El Imperio es el sistema en el que el poder político real estaba en manos de un solo individuo, el emperador. Se inauguró con el emperador Augusto. El Senado quedó limitado a ser un órgano de apoyo de ese poder político.
Augusto reformó las leyes de la ciudad y por extensión, las del imperio, aseguró las fronteras romanas, inició grandes obras públicas (llevadas a cabo por su fiel general Agripa (l. 63-12 AEC), quién construyó el primer panteón), y aseguró la fama del Imperio por tener el mayor poder cultural y político conocido hasta entonces. La “Pax Romana” (Paz Romana), también conocida como “Paz Augusta”, que él mismo inició, fue un periodo de paz y prosperidad desconocida hasta entonces y que duraría más de 200 años. Históricamente, la Paz romana coincidió en el tiempo con la denominada Pax Sinica que estaba teniendo lugar en el este de Asia. Esta estabilidad que disfrutaron China y el Imperio romano favoreció el comercio y los viajes de larga distancia entre las dos esferas de poder.
Adicionalmente, Octavio Augusto le dedicó atenciones especiales a la ciudad de Roma, favoreciendo su desarrollo urbanístico mediante la construcción de infraestructuras públicas y su distribución en catorce barrios, acelerando el proceso de romanización.
En fin, todas estas acciones gubernamentales resultaron beneficiosas para la instauración de la Pax Romana, lográndose la seguridad de las fronteras, la paz interior y un gobierno central estable.
Este periodo se considera finalizado con el inicio de los grandes disturbios y guerras del siglo III, el cual se caracterizó por una interminable serie de guerras civiles entre varios aspirantes al trono imperial, mientras empeoraba la presión germana y persa en la periferia, que llegaba a desbordarse periódicamente sobre el Imperio.
La consecuencia de estas guerras fue el encarecimiento del mantenimiento del ejército y el alto grado de endeudamiento para mantenerlo, lo que llevó al empobrecimiento de la población y a la pérdida de su identidad y sus valores. Un aspecto de su pérdida de identidad fue la crisis religiosa, por la invasión de nuevas religiones orientales.
La vida de los romanos en el imperio
El Imperio romano fue la última de las tres etapas de la historia de la civilización romana. Los romanos fueron una civilización de la Edad Antigua que se estableció en la península itálica y conquistó gran parte de Europa, el norte de África y el Cercano Oriente. Aunque su historia comenzó siete siglos antes, la etapa imperial abarcó desde el 27 a. C. hasta el 476 d. C., en Occidente y el 1453 d. C. en Oriente.
No solamente la Pax Romana hizo posible el auge del comercio de manera asombrosa, sino que provocó un crecimiento demográfico hacia las áreas despobladas, tales como las del occidente, generando una población con buen nivel de vida y una situación económica superior a la de millones de personas en otras regiones.
Por consiguiente, los ciudadanos disfrutaban de una gran cantidad de obras las cuales les permitía movilizarse fácilmente, como las calzadas o los puentes, de igual manera, servicios públicos, como las termas, acueductos o drenajes, además, poseían seguridad con el control de disturbios, y una administración gubernamental honesta u organizada.
La economía del Imperio romano se basaba en la agricultura, con el trabajo de los campesinos y de los esclavos, y el comercio que se intensificó a medida que el imperio expandía sus territorios.
La sociedad romana estaba marcada por la diferenciación de clases en torno a la riqueza y el origen familiar. Originalmente, el pueblo romano estaba dividido entre patricios (familias nobles) y plebeyos (población común). En la era preimperial, tras las luchas de los plebeyos por la eliminación de los privilegios, esta distinción fue perdiendo relevancia. En su lugar, la riqueza personal se convirtió en un factor cada vez más importante para alcanzar una posición social privilegiada.
La mayor diferenciación social tenía que ver con los ámbitos de la civitas (palabra latina para “ciudadanía”): el ámbito urbano y el ámbito rural. La vida urbana se dedicaba a las actividades comerciales, artesanales y de gobierno. La vida rural se organizaba en torno al núcleo urbano y lo proveía de materias primas. La mayoría de la población vivía del cultivo de sus pequeñas propiedades, que trabajaba en conjunto con su familia.
La villa romana
las villas eran edificaciones romanas que pasaron de ser modestas viviendas rurales a magníficas residencias aristocráticas. Las primeras casas de campo que surgieron con la civilización romana eran herencia directa de los griegos. Estas haciendas estaban enfocadas a la explotación agrícola, pero poco a poco la parte habitable o domus fue ganando peso, ampliando sus dimensiones y refinando sus acabados al capricho de los nobles que las habitaban y que gestionaban la explotación de los terrenos bajo su propiedad. Las más espectaculares estaban en Italia, donde además de villas rústicas y suburbanas hubo varias villas imperiales. Las de Pompeya, debido a la erupción del Vesubio, están en un estado de conservación más que aceptable. En Hispania también se levantaron interesantes ejemplos. En Cuenca, encontramos la villa romana de Noheda, mientras que en Palencia, está la villa romana de La Olmeda, ambas dotadas de maravillosos mosaicos.
Granja y cortijo, torre y hacienda, espacio de placer y marco dominal, la villa romana es siempre un asentamiento extraurbano aislado, con funciones residenciales y productivas variables y complejas a lo largo de su dilatada historia: una explotación agropecuaria y una quinta solariega.
De las partes básicas de las villas, se conocen los espacios señoriales y apenas los dedicados a la producción o residencia de la servidumbre. Aquel suele estar presidido (y ordenado) por aulas basilicales y trazas de prestigio: estancias octogonales, trícoras o tetraconques, pavimentos de mosaico... blasones de una dignidad y gusto propios de un mecenazgo superior.
La educación
Ésta constaba de de tres niveles:
- Primaria, Ludemagister: una educación obligatoria, gratuita y pública para todos y todas -fuera del entorno doméstico, al que estaban relegados los niños y niñas sin recursos- para aprender lectura y cálculo
- Enseñanza Media: una educación que profundiza en la gramática y el uso del lenguaje, historia, literatura o geografía. Se tomaba como referencia los textos clásicos de los grandes autores griegos y romanos: Homero, Platón, Virgilio, Cicerón, Horacio...
- Enseñanza Superior: Solo seguida por los varones de familias de clase senatorial o ecuestre, era la preparación para la vida política. A los 15 o 16 años eran confiados a un rhetor, un maestro especializado en oratoria que les enseñaba las técnicas del discurso y la argumentación.
Las taberna libraria
A través de las calzadas y el Mare Nostrum, estas tabernas conectaron ciudades entre si transmitiendo información y propaganda: la distribución de folletos creados en los talleres donde trabajan escritores, copistas y correctores ( la mayoría esclavos griegos) en estas tabernas fueron el germen de las modernas bibliotecas y librerías donde se discutía, consultaba y leía, siendo la protoidea de los centros de cultura modernos.
Los Annales o Annales pontificum eran una colección de textos que contenían el registro de algunos hechos importantes de la vida de la ciudad. El Pontifex Maximus era el encargado de redactarlos y lo hacía al comenzar el año sobre una pizarra limpia de todo texto, llamada tabula dealbata que tenía forma de calendario. Al final de cada año, lo escrito en ella se transcribía a pergamino y pasaba a formar parte de los Anales o crónicas de los pontífices. A fines del siglo II a. C., todas estas crónicas fueron ordenadas y publicadas.
Utilizados como método propagandístico durante el imperio, trataban temas variados:
- prodigios
- nombramiento magistrados
- discurso importantes
- leyes
- espectáculos: desde juegos públicos, éxito o fracasos de actores hasta los grandes eventos del foro de Roma
- nacimientos extraordinarios
- mortandades
- personas de edad longeva
- condenados
- gestas militares
Las bibliotecas públicas
Éstas estaban integradas por volumina (rollos de papiro), guardados en diversos tipos de contenedores -recipientes cerámicos, cestos de cuero, cofres de madera- y dispuestos en las estanterías de los nidi (nichos) abiertos en las paredes.
Estas grandes bibliotecas públicas fueron en teoría creadas para disfrute de cualquier ciudadano, pero en realidad eran frecuentadas por una restringida comunidad de doctos y literatos, deseosos de acceder a obras antiguas o raras, cotejar textos o usarlas como un mero espacio de sociabilidad. Por lo demás, los usuarios habituales de estas bibliotecas públicas poseían sus propias colecciones privadas.
Algunas novedades frente a las anteriores fueron la división en secciones, la creación de un inventario o la aparición de salas de debate.
La arquitectura romana floreció durante la República romana y todavía más durante el Imperio. En esa época se llevaron a cabo grandes obras de ingeniería, como los célebres acueductos y coliseos romanos que aún perduran, los baños públicos, la calefacción por suelo radiante, o los grandes templos religiosos que más tarde heredó el cristianismo.
El Circo Romano
El dicho «Al pueblo, pan y circo», se generó entre los gobernantes de la antigua Roma —«panem et circenses»—, precisamente porque acostumbraban ofrecerlo al pueblo a cambio de obediencia, de su confianza y —sobre todo— de mantenerse alejados de los asuntos que preferían conservar dentro del círculo político. En la Roma Imperial ya se organizaban grandes espectáculos: combates de gladiadores, carreras de cuádrigas, luchas de fieras, representaciones teatrales, náuticas,… Este divertimento y la distribución de alimentos de manera gratuita se convirtieron en las dos grandes herramientas de control social.
Muchos de estos espectáculos tuvieron un origen religioso con un carácter sagrado y ritual hacia las almas de los difuntos. Poco a poco, con el tiempo, se fue perdiendo ese carácter sagrado y se fueron profesionalizando para el gusto del público. Es así como surge el ocio en la Roma Republicana para ganarse a la plebe.
El llamado Circo romano es una de las instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas. Junto con el teatro y el anfiteatro, forma la trilogía de grandes instalaciones destinadas a divertir al pueblo.
Inspirado en los hipódromos y estadios griegos, pero de medidas mucho mayores que estos, el circo romano estaba destinado a carreras, espectáculos, y representaciones, que conmemoraban los acontecimientos del Imperio.
El circo romano es un recinto alargado con remates circulares en los extremos, teniendo globalmente una forma oval, más o menos alargada. En el centro, rodeada de gradas generalmente de piedra, estaba la arena (en latín hārēna), muy alargada y partida en dos por la espina (en latín spina), un muro bajo y aislado coronado de obeliscos, estatuas y otros ornamentos semejantes. La espina formaba sobre la arena dos calles por donde corrían las cuadrigas. En cada uno de los extremos de la espina había un pilar cónico denominado meta (en latín meta). Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
El coliseo y los Gladiadores
En el año 80 d.C., la inauguración del Coliseo por el emperador Tito dio lugar a las fiestas más grandiosas de la historia de Roma. Años después, el poeta Marcial recordaba que gentes de todos los confines del Imperio, desde britanos, tracios y sármatas hasta árabes, egipcios y etíopes habían acudido a la capital del Imperio para contemplar las fieras más exóticas y a los más famosos gladiadores, envueltos en exhuberantes cacerías y emocionantes combates.
Gladiador-(latin=glaiuds=espada), sustantivo empleado para designar al combatiente profesional en la Roma antigua. Los gladiadores provienen, sin ninguna duda, de las ceremonias fúnebres de los etruscos en el entierro de sus muertos. La idea era un intento de proveer al muerto de las armas que necesitaría en el otro mundo para las luchas que debería sostener y que, normalmente, eran luchas a muerte.
La celebración de estos espectáculos, en Roma, alcanzaron una enorme popularidad, pasándose de tres pares de gladiadores de la primera celebración conocida, que data del año 264 a.C (entierro de un Brutus) a 300 pares de luchadores en la muerte de Julio César, ocurrida el año 44 a.C. Además, estos espectáculos que solo eran de un día al año, crecieron hasta cerca de cien, durante el gobierno del emperador Tiberio. Y prosiguió este aumento hasta llegar a los tiempos del emperador Trajano (año107 d.C) en que alcanzó a los 5.000 pares de gladiadores. Hay constancia de que las luchas de gladiadores se efectuaron en un sinnúmero pueblos del Imperio romano, lo que se sabe porque se han encontrado ruinas de anfiteatros por toda Italia.
Había las varias clases de gladiadores, distinguidas por sus brazos o modos de luchar. Estas son algunas: Los Samnitas, que luchaban con las armas nacionales - los escudos de forma oblonga alargada, una visera, un casco con penacho y una espada corta. Los Tracios, que tenía un cinturón con hebillas redondas, pequeñas, y una daga corvada, como una guadaña. Los mirmillones armados a la moda Gálica con casco, espada, y escudo, y se llamaron así por el nombre del pez que servía como la cresta de sus cascos. En la justa se emparejaba el retiarus (hombre del precio neto)con el secutor o perseguidor; el primero no llevaba nada más que una túnica corta o delantal, mientras su perseguidor que estaba totalmente armado con la red de lanzamiento que llevaba en su mano derecha, y si lograba enredarlo, podía matarlo con el tridente que llevaba su mano izquierda. Había también los dimachaer, dos hombres provistos solo de cuchillo. Más tarde, en el imperio se estableció que lucharan llevando una espada corta en cada mano.
Las luchas de gladiadores se anunciaban con varios días de anticipación por medio de anuncios que se pegaban en las paredes de las casas y edificios públicos; también se vendían copias en las calles. El espectáculo se iniciaba con el desfile de los gladiadores, mientras en la arena, otros gladiadores simulaban una lucha con jabalinas de madera. Pero, el comienzo del espectáculo era señalado por el sonido de las trompetas, y aquéllos que mostraran miedo, en la misma arena recibían latigazos y eran marcados con hierros candentes. Cuando un gladiador era tocado, los espectadores gritaban Habet (Ha sido herido), y si el herido quedaba a merced de su adversario, podía implorar la clemencia del público y cuando la mayoría de los espectadores la aprobaban, ondeaban sus pañuelos, pero, si deseaban que muriera, mostraban el pulgar hacia abajo. Si un gladiador sobrevivía a varios combates, podía liberarse del servicio, pero más adelante podía volver a formar parte del grupo.
Los arqueólogos descubrieron un cementerio de gladiadores en Éfeso y encontraron que la mayor parte de la dieta no consistía en mucha carne. No hay evidencia de huesos de animales alrededor (pollos, etc.). Parece que su dieta consistía principalmente en granos y frijoles junto con una bebida hecha de las cenizas de las plantas (que se pensaba que los restauraba después de una batalla física, como un suplemento energético o herbal). Se utilizó espectroscopia para medir los niveles de carbono, nitrógeno, azufre y estroncio en los huesos que se encontraron. (El estroncio proviene de esta bebida de ceniza que beberían).
Una dieta de granos y alubias también era bastante común entre la población civil de la época, pero se cree que los gladiadores pueden haber sido comedores de cebada, que es una calidad de grano inferior a la que la población general habría consumido normalmente (a menos que sea pobre).
Con la llegada del cristianismo, las luchas de los gladiadores sufrieron un serio quebranto hasta que, en el año 325 d.C., el emperador Constantino las abolió.
La romanización
La romanización cuenta con varios significados, así, por primera vez en su historia, los distintos grupos que habitaban el territorio van a integrarse en un orden común. Debido a la romanización, aquellos pueblos que quedaron bajo el dominio de los romanos terminaron adoptando su idioma, sus tradiciones y sus instituciones. En un primer momento las élites y los dirigentes adoptaron el latín como lengua. Poco a poco, la vestimenta, el estilo arquitectónico y la moneda del Imperio también penetraron en cada lugar, para dar paso a la adopción de los cultos romanos. La romanización continuaba con el desarrollo local de tecnología para producir los bienes romanos.
El derecho romano es una de las mayores contribuciones de los romanos a la civilización occidental. Frente al colectivismo que predominaba en las sociedades anteriores, el Derecho Romano reivindica los derechos del individuo (y personas jurídicas) y especialmente el derecho a la propiedad. El llamado “Derecho romano” (Ius romanum) constituyó la base del derecho moderno y aún sobrevive en forma de principios y sentencias fundamentales, presentados a menudo en la lengua romana, el latín.
El derecho romano era complejo, práctico y de calidad técnica. Fue compilado por vez primera por el emperador Justiniano I (del Imperio Romano de Oriente) en el siglo VI: el Corpus Iuris Civilis.
En líneas generales se dividía en derecho privado y derecho público, dependiendo de si tenía que ver entre particulares o tenía que ver con el Estado. Contemplaba ya ramas específicas como el derecho penal, el derecho tributario y el derecho administrativo.
La sociedad urbana que, hasta entonces se había limitado a las colonias, se extiende. La mayoría de las ciudades actuales fueron fundadas por los romanos. Gracias a la paz romana se empiezan a construir urbes en zonas llanas.
Los núcleos urbanos, con su actividad económica, sus edificios lujosos, sus diversiones, se convierten en difusores de la cultura romana y en polos de atracción para la población indígena.
Los romanos consiguen también la unificación lingüística. El latín, que en un principio era la lengua de la administración y del gobierno, acaba por imponerse, primero en las urbes y después en las zonas rurales. Del latín vulgar derivarán todas las lenguas románicas habladas en la actualidad
La comida y las relaciones sociales
El almuerzo (prandium) era comida ligera, consistente en carne o pescado, frutas y vino, que comían de pie. Las clases altas solían efectuar algunos ejercicios a primeras horas de la tarde, y se daban un baño antes de disfrutar de la comida fuerte del día.
El comedor (triclinium) llamaba así por sus tres divanes, cada uno con capacidad para tres personas, que se: colocaban alrededor de una mesa cuadrada. (Durante el Imperio se puso de moda el uso de un solo diván semicircular y la utilización de mesas redondas.)
Los romanos eran buenos comensales y la mesa del comedor era el mueble más importante. Las mesas de la gente adinerada se fabricaban con maderas de limón o de arce, decoradas con incrustaciones de marfil. El romano comía apoyando el codo izquierdo en la mesa; utilizaba su mano izquierda para sostener el plato y cogía los alimentos con la mano derecha. Se colocaban cojines para apoyar la espalda. El invitado de mayor importancia se sentaba junto al anfitrión. Normalmente, los romanos dictaban o escribían su correspondencia durante las comidas; por eso, el asiento del dueño de casa, era el más amplio y con espacio suficiente para que pudiera recibir mensajes y atender sus asuntos de negocios.
El arte culinario se apreciaba mucho en Roma. El cocinero era el esclavo de mayor valor de la .servidumbre; casi costaba tanto como un caballo. Los esclavos que servían en la mesa tenían una jerarquía propia; el esclavo más importante supervisaba todo el servicio; normalmente cortaba las carnes. Los esclavos que servían vinos o cortaban los alimentos eran elegidos por su habilidad y buena presencia. Generalmente usaban vestidos brillantes y llevaban el cabello largo. rizado en bucles; pero los que realizaban tareas menores vestían con sencillez y llevaban la cabeza afeitada. Antes y después de las comidas, los esclavos presentaban fuentes con agua para que los invitados se lavaran las manos, lo que no constituía un refinamiento. dado que los comensales cogían los alimentos con las manos. El único utensilio que utilizaban era la cuchara. Cada invitado traía su propio esclavo a la fiesta y. a menudo. su servilleta; en ella se llevaba los restos de comida para sus propios esclavos domésticos.
La cena se dividía en tres parles: los entremeses, por ejemplo; huevos con vegetales variados; el plato fuerte, una fuente de carne y pescados, con salsas preparadas y vino para beber (los invitados seleccionaban de todo un poco), y terminaban con frutas y postres dulces. A veces los invitados no recibían el mismo trato por parte del anfitrión. A un conocido reciente le ofrecían comidas inferiores y lugares de menor preferencia en la mesa, mientras que al invitado importante le atendían con suntuosas comidas y lo rodeaban de toda clase de distinciones.
La mayoría de los romanos sólo podía servir en su mesa una simple dieta de pan y sopa con nabos, aceitunas, judías, queso, y como lujo extraordinario, cerdo. Solo quienes vivían cerca del mar o junto a los ríos podían comer pescado; de otro modo resultaba de un precio excesivo. En cambio, por contraste, las fiestas de la gente adinerada eran casi orgías de glotonería, borracheras y disipación, lo cual motivó muchas críticas satíricas, como las de Séneca, .Se aprobaron leyes, sin éxito con el propósito de restringir el número de invitados y los gastos de las fiestas. La única bebida alcohólica era el vino y los romanos lo mezclaban con agua caliente o fría; solo se servía vino puro en los momentos en que habían bebido mucho. Después de las comidas se repartían guirnaldas a los invitados, antes de beber y ofrecer los brindis. Los primeros romanos creían que el olor de ciertas hierbas podía disipar los efectos del alcohol; por eso, más tarde, acostumbraban a mojarse el rostro con perfumes y, a veces, lo mezclaban con el vino y lo bebían.
Los romanos gustaban de tener muchos entretenimientos para ayudar a pasar las largas horas dedicadas a las comidas. En las casas de gente culta se leía en voz alta (en muchas casas disponían por lo menos de un esclavo "lector" entre la servidumbre); también se recitaban poemas humorísticos o se hacia oír música. Otros tenían bufones. bailarinas, probablemente traídas de Cádiz o de Siria, acróbatas, juegos y, muy ocasionalmente, combates de gladiadores.
La Caída del Imperio Romano
Durante el siglo III d.C. el Imperio Romano se vio inmerso en una de las peores crisis de su historia. Casi treinta emperadores se sucedieron en el lapso de cincuenta años, proclamados y depuestos por el ejército, a veces de forma simultánea en diferentes lugares. La inflación se disparó, el comercio se paralizó y las provincias quedaron aisladas entre sí. Los impuestos no llegaban y las ciudades estaban desabastecidas de productos de primera necesidad. Roma perdió su autoridad en las provincias más lejanas, que durante unos años se independizaron de la metrópolis. Y para colmo de males, en las fronteras los pueblos bárbaros aprovechaban esta debilidad para llevar a cabo sus incursiones.
En lo político es una etapa de gran inestabilidad, los emperadores duran poco en el cargo, casi todos mueren de forma violenta. La guardia pretoriana nombra emperadores, a veces también las legiones proclaman su candidato al trono, enfrentándose a otras que hacen lo mismo, es el periodo conocido como de anarquía militar. La manifestación más importante de todo esto es el desarrollo de sucesivas guerras civiles que arrasan el imperio y un ejército romano ineficaz y corrupto.
En los aspectos religioso y cultural se desconfía de los dioses y la religión tradicionales que ya no dan respuestas a un mundo convulso y encuentran consuelo en otras religiones como el cristianismo que promete un mundo mejor en el más allá.
Desde el punto de vista externo una serie de pueblos que viven entre el Rin y el Danubio se ven presionados por otros y van a penetrar en el interior de un imperio que no tiene fuerzas para rechazarlos, son los pueblos germánicos que acabarán sustituyendo al poder romano. En lo que había sido el Imperio de Occidente se van a asentar una serie de reinos germánicos: suevos, vándalos, alanos y visigodos en España; francos y burgundios en Francia ; anglos y sajones en Inglaterra... mientras que el Imperio Romano de Oriente va a permanecer mil años más, se le denominará más tarde Imperio
Bizantino.
Cambios culturales importantes
A comienzos del siglo IV, los cristianos fueron otra vez terriblemente perseguidos. El emperador Diocleciano, junto con Galerio, desató en el año 303 lo que se conoce como la “gran persecución”, en un intento de restaurar la unidad estatal, amenazada a su entender por el incesante crecimiento del cristianismo.
Constantino había sido elegido emperador en occidente. Después de que derrotara a Majencio en el 312, en el mes de febrero del año siguiente se reunió en Milán con el emperador de oriente, Licinio. Entre otras cosas trataron de los cristianos y acordaron publicar nuevas disposiciones en su favor. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como “Edicto de Milán”, un documento firmado en el año 313 por los gobernantes del Imperio romano que otorgó libertad de cultos a todas las religiones, incluida la cristiana dentro del Estado romano. Lo acordado allí lo conocemos por el edicto publicado por Licinio para la parte oriental del Imperio. El texto nos ha llegado por una carta escrita en el 313 a los gobernadores provinciales, que recogen Eusebio de Cesarea (Historia eclesiástica 10,5) y Lactancio (De mortibus persecutorum 48). En la primera parte se establece el principio de libertad de religión para todos los ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad. El edicto permitía practicar la propia religión no sólo a los cristianos, sino a todos, cualquiera que fuera su culto. En la segunda se decreta restituir a los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscados por las autoridades romanas y vendidas a particulares en la pasada persecución.
Después del Edicto de Milán, la situación de los cristianos en el Imperio romano cambió significativamente. Estos fueron algunos desarrollos clave durante ese período:
- Legalización y protección: se les concedió la libertad de practicar su fe abiertamente y sin temor a ser procesados. Esto condujo al crecimiento y expansión de las comunidades cristianas en todo el imperio.
- Construcción de iglesias y restauración de propiedades: la legalización del cristianismo llevó a que las propiedades que les habían confiscado a las comunidades les fueran devueltas. Los cristianos pudieron construir lugares de culto y organizar sus prácticas religiosas de manera más abierta.
- Patrocinio imperial: emperadores como Constantino y sus sucesores otorgaron varios privilegios y beneficios a los cristianos, incluido el apoyo financiero, la exención de ciertos impuestos y la concesión de derechos legales.
- Aceptación social: se volvió más aceptable socialmente, e incluso deseable, ser cristiano. Abrazar esta religión les permitió a las personas ser parte de una comunidad más grande, con creencias y valores compartidos; proporcionó un sentido de pertenencia dentro de un movimiento religioso en crecimiento.
- Acceso a la educación y oportunidades: los cristianos empezaron a establecer sus propias instituciones educativas, como escuelas de catequesis y centros teológicos. Se proporcionó acceso a la educación y al desarrollo intelectual dentro de la creciente comunidad cristiana. Esto generaba oportunidades para roles de liderazgo dentro de la iglesia y un avance potencial en otras áreas de la sociedad.
- Cambios culturales y políticos: a medida que el cristianismo ganó dominio, se volvió ventajoso hacer parte de él para asegurar posiciones en la sociedad y acceder a oportunidades económicas, políticas y sociales.
Constantino había logrado que los cristianos saliesen de la clandestinidad y les había otorgado privilegios, lo que les permitió construir diversos templos. El Edicto de Milán, emitido por los emperadores Constantino y Licinio en el año 313 d.C., marcó un punto de inflexión crucial para el cristianismo, pues le otorgó reconocimiento oficial. En él se proclamó la libertad religiosa, permitiendo a los creyentes practicar su fe abiertamente y sin temor, pues se le puso fin a la era de persecución en su contra
En el año 380 el emperador Teodosio decretó el Cuncto Populos, más conocido como el Edicto de Tesalónica, según el cual el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano. El Edicto de Tesalónica dio un paso más allá del Edicto de Milán. Mientras que este último le concedió tolerancia al cristianismo, el de Tesalónica elevó su estatus: lo estableció como la religión privilegiada y exclusiva del Imperio y al tiempo suprimió otras prácticas religiosas. Juntos, jugaron un papel importante en la configuración de la trayectoria del cristianismo e incluso en su expansión.
El cisma de oriente
La división del Imperio tras la muerte de Teodosio en 395 d. C. únicamente se trató de la separación absoluta, pues desde el Imperio colegiado suscitado por Diocleciano en 285 —además de guerras civiles en el Principado y la crisis del siglo III—, Roma había experimentado la vorágine de tener como soberano a más de un emperador a la vez. Ciertamente, durante el siglo IV, emperadores como Constantino el Grande y Juliano el Apóstata fueron casos extraordinarios de gobierno en solitario; el primero lo llevo a cabo tras sus victorias frente a Majencio, Maximino y Licinio; el segundo como único sucesor por alcurnia del emperador Constancio, quien a pesar de haber considerado a Juliano como usurpador, tuvo que transmitirle su poder por falta de un primogénito o favorito.
Empero, el deceso de Juliano en Oriente y el efímero reinado de su sucesor Joviano produjeron una nueva escisión territorial entre los hermanos Valentiniano y Valente, distribuyéndose Occidente y Oriente respectivamente. Valente, desde su llegada al trono debió afrontar las consecuencias de la tolerancia a los visigodos, pues se permitió que se instalaran en territorio imperial para evitar un descalabro. A razón de que la ciudadanía repudiaba a este «bárbaro» pueblo germánico, paulatinamente las discrepancias acaecerían. Por supuesto, este rechazó atizó la animadversión entre los dos pueblos y, por tanto, los visigodos se rebelaron. Poca fortuna tuvo Valente en retener la sublevación germana, debido a que en la batalla de Adrianópolis (378 d. C.) perdió la vida. Graciano, en ese momento ya emperador occidental tras el deceso de su padre Valentiniano en 375, se veía imposibilitado de acudir a Oriente para resarcir la situación, no obstante, elevó a la dignidad de Augusto oriental a Teodosio, hábil entre sus efectivos. Con el advenimiento de Teodosio, el Imperio oriental finalmente se vio libre de las vejaciones visigodas tras el establecimiento de la paz. Menester es señalar que Teodosio la consiguió sin obtener el triunfo en una batalla decisiva, puesto que optó por desgastar al enemigo en su logística y ánimo, obligándole a abandonar las hostilidades. Conseguida la victoria, Teodosio se preocupó por la reforma religiosa y, en 380 se publicó el Edicto de Tesálonica, consigna por la cual el cristianismo fue ascendido a religión oficial del Imperio, castigando cualquier otro culto a través de suplicios que tenían la finalidad de convertir a los paganos a la fe cristiana.
Mientras, en el Imperio occidental, las legiones colocaron a un nuevo emperador: Sebastián. Sin embargo, la intervención del general Merobando, leal a Graciano, reemplazó a Sebastián por el hermano menor del soberano legítimo, es decir, Valentiniano II. Para Graciano no concibió esto como una ignominia contra su mandato, de hecho, lo vio como un fructuoso acontecimiento para asegurar el linaje de su progenitor. Así, la religión acaparó el reinado de Graciano, en el que de igual manera se promulgaron edictos favorables a la religión cristiana. Pero la soldadesca es complicada en su destrucción, por lo que nuevamente nombró ilegítimamente a un emperador, el indicado fue Magno Máximo, quien en breve se deshizo de Graciano; no obstante, el cisma entre la población y el ejército impidieron su consolidación. En efecto, Máximo debió de reconocer a Valentiniano II como su colega, esperaría el momento oportuno para erradicar a su rival, situación que llegó tras la discrepancia de Valentiniano II y su madre Justina con el obispo Ambrosio. En primera instancia, Valentiniano había tolerado el paganismo, llegando incluso a respaldar las apologías para su supervivencia. Sin embargo, ulteriormente su madre, Justina, había defendido con vehemencia el el arrianismo, de modo que las querellas se tornaron insostenibles; fue entonces cuando Máximo se declaró enemigo del hijo y la madre, los cuales enrumbaron a Tesálonica solicitando el apoyo de Teodosio.
El Augusto de Oriente, después de lograr que Valentiniano y Justina abandonaran el atavismo religioso, cooperó; marchó al encuentro de Máximo y en Iliria obtuvo decisivas victorias en dos contiendas. La defección en las filas de Magno incrementó hasta que finalmente Máximo decidió suicidarse. Los actos de Teodosio lo colocaron como caudillo principal en todos los rincones del Imperio, si bien era cierto que Valentiniano II continuaba como Augusto, fue Teodosio quien eliminó el tropel usurpador de la milicia, razones suficientes que le permitieron a permanecer en Italia hasta el 391, fortaleciendo el cristianismo. Cuando volvió al este, Valentiniano II tuvo la potestad de todo Occidente, a excepción de la Galia, tierra conferida por Teodosio al general franco Argobastes. La aversión entre Valentiniano y Argobastes no se dilato y dio como resultado el asesinato del segundo; Argobastes, conocedor del desprecio de los romanos por los germanos colocó como Augusto a Eugenio, su secretario doméstico, más que un soberano, un títere para el gobierno del germano.
Desde luego, Teodosio nuevamente se dirigió con un flamante ejército a Occidente, acompañado por Estilicón y Alarico para encarar al nuevo usurpador. A las orillas del río Frígido, las tropas de Teodosio destruyeron a las de Eugenio comandadas por Argobastes el 5 y 6 de septiembre de 394. El comandante derrotado sobrevivió, pero se suicidó a los dos días siguientes de su fracaso; a Eugenio se lo llevó hasta la presencia de Teodosio, donde se lo castigó con la muerte. Así pues, el Imperio romano tenía por última vez a un único mandatario para el gobernar de su extensión completa. Llegada su muerte el 17 de enero de 395, el reparto del romano Imperio entre sus hijos marcó el final de una era: Honorio gobernaría Occidente, y su imperio estaría destinado a caer después de aproximadamente siete décadas; Arcadio presidiría en Oriente, Imperio que existiría otros mil años, hasta la conclusión de la Edad Media.
Dos imperios: imperio de oriente y occidente
La crisis del siglo III y las escisiones endémicas del Imperio en el siglo IV ya habían patentizado la decadencia Roma. Con el advenimiento del siglo V, las legiones, contrariamente a las especulaciones, todavía constituían una fuerza eficaz; no obstante, su exiguo número, consecuencia de desastres como el acaecido en Adrianópolis, impedían encarar las crecientes migraciones germánicas. Asimismo, los días de los grandes generales y emperadores se habían disipado, incluso la misma Roma había sido saqueada por monarcas como Alarico y Genserico. En el año 476 la decadencia de la ciudad del Tíber llegó a su clímax, pues Odoacro, presidiendo tropas «bárbaras» a las cuales Orestes había contratado para ayudarlo a destituir a Julio Nepote, se sublevaron por la negativa del romano a pagar su servicio. Así pues, Odoacro recibió el liderato de los amotinados y tras vencer en Rávena depuso al último emperador Rómulo Augústulo, primogénito de Orestes. Coincidentemente, su último emperador llevó los nombres del fundador legendario de la ciudad y del primer emperador en su historia.
El año en el que se produjo la caída de Roma es objeto de debate, pues se lo puede considerar en 476 debido a lo mencionado, pero, de igual manera, se acepta el 480, pues la muerte de Julio Nepote en aquel año también es un motivo acogido que se fundamenta en la legitimidad de este emperador en Occidente. Además, en los años posteriores a la deposición de Rómulo Augústulo, el mismo Odoacro emitió monedas con la imagen de Nepote, sin embargo, se trató de un ardid que tuvo como objetivo congraciarse con el Imperio romano de Oriente.
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