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jueves, 8 de febrero de 2018

LA DESBANDÁ

La Masacre de la carretera Málaga-Almería, más conocida como 'la Desbandá', fue un episodio trágico de la Guerra Civil Española en el que murieron miles de civiles.

Sucedió en febrero de 1937, unos días después de que las tropas franquistas comenzaran su ataque definitivo contra la ciudad de Málaga, una zona caracterizada por tener un fuerte movimiento obrero durante la II República.

El mismo 7 de febrero, el coronel José Villalba, encargado de su defensa, abandonó la ciudad con otros mandos militares. Queipo de Llano, que se había dedicado a amenazar por radio a los malagueños mientras esperaba a los italianos del Corpo Truppe Voluntari y a los marroquíes regulares, se encontró con una ciudad casi indefensa.

En vistas de lo que se les venía encima y temiendo por la segura represión tras la toma de Málaga, más de 100.000 milicianos y civiles malagueños abandonaron su ciudad en dirección a Almería, ciudad que en ese momento se hallaba bajo control republicano. El camino elegido fue la actual carretera N-340, que no había sido cortada, pero sí que estaba siendo duramente bombardeada desde mar y aire.

Si en Guernica las bombas fascistas cayeron sobre 5.000 vascos, en la Desbandá más de 150.000 malagueños, en su mayoría mujeres y niños, tuvieron que huir de la ciudad a pie, descalzos incluso, mientras eran bombardeados desde el aire por aviones alemanes e italianos y desde el mar por buques nacionales. Narran las crónicas de la época, según recuerda la historiadora Lourdes Peláez, “cómo los barcos franquistas acompañaban tranquilamente en paralelo y por el flanco derecho la huida de la población, que dejaba atrás Málaga por la única carretera posible, esculpida en la roca encima del mar, mientras los bombardeaba”.

A los 5.000 muertos de aquella huida habría que sumar muchos más en Málaga una vez que cayó el 8 de febrero a manos de los sublevados. “Las informaciones de diarios de la época como El Centinela describen como Málaga ya no era una ciudad, era una carnicería, con mujeres saltando por la ventana, olor a carne quemada o los fascistas tiroteando por las calles indiscriminadamente a gente indefensa”, explica Peláez. Además, mucha gente de los pueblos que atravesaban les negó el socorro por miedo también a las represalias del ejército franquista.

La Desbandá

Antecedentes: la Batalla de Málaga

Como es sabido, el golpe militar de julio de 1936 no triunfó, consecuencia de ello fueron tres años de enfrentamiento bélico, se puede considerar la batalla de Málaga el episodio más cruel y sin antecedentes en la historia de las guerras contemporáneas.

Bando declarando el Estado de Guerra en Sevilla.

ESPAÑOLES: Las circunstancias extraordinarias y críticas por que atraviesa España entera; la anarquía que se ha apoderado de las ciudades y los campos, con riesgos evidentes de la Patria, amenazada por el enemigo exterior, hacen imprescindible el que no se pierda un solo momento y que el Ejército, si ha de ser salvaguardia de la Nación, tome a su cargo la dirección del país, para entregarlo más tarde, cuando la tranquilidad y el orden estén restablecidos, a los elementos civiles preparados para ello.

En su virtud y hecho cargo del mando de esta División, ORDENO Y MANDO
Primero. - Queda declarado el estado de guerra en todo el territorio de esta División. 
General Jefe del Ejército del Sur Gonzalo Queipo de Llano

A finales de 1936 las líneas de frente en la provincia malagueña estaban estabilizadas desde cuatro meses antes, sin combates destacados, pero la situación de la provincia no dejaba de ser comprometida dada su extensión y el progresivo control rebelde del mar y aire. Para una mejor comprensión de los acontecimientos es necesaria una síntesis del desarrollo del conflicto bélico desde el momento en que empiezan a ser ocupadas distintas poblaciones periféricas de la provincia malagueña hasta la ocupación de la capital. Hay que tener en cuenta la ocupación de la Sierra Sur de Sevilla, que unía la capital granadina con la sevillana, donde la Roda de Andalucía –enclave importante por su nudo ferroviario– fue el punto de partida por parte rebelde hacia Antequera, ciudad que fue ocupada el día 12 de agosto de 1936. A partir de esta fecha las fuerzas gubernamentales comenzaron a perder posiciones por diferentes cuestiones, facilitando de este modo el avance sublevado que en septiembre había ocupado Ronda, Campillos, Teba, Cañete la Real y Peñarrubia entre otras, provocando que miles de personas buscaran refugio en la capital malagueña y otros municipios bajo el Gobierno republicano.

El general Queipo de Llano, jefe sublevado del Ejército del Sur, de forma premeditada, desde finales de diciembre de 1936 venía organizando la operación para la ocupación de Málaga, noticia que fue acogida con júbilo por los mandos rebeldes, entre ellos el general Roatta, que solicitaba tomar parte en las operaciones militares Desde mediados de diciembre de 1936 estaban llegando a Cádiz legionarios voluntarios de Italia que venían a incorporarse a los efectivos nacionalistas, “legionarios de Italia venían a incorporarse, y cuando fueron varios millares, formaron unidades completas mandadas por Oficiales también italianos, pero sometidos al mando y a las consignas de nuestros Cuarteles Generales”. Del mismo modo, organizaron nuevas unidades con los efectivos voluntarios de tropas de Regulares procedentes de África.

Antes de acabar el año de 1936, los mandos del ejército republicano eran conscientes de que los sublevados estaban preparando la ofensiva sobre Málaga, muestra de ello es el informe que, desde Almería, el comandante militar José Sicardo remite al ministro de la Guerra, haciendo referencia a que “el enemigo intenta y prepara convenientemente un ataque a Málaga; que para ello está enviando fuerzas a Algeciras con destino a Estepona y Antequera”

Con el numeroso contingente de efectivos por parte sublevada, Queipo de Llano convino la operación a lo largo de la costa meridional, “la primera intención era llevar a cabo una maniobra de sorpresa en las montañas que se elevan en el norte de la provincia, es decir, el arco montañoso entre Antequera y Loja”. En este operativo, Loja sería el municipio de donde partirían las columnas que debían romper el frente republicano con las columnas motorizadas para caer sobre el norte de la ciudad de Málaga.

Antes de iniciar las operaciones militares para ocupar Málaga, el frente malagueño describía un inmenso arco de aproximadamente 200 kilómetros de recorrido. En este espacio de oeste a este, la orografía contaba con las defensas naturales de Sierra Bermeja, Sierras de Ronda, Tolox, Abdalajís, El Torcal, Alhama y la Sierra de Almijara; a su vez, los pasos naturales entre los puntos más altos habían sido fortificados por las fuerzas republicanas con obras de fábrica y alambre de espino. Otra dificultad que encontraron los sublevados fue la inclemencia meteorológica, por las continuas lluvias que se sucedían, “convirtiendo los caminos en acequias y los valles en lagunatos”, pero Queipo de Llano no fue paciente y puso en marcha el operativo, instalando su cuartel general en el crucero Canarias, mientras que el general Roatta situó su puesto de mando en la Casa-Palacio de las marquesas de Cauche, en Antequera. Málaga era uno de los objetivos del general Queipo de Llano para completar la conquista de Andalucía, sin embargo, para el general Franco, era un frente secundario, ya que tenía sus miras en la ocupación de Madrid con el objeto de terminar la guerra pronto. Para el gobierno republicano ocurría otro tanto igual, ante la amenaza de los sublevados en la capital madrileña.



Aún hoy día la historiografía debate las causas que hicieron imposible la defensa de la capital malagueña. Los aspectos más destacados son: la división política y su influencia en el mando, la disciplina y la capacidad de maniobra de las unidades militares que la defendían, la lentitud en la conversión de un ejército miliciano en otro profesional, los cambios en la Jefatura de la Comandancia Militar de Málaga, la superioridad rebelde –tanto en número de efectivos como en material–, el apoyo naval y aéreo, y la ayuda de las fuerzas extranjeras; ante todo ello podríamos hablar de falta de coordinación y refuerzos demandados por los jefes del Ejército del Sur en unidades y material por parte del gobierno de la República, incluso la baja moral de los efectivos republicanos y de la sociedad civil consecuencia de los problemas que planteaban la masiva afluencia de refugiados en la capital malagueña, donde el Comité de Refugiados contabilizó 90.000 personas que sufrían los bombardeos de forma sistemática Sindicatos tienen orden, inicialmente, de volar los puentes para evitar el avance de los italianos, pero esas órdenes son revocadas.

La línea del frente se establecía desde el sur de Granada y Sierra Nevada hacia el oeste, siendo Órgiva el pueblo más avanzado hacia el este; por el oeste y adentrándose en la provincia granadina, Loja se unía con Archidona, Antequera y Ronda; por último, entre las Sierras de Ronda y Sierra Bermeja, Estepona era la localidad más al oeste en la costa malagueña.

Para los rebeldes, las operaciones para la ocupación de Málaga se dividían en dos fases de ejecución: 1) Ampliar la base de partida en los sectores de Ronda-Estepona y Alhama de Granada. 2) El cierre de la pinza entre Órgiva y Motril. Por consiguiente, esta segunda fase, y en el caso de haber llegado la ocupación hasta Motril de forma paralela a la capital malagueña, cabe plantearnos si se hubiese producido el éxodo hasta Almería de miles y miles de personas.

El día 9 de enero continuaba la presión en el frente de Estepona y el día 10 dio comienzo la maniobra del ejército sublevado del sur por la costa, ocupando pueblos costeros entre Manilva y la capital malagueña; para ello, la Escuadra rebelde [con los cruceros Canarias y Cervera a la cabeza] fue muy valiosa para su infantería, ya que sus cañones de mayor alcance permitían batir las líneas republicanas de cotas más altas y dificultaban el montaje de contraataques gubernamentales.

El primer éxito de las columnas rebeldes fue la toma de Estepona el día 14 de enero de 1937, izando la bandera franquista en la torre de la Iglesia a las 16:00 horas.

Al día siguiente, el día 15, los sublevados ocupaban San Pedro Alcántara y el día 17 tomaron Marbella, pese a que las condiciones climáticas en los últimos días de enero eran adversas para avanzar y dificultaban los transportes de tropas y materiales. El coronel republicano José Villalba, era consciente de que su flanco izquierdo estaba quebrantado, la ocupación de Marbella y los efectivos concentrados por la zona de Ronda eran vitales para la defensa de Málaga. Las órdenes dictadas a los batallones gubernamentales eran rigurosas “hay que defender el terreno metro a metro y dejarse matar en los parapetos antes de retroceder”.

El domingo 17 de enero, día en que las fuerzas nacionalistas ocuparon Marbella, varios oradores republicanos hicieron uso de la Radio, entre ellos Tiburcio Millán [gobernador interino de Málaga], quien dijo textualmente “Que cada uno defienda su casa que los fascistas vienen arrollándolo todo”. A continuación habló otro dirigente, el cual reprochó de manera suave a su antecesor diciendo que estaba nervioso, pero a él tampoco le salían las palabras de aliento al pueblo y no pudo terminar su
discurso.

El día 2 de febrero de 1937, a las 15:30, los sublevados aumentaron el ataque en los frentes de la provincia malagueña, y según telegrama del coronel Villalba, presionaban débilmente en Ventas de Zafarraya. La ofensiva terrestre rebelde fue combinada con un ataque por mar, y ante la ausencia de la marina y la aviación gubernamental, el coronel Villalba solicitó el envío urgente de fusiles. A las 22:15 horas el general jefe del Estado Mayor reiteró al general Douglas, en Albacete, la necesidad de cooperación de la aviación gubernamental para bombardear en el sector de Málaga, siendo el frente de Ventas de Zafarraya un freno para el avance de las columnas para entrar en la Axarquía malagueña, y donde el ataque a este enclave estaba siendo duro.

Ya en febrero, el día 3 se fijó como fecha para reanudar la ofensiva sublevada para ocupar Málaga, donde la primera fase quedó encomendada al sector de Ronda “cuatro batallones comienzan a trepar por las vertiginosas pendientes de Sierra Bermeja y Sierra de Ronda”, mientras que las fuerzas republicanas intentaron frenarla con fuego de ametralladoras y fusil, pero, aunque dificultaron el avance, el resultado fue infructuoso. Otro tanto sucedía entre Sierra Bermeja y Mijas.

El día 4 estaban conformadas las concentraciones de las Brigadas Legionarias italianas en sus bases de partida, Antequera y Loja, es decir, llevaron la operación militar de la manera que fue concebida dividiendo los efectivos en tres columnas “de la derecha, del centro y de la izquierda”, obviamente en sentido inverso desde la línea de frente republicana.

La columna de la derecha tomó como eje de marcha el camino de Antequera Almogía-Málaga; la del centro avanzaba desde Loja-Colmenar-Málaga y la de la izquierda por la carretera de Alhama a Vélez-Málaga.

Al mismo tiempo, por las otras vías de comunicación avanzaban seis columnas desde el oeste al este: por la costa, Ronda, Peñarrubia, Antequera, Archidona y Alhama.

La columna del centro era la más fuerte en efectivos y se encargó de la ruptura del frente republicano en el Puerto de los Alazores para llegar hasta Colmenar, mientras que la columna de la derecha italiana llegaba por el flanco izquierdo republicano hasta el Torcal, y la columna de la izquierda rompía el frente en las Ventas de Zafarraya, continuando dirección Vélez-Málaga.

Desde mediados del mes de enero y primeros de febrero del año 1937, el ejército rebelde presionó intensamente todos los frentes protectores de la Plaza de Málaga y sus puntos estratégicos con gran concentración de personal y material de guerra, dando lugar a la rotura sucesiva de las zonas de resistencia como consecuencia de la desproporción numérica en armas y material de las fuerzas leales que guarnecían la vanguardia.

Los rebeldes habían llevado a cabo con éxito los ataques con toda clase de armas, incluso tanques en gran número, así como aviación y empleo de la Escuadra. En contraste, la reserva de cartuchos de fusil español del Ejército Popular estaba agotada y era urgentísimo el envío de dichas municiones. Era indispensable que operara la Escuadra y Aviación republicana inmediatamente para evitar los avances nacionalistas.

El 4 de febrero fue un día de intenso ataque rebelde, el cerco de Málaga se estrechaba cada vez más, donde la Escuadra rebelde estaba frente a Málaga y otras localidades costeras cañoneando a posiciones republicanas.

En combinación con esta ofensiva sublevada por mar, el general Queipo de Llano terminó en este día 426 la concentración de las Brigadas Legionarias italianas en sus bases de partida, las cuales quedaron, como hemos comentado anteriormente, divididas en tres columnas, recordando que la más fuerte de ellas era la del Centro, con la misión de romper el frente republicano en dirección de la Venta de los Alazores para lanzarse desde este punto hacia Málaga por Colmenar.

Los camiones y automóviles particulares de los pueblos ocupados por las fuerzas nacionalistas fueron requisados por orden del general Queipo de Llano para ser utilizados en el transporte de tropas y servicios sanitarios.

El Batallón de Infantería del Regimiento 34, que había salido de Cartagena en auxilio de Málaga, el jueves 4 de febrero aún no había llegado siquiera a Almería, por lo que Villalba juzgó conveniente, ante la falta de tiempo, dejarlo en Motril y que vigilara al menos la parte de Motril a Málaga en ausencia de aviación y escuadra; la finalidad de esta decisión era que esa defensa no viera cortada sus comunicaciones puesto que, el ejército gubernamental no tenía cañones ni fusiles en la costa.

Ante la ausencia de material y tropas para defender Málaga, se ordenó por teletipo al general jefe de la División Territorial de Málaga, el envío a Málaga [en camiones y con toda la urgencia] de 1.500 fusiles y 16 ametralladoras, dotados con 500 cartuchos cada fusil y 5.000 cada ametralladora.

El día 5, continuaba la ofensiva rebelde, la marina registraba este combate en sus informes. A las 7:20 el Baleares estaba a la altura de la Farola de Torrox, mientras el Cervera seguía su curso y el Canarias navegaba en demanda del Baleares, que adoptó a las 7:50 y a 15 nudos la formación nº 1, pero a las 8:12 y a 12 nudos se destacó el Canarias para recoger un avión nacionalista que cayó al agua. A las 8:55 tocaron zafarrancho de combate y el Baleares, maniobrando con independencia para cumplir la orden de bombardear el muro de contención de la carretera de La Herradura, efectuó fuego a las 9:17 con su torre nº 1. “La aviación enemiga intervino y a las 9:18 cuatros aviones atacaron al Baleares, acercándose a proa, pero fueron alejados con fuego”.

Minutos después, a las 9:22 se produjo un nuevo ataque de la aviación republicana, esta vez tres aparatos soltaron cuatro bombas sobre el Baleares, “una por la aleta, otra por la amura y dos muy lejos por el través”. Para cuando se produjo este nuevo ataque, el Baleares [entre las 9 y las 11] estaba navegando entre Nerja y Almuñécar, cerca de tierra.

Al tiempo que se llevaba a cabo esta ofensiva sublevada por mar en las costas de Granada y Málaga, las tropas terrestres rebeldes hostigaban en distintos puntos de estas mismas provincias con intención de copar la capital malagueña:

Enemigo con tanques y artillería ataca todas nuestras posiciones en el frente del Norte, desde El Burgo, Antequera y Alhama de Granada, por las cinco carreteras que penetran a nuestra zona y con otras tantas fuertes columnas.

Las tropas terrestres sublevadas, en el transcurso de la madrugada realizaron marchas de aproximación a las posiciones republicanas y rompieron con fuego de sus baterías las líneas enemigas. Las posiciones gubernamentales de Venta de los Alazores y Ventas de Zafarraya eran los núcleos más fortificados y, por ende, los puntos de mayor resistencia para los rebeldes.

La defensa republicana, por entonces, hostigaba el avance nacionalista debido a las posiciones ventajosas por estar a más altura. A pesar de esta ventaja, por la tarde, dos Batallones legionarios consiguieron desalojar a los efectivos republicanos de las crestas de estas posiciones, debilitando el frente en este sector y ocupando posiciones que tendrían consecuencias nefastas para las fuerzas republicanas al permitir el avance posterior sobre las poblaciones. En el parte de operaciones del día 5 el coronel Villalba hacía referencia al Sector en cuestión:

Subsector Alfarnate: durante la noche no se desplazó hacia la retaguardia la concentración de 200 camiones enemigos que existían entre el Salar, Sierra frente posiciones Venta de Zafarraya. A las ocho empieza el ataque enemigo por el frente Este, observándose desde la alambrada una caravana camiones en marcha hacia nuestras líneas.

Las dificultades para defender el sector de Málaga aumentaban por momentos, siendo el Puerto de los Alazores uno de los enclaves estratégicos y fundamentales para el avance sublevado, de ahí que fuera intensamente defendido por las tropas gubernamentales.

La resistencia republicana en sectores como Ventas de Zafarraya, generó dificultades al avance de los legionarios italianos, por lo que propio general italiano Roatta se trasladó a primera línea de frente para ser testigo del enfrentamiento, donde fue herido por bala de fusil, permaneciendo en el frente hasta que el Boquete de Zafarraya fue ocupado por las fuerzas rebeldes baja su mando.

El repliegue de las tropas gubernamentales generó un intercambio de reproches entre los mandos leales al Gobierno republicano:

Málaga pudo haber sido defendida teniendo en cuenta que era la defensa que puede tener una población cercenada y su opinión es que el Boquete de Zafarraya se debió haber reforzado en grado máximo aún a costa de desguarnecer otros frentes por ser el que garantizaba la retirada ordenada de Málaga.

Por otro lado, roto el frente por el Puerto de los Alazores, la columna que salió de Loja ocupó Alfarnate y Alfarnatejo, continuando hasta Colmenar y de ahí hasta Puerto León, por lo que, al coronar este punto, a la columna rebelde solo le bastaban 15 km para entrar en Málaga.

El día 6, el cerco sobre Málaga se cierra; como en jornadas anteriores, las operaciones nacionalistas eran llevadas a cabo de forma simultánea mientras las embarcaciones de marina disparaban contra las posiciones republicanas más próximas a la costa, y la infantería avanzaba con la protección de los aviones en distintos puntos del frente provocando el repliegue de los efectivos gubernamentales.

En el sector de Villanueva de Cauche, a las 4:00 horas, observaron la concentración de tropas sublevadas por el Trabuco y en la carretera de Antequera a Cauche, confirmándolo así el emplazamiento de piezas de artillería. Dos horas más tarde, pudieron observar que durante la noche, los rebeldes habían arreglado la carretera para poder pasar los tanques y, aunque las fuerzas gubernamentales trataron
de volver a cortar tales vías, a las 8 de la mañana comenzó el tiroteo.

Enemigo con gran superioridad numérica nos cerca por el Este y ocupa el llano frente al boquete en el camino de Alcaucín a Alhama; una fuerte presión ha replegado dos Compañías nuestras de las que defienden dicho paso con el Batallón 4º de la 20 Brigada y 240 fusiles de la CET, estoy sin armamento de 7 y 8 mm, que sería urgente recibir; la presión del enemigo es enorme, traen tanques y refuerzos en camiones por la carretera de abajo, ignoro el total de bajas que tenemos, evacuados van diez, resistiremos hasta morir pero convendrían enviaran refuerzos; la aviación no ha venido.

A pesar de la presión nacionalista, los efectivos de la República consiguieron cortar la carretera de Alfarnate a Periana y ocuparon el Puerto del Sur y el cruce de la carretera a Riogordo; sin embargo, una columna motorizada con varios tanques estaba en el Puente Don Manuel. Ante esta situación, la Comandancia Militar de Málaga pedía de manera angustiosa municiones de máuser de 7 mm. A colación de la segunda fase inicial en las operaciones sublevadas de hacer pinza entre Órgiva y Motril, y de no haber tenido los rebeldes resistencia en este enclave cabe la posibilidad quedar cortada la carretera N340 en la parte oriental de la provincia malagueña.

No podemos dejar de lado la actuación de la aviación rebelde, dispersando con fuego de ametralladora a los milicianos y provocando la retirada, convertida en “una auténtica desbandada”; ante ello, el coronel Villalba tuvo que renunciar a todo ensayo de maniobra militar puesto que “sus órdenes eran desobedecidas” y los propios “enlaces se negaban a transmitirlas”.

A las 5:25 horas de este día se preguntaba a Málaga si habían llegado la batería antiaérea y las municiones, a lo que se respondió: “Aun no, a las 5, los camiones se encontraban en Motril cargando gasolina”.

En este día 6 de febrero habían llegado a Antequera y Villanueva de Tapia tres Batallones nacionalistas de reserva para fortalecer las fuerzas encargadas de los asaltos, por otro lado, la mejora del tiempo fue un factor que favoreció a los sublevados permitiendo a la aviación atacar las posiciones republicanas.

Los ataques sobre las posiciones republicanas a lo largo del frente de Málaga  quedaron recogidos en los partes de operaciones sublevados y en los telegramas emitidos por los diferentes sectores republicanos; centrándonos en el sector que nos ocupa destacar:

Cauche - 11:00 horas. Comunica que las avanzadillas de El Trabuco dicen: Que el enemigo a unos 2 kilómetros de Alcanza y Lomas se está fortificando, se ven a 6 o 7 camiones; sería conveniente envío de aviación. Hace 8 días se llevaron de aquí 150 hombres con armamento, un cañón y dos ametralladoras que ahora hacen falta, pues están atacando Villanueva de Cauche y se cuenta con pocas fuerzas para contenerlo.

Cauche - 12:00 horas. En el Trabuco continúan atacando. En Cauche están atacando fuertemente y no tenemos municiones; la situación es muy apurada pues, tomando Cauche, queda Villanueva del Rosario y Trabuco incomunicadas sin posible retirada.

Cauche - 12:00 horas. El enemigo ataca sobre Colmenar y toda la fuerza ha salido sin saber dónde. Lo dice el encargado de Telégrafos. Cauche - 12:25 horas. Avisan que sobre Colmenar vuelan tres aparatos y cuatro de caza que bombardean pueblo y nuestras líneas.

A los ataques aéreos y terrestres hay que añadir los marítimos, que ayudaban al sector de la costa y que junto con los tanques avanzaban por la carretera de Fuengirola a Torremolinos.

El pesimismo en las fuerzas republicanas aumentaba en Málaga cuando la Escuadra gubernamental no llegó en su auxilio. Desde Málaga, ante la retirada de sus efectivos, seguían cursándose radiogramas informando de la actuación marítima rebelde; los distintos telegramas cursados entre los oficiales gubernamentales, informando desde las 11:35 hasta las 16:00, de la ubicación de los buques rebeldes, no sirvieron de nada, como el emitido a las 13:45 por el Ministro de la Marina al Jefe de la Flota:

Jefe de la Base Naval de Málaga en telegrama recibido en este E.M. a las 12 h. 50 m. dice lo siguiente: Buques enemigos bombardean a placer esta zona, principalmente Nerja, Almuñécar y Salobreña. Cervera cruzando frente a Málaga dirección Fuengirola.

La marina republicana recibió la orden de regresar a la base de Cartagena, provocando con ello, el estupor en los mandos militares malagueños, ya que dejaba el camino libre a las tropas rebeldes de la costa que avanzaban hacia la capital malagueña.

El avance de los sublevados y la ruptura en varios puntos del frente republicano generó el caos entre las tropas del coronel Villalba, con graves consecuencias para la zona republicana, ya que desaparecía la única resistencia real ante el último ataque nacionalista:

El sábado 6 serían las 10 de la mañana y a pesar de no habérsenos tenido en cuenta en otros días, desde Comandancia Militar el camarada Bolívar comunicó por teléfono con nuestro Secretario, encareciéndole la necesidad de que algunos compañeros de la Agrupación se desplazaran a Vélez Málaga al objeto de elevar la moral de los combatientes, ya que en el frente de este pueblo se volvían de la línea de fuego abandonando armas y municiones. Y en efecto, a la media hora salía un camión lleno de compañeros de la Agrupación a los fines indicados.

Sin embargo, cuando a las 21:00 horas regresaron los dos compañeros que habían mandado a Vélez-Málaga, sus manifestaciones fueron desalentadoras: No podían conseguir que las milicias volvieran a la línea de fuego, sino que corrían carretera adelante completamente desmoralizadas. Llevaban sin comer tres días y los mandos brillaban por su ausencia.

Lo delicado del momento, por la proximidad de la lucha a la capital malagueña, obligó al gobernador civil Luis Arráez a trasladarse al despacho del comandante militar coronel Villalba, ya que éste no le había dicho nada acerca de la verdadera situación.

Coronel Villalba

En esta reunión se acordó un primer repliegue al frente llamado “defensa próxima de Málaga”, donde las columnas de Cauche se establecieron en una línea sur: al sur de Casabermeja y determinadas por el antiguo km 22 de la carretera del Puerto de las Pedrizas, hasta la atura del km 42 de la carretera de Granada a Málaga, siguiendo la línea una dirección de oeste a este, pasando por Comares, Cerro Agudo y Portugalejo, al norte de Vélez-Málaga.

La mayor parte de la población civil en Málaga ignoraba la gravedad de la situación, mientras que los efectivos rebeldes cercaban la capital malagueña. En la mañana del día 6 los rebeldes “con 42 tanques tipo Fiat, la concentración de 280 camiones, forzó y tomó los dos puertos de Ventas de Zafarraya y Alazores, la situación de Málaga era comprometidísima”. Antonio Cano Chacón, comandante de Infantería de las fuerzas republicanas hace el siguiente símil sobre la situación:

Málaga se encontraba en el fondo de una taza en cuyos bordes una semicircunferencia eran las fuerzas terrestres que según información pasaban 20.000 atacantes con espléndida artillería y una continuada actuación de su aviación, ante la impunidad de la presencia de aparatos propios, que hacía que los aparatos enemigos ametrallasen a escasísima altura a nuestros combatientes, la otra mitad del borde de esa taza, es el litoral, ocupado por los cinco barcos de guerra facciosos que han dominado desde el mes de octubre nuestras costas del sur

Los mandos republicanos estudiaron la posibilidad de hacer una última defensa de Málaga, pero la falta de efectivos y armamento hicieron desestimar esta idea. Los oficiales rebeldes, por su parte, consideraban que la intención de los mandos gubernamentales era lograr el mayor rendimiento de los efectivos milicianos que se encontraban “muy poco dispuestos a prolongar la acción”; para los nacionalistas, este comportamiento se debía a la desmoralización por haber visto en la carretera de Málaga a Almería “imponentes caravanas de familias, y ello ha influido en su moral hasta producir en ocasiones, cada vez más frecuentes, verdaderas manifestaciones de pánico

El parte de operaciones transmitido por el coronel Villalba a las 20:40 horas era más realista:

El enemigo continúa su ataque en tromba por todos los frentes de este sector y especialmente por los de Colmenar y Sur de Ventas de Zafarraya y Torcal, con intensidad máxima, interviniendo en ellos más de 60 tanques; 11 por Valle de Abdalajís, 11 por el Torcal, 7 por Almogía y más de 40 por el frente de Colmenar y Sur de Ventas de Zafarraya. A las 23:30 horas, la concentración de fuerzas sublevadas que entraron en Colmenar por la carretera de Loja era ya de 250 camiones.50 Ya el domingo día 7 de febrero, militares, políticos y civiles abandonaron la ciudad de Málaga, con la intención de establecer la línea de frente en Nerja, pasando antes por Vélez-Málaga para conocer la situación, desde donde los republicanos dieron la orden de repliegue. El teniente coronel Megide y el capitán de Infantería, Ramón Marvá fueron los primeros en llegar a Torre del Mar para seguir hasta Vélez-Málaga con la intención de resistir con los efectivos; en este punto fue donde se encontraron el núcleo principal de evacuados de Málaga y donde las fuerzas gubernamentales que debían estar allí organizando una defensa, se habían marcharon.

En las primeras horas de la tarde del 7 de febrero, el coronel Villalba abandonó Málaga con su Estado Mayor y comisarios políticos, sin haber comunicado absolutamente nada a las autoridades civiles. La tropa, al verse sin mandos, huyó de sus posiciones al grito de “¡Sálvese quien pueda!”

El pánico inundaba las calles de Málaga; si desde las primeras horas del día buena parte de la población civil evacuaba la capital hacia la parte de Torre del Mar, esta marcha ya no cesó durante todo el día y fue acelerándose a medida que pasaban las horas. En palabras de José Villalba “si no llega a primera hora una Brigada, Aviación y Escuadra, no hay nada que hacer. La gente desmoralizada. El enemigo avanza. 300.000 refugiados por la carretera”.

El día 7, la columna rebelde comandada por Manuel Baturone tomaba La Viñuela, mientras que los mandos republicanos llegaban a Vélez-Málaga en la madrugada del 7 al 8 de febrero, donde recibían la orden de retirada a Nerja y posteriormente el repliegue a Motril. 


En la mañana del día 8 los sublevados estaban en la capital malagueña aproximándose las primeras patrullas rebeldes en las primeras horas de la mañana, y a las 12, una expedición italiana llegó al centro de la ciudad y embarcaciones de la Escuadra en el puerto. La entrada triunfal de los sublevados fue a las 12, cuando el coronel Borbón apareció con su Estado Mayor. Una vez ocupada la capital, Queipo de Llano ordenó la persecución de los que marchaban por la carretera Málaga-Almería.

El Parte Oficial de Campaña del Ejército del Sur emitido desde Salamanca el día 8 de febrero de 1937 dice lo siguiente:

Continuando las brillantísimas operaciones sobre Málaga, a las siete horas y treinta minutos del día de hoy, atravesaron nuestras tropas Guadalmedina, entrando en el corazón de Málaga y derrotando al enemigo que intentaba defender las entradas de la población. Se le causaron más de 200 muertos. Por el norte, el arrollador empuje de las columnas procedentes de Antequera y Loja, coronaban los barrios altos de la capital, venciendo la resistencia que todavía ofrecían algunos suicidas. El material cogido es
abundantísimo. Solo en un sector han sido cogidos 12 cañones, ametralladoras, un millón de cartuchos, un avión, gran cantidad de camiones, coches ligeros y numeroso material difícil de clasificar en poco tiempo.

A las dos de la tarde, extinguidos todos los focos de resistencia, desfilaron las fuerzas por el centro de la ciudad, entre delirantes ovaciones y frenéticos aplausos. El pueblo se arrojó a besar las manos de los libertadores.

El enemigo derrotado huyó a la desbandada en dirección a Motril, perseguido de cerca por nuestros soldados. Muchos de los contingentes rojos han sido copados por las maniobras de nuestras unidades, copando una sola de ellas más de 600 prisioneros; otra unidad apresó a una compañía entera de la Guardia Civil. Dos cañoneros de nuestra escuadra han apresado en el puerto de Málaga a dos cañoneros rojos y varios buques mercantes. Han sido puestos en libertad más de 300 presos que los dirigentes marxistas tenían encarcelados, supervivientes de la tremenda matanza llevada a cabo en esta ciudad mártir.

Mientras tanto, en la noche del día 8 no había enfrentamientos en el sector de Málaga, salvo el combate en la parte del Puente Don Manuel; al mismo tiempo, la columna rebelde que penetró por Alhama de Granada se encontraba a las 11:55 a 5-6 km al norte de Vélez-Málaga, continuando hacia la costa. “Eran las 14 horas cuando dos columnas italianas mandadas por el general Guassardo Gusberti y otra de tropas españolas mandadas por Manuel Baturone Colombo” entraban ocupando VélezMálaga, siendo la fecha oficial de la ocupación de Torre del Mar “en las primeras horas del día 9 de febrero por una columna italiana”.

A partir del día 10 de febrero se establece el frente en Motril con la ocupación de esta población por los nacionalistas; línea de frente que perdurará hasta el final del conflicto, es decir, hasta 1939.


La historia de la Desbandá

Las atrocidades que se cometieron en Málaga y después en la carretera que iba  de la ciudad a Almería fueron anticipadas antes por el propio general Gonzalo Queipo  de Llano. En enero de 1937, Gamel Woolsey, la mujer de Gerald Brenan, le escuchó  declarar en una de sus emisiones radiofónicas previas a su asalto a la ciudad: Sí, canalla anarquista de Málaga, ¡Esperad a que llegue dentro de diez días! Me sentaré  en un café de la calle Larios a tomarme una cerveza, y por cada trago que dé, caerán  diez de los vuestros. ¡Fusilaré a diez de los vuestros por cada uno de los nuestros aunque  tenga que sacarlos de la tumba para fusilarlos!

El avance comenzó el 9 de enero de 1937, bajo el mando conjunto del general  italiano Mario Roatta, desde tierra, y de Queipo, que se instaló en el crucero Canarias. 

A lo largo de los meses anteriores, tanto en sus emisiones como en folletos lanzados  sobre la ciudad, Queipo había amenazado con una sangrienta venganza por la represión  llevada a cabo durante los siete meses que Málaga había estado en manos del Comité de  Salud Pública, dominado por la CNT-FAI3. Sus amenazas confirmaban los escalofriantes  relatos de los miles de refugiados llegados a la ciudad huyendo de la barbarie desatada  por las columnas de Falangistas, Regulares Indígenas y el Tercio de Extranjeros en los  pueblos de Cádiz, Sevilla, Córdoba y Granada. La caída de Antequera, el 12 de agosto,  y de Ronda, el 17 de septiembre, provocó una avalancha hacia la capital malagueña de 35.000 mujeres, ancianos y niños desesperados y hambrientos

En la madrugada del domingo 7 de febrero, el frente gubernamental quedaba  reducido a la capital malagueña, dejando únicamente la vía de comunicación de la carretera que conduce a Almería. Según la documentación nacionalista “se autorizó a cada una de las unidades de milicianos al repliegue voluntario, o sea, se decide una especie de ‘Sálvese quien pueda’, al cual se acogen con frenesí todos los sectores atacados”.

Los cruceros Canarias y Baleares se habían situado en la costa frente a Motril con la intención de entorpecer la huida, mientras que la aviación bombardeaba valles  y cañadas.

La población civil, totalmente indefensa, inicia el éxodo por la única vía de salida que les queda, la carretera de Almería; miles de personas inician la huida, incrementada  con familias de pueblos del interior y costeros, ante la amenaza del avance de las tropas  rebeldes, marchando a pie hacia una ciudad situada a más de doscientos kilómetros, formando caravanas de varios kilómetros. El éxodo se calcula en una horquilla demasiado grande de entre 50.000 y  300.000 personas que emprendieron la huida por la carretera N-340, aunque fueron  unos 100.000 quienes llegaron a Almería. También aquí las fuentes difieren entre los  150.000 estimados por el Socorro Rojo Internacional (SRI) y la corresponsal holandesa  Het Voll, o los 200.000 de Fernández y Brenes, especulándose con las 3.000-5.000 muertes en el camino…
Ruta de la Desbandá Asociación Socio Cultural y Club Senderista La Desbandá

A las cinco de la mañana del día 8 de febrero las fuerzas rebeldes aún no habían  entrado en la ciudad de Málaga, “las calles solas completamente y solamente por la  Alameda y Parque vi caravanas de evadidos de los pueblos de la provincia”. Francisco Aumatell Tusquets, consejero nacional de Asistencia Social, 1937. 

La entrada triunfal de los sublevados en la capital malagueña se produjo a las  12:00 horas del día 8 de febrero de 1937, con el coronel Borbón al frente de las tropas. Después de ocupar Málaga, el general Queipo de Llano ordenó la persecución  de los que marchaban por la carretera Málaga-Almería, N-340, transmitiendo lo  siguiente en su emisión radiofónica: 

"¡MALAGUEÑOS! Me dirijo en primer lugar a los milicianos engañados. Vuestra suerte está echada y habéis perdido. Un círculo de hierro os ahogará en breves horas; porque si por tierra y aires somos los más fuertes, la Escuadra leal a la dignidad de la Patria os quitará  toda esperanza de huida, ya que la carretera de Motril está cortada."

La huida no tenía ninguna protección militar. En su emisión del 8 de febrero,  Queipo se refirió entusiasmado a “grandes masas de fugitivos que salían de Málaga  para Motril, y la Aviación salió para ayudarles a correr, lo que consiguió bombardeando  las concentraciones de fugitivos e incendiando varios camiones”. La magnitud de la  represión dentro de la ciudad caída explicaba por qué estaban dispuestos a pasar  por el calvario. A lo largo de la carretera mal asfaltada, sembrada de cadáveres y  heridos, la gente aterrorizada avanzaba penosamente. Se vieron madres muertas con  bebés todavía mamando de sus pechos, niños muertos y otros perdidos en mitad de la  confusión, mientras sus familias los buscaban frenéticamente.

Se calcula que emprendieron la huida más de cien mil desplazados, algunos sin nada, otros con utensilios de cocina y ropa de cama. Aunque es imposible calcular el número exacto de víctimas, parece seguro que hubo entre tres y cinco mil. En sus charlas radiofónicas posteriores, Queipo negaba haber atacado a los refugiados y culpaba de su huida a la propaganda republicana. Sin embargo, en el relato de los hechos lleno de autobombo que acompañaba a su solicitud de la Laureada, se jactó de haber perseguido a unos quinientos republicanos “sañudamente sin que uno solo lograse escapar”. Desde los primeros momentos los refugiados que desbordaban la carretera de Málaga a Almería fueron bombardeados desde el mar por los buques de guerra Cervera y Baleares y desde el aire y luego ametrallados por las unidades italianas que los perseguían.

De aquel ensañamiento y de la huida desordenada y febril de miles de personas quedó reflejo en documentos oficiales, pero también en los testimonios de periodistas y escritores extranjeros. En su novela La Esperanza, basada en su experiencia como piloto de la República, André Malraux pone en boca de uno de sus personajes estas palabras sobre la caída de Málaga. «El éxodo es extraordinario, Magnin… Más de cien mil habitantes en fuga… Terrible… Y los aviones italianos los persiguen». Y más adelante, una frase luego muy citada: «El mundo entero, en ese minuto, corría en un único sentido».

«Hacia las dos de la tarde comienza el éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y lo arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor… Corren algunos extraños rumores por Málaga: que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el este, a unos cincuenta kilómetros; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta, pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo», escribe Arthur Koestler, corresponsal para el Daily Worker, en su obra Diálogo con la muerte: un testamento español.

Los relatos de numerosos testigos presenciales, entre los que se encontraba  Lawrence Fernsworth, corresponsal de The Times de Londres, impidieron a los rebeldes  negar las horrendas atrocidades cometidas contra los civiles republicanos. Uno de sus  artículos contó el testimonio de un aviador republicano que dijo que hubo diecisiete  buques de guerra, españoles, italianos y alemanes, disparando contra los refugiados.

El folleto El crimen de la carretera Málaga-Almería, con texto del doctor Norman Bethune y fotografías del arquitecto Hazen Sise, constituye el mejor testimonio del  terrible éxodo de la evacuación en masa de la población civil de Málaga. Con un prólogo  del que fuera periodista y subdirector del Ministerio de Propaganda Alardo Prats, se publicó en castellano, inglés y francés por Publicaciones Iberia poco tiempo después de producirse los hechos, como parte de la propaganda de guerra. Las veinticuatro  imágenes impresas que el amateur Sise tomó en el camino, durante los descansos  de la evacuación que llevó a cabo junto a Bethune y el escritor Thomas Worsley en  la ambulancia que les había llevado hasta allí, son documentos únicos de un sincero dramatismo.


Después de la caída de Málaga y el éxodo posterior, el gobierno de la República  creó una Comisión ministerial para preparar un informe. El ministro de Justicia,  Juan García Oliver, el ministro de Obras Públicas, Julio Just Gimeno y el ministro de  Agricultura, Vicente Uribe se desplazaron a Almería, donde llevaron a cabo varias  entrevistas y presentaron su informe el 11 de febrero de 1937. El informe fue dado a  la prensa internacional por García Oliver. Dio una de las visiones más trágicas de los  acontecimientos

La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los  frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo  humano desconocido en la historia de Europa. Las calles de Málaga se llenaron de  una inmensa multitud que gritaba de terror y de odio cuando corrió la voz “Vienen los  fascistas”. Fue como si la multitud se hubiera vuelto repentinamente loca de miedo y furia. 
Más de 100.000 habitantes de la localidad y varios miles de refugiados se dieron a la fuga  rápidamente por la carretera de Almería, donde se esperaba alcanzar la paz y liberarse del  odio fascista. La esperanza enseguida se convirtió en una sangrienta realidad. El camino  se convirtió en un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones  alemanes e italianos. Los aviones en formación masiva lanzaron bombas y dispararon con  ametralladoras sobre la miserable multitud. El camino se llenó rápidamente de muertos. 
En medio del pánico general hubo una serie de actos de heroísmo individual. Muchos de  los que ya no podían caminar estrangulaban a sus hijos antes que dejarlos caer en manos  de los fascistas, luego se golpeaban la cabeza contra las piedras o se arrojaban bajo las  ruedas de los camiones. Los niños que habían perdido a sus padres y madres corrían llorando y tirándose al suelo, y muchos eran pisoteados por la multitud que avanzaba. 

Acosados todo el camino, sin comida ni bebida y con los tanques y camiones de la  vanguardia fascista disparándoles en plena carretera, llegaron finalmente a Motril. Pero  Motril solo les dio un breve respiro. El pueblo desesperado se tendió en las calles por  un rato, cuando nuevamente se oyó el grito de “Vienen los fascistas”. La trágica marea  humana estaba fluyendo rápidamente hacia adelante nuevamente. La primera etapa del  vuelo fue de terror; el segundo estuvo marcado por la amargura de la desesperación. 

Incapaces de caminar, muchos de los refugiados se arrastraron de rodillas, dejando un  rastro de sangre detrás de ellos mientras avanzaban lentamente. Los padres se olvidaron  de sus hijos, los maridos de sus mujeres. Se apoderaron de ellos un deseo dominante más  poderoso que el llamado de los lazos familiares: la huida del fascismo. Cuando llegaron  a Almería, un pueblo pobre que no podía darles cobijo, deambularon por las calles, y  las escenas que presenciaron fueron como las de alguna siniestra catástrofe en Asia. 

Dondequiera que uno caminaba por las calles, uno tropezaba con personas tendidas en  las aceras. Una población trabajadora y respetable había sido convertida en una masa  de vagabundos por la abominable furia fascista. Ninguno de ellos se arrepiente de haber  salido de Málaga para no caer en manos de los fascistas. Están dispuestos a abandonar a  las mujeres, los niños, el hogar y la vida misma antes que caer en manos de los fascistas

Monolito a la Desbandá en Salobreña

Llegada a Almería

Al principio, la atención al refugiado fue perfectamente atendida, pero con  el paso del tiempo y el aumento del número de necesitados en menor espacio  territorial, condicionó la creación de una infraestructura suficiente para atenderlas,  siendo los ayuntamientos, por lo general, los que más se implicaron con los llegados  a sus municipios. Ante esta situación, se tuvo que improvisar una administración muy  específica para atenderlos, se tuvieron que diseñar políticas sociales, sanitarias y de seguridad, por los posibles enemigos infiltrados, que no habían tenido parangón hasta entonces

Por lo general, la población republicana fue mucho más solidaria de lo que era  de suponer, dadas las carencias en las que vivía la retaguardia leal, que paulatinamente veía como se deterioraba su vida cotidiana por la pauperización de los servicios,  vivienda y los abastecimientos de alimentos, ropa, medicamentos y combustibles,  produciendo la aparición de interminables colas para conseguir lo indispensable para  sobrevivir un día más. Los refugiados también padecieron esta situación en cuanto a  los abastecimientos y también sufrieron la escasez de los mismos, no al mismo nivel de los autóctonos, sino mayor.

En la España republicana, una de las provincias más alejadas de los combates  fue Almería, y por ello se convirtió en un destino idóneo para los refugiados, era un lugar donde la guerra no llegaría nunca. Por lo general, la administración sobre la que  recayó la atención a los refugiados sería la de los ayuntamientos, quienes serían los encargados de procurar alojamiento, atención sanitaria y alimentación suficiente para los recién llegados.

Los recién llegados ocupaban todo el puerto, la Avenida de la República,  la Rambla de Almería y todas las calles de la capital. En primera instancia, para dar  cobijo a todas estas personas se pide ayuda a la población de Almería, con el fin de  que facilitaran habitaciones sobrantes, lo que supuso que muchos vecinos de esta  localidad admitiesen a los niños en sus domicilios, pero los mayores eran otra cosa.

Se ocuparon todos los portales de la ciudad, las iglesias, conventos como Las  Claras, Las Puras, la Catedral, la Escuela de Artes, todas las cuevas disponibles, hasta  la Alcazaba. También se ocupó el Cuartel de Carabineros de la calle de la Reina, las  Bodegas El Patio de la calle Real. Se llegó a utilizar hasta el Manicomio Provincial,  donde se alojó a los que se encontraban en una situación traumática por lo ocurrido en  la carretera. En el embarcadero de la Compañía Andaluza de Minas, se llegó a ocupar la galería por donde discurría la cinta transportadora. Esto provocó la paralización de  la actividad del cargadero que hizo que la Compañía de Minas ordenara el desalojo de  los refugiados. En el lugar más idóneo, las familias colocaban sus colchones, mantas y  enseres para cocina

En total fueron alojados en Almería capital unos 10.000 (esos son los inscritos en  el libro de refugiados del Ayuntamiento), sin contar los que pudieron asentarse en esta  localidad sin necesitar la ayuda oficial por contar con recursos económicos suficientes  para valerse por sí mismos.
Refugio almeriense

Con el fin de descargar la presión poblacional sobre la capital, se organizaron  traslados a todas las poblaciones almerienses y se crearon en todas ellas unos comités  de refugiados, que serían encargados de procurar alojamiento y comida para todos  los que lo necesitasen, ya que no todos los recién llegados tuvieron necesidad de ello.

Cuando se hubo completado la provincia de Almería, se empezaron a enviar  a otras provincias, preferentemente las del Arco Mediterráneo, como fueron Murcia,  Alicante, Valencia, Castellón, Tarragona, Barcelona y Lérida, pero también fueron  enviados a Ciudad Real o Albacete. Con este fin el Gobierno Civil puso todos los  vehículos de la provincia, ferrocarril y barcos a disposición del comité de Refugiados  para su traslado.

El Comité Provincial de Refugiados se marcó como objetivo fundamental la  recaudación económica para destinarla a auxilios. Con ese fin, le fue autorizada la  imposición de tasas sobre el consumo de bebidas espirituosas, vinos, cafés, cervezas,  etc. Se pondrían en circulación unos sellos de cinco céntimos, que se aplicarían a las  consumiciones, tanto en cafés, como en bares, cervecerías y tabernas. Además, ante  la insuficiencia de medios, se preparó un grupo de jóvenes de ambos sexos que se ofrecieron a postular, saliendo algunas a recaudar fondos y otros quedaron en la sede  para proporcionar camas, colchones, etc.

Pasados los primeros momentos, se establecieron impuestos sobre el comercio  y la industria en general, en forma de tickets, con los que se gravaban un 10% las compras  o consumiciones realizadas. Otra forma de obtener recursos fue la organización de  cine, teatro, musicales o espectáculos donde la entrada se convertía en donativos. 

Monolito homenaje a la Desbandá, en Alora

Algunos protagonistas: Héroes y villanos

Arias Navarro, el Carnicerito de Málaga

En su condición de fiscal, durante la guerra civil Carlos Arias Navarro (1908-1989) ingresó en el Ejército franquista como capitán honorario adscrito al cuerpo jurídico militar y tuvo un destacado papel en la represión que se produjo en Málaga. Se le conoce como el "carnicero de Málaga", pero no porque fuera hijo de un empleado del Matadero Municipal de Madrid sino porque participó en la muerte de miles de republicanos.

Tras la Desbandá vino la represión en Málaga llevada a cabo por el asesino de Arias Navarro mediante juicios sumarísimos. Durante la primera semana de la toma de Málaga por las tropas franquistas, del 8 al 14 de febrero de 1937, los nacionales ejecutaron sin juicio previo a 3.500 personas y hasta 1944, otros 16.952 fueron condenados a muerte y fusiladas en Málaga, según un informe del cónsul británico documentado por el historiador Anthony Beevor.


Queipo de Llano, el general en las Ondas

A las órdenes de Gonzalo Queipo de Llano, en menos de una semana se tiene constancia de 2.500 fusilamientos civiles. El salvajismo de este general ya había alcanzado fama desde la toma de Sevilla, y quedó patente desde que se hizo con Málaga, por lo que de inmediato cundió el pánico y gran parte de los civiles optaron por huir de los golpistas por la carretera de Almería que bordeaba la costa.

Gonzalo Queipo de Llano, conocido como el General de la Radio, no defraudó. Inmediatamente sus burlas se escucharon por las ondas y el éxodo fue acompañado por la aviación y la marina, 3 buques (Canarias, Baleares y Almirante Cervera).

Nadie creyó que el éxodo voluntario iba a adquirir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones italianos y alemanes. Pronto el camino quedó cubierto de muerte. Norman Bethune.

Al amanecer del día 8 de febrero, llegando a los refugiados a Torre del Mar, donde les esperan otros refugiados de la provincia. Se forma una fila de lado a lado del camino que abarca 30 kilómetros de largo. La carretera discurre junto al mar y ya se contemplan barcos en la costa y aviones que empiezan a bombardearles.

Los cálculos sobre la cantidad de huidos de Málaga son confusos y difíciles. Se calcula que fueron entre 15.000 y 150.000. La acción del ejército franquista sobre los huidos por la carretera de Almería provocó entre 3.000 y 5.000 muertos, la mayoría civiles.

Igualmente, la represión sobre aquellos que habían permanecido en la ciudad fue la más brutal desde la Masacre de Badajoz, en agosto de 1936. El historiador Hugh Thomas calcula en unos 8.000 el número de fusilados y enterrados en fosas comunes como las del cementerio de San Rafael, de los que ya se ha obtenido el nombre de 6100.
Queipo de Llano

Francisco Bastarreche, comandante de El Canarias

Francisco Bastarreche Díez de Bulnes (1877–1957) fue una figura central de la Armada española durante la Guerra Civil Española. Desde el primer día del alzamiento militar del 18 de julio de 1936, se alineó con los sublevados y desempeñó un rol decisivo —y brutal— en la campaña naval del bando franquista. Su nombre quedó ligado a episodios oscuros como el bombardeo de ciudades costeras y su participación en La Desbandá, una de las mayores masacres de civiles del conflicto.

Al estallar la sublevación, Bastarreche estaba al mando del destructor Alcalá Galiano, con base en Marín (Pontevedra). Sin dudarlo, declaró el estado de guerra en la localidad y se autoproclamó alcalde. Coordinó con la aviación rebelde la toma de Pontevedra y ordenó bombardeos sobre núcleos de resistencia republicana en Tuy, Vigo, Noya y Arosa.

Su actuación fue tan contundente que el Gobierno de la República lo expulsó formalmente del Ejército el 26 de julio de 1936.

Bajo su mando, el Canarias se enfrentó al destructor republicano Almirante Ferrándiz el 27 de septiembre de 1936, hundiéndolo en una acción que consolidó la superioridad naval franquista. Posteriormente, el crucero bombardeó ciudades leales a la República como Sagunto, Cullera y Rosas, sembrando destrucción y pánico entre la población civil.

Uno de los episodios más oscuros de su carrera fue su implicación directa en La Desbandá, la huida masiva de civiles desde Málaga hacia Almería en febrero de 1937. Mientras las columnas de refugiados avanzaban por la carretera costera, fueron atacadas sin piedad por tierra, aire y mar.

El crucero Canarias, al mando de Bastarreche, bombardeó desde el mar a miles de civiles desarmados, en coordinación con las tropas del general Queipo de Llano. Se estima que murieron entre 3.000 y 5.000 personas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. Este episodio se considera uno de los crímenes de guerra más graves de la contienda.

Francisco Bastarreche

Salvador Moreno Fernández

Moreno fue un destacado militar franquista, destacando como uno de los líderes de la sublevación golpista contra el Gobierno legítimo de la II República que desembocó en el comienzo de la Guerra Civil. Estaba al mando del Canarias y directamente implicado en la citada barbarie. Fue director del Polígono de Tiro Naval Janer de Marín de 1924 a 1931. Participó en la sublevación de 1936 en el Arsenal de Ferrol, apoderándose del crucero Almirante Cervera con el que bombardeó varias ciudades, entre ellas Gijón.

En julio de 1936, al estallar la Guerra Civil, se encontraba en la Base Naval Principal de Ferrol y se unió al alzamiento contra el gobierno republicano. Tomó el mando del crucero Almirante Cervera, ascendió a capitán de navío y luego comandó el crucero Canarias.

 El almirante Moreno es recordado también por sus responsabilidades en 'La Desbandá', la mayor masacre contra la población civil ocurrida durante la Guerra Civil, en el que murieron alrededor de 3.000 personas y 250.000 tuvieron que huir en un duro éxodo. Un episodio cruel que tuvo la Carretera de Málaga a Almería como triste escenario.

Nombrado ministro de Marina en 1939, Moreno desempeñó un papel crucial en la reconstrucción de la Armada tras la Guerra Civil. En agradecimiento a los méritos contraídos, Franco, tras la finalización de la contienda y la victoria del bando 'nacional', nombró en 1939 a Salvador Moreno, ministro de Marina. En esa alta responsabilidad militar, se mantuvo hasta el año 1945, aunque volvería a ostentar el mismo ministerio entre 1951 y 1957.

Salvador Moreno

Norman Bethune, el médico

Henry Norman Bethune al mismo tiempo que doctor fue un médico innovador que prestó su ayuda y conocimientos a la causa de los que huían en la "Desbandá". Se considera que desarrolló el primer servicio móvil de transfusiones de sangre en España en 1936. También se le conoce además de por sus servicios en la "en  la Guerra Civil española por su labor con los ejércitos de China durante la Segunda Guerra Chino-Japonesa. Al estallar la Guerra Civil Española,  Bethune aceptó una invitación de la Comisión de Ayuda a la Democracia Española encabezando la Unidad Médica de Canadá en Madrid. Se incorporó al Batallón Mackenzie-Papineau, integrado por militantes comunistas de Canadá .

Bethune nació en Gravenhurst, Ontario, el 3 de marzo de 1890, y llevó una vida completamente dedicada a la medicina socializada y a la revolución. En septiembre de 1909 se matriculó en la Universidad de Toronto, en la facultad de Medicina. Interrumpió sus estudios durante un año en 1911 para incorporarse como maestro voluntario del Frontier College en remotos campamentos madereros y mineros de todo el norte de Ontario, enseñando a los trabajadores inmigrantes a leer y escribir en inglés. En 1914, cuando se declaró la guerra en Europa, volvió a suspender sus estudios de medicina, para servir como camillero en el frente occidental. Allí fue herido por metralla y pasó tres meses de recuperación en un hospital inglés. Cuando se recuperó de las heridas, regresó a Toronto para completar su título de médico, que recibió en 1916.

Bethune fue desinteresándose poco a poco de los tratamientos quirúrgicos y se preocupó cada vez más por el aspecto socioeconómico de la enfermedad. Ejerció como médico en Montreal durante los años de la Gran Depresión, auxiliando con frecuencia a los más desfavorecidos, a los que dio atención médica gratuita. Desafió a sus colegas de profesión y presionó, sin éxito, para que el gobierno realizara reformas radicales en la atención médica y los servicios de salud en Canadá.

Norman Bethune
Bethune fue uno de los primeros defensores de la medicina socializada, que formaron el Grupo de Montreal para la Protección de la Salud. En 1935, viajó a la Unión Soviética para observar de primera mano su sistema de atención de salud. Durante ese año se convirtió en un comunista comprometido, y, a su regreso, se afiliaría al Partido Comunista de Canadá.

En 1936, al estallar la Guerra Civil Española, Bethune aceptó una invitación de la Comisión de Ayuda a la Democracia Española encabezando la Unidad Médica de Canadá en Madrid. La idea consistía en crear una unidad médica capaz de almacenar sangre humana, catalogarla  por tipos, mantenerla refrigerada y transpórtala al frente de batalla para poder llegar a  cabo las transfusiones “brazo a brazo” directamente a los heridos. Este tipo de transfusión  ya sabemos no había sido ideada por el doctor canadiense sino por el doctor catalán  Frederic Duran i Jordà. Bethune, no obstante, estaba decidido a ponerlo en práctica en  todos esos hospitales de campaña en los que la escasez de sangre era un problema letal. Se incorporó al Batallón Mackenzie-Papineau, que estaba integrado por los comunistas de Canadá y otros izquierdistas, y partió para Madrid el 3 de noviembre de 1936.

Bethune había llegado a España el 3 de noviembre de 1936. Independiente y con un punto egocéntrico, pero también muy resolutivo y con un gran sentido de la justicia y el compromiso, pronto dejó huella. A través de anuncios de prensa hace un llamamiento a  la población de la ciudad para que donen la preciada sangre. La respuesta, cumpliendo  con esa imagen de generosidad y solidaridad inquebrantable que la guerra forjó  de la población española, superó con creces las expectativas de la unidad. Desde las primeras horas de la mañana una cola ingente de hombres y mujeres esperaba  paciente su oportunidad para ayudar. Sangre no iba a faltarle al doctor Bethune para su  iniciativa, lo peor de la jornada fue la indignación de aquellos a los que se les tuvo que  decir que sus servicios no eran ya necesarios, que las neveras ya estaban llenas y que  no cabían más existencias en aquel piso de la calle Príncipe de Vergara. Creó el Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre y aplicó por su cuenta y riesgo un innovador sistema móvil de transfusiones. Primero en los frentes de Madrid; después en el este.

Norman Bethune

Para esta segunda  fase de su plan, Bethune contaba con el apoyo de un joven arquitecto canadiense llamado Hazen Sise, que se había unido al doctor el 29 de noviembre. Él se encargó  del diseño de uno de los grandes protagonistas de esta historia, el camión que había  de transportar la sangre y había de dar cobijo a los hombres encargados de la misión. 

El “Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre” ya contaba con un cirujano y un  arquitecto que haría las veces de conductor, pero las largas jornadas de carretera  que esperaban al equipo demandaban un tercer elemento, otro voluntario capaz de  conducir el camión y dispuesto a viajar sin descanso por los peligrosos frentes de la  guerra. Un encuentro casual entre Sise y Worsley propicia a su vez que el 22 de enero  el joven británico conozca a Norman Bethune. El doctor le propone al profesor que se una a ellos como conductor. Para Worsley era la gran oportunidad que esperaba para  contribuir de alguna manera a la causa que quería defender. La misión que le proponían  era humanitaria, no tendría que empuñar un arma, ayudaría pero manteniéndose en los  márgenes de esa violencia que tanto odiaba. Así pues, un trío bastante atípico de dos  canadienses y un inglés, Norman Bethune, Hazen Sisen y T.C. Worsley, se vuelven a  reunir en Valencia el 5 de febrero para iniciar, a lomos de un camión Renault convertido  en ambulancia para transportar sangre, una aventura heroica en las carreteras de la Guerra Civil española.

A primeros de febrero de 1937, cuando se entera de que los regulares de Queipo de Llano pretenden tomar Málaga, acude en auxilio de los civiles con su ambulancia llena de sangre y aparatos, junto a Hazen Sise y Thomas Worsley. Para cuando alcanzan Almería, Málaga ya ha caído. Pese a todo, llega a Casteldeferro (Granada), y durante tres días y tres noches transporta decenas de heridos hasta Almería. Fue su ayudante, Sise, quien tomó las fotos que registraron la matanza, y que algunos sitúan entre las inspiraciones del Guernica. Jamás pisó Málaga.

Sería en esta ambulancia que Bethune, su ayudante Size y su treintañero  conductor inglés, el aspirante a novelista Thomas Cuthbert Worsley, se pasarían tres  días y tres noches haciendo viajes de ida y vuelta en la carretera de Málaga a Almería  para ayudar a los huidos. Worsley había viajado a España con el poeta Stephen  Spender, a través de quien conoció a Hazen Sise. Los dos vinieron en una misión del Partido Comunista Británico pero también con la esperanza de encontrar a su amante  compartido, el prostituto masculino Tony Hyndman, que ya se había unido a las Brigadas  Internacionales.

Debemos a Worsley una descripción de cómo fue el camión una vez convertido en ambulancia:

El camión era un artefacto cerrado de dos toneladas. El frigorífico estaba colocado en el  otro extremo de la puerta trasera, detrás del asiento del conductor. En cambio, el dínamo  y el motor de gasolina estaban cerca de esa puerta trasera, colocados en el centro del   camión sobre el chasis. Esta maquinaria era demasiado grande para permitir que las  literas que corrían por los costados tuvieran más de medio metro de ancho. Debajo de las  literas se encontraban las baterías para el frigorífico, mientras que encima de ellas había  cómodos cojines rojos de aire.

A comienzos de 1937, Bethune había preparado planes de llevar sangre hacia la  costa andaluza para los combatientes republicanos que se enfrentaban al avance de  las fuerzas de Queipo y Roatta. Sise y Worsley llevarían el Renault cargado de sangre  para establecer un puesto de transfusión. Bethune vendría en el Ford. Al llegar a Valencia,  Bethune fue al cuartel general del Socorro Rojo Internacional donde encontró a Vittorio  Vidali y Tina Modotti que estaban allí examinando posibles planes sanitarios para la situación difícil del sur. Sería un encuentro con importantes consecuencias para los  refugiados que ya estaban camino a Almería. Vidali, con el pseudónimo del Comandante  Carlos Contreras, había sido uno de los principales inspiradores de la creación del Quinto  Regimiento. Su compañera “Tina” fue la fotógrafa y actriz italiana Assunta Adelaide  Luigia Modotti, amiga de los pintores mexicanos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros  y Frida Kahlo. Afiliada al Partido Comunista, había pasado una temporada en la Unión  Soviética con su amante Vidali. Ambos se incorporaron al aparato central del Socorro  Rojo Internacional. Trabajaron en varios países, llegando a España a finales de diciembre de 1935. Después de golpe militar de julio de 1936, Tina y la militante comunista Matilde  Landa se habían alistado en el batallón femenino del Quinto Regimiento y fueron  destinadas al Hospital Obrero. Modotti vivía en el edificio contiguo al de Bethune y tenía  su oficina en el piso de arriba. Colaboró con Bethune en la distribución y transfusiones de  sangre en Madrid y en los frentes alrededor de la capital

Norman Bethune

Vidali y Modotti informaron a Bethune de que el asalto rebelde a Málaga había  comenzado y que sería demasiado arriesgado seguir hacia el sur. La opción más  segura habría sido establecer un centro de transfusión de sangre en Valencia pero, a  Bethune, esa parecía una idea indigna. Bethune, Sise y Worsley decidieron continuar  hacia Málaga. Poco después, llegó a Valencia la noticia de que algunas autoridades  civiles habían huido de Almería donde los suministros de agua, gas y electricidad habían sido cortados. El Socorro Rojo decidió enviar un equipo a Almería, encabezada  por Matilde Landa y Tina Modotti. Mientras tanto, Bethune abandonó el Ford en Murcia  y él, Sise y Worsley en el Renault seguían hacia el sur. Al llegar a Almería en la tarde del  día 10 de febrero, encontraron una ciudad hambrienta que había sido bombardeada  tanto desde el aire como del mar. En el Gobierno Civil, les dijeron tajantemente que  sería demasiado peligroso continuar: “No hay ningún sitio a donde se pueden dirigir. Ni  sabemos dónde están nuestras tropas. No habrá nada”. No hicieron caso y después de  tomar unas alubias en un hotel, seguían hacía Málaga

A los dieciséis kilómetros tropezaron con una extraña procesión de seres  humanos y animales viniendo desde Málaga. Se pararon y Sise tomaba unas fotos  que luego se hicieron famosas. Muestran la parte delantera de la caravana no la  avalancha espantosa que vino atrás. Al principio, a pesar de las escenas horrendas que presenciaban, Bethune estaba convencido que su misión primordial era llevar la 
sangre que transportaban al frente.

"El camión se detuvo bruscamente contra un muro de refugiados y animales. Llenaron la  carretera entera. Mujeres gritaron, burros se encabritaron, muchas caras se apretaron  contra nosotros, y tan pronto como habíamos llegado a la cima de la colina, el muro de refugiados fue reformado para moverse alrededor del camión. Pero fue la escena de abajo  la que nos dejó sin palabras. La llanura se extendía en la distancia hasta donde alcanzaba  la vista, y a través de la llanura, donde debería haber estado el camino, se retorcía veinte millares de seres humanos, como una oruga gigante, sus muchos miembros levantando una nube de polvo, moviéndose lenta, pesadamente, extendiéndose desde más allá del  horizonte, a través del árido y llano país y hasta las estribaciones de la sierra."

Bethune relató lo que vio en: "Doscientos kilómetros de miseria, […] esta marcha forzada, la más grande, la más terrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos. […] venían primero los más fuertes. Los que habrían podido transportar sus cosas en burros, mulas y caballos.  Los dejamos atrás, y a medida que íbamos avanzando el espectáculo se hacía más  lastimoso. Miles de niños […] niños sin zapatos, con los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de dolor, de hambre, de cansancio. Había una mujer de sesenta años que no podía dar un paso más. La sangre de las úlceras de sus piernas hinchadas teñía de rojo sus alpargatas blancas. Muchos viejos abandonaban toda esperanza y, tumbados en  la cuneta del camino, esperaban la muerte"

El avance del “Servicio Canadiense de Trasfusión de Sangre” era cada vez  más complicado, el vehículo se abría paso lentamente, tocando el claxon para que la  aterrorizada gente, que les hacía gestos para que dieran la vuelta, se apartara, incluidos  los dispersos grupos de milicianos que conformaban un “ejército de muchachos,  derrotados y sin líder”. Pese a la opinión de Worsley, pese a que la muchedumbre  seguía aumentando, pese a la presencia de bombarderos enemigos, que hacía que  la gente se protegiese en las laderas de la montaña, y pese a que ya empezaba  anochecer, Bethune no cejaba en su empeño de continuar hacia Málaga. Hasta que en  el kilómetro 12 por fin se detuvo. Era inútil seguir. En medio del torbellino, Bethune intentaba seleccionar los niños que consideraba  más necesitados pero en seguida fue abrumado por las mujeres desesperadas. Se llenó la ambulancia y emprendieron el primero de varios viajes a Almería.

En Almería, en el hospital del Socorro Rojo, Matilde Lana y Tina Modotti se  hicieron cargo de los niños que les traían Bethune, Sise y Worsley. Luego Modotti le dijo a Vidali que “la guerra es odiosa, pero esta masacre de mujeres, niños y ancianos es  el acto más horrible”. De Bethune, dijo: “Era maravilloso, incansable. En lugar de hacer  transfusiones de sangre, se preocupó por salvar niños y salvó a cientos de ellos”. Matilde  Landa fue designada por el Comité Ejecutivo del SRI para organizar el abastecimiento  de alimentos, medicamentos, ropa, alpargatas y la ayuda monetaria. Intentaba reunir  familias que habían sido separadas, utilizando la prensa local, la emisora de radio y las  distintas oficinas de evacuación. Bajo su dirección, la delegación del Socorro Rojo de  Almería atendió a unos 22.000 refugiados, repartiendo unas 500 toneladas de víveres

Cuando hubieron hecho todo lo posible por los refugiados en Almería, Sise  y Worsley regresaron a Madrid, mientras que Bethune iba a París para comprar  equipamiento adicional de transfusión que se necesitaba. A la vuelta a Valencia,  basándose en su diario, escribió su conmovedor relato presencial del éxodo de Málaga  que se publicaría como el folleto El crimen del camino Málaga-Almería. Él también reunió a la prensa extranjera para denunciar al mundo los acontecimientos trágicos  que había presenciado

Llevábamos de treinta a cuarenta personas en cada viaje, y trabajamos así tres días y  tres noches. En el hospital del Socorro Rojo Internacional de Almería, los refugiados  recibían atención médica, alimento y ropa. Al incansable esfuerzo de los conductores  del camión, Hazen Sise y Thomas Worsley, se debe la salvación de muchas vidas. 
Iban y venían, alternando, día y noche, durmiendo a campo abierto entre los turnos,  sin más alimento que naranjas y pan. Oíd ahora el final. Como si no fuese bastante  haber bombardeado y cañoneado a esa procesión de campesinos inermes a lo largo  de su caminata interminable, el día 12 de Febrero, cuando el pequeño puerto de Almería  estaba atestado de gente refugiada, cuando la población se había duplicado, cuando  aquellas cincuenta mil personas exangües habían llegado al sitio que creían un abrigo  seguro, los aeroplanos fascistas, alemanes e italianos, desataron sobre la población  nutrido bombardeo. La sirena de alarma sonó treinta segundos antes de que cayera la  primera bomba. Los aviones enemigos no buscaron blanco en los buques de guerra  del Gobierno español que estaban en el puerto. Deliberadamente arrojaron diez  bombas en el centro mismo de la ciudad, en la calle principal, donde, amontonados en  el pavimento, dormían exhaustos los refugiados. Cuando se habían alejado los aviones,  levanté del suelo los cadáveres de tres niños que habían estado tres horas de pie en  una cola frente al Comité Provincial de Evacuación, esperando su ración de una taza  de leche condensada y un pedazo de pan, único alimento disponible. La calle parecía  un degolladero, con los muertos y los agonizantes, alumbrado por las llamas de los  edificios que ardían. En la oscuridad, los quejidos de los niños heridos, los gritos de  las madres agonizantes y las maldiciones de los hombres, se alzaban en un lamento de masa basta hacerse intolerable. Sentía yo el cuerpo pesado, como el cuerpo de los  muertos, pero hueco y vacío, y en mi cerebro se encendía una llama de odio. Aquella  noche fueron ametrallados, desde los aeroplanos, cincuenta paisanos, y hubo más de cincuenta heridos. Murieron dos soldados

Lo que no dijo Bethune en su alegato es que cuando Sise conducía de regreso  a Almería, él y Worsley caminaron entre los refugiados; y cuando Worsley conducía,  Bethune volvía a caminar, un cuerpo exhausto más en la columna de personas  desesperadamente cansadas y hambrientas. La segunda noche, Bethune y Sise  llevaron un camión lleno de niños a un sanatorio en las afueras de Almería. Habiendo  caminado tanto tiempo desde Málaga, y con tanto miedo, los niños se derrumbaron. 

La estatua de Norman Bethune en Torre del Mar

Cuando no apareció nadie para alimentarlos, Bethune se puso furioso. Él irrumpió en la  cocina, dio órdenes al personal y, con Sise, llenó unas cacerolas inmensas y grandes  con toda la leche disponible, las calentó y tiró dentro todo el pan que pudo encontrar,  maldiciendo a todos a la vista. Aparecieron cuencos y cucharas. Bethune alimentó  a los niños, Sise encontraba la manera de acostarlos y luego volvieron los dos a la carretera para buscar más

Bethune regresa entonces a Madrid, donde edita en inglés, francés y español el librito con las fotografías de su terrible experiencia en la carretera, y vuela a Canadá en mayo de 1937 para recaudar fondos para la República. En esa gira muestra los horrores del fascismo con su libro y un documental, Corazón de España. "España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá conmigo, recordándome siempre las cosas que he visto...", les dice a sus compatriotas.

"Era un médico muy prestigioso y decidió abandonar su brillante carrera para luchar en favor de la República y contra el fascismo", cuenta Jesús Majada, biógrafo español de Bethune, que añade: "Montó todo el aparataje que llevaba para hacer transfusiones de sangre. Subió a muchos niños y los llevó a Almería. Estuvo haciendo viajes de ida y vuelta durante tres días y tres noches".


T.C. Worsley

La noche del 10 de febrero de 1937 un británico llamado T.C. Worsley trataba de  conciliar el sueño en un establo situado en la carretera que une las ciudades españolas  de Málaga y Almería. Pese a la terrible jornada vivida y el cansancio extremo, dormir se hacía imposible. No sólo por causa de la incomodidad del lugar sino, sobre todo,  por los llantos y lamentos de los cientos de niños, mujeres y hombres que compartían  con él el agotamiento, terror y desesperanza de esa larga noche. Cómo este joven  profesor dio a parar a un país extranjero devastado por la barbarie de la guerra y cómo  se convirtió en involuntario héroe de uno de los sucesos más dramáticos de la misma,  es un relato trágico y fascinante al mismo tiempo

Un encuentro casual entre Sise y Worsley propicia a su vez que el 22 de enero  el joven británico conozca a Norman Bethune. El doctor le propone al profesor que se  una a ellos como conductor. Para Worsley era la gran oportunidad que esperaba para  contribuir de alguna manera a la causa que quería defender. La misión que le proponían  era humanitaria, no tendría que empuñar un arma, ayudaría pero manteniéndose en los  márgenes de esa violencia que tanto odiaba. Así pues, un trío bastante atípico de dos  canadienses y un inglés, Norman Bethune, Hazen Sisen y T.C. Worsley, se vuelven a  reunir en Valencia el 5 de febrero para iniciar, a lomos de un camión Renault convertido  en ambulancia para transportar sangre, una aventura heroica en las carreteras de la  Guerra Civil española. El 6 de febrero el “Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre” comienza su  viaje a Málaga, ese mismo día ya había comenzado el asedio de la ciudad por parte  del ejército nacional y una nueva tragedia había comenzado.

Con la camioneta totalmente atestada, incluida la cabina del conductor, gente  agarrada a los faros, al guardabarros y subidos en el techo, Worsley inició su nuevo  viaje hacia Almería. No obstante, la peculiar unidad médica diseñada para transportar  sangre al frente parecía haber cumplido su última misión. El motor falló y Worsley tuvo  que pedirle a su aterrorizada carga que abandonara el vehículo y explicarles que tenían  que esperar pacientemente a que llegara otro camión para recogerlos. Como él mismo  cuenta, con la ayuda de una botella de brandy, animando a las madres y gastando  bromas a los niños, poco a poco consiguió que todos se tranquilizaran e incluso pudo ver a algunos esbozar una sonrisa. En esa tensa espera es cuando el joven inglés, a  través del testimonio de las mujeres, pudo reconstruir que había pasado en las últimas  horas:

Todas eran de Málaga, algunas de otros pueblos más lejanos. Habían estado caminando  durante tres, cuatro, cinco e incluso seis días, y no habían comido. Todas estaban dando  pecho y vi que tenían los pies llenos de ampollas, desgarrados, sangrando, destrozados;  algunas apenas se podían mover.

Hablaban rápidamente y con amargura, yo entendía pocas cosas; pero por sus gestos  y las palabras que pude entender era suficiente. Sólo los maridos de ellas estaban vivos,  pero ellas tuvieron que dejarlos para venir en el camión. El resto habían sido abatidos a  tiros en Málaga. Tanto allí como en su huida vivieron un infierno. Fueron bombardeados  desde el mar y desde el aire, y después ametrallados. El terror todavía seguía vivo,  ardiendo en sus retinas mientras imitaban el traqueteo de las ametralladoras. Primero,  suavemente; después, más alto al describir con sus manos a los aviones atacando en  picado: intenso y poderosos como sus gestos. Sólo una familia conservaba a todos sus miembros.

La presencia de T.C. Worsley en la carretera Málaga-Almería se prolongaría una noche más. Una noche en vela en la que la camioneta volvió a ser de gran utilidad,  no para llevar gente ni material médico sino como refugio contra el frio para todos  los niños para los que el profesor de Wellington College se había convertido en  involuntario protector y salvador. Al día siguiente, por fin, llegó el camión de auxilio que  pudo transportarlos a todos a Almería. Allí les esperaría otra tragedia… pero eso es otra 
historia.

«La carretera seguía llena de refugiados, y cuanto más avanzábamos peor era su situación. Algunos tenían zapatos de goma, pero la mayoría llevaba los pies vendados con harapos, muchos iban descalzos y casi todos sangraban. Componían una fila de 150 km de gente desesperada, hambrienta, extenuada, como un río que no daba muestras de disminuir…Decidimos subir a los niños al camión, y al instante nos convertimos en el centro de atención de una muchedumbre enloquecida que gritaba, rogaba y suplicaba ante tan milagrosa aparición. La escena era sobrecogedora: las mujeres vociferaban mientras sostenían en alto a los bebés desnudos, suplicando, gritando y sollozando de gratitud o decepción.« T. C. Worsley, recogido por Paul Preston en El holocausto español.


El Socorro Rojo Internacional

La organización cominterniana del Socorro Rojo Internacional (SRI) nacía en  Rusia en 1922, como una organización de ayuda a todos los prisioneros políticos sin  discriminación de país. La sección española de la cual nos ocuparemos en este texto,  tuvo sus comienzos en 1923, cuando, ejerció como organismo clandestino, todavía de  diminutas dimensiones, con fines sobre todo de propaganda y oposición política a la dictadura militar de Primo de Rivera. Fue una organización nacida de la necesidad de la internacionalización y, al mismo tiempo, de la difusión de la solidaridad y de propaganda comunista. Estos dos últimos términos –propaganda y solidaridad– se pueden encontrar  fácilmente enfrentados y, quizás, hayan dificultado que se le haya dedicado más espacio como una organización autónoma con un destacado papel en la ayuda humanitaria

Con motivo de la toma de Málaga y de su puerto, el 8 de febrero de 1937 los  esfuerzos del SR junto con las instituciones estatales, “el Consejo de Sanidad, primero,  y el Consejo provincial, más tarde, se volcaron a estructurar la nueva red asistencial”, a la  evacuación por la carretera Málaga-Almería y a la asistencia a la población. En Almería  el SR abrió un Hospital de Sangre, “instalado en el camino de la estación, antiguo  Chalet de Valle, además de múltiples dependencias sanitarias y Asistencia Social”,  y atendió “a unos 22.000 refugiados, habiendo repartido más de 500 toneladas de  víveres y cantidades en metálico por un valor aproximado de quinientas mil pesetas”. 

Sufrió, sin embargo, de una endémica falta de personal médico y enfermero que, a  veces, no permitió el adecuado funcionamiento de sus estructuras. El ataque a la  capital almeriense el 12 de febrero obligó a trasladar a la “casa-refugio” de Vera al  personal médico y a los heridos50, y a evacuar a la población civil. En esta dura realidad  se halló María, así como más adelante en el traslado de la población desde Almería y  alrededores hacia el arco levantino republicano y Cataluña. Pese a que, por supuesto,  el SR no fue el único agente de la acción médica y solidaria, seguramente fue uno de  los momentos en los que su intervención destacó ante la urgencia de los evacuados


Anselmo Vilar, el farero de Málaga

La investigación de Jesús Hurtado Navarrete narra la historia de este héroe 

Anselmo Vilar fue el farero de Torre de Mar apagó la luz para salvar miles de vidas en la Desbandá. Vilar salvó a muchas personas de las ametralladoras y las bombas, pero su decisión le costó la vida, ya que pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado.

Ante la falta de referencia, los barcos utilizaron el faro de Torrox, que sí funcionó en los días en los que se produjo la Desbandá y se ubicaron frente a este punto del litoral, que recibió el grueso de los bombardeos.

Anselmo decidió no cumplir con la primera orden de su responsabilidad como farero y dejar en la negra donde entonces se ubicaba el faro, la zona denominada "Acequia Bigotona" y fincas aledañas donde se escondía gran cantidad de personas frente al constante paso de aeronaves. Sin embargo, unos kilómetros más adelante, el faro de Torrox seguía iluminándose. Esta situación favoreció a los barcos fascistas que asfixiaron la carretera que aún comunicaba a miles de personas entre Málaga y Almería, existiendo la posibilidad de que desembarcaran. Quizás la zona cercana a Almayate, Torre del Mar, Caleta o la costa de Algarrobo fue la que "tuvo más suerte" o recibió menos asedio y ametralladoras de aviones que volaban a baja altura o de las tropas del Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) comandadas por el coronel Gusberti (la llamada columna de izquierda), enviado por Mussolini, que por entonces ya estaban muy cerca, a poco más de diez kilómetros de Torre del Mar y que llegaba por carretera a través de Alhama por las Ventas de Zafarraya. La clave estuvo, sin duda, en esa “zona de negrura que dejó el farero gallego durante los dos días de mal tiempo y terror.

Dos noches permaneció sin luz el faro de Torre del Mar, que tenía un alcance de doce millas, unos 18 kilómetros. Gracias a la oscuridad, miles pudieron refugiarse sin miedo a ser descubiertos. «Por eso entre Torre del Mar y El Morche (la pedanía costera de Torrox) hubo ametrallamientos y en Torre del Mar no, a pesar de que hubo la mayor concentración de personas», resume Hurtado.

Cuando al día siguiente el Teniente Coronel Mejide y el Capitán de Infantería Ramón Marvá Maciá llegan a Vélez-Málaga, se encuentran una ciudad vacía, en la que apenas pueden hablar con un matrimonio cubano y un par de paisanos más. Un capitán de milicias les informa: la resistencia ya se ha marchado. 

Vilar fue apresado y asesinado por su acción humanitaria. Según Hurtado, fue ejecutado en las paredes del cementerio de Vélez-Málaga, donde aún hay varias fosas comunes por abrir. Era, dice, un hombre sensible, que por su oficio sabía leer y escribir, y ayudaba a los marengos a redactar sus cartas y escritos. Frecuentaba el Casino de la Alegría y era un aficionado al ajedrez. En sus ratos de soledad en el faro, tallaba sus propias piezas. «Siempre tenía en el bolsillo una torre de ajedrez, que simbolizaba un faro». Es posible que la llevara cuando fue apresado y que el hombre que apagó la luz para que otros salvaran la vida muriera, al fin, junto a un faro. 

Tras la toma de la localidad por el ejército sublevado, Anselmo Vilar fue fusilado junto al cementerio de Vélez-Málaga, en la noche, entre el 9 y el 10 de febrero. más información aquí
 

Anselmo Vilar
El crucero Canarias

El Canarias fue un crucero pesado cuya construcción ordenó Primo de Rivera en 1928. Su botadura tuvo lugar en mayo de 1931 ya bajo la presidencia, paradojas de la historia, de un ministro de la II República, Santiago Casares Quiroga, cuya esposa, para mayor ironía, fue la madrina.

Sin embargo, el buque no entró en servicio hasta septiembre de 1936 ya en plena Guerra Civil y siempre en el bando franquista. Su velocidad de 33 nudos y su imponente artillería, que les permitía efectuar intensos bombardeos sobre la costa, provocaron que tanto el Canarias como el Baleares fueran muy temidos por el ejército republicano y la población civil: «Parecía que ambos podían aparecer en cualquier lugar y en cualquier momento» recoge Paul Preston en El Holocausto Español.

Todavía en aguas del sur peninsular protagoniza otras dos intervenciones decisivas: el 12 de diciembre de 1936 hunde al vapor soviético Komsomol frente a Orán, una acción con repercusión internacional que hizo a los soviéticos más reticentes a utilizar sus mercantes en apoyo a la República. Y el 8 de febrero de 1937 tuvo un papel decisivo en la tarea de sembrar de muertos y heridos la carretera de Málaga a Almería, como vimos. Bastarreche aún era su capitán.

Dejó de serlo poco tiempo después para encargarse de coordinar desde las Baleares acciones contra la retaguardia republicana y su población civil en las costas orientales de la Península. Y en esas operaciones volvió a intervenir el Canarias, que en agosto de 1937  bombardeó las costas de las comarcas alicantinas: el 13 de agosto, Dénia. Dos días después, Alicante.

El del Canarias aquel verano de 1937 fue el primero de los 37 ataques que recibió Dénia durante la contienda. Significó su bautismo de sangre, la pérdida de la inocencia de una ciudad de retaguardia que hasta entonces no se había visto inmersa en ninguna acción bélica. Tuvo además un efecto devastador: durante una hora el crucero disparó cuarenta proyectiles sobre el puerto, la zona de la Caldera del Gas y los alrededores de la ciudad, lo que ocasionó la muerte de tres personas, dos mujeres y un adolescente, así como el hundimiento del vapor SAC.

Crucero Canarias

El crucero Baleares

En la madrugada del 6 de marzo de 1938 buques de la Armada Republicana avistaron a tres cruceros nacionales (entre ellos el Baleares y el Canarias) a 75 millas náuticas al nordeste del Cabo de Palos. El enemigo rehuyó el enfrentamiento a la espera de la luz de la mañana que le permitiera aprovechar su mayor potencia de fuego. Los barcos de la República no desistieron en su persecución y, a pesar de su falta de experiencia en combate nocturno, consiguieron que dos torpedos impactaran en el Crucero Baleares que se hundió con rapidez mientras los otros dos barcos nacionales continuaban su huida.

El 9 de febrero de 1937 centenares de miles de personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños, huyen despavoridos por la carretera en dirección a Almería. La ciudad de Málaga acaba de caer en manos de las tropas de Franco y se ha iniciado el que probablemente va a ser el mayor crimen de toda la Guerra Civil.

Jesús Majada publicó en el año 2006 el libro Carretera Málaga-Almería, donde recogió los testimonios de decenas de supervivientes de la masacre que permanecían con vida. Muchos de ellos aún recordaban algunos de los momentos más terribles de su huida, cuando el Crucero Baleares y su buque gemelo, el Canarias, se dirigieron hacia la costa para bombardear a la población civil que huía.

En Torre del Mar, nada más abandonar las últimas casas, en una curva situada a la izquierda del camino, la escuadra comenzó a cañonearnos. Aquello era terrible, los cadáveres en la cuneta, las personas mayores, los niños que llamaban a sus madres y no le podían contestar porque estaban muertas.

Para ellos era como un juego, el tiro al plato contra gente que no podía defenderse. Disparaban contra las rocas, y comprendimos que lo hacían así para que estallasen y nos cayesen las piedras encima o que cortasen la carretera. No teníamos escapatoria, atrapados entre aquellas paredes de roca y los acantilados. Moríamos de hambre, sed agotamiento, ametrallados. Si hay un infierno, aquello era lo más parecido que uno pueda imaginar. Fue un milagro que consiguiésemos llegar a Almería, pero nunca he visto tanta muerte, tanta sangre, tanto desprecio por la vida humana.

Fue horrible, nunca lo olvidaré. Eran militares profesionales, de la Marina o la Aviación contra civiles, ancianos, niños, mujeres, sabían a dónde disparaban. Los pocos soldados que iban con nosotros iban en retirada, desarmados. Nos bombardeaban a mansalva. Veíamos sus caras, ellos sabían que éramos civiles indefensos, nos veían perfectamente. Estaban tan cerca, que cuando le acertaban a un burro o a un autobús, podíamos ver sus caras, les podíamos ver cómo saltaban en sus cubiertas, celebrándolo.

Nos tiraban bombas incendiarias desde los aviones, y aquellos barcos enormes de Franco no cesaban de dispararnos con sus cañones. Veíamos a los marineros perfectamente, cómo se movían por cubierta, los cañones cómo se movían y nos apuntaban antes de disparar, es algo que si no lo has vivido no lo puedes comprender. Si los barcos se hubiesen acercado un poco más hubiesen chocado con las rocas, para ellos era como un macabro juego de feria, nos mataban como si fuésemos chinches.

Había gente aplastada por las piedras que caían cuando disparaban desde los barcos a los acantilados. Vi muchos niños muertos en las cunetas. Me acuerdo de una mujer que había muerto y todavía tenía un niño pequeño en brazos. El conductor que nos llevaba a Almería paró varias veces para apartar a los muertos de la carretera. Cada vez que paraba, los niños nos asomábamos a ver. Había trozos de personas por todos lados.

Elizaveta Pashina, una joven rusa de 20 años que servía como traductora, nos relata: Los obuses estallaban entre las rocas, sobre la carretera empezó a caer una lluvia de pedruscos. La gente corría llevando a los niños en brazos y abandonando los últimos restos de sus pertenencias. Se oían los llantos y los gemidos de los heridos. Todos intentaban llegar a alguna curva donde la carretera se alejara del mar. Los viejos, con lágrimas en los ojos suplicaban para que los abandonasen allí e intentasen salvar a los niños.

Cristóbal Criado, que tenía en ese momento 17 años, nos cuenta en su libro “Mi juventud y mi lucha”: Nunca antes había sentido con tanta intensidad el miedo y la muerte tan cercana, protegido  tras un malecón que daba al borde mismo del profundo acantilado. Unas bombas caían sin cesar sobre al asfalto  ya destrozado de la carretera; otras directamente en el acantilado. Pero al pasar a la altura que ocupaba yo, tras el malecón, el silbido terrorífico que producía en mis oídos su caída, sentí tal pavor que, por unos instantes, pensé que era el último día de mi vida.

El cuaderno de bitácora de los buques recoge las acciones: “A las 12 horas dispararon los cañones de 12cms. De estribor sobre grupos que huían de Málaga por la carretera”.

Crucero Baleares.
Hundido el 6 de marzo de 1938 durante la batalla naval de Cabo Palos

El crucero ligero Almirante Cervera

El ‘Almirante Cervera’ fue un crucero ligero que perteneció a la Armada española. Debe su nombre a un marino que participó en la Guerra de Cuba, el almirante español Pascual Cervera y Topete. José Ramón Cervera Pery conoce de primera mano sus características: 176 metros de eslora, un desplazamiento de 7.976 toneladas, equipado con 8 cañones y una tripulación de 560 marinos. Botado en El Ferrol el 16 de octubre de 1925 y dado de baja el 31 de agosto de 1965, tuvo un historial de servicio muy activo, en especial durante la Guerra Civil, en manos del bando franquista desde su inicio. Fue apodado ‘El Chulo del Cantábrico’ por la impunidad con la que minaba puertos o cañoneaba localidades costeras como Santander o Gijón.

Bajo el mando de Moreno ‘El Cervera’ participó en bombardeos indiscriminados por costas cantábricas y mediterráneas: Gijón, Valencia, Barcelona, San Sebastián. Pero, además, y como hecho tristemente destacable, participó en el bombardeo de la carretera Málaga-Almería durante lo que se conoce como La desbandá: el éxodo de la población malagueña tras la caída de Málaga, en poder del ejército franquista, el 8 de febrero de 1937, sin duda uno de los episodio más dramáticos, en términos de vidas humanas, de toda la Guerra Civil, muy superior al bombardeo de Gernika (un cómic pretende salvaguardar esa memoria para los más jóvenes).

Crucero almirante Cervera

LA DESBANDÁ EN LA PRENSA 

Más allá de esto, las numerosas noticias y editoriales sobre la caída de la ciudad  se centraban como venimos señalando en la denuncia de la intervención extranjera, un  aspecto que enfatizaba la prensa internacional afín a la causa republicana, azuzando  en sus lectores el miedo sobre el expansionismo militar de las potencias fascistas. En  este sentido, es destacable la labor de difusión de noticias favorables a la República  llevada a cabo por la Agence Espagne, creada a principios de 1937 por el factótum  de la Komintern Willi Münzenberg con el apoyo y financiación de Álvarez del Vayo. 

El 9 de febrero, en su boletín de Informations télégraphiques et téléphoniques de  dernière heure se podía leer: “offensive contre Malaga avait ete decidée pendant la  visite du general Goering a Rome”, que refería las entrevistas del alemán con el ministro  de Asuntos Exteriores italiano, conde Galeazzo Ciano. Fue también Münzenberg,  secundado por el director de la Agence Otto Katz, quien envió a Málaga como  informador a su mano derecha el escritor húngaro Arthur Koestler, que había publicado  en enero de ese año el libro L’Espagne ensanglantée, basándose en la información  obtenida en sus dos viajes anteriores a Sevilla y Madrid como espía de la Internacional  Comunista. Koestler llegó a Málaga el 28 de enero como corresponsal del londinense  News Chronicle para presenciar el desmoronamiento de la resistencia y, a diferencia  de las autoridades militares y civiles y de los miles de ciudadanos que escaparon,  decidió quedarse a esperar la llegada del ejército fascista. Quizá lo hizo por valentía,  por compromiso con su encargo o quizá movido por la idea de ser el único periodista  en cubrir la toma de la ciudad; Koestler describe así el momento dramático en que se  proponía huir a bordo de un coche por la carretera de Málaga a Almería

El folleto El crimen de la carretera Málaga-Almería, con texto del doctor Norman  Bethune y fotografías del arquitecto Hazen Sise, constituye el mejor testimonio del  terrible éxodo de la evacuación en masa de la población civil de Málaga. Con un prólogo  del que fuera periodista y subdirector del Ministerio de Propaganda Alardo Prats, se  publicó en castellano, inglés y francés por Publicaciones Iberia poco tiempo después  de producirse los hechos, como parte de la propaganda de guerra13. Las veinticuatro  imágenes impresas que el amateur Sise tomó en el camino, durante los descansos  de la evacuación que llevó a cabo junto a Bethune y el escritor Thomas Worsley en  la ambulancia que les había llevado hasta allí, son documentos únicos de un sincero  dramatismo. Aparte la distribución del folleto, y excepción hecha a la revista Facetas  de actualidad española que dirigía desde Cuba el periodista asturiano Adolfo García  Fernández, la difusión de estas fotografías no fue demasiado amplia en la prensa, a  pesar de su patetismo. A este respecto, leamos como ejemplo de esta divulgación  propagandística de fotografías denunciatorias la labor que realizaba en aquellos  días el Comissariat de Propaganda de Cataluña liderado por Jaume Miravitlles, quien  explicaba en una entrevista aparecida el 15 de febrero


En el caso malagueño, los reporteros gráficos pudieron seguir el largo éxodo  de los refugiados por el corredor mediterráneo sobre todo a partir de Almería. Allí,  sus cuerpos y almas exhaustos habían sido recibidos con salvajes bombardeos, y  muchos sobrevivían calentándose al sol en las aceras del gran campamento que había  inundado la ciudad. El semanario de la solidaridad Ayuda, junto al artículo «La tragedia  de Málaga» del ruso Iliá Ehrenburg, daba cuenta de su infortunio, especialmente el de  los muchos niños, en una doble página titulada “Málaga-Almería. Ruta sangrienta” (6  de marzo, pp. 4 y 5) con diecisiete imágenes de nuestro servicio cinematográfico” que  ilustraban el trágico relato de su desdicha.

El conjunto fotográfico más importante sobre los refugiados malagueños en Barcelona salió de la cámara de Antoni Campañà (Arbúcies, 1906-Sant Cugat del Vallès, 1989) cuyo archivo oculto, llamado la “caja roja”, fue redescubierto por u familia en 2018. Aunque procedía de una exitosa línea pictorialista, durante la guerra hizo de reportero convencido de la vida barcelonesa, colaborando con el Comissariat de Propaganda, la Consejería de Defensa y la Oficina de propaganda de la CNT-FAI. Como los fotógrafos Chim, Centelles y Margaret Michaelis en otros  momentos de la guerra, Campañà acudió a documentar la vida de los refugiados en el estadio de Montjuic; en su caso paseó su cámara por la zona donde se acogía a los refugiados de Málaga. Los vio junto a las verjas exteriores del estadio, seguramente para calentarse en aquellos días del invierno después de comer en los abarrotados comedores, sentados mientras hablaban, se despiojaban, dormitaban y sobre todo, esperaban compungidos. A pesar de su fuerza, estas  imágenes no encontraron demasiada difusión en la prensa, aunque hemos localizado a una madre de mirada atribulada que sostiene, tras las rejas del estadio, el fardo de su hijo, en The Sydney Morning Herald (22 de marzo, p. 12), con el pie de foto: “Unhappy refugees from Malaga photographed shortly after the end of their long journey to Madrid (sic)”. No obstante, es muy destacable que el maestro del fotomontaje comprometido John Heartfield utilizara la magnífica imagen de la madre abrazada a su hijo tomada por Campañá en el estadio de Montjuic para añadirle unas ruinas como fondo y componer así un montaje titulado “Baskenland”, que publicitaba la Semana de la solidaridad internacional con España (24 al 30 de mayo) en Die Volks Illustrierte, fundada y dirigida por Willi Münzenberg y publicada en el exilio de Praga, que a su vez recogió poco después la también revista checa  Španělsko

Ce Soir envió a España a una multitud de corresponsales como Simone Téry,  Georges Soria, Édith Thomas, Louis Parrot o Andrée Viollis, y los fotorreporteros Chim,  Gerda Taro, Robert Capa o Mathieu Corman enviaron sus clichés a la redacción. 

La pareja formada por el húngaro Robert Capa (Endre Friedmann, Budapest, 1913 –Vietnam, 1954) y la alemana Gerda Taro (Gerta Pohorylle, Stuttgart, 1910– El Escorial,  1937) merecen especial consideración en el estudio de las fotografías sobre la  Desbandá. Con el propósito de documentar la intervención extranjera en España, Capa  y Taro llegaron a Almería desde Madrid el día 13 o 14 de febrero armados con la Leica  y la Rolleiflex; en los siguientes días, como ya no quedaban refugiados malagueños  en la carretera, pudieron fotografiarles en Almería, y también a los marineros del  buque republicano Jaime I, antes de unirse a los brigadistas internacionales que se  posicionaban en el nuevo frente hacia Motril

Tan temprano como el día 3 de marzo, la recién creada cabecera Ce Soir publicaba  cinco fotos suyas sin firmar englobadas como “Retour dʹEspagne” en su contraportada,  “Algunas fotografías tomadas al azar entre las llegadas de España esta misma mañana  de uno de nuestros enviados especiales”, dos imágenes de refugiados en Almería –una  anciana que llora “a dos hijos perdidos en la huida” y otra de gentes junto a un camión de  abastecimiento enviado desde Valencia– más una de una defensa antiaérea y dos de  los brigadistas aludidos. Poco después, el 13 de marzo y también sin firma, reaparecían  de nuevo cuatro de las fotografías de Taro y Capa como “La lamentable cohorte des  réfugies sur les routes dʹEspagne”, dos de familias en el camino y un par más de los  refugiados exhaustos en Almería, indicando que habían sido tomadas en Murcia.


LA DESBANDÁ EN EL ARTE

Algunas pinturas enlazaban con el drama malagueño de forma algo tangencial,  como el humilde recuerdo que creemos ofrecía el lienzo Niños de Málaga de Ramón Gaya (Murcia 1910 – Valencia 2005). El pintor murciano envió al Pabellón esta obra junto a un retrato de su amigo el poeta Gil Albert y el cuadro Espanto (bombardeo  de Almería); en ella, los niños guardan un aspecto atribulado que comparten con las  fotografías de los refugiados malagueños que aparecieron en la prensa. Su emoción desnuda se situaba en una posición lejana a la propaganda militante en boga por  aquellos tiempos, ejemplo de su postura en el debate sobre el cartelismo de guerra que mantuvo Gaya con Renau a principios de ese año 1937 en la revista Hora de España. Cuando Niños de Málaga fue redescubierto en los años ochenta, el propio  pintor consideró que la habían repintado irremediablemente y recortó el busto de uno de los niños, descartando el resto. 

Ramón Gaya, niños de Málaga 1937

También conectado con la caída de Málaga podría situarse el lienzo Evacuación (depósito en el MNAC) del sevillano Helios Gómez (Sevilla 1905 – Barcelona, 1956) –quien  dibujó más tarde en Horrores de la guerra (1936-1939) dos episodios de la pérdida de la  ciudad y el penoso éxodo– si bien la orografía que enmarca la población que aparece  en el cuadro tiene poco parecido con la malagueña. Más similitud guarda con la costa  por la que huyeron las gentes de Málaga la obra Bombardeo (Museo de Bellas Artes  de Valencia) del cartelista Eleuterio Bauset Ribes (Montserrat, Valencia, 1908 – Valencia,  1980), que algunos autores ubican también en el Pabellón parisino. Como era previsible,  los bombardeos de la población civil fue uno de los asuntos recurrentes en la sección de  artes plásticas del Pabellón español, lógicamente dominados por el Guernica, aunque un  cuadro como Madrid 1937 (los aviones negros) del cordobés Horacio Ferrer Morgado,  acaparó una buena porción de la atención de los visitantes y críticos 
Horrores de la guerra (1936-1939) 

La creación más afortunada sobre La Desbandá malagueña en el Pabellón sería  el dibujo a tinta y acuarela de Francisco Carreño Prieto (Tarragona, 1908 – Zaragoza,  1993) titulado El trágico éxodo de las masas malagueñas, al que Renau tenía en gran  estima: “Constituye, a mi juicio, la obra pictórica más realista y cabal que se produjo en  España durante la guerra y, ante todo, sobre lo que la tragedia de la guerra supuso para  nuestro pueblo...”. Carreño participaba del núcleo revolucionario en torno a la Alianza  de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura y a la revista Nueva Cultura que dirigía Renau, donde en mayo de 1937 se publicó a toda página una estampa de  la magnífica obra enviada al Pabellón de París. En la acuarela, un mojón indica que la escena se desarrolla en el kilómetro 80 de la carretera de Málaga a Almería, en la  desembocadura del río Guadalfeo junto a Motril, allí donde la multitud de mujeres, niños  y ancianos sufría acosada por el bombardeo de la flota sublevada y el acoso de las  tropas italianas a su espalda; con el puente destruido hacía meses, algunos refugiados  perecieron ahogados tratando de cruzar el cauce crecido por las lluvias e incluso se  registraron suicidios en sus inmediaciones, todo ello un escenario lamentable que está  reflejado en la obra de Carreño.

Por último, el cordobés Antonio Rodríguez Luna (Montoro,1910–Córdoba,1985) realizó dos dibujos sobre las atrocidades facciosas en Málaga que llevan por título Aviones y barcos, negros como el fascismo, tiñen con la sangre de miles de mujeres y niños la carretera de Málaga a AlmeríaMálaga en poder del fascismo, publicados en el álbum  Rodríguez Luna. Diez y seis dibujos de guerra, por las valencianas Ediciones Nueva Cultura en 1937. En las líneas introductorias que escribió el mismo Rodríguez Luna, situaba sus dibujos anteriores a la Revolución de octubre de 1934 en un tono de “realismo mágico”, una “visión abstracta de lo poético en la naturaleza” “fatalmente alejado de toda inquietud social”, que desde entonces había reconducido al compromiso político. Su estilo no respondía al realismo social prescrito desde Moscú; muy al contrario, sus dibujos a tinta resultaban una suerte de fantasmagorías de pesadilla preñadas de simbolismos, bien ejemplificada en las dantescas estampas sobre Málaga. La estampa de Luna que trataba el asunto de  La Desbandá se incluyó también ese mismo año en un álbum colectivo titulado  Los dibujantes en la guerra de España (Ediciones Españolas, 1937), auspiciado por la Sección de Publicaciones del Ministerio de Propaganda.  

Antonio Rodríguez Luna 
El mono azul, “Hoja semanal de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura”, reseñaba su publicación reproducía el dibujo de Rodríguez Luna del que tratamos– y aludía a que la dirección del proyecto estaba en manos de Gabriel García Maroto (La Solana, Ciudad Real, 1889 – México, 1969), pintor y escritor que dirigió el Taller de Artes Plásticas de la Alianza y más tarde se ocupó como subcomisario general de Propaganda a las órdenes directas de Álvarez del Vayo, ideando y promoviendo las Milicias de la Cultura. Los seis dibujantes que participaban en el álbum, “todos de la Alianza” según señalaba El mono azul, eran Ramón Puyol, Francisco Mateos, Eduardo Vicente, Arturo Souto, Miguel Prieto –con el que Rodríguez Luna guardaba un parentesco artístico– y el propio Luna. Los valores de determinación y sacrificio del Nuevo Hombre importado  del imaginario soviético –y en cuya representación se corría el riesgo de caer en la grandilocuencia– apenas encontraba sitio en este álbum con los esforzados dibujos del gallego Souto, que incluían la educación del soldado, el esfuerzo y premio del miliciano, el entusiasmo en la lucha y evocación del comisario ruso; Rodríguez Luna se entregaba a la exposición del sufrimiento de los inocentes infringido por el enemigo inmisericorde, en dibujos preñados de firme creencia ideológica basada en la justicia social. De sus creaciones durante la guerra, Renau expresó que“fueron la más enérgica vivisección de las podridas y criminales entrañas del fascismo hispano”

LA REPRESIÓN EN ANDALUCÍA

Andalucía fue la región más castigada por el genocidio fundacional del franquismo. En 708 fosas comunes hay al menos 45.566 víctimas, según el Mapa de Fosas de la Junta de Andalucía. Con un ejemplo: el Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, sigue tirado en una fosa. La aplicación sistemática del terror queda certificada en cada excavación arqueológica, como han contado en los últimos años los anuarios Las huellas en la tierra y Que fuera mi tierra.

Los cálculos sobre el número de personas que huyeron desde Málaga son complejos. La mayoría de estudiosos de la masacre hablan de más de cien mil y entre ellos unos 5.000 asesinados por el fuego fascista del camino. Mucho más, terriblemente más que el bombardeo de Guernica puesto como luctuoso ejemplo del mayor asesinato colectivo de la Guerra Civil.

En la memoria de los supervivientes de la denominada Desbandá o carretera  de la muerte, como la denominó Norman Bethune, ha quedado la imagen de los  vuelos rasantes con las bombas cayendo y destrozando todo a su paso; la amenaza  del ametrallamiento que realizaban los buques franquistas Canarias y Baleares por el  flanco derecho de la huida, fruto del acompañamiento en paralelo a la comitiva humana  por el mar; la carrera para esconderse bajo los árboles o corriendo en zig-zag para  evitar la artillería; el hambre y los piojos; los muertos en la cuneta y en plena carretera, y  la impotencia de no poder hacer nada ante una agresión tan desigual.

También habría que sumar a esta negra cuenta la represión sobre aquellos que habían permanecido en la capital, ya que fue la más brutal desde la Masacre de Badajoz, en agosto de 1936. El historiador Hugh Thomas calcula en unos 4.000 el número de fusilados y enterrados en fosas comunes como las del cementerio de San Rafael, de los que ya se ha obtenido el nombre de 4100.

Unos 54.000 andaluces asesinados por la represión franquista, cifra que aumentará cuando culminen estudios en algunas provincias. Y 8.743 víctimas de la represión en zona republicana. Como comparación, el Chile de Pinochet se llevó por delante la vida de 3.000 personas y en Argentina se calculan en torno a 30.000 desaparecidos. La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio. Uno de cada cinco diputados electos fue asesinado, hay decenas de miles de procesados y muertos en combate, en prisión o trabajos forzados, otros 40.000 condenados al exilio o afectados por la labor depuradora… y en todo este proceso las mujeres fueron un sector de la población especialmente castigado. Muchas fueron vejadas, violadas e incluso asesinadas.

En Málaga, al igual que otras ciudades, el primer trienio de posguerra (1939- 1942) se caracterizó por el terror implacable impuesto sobre la sociedad recién salida  de la victoria franquista. Los estudios sobre las diversas provincias españolas así lo  indican: años de ejecuciones, penas de cárcel, exilio, separación de familias, quiebra  del sistema económico y laboral, sumisión, disciplina férrea, censura, miedo y paisaje  gris. Las ejecuciones en la Málaga de posguerra cumplieron una finalidad clara para  los vencedores: las autoridades franquistas consiguieron eliminar físicamente a la  oposición, atemorizar a los vivos promoviendo la desmovilización social y la anulación  de potenciales disidencias, anular la memoria de las libertades alcanzadas en la  Segunda República y lograr adhesiones al grupo de apoyos sociales de la dictadura.  Eran formas muy visuales de difundir el terror porque con las ejecuciones se constataba  que la muerte era posible y podía estar cercana.

Aquellos que acabaron en las tapias del cementerio de San Rafael –aproximadamente unos 3.500 para toda la década de los cuarenta– pasaron por consejos de guerra sumarísimos, aunque hubo muchos que ni siquiera desfilaron por la ficción de los trámites penitenciarios y fueron conducidos directamente al paredón. La gran mayoría eran hombres entre 21 y 40 años, casados, trabajadores del sector primario, afiliados a partidos del Frente Popular y a sindicatos. Algunos dejaron diarios y cartas con la intención de transmitir a los familiares sus últimas palabras en los días  previos a su muerte. En ellos se advierte sobre la necesidad de luchar por los ideales de libertad e igualdad que representaba la Segunda República. El periodo más violento, exceptuando los meses tras la caída de Málaga en1937, fue el comprendido entre noviembre de 1939 a octubre de 1940, con especial intensidad en el mes de abril, fecha de la conmemoración del primer aniversario de la “victoria” celebrada con desfiles por calle Larios y el Paseo del Parque, homenajes en el Ayuntamiento y Diputación y la ofrenda de 125 ejecutados para los más fervientes defensores del Régimen, siempre deseosos de vengar los hechos ocurridos en la retaguardia republicana. Muchos de nuestros más insignes políticos e intelectuales andaluces fueron obligados al exilio (Antonio Machado, Alberti…) o pagaron con su vida (Federico García Lorca, Blas Infante…) su fidelidad a la República. Todavía hoy en día son muchos los hombres y mujeres cuyos cadáveres permanecen sepultados de forma anónima en las cunetas o fosas comunes donde fueron masacrados.

Aunque ya en agosto de 1936 el general Queipo de Llano dictó un bando  ordenando la confiscación de bienes de los que calificaba como propagandistas y  rebeldes, fue el Decreto de la Junta de Defensa Nacional de 13 de septiembre de aquel  mismo año el que marcó un camino normativo que siguieron el Decreto-Ley de 10 de  enero de 1937, por el que se crearon una Comisión Central y un conjunto de Comisiones  en cada una de las capitales de provincia, la Ley de Responsabilidades Políticas de  9 de febrero de 1939, con la que se quiso reordenar toda la actividad represiva de  carácter económico que se estaba llevando a cabo desde el 18 de julio de 1936, y, ya  por último, el decreto del Ministerio de Justicia de 13 de abril de 1945, con el que se  derogó definitivamente la ley anterior19. De acuerdo con esa normativa, esta modalidad  represiva conoció dos etapas diferenciadas: una primera, entre 1936 y 1938, durante la  que la ejecución de las incoaciones le correspondió a las Comisiones Provinciales de Incautación de Bienes (CPIB), y otra segunda, entre 1939 y 1945, durante la que recayó  sobre el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, que se complementó con  dieciocho Tribunales Regionales y una serie de Juzgados instructores provinciales. Unos 60.000 andaluces son esquilmados por los golpistas de Franco. El robo a los vencidos es una práctica habitual que afecta a 12 de cada mil personas en la región. Una cifra multiplicada a lomos de cada familia. A nivel nacional, la media baja a 9 de cada mil.

Es pues en esos meses que van de julio de 1936 a febrero de 1937 cuando se producen la mayor parte de los casos de desaparición. Personas detenidas por grupos militares o paramilitares cuyas familias intentan localizarlos y ayudarles. Dado el número de locales habilitados como prisiones y la desproporcionada cantidad de personas detenidas, la alimentación de éstas recayó sobre los familiares, que debieron peregrinar de sitio en sitio hasta dar con quien buscaban y acercarse todos los días para llevarle ropa y alimento. Todo ello hasta que un día, y esto forma parte de la memoria familiar de mucha gente, se le comunicaba que el preso “ya no necesitaba comer”.

En el suroeste la mayor parte de las fosas, todas las de las grandes ciudades por ejemplo, se abrieron dentro de los cementerios. Sin embargo en pueblos de zonas rurales hubo también fosas abiertas en descampados e incluso en fincas privadas. Por documentos que se conservan en los archivos municipales sabemos que los Ayuntamientos se encargaron de dar sepultura a los cadáveres abandonados en sus términos. Los nombres de las víctimas no fueron recogidos; si acaso se hizo constar en el registro el número de “desconocidos” que eran inhumados. En ocasiones, debido a la confluencia de varios pueblos, se optó por un punto intermedio donde el número de muertos acumulados obligó a abrir una fosa. Actualmente buen número de ellas se encuentran bajo construcciones de nichos levantadas posteriormente. En otros casos (Huelva, Badajoz) se han conservado como zonas de césped y se ha erigido una lápida conmemorativa. En algunos lugares, caso de Sevilla, los restos de las dos fosas principales, fueron trasladados al osario general en los años sesenta. Por su parte las fosas abiertas fuera de los cementerios, bastante controladas por los mapas de fosas recientemente elaborados, plantean numerosos problemas, como prueba lo que viene ocurriendo en Extremadura, donde muy pocos de los trabajos realizados han dado resultado.

La explotación económica de los derrotados lleva a Franco al extremo de emplear, en toda España, a más de 400.000 presos políticos como trabajadores forzados. Solo en Andalucía hay 55 campos de concentración donde penan unos 100.000 esclavos del franquismo.

La población malagueña que logró superar las dificultades de la carretera de la  muerte tuvo destinos muy diversos. Muchas familias se separaron en el camino porque  algunos se quedaron descansando o comiendo mientras que otros avanzaban, otros  se perdieron en el camino plagado de gente, y en algunos casos nunca se volvieron a  reagrupar. El elevado número de personas que alcanzó Almería obligó al traslado a  pueblos del interior de la provincia, así como a Levante y Cataluña que permanecían  en la retaguardia republicana. Algunos niños y niñas fueron enviados en expediciones a la Unión Soviética, Gran Bretaña o Suiza, y los jóvenes fueron incorporados a los  batallones del Ejército Popular de la República. Pero otros salieron definitivamente de  España. Según indica F. Martínez, los malagueños representan un 30% de los exiliados  andaluces asentados en Francia, Argelia y México, principales lugares de acogida del  conjunto del exilio republicano. Allí fueron adaptándose a las nuevas residencias y  pensaron que habían salvado sus vidas, aunque su esperanza se desvaneció cuando  estalló la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 y parte del territorio francés  fue conquistado por el aliado de Franco, Hitler. Esta situación significó el reinicio de la  pesadilla, la separación de las familias, el trabajo forzoso, la deportación y la muerte.

Mejor suerte corrió quienes alcanzaron México, donde siguiendo la estela del  conjunto del exilio asentado en este país, consiguieron adaptarse a una nueva vida  lejos de su ciudad de origen y de sus familias. El paso de los años y los nuevos lazos  familiares y sociales que fueron tejiendo en su nueva residencia construyeron una  nueva identidad, aunque siempre mantuvieron en el recuerdo las costumbres y los  ideales de libertad y justicia por los que lucharon.

Todos ellos, sin embargo, mantuvieron durante años un recuerdo nítido del horror  que supuso el camino, de las vicisitudes por las que pasaron, el ruido de los aviones y  de las bombas, las imágenes de los cuerpos muertos y abandonados en la carretera. 

Y muchos guardaron ese miedo en sus sentimientos hasta el final de sus días, como  Remedios Castillo, que hasta en los tiempos de la democracia mostró temor cuando  sus hijos cogían propaganda electoral y no quería que se significaran en ningún acto público.


El Botín de Guerra

Aunque ya en agosto de 1936 el general Queipo de Llano dictó un bando ordenando la confiscación de bienes de los que calificaba como propagandistas y  rebeldes, fue el Decreto de la Junta de Defensa Nacional de 13 de septiembre de aquel  mismo año el que marcó un camino normativo que siguieron el Decreto-Ley de 10 de  enero de 1937, por el que se crearon una Comisión Central y un conjunto de Comisiones  en cada una de las capitales de provincia, la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, con la que se quiso reordenar toda la actividad represiva de  carácter económico que se estaba llevando a cabo desde el 18 de julio de 1936, y, ya  por último, el decreto del Ministerio de Justicia de 13 de abril de 1945, con el que se  derogó definitivamente la ley anterior. De acuerdo con esa normativa, esta modalidad  represiva conoció dos etapas diferenciadas: una primera, entre 1936 y 1938, durante la  que la ejecución de las incoaciones le correspondió a las Comisiones Provinciales de  Incautación de Bienes (CPIB), y otra segunda, entre 1939 y 1945, durante la que recayó  sobre el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, que se complementó con  dieciocho Tribunales Regionales y una serie de Juzgados instructores provincia

El destino de los bienes requisados fue muy diverso. El importe de la  incautación de cuentas bancarias y el de las multas impuestas pasó a engrosar una  cuenta especial en el Banco de España. Por su parte, los locales de las sociedades  obreras y los partidos políticos, así como su mobiliario, pasaron a manos de Falange Española, de la Central Nacional Sindicalista, de la Iglesia, o de otras organizaciones afines a los sublevados; en tanto que el resto de bienes incautados: camas, sillas,  cómodas, escritorios, máquinas de coser..., se dejaba en manos de depositarios  o se vendía en pública subasta. Un destino al que no escaparon los bienes de la  Federación Universitaria Escolar (FUE), que fueron entregados al falangista Sindicato Español Universitario (SEU)

Por la carretera de la muerte vamos caminando
con mi niña de la mano y cuatro harapos en la maleta
vamos huyendo, vamos escapando
de las bombas, los disparos y ráfagas de metralleta

caminando cerca de la costa, con el mar que escupe muerte
camino de Almería vamos huyendo, vamos escapando
mientras a Málaga la están bombardeando
y huimos de las bombas, del destino y de su suerte

Balas de infame jauría que matan sin sentimientos
sin distinguir entre mujeres, niños, ancianos o soldados
que huyen en desbandá por la costa, dejando sufrimiento
muerte y sangre en el camino, cuerpos abandonados

por el camino vamos escapando, mi niña, no sueltes mi mano
que no te dejaré en este infierno, abandonado a la suerte
donde solo queda dolor y muerte
¡Cógeme fuerte! ¡no sueltes mi mano! escapemos y huyamos

La Desbandá

6 comentarios:

  1. TAMBIÉN PUBLICADA AQUÍ http://loquesomos.org/la-desbanda/

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  2. TAMBIÉN PUBLICADA AQUÍ https://federacion.republicanos.info/2020/02/11/la-desbanda-por-daniel-fernandez/

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  3. Es de lo peor que se hizo en el Golpe de Estado,ésto se tiéne que arreglár para que los máximos sean enterrados y que no queden en las cunetas,necesitáis ayuda de Europa✊♥️💛💜

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  4. Que los muertos(Asesinados por Franco) se les pueda enterrar y nos ayude Europa✊♥️💛💜

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  5. Genial artículo pero con un pero....al menos nombra a quien tras varios años de investigación dio con la figura de Anselmo.

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    1. está puesto en el artículo. es un enlace al final del epígrafe de Anselmo Vilar

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