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domingo, 5 de agosto de 2012

LAS TRECE ROSAS ROJAS

Las Trece Rosas es el nombre colectivo que se le dio a un grupo de trece muchachas, la mitad de ellas, miembros de las JSU Juventudes Socialistas Unificadas, fusiladas por el régimen franquista en Madrid, el 5 de agosto de 1939, poco después de finalizar la Guerra Civil Española. Sus edades estaban comprendidas entre los 18 y los 29 años.

Historia

Tras la ocupación de Madrid por el ejército franquista y el fin de la guerra, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron reorganizarse clandestinamente bajo la dirección de José Pena Brea, de 21 años. Tras el golpe de Estado del dictador Franco y el fin de la guerra, los dirigentes del PCE y las JSU habían abandonado España, dejando la organización en manos de militantes poco significativos, los cuales esperaban pasar más desapercibidos. José Pena, secretario general del comité provincial de las JSU, fue detenido por una delación y obligado a dar, mediante torturas, todos los nombres que sabía y firmar una declaración preparada.
Roberto Conesa, policía infiltrado en la organización, colaboró también en la caída de la organización (Conesa fue posteriormente comisario de la Brigada Político-Social franquista y ocupó un cargo importante en la policía durante los primeros años de la democracia). La práctica totalidad de la organización clandestina cayó de este modo, sin apenas posibilidad de reorganización. La mayor parte de los detenidos aún no había tenido tiempo de integrarse en la organización clandestina o apenas acababan de hacerlo. A la captura de los militantes ayudó el hecho de que los ficheros de militantes del PCE y las JSU no habían podido ser destruidos, debido al golpe de Estado del coronel Casado, y fueron requisados por los militares franquistas al ocupar Madrid. Entre los detenidos se hallaban Las Trece Rosas, que fueron detenidas y conducidas primero a instalaciones policiales, donde fueron torturadas, y después a la cárcel de mujeres de Ventas, construida para 450 personas en la que se hacinaban unas 4000.

El 29 de julio, Isaac Gabaldón, comandante de la Guardia Civil, inspector de policía militar de la 1ª Región Militar y encargado del "Archivo de Masonería y Comunismo" (archivo que agrupaba los documentos recopilados por el ejército de Franco en su avance durante la guerra), su hija de 18 años y su chófer fueron asesinados en Talavera de la Reina en un atentado cometido por tres militantes de las JSU. En el Consejo de Guerra que se celebró el 3 de agosto (expediente 30.426) fueron juzgados 57 miembros de las JSU, de los cuales 14 eran mujeres. Entre los acusados se encontraban los tres asesinos de Gabaldón, mientras que la mayoría del resto habían sido detenidos antes del atentado. En el juicio se dictaron 56 penas de muerte, librándose sólo una de las mujeres. Los acusados que no habían participado directamente en el atentado contra Gabaldón fueron acusados de reorganizar las JSU y el PCE para cometer actos delictivos contra el "orden social y jurídico de la nueva España", y condenados, por "adhesión a la rebelión". La mayoría de las ejecuciones (incluyendo las de "las Trece Rosas") tuvieron lugar en la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, a 500 metros de la prisión de Las Ventas. Al día siguiente fueron fusilados los autores materiales del atentado.

Nueve de las jóvenes fusiladas eran en el momento de su muerte menores de edad, ya que la mayoría de edad estaba establecida en 23 años.

Las Trece Rosas
  • Carmen Barrero Aguado (20 años, modista). Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más, 4 menores que ella. Militante del PCE, tras la guerra, fue la responsable femenina del partido en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
  • Martina Barroso García (24 años, modista). Al acabar la guerra empezó a participar en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al abandonado frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones (lo que estaba prohibido). Se conservan algunas de las cartas originales que escribió a su novio y a su familia desde la prisión.
  • Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). La mayor de las trece. Tenía un hijo. No tenía ninguna militancia política. Era católica y votante de derechas. Fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo la madrugada del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia (todos de derechas) 16 años después. La carta aún se conserva.
  • Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista). Al iniciarse la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente). Fue nombrada secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
  • Julia Conesa Conesa (19 años, modista). Nacida en Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937 donde se ocupó de la monitorización de estas. Pronto se empleó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un compañero de su "novio". La detuvieron cosiendo en su casa.
  • Adelina García Casillas (19 años, activista). Militante de las JSU. Hija de un guardia civil. Le mandaron una carta a su casa afirmando que sólo querían hacerle un interrogatorio ordinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.
  • Elena Gil Olaya (20 años, activista). Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.
  • Virtudes González García (18 años, modista). Amiga de María del Carmen Cuesta (15 años, perteneciente a las JSU y superviviente de la prisión de Ventas). En 1936 se afilió a las JSU, donde conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo tortura.
  • Ana López Gallego (21 años, modista). Militante de las JSU. Fue secretaria del radio de Chamartín durante la Guerra. Su novio, que también era comunista, le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo, pero no fue llevada a la cárcel de Ventas hasta el 6 de junio. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó "¿Es que a mí no me matan?".
  • Joaquina López Laffite (23 años, secretaria). En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La detuvieron el 18 de abril de 1939 en su casa, junto a sus hermanos. La llevaron a un chalet. La acusaron de ser comunista, pero ignoraban el cargo que ostentaba. Joaquina reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. No fue conducida a Ventas hasta el 3 de junio, a pesar de ser de las primeras detenidas.
  • Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista). Se afilió al Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
  • Victoria Muñoz García (18 años, activista). Se afilió con 15 años a las JSU. Pertenecía al grupo de Chamartín. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del sector de Chamartin de la Rosa. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.
  • Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años, sastre). Entró en las JSU en 1937 sin ocupar ningún cargo. Le propusieron crear un grupo, pero no había convencido aun a nadie más que a su primo cuando la detuvieron. Reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.


1 comentario:

  1. LAS TRECE ROSAS ROJAS

    En calle de Coloreros,
    a espaldas de San Ginés,
    la tragedia se gestaba
    y las Rosas no la ven.

    Las jóvenes comunistas
    ( y Blanca Brisac no lo es),
    agosto del treintainueve,
    aherrojadas se ven.

    Van cayendo escalonadas
    cuando las van delatando,
    cediendo ante las torturas,
    hombres en frentes bregados.

    Martina y Carmen Barrero,
    Pilar y Julia Conesa,
    Ana López, y Virtudes
    y Elena Gil y Adelina.

    Dionisia las acompaña,
    Joaquina entra en la lista,
    Victoria forma en el grupo
    y Luisa cierra la fila.

    Trece son las Trece Rosas
    del agostado jardín,
    de un Madrid de cárcel pútrido
    y un Gólgota por venir.

    Gritos en comisarías,
    siempre en ristre los vergajos,
    la capital de la gloria
    ahora es la del espanto.

    Cuerpos en sangre bañados,
    miembros rotos y tullidos,
    dientes fuera de su base
    y horrores entre suplicios.

    Las Rosas son deshojadas,
    ¡temblad, almas de vencidos!,
    que esta tierra de Caín
    no ha de daros un respiro.

    Silencios espeluznantes,
    insultos, carreras, gritos,
    gemidos, voces de infamia,
    ¿Tú dónde estás?,¡ oh, Dios mío!

    Pasan a todas a Ventas,
    a la cárcel de mujeres,
    viviendo un mundo dantesco
    en hacinamiento envuelto.

    Las acusan de la trama
    y muerte de Gabaldón,
    de formar una conjura
    o un entramado mayor.

    Sin fundamento y sin base,
    sin garante o defensor,
    sin testimonios ni pruebas,
    todos condenados son.

    Los culpables son hallados,
    fusilado con fruición,
    días después del suceso
    que el crimen se perpetró.

    ¿Eran cuatro o eran tres
    los funestos asaltantes,
    que al cometer un atraco
    un infierno desataron?.

    Se abrió la cárcel de Ventas
    y su cancela gimió,
    cuando traspasó la verja
    la muerte en un camión.

    Subieron las Trece Rosas
    y ahora el camión lloró,
    al contactar con su suelo
    de la inocencia el dolor.

    Las Trece Rosas marchitas,
    un cinco de agosto vio
    Madrid cuando despertaba
    sumido en el estupor.

    Osario de la Almudena,
    antesala del horror,
    ten ya dispuesta tu tapia
    y dales tu bendición.

    Alba de un cinco de agosto,
    preludio de un gran calor,
    nimba a las Rosas las frentes
    que hoy acceden ante Dios.

    Puestas las Rosas en fila,
    dando cara al pelotón,
    "¡apunten, disparen, fuego!",
    y el crimen se consumó.

    Trece Rosas de Madrid
    soñando un Madrid mejor,
    vuestra entrega no fue vana
    pues el rosal floreció.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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