Decía Mariano
José de Larra que "Escribir
en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla
abrumadora y violenta." En parte Larra tenía
razón: Madrid es una gran villa que tiene muchos rincones ocultos a simple
vista, muy próximos a los propios madrileños y que
éstos desconocen a pesar de que muchas veces pasan delante de ellos sin darse
cuenta.
Un grupo de personas están delante de la fuente.
Todos ellos llevan banderas republicanas. El viajero observa con curiosidad y
se acerca al homenaje. Uno de los presentes
alza la voz. Se llama David Cobos, es secretario general de Alternativa
Republicana. Con acento gaditano, empieza a entonar el canto a la libertad de
José Antonio Labordeta. Todo el grupo corea al unísono la última estrofa:
Habrá un día en que todos/Al
levantar la vista/Veremos una tierra/Que ponga libertad.
Al terminar de cantar, todo el grupo corea vivas a
la república. Entre ellos, hay un chaval joven. Se llama Alberto Iglesias, es
nuevo en el movimiento republicano; sin embargo, ha tenido una vida política
intensa yendo y viniendo de distintos movimientos sociales.
-
Me
he metido en política porque estamos viviendo una época muy difícil y
necesitamos cambiar las cosas de manera pacífica. Para mí, la segunda república
significó un movimiento de cambio social: eso es lo que yo estoy buscando.
Para
mí, la política es un deber: es necesario participar en ella para impedir que
otra gente se aproveche de los derechos de los ciudadanos. Hay que volver a
reivindicar la política para llegar a cambiar las cosas.
Como admite el propio David:
-
Reivindicamos
la república porque es el método más democrático y más eficaz para España.
¿cómo puede ser que una familia acapare toda la soberanía nacional española y
no haya aportado nada a la clase trabajadora?
Otro lugar oculto pero histórico es la Fontana de Oro, uno de esos
sitios que el viajero descubre por casualidad. Y no es difícil encontrarlo, ya
que el visitante solamente tiene que recorrer el centro de Madrid, subir por la
Carrera de San Jerónimo y llegar a la calle Victoria.
Madrid, aunque tu valor/Reyes le están
aumentando,/nunca fue mayor que cuando /tuviste tu labrador. (Calderón de la
Barca)
Allí le recibe este bar que debe su nombre a la
novela de Pérez Galdós y cuyos muros rezuman interminables tertulias literarias
y políticas: desde la aparición de los primeros clubes liberales que luchaban
contra el absolutismo de Fernando VII, las acaloradas discusiones que muchas
veces llevaban a pronunciamientos militares del siglo XIX, el siglo de los
espadones hasta la voz profunda, calmada pero firme de don Manuel Azaña, la
figura más conocida del republicanismo español, no solo a nivel político sino
también por la gran labor intelectual a favor de un régimen que trató de crear
una nueva España, que se convirtiera en un faro de esperanza después de tantos
años sumergida en la oscuridad.
Guillermo Arenzana Galiano es madrileño de toda la
vida. Gran amante de la literatura, especialmente las novelas de Blasco Ibáñez,
Benito Pérez Galdós y Pío Baroja, es un habitual de la fontana de Oro.
-
Yo
suelo venir con compañeros y amigos. Es un sitio entrañable y cercano,
tranquilo y solitario donde se puede probar una buena cerveza o tomar un café.
Guillermo hace una pausa para encender su pipa.
Entre bocanadas de humo, toma un sorbo de café y continúa su conversación con
el viajero.
-
A
pesar de que se ha convertido en bar de copas los fines de semana, la fontana
sigue guardando esa esencia mágica de compromiso progresista y liberal.
Después de visitar la Fontana de Oro y haber hecho
una pausa para coger fuerzas, el viajero se dirigió a la Plaza Mayor, corazón
de la ciudad de Madrid y que representa el antiguo esplendor del imperio de los
Austrias.
En el medio de la plaza la estatua de Felipe III
recibe al visitante. Allí también el viajero se encuentra a Daniel González
Pérez, profesor y madrileño de toda la vida: estudió el bachillerato y la
carrera de Filosofía y Letras en la antigua universidad central, la actual
Complutense.
-
Te
has dirigido a un sitio estupendo para conocer Madrid y merece la pena que te
detengas en la entrada de la plaza Mayor. Aquí hay una historia muy curiosa
sobre el caballo del rey Felipe III.
Nos sentamos en un café para charlar un poco.
Daniel, con su conversación, consigue sacar a la luz curiosidades del casco
viejo de Madrid, que solamente un madrileño conoce.
-
¿Ves
la estatua?- dijo señalando al caballo- Durante la II República colocaron una
bomba en la boca del animal. Pero, al explotar la bomba, en vez de saltar
trozos de metal de la propia estatua, salieron pequeños huesecillos de ave. ¿Sabes
por qué? Los gorriones se cobijaban en la boca del caballo para anidar y buscar
protección ya que no hay ningún árbol en los alrededores. Sin embargo, la boca
del caballo acaba convirtiéndose en una jaula porque, debido a su estrechez,
los gorriones no podían salir. Por este motivo, cuando acabó la Guerra Civil
Española sellaron la boca definitivamente.
Daniel señaló al viajero la boca del caballo,
perfectamente sellada tal como podemos verla actualmente. El caballo de Felipe
III desde entonces no ha vuelto a relinchar.
Alargaron el café y la conversación. Después de una
intensa pero agradable “lección ilustrativa” el viajero se despide y continúa
sus andanzas por la capital.
Madrid es la improvisación y la tenacidad. Madrid
es quedarse alegre sin dinero y no saber cómo se pudo comprar lo que se tiene
en casa. (Ramón Gómez de la Serna)
Callejeando por el Madrid antiguo, el viajero llega
hasta el famoso Rastro de Madrid, un acontecimiento que llena la calle Toledo y
sus aledaños todos los domingos. Entre
los miles de puestos que venden desde camisetas hasta antiguas cámaras de fotos,
pasando por multitud de objetos tan variados y distintos como muebles de salón
o antiguas armas como espolones o arcabuces e incluso antiguos LPs para las ya
desaparecidas gramolas, el viajero puede encontrar en su vaivén la estatua de
un soldado.
Manolo siempre está los domingos en el rastro. En su
puesto, se pueden encontrar desde distintos bustos de líderes revolucionarios
como el Che Guevara o Lenin, todo tipo de pulseras, pines, insignias y
camisetas reivindicativas en defensa de la sanidad y educación pública, hasta
las distintas banderas como la morada
comunera castellana, la estelada catalana, la arbonaida andaluza o la ikurriña
vasca.
Tras sentarse a tomar un café, el viajero puede
disfrutar de una agradable conversación. Manolo con sus ojos azules claros, su
barba cana y su voz calmada y paciente es un gran conversador: no solo por su
gran cultura sino por la facilidad a la hora de expresarla, haciéndola
atractiva y fácilmente compresible a cualquier visitante.
-
¿Ves
aquella estatua del soldado que vigila y preside la Plaza de Cascorro? No
muchos madrileños conocen su historia: es una estatua dedicada a un héroe
anónimo de la Guerra de Cuba: Eloy Gonzalo.
“Cuenta
la leyenda que armado con su fusil y con una lata de petróleo, y atado con una
cuerda se deslizó hacía las tropas de José Martí, prendió a sus posiciones y
regresó sano y salvo a su posición, permitiendo a las tropas españolas
recuperar terreno frente a las guerrillas cubanas.
A
pesar de que su vida siempre estaba al pie del cañón, no murió en batalla o
herido por un enemigo. Fue la fiebre quien acabó con la vida de Eloy Gonzalo en
el hospital de Matanzas”
No es una estatua oculta al visitante. Como bien
señala Manolo, la estatua preside la plaza de Cascorro y marca el comienzo de
la calle Ribera de Curtidores, una antigua judería que guarda silencio durante
toda la semana para alzar la voz con fuerza los domingos.
Félix Rodríguez Sanz está todos los domingos
puntualmente en Tirso de Molina. Desde su puesto de Izquierda Republicana,
alberga la ilusión de la llegada de una tercera república española que pueda
ver con sus propios ojos y con sus lentes.
Lope de Vega ya dedicó unos versos a la capital:
Madrid; que no hay ninguna villa, / en cuanto el sol dora y el mar baña / más
agradable, hermosa y oportuna
La plaza tiene
interés por sí misma. Como reconoce el propio Félix:
-
Tirso de Molina es una zona muy
transitada porque se encuentra en pleno centro histórico de Madrid, a escasos
minutos de la Puerta del Sol y de la plaza Mayor, así como del Rastro, donde se
pueden encontrar todo tipo de gangas en plena calle- explica Félix-Además, la plaza de Tirso de Molina, se convierte en otro Rastro en
miniatura cuando se llena de puestos que venden todo tipo de material
relacionado con la simbología de un amplio abanico de partidos de izquierda o
sociales, como los animalistas, donde se pueden encontrar libros, banderas,
pins, chapas y todo tipo de souvenirs de signo republicano, comunista o anarquista.
El viajero
termina ya sus andanzas por Madrid, tarareando la ya vieja pero actual canción
de Sabina sobre la villa Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar
no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de
Madrid.
EL
MADRID CULTURAL OCULTO: LAS NUEVAS GENERACIONES DE POETAS
Para las nuevas
generaciones de poetas recitar en Madrid es un lujo que resulta complicado
definir con palabras. Un lujo que se convierte en un privilegio al recitar en
el barrio de Malasaña, barrio mítico de putas, camellos, droga y mucha poesía,
la meca de cualquier bohemio al poder rendir un homenaje a Enrique Urquijo, en la
calle Espíritu Santo donde apareció sin vida el fundador de los Secretos. Allí
el viajero puede encontrarse con unos versos garabateados en la pared: Quiero morir
como murió Urquijo/que me encuentren tirado en Malasaña,/que en lugar de portar
un crucifijo/ la muerte me atraviese su guadaña/Y así hablen de mi como de
aquel hijo/cuya turbia historia a su arte no empaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario