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lunes, 14 de octubre de 2024

EL IMPERIO NUEVO EGIPCIO Y EL TERCER PERIODO INTERMEDIO

El Tercer Período Intermedio empezó con la muerte del último de los ramésidas, Ramsés XI, que temiendo por su seguridad, había huido de Tebas dejando inconclusa la tumba que estaba construyendo en el Valle de los Reyes. La Dinastía XXI dio comienzo en el año 1069 a.C.


Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.) 

Es el periodo de mayor esplendor de Egipto, que se extiende de la dinastía XVIII a la XX. Tras la expulsión de los hicsos se asienta una monarquía fuerte y centralizada que va a presta mucha más atención que en los periodos anteriores a la política exterior. Así, nos encontramos con Egipto manteniendo una intensa actividad diplomática, cuando no la guerra, con las grandes potencias de Oriente Próximo.

Se produce, además, un importantísimo cambio en la figura del rey, que comienza, en la dinastía XVIII durante el reinado de Amenofis IV, a titularse faraón. 

La dinastía XVIII (1550-1350 a.C.) 

Los primeros monarcas: de Amosis I a Tutmosis III 

Se  caracteriza  por  el  nuevo  carácter  militarista  del  Estado  y  por  las  sublevaciones  de  los territorios sometidos a la muerte del monarca, que provocaron la repetición de campañas en los mismos lugares con resultado habitual de victoria egipcia.

Se  inició  con  Amosis  I,  en  cuyos  primeros  años  se  instauró  la  regencia  de  su  madre.El  rey continuó la ofensiva para expulsar a los hicsos, tomando Avaris, terminando con los focos de resistencia en el delta y persiguiéndolos hasta Palestina en varias ofensivas. Estabilizado el norte, se  dirigió  al  sur  para  lanzar  una  serie  de  campanas  contra  Kush,  estado  independiente establecido tras la pérdida del dominio egipcio de los territorios nubios y que mantuvo buenas relaciones  con  Avaris.  Vencido  Kush,  Amosis  I  estableció  un  nuevo  príncipe  en  Kush  que  se comprometió a pagar tributo.

Amosis  I

 El sucesor de Amosis I consolidó el territorio y lanzó algunas expediciones en Asia que dieron inicio a la rivalidad con Mitanni. A este lo sucedió Tutmosis I, un alto cargo militar cuyo acceso al trono supuso un cambio de familia real y la institución de nuevas costumbres, como la de enterrarse en el Valle de los Reyes. En Nubia lanzó una expedición, cerca de la tercera catarata, donde instaló una fortaleza, y aplacó una rebelión de Kush. En oriente, intervino en Canaán y aumentó  la  tensión  con  Mitanni.  En  política  interior,  aumentó  la  atención  a  Menfis, convirtiéndola de hecho en una segunda capital.

Hatshepsut se encargó de la regencia mientras Tutmosis III era menor de edad, si bien se negó a abandonarla hasta su muerte. Educada como hija del monarca para cumplir ir sus deberes y teniendo ya experiencia en puestos de la administración, tuvo un reinado largo y próspero.

Se  hizo  coronar  y  asumió  varios  títulos  reales,  roda  vez  que  vestía  el  atuendo  masculino  y portaba los atributos del monarca. Su reinado no fue excesivamente militarista, más bien se potenciaron  las  expediciones  comerciales  como  la  enviada  al  País  de  Punt  para  obtener productos de la zona. 

En política interior llevó a cabo una gran labor constructoras, levantando templos como el de Karnak o su templo funerario en Deir el-Bahari. También creó nuevos tribunales distribuidos por el país.

Hatshepsut

A su muerte le sucedió Tutmosis III, que había acumulado un gran resentimiento contra su madrastra, iniciando tras su ascenso una violenta represión contra todo lo relacionado con su predecesora. Su reinado fue largo, pero casi la mitad se desarrolló durante la regencia de Hatshepsut. Llevó a cabo numerosas campañas y expandió los límites del estado desde Nubia al Éufrates, lo que lleva a afirmar a algunos investigadores que fue el creador del Imperio egipcio.

El  ejército  fue  esencial  para  ello  gracias  al  aprovechamiento  de  las  novedades  introducidas desde los hicsos. La victoria conllevaba la obtención de gran número de prisioneros. El mando supremo del ejército, que se dividió en dos, uno en Tebas y otro en Menfis, estaba en manos del monarca. Los encabezaban dos visires asesorados por un Consejo del Ejército. Junto a ellos, el virrey de Kush controlaba Nubia. La unidad básica era la infantería. La marina podía operar en el Nilo y el Mediterráneo. 

Se  realizaron  campañas  de  control  junto  a  verdaderas  empresas  militares,  como  la  que  lo enfrentó a Mitanni cuya batalla más importante fue Megiddo. Las consecuencias de esta batalla fue un aumento del prestigio de Egipto y el fin de las revueltas en Canaán y Siria. En siguientes campañas se consolidó el dominio egipcio en Asia y su control sobre Nubia

En política interior se llevaron a cabo grandes obras públicas como las nuevas edificaciones de Karnak. Parte de su gobierno descansó en colaboradores. Sus sucesores llevaron a cabo nuevas campañas tanto en Asia como en Nubia, consiguiendo por ellos  el  pago  de  tributos  y  alcanzar  un  pacto  con  Mitanni  y  con  Hatti,  fijando  las  fronteras asiáticas  con  este  último.  Hubo  otros  monarcas  que  llevaron  a  cabo  una  intensa  actividad diplomática y constructora, llegando Egipto a vivir un periodo de gran prosperidad económica y cultural. 

Tutmosis III

Amenofis IV: la revolución de Amarna 

Con Amenofis IV comienza la decadencia de la dinastía, si bien al principio fue aceptado por las grandes potencias y se mantuvo el prestigio internacional. No sabemos si se dio la corregencia con su padre. 

En el plano político no se produjeron grandes cambios. La revolución se dio en el plano religioso, ya que cambió las orientaciones religiosas y construyó una nueva capital. Se destacó su carácter pacifista, si bien esto ahora es puesto en duda. 

En los primeros años de su reinado cambió la religión estatal, sustituyendo el culto a Amón por el de Atón, el disco solar, cambiando su nombre a Akhenatón. Se tendió a abandonar al resto de dioses convirtiendo a Atón en el único dios. Las causas de esto son desconocidas, no obstante, es posible que fuera provocado por el auge de las concepciones religiosas de Heliópolis, cuya principal divinidad era el sol bajo la forma de Amón-Ra. Las consecuencias fueron económicas (no hacían falta estatuas del dios y los templos eran al aire libre) y el gran sacerdote de Amón fue sustituido por el de Atón, con la pérdida de influencia y riqueza del clero del primero y de las oligarquías asociadas a estos. También aumentó la centralización estatal, el clero se alejó del monarca y los campesinos continuaron las prácticas politeístas.

Se produjeron cambios en las concepciones funerarias, ya que ahora era la lealtad a Akhenatón la que garantizaba el acceso a la otra vida y se pensaba que le difunto dormía durante la noche y resucitaba cada mañana.

Akhenatón

Se  creó  una  nueva  capital,  Akhenatón,  y  se  produjo  un  cambio  hacia  el  naturalismo  de  las concepciones artísticas. Parece  probado  que  la  administración  siguió  controlándose  desde  Menfis  y  que  se  esta  se descuidó, produciéndose numerosos desórdenes.

El final de la dinastía de Neferneferuatón a Horemheb

A la muerte de Akhenatón le sucedió una mujer, que trasladó de nuevo la capital a Tebas. A esta le sucedió Tutankhamón, que promulgó en Menfis el Decreto de Restauración, con el que acaba con la persecución a los seguidores de Amón y devolvía a los sacerdotes sus cargos. El clero de Amón se encargó de borrar las huellas de Akhenatón. 

Su reinado estuvo controlado por Horemheb y por Ay, que lo sucederían en el trono tras su repentina muerte. La rivalidad entre estos dos personajes, general de los ejércitos el primero y visir el segundo, provocó una intensa lucha interna.  La viuda de Tutankhamón solicitó al rey hitita  casarse  con  un  hijo  suyo  para  estabilizar  el  reino,  a  lo  que  este  accedió  tras  mucho pensárselo.  En  su  viaje  a  Egipto  murió,  lo  que  desencadenó  desencuentros  entre  las  dos potencias y un ataque a los territorios egipcios en Siria. Finalmente, la viuda de casó con Ay, cuyo gobierno fue corto y dominado por la anarquía y la corrupción. A su muerte le sucedió Horemheb. Este se empeñó en borrar todo rastro de los faraones anteriores desde Akhenatón, recibiendo el decidido apoyo del clero de Amón. En política interior intentó poner límite a los abusos de funcionarios y magistrados, reintrodujo las autoridades locales y el poder dividido entre  el  Alto  y  el  Bajo  Egipto,  a  la  vez  que  reformó  el  ejército,  consiguiendo  con  ello  una recuperación parcial para Egipto. 

Tutankhamón

Dinastía XIX 

Junto a la dinastía XX conforman le periodo conocido como los ramésidas, con los que Egipto alcanzó su cénit e inició su definido declive. Originarios del delta del Nilo, cercanos a Avaris, eran devotos de Seth y muy cercanos políticamente a Horemheb. Basaron su poder en el ejército y potenciaron  el  culto  a  Ra,  Osiris  y  Horus,  dios  protector  del  ejército  y  la  guerra,  para contrarrestar al clero de Amón.

La capitalidad continuó en Tebas, pero se fundó una nueva ciudad, Pi-Ramsés, cerca de Avaris, que fue sede dinástica y residencia real. 

En Asia Menor, los hititas fueron su principal enemigo. 

Inicio de la dinastía: Ramsés I y Sethi I 

A Horemheb lo sucedió su visir, Ramsés I, de avanzada edad que solo gobernó dos años y asoció el  trono  a  su  hijo,  Sethi  I,  con  el  que  Egipto  comenzó  a  recobrar  la  presencia  internacional perdida a base de campañas lanzadas por el soberano. 

Las  primeras se  dirigieron hacia  Palestina,  recorriendo  las  fortificaciones egipcias de  la  zona mientras atacaba varias ciudades y sometía a Líbano imponiendo el pago de tributo en madera. De la segunda solo se sabe que atacó Qadesh. Le continuó una contra los libios con victoria egipcia y en la cuarta, contra los hititas, tuvo lugar una batalla al norte de Qadesh, parece que, con  resultado  favorable  a  Egipto,  que  capturó  numerosos  prisioneros  y  ciudades  que permitieron el control de Siria, aunque fue solo temporal. Tras esta batalla se firmó un tratado con el rey hitita por el que se reestablecía la influencia de Egipto en Palestina. 

EN Nubia, Sethi I lanzó una campaña para reafirmar su dominio. En  política  interior  continuó  la  obra  de  Horemheb  para  reparación  de  los  daños  causados durante la revolución de Amarna y mantuvo el culto y los privilegios de Amón. Fue enterrado en el Valle de los Reyes y sucedido por Ramsés II.

Ramsés II 

Es considerado uno de los faraones más importantes y de más largo reinado. Es muy probable que  existiera  una  triple  capitalidad:  Menfis  mantuvo  la  capitalidad  administrativa,  Tebas  la política y religiosa y Pi-Ramsés contenía la residencia real. 

Tuvo que hacer frente a sus deberes militares como las incursiones piratas en el delta del Nilo. El conflicto más destacado fue con Hatti, desencadenado por el intento de control de la zona central de Siria, muy rica en recursos naturales y situada en una posición que permitía el control del comercio internacional de la región. 

La zona se encontraba bajo control hitita al inicio de su reinado, pero la deserción de Ammarru, que era vasallo hitita, en favor de los egipcios, provocó el desencadenamiento del conflicto. Los egipcios avanzaron hacia el norte casi sin resistencia hasta llegar a Qadesh, principal fortaleza hitita, donde chocaron los dos ejércitos. La batalla (1286) no tuvo un claro vencedor y ambos bandos se atribuyeron la victoria. Egipto no consiguió su objetivo de controlar la región hasta muchos años después. 

Con el retroceso del poder hitita Ramsés II fue conquistando territorios de la zona hasta la firma del Tratado de Qadesh, sellado con una alianza matrimonial. 

Otras  acciones  militares  se  dirigieron  hacia  Libia  para  frenar  a  las  tribus  que  pretendían asentarse en el delta.

 En política interior, Ramsés II mantuvo el equilibrio con el clero de Amón y desplegó una amplia labor constructiva. En el gobierno no existieron grandes cambios, manteniéndose la figura del visir y el aumento de poder e influencia de los grandes sacerdotes de Amón hasta transformar el cargo en hereditario. Hombres y mujeres tuvieron acceso casi igualitario a la posesión de la tierra y se produjo un descuido paulatino de las fronteras.

Ramses II

El final de la dinastía XIX 

Ramsés  II  fue  el  último  faraón  que  consiguió  expansiones  territoriales.  Sus  sucesores  se dedicaron a defender lo heredado, no siempre con éxito. La situación se hizo extremadamente difícil en las fronteras, teniendo que hacerse frente a los libios y, por primera vez, a los Pueblos del Mar, aliados de estos.  

El reinado de los últimos faraones de esta dinastía se hizo ver como un periodo de anarquía y desgobierno al que pusieron fin los reyes de la dinastía XX

La dinastía XX 

No está claro cómo se produjo el cambio de dinastía, si bien es seguro que la dinastía XIX acabó con  dos  reinados  muy  débiles.  Parece  que  un  grupo  de  hombres  se  decidió  entonces  por recuperar el  esplendor de la  monarquía, lo que  solo se consiguió en parte  en el  reinado  de Ramsés III. 

Sethnakht y Ramsés III 

Sethnakht, que tuvo un reinado muy corto, consiguió poner orden con la ayuda o aprobación del ejército. Le sucedió Ramsés III, que intentó emular a Ramsés II en todos los ámbitos, algo que no consiguió.

 A su llegada al trono se produjeron revueltas e intentos de invasión a los que hizo frente. El peligro más importante fueron los "Pueblos del Mar" cuyo origen se discute y que llegaron al noroeste junto a sus familias con intención de asentarse en la zona. Parece que hubo dos grupos diferenciados, uno de salteadores y bandidos y otro de gentes pacíficas que buscaban nuevas tierras. 

El enfrentamiento se produjo en la tierra, por la costa levantina, y en los canales del delta, donde los egipcios no podían usar sus principales armas. Aunque en primer momento se rechazó a los invasores, a largo plazo acabarían provocando la pérdida de control egipcio en la zona, toda vez que se creó un ambiente de inseguridad. Los libios fueron inicialmente expulsados del delta, pero en ataques posteriores consiguieron asentarse. A pesar de todo ello, Ramsés III consiguió mantener cierta presencia internacional en Oriente Próximo. 

El  faraón  tuvo  que  afrontar  más  problemas,  sobre  todo  políticos  y  económicos.  Se  ocupó personalmente de las relaciones con el clero de Amón, y tuvo que enfrentar una revuelta de trabajadores provocada por la falta d pago por su trabajo. Todo ello produjo el debilitamiento del estado agravado por problemas dinásticos que conllevaron su asesinato.

Ramses III

Los sucesores de Ramsés III y el final del Imperio Nuevo 

Los  problemas  hereditarios  se  sucedieron  tras  la  muerte  de  Ramsés  III.  Aunque  su  sucesor castigó a sus asesinos, el poder de los nomarcas siguió debilitándose, llegando al punto de ser incapaces de proteger  las necrópolis reales. Las luchas entre altos funcionarios y  el clero de Amón por el poder llevó a vivir una auténtica guerra civil, consiguiendo este último, en algunos periodos, ser quienes realmente gobernaron el Alto Egipto. A estos factores se unieron otros como las hambrunas que llevaron al declive total del poder central, que nunca se recuperaría. Tras el Tercer Periodo Intermedio lo que llegaron fueron invasiones extranjeras

La organización del Estado durante el Imperio Nuevo

 Hubo  cambios  sustanciales  con  la  desaparición  de  algunos  cargos  de  épocas  anteriores y  la pérdida de funciones de otros. 

El rey pasó a usar el título de faraón a partir de Amenofis IV, interviniendo cada vez más en asuntos  administrativos  y  militares,  a  pesar  de  lo  cual  siguió  perdiendo  poder.  La  corte  la administraba un canciller y la administración estaba encabezada por el Gran Intendente.

 Un buen número de cargos públicos comenzaron a ser hereditarios. La figura del visir continuó con sus funciones y se creó el cargo de virrey de Nubia. El tesoro continuó recaudando impuestos y la unidad administrativa básica fue la ciudad, gobernada por un consejo que podía ser de tres tipos en función de la importancia de la ciudad: Kembet con funciones judiciales para las grandes y presidida por el visir en Menfis y Tebas; Consejos Provinciales formados por personas de clase alta y Consejos menores en pequeñas ciudades encargados de resolver crímenes y disputas de propiedad. 

Los  gobernadores  se  encargaron  de  administrar  los  territorios  conquistados  y  aparecen  los esclavos.

La economía en Egipto

La agricultura 

Fue la base de la economía. Dependía totalmente del Nilo que fertilizaba la tierra y permitían que fuesen cultivables. Por ello, siempre se buscó anticiparse a sus crecidas, ya que tanto si eran escasas  como  excesivas  provocaban  hambrunas.  Para  su  control  se  construyeron  canales, acequias y estanques que garantizasen el regadío. Estos eran mantenidos por el poder central, lo que supuso un problema en los periodos de descentralización. 

Los  trabajos  agrícolas  comenzaban  con  el  rio  aún  crecido.  Se  utilizaban  herramientas  muy rudimentarias y era habitual el ayudarse de animales. 

Ente los cultivos destacó el del trigo y la cebada, dedicada desde antiguo a la fabricación de cerveza. Además de productos alimenticios se cultivaron plantas de uso práctico como el papiro y el lino y plantas decorativas que también tenían usos medicinales.

La ganadería 

A pesar de su importancia no tenemos demasiada información. Los principales propietarios eran templos y la monarquía, que requirieron de la colaboración de agricultores y poseedores de tierras que se hacían cargo del cuidado y explotación del ganado cambio de un pago anual al estado. Aparte de estos, los campesinos también podían poseer pequeños rebaños. 

El  ganado  se  destinaba  principalmente  a  alimentación  y  la  ayuda  en  actividades  agrícolas. También era importante el ganado destinado a los ritos religiosos, a cargo de los templos con personal para su cuidado muy especializado.

 Durante el Imperio Nuevo se intensificó la ganadería de caballos para uso militar

La pesca

 Fue  considerada  por  los  egipcios  una  actividad  económica  complementaria.  Existía  cierta reticencia a pescar y consumir pescado por motivos religiosos. Se practicó, sobre todo, en el delta del Nilo. 

La minería

 Las minas siempre fueron controladas por el Estado. Las principales estuvieron en el Sinaí y en Nubia.  Al  encontrarse  fuera  d  las  fronteras  naturales  de  Egipto  requirieron  de  una  logística especial,  siendo  le  trabajo  realizado  en  ellas  considerado  de  los  más  duros  y  realizados  por esclavos habitualmente. Los metales más importantes fueron el oro y el cobre. 

Otro producto muy apreciado y escaso en Egipto fue la piedra para las construcciones. Debido a lo alejado de las canteras su traslado se hizo, principalmente, por el Nilo.

El artesanado

 Es  muy  importante  la  ciudad  de  Deir  el  Medina,  que  fue  un  centro  de  artesanado  donde convivían distintos artesanos. 

Los escultores se dedicaron, sobre todo, a tumbas y templos, donde esculpían textos jeroglíficos en  paredes  y  realizaban  estatuas,  principalmente.  También  destacaron  los  trabajadores  del metal,  que  recibían  la  materia  prima  en  forma  de  metal  en  sus  talleres;  los  orfebres;  los carpinteros; los ceramistas o los carroceros, expertos en hacer carro de combates durante el Imperio Nuevo. 

La religión 

Dioses y creencias 

La religión y el poder político, a pesar de estar ligados rivalizan por el poder, llegando los sumos sacerdotes de Amón, en algunos momentos, a estar por encima del faraón. La invasión de los hicsos  afectó  a  la  religión.  Como  fue  Tebas  la  que  los  expulsó,  su  dios,  Amón,  cobró  gran importancia, hasta el punto de convertirse en  dios nacional,  cuya intervención fue necesaria   para la expulsión de los hicsos.

La  revolución  amarniense  trastocó  también  la  religión,  que  tras  ella  volvió  a  los  cultos tradicionales. En el Bajo Egipto floreció el culto a Seth.

 Con la caída del Imperio Nuevo decayó el culto a Amón en favor de divinidades locales. 

El sacerdocio y los templos 

La relación de los egipcios con sus dioses fue muy fuerte, ya que estos se encargaban de ordenar el  cosmos  y  para  relacionarse  con  los  humanos  necesitaban  templos  y  sacerdotes.  Eran incapaces de concebir separados el poder y la religión. 

El faraón era el máximo responsable de la religión, pero debía delegar sus poderes religioso en los  sacerdotes,  de  forma  que  cada  divinidad  tenía  su  propio  clero.  Estos  sacerdotes  debían asegurar la presencia del dios en la tierra. 

El templo egipcio era sede de la divinidad y un lugar al que el pueblo no podía entrar, solo el faraón y los sacerdotes. A medida que se avanzaba aumentaba la oscuridad, hasta llegar a la capilla  donde  estaba  la  divinidad.  Como  el  culto  no  era  público  los  sacerdotes crecieron  en influencia. El visir llegó a considerarse jefe de los sacerdotes.  

Se desconoce el proceso para acceder al sacerdocio, si bien parece que se requería saber leer y que una vez dentro se recibía formación teológica. Los sacerdotes debían llevar a cabo una serie de observancias como realizar abluciones o depilar el cuerpo. La alimentación era escasa.

 El ejercicio del sacerdocio fue una buena fuente de ingresos, llegando a convertirse el cargo en hereditario.  Se produjo  entre  estos  una  especialización en  distintas  tareas,  y  parece que  en algunos periodos hubo sacerdotisas. 

Los templos estuvieron ligados a la actividad económica poseyendo trabajadores propios. Se dedicaron a las construcciones religiosas y funerarias buena parte de los recursos económicos del país.

 El clero más importante, el de Amón, llegó a disputarle el poder al monarca. El final del Imperio Nuevo supuso la decadencia del culto egipcio. 

El mundo funerario 

Los egipcios se resignaban a la muerte. Creían que tras ella se verían sometidos se presentarían ante el juez supremo que solo permitiría llegar a la vida eterna a los justos. Buscaban para ello el perdón de los dioses de sus malas acciones y quedar así purificados. Era también fundamental la purificación de sus tumbas, encontrándose grandes diferencias entre las de los nomarcas del Imperio  Antiguo  y  el  Nuevo.  Si  en  el  primero  se  hacían  pirámides  visibles  en  el  segundo  se construían hipogeos en el Valle de los Reyes ricamente decorados y ocultos de los hombres.

Las  tumbas  de  las  clases  altas  eran  distintas.  Lo  más  importante  era  el  sarcófago  que  se depositaba en un pozo que era sellado. Con el tiempo, los descendientes construían edificios sobre estos con estelas de alabanza al difunto.

Vasos Canopos

La momificación, ritual funerario y cortejo fúnebre

 Era necesario conservar el cuerpo, ya que al morir se separaba la parte inmaterial del ser en el Ba, el alma, y el Ka, la energía vital, y estas solo podían unirse de nuevo en el cuerpo. Para ello se  desarrolló  la  momificación,  un  largo  proceso  en  el  que  se  extraían  las  vísceras,  con  la excepción del corazón, y se rellenaba el cuerpo con especias aromáticas y hierbas, tras lo que se desecaba y envolvía con vendas de lino, tras o que se depositaba en el ataúd. No todos podían permitirse todo el proceso.

 Una  vez  embalsamado  comenzaban  los  rituales,  el  primero  el  de  reanimación  simbólica  del difunto, que se iniciaba con la apertura de la boca. Acabados esto, en el caso de los faraones eran llevados al templo funerario y, tras otros rituales, a la tumba con todo su ajuar. Las clases más desfavorecidas se enterraban en el desierto siguiendo siempre los rituales.  

El cortejo funerario de los faraones y las clases altas era acompañado por un cortejo. Este llegaba al Nilo, que cruzaba en una barca ricamente decorada, y de allí legaban a las tumbas, selladas una vez que se depositaba al difunto.

  La  relación  entre  vivos  y  muertos  fue  complicada,  toda  vez  que  los  segundos  podían  tener sentimientos y no era raro que intentasen vengarse de los vivos por diferentes motivos. Ello motivó que se tuviese un especial esmero en el cuidado de sus tumbas.


El Derecho en Egipto 

Egipto  no  ha  legado  ningún  código  de  leyes  hasta  época  ptolemaica.  Lo  que  tenemos  son decretos  reales,  que  proporcionan  información  sobre  casos  particulares.  La  legislación  es extremadamente  antigua  y  en  continua  evolución,  preocupándose  especialmente  por  los individuos, sin distinción de sexo. 

El juramente tenía un papel primordial en la resolución de conflictos *+Los  documentos  que  nos  han  llegado  con  asuntos  legales  pueden  dividirse  en  tres  tipos: resoluciones de peritos particulares, principalmente disputas familiares o comerciales; asuntos criminales, especialmente actos  contra la  seguridad del  Estado  o robos; y  los que  resuelven pleitos con el templo o el Estado.

  Desde antiguo existieron los llamados Grande Tribunales presididos por un funcionario de los que no sabemos cuál fue su lugar ni si fueron los únicos encargados de administrar justicia en los nomos. 

 Los  templos  tuvieron  su  propia  administración  de  justicia,  siendo  los  sacerdotes  quienes componían la corte de magistrados y en cuyos juicios intervenían especialmente las prácticas adivinatorias.

 La justicia estaba bajo la protección de la diosa Maat, si bien el resto de divinidades también intervenían.

Entre las penas, cabe destacar la confiscación de bienes o los castigos corporales.

La ciencia en Egipto 

Ya a mediados del tercer milenio se empezaron a desarrollar la medicina, las matemáticas y la astronomía. 

De la medicina conocemos la utilización de plantas medicinales y la realización de intervenciones quirúrgicas.  Los  egipcios  concebían  la  enfermedad  como  consecuencia  de  malas  prácticas alimentarias en las que se incluía la intervención divina. En un principio, magia ay religión fueron parte de las actividades médicas, que era practicadas por sacerdotes, médicos y magos, si bien fueron imponiéndose los médicos. Algunos templos contaron con sanatorios. 

Los egipcios sabían que existía un sistema circulatorio y eran capaces de detectar enfermedades potencialmente  peligrosas.  En  cirugía  lograron  grandes  avances  como  saturaciones  y  -trepanaciones craneales. 

En matemáticas emplearon el sistema decimal y eran capaces de calcular algunos volúmenes. Donde sí avanzaron fue en las matemáticas que les permitan remarcar los límites de las parcelas tras las crecidas del Nilo. 

En cuanto a pesos y medidas, establecieron un sistema que podía variar algo en función de la época. 

En astronomía también se realizaron avances, que se constatan en la orientación de algunos templos y pirámides o en el calendario que elaboraron de 365 días para cuya elaboración fue necesario  la  observación  de  los  astros.  Este  calendario,  creado  a  partir  de  la  necesidad  de predecir las crecidas del Nilo, constaba de doce meses y se dividía en tres estaciones. A su vez, el día se dividía en veinticuatro periodos de desigual duración, doce para el día y doce para la noche. 


La cultura del Imperio Nuevo

 Destacó sobre todo la literatura, dividida en dos corrientes: 

  • Literatura religiosa, donde destacó el Libro de los muertos, una recopilación de fórmulas rituales para asegurarse el paso a la otra vida que fue recogida en papiro, paredes de tumbas u objetos.
  •  En la literatura profana hubo dos épocas, la previa a la revolución amarniense, imbuida todavía en  la  época  clásica  y  en  la  que  destacan  obras  biográficas  y  los  Anales  reales  de  época  de Tutmosis III, y una segunda tras este periodo con una literatura más rica e imaginativa, donde se difunden ampliamente los cuentos y la literatura escolar

Tercer Periodo Intermedio (1069-656 a.C.)

Contempla las dinastías XXI a XXV. Las dinastías de origen extranjero van a dominar el periodo, que puede dividirse en tres etapas: Etapa Tanita, dinastía egipcia con capital en Tanis, de nueva creación.  Segunda  etapa,  con  faraones  libios  de  origen,  pero  con  familias  asimiladas  a  los egipcios. Tercera etapa, con faraones de origen nubio. 

Faraones tanitas 

La dinastía XXI intentó proclamarse heredera de la XX. El primer monarca de esta dinastía fue reconocido en Tebas y trasladó la capital de Pi-Ramsés a Tanis como sede dinástica. El ejército respondía  al  sumo  sacerdote  de  Amón, que  usurparon  parte  de  las  prerrogativas  reales,  de forma que el gobierno quedó dividido, con una capital en Tanis en el Bajo Egipto y Tebas en el Alto Egipto. No obstante, los sacerdotes seguían reconociendo la autoridad del faraón.

Se trasladaron momentos de Pi-Ramsés a Tanis. Egipto perdió los territorios conquistados en épocas anteriores, incluida Nubia. 

La inseguridad hizo que aumentara el número de mercenarios en el ejército, sobre todo libios que, junto a su familia, se asentaron en Egipto y se asimilaron a la población local

Faraones libios 

La influencia de las familias nubias llevó al poder a la dinastía XXII, que mantuvo en términos similares las relaciones con el clero de Amón, delegando el faraón parte de sus poderes en el sumo sacerdote de Amón. La capital se trasladó a Bubastis, si bien la administración permaneció en Menfis. En este momento se fragmentó más el norte de Egipto, feudalizándose y dando lugar al nacimiento de una dinastía paralela, la XXIII, a la vez que en la parte oriental el delta nació otra más, la XXIV.

 La dinastía XXIII tuvo varias ciudades que pueden considerarse su capital. Se produjeron varias luchas por la sucesión, algunas prácticamente guerras civiles. Por su parte, la dinastía XXIV fue muy  corta,  solo  dos  faraones  que  lograron  imponerse  en  el  delta  hasta  la  invasión  de  los faraones nubios.

 Faraones nubios

La relación entre Nubia y Egipto fue muy intensa siempre y no llegó a romperse nunca. Al final del Tercer Periodo Intermedio, un grupo de gobernantes nubios creó la dinastía XXV, que puso fin a los desórdenes y reunificó el Alto y el Bajo Egipto. EL origen de esta dinastía estuvo en el reino de Kush, con capital en Napata que acabarían trasladando a Menfis. 

Estos faraones intentaron recuperar el control de Próximo Oriente, si bien los intentos fueron infructuosos.  Se  llevaron  a  cabo  reconstrucciones  de  edificios  y  se  recuperó el  componente divino de la monarquía. Finalmente, los asirios lanzaron expediciones contra el delta del Nilo que acabaron con la huida de la dinastía a Nubia y el control asirio de Egipto. 

Época Saita (664-525 a.C.) 

Fue  la  última  dinastía  de  nativos  egipcios.  Llegaron  al  poder  gracias  al  apoyo  de  los  asirios, consiguiendo dominar el Bajo Egipto y, desde allí, avanzar hacia el sur y expulsar a los faraones nubios. Sais fue la capital dinástica. 

Consiguieron un resurgimiento de Egipto en el plano internacional, se reforzaron las fronteras y se intentó afianzar la presencia egipcia en Siria y Palestina, si bien tras los primeros monarcas la decadencia fue inevitable. Con un ejército muy débil, la flota salvó a Egipto de una invasión asiática  en  un  primer  momento,  siendo  la  diplomacia  la  que  mantuvo  la  independencia  del Estado  después. Finalmente,  los persas  avanzaron  sobre Egipto,  capturando  y asesinando  al último monarca de la dinastía.



Se realizaron campañas de control junto a verdaderas empresas militares, como la que lo
enfrentó a Mitanni cuya batalla más importante fue Megiddo. Las consecuencias de esta batalla
fue un aumento del prestigio de Egipto y el fin de las revueltas en Canaán y Siria. En siguientes

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