La dictadura franquista ofreció a la dirigente comunista mejoras en la alimentación de los hijos de las presas del penal de Mallorca a cambio de su bautismo y conversión al catolicismo. Matilde eligió sus principios. El 26 de septiembre de 1942, día que estaba prevista la ceremonia de bautismo, Landa se precipitó por la terraza hacia el patio interior de la prisión.
Se suicidó. En los 45 minutos que duró la agonía de Landa, completamente inconsciente, las autoridades eclesiásticas de Illes Balears aprovecharon para bautizarla en articulo mortis.
Antes de su suicidio, Landa escribió una carta a su hija donde, de manera encubierta, se despidió de ella rogándole perdón. La ceremonia de su bautizo ya estaba preparada:
“Hoy es el gran día, dicen. Doña Bárbara, otras señoras de Acción Católica y las monjitas andarán relamiéndose con el triunfo. El dolor del pecho no me deja pensar, Carmencilla; pero no creo que el aceite alcanforado alivie mi sufrimiento, porque otro dolor, más hondo, es el que me acucia (…). No puedo ver sin llorar los rostros de esos niños a los que amenazan con dejar sin leche si yo no me convierto —prosigue la misiva— Tú sabes, Camencilla, lo mucho que me preocupan los niños, los más desgraciados, con sus corazoncitos, tan sensibles y tan a merced de los caprichos de los mayores. No puedo, no puedo aceptarlo. Sería como prostituirme. Ay, esos niños… ¿Será lo mío un capricho? (…) Quien sobra soy yo. (…) Espero que me sigas queriendo y que te acuerdes de mí a pesar de lo que te cuenten, a pesar de lo que voy a hacer. Que tú, mi niña, mi chiquitina, y esos pobres niños me perdonéis”, escribió Landa antes de su suicidio en una carta que recoge Antoni Tugores Manresa, en la obra Víctimes invisibles. Editorial Tria Llibres 2011.
Eran los años en los que la popularidad de Matilde Landa crecía sin parar. Un año antes, en 1937, Matilde había sido voluntaria en el Socorro Rojo Internacional, donde colaboró en la evacuación de Málaga. Cuando estalló la Guerra, Landa se incorporó a las tareas sanitarias en un hospital de guerra de Madrid. El activista italiano Vittorio Vidali “Comandante Carlos” había señalado que si tuviera que escribir la historia de la Guerra Civil española bastaría con dos biografías: la de Antonio Machado y la de Matilde Landa.
Su historia
Matilde Landa Vaz nació en Badajoz el 24 de junio de 1904. Su entorno familiar era muy característico de la burguesía progresista e ilustrada de la España de la Restauración (1875-1923). Su padre, Rubén Landa Coronado, era un abogado y dirigente republicano que participó en la fundación y despliegue de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), en estrecha colaboración con Francisco Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío y Nicolás Salmerón. En consonancia con el acendrado laicismo familiar, ni Matilde ni sus hermanos fueron bautizados, circunstancia muy poco frecuente en la época.
Durante el curso 1919-1920 estudió comercio en La Coruña y entre 1920 y 1923 el bachillerato en Badajoz. En octubre de 1923 se trasladó a Madrid para iniciar la carrera universitaria de Ciencias Naturales. Se alojó en la Residencia de Señoritas, institución pionera en el fomento del acceso de la mujer española a los estudios superiores y estrechamente relacionada con la Residencia de Estudiantes. A las pocas semanas le fue detectada una tuberculosis, circunstancia que implicó la postergación de sus planes académicos. Durante los años siguientes estuvo matriculada como estudiante libre, alternando entre dos universidades: la Central de Madrid y la de Salamanca. No llegó finalmente a graduarse.
Militancia política
En el tramo final de la Segunda República, inició su militancia política. Aunque vinculada familiarmente a la izquierda republicana burguesa, se situó en aquellos años en la órbita del PCE. El 21 de julio de 1936 Matilde Landa se enroló en el batallón femenino del Quinto Regimiento de Milicias Populares. Aunque recibió una muy rudimentaria instrucción militar, su trabajo se vehiculó desde el principio hacia los servicios sanitarios. De entrada, fue designada jefa de personal del Sanatorio de Milicias Populares; un establecimiento ubicado en el antiguo Hospital Obrero de Cuatro Caminos u Hospital de Maudes que formaba parte del entramado sanitario improvisado a marchas forzadas por el Socorro Rojo y el Quinto Regimiento para afrontar los dificilísimos primeros meses de guerra. En octubre, fue nombrada inspectora de hospitales con responsabilidades para el conjunto de la zona republicana; así hacia finales de aquel mes realizó una visita de inspección a Alicante. A principios de noviembre, ante el avance franquista sobre Madrid, el Comité Ejecutivo Nacional del Socorro Rojo se trasladó a Valencia con sus principales servicios y funcionarios
Tras el pleno del SRI del 7 y 8 febrero en Valencia, Matilde Landa pasó a responsabilizarse de la nueva Comisión Nacional de Ayuda de esta entidad. Matilde Landa, junto a Tina Modotti y el prestigioso médico canadiense Norman Bethune, ayudó en la complejísima evacuación de miles de personas desde Málaga a Almería.
El 18 de febrero estaba establecida nuevamente en Valencia. El 3 y el 4 de julio de 1937 Matilde Landa participó como delegada del SRI en la Conferencia Sanitaria de Ayuda a España, celebrada en París. Al poco de regresar a España, asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, impartiendo el 10 de julio una ponencia en Valencia, en la que glosó a intelectuales víctimas del la represión franquista como Federico García Lorca y Leopoldo García Alas.
Con la victoria del ejército de Francisco Franco sobre la República, Matilde Landa se quedó en Madrid para reconstruir desde dentro el PCE. El 4 de abril de 1939 fue detenida mientras preparaba la huida de dos compañeros del partido. Tras ser sometida a un Consejo de Guerra, fue condenada a muerte. Antes, le habían ofrecido salir libre si renegaba públicamente del PCE. También se había negado.
Condenada a muerte, Matilde ingresó en la cárcel de Ventas de Madrid, donde permanecían alrededor de 10.000 presas. Desde dentro, con el permiso de la directora de la prisión, compañera de la residencia de estudiantes, montó la llamada Oficina de Penadas, que se encontraba en su misma celda. Se trataba de una máquina de escribir en la que Matilde escribía recursos para que sus compañeras no fueran fusiladas una vez escuchados sus casos.
En poco tiempo se convirtió en la reclusa más carismática. La joven comunista se había convertido en un símbolo de dignidad y resistencia para sus compañeras reclusas. Un amigo de la familia, cercano al régimen franquista, intercedió para que no fuera ejecutada. A cambio, el régimen la condenó a 30 años de prisión que debían cumplirse fuera de la península. Fue entonces cuando trasladaron a Landa a Mallorca. Era el mes de agosto de 1940. Landa se convirtió entonces en el objetivo propagandístico de la Iglesia balear. Su conversión al catolicismo sería una gran arma propagandística y minaría la moral de los vencidos. No bastaba con vencer. Había que humillar y convertir a los derrotados. Matilde fue apartada del resto de presos y sólo podía hablar con Bárbara Pons, de Acción Católica, quien se encargaba de que finalmente aceptara la conversión al catolicismo. Matilde Landa prefirió la muerte.
Vencieron pero para nosotras no acabó la guerra
empezó la desgracia para nuestro pueblo y nuestras hermanas
perseguidas, humilladas y maltratadas
con aceite de ricino torturadas y rapadas
intentando reprimirnos en el hogar y cuatro paredes
bajo la cruz, la tradición y las sotanas
eliminando las libertades y luchas conquistadas
dejando suplicando por caridad y mercedes
Silencio cómplice en los pueblos y en las tierras
de la España derrotada que no vería un nuevo mañana
y durante años sería torturada y doblegada
oprimida, olvidada y amordazada
pero nadie muere mientras sea recordado
porque los muros y paredes siempre dirán la verdad
la verdad de los ecos del pasado
de la historia y de la realidad
Matilde Landa, camarada siempre presente
nunca olvidada, siempre en nuestras mentes
y nuestros corazones
empuñando banderas rojas de revoluciones
Silencio cómplice en los pueblos y en las tierras
de la España derrotada que no vería un nuevo mañana
y durante años sería torturada y doblegada
oprimida, olvidada y amordazada
pero nadie muere mientras sea recordado
porque los muros y paredes siempre dirán la verdad
la verdad de los ecos del pasado
de la historia y de la realidad
Matilde Landa, camarada siempre presente
nunca olvidada, siempre en nuestras mentes
y nuestros corazones
empuñando banderas rojas de revoluciones
Matilde Landa |
Excelente extracto de su vida. Gracias.
ResponderEliminarMuy buena historia.Pero manteniéndose siempre firme y leal al sus principios.
EliminarGracias por el artículo sobre Matilde Landa, una extremeña poco conocida y gran luchadora. Aquí estamos haciendo algunas jornadas y una de nuestras sedes, lleva su nombre. Salud y un abrazote, Dani.
ResponderEliminarCuantas y cuantos,héroes desconocidos,dieron su vida por sus ideales y convicciones,asesínanos por el franquismo y hoy aún los de derechas los repudian y los quieren ignorar,hagamos los que creemos en ellos que nunca desaparezcan y recordemos todos sus logros como Matilde Landa
ResponderEliminarGracias . Que sepáis que casi.nunca le falta una flor en su tumba de Palma de Mallorca . Que fue restaurada. Y que después entre una amiga y yo le pusimos una placa . Con unas letras contando un poco de su biografía .
ResponderEliminarMuchísimas gracias a las dos por vuestras flores cómo símbolos de vuestra lucha contra el olvido de Matilde Landa.
EliminarCarmen López Landa fue socia de Archivo Guerra y Exilio (AGE) hasta su fallecimiento. Nos legó su documentación que incluía el archivo de sus padres. Está en depósito de libre consulta en el Arxiu Nacional de Catalunya. Gracias y felicidades por el artículo, Daniel.
ResponderEliminarMatilde Landa fueron ella y sus miembros de su familia unos progresista Republicanos en Badajoz ciudad con malos recuerdos de su plaza de toros. Vivan los republicanos Extremeños de la plaza de toros y los penales por toda Extremadura
ResponderEliminarEmocionante historia.No debe ser olvidada.
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