UNA VISITA AL BARRIO MUSICAL DE LA CAPITAL
ESPAÑOLA
¿Por
qué un visitante de Málaga y otro de Estados Unidos recorren miles de
kilómetros para adquirir un luthier en Madrid? La respuesta es muy simple:
porque en la capital española se fabrican los mejores instrumentos de cuerda.
Carlos
Moreno es luthier desde los veintiún años, una profesión en vías de extinción y
a la que ha dedicado los siguientes veinte años de su vida. Por sus manos han
pasado millares de violines que, en su momento, interpretaron un sinfín de
melodías que ahora acallan su voz para precipitarse al fondo del pozo del
silencio.
Desde
su taller en Madrid, Carlos se encarga de fabricar los instrumentos de cuerda
que hacen posible la ejecución de millones de obras musicales: nada más entrar
en la tienda, el visitante es recibido por una gran orquesta de cuarenta
instrumentos: violines, contrabajos, violonchelos y otros instrumentos de
cuerda ansiosos de unas manos que hagan sonar su melodía, para que el músico de
rienda suelta a su creatividad y permita a los oyentes crear miles de fantasías
a través del sonido de estas obras de arte.
“Siempre me ha encantado la música” confiesa Carlos Moreno “yo era estudiante de economía pero
descubrí mi vocación de luthier y, desde entonces, me he dedicado a esto”.
Convertirse
en luthier lleva tiempo: la mayoría de las escuelas están en Italia,
principalmente porque en España no hay tantas escuelas de música y, por tanto,
la demanda es menor. Por eso, si no tienes la oportunidad de desplazarte hasta
la península itálica es menester
trabajar junto a un artesano que te enseñe el oficio.
Las
manos de Carlos han reparado millares de violines. Es un trabajo constante y
monótono, ya que el luthier solamente fabrica instrumentos de cuerda.
El
perfil del cliente es muy variado, no hay un patrón fijo: el luthier abarca
desde niños que empiezan a tocar música hasta los artistas más veteranos y más
curtidos en el campo musical.
“La desgracia de este oficio es que el violín
no ha evolucionado desde el siglo XVI y lo perfecto ya existe”, reconoce.
El
proceso de fabricación de un luthier es una obra de arte y, como todo arte,
necesita una dedicación especial: en el caso de los luthieres, tras haber
construido la caja del futuro utensilio y hacer un tallado a mano, el artesano
va colocando las diversas piezas del instrumento, como el filete, que une las
diversas piezas de este utensilio musical, la banda armónica, que genera los
sonidos graves y el alma, la pieza que permite crear los sonidos agudos. Todo
este proceso tarda unas doscientas horas.
Además
de la dedicación y el trabajo, es necesario contar con los mejores
ingredientes: la madera de arce y de abeto, el ébano… son fundamentales para
crear una pieza musical irrepetible.
“El instrumento tiene un fin en sí mismo:
crear música. Por eso, los luthieres somos artesanos y no artistas”, afirma.
Sin
embargo, a pesar de haber intentado miles de veces explicar el por qué de la
magia de este oficio, esta incógnita permanece, y todavía nadie
se ha atrevido a desvelar este secreto.
A pesar
de ser un oficio artesanal, la vida de un luthier se asemeja más a la de un
artista que a la de un artesano, que va creando instrumentos con un sonido
único e irrepetible, el cuál perdura con el paso del tiempo, creando en el
luthier una marca personal que lo diferencia del resto de artesanos.
La
creatividad del luthier depende de su imaginación. En opinión de Carlos, “el luthier tiene que construir los
instrumentos en función de lo que uno quiere oír. Los músicos son las personas
más conservadoras del planeta, ya que solamente buscan los instrumentos que, a
su juicio, suenan mejor”.
Como
todas las piezas de arte, la calidad mejora con el paso del tiempo: siempre hay
mejoras tecnológicas en las cuerdas, pero la estructura de los violines
permanece intacta. Únicamente, el sonido de los instrumentos mejora si el
músico lo utiliza con frecuencia.
Por
supuesto, la calidad tiene su precio. Como admite el propio Carlos, “los grandes violinistas tiene instrumentos
valiosos”. El precio de un luthier artesanal oscila entre los nueve mil y
doce mil euros.
A pesar de que el arte y la música no se miden
en función del precio de los instrumentos que permiten a los músicos
desarrollar su arte, es imposible negar que el talento de un buen artista se
complemente si tiene un buen instrumento para difundirlo.
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