La Segunda República Española enarboló en la bandera tricolor la lucha contra el analfabetismo y la incultura: la creación de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos, la Generación del 27 y del 36, las misiones Pedagógicas son claros ejemplos de esta batalla contra un pueblo ignorante temeroso de dios.
Junto a novedades como la incorporación de la mujer a la vida democrática, en el terreno científico, la República impulsó un programa de política científica renovadora y modernizadora, iniciada en 1907 con la creación de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE), de inspiración institucionista. El objetivo fue superar la distancia que separaban al mundo académico y universitario español con respecto a su entorno europeo. Para ello se dio continuidad y se consolidaron iniciativas procedentes de las décadas anteriores, como la propia JAE o la construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid, pero también se pusieron en marcha instrumentos de política científica nueva como la Junta de Relaciones Exteriores o la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas.
La Edad de Plata
Al primer tercio del siglo XX se le ha denominado la Edad de Plata de la cultura española por la calidad y el protagonismo de los intelectuales, literatos y artistas del período. Este brillante grupo de intelectuales ha sido tradicionalmente clasificado en generaciones. La del 1898, la de 1914 y, finalmente, la de 1927.
La Institución Libre de Enseñanza y otras instituciones ligadas a ella como la Residencia de Estudiantes y el Instituto-Escuela, tuvieron un gran protagonismo en esta eclosión cultural. Intelectuales como Machado, Juan Ramón Jiménez, Julián Besteiro o Fernando de los Ríos proceden de estas instituciones.
Es sorprendente como en un país con una mayoría de analfabetos y con treinta y ocho mil estudiantes universitarios en 1930 se dieron unas generaciones literarias de tan alta calidad.
Durante la II República, la creatividad de aquellos jóvenes confluyó con la de los grandes veteranos de las generaciones literarias anteriores, como Antonio Machado, Ramón María del Valle-Inclán, Pío Baroja, Miguel de Unamuno o Juan Ramón Jiménez.
En ese renacer de la creatividad, Madrid volvió a ser una referencia cultural para muchos intelectuales latinoamericanos, como Pablo Neruda, César Vallejo o Vicente Huidobro.
Además de rapsodas y literatos, en aquellos años de auge cultural también destacó la filosofía, con José Ortega y Gasset y su aventajada alumna María Zambrano como máximos representantes.
A ellos se añadían los científicos Severo Ochoa (Premio Nobel de Fisiología y Medicina) o Francisco Grande Covián, fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Nutrición, así como pintores de la talla de Pablo Picasso, Salvador Dalí y Joan Miró.
Fue en esos años cuando se dieron a conocer los jóvenes arquitectos agrupados en el GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), que convivieron con Antonio Palacios, el veterano maestro que proporcionó algunos de los símbolos arquitectónicos del Madrid del primer tercio del siglo XX (el Palacio de Telecomunicaciones, el Hospital de Maudes o el Círculo de Bellas Artes).
En ese período también destacó la mente innovadora del ingeniero Eduardo Torroja, que coincidió durante unos años con el científico Santiago Ramón y Cajal, cuya vida se apagó el 17 de octubre de 1934.
Tras la generación de 1898, que se mantuvo activa durante todo el periodo, con Baroja, Azorín, Unamuno, Machado, Valle-Inclán o Maeztu, vendrá la generación de 1914, con intelectuales como Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Marañón o Gómez de la Serna. Finalmente, en la segunda mitad de los años veinte, empezará a destacar la tercera generación, la de 1927,que alcanzará su plenitud intelectual durante la Segunda República.
No sólo la literatura brillará en la Edad de Plata. Junto a hombres de letras, encontramos científicos como Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel en 1906, o filósofos como Ortega y Gasset o María Zambrano.
LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA
La Institución surgió como una entidad paralela a la educación oficial. “La Institución libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas.”
La ILE fue fundada en 1876 por un grupo de catedráticos –entre los que se encontraban Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón– que fueron separados de la Universidad por negarse a ajustar sus enseñanzas a las directrices oficiales en política, moral o religión.
Por esa razón, la ILE tuvo que seguir su labor educativa al margen de los centros universitarios del Estado, creando un proyecto educativo privado en el que participaron importantes personalidades de la época, como Joaquín Costa y Hermenegildo Giner.
En el proyecto participaron Joaquín Costa, Augusto González de Linares, Hermenegildo Giner, Federico Rubio y otras personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultural y social.
En su origen y esencia encontramos un proyecto de regeneración moral que no cambió a lo largo de sus años de existencia, el intento de crear el hombre nuevo perfilado idealmente en el proyecto de la filosofía krausista, capaz de enfrentarse con la situación moral del país, profundamente degradada; y lo que es más importante, de superarla y potenciar un nuevo modelo individual y colectivo, más racional, más ético y más humano. Es conveniente recordar que en aquella época las tres cuartas partes de la población española era analfabeta, que la educación continuaba siendo un privilegio sólo al alcance de los hijos de las clases acomodadas y que el tipo de enseñanza impartida era de carácter oscurantista y medieval, y con un férreo control de la Iglesia sobre ella.
El krausismo y la Institución Libre de Enseñanza sembraron la semilla de los mejores logros intelectuales de la España del primer tercio del siglo XX y todavía encontramos huellas de su paso en posturas intelectuales contemporáneas como el colegio concertado Siglo XXI, nacido en los años setenta del siglo pasado en Madrid, continuador de su tradición pedagógica. La introducción de estos métodos pedagógicos supuso una magnífica aportación. La mayoría de ellos conservan su validez, más aún teniendo en cuenta el desfase que caracteriza a la actual situación de la enseñanza en España, bastantes de cuyas deficiencias, cuando no aberraciones y demencias pedagógicas, fueron superadas por la práctica docente institucionista hace ya ciento treinta años.
A partir de 1881 empezaron a formar parte del cuerpo docente de la Institución profesores formados en ella (Manuel Bartolomé Cossío, que sucederá a Giner al frente de la ILE, Ricardo Rubio, Pedro Blanco, Ángel do Rego, José Ontañón, Pedro Jiménez-Landi...), cuya labor afianzará el proyecto institucionista y garantizará su continuidad.
Desde 1876 hasta la guerra civil de 1936, la ILE se convirtió en el centro de gravedad de toda una época de la cultura española y en cauce para la introducción en España de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando fuera de las fronteras españolas.
La propia Generación del 27 fue, en cierta manera, una hija de la Institución Libre de Enseñanza y obra de ésta fue, sin duda alguna, alcanzar la sintonía cultural y científica con Europa poco antes de que todo este esfuerzo de modernización se viniera abajo con la Guerra Civil española, durante la cual se confiscaron todos sus bienes y la mayoría de los institucionistas tuvieron que exiliarse, mientras que los que se quedaron tuvieron que enfrentarse a la censura, la persecución solapada o abierta o el ninguneo de su labor. Los exiliados se dispersaron por Europa y sobre todo Hispanoamérica, donde ejercieron una labor fecundadora de la vida cultural de esos países. Hasta la guerra entre españoles de 1936, la Institución se convirtió en el centro de toda una época de la cultura española y en cauce para la introducción en España de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas extranjeras.
La labor del personal docente durante la II República fue encomiable y en concreto la de los miles de maestros y maestras que desarrollaron su labor en pueblos y ciudades. Su labor de ser, durante todos estos años, la vanguardia de la cultura y los valores republicanos les supuso un gran coste personal. Cientos fueron asesinados por los secuaces del golpe militar de 1936, y decenas de miles fueron expedientados y/o apartados durante décadas de su profesión. Los más afortunados sufrieron el exilio.
La educación emancipadora buscar formar ciudadanos con valores y principios humanistas trata de lograr la transformación del hombre para convertirlo en un hombre nuevo, un hombre con valores de cooperación, solidaridad y respeto desde sus cimientos.
La lucha por la Tercera república es la lucha por una educación que fomente el pensamiento crítico, que permita a los seres humanos desarrollarse intelectualmente, tomando conciencia de lo que son para así luchar por una sociedad más equitativa y humana.
La primera revolución siempre es la intelectual: sin la toma de conciencia, sin el desarrollo de un pensamiento crítico, nunca habrá cambios. Es la base en la que se sustenta nuestra emancipación y liberación.
Los intelectuales tuvieron un protagonismo especial durante la Segunda República. Muchos de los dirigentes republicanos y socialistas, como Manuel Azaña, Fernando de los Ríos o Julián Besteiro, pertenecieron al mundo de la cultura,. Otros, como Ortega y Gasset, Antonio Machado o Gregorio Marañón, apoyaron expresamente al nuevo régimen agrupándose en la Agrupación al Servicio de la República.
Intelectuales de la talla de José Ortega y Gasset, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Leopoldo Alas “Clarín”, Santiago Ramón y Cajal o el pintor Joaquín Sorolla, entre otros, apoyaron aquel proyecto innovador.
El apoyo unánime se fue resquebrajando con el paso del tiempo. A partir de 1932, algunos intelectuales, como Ortega o Unamuno, adoptaron una posición crítica con el Gobierno republicano-socialista.
La mayoría, sin embargo, apoyó la política reformista del gobierno de Azaña y colaboró en la acción de extensión cultural del Gobierno republicano-socialista. Algunas compañías teatrales, integradas por actores profesionales y estudiantes, visitaron pueblos apartados del país llevando las principales obras del repertorio teatral español. La más conocida de ellas fue La Barraca, un proyecto personal del poeta García Lorca.
Las Misiones Pedagógicas tuvieron un objetivo similar, la difusión de la cultura entre una población mayoritariamente analfabeta: bibliotecas ambulantes, conferencias, charlas, recitales de poesía, proyecciones de películas, exposiciones con reproducciones de obras del Museo del Prado...
La Generación del 27 pasó al primer plano durante el periodo republicano. El grupo de poetas fue excepcional. Basta simplemente con mencionar a sus integrantes: Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Miguel Hernández y García Lorca. Ramón J. Sénder fue el más destacado novelista.
Las sinsombrero
Conocidas también como las artistas e intelectuales de la Generación del 27, se trataba de pintoras, poetas, novelistas, escultoras e ilustradoras que con sus trabajos y activismo trataron de cambiar la concepción y las normas existentes en la España de los años 20 y 30. Rompedoras, transgresoras, valientes y luchadoras, entraron sin complejos en el mundo artístico de la época, enfrentándose a las normas sociales, aunque tras la Guerra Civil fueron silenciadas y olvidadas. Estas son algunas de esas mujeres Sinsombrero.
La mayoría de ellas eran nacidas en Madrid o residían en la ciudad. Muchas cursaban estudios superiores (permitidos a las mujeres desde 1910) y se alojaban en la Residencia de Señoritas, dirigido por la pedagoga María de Maeztu.
Era la Residencia y con posterioridad, el Lyceum Club Femenino (fundado en 1926) donde ellas se sentían libres para expresar sus ideales políticos, sus inquietudes artísticas y culturales o compartían sus poemas y ensayos que se publicaban en revistas como La Gaceta Literaria o en la Revista de Occidente.
Maruja Mallo: Como hemos expresado anteriormente, a su performance en la Puerta del Sol, le debemos el nombre del grupo. Artista plástica, esta gallega lleva la excentricidad al límite. Cultivó principalmente el surrealismo con obras como: La verbena, el canto de las espigas o sus naturalezas vivas.
Fue precisamente, su ansia de libertad creativa y su irreverencia ante la encorsetada formación que se ofertaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que le hizo abandonarla. Viajó por distintas escuelas de Europa bebiendo de la diversidad plástica que le brindaban las vanguardias.
El estallido de la guerra civil española y su defensa en pro de una España republicana la llevó a marchar a Argentina. Viajó y expuso por gran parte de Latinoamérica durante los treinta años que permaneció en el exilio. En 1962 regresa a España siendo una desconocida en el panorama artístico, cultural y social.
Tras años rehaciendo su obra y volviendo a integrarse en los círculos artísticos y culturales de la capital española, su reconocimiento le llegará a final de su vida.
Marga Gil Roësset: Débil físicamente y extremadamente sensible. Su madre siempre achacó su fragilidad al difícil parto que ella sufrió́ para que viniese al mundo Marga.
Junto a su hermana Consuelo publicó varios libros de cuentos que ella ilustraba. Algunos de estos dibujos inspiraron al escritor francés Antoine de Saint-Exupéry para ilustrar su famosa obra “El Principito”.
Además de escribir y pintar, cultivó la escultura con gran maestría, fusionando el modernismo y el simbolismo. Una de sus esculturas más conocidas en el busto que realizó a Zenobia Camprubí. Fue precisamente mientras realizaba esta obra cuando afloró su amor hacia Juan Ramón Jiménez, esposo de Zenobia.
Su amor no correspondido, su falta de confianza y su fragilidad tanto física como psicológica la llevaron a acaba con su vida disparándose en la sien, con tan solo 24 años.
Antes de suicidarse entregó a Juan Ramón Jiménez una carpeta que portaba su diario. También dejó unas misivas para sus padres, su hermana y su amiga Zenobia.
Concha Méndez: Poetisa y dramaturga. Fue una firme defensora de los derechos de las mujeres y de la libertad de las mismas dentro del matrimonio.
Sus primeras obras emanan luz y optimismo. Ejemplo de ello es su primer Poemario “Inquietudes”, publicado con 28 años.
En 1932 compra una imprenta y junto a su marido, Manuel Altolaguirre editan la revista Héroe donde se recogían poemas de autores y autoras del momento: Pedro Salinas, Rosa Chacel, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Ernestina Champourcín...
Además de los poemas, Concha escribió obras teatrales. Destacando “El carbón y la rosa” o “El personaje presentido”.
La guerra, hizo que el optimismo de sus primeros poemas tornara a mostrar la desilusión y desesperanza sentida por muchas personas obligadas a huir del país.
Ella y su marido viajaron en primera instancia a París, y de allí́ marcharán a la Habana y México. Será en este último donde permanece hasta su muerte en 1986.
María Teresa de León: Reivindicó a ultranza el papel de la mujer como entes propios tan válido como el hombre, anteponiendo su labor de mujer independiente al de esposa y madre.
Poetisa desde muy joven, nos ha dejado obras como “La bellas del mal amor” o “Cuentos para sonar”.
Tras divorciarse de su primer marido conoce a Rafael Alberti. Éste la introduce en el círculo cultural de la Generación del 27 y las Sinsombrero, de las que pronto pasa a formar parte.
Cuando estalla la guerra civil española se instalan en Madrid y fundan “El Mono Azul”: una revista en la que colaboran intelectuales republicanos.
Pero su labor, invisibilizada, no se limitó́ a los escritos que hoy conservamos de ella. María Teresa de León tuvo una relevante labor en la conservación del patrimonio español y que muchas personas desconocen: Formó parte de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico.
Se trata de un organismo creado por el gobierno de la República a principios de la guerra civil y que salvaron de una destrucción segura las obras que se conservaban en el Museo del Prado y en el Monasterio de El Escorial.
Con el inicio de la dictadura ella y Rafael Alberti tuvieron que marchar del país. Primero a Francia y de allí́ a Argentina donde residieron hasta 1977 que vuelven a España.
De este periodo de exilio se conservan obras como “La historia tiene la palabra”.
Josefina de la Torre: Mujer polifacética (poetisa, cantante, escritora, compositora, actriz teatral...). Nacida en Gran Canaria, en el seno de una familia adinerada, recibió una formación exquisita en arte y música.
Comenzó a escribir a edad temprana. Con solo 7 años realiza sus primeros poemas dedicado a los también gran canarios Benito Pérez Galdós y Alonso Quesada.
Viajó a Madrid para perfeccionar su técnica vocal y llegó a actuar en el Lyceum Femenino. Lo que le permitió entablar amistad con algunas de las mujeres que allí́ se reunían y que pronto la hicieron partícipe de este grupo que venimos denominando las Sinsombrero.
De esta etapa son sus poemarios “Versos y estampas” o “Poemas en la isla”.
La guerra civil la hizo volver a su Gran Canaria natal, donde permanecerá́ hasta que concluye el conflicto bélico. Tras el cual vuelve a trabajar como guionista y actriz de teatro.
Ellas son sólo un ejemplo ínfimo de las mujeres que formaron parte de la vida cultural y artística de la generación del 27 y que hoy conocemos como la Sinsombrero: María Zambrano, Elena Fortún, Margarita Manso, Ángeles Santos, Ernestina Champourcín, Carmen Conde, Delhy Tejero, Rosa Chacel, Ruth Velázquez, Margarita Ferreras, Luisa Carnés... son otros de los nombres de mujeres que pertenecieron a este relevante grupo.
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Las SinSombrero |
LA BARRACA 🎭
En 1931 tuvo su origen y su primera toma de contacto con ayudas gubernamentales, aunque no fue hasta el verano de 1932 cuando empezó su primera gira por España. Se prolongó su trayectoria hasta la guerra civil. Posteriormente el grupo se disolvió.
Sus primeros directores fueron FEDERICO GARCÍA LORCA y EDUARDO UGARTE, más tarde ya en periodo de contienda le sucedieron MANUEL ALTOLAGUIRRE y MIGUEL HERNÁNDEZ.
El objetivo de este proyecto era acercar a todos los rincones de España, el teatro y dar a conocer obras que promocionaban argumentos clásicos de autores como Tirso de Molina, Cervantes, Calderón de la Barca ...
Los actores que integraban el elenco eran estudiantes universitarios, independientemente pertenecían a carreras de ciencias o letras. Actuaban de manera altruista, totalmente gratuita. El formato era ambulante, llenaban plazas y otras ubicaciones principalmente de pueblos y ciudades pequeñas donde era más complicado llevar la cultura a grandes dosis.
Su éxito fue arrollador, fue una iniciativa propiciada en la Segunda República, en beneficio de la cultura y su divulgación; durante mucho tiempo la prensa y las críticas estuvieron de su lado.
Más tarde se tornaron las opiniones y finalmente esta formación artística fue clausurada. Los vetos a las libertades fue un objetivo de los sublevados. Muchos de sus integrantes fueron ejecutados o encarcelados por la causa franquista y otros marcharon al exilio.
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La Barraca |
La Generación del 36
La generación de 36 nace como consecuencia de la guerra civil española vivida entre 1936 y 1939. Cada uno de los escritores que forman parte de este grupo compartieron en sus obras su visión sobre lo que estaba pasando en la España de aquella época: la división entre los vencedores y los vencidos, las penurias materiales y sociales y la censura de la posguerra.
Las principales características que se sitúan en esta generación son:
Los escritores principales de esta generación son:
Hora de España
1937, un año decisivo
En el ámbito cultural, el año 1937, segundo de la Guerra Civil, fue el de dos acontecimientos de gran importancia simbólica. por un parte, la presencia de la República Española en la Exposición Internacional de París. Responsabilidad directa del cartelista y fotomontador Josep Renau, director General de Bellas Artes, el pabellón español en esa muestra fue obra conjunta de Luis Lacasa, arquitecto madrileño, y de su colega catalán Josep Lluis Sert. para él se encargaron obras de Picasso (Guernica), Julio González (Montserrat gritando), joan miró (campesino catalán con una hoz) y del norteamericano Alexander Calder ( fuente de mercurio de Almadén). presidia el exterior del mismo un tótem de Albero, de once metros de alto, titulado El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.
Tanto dentro como fuera del edificio, Josep Renau colaboró con eficaces foto montajes. En el pabellón se celebraron diversas exposiciones y espectáculos. Su librería vendía un variado conjunto de publicaciones, entre las que destacan los grabados de Picasso Sueño y mentira de Franco; el pochoir de Miró Aidez l'Espagne; y un cuaderno bilingüe en homenaje a Federico García Lorca, el poeta asesinado.
El otro acontecimiento fue el Congreso de Intelectuales Antifascistas de Valencia, Madrid y Barcelona, publicitado por un cartel de Ramón Gaya que representó la solidaridad con la República en lucha de un amplio conjunto de intelectuales, entre otros, Pablo Neruda, Octavio Paz, Antonio Machado, Rafael Alberti, Maria Teresa de León, André Malraux, César Vallejo, Alejo Carpentier, Miguel Hernández y muchos más.
El II Congreso Internacional de Escritores fue uno de los foros donde se expresa esta heterogeneidad en el compromiso en defensa de la república, su carácter internacional está relacionado con la convulsa situación de los años treinta, con el ascenso del fascismo en diversos países y en el importante papel que realiza la Unión Soviética en el campo de la difusión cultural en su país y en la agrupación de escritores en 1934, que promueven la celebración del I Congreso Internacional de Escritores en París en 1935.
Se constituye allí la Asociación Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura ya con sección española, decidiendo celebrar el siguiente congreso en Madrid en 1937, la guerra civil precipita la situación, algunos escritores vienen a las Brigadas Internacionales, lo que hace que la convocatoria al realizarse tenga una enorme repercusión internacional. Desde 1936 la dirección es llevada por Bergamín y Alberti.
La figura de Josep Renau
Josep Renau Berenguer nació en Valencia en 1907. Hijo de un pintor y profesor de dibujo de la Escuela de Bellas Artes San Carlos de Valencia ingresó en esta misma escuela con tan sólo doce años, donde estudió Bellas Artes entre 1919 y 1925 y donde trabajaría como profesor entre 1932 y 1936.
En 1930 se afilió al Partido Comunista de España (PCE) y organizó la Unión de Escritores y Artistas Proletarios; pronto se convirtió en un puntal del pensamiento izquierdista valenciano. Dos años más tarde consiguió un premio por el cartel de anuncio de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Fue importante en esos años la búsqueda de un lenguaje artístico comprometido ideológicamente cuya plástica implicara mensajes políticos cargados de significado pero a la vez sencillos, de lectura inmediata; en este sentido, el descubrimiento del cartelismo pionero del dadaísta John Heartfield supuso para Renau una revelación.
Entre 1932 y 1936 fue profesor de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, y en 1935 fundó la revista Nueva Cultura, una de las publicaciones comprometidas con el comunismo republicano más importantes de toda España. Su popularidad acreció considerablemente tras obtener, también en 1935, sendos primeros premios en el Concurso de Carteles de Ferias y Fiestas de Valencia y en el concurso de la Asociación de la Prensa para la Tradicional Corrida de la Prensa de Madrid.
En 1936 fue nombrado Director General de Bellas Artes y, mediante la creación de la Juntas de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, fue quien decidió el traslado de parte del patrimonio artístico del Museo del Prado a la Torre de Serranos de Valencia para salvarla de los bombardeos de Madrid durante la Guerra Civil.
En 1937 Josep Renau, en nombre del Gobierno de la República, encargó a Picasso la realización de una obra (el “Guernica”) para exponer en el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1937 y hacer un llamamiento a la comunidad internacional para romper el aislamiento de la causa republicana.
Sus responsabilidades como Presidente del Consejo Español del Teatro Director de Propaganda Gráfica del Comisariado General del Estado no le impidieron seguir una serie de carteles de compromiso político.
A lo largo del último año de la Guerra Civil Española realizó una serie de fotomontajes: Los 13 puntos de Negrín, que ilustraban el programa propagandístico del socialista Juan Negrín (basado en buscar apoyos internacionales para la causa republicana) y donde Renau realizó montajes fotográficos con absoluta libertad.
En 1939 el desenlace de la guerra trajo como consecuencia su exilio, primero en México (tras refugiarse en Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Argelès-Sur-Mer) y desde 1958 en Berlín Oriental, lugares en donde trabajó como un gran cartelista y publicista.
En México conoció a artistas como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, con quienes se inició en la realización de pinturas murales.
En 1976 Renau regresó a España aunque nunca dejó de residir en Berlín.
Su presencia y trabajo empezaron a estar de actualidad, por lo que en 1981 la revista Photovisión lanzó su primer número en España con un fotomontaje de Renau en portada.
Infatigable pintor, cartelista, fotomontador, muralista… Josep Renau fue crucial en la introducción en España del uso de las vanguardias y la conciencia social del cartel.
En 1982 falleció en Berlín dejándonos un inmenso legado artístico donde su concepción del arte y la cultura como medios de agitación le llevaron a convertirse en una figura clave de la resistencia cultural española.
Recordando a Baltasar Lobo
Baltasar Lobo nace el 22 de febrero de 1910 en un pequeño pueblo zamorano, Cerecinos de Campos. Entra como aprendiz en el Taller de Arte de Ramón Núñez y, a partir de 1923, asiste a los cursos de modelado del Museo de Bellas Artes de Valladolid. Con 17 años obtiene una beca para la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, pero abandona a los pocos meses, aunque continúa tomando clases de dibujo en turno de noche en la Escuela de Artes y Oficios. Por esa época, se gana la vida esculpiendo piedras para tumbas.
Durante la Guerra Civil, un bombardeo causa la muerte de su padre y destruye el estudio de Lobo, que se une al bando republicano. En 1939, huye a Francia junto a su compañera, Mercedes Guillén. Estuvo en el campo de concentración en Argelès-sur-Mer. Después de escapar de allí, puedo rehacer su vida como artista en el barrio de Montparnasseen, París. Entabla amistad con Picasso y Henri Laurens, quien le abre además las puertas de su taller. En una exposición colectiva en la Galería Vendóme de París -junto a artistas como Matisse, Picasso y Leger-, gana el interés del público y la crítica.
Su primera exposición individual se celebra en la Galería Blanche de Estocolmo, en 1951. Gracias al encargo de la escultura "Matemite" para la Universidad Central de Venezuela en Caracas, inicia una estrecha relación con este país que durará toda su vida.
Hasta su fallecimiento en septiembre de 1993, Lobo vive en París. Su obra recorre el mundo entero en numerosas exposiciones. Villand & Galanis de París, Nathan de Zürich, Nichido de Tokio, Freites de Caracas y Daniel Malingue de Paris son algunas de las galerías que acogen su obra. En 1984, su obra regresa por fin a su tierra natal, con la primera exposición individual del artista en Zamora. Se crea el Museo Baltasar Lobo de Zamora, que cuenta con una importante colección de obras donadas por el artista y por sus sucesores. Una exposición itinerante en 1992 con sus esculturas y dibujos llega hasta Austria, Alemania y Japón.
Entre los premios y distinciones concedidos al artista, figuran el Premio André Susse de Escultura (1958), el Premio Jacques Lenchener (1974), el Premio Oficial de las Artes y las Letras (Francia, 1981), el Premio Nacional de Artes Plásticas (España, 1984), el Premio Medalla de Oro Castilla y León (1986), la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Fréres Fondeul (1990).
Sus esculturas están en museos de Europa, Japón y América y también en colecciones privadas y públicas de más de medio centenar de países. Aunque el artista es muy conocido en Suecia, Suiza, Alemania o Francia, en España su figura no ha tenido el mismo reconocimiento. De hecho, su muerte en 1993 pasó prácticamente inadvertida para la prensa española.
La figura de Max Aub
Max Aub no ha querido ser sólo una víctima de la Historia, aunque efectivamente lo fue, dado que tuvo que aguantar una serie de campos y prisiones entre 1940 y 1942. Desde su nacimiento el 2 de junio de 1903 hasta el término de su vida en México el 22 de julio de 1972, escribe no solamente para exorcizar el trauma resultante de esas pruebas, sino también para reivindicar su papel de testigo que se expresa contra el olvido. La escritura es un medio para comprender –« escribo para entender el mundo » afirma varias veces-, además de una herramienta para dar cuenta y « dejar rastro » en la Historia del destino de innumerables seres desconocidos : la palabra « desconocido » conviene tal vez mejor que « anónimos » ; pues no porque el apellido de un hombre esté ausente del marco histórico significa que no lo tenga. Testimonio en nombre de todos quienes han tenido un papel, han asumido sus ideas y sus compromisos al precio de la libertad o de la vida ; desconocidos a menudo valientes, a veces heroicos, a ratos sobrepasados, triturados por los sobresaltos despiadados de esos años de fuego y sangre.
Max Aub cultivó además una literatura de textos y autores apócrifos, en que lo inventado se presenta como realidad histórica: Antología traducida (1963), Vida y obra de Luis Álvarez Petreña (1943-70), en que expande su obra de 1934, y Josep Torres Campalans (1958), novela que incluye una entrevista al protagonista de la obra, una lista de hechos del momento y un catálogo de los escritos de ese imaginario personaje.
Su pasión por los cuentos abarca desde No son cuentos (1944) hasta Los pies por delante (1975), entre otras muchas colecciones. Como autor teatral, pasó por tres épocas repletas de títulos: la vanguardista de la preguerra; la comprometida (lo que llamó "teatro de circunstancias") de la Guerra Civil, y su fase final mexicana. Algunos de los títulos más célebres de esos tres períodos son Narciso (1928), Espejo de avaricia (1935), San Juan (1943), Morir por cerrar los ojos (1944), Deseada (1950) y Retrato de un general (1969).
Recordando a Josep Bartoli
Bartolí colaboró en diversas publicaciones, como La Humanitat, L’Opinió, L’Esquella de la Torratxa con dibujos de tema político, y trabajó también como escenógrafo.
Discípulo de Salvador Alarma Tastás, entre 1933 y 1934 presentó en Barcelona una exposición de dibujos y fue uno de los organizadores del Sindicato de Dibujantes de Cataluña, de la Unión General de los Trabajadores (UGT), sindicato del que llegó a ser dirigente en 1936.
Después de la Guerra Civil española se exilió a Francia; cruzó la frontera el 14 de febrero de 1939 con otros españoles y miembros de las brigadas internacionales.
Estuvo en los campos de refugiados improvisados en un primer momento en el río Tec y en los campos de concentración que fueron apareciendo (en la Menera, Ribesaltes, Sant Cebrià y Adge). Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial tuvo que salir de París; tras ocultarse en varias ciudades, fue llevado al campo de Barm, le arrestó la Gestapo y le enviaron al campo de la muerte de Dachau en Alemania, pero consiguió escaparse. Tras muchas peripecias, finalmente llegó a Veracruz en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Allí siguió su exilio, ya sin sobresaltos, en México y Estados Unidos.
En México colaboró con Ediciones Iberia, le publicaron Campos de concentración, testimonio desgarrado de su paso por los Campos, con poesías escritas por el periodista, también exiliado y prisionero en los campos del norte de África, Narcís Molins i Fàbrega. Los dibujos de Bartolí, según sus propias palabras, “no pretenden ser un ensayo más, de literatura o de arte, sino un documento vivo, doloroso y brutal”.
En las láminas de Bartolí hay escenas aisladas que buscan impactar con una sola mirada; dibujos detalle que muestran los utensilios o juegos que los internos construían; retratos de prisioneros, a menudo primeros planos; escenas concretas o panorámicas.
Las artes
La arquitectura vive en los inicios del nuevo siglo el período de apogeo del modernismo en Barcelona. Doménech y Montaner construye el Palau de la Música Catalana y Antonio Gaudí marca la trama urbana de la ciudad con obras como la Casa Milá, la Casa Batlló y la Sagrada Familia.
Mientras con un estilo más convencional, en Madrid se construyen buena parte de los edificios que bordean la Gran Vía, el Palacio de Comunicaciones en la Plaza de Cibeles, y muchos de los palacetes que aún sobreviven en la Castellana y en el barrio de Salamanca.
En la pintura y la escultura conviven grandes artistas ligados a la tradición figurativa del escultor Mariano Benlliure o los pintores Zuloaga y Romero de Torres, con figuras clave en el desarrollo del arte mundial del siglo XX. Sobre todas ellas destaca Pablo Picasso, que a lo largo de este primer tercio del siglo evoluciona hasta la creación del cubismo. Junto a Picasso, inician por entonces su carrera pintores geniales como Juan Gris, Joan Miró o Salvador Dalí, y escultores como Pablo Gargallo. Como a menudo ocurre estos artistas de vanguardia eran solo conocidos por una exigua elite social. En el cine, destaca la figura de Luis Buñuel, perteneciente a la Generación de 1927 y ligado al círculo de García Lorca y Dalí. Sus primeras películas se integran en el movimiento surrealista.
Por último, hay que mencionar que este primer tercio del siglo XX es también la época más brillante de la historia de la música española. Figuras como Isaac Albéniz, Enrique Granados y, sobre todo, Manuel de Falla marcan un momento muy brillante de nuestra música.
La generación de 36 nace como consecuencia de la guerra civil española vivida entre 1936 y 1939. Cada uno de los escritores que forman parte de este grupo compartieron en sus obras su visión sobre lo que estaba pasando en la España de aquella época: la división entre los vencedores y los vencidos, las penurias materiales y sociales y la censura de la posguerra.
Las principales características que se sitúan en esta generación son:
- Presenta un lirismo tierno. Significa que el autor intenta transmitir sus sentimientos, sensaciones o emociones frente a la persona u objeto que es fuente de su inspiración.'
- Cierto afán de búsqueda y experimentación. 'Intenta recurrir a cosas nuevas.
- Se preocupa por el hombre y su realidad.
- Es un estilo sencillo también llamado espontáneo o natural y servía para tratar cosas o temas más humildes.
- Domina el pulcro, es decir, es aseado, ordenado y delicado.
- Es prosaico. El prosaísmo es el defecto de una obra en verso que se caracteriza por la falta de armonía.
Los escritores principales de esta generación son:
- Luis Rosales
- Leopoldo Panero
- Miguel Hernández
- Gabriel Celaya
- Blas de Otero
- José Hierro
Seis días después de la sublevación militar, a la vista del peligro que corría el incalculable volumen de obras de arte que había repartido por multitud de instituciones públicas y propiedades privadas de todo el país, la Dirección General de Bellas Artes creó la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, con el objetivo de poner a buen recaudo todo ese patrimonio y evitar que pudiera verse dañado por los combates o acabar siendo víctima del pillaje. Al frente de esta institución fue nombrado el pintor Timoteo Pérez Rubio, una figura que acabaría siendo decisiva en esta historia.
Desde los primeros compases de la guerra, la Junta Delegada de Madrid empezó a depositar en diversos centros cívicos y religiosos, como la iglesia de San Francisco el Grande o el monasterio de las Descalzas, los bienes artísticos que iban incautando las milicias.
El 23 de julio de 1936, cinco días después del inicio de la guerra, la Dirección General de Bellas Artes crea en Madrid la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico; germen de las diversas Juntas que se formaron en la España republicana, coordinadas por la Junta Central establecida en Valencia. Integradas por funcionarios y personal voluntario, su labor se centró en la salvaguarda del patrimonio artístico, bibliográfico y documental de los riesgos inherentes a la guerra.
A partir de finales de agosto de 1936, algunas estancias del Museo del Prado también sirvieron de improvisado almacén de socorro, y en sus sótanos comenzaron a apilarse multitud de obras procedentes de colecciones particulares junto a las creaciones más señeras de la pinacoteca, que habían sido descolgadas de sus paredes y cubiertas con mantas y lonas tras el cierre al público del centro.
El traslado de las casi 2000 obras comenzó en el otoño de 1936 y tuvo como destino la ciudad de Valencia, aunque posteriormente una parte de las obras continuaron viaje a Cataluña, hasta que finalizaron en la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra
(Suiza).
El decreto de 1 de agosto de 1936,se creó el organismo Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, fijaba entre sus funciones la de proceder a la conservación en nombre del Estado de las obras, muebles o inmuebles de valor artístico/histórico o bibliográfico
Tenía como finalidad la intervención directa en palacios, museos, iglesias y otros edificios con el objetivo de inventariar y trasladar a depósitos convenientemente acondicionados para su conservación durante la contienda.
En muchos casos las obras que se deseaba rescatar pertenecían bien a la iglesia, bien a colecciones privadas. En ocasiones el anticleralismo y la rabia de la población dificultaban las labores de los restauradores del patrimonio, en contra de las posiciones del gobierno legal.
El Museo del Prado se cerró preventivamente el 30 de agosto de 1936 y la primera orden de evacuación se produjo en el enfrentamiento de Ciudad Universitaria.
Entre el 7 y el 18 de noviembre, con las tropas nacionales asentadas a las afueras de la ciudad y el frente de guerra extendido a lo largo de la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, la capital de España fue duramente asediada por la artillería franquista. En esos días cayeron bombas sobre emblemáticas edificaciones madrileñas, como la Academia de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional o los museos Arqueológico y Antropológico, causando importantes daños en sus instalaciones.
Durante ese periodo intenso en las cercanías de Moncloa, se produjeron fuertes bombardeos aéreos y artilleros que causaron estragos en el interior de la ciudad. Esta situación provocó que el gobierno republicano decidiese evacuar el patrimonio artístico inmediatamente.
Bajo un clima de pánico y confusión, a principios de diciembre comenzaron a partir rumbo a Valencia convoyes cargados de cuadros. A mediados de mes ya había 64 lienzos y 181 dibujos trasladados a la capital del Turia. La escritora María Teresa León, que en esos momentos formaba parte de la dirección del Museo, y su pareja, el poeta Rafael Alberti, fueron los encargados de organizar los primeros envíos, que adolecieron de llamativas deficiencias técnicas.
De hecho, la falta de materiales para embalar las obras acabó provocando daños en varios lienzos, como El conde duque de Olivares a caballo, de Velázquez, que quedó desfigurado por efecto de la lluvia que cayó sobre su barniz, o Carlos V en la batalla de Mühlberg, de Tiziano, que se magulló al cruzar el río Jarama a la altura de Arganda ya que, debido a su altura, superior a la del puente, tuvo que ser suspendido sobre los laterales del camión que lo transportaba.
En vista del riesgo que entrañaban aquellos primeros viajes, llevados a cabo de forma precipitada y bajo evidentes limitaciones, la Junta Delegada de Madrid detuvo cautelarmente el operativo para preparar mejor los embalajes. A esta tarea se dedicó un equipo de operarios y restauradores del museo capitaneados por los hermanos Macarrón, expertos en el tratamiento de obras de arte, que elaboraron un meticuloso sistema de envoltorio consistente en varias capas de papel, tela y cartón impermeable. A continuación, cada elemento era acondicionado en una estructura de madera hecha a la medida, que garantizaba su seguridad.
El gobierno de la República concedía la máxima prioridad al plan de salvamento artístico y esta vez no faltaron clavos, tornillos ni tablones para que el tesoro del Prado pudiera viajar sin temor a verse dañado. El protocolo incluía un detallado sistema de seguridad para el transporte: escoltados por varios vehículos militares, los camiones debían viajar a una velocidad máxima de 15 kilómetros por hora para evitar que los baches del camino pudieran causar desperfectos en los cuadros o sus envoltorios. Los automóviles iban provistos de extintores y sus conductores tenían la orden de repostar lejos de los surtidores de gasolina para prevenir cualquier posibilidad de incendio.
Entre finales de año y mediados de febrero de 1937, se realizaron 22 envíos a bordo de 70 camiones en los que viajaron 390 pinturas y 180 dibujos de la colección del Prado, así como el Tesoro del Delfín –conjunto de piezas de orfebrería perteneciente también a la pinacoteca– y diversas obras provenientes del Monasterio del Escorial, la Academia de San Fernando, el Palacio Real y el Palacio de Liria. Era tal la delicadeza con que fue tratado aquel patrimonio artístico, que cada viaje empleó 32 horas en recorrer los 350 kilómetros que separan Madrid de Valencia.
En marzo de 1938, a bordo de siete expediciones, el tesoro del Prado inició un nuevo viaje, en esta ocasión hacia el norte, que estuvo plagado de peligros debido al precario estado en que se encontraban las vías de comunicación y a la cercanía de los combates. De hecho, al pasar por la localidad castellonense de Benicarló, un ataque aéreo provocó el desprendimiento de un balcón de una vivienda justo cuando pasaba debajo de ella la camioneta que portaba La carga de los mamelucos y Los fusilamientos, causando severos desperfectos a los dos lienzos de Goya.
En Cataluña, la operación de salvamento del Prado iba a vivir sus momentos más angustiosos. Tras hacer parada y fonda en el Monasterio de Pedralbes y dos villas de las localidades gerundenses de Viladrau y Sant Hilari de Sacalm, las obras quedaron ubicadas en la fortaleza de Figueres, la mina de talco de La Vajol, situada a pocos kilómetros de la frontera francesa, y el Castillo de Perelada. En la cocina de este edificio monumental, con el sonido de las bombas cayendo cada vez más cerca, el restaurador del Prado, Manuel Arpe, se vio obligado a montar un improvisado taller para reparar los dos Goyas que se habían dañado en el traslado desde Valencia.
Hora de España fue una revista cultural de carácter mensual editada en Valencia (capital de la Segunda República en el momento) y, posteriormente, en Barcelona, fundada por intelectuales leales a la Segunda República durante la Guerra Civil Española. Se editaron un total de 23 números, entre enero de 1937 y enero de 1939.
Sus fundadores fueron Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, Juan Gil-Albert, Ramón Gaya y Manuel Altolaguirre. El objetivo declarado en el primer número era dar continuación a la "vida intelectual o de creación artística en medio del conflicto".
A los meses de su fundación, se incorporaron dos nombres de gran altura intelectual a la dirección: María Zambrano y Arturo Serrano Plaja. En el último número, la dirección estaba compuesta por Rafael Alberti, María Zambrano, José María Quiroga Plá y Emilio Prados.
El número y calidad de los colaboradores, algunos más habituales que otros, es muy destacable: Antonio Machado (el más activo a través de heterónimos como Juan de Mairena), León Felipe, José Bergamín, Tomás Navarro Tomás, Rafael Alberti, José Gaos, Dámaso Alonso, José Moreno Villa y Alberto y Rodolfo Halffter.
Tras la entrada en Vinaroz de las tropas franquistas, con el consiguiente cierre de comunicaciones en el mediterráneo republicano, la edición se trasladó de Valencia a Barcelona. El último número (el 23) terminó de editarse a finales de enero de 1939, apenas unos días antes de la caída de Barcelona. Oficialmente no fue distribuido, y "su existencia fue desconocida a la mayoría de los estudiosos y de los mismos redactores y colaboradores". Pero se descubrió mucho más tarde, durante el exilio republicano.
Durante su destierro en México, miembros del llamado "Grupo Hora de España" comenzaron la revista Romance.
De la revista Hora de España, dijo en 1939 Waldo Frank en The Nation de Nueva York: "Hora de España [es], a mi entender, el mayor esfuerzo literario que ha salido de cualquier guerra y prueba de que la lucha de España contra la traición del mundo es el nacimiento de una cultura que no debe morir."
Los números 1-22, y posteriormente el 23, fueron reimpresos en Alemania por Kraus Reprint, 1972.4 De los 23 números existe un CD-ROM, editado en Valencia por Faximil Edicions Digitals en 2005, y se puede comprar números sueltos en forma digital de Digitalia Hispánica.”
MILICIAS DE LA CULTURA DE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA
Las Milicias de la Cultura fueron creadas por el Ministerio de Instrucción Pública de la República española al estallar la guerra con la finalidad de alfabetizar a los soldados enviados al frente. Estaban formadas mayoritariamente por docentes pero también por estudiantes y profesionales de los sectores más diversos que se adscribían de manera voluntaria.
En los primeros meses de la guerra la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) de la Unión General de Trabajadores (UGT) creó una unidad de combate para la defensa de Madrid conocido como el Batallón Félix Bárzana,Formado por unos tres mil y encuadrado en el Quinto Regimiento. Los docentes se dieron cuenta de la necesidad que existía dentro del bando republicano de ofrecer una educación y formación a las masas analfabetas antifascistas y para ello el arquitecto Manuel Sánchez Arcas creó la unidad “Cultura del Miliciano” para cumplir esta misión.
Esos cuerpos formados por docentes fueron conocidos como las Milicias de la Cultura que emprendieron su propia guerra contra el analfabetismo dentro de la Guerra Civil española. La idea convenció al gobierno republicano y el 2 de febrero de 1937 se crearon las Milicias de la Cultura. Estas milicias estaban compuestas por maestros e instructores y tenían el objetivo de: "Dar enseñanza de tipo elemental a combatientes necesitados de ella en la medida en que lo consientan las necesidades de la guerra y en los lugares adecuados para este servicio aprovechando los momentos de descanso de la tropa”
(Decreto fundacional de las Milicias de la Cultura)
Gracias a las Milicias de la Cultura se redujo el analfabetismo, miles de hombres y mujeres fueron formados a través de la edición de revistas y periódicos en los regimientos y batallones. Un total de más de 75 000 soldados y milicianos aprendieron a leer y a escribir,
Se impartieron más de medio millón de clases colectivas y se superaron las 390 000 individuales.
Respecto a las actividades de enseñanza que desarrollaban, el plan tenía tres niveles: elemental (lectura, escritura y operaciones aritméticas sencillas); cultura mínima (profundización de la aritmética, geometría, caligrafía, ortografía, gramática, ciencias naturales, geografía e historia) y cultura media (taquigrafía, contabilidad, francés y dibujo). También, y a requerimiento de los mandos centrales del ejército, las Milicias de la Cultura se ocuparon de la formación de mandos en cursillos intensivos de quince días o un mes, a fin de completar la escasa formación de muchos oficiales y suboficiales y donde se daban, además, clases de táctica y técnica militar, a cargo de profesionales del ejército.
En el ámbito cultural, el año 1937, segundo de la Guerra Civil, fue el de dos acontecimientos de gran importancia simbólica. por un parte, la presencia de la República Española en la Exposición Internacional de París. Responsabilidad directa del cartelista y fotomontador Josep Renau, director General de Bellas Artes, el pabellón español en esa muestra fue obra conjunta de Luis Lacasa, arquitecto madrileño, y de su colega catalán Josep Lluis Sert. para él se encargaron obras de Picasso (Guernica), Julio González (Montserrat gritando), joan miró (campesino catalán con una hoz) y del norteamericano Alexander Calder ( fuente de mercurio de Almadén). presidia el exterior del mismo un tótem de Albero, de once metros de alto, titulado El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.
Tanto dentro como fuera del edificio, Josep Renau colaboró con eficaces foto montajes. En el pabellón se celebraron diversas exposiciones y espectáculos. Su librería vendía un variado conjunto de publicaciones, entre las que destacan los grabados de Picasso Sueño y mentira de Franco; el pochoir de Miró Aidez l'Espagne; y un cuaderno bilingüe en homenaje a Federico García Lorca, el poeta asesinado.
El otro acontecimiento fue el Congreso de Intelectuales Antifascistas de Valencia, Madrid y Barcelona, publicitado por un cartel de Ramón Gaya que representó la solidaridad con la República en lucha de un amplio conjunto de intelectuales, entre otros, Pablo Neruda, Octavio Paz, Antonio Machado, Rafael Alberti, Maria Teresa de León, André Malraux, César Vallejo, Alejo Carpentier, Miguel Hernández y muchos más.
El II Congreso Internacional de Escritores fue uno de los foros donde se expresa esta heterogeneidad en el compromiso en defensa de la república, su carácter internacional está relacionado con la convulsa situación de los años treinta, con el ascenso del fascismo en diversos países y en el importante papel que realiza la Unión Soviética en el campo de la difusión cultural en su país y en la agrupación de escritores en 1934, que promueven la celebración del I Congreso Internacional de Escritores en París en 1935.
La figura de Josep Renau
Josep Renau Berenguer nació en Valencia en 1907. Hijo de un pintor y profesor de dibujo de la Escuela de Bellas Artes San Carlos de Valencia ingresó en esta misma escuela con tan sólo doce años, donde estudió Bellas Artes entre 1919 y 1925 y donde trabajaría como profesor entre 1932 y 1936.
En 1930 se afilió al Partido Comunista de España (PCE) y organizó la Unión de Escritores y Artistas Proletarios; pronto se convirtió en un puntal del pensamiento izquierdista valenciano. Dos años más tarde consiguió un premio por el cartel de anuncio de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Fue importante en esos años la búsqueda de un lenguaje artístico comprometido ideológicamente cuya plástica implicara mensajes políticos cargados de significado pero a la vez sencillos, de lectura inmediata; en este sentido, el descubrimiento del cartelismo pionero del dadaísta John Heartfield supuso para Renau una revelación.
Entre 1932 y 1936 fue profesor de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, y en 1935 fundó la revista Nueva Cultura, una de las publicaciones comprometidas con el comunismo republicano más importantes de toda España. Su popularidad acreció considerablemente tras obtener, también en 1935, sendos primeros premios en el Concurso de Carteles de Ferias y Fiestas de Valencia y en el concurso de la Asociación de la Prensa para la Tradicional Corrida de la Prensa de Madrid.
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Josep Renau |
En 1936 fue nombrado Director General de Bellas Artes y, mediante la creación de la Juntas de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, fue quien decidió el traslado de parte del patrimonio artístico del Museo del Prado a la Torre de Serranos de Valencia para salvarla de los bombardeos de Madrid durante la Guerra Civil.
En 1937 Josep Renau, en nombre del Gobierno de la República, encargó a Picasso la realización de una obra (el “Guernica”) para exponer en el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1937 y hacer un llamamiento a la comunidad internacional para romper el aislamiento de la causa republicana.
Sus responsabilidades como Presidente del Consejo Español del Teatro Director de Propaganda Gráfica del Comisariado General del Estado no le impidieron seguir una serie de carteles de compromiso político.
A lo largo del último año de la Guerra Civil Española realizó una serie de fotomontajes: Los 13 puntos de Negrín, que ilustraban el programa propagandístico del socialista Juan Negrín (basado en buscar apoyos internacionales para la causa republicana) y donde Renau realizó montajes fotográficos con absoluta libertad.
En 1939 el desenlace de la guerra trajo como consecuencia su exilio, primero en México (tras refugiarse en Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Argelès-Sur-Mer) y desde 1958 en Berlín Oriental, lugares en donde trabajó como un gran cartelista y publicista.
En México conoció a artistas como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, con quienes se inició en la realización de pinturas murales.
En 1976 Renau regresó a España aunque nunca dejó de residir en Berlín.
Su presencia y trabajo empezaron a estar de actualidad, por lo que en 1981 la revista Photovisión lanzó su primer número en España con un fotomontaje de Renau en portada.
Infatigable pintor, cartelista, fotomontador, muralista… Josep Renau fue crucial en la introducción en España del uso de las vanguardias y la conciencia social del cartel.
En 1982 falleció en Berlín dejándonos un inmenso legado artístico donde su concepción del arte y la cultura como medios de agitación le llevaron a convertirse en una figura clave de la resistencia cultural española.
Recordando a Baltasar Lobo
Baltasar Lobo nace el 22 de febrero de 1910 en un pequeño pueblo zamorano, Cerecinos de Campos. Entra como aprendiz en el Taller de Arte de Ramón Núñez y, a partir de 1923, asiste a los cursos de modelado del Museo de Bellas Artes de Valladolid. Con 17 años obtiene una beca para la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, pero abandona a los pocos meses, aunque continúa tomando clases de dibujo en turno de noche en la Escuela de Artes y Oficios. Por esa época, se gana la vida esculpiendo piedras para tumbas.
Durante la Guerra Civil, un bombardeo causa la muerte de su padre y destruye el estudio de Lobo, que se une al bando republicano. En 1939, huye a Francia junto a su compañera, Mercedes Guillén. Estuvo en el campo de concentración en Argelès-sur-Mer. Después de escapar de allí, puedo rehacer su vida como artista en el barrio de Montparnasseen, París. Entabla amistad con Picasso y Henri Laurens, quien le abre además las puertas de su taller. En una exposición colectiva en la Galería Vendóme de París -junto a artistas como Matisse, Picasso y Leger-, gana el interés del público y la crítica.
Su primera exposición individual se celebra en la Galería Blanche de Estocolmo, en 1951. Gracias al encargo de la escultura "Matemite" para la Universidad Central de Venezuela en Caracas, inicia una estrecha relación con este país que durará toda su vida.
Hasta su fallecimiento en septiembre de 1993, Lobo vive en París. Su obra recorre el mundo entero en numerosas exposiciones. Villand & Galanis de París, Nathan de Zürich, Nichido de Tokio, Freites de Caracas y Daniel Malingue de Paris son algunas de las galerías que acogen su obra. En 1984, su obra regresa por fin a su tierra natal, con la primera exposición individual del artista en Zamora. Se crea el Museo Baltasar Lobo de Zamora, que cuenta con una importante colección de obras donadas por el artista y por sus sucesores. Una exposición itinerante en 1992 con sus esculturas y dibujos llega hasta Austria, Alemania y Japón.
Entre los premios y distinciones concedidos al artista, figuran el Premio André Susse de Escultura (1958), el Premio Jacques Lenchener (1974), el Premio Oficial de las Artes y las Letras (Francia, 1981), el Premio Nacional de Artes Plásticas (España, 1984), el Premio Medalla de Oro Castilla y León (1986), la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Fréres Fondeul (1990).
Sus esculturas están en museos de Europa, Japón y América y también en colecciones privadas y públicas de más de medio centenar de países. Aunque el artista es muy conocido en Suecia, Suiza, Alemania o Francia, en España su figura no ha tenido el mismo reconocimiento. De hecho, su muerte en 1993 pasó prácticamente inadvertida para la prensa española.
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Baltasar Lobo |
Max Aub no ha querido ser sólo una víctima de la Historia, aunque efectivamente lo fue, dado que tuvo que aguantar una serie de campos y prisiones entre 1940 y 1942. Desde su nacimiento el 2 de junio de 1903 hasta el término de su vida en México el 22 de julio de 1972, escribe no solamente para exorcizar el trauma resultante de esas pruebas, sino también para reivindicar su papel de testigo que se expresa contra el olvido. La escritura es un medio para comprender –« escribo para entender el mundo » afirma varias veces-, además de una herramienta para dar cuenta y « dejar rastro » en la Historia del destino de innumerables seres desconocidos : la palabra « desconocido » conviene tal vez mejor que « anónimos » ; pues no porque el apellido de un hombre esté ausente del marco histórico significa que no lo tenga. Testimonio en nombre de todos quienes han tenido un papel, han asumido sus ideas y sus compromisos al precio de la libertad o de la vida ; desconocidos a menudo valientes, a veces heroicos, a ratos sobrepasados, triturados por los sobresaltos despiadados de esos años de fuego y sangre.
Max Aub cultivó además una literatura de textos y autores apócrifos, en que lo inventado se presenta como realidad histórica: Antología traducida (1963), Vida y obra de Luis Álvarez Petreña (1943-70), en que expande su obra de 1934, y Josep Torres Campalans (1958), novela que incluye una entrevista al protagonista de la obra, una lista de hechos del momento y un catálogo de los escritos de ese imaginario personaje.
Su pasión por los cuentos abarca desde No son cuentos (1944) hasta Los pies por delante (1975), entre otras muchas colecciones. Como autor teatral, pasó por tres épocas repletas de títulos: la vanguardista de la preguerra; la comprometida (lo que llamó "teatro de circunstancias") de la Guerra Civil, y su fase final mexicana. Algunos de los títulos más célebres de esos tres períodos son Narciso (1928), Espejo de avaricia (1935), San Juan (1943), Morir por cerrar los ojos (1944), Deseada (1950) y Retrato de un general (1969).
Recordando a Josep Bartoli
Bartolí colaboró en diversas publicaciones, como La Humanitat, L’Opinió, L’Esquella de la Torratxa con dibujos de tema político, y trabajó también como escenógrafo.
Discípulo de Salvador Alarma Tastás, entre 1933 y 1934 presentó en Barcelona una exposición de dibujos y fue uno de los organizadores del Sindicato de Dibujantes de Cataluña, de la Unión General de los Trabajadores (UGT), sindicato del que llegó a ser dirigente en 1936.
Después de la Guerra Civil española se exilió a Francia; cruzó la frontera el 14 de febrero de 1939 con otros españoles y miembros de las brigadas internacionales.
Estuvo en los campos de refugiados improvisados en un primer momento en el río Tec y en los campos de concentración que fueron apareciendo (en la Menera, Ribesaltes, Sant Cebrià y Adge). Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial tuvo que salir de París; tras ocultarse en varias ciudades, fue llevado al campo de Barm, le arrestó la Gestapo y le enviaron al campo de la muerte de Dachau en Alemania, pero consiguió escaparse. Tras muchas peripecias, finalmente llegó a Veracruz en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Allí siguió su exilio, ya sin sobresaltos, en México y Estados Unidos.
En México colaboró con Ediciones Iberia, le publicaron Campos de concentración, testimonio desgarrado de su paso por los Campos, con poesías escritas por el periodista, también exiliado y prisionero en los campos del norte de África, Narcís Molins i Fàbrega. Los dibujos de Bartolí, según sus propias palabras, “no pretenden ser un ensayo más, de literatura o de arte, sino un documento vivo, doloroso y brutal”.
En las láminas de Bartolí hay escenas aisladas que buscan impactar con una sola mirada; dibujos detalle que muestran los utensilios o juegos que los internos construían; retratos de prisioneros, a menudo primeros planos; escenas concretas o panorámicas.
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Josep Bartolí i Guiu |
Las artes
La arquitectura vive en los inicios del nuevo siglo el período de apogeo del modernismo en Barcelona. Doménech y Montaner construye el Palau de la Música Catalana y Antonio Gaudí marca la trama urbana de la ciudad con obras como la Casa Milá, la Casa Batlló y la Sagrada Familia.
Mientras con un estilo más convencional, en Madrid se construyen buena parte de los edificios que bordean la Gran Vía, el Palacio de Comunicaciones en la Plaza de Cibeles, y muchos de los palacetes que aún sobreviven en la Castellana y en el barrio de Salamanca.
En la pintura y la escultura conviven grandes artistas ligados a la tradición figurativa del escultor Mariano Benlliure o los pintores Zuloaga y Romero de Torres, con figuras clave en el desarrollo del arte mundial del siglo XX. Sobre todas ellas destaca Pablo Picasso, que a lo largo de este primer tercio del siglo evoluciona hasta la creación del cubismo. Junto a Picasso, inician por entonces su carrera pintores geniales como Juan Gris, Joan Miró o Salvador Dalí, y escultores como Pablo Gargallo. Como a menudo ocurre estos artistas de vanguardia eran solo conocidos por una exigua elite social. En el cine, destaca la figura de Luis Buñuel, perteneciente a la Generación de 1927 y ligado al círculo de García Lorca y Dalí. Sus primeras películas se integran en el movimiento surrealista.
Por último, hay que mencionar que este primer tercio del siglo XX es también la época más brillante de la historia de la música española. Figuras como Isaac Albéniz, Enrique Granados y, sobre todo, Manuel de Falla marcan un momento muy brillante de nuestra música.
Muy interesante este artículo y lleno de verdades. Resumo diciendo que los artistas somos como las cucarachas, prehistóricos e in-combatibles, podrán callar a algunos pero los artistas siguen, al menos es lo que deberían hacer, aun a riesgo de sus propias vidas. PUEBLO DES-INSTRUIDO, PUEBLO SOMETIDO, VERDAD?
ResponderEliminarToda la razón.
EliminarExcelente artículo, mis respetos
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