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POEMAS, CUENTOS Y ESCRITOS REVOLUCIONARIOS DE DANIEL FERNÁNDEZ ABELLA is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License. Para utilizar primero y siempre sin ánimo de lucro ha de consultar al autor. Daniel Fernández Abella todos los derechos reservados.

lunes, 31 de marzo de 2025

LA EUROPA DEL CENTRO Y EL SUR DE LA BAJA EDAD MODERNA

El absolutismo ilustrado
 
La actuación de diversos príncipes europeos en la segunda mitad del siglo XVIII se inscribe dentro de la corriente del “absolutismo ilustrado”, resumido en el impulso de reformas que pretendían al mismo tiempo la mejora económica y social de sus territorios y el reforzamiento de su poder. Este deseo de modernizar rápidamente el territorio supuso que los países más avanzados (Gran Bretaña, Francia y las Provincias Unidas), quedaran al margen, al haber aplicado dichas reformas ya con anterioridad. Muchos ilustrados consideraban que la única forma de realizar reformas profundas era por medio del poder real, que debía ser reforzado en el sentido absolutista. Y a su vez, los monarcas del absolutismo ilustrado se rodearon de destacados representantes de la Ilustración para impulsar dichas reformas. Una relación de conveniencia entre teóricos contrarios.


Objetivos del absolutismo ilustrado
  • Incremento y centralización del poder real, con una mayor burocracia, que amplía su eficacia en todo el reino.
  • Aumento del prestigio internacional de la dinastía.
  • Incremento de los ingresos de la Hacienda real, reorganizando la fiscalidad y haciéndola más eficaz.
  • Reordenación y clarificación de la justicia, incluyendo la recopilación y modificación de códigos para hacer la justicia más dependiente del soberano y mejorar su aplicación a los súbditos.
  • Estímulo de la actividad económica, removiendo obstáculos que impidan el crecimiento (restricciones a la circulación, propiedad en manos muertas, etc.).
  • Promoción de la educación, la ciencia y la cultura.
  • Secularización de la sociedad y la enseñanza, para superar viejas intolerancias religiosas.
Especialmente importante era el regalismo dentro del ataque a los privilegios de la Iglesia. Los monarcas ilustrados (incluso los católicos convencidos como Carlos III y María Teresa de Austria) toleraban mal que la Iglesia de sus territorios dependiera de una instancia exterior como el papado. Además, se conseguía así aumentar el patrimonio y los ingresos de la corona, clarificar y simplificar la estructura jurídica, reordenar la propiedad de la tierra y lograr la laicización de la cultura.
 
También los privilegios de la nobleza eran un límite al poder de los monarcas y un obstáculo para las reformas de la propiedad de la tierra que proyectaban los ilustrados. Pero aquí las resistencias fueron mayores que en el caso de la Iglesia, por lo que muchas de estas reformas no pudieron ponerse en práctica, lo que es un síntoma de los límites del absolutismo ilustrado, que en realidad nunca pretendió cambiar en profundidad las estructuras del Antiguo Régimen. Tradicionalmente se ha señalado que el absolutismo ilustrado coincide con la fase de madurez de la ilustración. Su inicio se situaría en 1740, fecha en que accedieron al trono dos de sus principales representantes:
  • Federico II de Prusia y María Teresa de Austria, y su final en 1790, año de la muerte del hijo de ésta, José II, cuando se inició la Revolución Francesa que alertaría a los gobernantes europeos sobre el peligro de las ideas ilustradas, interrumpiendo bruscamente el tiempo de las reformas.
  • Aparte de Federico II y María Teresa de Austria, otros destacados representantes del absolutismo ilustrado fueron Catalina II de Rusia, el rey de España Carlos III o el gran duque de Toscana Pedro Leopoldo, a los que podríamos unir una amplia serie de soberanos y gobernantes que ponen en práctica medidas reformistas basadas en la ilustración.
Las Provincias Unidas
 
A la muerte de Guillermo III de Orange en 1702, se inició un enfrentamiento entre los partidarios del régimen republicano y los defensores de la dinastía Orange. El republicanismo se impuso durante 45 años, pero siempre con la presión orangista presente. Solo Frisia le reconoció como estatúder, por lo que se impuso el republicanismo, con el poder en manos de una oligarquía burguesa encabezada por el gran pensionario Antonio Heinsius.
 
Dicha presión hizo que cuando durante la Guerra de los Sucesión de Austria las Provincias Unidas fueran invadidas por el ejército francés (1747), se produjera una reacción nacional, apoyada por Gran Bretaña, que aupó a Guillermo IV (1747-51) al poder como estatúder. A su muerte, su hijo, Guillermo V (1751-95), era menor de edad → regencia, primero de su madre Ana de Hannover y después de su preceptor Ernesto de Brunswick, hasta su mayoría de edad en 1766.

Guillermo IV (1747-51)


Guillermo V contaba con el apoyo de Gran Bretaña (nieto de Jorge II) y Prusia (sobrino de Federico II), pero con el tiempo fue creciendo la oposición republicana, inspirada en el federalismo norteamericano. Este movimiento patriótico fue sobre todo respaldado por la baja burguesía. Los patriotas organizaron corporaciones libres de burgueses para acabar con los gobiernos municipales orangistas y en muchos municipios se abolieron los derechos del estatúder. En una reunión de la Federación Nacional de todas las corporaciones libres, celebrada en Utrecht en 1786, se llegó incluso a discutir el establecimiento de una asamblea representativa de todo el pueblo de los Países Bajos. Los patriotas organizaron milicias y se pidió ayuda a Francia. En 1787 muchas ciudades se levantaron contra Guillermo V, lo que propició la intervención del ejército prusiano, apoyado navalmente por Gran Bretaña → La autoridad de Guillermo V fue restablecida, dado que Francia no pudo intervenir en el conflicto, agobiada por sus propios problemas. Sin embargo, en 1795 la Francia revolucionaria, invadirá las Provincias Unidas y creará en ellas la República Bátava, en la práctica un estado vasallo de Francia.

Guillermo V

Esta debilidad política contrastaba con su economía. Tras un inicio de siglo complicado, con enormes gastos bélicos que llevaron a la suspensión de pagos en 1715, y pese a que habían perdido el protagonismo mercantil y que sus manufacturas tampoco presentaban el vigor de antaño, la evolucionada economía neerlandesa volvería a ocupar un lugar destacado, con las finanzas como sector más importante: las Provincias Unidas prestaban dinero a buena parte de Europa, incluyendo una importante participación en la deuda nacional británica.

Por último, en las Provincias Unidas existía una mayor libertad política que en otros países europeos, con una prensa abundante y una actitud bastante más permisiva hacia el debate político e ideológico.
 
El auge de Prusia
 
La monarquía prusiana comienza en 1701, cuando el margrave elector de Brandeburgo y duque de Prusia, Federico I (1688-1713), se convierte por concesión imperial en Rey de Prusia. Se trataba de una monarquía de agregación, fruto de la incorporación de territorios de forma sucesiva y que irán incrementándose hasta que en el s. XIX Prusia logrará la unificación de Alemania. Las señas de identidad del reino de Prusia (centralización del poder y la administración y fuerza militar) se ponen de manifiesto con el sucesor de Federico I, Federico Guillermo I (1713-40). La propia estructura social se fue adaptando progresivamente al modelo de monarquía militar, donde el ejército era el elemento fundamental para la integración de los diversos territorios de la monarquía. Reformó el ejército (con oficiales procedentes de la nobleza), la Hacienda (duplicando los ingresos de la corona) y la
administración, para reforzar el poder central. Se creó un amplio cuerpo burocrático, bien formado y dependiente directamente del poder real. Dos instituciones se encargaban del Gobierno, la Comisaría General De Guerra, creada en 1674, y el Directorio General De Finanzas, instituido en 1713
.
Federico Guillermo I (1713-40)

A partir de 1723 el órgano clave de gobierno en Prusia es el Directorio General y Supremo de Hacienda, Guerra y Dominios (Generaldirektorium), un auténtico consejo de gobierno bajo la dirección del monarca. Lo componía 6 departamentos que se dividían las provincias, encabezado cada uno de ellos por un ministro, y un número indeterminado de consejeros que llegó a alcanzar las dos decenas. No obstante, los Asuntos Exteriores y la justicia formarían departamentos distintos, separados del Directorio en tiempos de Federico Guillermo I. El gobierno se situó en Berlín y extendía su poder a las restantes provincias de la monarquía, en buena medida gracias a las cámaras provinciales de guerra y dominios, que tenían importantes competencias gubernativas y judiciales y dependían fuertemente de Berlín.
 
En materia económica aplicó doctrinas mercantilistas, a la vez que favoreció la agricultura mediante nuevas roturaciones y la migración a Prusia oriental de más de 20.000 protestantes expulsados por el obispo de Salzburgo.
 
La economía experimentó un fuerte crecimiento durante su reinado.
  • El apogeo de Prusia con Federico II (1740-86)
Uno de los máximos exponentes del absolutismo ilustrado (por sus tintes autocráticos se podría hablar de despotismo ilustrado). Heredó una estructura institucional sólida, que apenas tuvo que modificar. El órgano principal del Gobierno continuó siendo Directorio General y Supremo de Hacienda Guerra y Dominios, cuyos departamentos se incrementaron, sobre todo por la creación de una serie de ellos dedicados a las diversas actividades económicas (Comercio e Industria, correos, minas, montes), así como otros para el territorio recién conquistado de Silesia o la administración militar. Mejoró el funcionamiento de la administración y de la fiscalidad, pasando los ingresos de los 7 a los 18 millones de taleros. En el campo de las reformas propiamente ilustradas destacan la eliminación de la tortura y la pena de muerte. Impulsó un amplio proyecto de codificación, que culminaría con el nuevo Código Civil
de 1794. Aplicó el principio de libertad religiosa, lo que permitió la presencia de gente de distintas confesiones en sus reinos. Además, trató de reducir las discriminaciones hacia los judíos. Aunque impulsó la extensión de la enseñanza, teóricamente obligatoria hasta los 13 años en 1763, faltaron los maestros necesarios para ponerla en práctica.

Federico II (1740-86)

La universidad tuvo un importante auge, pero en los campos de la opinión o la prensa puso el límite de la crítica a su poder y a su obra de gobierno. No pudo mejorar la situación de los siervos, ya que no pudo implementar las medidas a favor del campesinado por la presión de los grandes terratenientes (junkers).

Durante su reinado se vivió un fuerte crecimiento económico, favorecido por su protección de la agricultura y su política mercantilista. Favoreció las manufacturas de lujo (porcelana, seda, terciopelo), las minas de carbón y de hierro y la metalurgia. Mejoró las infraestructuras (canales) y redujo al mínimo las barreras internas para favorecer el comercio interior. En 1765 creó un banco nacional, con el Banco de Inglaterra como modelo. También intensificó la colonización interior de sus territorios (incrementados con la conquista de Silesia, 1740), especialmente en el este.
 
A su muerte le sucedió su sobrino Federico Guillermo II (1786-97). Continuó la política expansiva de sus antecesores gracias a los repartos de Polonia, pero no mantuvo el absolutismo ilustrado de sus predecesores, sino una política de ortodoxia cristiana, contraria a la Ilustración.

 
Austria y la Monarquía de los Habsburgo
 
La monarquía austriaca del s. XVIII es la más compleja de todas las monarquías de agregación europeas. Los estados patrimoniales de los Habsburgo, más Bohemia y Hungría y los territorios en Italia y Países Bajos, obtenidos tras la paz de Utrecht, conformaban un imperio extenso, variado y disperso, donde no era fácil construir estructuras de gobierno eficaces. Especialmente en Hungría, cuyos derechos y libertades debió respetar el emperador.
  • Carlos VI (1711-1740)
El gran problema de los Habsburgo volvía a ser la falta de sucesores masculinos. Cuando el archiduque Carlos fue nombrado emperador como Carlos VI, promulgó la Pragmática Sanción en 1713, a fin de beneficiar a su propia descendencia. Consiguió el respaldo de todas las dietas para proteger los derechos sucesorios de su hija mayor María Teresa, nacida en 1717.
 
Carlos VI mantuvo las instituciones centrales heredadas, pero se apoyó sobre todo en una Conferencia Privada, más restringida que el Consejo Privado. Creó además consejos y secretarías para los territorios que llegó a controlar en España, Italia y Países Bajos. En sus años finales hubo de hacer frente de nuevo a otra revuelta de la inestable Hungría (1737-1739), dirigida hasta su muerte en 1738 por José Rákóczi, hijo de Ferenc, líder de la guerra de independencia húngara de 1703-1711. El resultado final, con la Paz de Belgrado, supuso para el emperador un retroceso en los Balcanes.

Carlos VI (1711-1740)
  • María Teresa I (1740-1765)
Superó hábilmente las dificultades vinculadas a su herencia. Consiguió el apoyo de los húngaros y se convertiría en uno de los modelos más típicos del absolutismo ilustrado, cuyas prácticas usó para aumentar su autoridad y fortalecer sus estados. Sus primeras reformas se realizaron en los territorios patrimoniales de los Habsburgo y en Bohemia, núcleo de su poder. Centralizó las competencias judiciales en una Magistratura Suprema, la política exterior en una Cancillería Estatal, y las cuestiones militares las mantuvo en el ya existente Consejo de Guerra. El resto de la administración quedaba bajo el Directorio, con amplísimas competencias de gobierno interior, junto con las diputaciones y las divisiones territoriales (kreise), dirigidas por nobles locales.
 
Creó un cuerpo burocrático dependiente de la corona, que reemplazó a los estamentos en tareas tan importantes como la recaudación de impuestos o el reclutamiento, haciendo cada vez más efectiva la presencia del poder real.
 
Así fue creando poco a poco una administración civil, separada de la judicial. La justicia se fue unificando y centralizando, con ayuda de un nuevo Código Penal (1768), que ponía fin a los procesos de brujería, aunque mantenía la tortura.
 
En el plano de la Hacienda se reorganizó la recaudación y se crearon nuevos impuestos, como la contribución sobre la tierra. También introdujo reformas en la educación, como la secularización de la Universidad de Viena y la creación de academias militares y diplomáticas. Su aversión a los judíos le llevó a expulsarlos de Bohemia en 1744, aunque la presión internacional le hizo anular dicha medida en 1748.
 María Teresa I (1740-1765)
  • Regencia de María Teresa I y José II (1765-1780)
En 1765, al morir su esposo Francisco de Lorena, su hijo José II es coronado emperador, por lo que madre e hijo comparten el poder. Se apoyó en Wenzel von Kaunitz, verdadero director del Imperio hasta la muerte de María Teresa. A partir de esa fecha las reformas centralizadoras se aceleran, en un sentido más absolutista, al tiempo que se extienden a más territorios dependientes de la monarquía Habsburgo. Se centraron en los problemas financieros,administrativos y militares producidos por la Guerra de los Siete Años.

En economía se aplicaron medidas mercantilistas, de apoyo a la producción y al comercio, complementadas con mejoras en las comunicaciones. Pese a fuertes resistencias, se logró introducir reformas que mejoraban la situación del campesinado con la intención de impulsar la agricultura.
Para vencer el principal obstáculo a la reforma, la resistencia de la Iglesia, se iniciaron en estos años las medidas regalistas, donde se ve la influencia de José II. En 1768 se impuso una contribución al clero y más adelante fueron desamortizados algunos bienes de monasterios y conventos. La supresión de la Compañía de Jesús en 1773, aparte de ser un símbolo de la subordinación de la Iglesia al Estado, formaba parte del programa de reforma de la educación: la Corona se hizo cargo de los niveles básicos de la enseñanza y potenció la enseñanza universitaria, que estaba en manos de los jesuitas.
  • José II (1780-90)
María Teresa muere en 1780 → reinado en solitario de José II, que dota a la política reformista de un tono muy ilustrado, más laico y anticlerical (se ha llegado a hablar de “josefismo”, como una variante peculiar del regalismo). Influido por el febronianismo, deseaba una Iglesia nacional al servicio de los intereses dinásticos de una monarquía de derecho divino. Por ello gobernó la Iglesia de sus territorios como si de un Papa se tratase. Así trató de convertir obispos y párrocos en dependientes del poder real, al tiempo que subordinaba los seminarios a las universidades.
 
Decretó la libertad de culto, eliminó las órdenes contemplativas, redujo el clero regular, etc. En el campo del ceremonial y la religiosidad popular también introdujo novedades, como la supresión
de las procesiones, las cofradías religiosas y las peregrinaciones. Permitió que el matrimonio fuera validado por autoridades civiles y permitió el divorcio. Abolió la Inquisición y la censura eclesiástica sobre la prensa y la imprenta, además de dictar una ley de tolerancia religiosa, que beneficiaba a luteranos y judíos. Se asumió la enseñanza a cargo de la Corona en 1783, lo que fue otro golpe al dominio de la Iglesia en este campo → Alejamiento de la Iglesia.
 
Fusionó organismos, a fin de lograr una mayor centralización y reducir gastos. Impuso progresivamente el uso del alemán. Dividió el territorio en distritos bajo el mando de gobernadores nombrados por él mismo. Fue revolucionario en el campo del derecho penal: nuevo Código Penal de 1787, que limitaba la pena de muerte y abolía la tortura.
 
Intentó repartir la fiscalidad de forma más equilibrada, para lo que realizó un censo y un catastro; acabó con exenciones de la nobleza y los diezmos y abolió la servidumbre en Hungría (1785).
 
Pese a tal cantidad de reformas, al final de su reinado se estaban produciendo revueltas en diversos territorios de su reino, además de un intento de reparto de Austria entre Prusia, Turquía y Polonia, que fue abortado por la intervención de Gran Bretaña.

 José II (1780-90)
  • Leopoldo II (1790-92) y Francisco II (1792-1806)
Ante la resistencia a las importantes reformas “josefinas” y la reacción anti-ilustrada que provocó la Revolución Francesa, su hermano y sucesor Leopoldo II hubo de negociar con los estamentos y moderar las reformas, suprimiéndose muchas de las medidas del absolutismo ilustrado “josefino”. El sistema fiscal volvió a los tiempos de María Teresa y se restableció la servidumbre. A Leopoldo II le sucederá su hijo Francisco II, que será el último emperador del Sacro Imperio, pasando a ser Francisco I, primer emperador de Austria (1804-35).

Leopoldo II (1790-92) y Francisco II (1792-1806)

Los territorios italianos
 
La Italia del s. XVIII fue, especialmente en la 1ª mitad de siglo, el reflejo de los intereses y acuerdos de las grandes potencias europeas, definiendo los tratados entre ellas el mapa italiano:
  • Guerra de Sucesión de España (Tratado de Rastadt, 1714): Italia bajo influencia austriaca.
  • Guerra de Sucesión de Polonia (Tratado de Viena, 1738): se ratificó la presencia de Carlos de Borbón (futuro Carlos III) en Nápoles y Sicilia.
Tras la paz de Aquisgrán (1748), la segunda mitad de siglo fue de relativa tranquilidad, rota por las secuelas de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas. Las políticas internas de los estados italianos fueron muy diversas: el Piamonte desarrolló un modelo absolutista y centralizador; Venecia, Génova y los Estados Pontificios cayeron en una decadencia fruto de su inmovilismo; la Lombardía austriaca, el Nápoles borbónico y la Toscana bajo los Lorena participaron del reformismo ilustrado.
  • Las Dos Sicilias y el reformismo borbónico
Durante el corto dominio austriaco (1713-34), el Reino de Nápoles asistió a un fuerte regalismo.
Tras la Guerra de Sucesión de Polonia renació el reino de las Dos Sicilias, gobernado por Carlos de Borbón (1734- 82), hijo de Felipe V y futuro Carlos III de España. Este monarca ilustrado llevó a cabo una amplia política reformista.
 
Contó a su favor con una coyuntura económica favorable y una buena acogida de sus súbditos, descontentos con las imposiciones fiscales de los austriacos. Sus reformas buscaban imponer la superioridad política e institucional del monarca, recortando para ello poderes de los barones, la nobleza togada y la Iglesia. Para ello suprimió el poderoso Consejo Colateral y lo sustituyó por una Junta de Gabinete y varias secretarías, siguiendo el modelo de su padre Felipe V en España. De acuerdo con las doctrinas mercantiles creó una Junta de Comercio en 1735 y en 1739 instituyó el Magistrado de Comercio, tribunal con amplias competencias en materias económicas (no sólo mercantiles). También reformó la jurisdicción feudal y reorganizó la hacienda. Impulsó la actividad manufacturera, como las fábricas de seda, porcelana, cristales y espejos, arcabuces, etc. En 1737 inició un catastro general.
 
Con su acceso al trono de España como Carlos III en 1759 se inició el larguísimo reinado de su hijo Fernando IV (1759-1825), claramente continuista hasta 1776 con las reformas administrativas y legislativas, al tiempo que luchaba contra los privilegios feudales y eclesiásticos, aunque con resultados poco satisfactorios.
Carlos III

En Sicilia el virrey Caracciolo, hombre fuerte a partir de 1776, no consiguió impulsar las reformas de forma satisfactoria, aunque limitó la jurisdicción señorial y trató de elaborar un catastro, que no llegó a concluirse.
 
El regalismo napolitano era conocido como “jurisdiccionalismo” y destacó por su gran fuerza, ya que arranca desde finales del s. XVII, y por tanto ya presente en época austriaca, hasta desarrollarse completamente en la época de la plena Ilustración. Este jurisdiccionalismo se plasma sobre todo en conflictos y tensiones con Roma. En 1741 Carlos de Borbón y el Papa Benedicto XIV firmaron un concordato, que confería al rey de Nápoles derechos fiscales y jurisdiccionales sobre la Iglesia y que era preludio de la supresión de la Inquisición romana en este reino en 1746.
 
Fernando IV también tuvo tensiones con la Iglesia, como la expulsión de los jesuitas y la expropiación de muchos de sus bienes en 1767. También intentó reformar la enseñanza mediante la creación de escuelas públicas. Quizá el punto culminante de la política regalista se dio en 1789, cuando se suprimió la chinea, la ofrenda simbólica que reconocía la dependencia feudal de Nápoles respecto a Roma.
 
Pese a todo lo anterior el balance de las reformas fue escaso y ambos reinos permanecieron en su retraso casi feudal, debido a la resistencia de los grupos poderosos: Iglesia, nobleza, señores feudales. Los avances se debieron más a las nuevas fuerzas sociales (burguesía, letrados, intelectuales) que a la propia dinastía borbónica. Al estallar la Revolución Francesa, los Borbones napolitanos también abandonaron la política reformadora.


 
El reformismo en Milán y Toscana
 
Durante los reinados de María Teresa y José II tanto la Lombardía austríaca como la Toscana sufrirán un intensísimo proceso de reforma, gracias a la existencia de ciertos grupos sociales abiertos al cambio a partir del ideal ilustrado,convirtiéndose en la zona más dinámica y desarrollada de la península.
  • El ducado de Milán
En el ducado de Milán el reformismo fue más eficaz y prolongado, también con un fuerte componente regalista, que se fue intensificando y llegó al máximo con la incorporación al poder de José II. El norte de Italia se convirtió en un campo de pruebas de muchas de las medidas de José II, especialmente las relativas a la Iglesia y a la religión, y que después aplicaría a sus territorios austriacos. Se intentó realizar un catastro para establecer una fiscalidad más justa, pero la fuerte oposición, especialmente por parte de la Iglesia, frenó el proyecto. Se suprimieron monasterios(apropiándose la Corona de sus bienes).También en línea con la Ilustración se procedió a la abolición de gremios,a la supresión de aduanas interiores, a la abolición del Senado (1786) y a la división del ducado en 8 intendencias.
 
A la muerte de José II, al igual que pasó en otros territorios, la mayoría de estas reformas fueron anuladas.
  • El ducado de Toscana
Las principales reformas fueron las llevadas a cabo por Pietro Leopoldo (1765-90), futuro Leopoldo II de Austria tras la muerte de su hermano José II. Estimuló la producción agrícola con medidas como la liberalización del comercio de granos en 1767 o la entrega a los aparceros de las tierras pertenecientes a la corona, a cambio de un canon anual. En 1770 inició la supresión gradual de los gremios y posteriormente abolió las aduanas interiores. Su colaborador Giulio Rucellai fue el principal artífice de la política regalista, que se plasmó en medidas como la abolición del derecho de asilo en sagrado, el cierre del Tribunal del Santo Oficio y la supresión de la nunciatura en Florencia. En 1786 se publicó el nuevo Código Penal, que suprimía la tortura, la pena de muerte y la confiscación de bienes a los condenados. En cambio, el proyecto de redactar una nueva constitución que implicaba la separación
de poderes se quedó en un simple proyecto. Ya en 1790, cuando Leopoldo partía hacia Viena, se manifestaba un fuerte descontento popular hacia muchas de sus medidas.
 
 Los ducados de Parma, Piacenza y Guastalla
 
Atribuidos a Felipe de Borbón (1748-65), destacó en ellos el regalismo impulsado por el francés Dutillot (1756-71), uno de los más marcados de Europa en la década de 1760. En 1765 se tasaron muchas de las propiedades eclesiásticas → recorte en la inmunidad fiscal del clero. En 1768 se prohibió la apelación a tribunales extranjeros (es decir, a Roma) y se expulsó a los jesuitas → reforma educativa → Roma anuló los edictos en materia eclesiástica, reafirmó el origen pontificio del ducado y amenazó con excomuniones. Dutillot respondió confiscando bienes de congregaciones religiosas y suprimiendo la Inquisición (1769). El nuevo duque, Fernando I (1765-1802), destituyó a Dutillot y se reconcilió con Roma (1771), al tiempo que retrocedió en muchas de las medidas regalistas de los años anteriores.

El reino de Piamonte
 
Construido a raíz del tratado de Utrecht como una fórmula de estado-barrera entre austríacos y borbones. Su base era el reino de Saboya, más Monferrato, Cerdeña (tras ser permutada en 1718 por Sicilia), parte de Lombardía y Niza → gran heterogeneidad, con nobleza y clero poderosos.
  • Víctor Amadeo II (1675-1730)
Las reformas centralizadoras bajo un modelo absolutista ya venían produciéndose desde el s. XVII, sobre todo con Víctor Amadeo II, que durante la Guerra de Sucesión española consiguió el título de rey de Saboya (era duque), que le será de gran ayuda a la hora de impulsar sus reformas. Creó nuevos consejos de gobierno y reforzó las competencias de los intendentes, que extendió a los nuevos territorios incorporados de Monferrato y Cerdeña. También promovió la codificación de leyes en las llamadas constituciones piamontesas (1723-29), a la vez que suprimía la venta de los cargos de justicia. Reformó los estudios universitarios, lo que le llevó a enfrentarse a las órdenes religiosas, que dominaban hasta entonces la universidad. Además de reforzar su poder, las reformas hicieron del reino uno de los mejor administrados de Europa: burocracia eficaz y obediente, ejército poderoso y clero sumiso.
Víctor Amadeo II (1675-1730)


  •  Carlos Manuel III (1730-73)
Intentó culminar el proceso centralizador iniciado en 1713, con Battista Bogino como máximo exponente del reformismo. Se reorganizó la administración local (reforzando el papel de los intendentes) y se inició un catastro. Decretó la abolición de la feudalidad en Saboya (1771). Desde 1759 se ocupó de la reorganización de Cerdeña.

Carlos Manuel III (1730-73)
  • Víctor Amadeo III (1773-96)
Continuó la política reformista de su padre, pese a la desaparición de Bogino, y en 1783 fundó la Academia de Ciencias de Turín (tendencia a la tolerancia intelectual). En definitiva, estabilidad gracias a la eficacia administrativa y la creciente convergencia de la sociedad a los ideales de la Corona.

Víctor Amadeo III (1773-96)

Inmovilismo y decadencia: Venecia y Génova. Los Estados Pontificios
 
Apenas puede hablarse de reformismo ilustrado en las repúblicas oligárquicas de Venecia y Génova (petrificación política y estancamiento económico), ni en los Estados Pontificios
  • Venecia
Seguía gobernada por una oligarquía encerrada en sí misma y refractaria a cualquier reforma que pusiera en peligro sus privilegios → descontento de los sectores aristocráticos y burgueses excluidos del poder. Pero la clave de su retraso y anquilosamiento estuvo en la crisis de su sistema comercial, quedando su papel reducido al ámbito regional, bajo la tutela de los Habsburgo, pese a cierto desarrollo de la marina mercante a partir de 1780.
 
En referencia con lo ilustrado, lo más destacado es el regalismo, que contaba con importantes precedentes. Se logró reducir las competencias de la Inquisición romana o suprimir algunos conventos. En el terreno económico se liberalizó la exportación de cereales en 1754 o el desarrollo de la marina mercante en los años ochenta, que no frenó su decadencia en el comercio internacional a la que se unía el malestar de sectores burgueses excluidos del poder político.
  • Génova
Más tradicional aún fue la política de Génova, donde el descontento popular condujo a la insurrección de 1746, tras una breve ocupación austríaca. La situación continuó sin cambios, agudizando el malestar de territorios como Córcega, que se encontraba en situación de permanente rebeldía desde 1729, hecho este que llevó al Senado genovés a vendérsela a Francia en 1768.
 
Sin embargo, pudo mantener cierto vigor comercial y financiero → ascenso de grupos burgueses y la nobleza media, partidarios de reformas de tipo ilustrado en la vida institucional.
  • Los Estados Pontificios
El poder del Papado experimentó un claro retroceso en el s. XVIII, debido a la política regalista seguida por numerosos príncipes católicos, las críticas del pensamiento ilustrado, el avance de la descristianización o la crisis financiera por el descenso del dinero que los papas recibían de los países católicos. Ello alentó las tensiones separatistas en el interior de los Estados Pontificios (especialmente Bolonia). Estas tensiones se agudizaron por el efecto negativo de las campañas militares de las guerras de la primera mitad del s. XVIII.
 
Durante los pontificados de Clemente XII (1730-40), Benedicto XIV (1740-58) y Pío VI (1775-79) se llevó a cabo una política de reformismo político y económico, se mejoraron las comunicaciones y el comercio, se intentó establecer cauces de entendimiento con soberanos católicos, por medio de concordatos, y se inició la elaboración de un catastro de propiedades.
 
La España de los Borbones
  • Felipe V (1700-46)
La llegada al poder de los Borbones con Felipe V propició reformas tanto en la estructura constitucional del reino como en su forma de gobierno, de inspiración francesa → reducir el poder político de la alta nobleza y reordenar el sistema de gobierno, para lograr un incremento del poder real y una mayor centralización.
Felipe V
 
Felipe V debía enfrentar la costumbre de los reinos y territorios de la monarquía de agregación de mantener sus instituciones, leyes y personalidad constitucional, pero la sublevación de parte de los territorios de la corona de Aragón le dio una oportunidad perfecta para la centralización → Promulgación de decretos de Nueva Planta entre 1707 y 1716, que abolían las constituciones y privilegios de los territorios de Aragón, culpables de delito de lesa majestad, a medida que se iban reconquistando. Se fueron creando nuevos organismos de gobierno, dependientes del poder real, a la vez que se abolían los ordenamientos jurídicos particulares, a excepción del derecho civil catalán,
imponiéndose las leyes de Castilla. Se creó un nuevo impuesto a imagen de las rentas provinciales de Castilla, se suprimieron las aduanas entre Castilla y Aragón → incremento de las exportaciones catalanas y valencianas a Castilla. La presencia de los comerciantes catalanes fue tal que en 1783 lograrían quebrar el monopolio madrileño de los 5 gremios mayores. Asimismo, la Nueva Planta facilitó a los súbditos de la corona de Aragón el acceso al comercio con América, que alcanzó en el siglo XVIII su fase de mayor rentabilidad. Sólo Navarra y las provincias vascas, leales, mantendrán sus privilegios y particularidades.

Se creó un Consejo de Gabinete, inspirado en el Conseil d’en haut y formado por un reducido grupo de personas que dirigían el gobierno. Fue perdiendo importancia frente a una serie de secretarías de estado, antecedente remoto de los futuros ministerios, siendo cinco las principales: Estado, Guerra, Marina e Indias, Hacienda y Justicia. El único consejo que sobrevivió fue el de Castilla, que extendió su poder a la corona de Aragón, y que contaba con amplias competencias en el gobierno interior y en la administración de justicia. Las Cortes de Castilla también se extendieron a Aragón, pero su importancia fue irrelevante. Etapa de mejora económica, basada en el mercantilismo, y de reconstrucción militar y naval; pero las continuas guerras dejaron la Hacienda en situación precaria.
  • Fernando VI (1746-59)
La paz y la mejora de la Hacienda permitieron poner en marcha una serie de proyectos, protagonizados por el marqués de la Ensenada. Se impulsó la reconstrucción naval y la construcción de canales y caminos. El principal proyecto fue el intento de sustituir las rentas provinciales de Castilla por un impuesto único proporcional a la riqueza, a imagen del introducido en Aragón. Para ello se realizó el llamado Catastro del marqués de la Ensenada (1749- 59), para conocer la población y la estructura económica de Castilla. El proyecto fiscal fracasó por las resistencias, pero proporcionó una valiosísima información sobre Castilla. En 1753 se firmó un concordato con Roma, que ponía fin a los conflictos regalistas anteriores a cambio del reconocimiento del patronato universal al rey de España.

Fernando VI (1746-59)
  • Carlos III (1759-88)
Culminación del absolutismo ilustrado en España. En la cúspide del poder comenzaron a aparecer una serie de juntas o reuniones de los secretarios de Estado y del despacho, cuya importancia progresiva llevó a la creación de la efímera Junta Suprema de Estado 1787-1792, que encabezaría el Conde de Floridablanca. Cuando el Conde de Aranda le sustituyó como secretario de Estado, la Junta fue suprimida y el decaído Consejo de Estado se convirtió en la principal institución de la monarquía. Su política reformista, cuya principal instancia impulsora fue el Consejo de Castilla, abarcó múltiples campos: ejército, economía, educación o el sistema de valores sociales. Gobernantes ilustrados, como los condes de Campomanes y de Aranda o Jovellanos trataron de conseguir con el impulso de muchas reformas el progreso económico y social, respaldado por una minoría social reformista, agrupada en las
llamadas sociedades económicas de amigos del país.
 
En economía se realizó una política mercantilista, con proyectos de reforma agraria, repoblaciones, el ataque a los privilegios de la Mesta, la libertad de comercio interior de granos, construcción de canales y caminos, el establecimiento de manufacturas reales, la protección de los artesanos o la erosión del sistema gremial. Se creó el Banco de San Carlos, primer banco nacional (1782).
 
En lo social se tendió a limitar el poder de los estamentos privilegiados, favoreciendo un cambio en los valores sociales. En este sentido merece la pena referirse a la tímida política de incorporación de señoríos a la corona o a la más decidida encaminada a disminuir las atribuciones jurisdiccionales de los señores y evitar abusos.

En lo que a la Iglesia se refiere, siguió la política regalista. Se expulsó a los jesuitas y se trató de controlar la Inquisición, mermando progresivamente sus atribuciones. La expulsión de los jesuitas, que dominaban la enseñanza en los colegios mayores, hizo posible la apropiación de sus bienes por la corona. En la senda regalista de sus antecesores, Carlos III confirmó unilateralmente el exequator o pase regio en 1768, imprescindible para la ejecución de las disposiciones pontificias.
 
Pese a todo lo anterior, y a la mejora económica apoyada en la coyuntura positiva, muchas de las iniciativas reformistas no fueron eficaces o simplemente no pasaron de ser proyectos. Al morir Carlos III seguían vigentes todas las instituciones que habían denunciado los ilustrados (Mesta, Inquisición, señoríos, mayorazgos, privilegios estamentales, etc.). El ataque a los estamentos privilegiados, por tímido que fuera, acabó generando reacciones que provocaron el fracaso de las iniciativas reformistas, como el famoso motín de Esquilache (1766), promovido por aristócratas descontentos. Se inició una división política en dos: partidarios y enemigos de las reformas ilustradas.

Carlos III (1759-88)
  • Carlos IV (1788-1808)
El estallido de la Revolución Francesa puso en cuestión el sentido de la ideología ilustrada → fuerte reacción contra sus presuntos excesos. Los propios impulsores, como Floridablanca, dieron marcha atrás, alarmados por lo que pasaba en Francia. Así, Carlos IV mantuvo ciertas iniciativas reformistas, como la desamortización de Godoy (1798), pero las guerras, la progresiva dependencia de la Francia revolucionaria, la mala coyuntura económica, el desastroso estado de la Hacienda o la crisis política que provocará la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV → inicio del desmoronamiento del Antiguo Régimen.
Carlos IV (1788-1808)
 
Portugal
  • Pedro II (1683-1706) y Juan V (1706-1750)
A inicios de la Guerra de Sucesión de España, Pedro II cambió su alianza con Luis XIV por otra con Inglaterra (tratado de Methuen, 1703), iniciando así una vinculación de dependencia casi colonial pero que aseguró a Portugal el apoyo inglés en la protección de su imperio.

Pedro II (1683-1706)
 
Juan V se vio favorecido por el oro brasileño, que permitió al monarca avanzar en el absolutismo (sin Cortes entre 1698 y 1820), pero que no se empleó en la modernización de la economía del país. Fue sustituyendo los consejos de gobierno por secretarías de estado, al estilo francés o español, destacando las de Asuntos Del Reino, de Territorios de Ultramar y la de Diplomacia y Guerra. Sus relaciones con Roma fueron tensas, incluyendo una ruptura entre 1728 y 1732.

Juan V (1706-1750)
  • José I (1750-1777)
El absolutismo ilustrado portugués se da en el reinado de José I, con el marqués de Pombal como figura principal.
 
Estricto y duro, trató de impulsar el crecimiento económico en Portugal y en Brasil, para lo que necesitaba reducir el dominio que Gran Bretaña ejercía sobre la economía lusa → reducción del contrabando británico y protección de los intereses de la nobleza terrateniente frente al dominio británico del mercado de vino. Pero acabó perjudicando a muchos pequeños productores y el malestar desembocó en el motín de Oporto (1757), sofocado de modo sangriento por Pombal.

 José I (1750-1777)
 
Enemigo de los jesuitas, con cuyas misiones acabó tras la rebelión guaraní contra el gobierno portugués. En 1758 se produjo un intento de asesinato contra José I, hecho que Pombal aprovechó para ajustar cuentas a sus enemigos → el duque de Aveiro y varios miembros de la familia Távora fueron ajusticiados. Además, inculpó a varios jesuitas y aprovechó para declarar su expulsión en 1759, confiscando todos sus bienes y facilitando la reforma educativa, con reorganización de los planes de estudios y subordinación de la enseñanza al poder civil. Estas agresiones contra la nobleza y contra los jesuitas muestran el régimen de terror que Pombal impuso en Portugal.
 
En los siguientes años se incrementaron las reformas. En 1761 se creó el Erario Regio para centralizar la gestión de la hacienda portuguesa. Se rompen las relaciones con Roma entre los años 1760-69. Se establece la superioridad de los tribunales portugueses sobre los jueces eclesiásticos, a la vez que se reducen las competencias de la Inquisición. Las reformas fueron frenadas por hechos como la Guerra de los Siete Años, las presiones británicas contra los monopolios portugueses o la crisis económica de la década de 1770, provocada por la reducción de la llegada de oro brasileño. Los enemigos de Pombal aprovecharon para acercarse a la heredera del trono y así, a la muerte del rey en 1777, Pombal fue cesado y sometido a un proceso por corrupción y abuso de autoridad, que no llegó a concluir. Con él cayeron muchos de sus colaboradores, se liberó a muchos encarcelados y pudieron regresar al país los exiliados.
 
Con María I (1777-1816) prosiguieron las reformas, si bien a ritmo más pausado. Parte de la obra de Pombal fue desmontada al suprimirse las compañías privilegiadas, pero otras disposiciones siguieron vigentes.
 
 María I (1777-1816)

En los años noventa el futuro Juan VI asumió la regencia por enfermedad mental de la reina y con él volvieron a puestos destacados antiguos colaboradores de Pombal, que rescataron reformas anteriores, como la supresión de bienes en manos muertas y la reforma del sistema penitenciario.

jueves, 27 de marzo de 2025

VIEJAS PALABRAS

Siempre había querido palabras, le encantaban, se había criado con ellas. Las palabras le daban claridad, le aportaban razón y forma. En cambio, yo pensaba que las palabras deformaban los sentimientos, como ocurre con los bastones, al introducirlos en el agua. 

Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpas. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras se dan, se intercambian, se ofrecen, se venden y se inventan. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben y no nos sueltan; Son como las garrapatas: anidan en libros, periódicos, papeles y carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, ordenan, imponen, segregan, eliminan. Son melifluos o ácidos. El mundo funciona con palabras lubricadas con el aceite de la paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz con sus opuestos y enemigos. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa, creyendo que piensa lo que hace. Hay muchas palabras.

Esas palabras se convierten y cristalizan en recuerdos en nuestra mente. ideas que toman forman rompiendo la abstracción, dejando una huella en nuestra memoria, una imagen nítida de nuestro pasado y nuestras vivencias. Hay que saber esperar y recoger, durante toda una vida, posiblemente larga, sentido y dulzura, y luego, justo al final, quizá se puedan escribir quince líneas o diez versos válidos. Porque las letras no son, como la gente cree, sentimientos (que se compran prematuramente), sino experiencias. Para escribir un verso hay que ver muchas ciudades, hombres y cosas, hay que conocer animales, hay que entender el vuelo de los pájaros y el gesto con el que nacen las florecillas por la mañana. Hay que saber recordar senderos en regiones desconocidas, encuentros inesperados y vacaciones largamente esperadas, días de infancia aún indescifrados, padres a los que nos vimos obligados a herir cuando nos trajeron una alegría y no la comprendimos (era una alegría para otra persona), enfermedades infantiles que empezaron así de extrañas, con transformaciones tan profundas y serias, días en habitaciones silenciosas, recogiendo y mañanas en el mar, sobre todo en el mar, en los mares, noches de viaje que pasaron entre ruidos fuertes y volaron junto a las estrellas, y aún no es suficiente. Pensar en todo esto. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, ninguna igual a la otra, de gritos de parto y de puérperas blancas y ligeras que regresan. Pero es necesario haber estado junto a los moribundos, es necesario haber permanecido junto a los muertos en la habitación con la ventana abierta y los ruidos a todo volumen. Y aún así tener recuerdos no basta. Es necesario saber olvidarlos, cuando son demasiados, y tener mucha paciencia para esperar a que regresen. Porque los recuerdos aún no están ahí. Solo cuando se convierten en sangre, mirada y gesto en nosotros, anónimos e indistinguibles de nosotros mismos, solo entonces es posible que en un instante muy raro te alejes de su centro y surja la primera palabra de un verso.

miércoles, 26 de marzo de 2025

FRANCIA, GRAN BRETAÑA Y LOS ESTADOS UNIDOS EN LA BAJA EDAD MODERNA

Francia y Gran Bretaña eran los dos grandes poderes europeos. La primera era el modelo más acabado del absolutismo y la segunda un régimen parlamentario que limitaba el poder real. En común tenían la solidez de sus economías, los intereses coloniales y el comercio mundial, la disputa por el papel hegemónico o la importancia del pensamiento y la cultura ilustrada. En el s. XVIII, Francia se vería abocada a la crisis del Antiguo Régimen y la Revolución, y Gran Bretaña perdería las colonias de Norteamérica y alcanzaría gran estabilidad política, respaldada en lo económico por el inicio de la Revolución Industrial. 

Francia después de Luis XIV 

La Regencia de Felipe de Orléans (1674-1723) 

Luis XIV murió en septiembre de 1715, tras 72 años de reinado. Heredó su biznieto Luis XV (1715-74), de 5 años, dado que tanto su abuelo, el gran delfín, como su padre, el duque de Borgoña (hermano del rey de España Felipe V), y sus dos hermanos mayores, habían muerto. La regencia le correspondió al duque Felipe de Orléans, sobrino del fallecido rey y primero de los príncipes de la sangre, y que consiguió que el Parlamento de París le otorgara plenos poderes. Le enfrentaba a Felipe V la ambición de poder reinar si el joven rey fallecía. 

Felipe de Orleans

En un inicio se apoyó en los descontentos de la política de Luis XIV, la noblesse d’epeé y de robe, trasladó la corte de Versalles a París, y prodigó el lujo y las fiestas, a pesar de la enorme deuda, superior a los 2.300 millones de libras, que causó varias bancarrotas durante la regencia. A instancias del duque de Saint Simon modificó la estructura administrativa, creando un sistema polisinodial, pero en 1718 empezó una regencia más autoritaria e inició la restauración de las secretarías de Luis XIV, acabada en 1723. El año 1718 significó en realidad el paso de una regencia más alegre y permisiva marcada por la relajación de las costumbres, a otra autoritaria, en la que la figura principal fue el abad Guillaume Dubois, secretario de Asuntos Exteriores. 

Dos asuntos enfrentaron al regente con el Parlamento: la lucha contra el jansenismo frente al galicanismo del Parlamento y la quiebra bancaria de John Law. 

Luis XIV había querido acabar con el peligro que representaban los jansenistas y arrancó de Clemente XI la Bula Unigenitus (1713), que condenaba 101 proposiciones de la obra del jansenista Pasquier de Quesnel. Al morir Luis XIV, el Parlamento, de mayoría galicana, se opuso a la bula por considerarla una intromisión del papa en la Iglesia de Francia. La tolerancia inicial del regente cambió, como toda su política, en 1718. En septiembre el papa excomulgó a quienes se opusieran a la bula → aumento de las protestas y petición de un concilio general, ya no solo por parte del Parlamento. La observancia de la bula fue ordenada en agosto de 1720 por declaración real. Las protestas fueron acalladas por el influjo del obispo preceptor de Luis XV André Hercule de Fleury, que hizo de la defensa de la bula una cuestión de principios, considerando a los jansenistas rebeldes frente a la autoridad real. 

Cuando las especulaciones del banquero escocés John Law causaron la quiebra de la Banque Royale en 1720, que causó grandes pérdidas a los inversores y dejó sin resolver la crisis de la deuda, el Parlamento puso fin a la Regencia adelantando la mayoría de edad del monarca. El regente reaccionó desterrando los diputados a Pontoise. La corte regresó a Versalles y Dubois, cardenal desde 1721, fue nombrado primer ministro en agosto de 1722. En octubre se coronó rey a Luis XV. Al morir Dubois en 1723, el duque volvió unos meses a la regencia hasta su muerte en diciembre. 

El reinado personal de Luis XV (1723-74) 

El gobierno de Condé (1723-26) 

El duque de Borbón y príncipe de Condé gobernó durante los primeros años de reinado, aunque el rey mantenía como consejero a su preceptor Fleury. 

  • Gestionó el matrimonio del rey con María Leczinska, hija del ex rey de Polonia Estanislao. 
  • Tomó impopulares decisiones contra la crisis financiera, como crear en 1725 la cinquantième, tributo directo que gravaba en un 2% la producción y las rentas sin excluir a los privilegiados. Su política tuvo resultados favorables, reduciendo la deuda y la carga anual de intereses. 
  • Se recrudeció la persecución a los protestantes → migraciones a las Provincias Unidas o Prusia. 

El gobierno de Fleury (1726-43)

En 1726 el duque de Borbón fue remplazado por Fleury, que dio gran estabilidad política, y aunque no pudo evitar guerras, buscó la paz para poder centrarse en los problemas interiores: 

  • SITUACIÓN DE LA HACIENDA REAL: Controló el gasto y siguió intentando estabilizar la moneda. Suprimió el cinquantième y, más que elevar los impuestos (excepto durante las guerras de sucesión de Polonia y Austria), exigió una mayor contribución a los arrendatarios de estos. Gracias a esto redujo significativamente la deuda. 
  • JANSENISMO Y GALICANISMO: Continuó el enfrentamiento respecto a la bula Unigenitus, que el Parlamento se resistía a registrar como ley del reino. En 1732 Fleury hizo que Luis XV les obligara a registrar una Declaración de Disciplina que restringía el derecho de los parlamentarios a oponerse a las disposiciones reales → El parlamento suspendió su actividad y 139 parlamentarios fueron castigados al exilio a Pontoise → Bloqueo institucional y presión de la opinión pública → El rey suspendió la Declaración de Disciplina. 

Este enfrentamiento parecía un contrasentido, pero el Parlamento utilizaba el galicanismo para reivindicar su papel constitucional frente al absolutismo, mientras la corona persiguió el jansenismo y el galicanismo por las consecuencias que estos podían tener sobre la Iglesia y la sociedad. Otra corriente perseguida fue el richerismo, que extendía la idea de la superioridad colectiva frente la individual, no solo de los concilios frente a los papas sino también de los sínodos diocesanos frente al obispo o las asambleas parroquiales frente a las parroquias → riesgo de que estas ideas se aplicaran al ámbito político. 

Los años de Fleury fueron positivos para la economía francesa, gracias a la fase expansiva de la economía, pero también gracias a la política mercantilista de Philibert d'Orry, que facilitó el auge de las manufacturas y el comercio. 

Fleury (1726-43)

El período sin ministro principal. La época de Madame Pompadour (1743-58)

Tras la muerte de Fleury, Luis XV quiso gobernar personalmente. Los problemas seguían siendo los mismos: 

  • SITUACIÓN DE LA HACIENDA REAL

 Tras la Guerra de Sucesión de Austria, la deuda era de 1200 millones de libras y el déficit anual de 100 millones. Se creó en 1749 el vingtième, que gravaba con un 5% todos los ingresos y rentas, incluido los privilegiados, y que se recuperaría durante la Guerra de los Siete Años en 1756. En su contra se desató una fuerte campaña anticlerical. La corona reaccionó con dureza contra la Asamblea del Clero, que fue disuelta, y contra los Estados del Languedoc y Bretaña, pero acabó cediendo y a finales de 1751 eximió al clero del nuevo tributo. 

  • JANSENISMO Y GALICANISMO

 Continuó el enfrentamiento antijansenista entre Parlamento y magistrados y Corona e Iglesia. La oposición del Parlamento al absolutismo se vio alentada por el auge de la Ilustración. Los obispos trataron de imponer su autoridad a los jansenistas, lo que llevó al Parlamento a publicar en 1753 las Grandes Remonstrances, reivindicando su papel de garante del orden constitucional y se atribuía la representación nacional en ausencia de los Estados Generales no convocados desde 1614 → El rey suspendió su actividad y desterró a los magistrados a Pontoise. 

A su regreso los miembros del Parlamento continuaron sus ataques hacia los obispos antijansenistas → Luis XV impuso en 1755 una ley del silencio sobre la bula Unigenitus, hizo publicar una nueva Declaración de Disciplina que limitaba aún más la capacidad del Parlamento a objetar sus disposiciones y prohibía la huelga de sus magistrados (muchos de los cuales dimitieron), e intentó evitar el Parlamento reforzando el Grand Conseil. Finalmente, el clima de tensión y la necesidad de financiar la guerra llevaron a un acuerdo: el rey suspendió la Declaración de Disciplina a cambio de que los magistrados que habían dimitido volvieran a sus puestos. 

 Madame Pompadour (1743-58)

El gobierno de Choiseul (1758-70)

Étienne François de Choiseul debió afrontar como ministro principal la Guerra de los Siete Años → nuevas tasas incluyendo una tercera vingtième de 1760-63. Sus grandes problemas fueron los ya anteriores: 

  • OPOSICIÓN DEL PARLAMENTO, extendida a la alta magistratura formada por dinastías de noblesse de robe, deseosa de intervenir en la política del reino. La oposición tenía que ver ahora con la fiscalidad. 
  • DIFICULTADES FINANCIERAS, agravadas por la deuda generada por la guerra, que además causó la pérdida de parte de sus colonias. Las iniciativas en el terreno financiero fueron muchas, algunas de ellas en línea con las propuestas de la fisiocracia de crear un impuesto territorial, pero fracasaron en su mayor parte por la oposición a pagar impuestos de los privilegiados, principales propietarios de la tierra, que contaron con frecuencia con el respaldo de los parlamentos. 

El clima antijesuítico, especialmente fuerte entre las mayorías galicanas y jansenistas del Parlamento, dieron lugar en 1762 a la expulsión de los jesuitas de París, decisión imitada por varios parlamentos provinciales → Triunfo de los magistrados frente a la Corona. 

Mientras tanto, el predominio del entorno de la amante del rey, madame Du Barry, debilitaba la posición de Choiseul, una de cuyas últimas gestiones fue el matrimonio del delfín con María Antonieta de Austria, siendo sustituido en 1770 por el duque de Aiguillon, el cual constituyó un triunvirato junto a Maupeou (enemigo de los parlamentos y canciller desde 1768) y el abate Terray (al frente de las finanzas desde 1769), ambos miembros del partido devoto al igual que madame Du Barry.

Choiseul (1758-70)

El Triunvirato (1770-74)

Los años del Triunvirato se caracterizaron por la reacción de la corona contra los parlamentos. En 1770 un nuevo reglamento de disciplina provocó la declaración en huelga del Parlamento de París → disolución de este y otros parlamentos díscolos. Maupeou inició una reforma con la intención de restar poder a estas instituciones, incluyendo la supresión de la Cour d’Aides y el Grand Conseil. 

En la Hacienda, Terray, aplicó también una política autoritaria, logrando una importante reducción del déficit. En la fiscalidad prorrogó las dos vingtièmes y creó algunos impuestos. Su liberalismo económico le llevó a suprimir la Compañía de las Indias Orientales y los bienes comunales. 

Las iniciativas del Triunvirato provocaron muchas críticas y descontentos (despotismo ministerial) → oposición de los magistrados tratando de frenar el absolutismo (como en Inglaterra). 

Luis XVI (1774-93) y el planteamiento de la crisis 

Nieto de Luis XV y último rey del Antiguo Régimen, Luis XVI, tuvo como principal cargo del gobierno al conde Jean￾Frederic de Maurepas, mientras Chales Gravier, conde de Vergennes, se encargaba de los Asuntos Exteriores y el fisiócrata Anne Robert Jacques Turgot de la Hacienda. El reinado comenzó conciliador → suspensión reforma de los parlamentos, siendo restablecidos, aunque con capacidad de huelga y oposición reducidas, debilitados → 1774-87 débil oposición a las iniciativas del gobierno. Los mayores problemas fueron los financieros, sobre todo a partir de 1778, con el inicio de una coyuntura negativa, con graves tensiones sociales. 

La fiscalidad seguía aplicándose básicamente al comercio y las manufacturas y poco a la tierra, a lo que se sumaba la exención de los privilegiados, la desigualdad entre los diversos territorios, las injusticias y abusos en los sistemas de recaudación, todo lo cual no sólo tenía unos efectos sociales negativos, sino que suponía un obstáculo para el crecimiento económico. La mayor recaudación provenía de un tributo directo (taille), seguido de la gabelle, impuesto indirecto sobre el consumo de sal. 

En 1774, Turgot liberalizó el comercio de cereales, pero la coincidencia con una mala cosecha favoreció la especulación → motines en abril de 1775 (“guerra de la harina”), duramente reprimidos. Su propuesta más ambiciosa fue un impuesto territorial pagadero por todos los propietarios rurales, excepto el clero → oposición de los parlamentos y sus enemigos de la corte → su caída en mayo de 1776. Su sucesor, Jacques Necker hubo de hacer frente a los gastos de la guerra de independencia de Norteamérica → créditos, sin nuevos impuestos. Proyectó crear asambleas consultivas provinciales con miembros de representación estamental (idea de que no cabe introducir un impuesto sin representación) inicialmente limitado a Berry (1778) y Guyena (1779); el intento de generalizarlas encontró la oposición del Parlamento de París → Necker presentó su dimisión en mayo de 1781 al no lograr que el rey ampliara sus poderes. 

En 1783, por los gastos de la guerra americana, se impone durante 3 años la tercera vingtième. Se encarga de la Hacienda Charles Alexandre de Calonne, que insiste en establecer un impuesto territorial en especie, liberalizar el comercio de grano o crear asambleas provinciales consultivas de propietarios. Para evitar la oposición del Parlamento recurrió a la Asamblea de Notables, que también rechazó sus propuestas → le sustituye el arzobispo Lomenie de Brienne, que mantuvo las propuestas de su antecesor, volviendo a chocar con la Asamblea de Notables. 

Ante el bloqueo, en agosto de 1787 el Parlamento indicó que sólo los Estados Generales podían corregir las decisiones de la Asamblea, en lo que insistieron cuando el rey les obligó a registrar los nuevos edictos fiscales →Inicio de la revolución de los privilegiados, que implicó a muchos nobles. Finalmente, el 8/8/1788, el rey convocó los Estados Generales para mayo de 1789. Unos días después declaró la bancarrota y volvió a poner a Necker al frente de la Hacienda. 

El endeudamiento de los estados de la época era muy elevado, pero no significa que estuvieran en quiebra ni les impedía nuevas guerras. En 1789 Francia destinaba el 60% de los ingresos a pagar deuda, aunque podía ser soportada al no superar el doble del PIB. Pero el problema estaba en su administración financiera, incoherente e ineficaz, y en el hecho de combinar la crisis financiera con una profunda crisis política. 

La crisis financiera y el desmoronamiento del Antiguo Régimen fueron el resultado de muchos factores: políticos, económicos, sociales, ideológicos, etc. El empeoramiento de la situación política que llevó a la revuelta de los privilegiados, y la mala coyuntura económica desde finales de los 70, contribuyeron a las posteriores propuestas revolucionarias. También influyó la Ilustración, la independencia americana y el aumento de la participación política entorno a la convocatoria de elecciones de los delegados a los Estados Generales de 1789. 

Maria Antonieta y Luis XVI

Gran Bretaña 

Consolidación del parlamentarismo británico 

El reinado de Ana I (1702-14)

A la muerte de Guillermo III subió al trono Ana I, hija del primer matrimonio de Jacobo II, con la que acabo la dinastía Estuardo, ya que ninguno de sus hijos sobrevivió. 

En 1707, los parlamentos británico y escocés firmaron sendos Acts of Union → unión política, Reino Unido de la Gran Bretaña (cuando en 1800 se unió Irlanda, seria Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda). Esta unión fue acordada: los escoceses, minoritarios en el nuevo parlamento común, deseaban participar en la prosperidad mercantil británica y en la aventura colonial, y los ingleses querían acabar con los problemas en las relaciones entre ambos reinos. 

Otro hecho importante de su reinado fue el triunfo internacional de Gran Bretaña en la Guerra de Sucesión española → paso hacia su hegemonía del s. XVIII: cesiones territoriales francesas en América, privilegios en el comercio con las Indias españolas, más el Tratado de Methuen con Portugal (1703). 

La política británica postrevolucionaria fue dominada más de medio siglo por los whigs, que representaban sobre todo los intereses mercantiles y propiciaron por ello las dos coaliciones contra Francia (1688-1697 y 1701-1713) para consolidar la implantación colonial y el dominio marítimo. Sólo en 1711 perdieron el gobierno en beneficio de Los toires, opuestos a la guerra y los gastos militares, que se mantendrían en el poder hasta 1714. Conviene tener en cuenta que la sociedad británica era la más evolucionada de Europa a comienzos del siglo XVIII, con una opinión pública cuyo peso influye en el Gobierno y en los cambios políticos. 

 Ana I (1702-14)

La nueva dinastía (Jorge I, 1714-27) 

Al final del reinado de Guillermo III, el Act of Settlement de 1701, que exigía que el rey fuera anglicano, había asignado la sucesión al duque elector de Hannover, Jorge. En los últimos años del reinado de Ana I cuando los tories tenían mayoría, hubo intentos de cambiar la ley sucesoria para favorecer a los Estuardo, por lo que una de las primeras medidas de Jorge I fue alejar del poder a los tories. En las siguientes elecciones ganarían de nuevo los whigs y nada más constituirse el nuevo parlamento en 1715, varios líderes tories fueron procesados por traición →protestas populares contra el proceso → la oposición a la nueva dinastía no se limitaba a un sector de los tories. 

Ese mismo año fracasó una rebelión jacobita en Escocia con el pretendiente Jacobo III al frente, llegado desde Francia. Para evitar más problemas, el gobierno decidió consolidar la mayoría que tenía en la Cámara de los Comunes consiguiendo que esta aprobara el Septennial Bill, que prolongaba a 7 años el plazo previsto en la Triennial Act para convocar nuevas elecciones. 

Jorge I, 1714-27

Jorge I viajaba mucho a su ducado alemán, apenas hablaba inglés y tenía poco interés en los asuntos británicos. 

Pese a ello, la nueva dinastía se consolidó frente a la opción de los Estuardo, cuya corte permanecía en la cercana Francia, debido a la amplia oposición al catolicismo de estos y por la intromisión de potencias extranjeras en la política británica que hubiera supuesto su reinado. 

Dentro de una sociedad con una opinión pública que influía en el gobierno y en los cambios políticos, era muy importante la difusión de la prensa. Whigs y tories tenían sus propias publicaciones y sus autores favoritos. Sin embargo, los partidos eran agrupaciones no estructuradas sin necesariamente una política común. La Cámara de los Comunes reflejaba los intereses de los propietarios de la tierra y del mundo urbano mercantil. Cada circunscripción elegía 2 diputados, y por lo obsoleto de la lista de dichas circunscripciones había poblaciones “podridas” casi despobladas con 2 diputados y otros importantes núcleos de población como Liverpool o Manchester, que no tenían representación. Por otra parte, las elecciones no eran limpias, había un alto grado de manipulación y corrupción. 

Menos importante era la Cámara de los Lores cuyos poderes eran más judiciales que políticos, al tratarse del máximo tribunal de apelación. 220 miembros, 26 obispos y el resto pares o altos nobles ingleses y 16 escoceses, cuyos puestos eran hereditarios. El poder de los grupos dirigentes se extendía al territorio, a través sobre todo de dos instituciones: el lord liutenant y los jueces de paz, controlados respectivamente por la aristocracia terrateniente y la gentry. 

James Stanhope controló el gobierno entre 1717 y 1720 basándolo en la buena relación con Francia. A ambos les interesaba la paz en un momento de inestabilidad política, IAE fuera en Gran Bretaña por la implantación de la nueva dinastía y la amenaza jacobita, hoy en Francia por la minoría de edad de Luis XV y las ambiciones sobre el trono del regente Felipe de Orleans. Más complicadas fueron las cosas en la política interior. En 1711 los tories habían aprobado la Occasional Conformity Act, que aplicaba de forma estricta la ley que reservaba los cargos públicos a los anglicanos. Stanhope fracasó en el intento de modificarla, como también en el Peerage Bill (1719), un proyecto que, al limitar la prerrogativa real de crear pares, hubiera garantizado la mayoría que tenían en ella los whigs. Le sucedió Robert Walpole (1721-42), coincidiendo con el cardenal Fleury en Francia, a quien le unía su inclinación a la paz. Ligado a Stanhope en los comienzos de su carrera política, desde el ascenso de aquel al poder encabezó la oposición dentro del partido whig, con el apoyo del heredero del trono, cuyas relaciones con el rey no eran buenas. La política de Walpole abandonó el tradicional belicismo de los whigs para centrarse en el desarrollo económico y social de Inglaterra, con el respaldo del sistema de paz y equilibrio europeo diseñado en Utrecht, que la alianza con Francia trataba de garantiza. 

El reinado de Jorge II (1727-60) 

Walpole mantuvo el poder con Jorge II, gracias sobre todo al apoyo de la reina consorte Carolina de Brandeburgo￾Ansbach, y a su capacidad de ganar elecciones con las alianzas con magnates locales, el clientelismo, la habilidad para controlar las mayorías o la corrupción. Abandonó el belicismo whig para centrarse en el desarrollo económico y social de Inglaterra. La inclinación de Walpole a la paz y la neutralidad supuso la pérdida de influencia en el continente. Sólo en 1739 no tuvo más remedio que declarar la guerra a España ante la reacción del Parlamento y la opinión pública tras los incidentes del comercio con América. En política interior tomó medidas para evitar una posible nueva conspiración jacobita, intentó reducir la deuda pública y los intereses, luchó contra el fraude y el contrabando, y mejoró el sistema fiscal basado en los impuestos indirectos sobre el comercio y en las aduanas. 

Bajo su mandato se dio un importante crecimiento manufacturero y mercantil gracias al cual Inglaterra vivía a mediados de siglo un extraordinario desarrollo comercial. Su habilidad para controlar la Cámara de los Comunes y las elecciones le permitió, no obstante, enfrentarse a ellos, como lo prueban sus victorias en las elecciones de 1727 y 1734, la última de las cuales hizo que Brolingbroke abandonara la lucha retirándose a Francia. Desde entonces su principal opositor fue William Pitt, quien representaba políticamente a los grupos más dinámicos del comercio y las finanzas, que defendía una política exterior más agresiva, sobre todo en las colonias. El descenso de apoyos en las elecciones de 1741 le hizo abandonar el poder en 1742 → Cambio en la política exterior, con mayor intervención en Europa a favor de los intereses de Hannover y en contra de Francia. 

En 1745, estando el rey en Hannover, se inició en Escocia un nuevo levantamiento jacobita encabezado por el hijo del pretendiente, Carlos Estuardo (conocido como Bonnie Prince Charlie), con apoyo de Francia. Tomaron Edimburgo y llegaron a invadir el norte de Inglaterra. Sin embargo, en abril de 1746 sufrieron una derrota ante el ejército del duque de Cumberland y el levantamiento se deshizo lentamente y la represión fue muy dura → El movimiento jacobita se extinguió prácticamente a finales de los 80 con la muerte de Carlos Estuardo, último descendiente de Jacobo II. 

Henry Pelham estuvo al frente del Gobierno hasta su muerte en 1754, sucediéndole su hermano mayor Thomas, duque de Newcastle. Ambos contaron con Pitt, que no sólo controlaba la mayoría whig en el Parlamento, sino que tenía un fuerte apoyo del mundo de negocios y la opinión pública. 

A finales del reinado de Jorge II ganó importancia en el gobierno la figura de William Pitt, que dirigió la política militar durante la Guerra de los Siete Años. 

 Jorge II (1727-60) 

El reinado de Jorge III (1760-1811) 

A la muerte de Jorge II le sucede su nieto Jorge III, ya que su padre Federico había muerto en 1751. Su reinado consolida la dinastía, no solo por la desarticulación del movimiento jacobita, si no por ser el primer monarca Hannover nacido y formado en Gran Bretaña. Intervino en política de forma más directa que sus antecesores. Su tendencia a reforzar las prerrogativas reales le inclinó hacia los tories, más cercanos a tales ideas → Se inmiscuyó en el control de las cámaras con sobornos y prebendas para acabar con la mayoría whig. En 1761 puso al frente del Gobierno al tory escocés John Stuart, conde de Bute, que había sido su preceptor. Con él se concluiría la Guerra de los Siete Años, que disgustó a los intereses mercantiles partidarios de continuarla (representados por Pitt y su gente), y a la opinión pública → dimisión de John Stuart (al frente del gobierno de la mano del rey) en abril de 1763 → años de gobiernos whigs inestables. 

Jorge III (1760-1811)

  •  El gobierno de North (1770-82) 

La guerra llevó a incrementar la presión fiscal sobre las colonias, agravando su descontento. En la vida política aparecían corrientes radicales, que no se sentían representadas por los partidos. En 1770 el rey puso al frente del gobierno al tory lord Frederick North (1732-92) que se mantuvo en el poder hasta 1782 → Estabilidad y saneamiento financiero que permite reducir momentáneamente los impuestos, hasta que la guerra con las colonias obligó a volver a subirlos → oposición en el Parlamento y la opinión pública, que además lo responsabilizaban a él y al rey de la pérdida de las colonias. 

Se trató de calmar el desarrollo del sentimiento nacionalista en Irlanda, sometida a un trato colonial, con medidas que concedían mayor autonomía política y tolerancia hacia los católicos, como la anulación de los Test Acts, la concesión de autonomía legislativa al Parlamento de Dublín (1782) o iniciativas para mejorar la situación legal de los católicos en Gran Bretaña (Papists Act, 1778), que provocaron en Londres los llamados Gordon's riots, a comienzos de junio de 1780, unos botines en contra de tales cambios organizados por el diputado escocés Lord George Gordon, presidente de la Protestant Association of London. 

North (1770-82)

  • El gobierno de William Pitt (1783-1801) 

La marcha negativa de la guerra contra las 13 colonias marcó el final del gobierno de lord North, que dimitió en marzo de 1782. La derrota definitiva supuso la vuelta de los whigs al gobierno, de la mano de William Pitt (1759-1806), conocido como el Joven para distinguirlo de su padre el Viejo. Controlará la política hasta 1801, huyendo de los whigs más radicales, que desean limitar el poder real, y favoreciendo la renovación de los tories. 

 William Pitt (1783-1801)

Se dedicó a reducir la enorme deuda causada por la guerra contra las colonias (232 M libras en 1783) creando impuestos indirectos sobre numerosos y variados artículos. Gran Bretaña contaba con un sistema de deuda respaldado por el Banco de Inglaterra, lo que garantizaba su devolución y permitía así pagar tipos de interés en préstamos más bajos a largo plazo. 

En estos años Gran Bretaña reafirmó su hegemonía marítima y colonial y se inició la Revolución Industrial. Desde finales de los ochenta la enfermedad mental del rey y las repercusiones de la Revolución Francesa reforzaron su gobierno. La decapitación de Luis XVI llevó a un sector tory a coaligarse con él en 1794 → giro conservador contra el radicalismo. En Irlanda, el ejemplo de Francia alentó el independentismo → revuelta en 1798 → En 1800 Pitt promovió la incorporación de Irlanda a la Unión, formándose el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Intentó abolir las leyes contra los católicos, pero la oposición de Jorge III le llevó a dimitir en 1801. 

Estados Unidos. La independencia de las colonias de Norteamérica (1776-1783) 

El levantamiento de las colonias de Norteamérica, junto con la Revolución Francesa y la emancipación de Latinoamérica de España y Portugal inició la crisis del sistema del Antiguo Régimen. Las causas son complejas, aunque en el trasfondo está su dinamismo económico y su gran crecimiento demográfico: 

  • ECONÓMICAS: Presión fiscal y obligación de comercio con la metrópoli (materias primas por manufacturas). 
  • POLÍTICAS: Desarrollo de la conciencia política, de la propia identidad de una serie de personas que en muchos casos se vieron obligadas a huir de la metrópoli por diferencias religiosas o políticas. Dicha singularidad acabó vinculándose a valores como la libertad, la tolerancia o los derechos individuales, muy influenciados por la Ilustración, como también en la idea de progreso implícita en la aspiración a una sociedad basada en principios como el utilitarismo o el bienestar. 

Pese a sus anhelos compartidos, había importantes diferencias entre las colonias: 

Norte 

  • Connecticut, Massachussets, Rhode Island y New Hampshire. 
  • Puritanos ingleses dedicados a la agricultura, la madera y la pesca. Su ciudad más importante era Boston, con 20.000 habitantes. 

Centro 

  • Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania y Delaware. 
  • Ingleses, holandeses y alemanes dedicados a la agricultura de cereales y a la madera. Su ciudad más importante era Filadelfia, con 45.000 habitantes. 

Sur 

  • Maryland, Virginia, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur. 
  • Economías de plantación basadas en los esclavos africanos. 
  • Agricultura subtropical de algodón, tabaco o arroz. 

En las colonias del norte y el centro, el comercio aumentó constantemente a lo largo del siglo, pero la balanza comercial negativa y la exigencia de la metrópoli de que le pagaran en efectivo los artículos que enviaba llevaron a los colones a resarcirse en el comercio con el Caribe, al que exportaba cereales, carne y madera, a cambio de algodón, azúcar y, sobre todo, melazas, de las que obtenían el ron. Mayor era la dependencia de las colonias del sur, cuyos productos eran exportados en su totalidad a Gran Bretaña a cambio de manufacturas, cuyo precio superior generó un endeudamiento crónico de los colonos, que animó a muchos a la revuelta. 

Todas las colonias se regían políticamente por un gobernador (representante del rey) y una asamblea de propietarios. 

La Guerra de los Siete Años agrandó la brecha política entre colonias y metrópoli. Los colonos habían dado la victoria a Inglaterra contra Francia, pero en vez de ser recompensados con mayores tierras o poder colonizar más allá de los Apalaches, la metrópoli les subía los impuestos para paliar los gastos de la guerra. Ello aumentó el sentimiento común creado por la movilización y que se vería plasmado en el Congreso de las Siete Colonias, en el cual Benjamín Franklin propuso la creación de un Comité Federal en Albany en 1754. Los años de la posguerra pusieron en evidencia o crearon otros motivos de malestar, como la falta de tierras para los recién llegados, la promesa incumplida de concedérsela en el oeste a los veteranos americanos de la guerra, o la prohibición de los asentamientos más allá de los Apalaches, cuyas tierras fueron adscritas a la corona en 1763. 

Tras la guerra Inglaterra continúo con la asfixia económica con medidas como la Ley del Azúcar de 1764, el incremento de aranceles, o la Ley del Timbre de 1765 → Delegados de nueve colonias, reunidos en Nueva York, plantearon boicotear los productos británicos. Las primeras protestas surgieron efecto, con la caída del responsable del Tesoro y la abolición de las leyes del Timbre y el Azúcar en 1766. Pero un año después, las leyes Townshend gravaban la entrada de productos como el té, el papel o el vidrio en América → Nuevas protestas y nueva abolición, con la excepción del té. En 1773 se dictó la Tea Act, por la cual la Compañía de las Indias Orientales podía vender té a las 13 colonias sin pasar por Gran Bretaña, con la consiguiente disminución de precios, pero manteniendo el impuesto Townshend → reacción de las colonias, con el motín del té en Boston en diciembre de 1773, durante el cual se arrojó al mar el cargamento de un barco de las Indias Orientales → el parlamento británico sancionó al puerto de Boston, envió tropas y negó el derecho de reunión. 

En 1774, Benjamín Franklin convocó el primer Congreso Continental de Filadelfia, donde se impusieron los partidarios de la negociación con la metrópoli. Sin embargo, no se producían acercamientos y los colonos comenzaron a organizar milicias armadas. 

La guerra 

La guerra se inició por un pequeño incidente, cuando en abril de 1775 se produjo en Lexington un enfrentamiento no buscado entre las milicias y el Ejército del general Thomas Gage, que mandaba las tropas en Boston. Este y otro combate sangriento junto a dicha ciudad, en Bunker Hill, hicieron que Lord North, que encabezaba el Gobierno británico, tratara de evitar la guerra mediante la negociación, para lo que Franklin fue enviado a Londres como embajador, donde se reunió con Pitt. Pero en diciembre, el segundo Congreso Continental decidió organizar un ejército al mando de George Washington. El envío de tropas británicas llevó al Congreso de Filadelfia a aprobar la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, redactada por Thomas Jefferson e inspirada en la Ilustración. 

Se inició entonces una guerra de casi siete años, en la que los colonos compensaban su ausencia de gobierno central e inferioridad militar (sin experiencia, industria ni fuerza naval), con su entusiasmo, luchar en su terreno y la capacidad militar de Washington. Además, Franklin buscó apoyos en Europa y consiguió de Francia financiación, armamento y voluntarios. 

En septiembre de 1776 un destacamento británico desembarcó en Nueva York (mayoritariamente realista), pero su avance pudo ser frenado. En 1777 los británicos atacaron con las tropas de Nueva York y otro ejército que bajaba de Canadá. Los primeros llegaron a conquistar la capital de las colonias, Filadelfia, pero el segundo, agotado, se rindió en Saratoga, lo que decidió a Francia a entrar en la guerra, imitada por España en 1779 y los Provincias Unidas en 1780, después de que Inglaterra les declarara la guerra. Deseoso de crear una gran coalición contra Gran Bretaña, Vergennes supo explotar el error británico de interferir en el comercio de algunos países que no intervenían en la guerra, lo que llevó a estos a la creación de una Liga en favor de la libertad de los mares, conocida como la Liga de los Neutrales (1780), en la que participaron las Provincias Unidas, Prusia, Rusia, Suecia, Dinamarca, Nápoles y Portugal. La guerra se trasladó también al mar en las Antillas y el Índico. 

La victoria de los colonos con ayuda francesa, en la batalla de Yorktown en octubre 1781, supuso prácticamente el fin de la guerra → Tratado de Versalles de 1783, donde Gran Bretaña reconocía la independencia de las trece colonias → Primera república independiente fuera de Europa. 

Tras la independencia las colonias hubieron de organizar un Estado, afrontar la deuda de la guerra, frenar la inflación, dotarse de moneda única, organizar la fiscalidad, organizar la expansión al oeste, etc. En mayo de 1787 se reunió en Filadelfia una Convención con poderes constituyentes, con 55 representantes de los estados → Primera constitución de los EE. UU., surgida como un compromiso entre federalistas y autonomistas. Dicha Constitución, aún vigente con las ligeras enmiendas introducidas desde entonces, distingue las competencias de los estados y del poder federal. En este último se establece una clara separación de poderes: legislativo (Cámara de Representantes y Senado), jurídico (Tribunal Supremo independiente), y el ejecutivo (un presidente que elige su gobierno). George Washington sería el primer presidente desde marzo de 1789. La Constitución, avanzada y con clara base ilustrada, será un modelo reivindicado en Europa por países en crisis político-sociales (Irlanda, Provincias Unidas e incluso Francia).