NO lo hicieron a mitad del s. XVII, prolongándose hasta 1730 en forma de leve retroceso económico. Europa oriental sufrió también una fuerte crisis.
Será el cambio definitivo del protagonismo histórico del Mediterráneo al Atlántico norte, que será protagonista de las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales en Europa.
Las causas de dichos reajustes son diversas. El enfriamiento climático fue una de las más importantes: la “pequeña edad glaciar” (a partir de 1560, con los máximos entre 1640-1665 y 1690-1710) dio lugar a malas cosechas habituales en una Europa que había crecido demográficamente en el s. XVI. A ello se añadían factores que empeoraban la situación de la población (régimen señorial, estructura de la propiedad de la tierra y presión fiscal).
La intensificación de las guerras, el aumento de la desigualdad y los contrastes sociales, las reacciones antes estos y el avance del absolutismo fueron a la vez causas y efectos, contribuyendo a aumentar las dificultades.
Uno de los indicadores más importantes de dicha crisis fue el fin de la revolución de los precios, que se estancaron primero y descendieron a continuación. Como en su génesis, hay quien aplica las teorías cuantitativas para explicar el fenómeno por el descenso de las entradas de metales preciosos, mientras otras fuentes descartan la importancia principal de dicho factor, otorgando más peso a la relación directa entre oferta y demanda de la población.
La evolución demográfica
El crecimiento fue débil y claramente inferior al del s. XVI. Según Livi Bacci se pasó de 111 millones en 1600 a 125 millones en 1700. Las dificultades demográficas se dieron en diferentes fases y de forma asimétrica. En general la Europa noroccidental ganó peso demográfico, contribuyendo a la transferencia del peso económico.
- Finales s. XVI y principios s. XVII, hubo malas cosechas y epidemias como la peste atlántica, que afectaron especialmente al área mediterránea.
- 1618-1648: Guerra de los 30 Años, que redujo la población alemana en un 15-20%.
- 1640-60: Peste mediterránea (1647-52), del NO (1665-67) y Guerra del Norte (1654-60).
- 1690-1715: Guerra de Sucesión en España (1701-13), crisis de subsistencia en Francia (1693-94 y 1709-10) y la dramática carestía de Finlandia (1696-97), que acabó con un tercio de la población.
- ESPAÑA: 6,8 → 7,5 millones. La crisis se centró en Castilla, mientras que en el Cantábrico y el Levante se produjo un leve aumento de población, cambiando el centro de gravedad a la periferia.
- ITALIA: En la primera mitad del s. XVII cayó de 13,5 a 11,7 millones (especialmente en el N, motor económico), pero recuperó en la segunda mitad los niveles iníciales.
- FRANCIA: 19,6 a 22,6 millones, con mayor crecimiento en la segunda mitad del siglo.
- N Y NO ATLÁNTICO: Crecimiento en Inglaterra, las Provincias Unidas y Escandinavia, pese a las dificultades.
Las epidemias
La peste afectó prácticamente a toda Europa, con 4 oleadas especialmente graves:
- 1596-1603: Peste atlántica, la mayor catástrofe demográfica desde la peste negra.
- 1628-32: Norte de Italia (1,1 millón de víctimas según Cipolla) y Francia.
- 1647-52: Mediterráneo, desde el sur de Andalucía hasta Cataluña y Baleares. Italia (1656-58).
- 1663-70: NO de Europa, en ciudades como Londres.
De forma generalizada, aunque no de forma definitiva, la peste remitió a partir de los años 70 del s. XVII.
Causas del retroceso demográfico
Al estancamiento demográfico se le pueden encontrar otras causas, de tipo social, como el celibato, el retraso en la edad matrimonial e incluso prácticas contraceptivas, y algo de menor incidencia tuvo en las nuevas zonas de expansión de la industria rural, donde la bonanza contribuyó al crecimiento.
La mortalidad se cebó sobre todo en las ciudades debido a los contagios, con lo que el auge de las ciudades durante el s. XVI se vio frenado en el siguiente, lo que provocó, en especial en España e Italia, una ruralización de la demografía. No se puede generalizar, por ejemplo las capitales como Madrid se vieron beneficiadas por la llegada de las Cortes Barrocas, en detrimento de otras como Toledo o Burgos. A parte de las mediterráneas sobre las que se cebó la crisis como Valencia o Sevilla ambas por la peste, surgirán ciudades como Málaga y Cádiz que recogerán el testigo de las rutas atlánticas.
Los movimientos de población
El s. XVII continuó con los movimientos de población los habituales: del campo a la ciudad, algunos estacionales; debemos sumar los que se dirigieron a otros continentes. La causa era la superpoblación entendida en base a la posibilidad de subsistencia tanto geográfica, económica o de propiedad de la tierra. También fueron importantes los movimientos internos, como en Sicilia, donde los nobles fundaron ciudades interiores entre finales del XVI y mediados del XVII, los movimientos agrícolas de los Países Bajos con los nuevos pólders, que servirán de asentamiento a otras comunidades, y por último el repoblamiento de regiones arrasadas por la guerra, este es el caso de Alsacia a la que llegan gran cantidad de suizos perfectamente organizados.
Otras migraciones tendrán carácter político, como los 14.000 escoceses que emigran al Ulster irlandés, y detrás el deseo de Inglaterra de mantener la isla. El servicio militar obligatorio, por lo que muchos soldados se quedaban en los países a los que eran enviados. Pero las más importantes siguieron siendo las de carácter religioso, como la expulsión de moriscos en España (1609-1614), que expulsó a 300.000 personas de Valencia y Aragón al norte de África. Otra fue la de los hugonotes expulsados de Francia tras la revocación del Edicto de Nantes en 1685, que recalaron en los Países Bajos, Inglaterra o las colonias inglesas, siendo una migración importante ya que eran gente preparada, no simples campesinos. Por último, destacar los movimientos religiosos internos en Alemania o los Países Bajos, durante y tras la guerra de los 30 años, que sirvieron para conformar la población de Brandeburgo, Prusia y Pomerania o países escandinavos.
Las migraciones al Nuevo Mundo también fueron importantes. De España se calcula que salieron casi 100.000 personas en el s. XVII, y las cifras de Portugal son más difíciles de cuantificar. De Inglaterra partieron 378.000 personas a las colonias y 250.000 holandeses emigraron en especial a Asia; más escasa será la de franceses a Canadá y las Antillas, alrededor de 27.000 personas.
Las ciudades
La mortalidad se cebó sobre todo en las ciudades debido a la facilidad de contagio, interrumpiendo el auge urbano que se había dado en el s. XVI → ruralización en España e Italia (especialmente afectadas). Las capitales fueron una excepción, debido al efecto de atracción de las cortes barrocas. En el NO, el auge urbano estaba relacionado a la actividad económica.
Las ciudades con más de 300 mil habitantes a mediados del s. XVII eran Londres, París y Nápoles. Un estudio de Jan de Vries demuestra el cambio del peso demográfico del Mediterráneo al Atlántico, basándose en las ciudades que doblan su población en 3 periodos diferentes de la Edad Moderna:
- 1500-1600: aparecen 8 ciudades del marco Mediterráneo sobre un total de 18.
- 1600-1750: solo aparecen 3 sobre 34. En este período es también muy significativo que una gran cantidad de ciudades pierden población, concentrándose el crecimiento urbano en un limitado número de ciudades, la mayoría capitales y/o puertos mercantiles.
- 1750-1800: solo aparece Barcelona entre 19 ciudades.
Agricultura y ganadería
El sector primario fue uno de los más castigados durante el periodo de crisis. Con descenso de precios, menor consumo y disminución de la producción, la nobleza vio como sus recursos disminuían, repercutiendo sobre las rentas o en la sustracción de los derechos a los agricultores, en especial al inicio de la crisis. A ello se sumará la presión fiscal de los gobiernos para el sufragio de las guerras. Hay que destacar que esta crisis de la agricultura se cebó más en los países que perdían demografía llevando a un nuevo abandono de tierra cultivadas.
Todo esto tuvo diferentes repercusiones, por ejemplo, en Europa Oriental, incrementó el poder de la nobleza aristocrática, al hacerse con las pocas tierras que quedaban en manos de agricultores, que no podían hacer frente al descenso de demanda de cereales por Occidente. Esto repercutió en el aumento de la servidumbre, sumiendo a la Europa Oriental en la precariedad de la sociedad rural. Algo similar sucedió en Inglaterra, pero con diferente solución, ya que también existió concentración de tierras en manos de los más poderosos, pero el resultado fue la migración a las ciudades. Los grandes propietarios se harán con la mayoría de territorios cultivables, pero además, roturarán nuevas tierras, plantarán nuevos campos de cereales y drenarán territorios nuevos, como Fenlands. Estas circunstancias llevaron a la denominada trilogía del campo inglés; grandes propietarios que arrendan sus territorios a los arrendatarios, que explotan los territorios para un beneficio económico y poder, tras satisfacer el pago a los primeros y asalariados a su servicio. Todo ello propició la llegada de nuevos productos (plantas forrajeras, legumbres, etc.) y los métodos capitalistas a la agricultura inglesa. Pero además incrementaron la producción de cereales para abastecer las ciudades y no depender del Báltico. El resultado fue una agricultura y ganadería diversificada y en expansión, que encaminó a Inglaterra no solo al autoabastecimiento, sino que evitó la crisis y a principios del XVIII se convirtió en exportadora de cereales a Europa.
Pero el mejor modelo de agricultura siguió siendo el de los Países Bajos, por especialización y comercialización. A diferencia del inglés siguió comprando el cereal en el Báltico, favoreciéndose de los precios bajos, y aprovechó sus territorios para la producción especializada: quesos, tulipanes, mantequillas o plantas industriales, y a inicios del s. XVII incrementado el territorio cultivable con la construcción de pólders. En términos generales podemos constatar que el fuerte endeudamiento provocó la caída de los pequeños agricultores y de los intermediarios, mientras que los principales beneficiarios serán la nobleza, el clero y los rentistas urbanos. Todo ello derivó en un aumento de la gran propiedad. Desde el punto de vista productivo, el principal protagonista será el maíz, que desde finales del XVI se había instalado en las costas cantábricas y se expandirá a Francia e Italia, suponiendo un gran avance para mitigar la crisis por su alta productividad. El arroz se extendió por la Lombardía y Valencia. Los cultivos industriales también se expandieron, como la morera en el Mediterráneo para la seda, o el lino y cáñamo en el Atlántico. O las frutas y hortalizas para la demanda de las ciudades, como la vid, en una Europa cada vez más sofisticada que demandaba vinos.
Industria, comercio y finanzas
Cambios generales
Se observan dos importantes tendencias:
- La ya comentada basculación del peso económico al Atlántico desde un Mediterráneo (Italia, Castilla) que pasa a ser exportador de materias primas e importador de manufacturas.
- En Inglaterra se da ya la concentración de capital fijo en múltiples actividades, ya no dependientes del capital mercantil.
Cambios en la industria textil
La crisis se cebó principalmente en las manufacturas textiles del norte de Italia y los Países Bajos, ambas vinculadas al tradicional sistema gremial. Se produjo un claro trasvase de la producción al verlagssystem basado en la industria rural, que se escapaba del férreo control de los gremios, algo de lo que los mercaderes empresarios sacarán provecho iniciando la carrera hacia el capitalismo, y consolidando nuevos productos como los new draperies, o ropas más económicas.
El epicentro de este cambio de producción fue Inglaterra. Las causas eran varias: flamencos huidos durante la guerra con España y su necesidad de trabajar, la crisis comercial entre 1619-1622 y la influencia sobre los mercados de la guerra en el norte de Europa y por último los cambios alimenticios de los animales que producían una lana de peor calidad. El triunfo de estas nuevas prendas más económicas vino también por el aumento de las exportaciones.
Los ingleses tienen nuevos mercados como el Mediterráneo y las colonias, que necesitan de estos productos más económicos y más ligeros. Pronto también comenzarán las producciones de lino y después de algodón.
Las nuevas pañerías se extendieron a los países Bajos, con epicentro principal en Leiden, que se aprovechó de la abundante mano de obra experta, y su principal mercado también en el Mediterráneo. Pero Leiden entrará en crisis hacia 1670, por la falta de competitividad contra los paños ingleses y la fuerte dependencia de las materias primas extranjeras. En lo que sí fueron importantes y basaron su industria fue en los tintes, ya que teñían los paños ingleses y blanqueaban el lino alemán. La industria rural se extendió por otros países:
- FRANCIA: Tras los problemas de los años 30 y con continuos conflictos sociales con los gremios, sumados a las consecuencias de las guerras con España, llevarán a la dualidad rural-urbana en ciudades como Amiens y Beauvais. También contaron con las políticas de proteccionismo de Colbert. La región más beneficiada será el Languedoc, por la exportación al Mediterráneo desde Marsella, además de Lyon, que aprovechará la crisis de Génova para convertirse en el principal productor de seda.
- ITALIA: Tuvieron problemas al ser incapaces de competir con los precios de las new draperies, en especial por el fuerte control gremial. Para superar la crisis debieron reconvertir su industria textil, pasando de las producciones de lana a la seda, aunque esta no absorbiera toda la caída de la primera.
- CASTILLA: Intensa crisis de la pañería, despareciendo en algunos casos. Aguantó el gran centro que era Segovia, reduciendo producción y diversificando con paños de menor calidad. A finales de siglo comenzó la recuperación de la pañería en Cataluña, centrada en localidades semiurbanas como Igualada, Sabadell y Terrassa. También se expandió la seda por Valencia y Barcelona, aprovechando la crisis de Toledo.
Cambios en otros sectores
Otros grandes sectores industriales adquieren importancia, en especial la metalurgia de Suecia, clave para su poderío militar y político. Fueron los principales productores de armamento y fundición de hierro, además de exportadores de cobre.
La metalurgia inglesa también era importante, más que como productora para lo cual tenía el problema de falta de combustibles debido a la deforestación, se dirigió a la industria de transformación en Birmingham o Sheffield. Es el síntoma de que Inglaterra tenía capacidad de sobreponerse a sus problemas, que le llevará por ejemplo a la explotación del carbón mineral desde Newcastle. Su generalización para el consumo doméstico convirtió a Londres en su principal mercado, al tiempo que un número creciente de manufacturas lo utilizaban en sustitución de la leña o el carbón vegetal, a pesar de que su empleo en la metalurgia planteaba problemas que no habrían de resolverse hasta el siglo XVIII, en que se convertiría en la principal fuente de energía para la Revolución Industrial.
También fueron novedosas las manufacturas holandesas, producción de azúcar, industria pesquera, blanqueo del lino o la construcción de barcos, aunque seguirán el proceso general de los Países Bajos entrando en crisis a partir de los años 70 del s. XVII.
Cambios en el comercio
El comercio a gran escala también verá los cambios del s. XVII, algunos de los comercios básicos del siglo anterior como el de esclavos a América, el de las Indias orientales, o el vacuno de Dinamarca entrarán en recesión. El cambio de peso también llegó al mercado, donde los venecianos entrarán en crisis definitiva ante los holandeses en el Índico, perdiendo Venecia el control de los productos orientales en Europa. Todo ello consecuencia del triunfo definitivo de las rutas marítimas atlánticas respecto a las terrestres. También se debe tener en cuenta la crisis económica mediterránea y alemana por la guerra de los 30 años. Por tanto, el cambio de peso se volverá definitivo en el s. XVII, y el comercio español en América y el portugués en Asia perderán importancia en el contexto europeo.
La hegemonía neerlandesa
La gran beneficiada, Amsterdam, como nuevo centro financiero y mercantil de Europa, contó con la ventaja ante Amberes de poseer la mejor flota mercante. Los holandeses definitivamente romperán el comercio internacional, además del dominio pesquero de altura (bacalaos o ballenas). Desde finales del XIX contaban para ello con un barco creado específicamente para el transporte de mercancías la fluyt o filibote. Estrecho y alargado con una gran capacidad de carga despreciaba la protección utilizando también para el almacenamiento los espacios en que otros barcos situaban cañones, además necesitaba menos tripulación que otros buques. A ello unía unos bajos costes de producción y explotación, así como una financiación novedosa gracias al sistema redirige, que proporcionaba un capital muy dividido entre gran número de pequeñas empresas, lo que distribuya ampliamente los beneficios y reducir los riesgos.
Así los holandeses apostaron por el comercio marítimo; comerciaban con productos voluminosos como el trigo o la madera, muy a menudo con productos sobre los cuales actuaban como intermediarios. Esta forma de negocio le llevó a poseer una de las flotas más importantes, ejerciendo el control de la mayoría del negocio del Báltico. Pero no solo comerciaban en este mar, sus barcos navegaban por todo el mundo, desde sus colonias en Asia, hasta el Mediterráneo, donde establecieron un centro de distribución de mercancías en Livorno, sobre los productos más variados, desde la plata que los españoles traían de América, sus propios textiles o el trigo del Báltico.
En 1602 crearon la Compañía de las Indias Orientales (VOC), financiada a través de la Bolsa de Ámsterdam y auténtico representante de los holandeses en Asia. Ello llevó al enfrentamiento con Portugal, del cual saldrán victoriosos convirtiéndose en los líderes del comercio entre el Índico y el Pacífico. No les fue tan bien en América, donde crearon la Compañía de las Indias Occidentales en 1621 (WIC), con el objetivo de controlar el comercio del Caribe, Brasil y Guinea, también en disputa con Portugal; pese a algunos éxitos, la Compañía se ahogó en deudas.
Refundándola en los años 70 y dedicada al lucrativo tráfico de esclavos, llevo a los holandeses de mitad del s. XVII a poseer la flota más importante de Europa, con más de 2000 barcos, el 75% de todos los europeos.
Ámsterdam, centro financiero
Pero Ámsterdam, también se convertirá en centro principal de las finanzas de Europa, con dos instituciones la Bolsa y el Banco de Ámsterdam como protagonistas. La Bolsa separaba de forma definitiva la negociación de valores de la de las mercancías, un avance decisivo en la evolución del capitalismo mercantil. El Banco se creó básicamente para centralizar las principales operaciones europeas de letras de cambio; además comenzó a aceptar depósitos y realizar transferencias entre clientes (compensando los grandes intercambios comerciales). Era básicamente un banco de cambio.
El fin de la hegemonía
El problema holandés fue la falta de un sistema productivo y un escaso mercado interior, lo que le hizo vulnerable y muy dependiente del comercio marítimo. Sus competidores aprovecharon esos problemas para debilitarlos, como Inglaterra, que llevó a cabo tres guerras comerciales con ellos, y el rey francés Luis XIV una agresión en 1672. Todo ello le lleva a un lento declive y el paso del poder mercantil a Hamburgo, aunque Ámsterdam seguirá brillando en el s. XVIII, ya no con la misma intensidad. La supremacía inglesa se basó en aspectos de los que carecían los Países Bajos, como su reestructurada producción textil, inicios de las actividades industriales, un sólido mercado interior y la apuesta por la expansión colonial a América con su renovada flota, y un crecimiento constante durante el s. XVII.
Inglaterra basó su poderío en productos coloniales, como el tabaco o el azúcar, que, tras procesarlos, reexpedía por el mundo. En 1694 creó el Banco de Inglaterra y su célebre bolsa de valores desde las tabernas del pequeño callejón de Change Aley.
El mercantilismo
Término acuñado por los economistas liberales y aplicado a un conjunto de prácticas y escritos ya presentes en la Baja Edad Media y dominantes en la Edad Moderna, especialmente en el s. XVII (como reacción a la crisis). La ausencia de líneas claras hace que no se pueda generalizar y se hable de un mercantilismo español, francés, inglés, etc., pero según Pierre Deyon se pueden identificar los siguientes elementos fundamentales:
- Incremento del poder del Estado.
- Apología del trabajo y de los intercambios.
- Extrema atención a la balanza comercial.
- Incremento de la población y de la riqueza de los súbditos.
Ante una riqueza mundial agregada limitada, las naciones se enfrentan en un juego de suma cero, en el que las naciones luchan por la mayor parte posible de los metales preciosos
➔ NACIONALISMO ECONÓMICO, cuyo objetivo es conseguir una balanza comercial lo más positiva posible, mediante:
- Importar sólo las materias primas y evitar su exportación (más baratas) mediante aranceles.
- Impulso a la exportación de manufacturas (más caras) → favorecer las industrias nacionales y poner aranceles a la importación de manufacturas.
- Comerciar con barcos propios para retener los beneficios → creación de flotas mercantes y compañías comerciales.
- Expansión colonial para explotar el comercio con los territorios controlados (fuente de materias primas y mercados).
- Favorecer el crecimiento demográfico y el incremento de la riqueza de la población para crear una poderosa demanda interna para las manufacturas nacionales.
Estas políticas llevaron a tres guerras mercantiles entre Inglaterra y las Provincias Unidas entre 1651-1672, así como a una carrera desmedida por hacerse con colonias.
El colbertismo francés
Jean Baptiste Colbert, primer ministro de Luis XIV, basó su política mercantilista (colbertismo) en el comercio exterior y en el fomento de la producción nacional. Para él las compañías de comercio son los ejércitos del rey y las manufacturas sus reservas, ya que Francia pasó a luchar por el dominio en China y en especial en América. Así nacieron sus compañías por el mundo, como las Indias orientales y occidentales, la del Norte con Europa e incluso con el Mediterráneo oriental. Una de las más nefastas fue la Compañía de Guinea para la trata de negros. Acometió para ello mejoras en su flota naval y en las infraestructuras, donde destaca el canal de Midi, que conectaba vía fluvial el Atlántico con el Mediterráneo.
Promocionó la creación de manufacturas reales y estimuló la iniciativa privada con ventajas fiscales y la concesión de monopolios, préstamos, etc. Surgieron así tres tipos de empresas:
- Manufacturas del rey, para el abastecimiento de la corte.
- Manufacturas reales, subvencionadas para potenciar y proteger los sectores estratégicos (minería, metalurgia, etc.).
- Manufacturas privilegiadas, que gozaban de algún tipo de monopolio o ventaja.
El éxito de estas medidas fue relativo, ya que la ayuda gubernamental desincentivaba la innovación. Aun así, la flota mercantil francesa pasó de 130.000 Tm en 1663 a 150.000 Tm en 1700.
El mercantilismo de las Provincias Unidas
El mercantilismo más atípico fue el de las Provincias Unidas, ya que su cometido fue contrario del resto de países, y ello fomentó la libertad de movimientos de mercancías. Su carácter de intermediarios basados en proteger su balanza de pagos, ya que llevaban plata y oro al Báltico a cambio de trigo, era inverso a sus rivales, y no necesitaba la protección de su economía interna, porque era deficitaria y la compensaba con la libertad de aduanas y políticas de mares abiertos para su principal fuente de ingresos a través del transporte marítimo. Con ello podemos decir que fue un mercantilismo no proteccionista, que entró en lucha contra ingleses y franceses en la protección por estos de su buen mercado interno, lo que produjo el choque entre estos estados.
En el fondo, el mercantilismo era una práctica de los menos fuertes contra los más fuertes. En la 2ª mitad del siglo XVIII Inglaterra, una vez lograda la supremacía comercial, defenderá también principios propios del liberalismo mercantil.
Cambios sociales y tensiones
La crisis tuvo repercusiones sociales, que se debieron principalmente a la reacción de los poderosos para transferir al campesinado sus efectos, y a la polarización social.
La reacción de la nobleza
La reducción de rentas y un gasto frecuentemente excesivo dio lugar a un enorme endeudamiento. Dado que las tierras de los nobles no podían ser amortizadas (mayorazgo), lo reyes debieron intervenir nombrando administradores que pudieran garantizar el pago de deudas, dejando unos ingresos al noble para que viviera dignamente.
Ante esta situación, la nobleza, entre otras medidas, incrementó la presión sobre los campesinos, se apropió de terrenos comunales y reivindicó derechos jurisdiccionales.
A las dificultades económicas de la vieja nobleza se unía el hecho de que los reyes seguían necesitando dinero y seguían vendiendo cargos y acudiendo a asentistas, prestamistas y recaudadores. De esta forma se incrementó la nueva nobleza. A ello reaccionó la vieja nobleza intentando distinguirse de los “recién llegados” y reivindicando su papel político en las cortes, levantándose contra los favoritos de Luis XIII y Luis XIV en Francia, y deviniendo una élite de poder en España.
La polarización social
La burguesía se ennoblecía comprando tierras y títulos y abandonaba en parte sus negocios y la inversión productiva a cambio de las rentas de la tierra y la deuda pública → El capital se alejó del progreso, excepto en las Provincias Unidas e Inglaterra, donde se siguió apostando por las actividades creadoras de riqueza.
El principal afectado por la crisis fue el tercer estado, sobre el que recaía la presión fiscal de los monarcas para sufragar las guerras. Los campesinos, pequeños arrendatarios y jornaleros serán los que más sufran esta crisis, convirtiéndose en vagabundos y marginados → las leyes de pobreza y sus casas de beneficencia, creadas por Inglaterra en el siglo anterior, serán adoptadas en las Provincias Unidas y Francia. La distancia entre ricos y pobres se incrementó, pero no se puede hablar de una nueva organización social basada en la riqueza, sino de un reajuste.
Al contrario, se reforzó la defensa de los derechos estamentales.
La conflictividad social en el s. XVII se dio tanto en el campo (motines de subsistencia, reacciones antiseñoriales, protestas contra los enclosures ingleses, el pago del diezmo, la fiscalidad, el alojamiento de tropas etc.), como en la ciudad (motines, conflictos gremiales, etc.), y en ocasiones revueltas conjuntas.
Las revueltas campesinas más conocidas son la de Baja Austria en 1596-1597, las de Rusia en 1606-1607, las de los Croquants en Francia 1624-1643, o ingleses y alemanes en los años 20. Y de otros en Hungría, Normandía y Andalucía, y la centuria acabará con el levantamiento de Stenka Razin contra la nobleza rusa en 1670-1671. Las tensiones populares se produjeron en la década de los 40, desencadenando conflictos políticos en las islas británicas, Cataluña, Portugal, Sicilia, Nápoles y Francia. Y también en la segunda mitad del XVII, como contra Luis XIV en Francia y las tensiones campesinas de fin de siglo en Valencia y Cataluña
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