Sucedió en febrero de 1937, unos días después de que las tropas franquistas comenzaran su ataque definitivo contra la ciudad de Málaga, una zona caracterizada por tener un fuerte movimiento obrero durante la II República.
El mismo 7 de febrero, el coronel José Villalba, encargado de su defensa, abandonó la ciudad con otros mandos militares. Queipo de Llano, que se había dedicado a amenazar por radio a los malagueños mientras esperaba a los italianos del Corpo Truppe Voluntari y a los marroquíes regulares, se encontró con una ciudad casi indefensa.
En vistas de lo que se les venía encima y temiendo por la segura represión tras la toma de Málaga, más de 100.000 milicianos y civiles malagueños abandonaron su ciudad en dirección a Almería, ciudad que en ese momento se hallaba bajo control republicano. El camino elegido fue la actual carretera N-340, que no había sido cortada, pero sí que estaba siendo duramente bombardeada desde mar y aire.
Si en Guernica las bombas fascistas cayeron sobre 5.000 vascos, en la Desbandá más de 150.000 malagueños, en su mayoría mujeres y niños, tuvieron que huir de la ciudad a pie, descalzos incluso, mientras eran bombardeados desde el aire por aviones alemanes e italianos y desde el mar por buques nacionales. Narran las crónicas de la época, según recuerda la historiadora Lourdes Peláez, “cómo los barcos franquistas acompañaban tranquilamente en paralelo y por el flanco derecho la huida de la población, que dejaba atrás Málaga por la única carretera posible, esculpida en la roca encima del mar, mientras los bombardeaba”.
En la madrugada del domingo 7 de febrero, el frente gubernamental quedaba reducido a la capital malagueña, dejando únicamente la vía de comunicación de la carretera que conduce a Almería. Según la documentación nacionalista “se autorizó a cada una de las unidades de milicianos al repliegue voluntario, o sea, se decide una especie de ‘Sálvese quien pueda’, al cual se acogen con frenesí todos los sectores atacados”.
Los cruceros Canarias y Baleares se habían situado en la costa frente a Motril con la intención de entorpecer la huida, mientras que la aviación bombardeaba valles y cañadas.
La población civil, totalmente indefensa, inicia el éxodo por la única vía de salida que les queda, la carretera de Almería; miles de personas inician la huida, incrementada con familias de pueblos del interior y costeros, ante la amenaza del avance de las tropas rebeldes, marchando a pie hacia una ciudad situada a más de doscientos kilómetros, formando caravanas de varios kilómetros. El éxodo se calcula en una horquilla demasiado grande de entre 50.000 y 300.000 personas que emprendieron la huida por la carretera N-340, aunque fueron unos 100.000 quienes llegaron a Almería. También aquí las fuentes difieren entre los 150.000 estimados por el Socorro Rojo Internacional (SRI) y la corresponsal holandesa Het Voll, o los 200.000 de Fernández y Brenes, especulándose con las 3.000-5.000 muertes en el camino…
A las cinco de la mañana del día 8 de febrero las fuerzas rebeldes aún no habían entrado en la ciudad de Málaga, “las calles solas completamente y solamente por la Alameda y Parque vi caravanas de evadidos de los pueblos de la provincia”. Francisco Aumatell Tusquets, consejero nacional de Asistencia Social, 1937.
La entrada triunfal de los sublevados en la capital malagueña se produjo a las 12:00 horas del día 8 de febrero de 1937, con el coronel Borbón al frente de las tropas. Después de ocupar Málaga, el general Queipo de Llano ordenó la persecución de los que marchaban por la carretera Málaga-Almería, N-340, transmitiendo lo siguiente en su emisión radiofónica:
"¡MALAGUEÑOS! Me dirijo en primer lugar a los milicianos engañados. Vuestra suerte está echada y habéis perdido. Un círculo de hierro os ahogará en breves horas; porque si por tierra y aires somos los más fuertes, la Escuadra leal a la dignidad de la Patria os quitará toda esperanza de huida, ya que la carretera de Motril está cortada."
Los relatos de numerosos testigos presenciales, entre los que se encontraba Lawrence Fernsworth, corresponsal de The Times de Londres, impidieron a los rebeldes negar las horrendas atrocidades cometidas contra los civiles republicanos. Uno de sus artículos contó el testimonio de un aviador republicano que dijo que hubo diecisiete buques de guerra, españoles, italianos y alemanes, disparando contra los refugiados.
El folleto El crimen de la carretera Málaga-Almería, con texto del doctor Norman Bethune y fotografías del arquitecto Hazen Sise, constituye el mejor testimonio del terrible éxodo de la evacuación en masa de la población civil de Málaga. Con un prólogo del que fuera periodista y subdirector del Ministerio de Propaganda Alardo Prats, se publicó en castellano, inglés y francés por Publicaciones Iberia poco tiempo después de producirse los hechos, como parte de la propaganda de guerra. Las veinticuatro imágenes impresas que el amateur Sise tomó en el camino, durante los descansos de la evacuación que llevó a cabo junto a Bethune y el escritor Thomas Worsley en la ambulancia que les había llevado hasta allí, son documentos únicos de un sincero dramatismo.
ARIAS NAVARRO, EL CARNICERITO DE MÁLAGA
En su condición de fiscal, durante la guerra civil Carlos Arias Navarro (1908-1989) ingresó en el Ejército franquista como capitán honorario adscrito al cuerpo jurídico militar y tuvo un destacado papel en la represión que se produjo en Málaga. Se le conoce como el "carnicero de Málaga", pero no porque fuera hijo de un empleado del Matadero Municipal de Madrid sino porque participó en la muerte de miles de republicanos.
Tras la Desbandá vino la represión en Málaga llevada a cabo por el asesino de Arias Navarro mediante juicios sumarísimos. Durante la primera semana de la toma de Málaga por las tropas franquistas, del 8 al 14 de febrero de 1937, los nacionales ejecutaron sin juicio previo a 3.500 personas y hasta 1944, otros 16.952 fueron condenados a muerte y fusiladas en Málaga, según un informe del cónsul británico documentado por el historiador Anthony Beevor.
QUEIPO DE LLANO, EL GENERAL DE LAS ONDAS
A las órdenes de Gonzalo Queipo de Llano, en menos de una semana se tiene constancia de 2.500 fusilamientos civiles. El salvajismo de este general ya había alcanzado fama desde la toma de Sevilla, y quedó patente desde que se hizo con Málaga, por lo que de inmediato cundió el pánico y gran parte de los civiles optaron por huir de los golpistas por la carretera de Almería que bordeaba la costa.
Norman Bethune
Henry Norman Bethune al mismo tiempo que doctor fue un médico innovador que prestó su ayuda y conocimientos a la causa de los que huían en la "Desbandá". Se considera que desarrolló el primer servicio móvil de transfusiones de sangre en España en 1936. También se le conoce además de por sus servicios en la "en la Guerra Civil española por su labor con los ejércitos de China durante la Segunda Guerra Chino-Japonesa. Al estallar la Guerra Civil Española, Bethune aceptó una invitación de la Comisión de Ayuda a la Democracia Española encabezando la Unidad Médica de Canadá en Madrid. Se incorporó al Batallón Mackenzie-Papineau, integrado por militantes comunistas de Canadá .
Bethune había llegado a España el 3 de noviembre de 1936. Independiente y con un punto egocéntrico, pero también muy resolutivo y con un gran sentido de la justicia y el compromiso, pronto dejó huella. Creó el Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre y aplicó por su cuenta y riesgo un innovador sistema móvil de transfusiones. Primero en los frentes de Madrid; después en el este.
A primeros de febrero de 1937, cuando se entera de que los regulares de Queipo de Llano pretenden tomar Málaga, acude en auxilio de los civiles con su ambulancia llena de sangre y aparatos, junto a Hazen Sise y Thomas Worsley. Para cuando alcanzan Almería, Málaga ya ha caído. Pese a todo, llega a Casteldeferro (Granada), y durante tres días y tres noches transporta decenas de heridos hasta Almería. Fue su ayudante, Sise, quien tomó las fotos que registraron la matanza, y que algunos sitúan entre las inspiraciones del Guernica. Jamás pisó Málaga.
Bethune regresa entonces a Madrid, donde edita en inglés, francés y español el librito con las fotografías de su terrible experiencia en la carretera, y vuela a Canadá en mayo de 1937 para recaudar fondos para la República. En esa gira muestra los horrores del fascismo con su libro y un documental, Corazón de España. "España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá conmigo, recordándome siempre las cosas que he visto...", les dice a sus compatriotas.
Anselmo decidió no cumplir con la primera orden de su responsabilidad como farero y dejar en la negra donde entonces se ubicaba el faro, la zona denominada "Acequia Bigotona" y fincas aledañas donde se escondía gran cantidad de personas frente al constante paso de aeronaves. Sin embargo, unos kilómetros más adelante, el faro de Torrox seguía iluminándose. Esta situación favoreció a los barcos fascistas que asfixiaron la carretera que aún comunicaba a miles de personas entre Málaga y Almería, existiendo la posibilidad de que desembarcaran. Quizás la zona cercana a Almayate, Torre del Mar, Caleta o la costa de Algarrobo fue la que "tuvo más suerte" o recibió menos asedio y ametralladoras de aviones que volaban a baja altura o de las tropas del Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) comandadas por el coronel Gusberti (la llamada columna de izquierda), enviado por Mussolini, que por entonces ya estaban muy cerca, a poco más de diez kilómetros de Torre del Mar y que llegaba por carretera a través de Alhama por las Ventas de Zafarraya. La clave estuvo, sin duda, en esa “zona de negrura que dejó el farero gallego durante los dos días de mal tiempo y terror.
LA REPRESIÓN EN ANDALUCÍA
Andalucía fue la región más castigada por el genocidio fundacional del franquismo. En 708 fosas comunes hay al menos 45.566 víctimas, según el Mapa de Fosas de la Junta de Andalucía. Con un ejemplo: el Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, sigue tirado en una fosa. La aplicación sistemática del terror queda certificada en cada excavación arqueológica, como han contado en los últimos años los anuarios Las huellas en la tierra y Que fuera mi tierra.
Los cálculos sobre el número de personas que huyeron desde Málaga son complejos. La mayoría de estudiosos de la masacre hablan de más de cien mil y entre ellos unos 5.000 asesinados por el fuego fascista del camino. Mucho más, terriblemente más que el bombardeo de Guernica puesto como luctuoso ejemplo del mayor asesinato colectivo de la Guerra Civil.
También habría que sumar a esta negra cuenta la represión sobre aquellos que habían permanecido en la capital, ya que fue la más brutal desde la Masacre de Badajoz, en agosto de 1936. El historiador Hugh Thomas calcula en unos 4.000 el número de fusilados y enterrados en fosas comunes como las del cementerio de San Rafael, de los que ya se ha obtenido el nombre de 4100.
Unos 54.000 andaluces asesinados por la represión franquista, cifra que aumentará cuando culminen estudios en algunas provincias. Y 8.743 víctimas de la represión en zona republicana. Como comparación, el Chile de Pinochet se llevó por delante la vida de 3.000 personas y en Argentina se calculan en torno a 30.000 desaparecidos. La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio. Uno de cada cinco diputados electos fue asesinado, hay decenas de miles de procesados y muertos en combate, en prisión o trabajos forzados, otros 40.000 condenados al exilio o afectados por la labor depuradora… y en todo este proceso las mujeres fueron un sector de la población especialmente castigado. Muchas fueron vejadas, violadas e incluso asesinadas.
Aquellos que acabaron en las tapias del cementerio de San Rafael –aproximadamente unos 3.500 para toda la década de los cuarenta– pasaron por consejos de guerra sumarísimos, aunque hubo muchos que ni siquiera desfilaron por la ficción de los trámites penitenciarios y fueron conducidos directamente al paredón. La gran mayoría eran hombres entre 21 y 40 años, casados, trabajadores del sector primario, afiliados a partidos del Frente Popular y a sindicatos. Algunos dejaron diarios y cartas con la intención de transmitir a los familiares sus últimas palabras en los días previos a su muerte. En ellos se advierte sobre la necesidad de luchar por los ideales de libertad e igualdad que representaba la Segunda República. El periodo más violento, exceptuando los meses tras la caída de Málaga en1937, fue el comprendido entre noviembre de 1939 a octubre de 1940, con especial intensidad en el mes de abril, fecha de la conmemoración del primer aniversario de la “victoria” celebrada con desfiles por calle Larios y el Paseo del Parque, homenajes en el Ayuntamiento y Diputación y la ofrenda de 125 ejecutados para los más fervientes defensores del Régimen, siempre deseosos de vengar los hechos ocurridos en la retaguardia republicana. Muchos de nuestros más insignes políticos e intelectuales andaluces fueron obligados al exilio (Antonio Machado, Alberti…) o pagaron con su vida (Federico García Lorca, Blas Infante…) su fidelidad a la República. Todavía hoy en día son muchos los hombres y mujeres cuyos cadáveres permanecen sepultados de forma anónima en las cunetas o fosas comunes donde fueron masacrados.
Es pues en esos meses que van de julio de 1936 a febrero de 1937 cuando se producen la mayor parte de los casos de desaparición. Personas detenidas por grupos militares o paramilitares cuyas familias intentan localizarlos y ayudarles. Dado el número de locales habilitados como prisiones y la desproporcionada cantidad de personas detenidas, la alimentación de éstas recayó sobre los familiares, que debieron peregrinar de sitio en sitio hasta dar con quien buscaban y acercarse todos los días para llevarle ropa y alimento. Todo ello hasta que un día, y esto forma parte de la memoria familiar de mucha gente, se le comunicaba que el preso “ya no necesitaba comer”.
En el suroeste la mayor parte de las fosas, todas las de las grandes ciudades por ejemplo, se abrieron dentro de los cementerios. Sin embargo en pueblos de zonas rurales hubo también fosas abiertas en descampados e incluso en fincas privadas. Por documentos que se conservan en los archivos municipales sabemos que los Ayuntamientos se encargaron de dar sepultura a los cadáveres abandonados en sus términos. Los nombres de las víctimas no fueron recogidos; si acaso se hizo constar en el registro el número de “desconocidos” que eran inhumados. En ocasiones, debido a la confluencia de varios pueblos, se optó por un punto intermedio donde el número de muertos acumulados obligó a abrir una fosa. Actualmente buen número de ellas se encuentran bajo construcciones de nichos levantadas posteriormente. En otros casos (Huelva, Badajoz) se han conservado como zonas de césped y se ha erigido una lápida conmemorativa. En algunos lugares, caso de Sevilla, los restos de las dos fosas principales, fueron trasladados al osario general en los años sesenta. Por su parte las fosas abiertas fuera de los cementerios, bastante controladas por los mapas de fosas recientemente elaborados, plantean numerosos problemas, como prueba lo que viene ocurriendo en Extremadura, donde muy pocos de los trabajos realizados han dado resultado.
La explotación económica de los derrotados lleva a Franco al extremo de emplear, en toda España, a más de 400.000 presos políticos como trabajadores forzados. Solo en Andalucía hay 55 campos de concentración donde penan unos 100.000 esclavos del franquismo.
Tras la Desbandá vino la represión en Málaga llevada a cabo por el asesino de Arias Navarro mediante juicios sumarísimos. Durante la primera semana de la toma de Málaga por las tropas franquistas, del 8 al 14 de febrero de 1937, los nacionales ejecutaron sin juicio previo a 3.500 personas y hasta 1944, otros 16.952 fueron condenados a muerte y fusiladas en Málaga, según un informe del cónsul británico documentado por el historiador Anthony Beevor.
QUEIPO DE LLANO, EL GENERAL DE LAS ONDAS
A las órdenes de Gonzalo Queipo de Llano, en menos de una semana se tiene constancia de 2.500 fusilamientos civiles. El salvajismo de este general ya había alcanzado fama desde la toma de Sevilla, y quedó patente desde que se hizo con Málaga, por lo que de inmediato cundió el pánico y gran parte de los civiles optaron por huir de los golpistas por la carretera de Almería que bordeaba la costa.
Gonzalo Queipo de Llano, conocido como el General de la Radio, no defraudó. Inmediatamente sus burlas se escucharon por las ondas y el éxodo fue acompañado por la aviación y la marina, 3 buques (Canarias, Baleares y Almirante Cervera).
Nadie creyó que el éxodo voluntario iba a adquirir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones italianos y alemanes. Pronto el camino quedó cubierto de muerte. Norman Bethune.
Al amanecer del día 8 de febrero, llegando a los refugiados a Torre del Mar, donde les esperan otros refugiados de la provincia. Se forma una fila de lado a lado del camino que abarca 30 kilómetros de largo. La carretera discurre junto al mar y ya se contemplan barcos en la costa y aviones que empiezan a bombardearles.
Los cálculos sobre la cantidad de huidos de Málaga son confusos y difíciles. Se calcula que fueron entre 15.000 y 150.000. La acción del ejército franquista sobre los huidos por la carretera de Almería provocó entre 3.000 y 5.000 muertos, la mayoría civiles.
Igualmente, la represión sobre aquellos que habían permanecido en la ciudad fue la más brutal desde la Masacre de Badajoz, en agosto de 1936. El historiador Hugh Thomas calcula en unos 8.000 el número de fusilados y enterrados en fosas comunes como las del cementerio de San Rafael, de los que ya se ha obtenido el nombre de 6100.
Queipo de Llano |
Norman Bethune
Henry Norman Bethune al mismo tiempo que doctor fue un médico innovador que prestó su ayuda y conocimientos a la causa de los que huían en la "Desbandá". Se considera que desarrolló el primer servicio móvil de transfusiones de sangre en España en 1936. También se le conoce además de por sus servicios en la "en la Guerra Civil española por su labor con los ejércitos de China durante la Segunda Guerra Chino-Japonesa. Al estallar la Guerra Civil Española, Bethune aceptó una invitación de la Comisión de Ayuda a la Democracia Española encabezando la Unidad Médica de Canadá en Madrid. Se incorporó al Batallón Mackenzie-Papineau, integrado por militantes comunistas de Canadá .
Bethune nació en Gravenhurst, Ontario, el 3 de marzo de 1890, y llevó una vida completamente dedicada a la medicina socializada y a la revolución. En septiembre de 1909 se matriculó en la Universidad de Toronto, en la facultad de Medicina. Interrumpió sus estudios durante un año en 1911 para incorporarse como maestro voluntario del Frontier College en remotos campamentos madereros y mineros de todo el norte de Ontario, enseñando a los trabajadores inmigrantes a leer y escribir en inglés. En 1914, cuando se declaró la guerra en Europa, volvió a suspender sus estudios de medicina, para servir como camillero en el frente occidental. Allí fue herido por metralla y pasó tres meses de recuperación en un hospital inglés. Cuando se recuperó de las heridas, regresó a Toronto para completar su título de médico, que recibió en 1916.
Bethune fue desinteresándose poco a poco de los tratamientos quirúrgicos y se preocupó cada vez más por el aspecto socioeconómico de la enfermedad. Ejerció como médico en Montreal durante los años de la Gran Depresión, auxiliando con frecuencia a los más desfavorecidos, a los que dio atención médica gratuita. Desafió a sus colegas de profesión y presionó, sin éxito, para que el gobierno realizara reformas radicales en la atención médica y los servicios de salud en Canadá.
Bethune fue uno de los primeros defensores de la medicina socializada, que formaron el Grupo de Montreal para la Protección de la Salud. En 1935, viajó a la Unión Soviética para observar de primera mano su sistema de atención de salud. Durante ese año se convirtió en un comunista comprometido, y, a su regreso, se afiliaría al Partido Comunista de Canadá.
En 1936, al estallar la Guerra Civil Española, Bethune aceptó una invitación de la Comisión de Ayuda a la Democracia Española encabezando la Unidad Médica de Canadá en Madrid. Se incorporó al Batallón Mackenzie-Papineau, que estaba integrado por los comunistas de Canadá y otros izquierdistas, y partió para Madrid el 3 de noviembre de 1936.
A primeros de febrero de 1937, cuando se entera de que los regulares de Queipo de Llano pretenden tomar Málaga, acude en auxilio de los civiles con su ambulancia llena de sangre y aparatos, junto a Hazen Sise y Thomas Worsley. Para cuando alcanzan Almería, Málaga ya ha caído. Pese a todo, llega a Casteldeferro (Granada), y durante tres días y tres noches transporta decenas de heridos hasta Almería. Fue su ayudante, Sise, quien tomó las fotos que registraron la matanza, y que algunos sitúan entre las inspiraciones del Guernica. Jamás pisó Málaga.
"El camión se detuvo bruscamente contra un muro de refugiados y animales. Llenaron la carretera entera. Mujeres gritaron, burros se encabritaron, muchas caras se apretaron contra nosotros, y tan pronto como habíamos llegado a la cima de la colina, el muro de refugiados fue reformado para moverse alrededor del camión. Pero fue la escena de abajo la que nos dejó sin palabras. La llanura se extendía en la distancia hasta donde alcanzaba la vista, y a través de la llanura, donde debería haber estado el camino, se retorcía veinte millares de seres humanos, como una oruga gigante, sus muchos miembros levantando una nube de polvo, moviéndose lenta, pesadamente, extendiéndose desde más allá del horizonte, a través del árido y llano país y hasta las estribaciones de la sierra."
Bethune relató lo que vio en: "Doscientos kilómetros de miseria, […] esta marcha forzada, la más grande, la más terrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos. […] venían primero los más fuertes. Los que habrían podido transportar sus cosas en burros, mulas y caballos. Los dejamos atrás, y a medida que íbamos avanzando el espectáculo se hacía más lastimoso. Miles de niños […] niños sin zapatos, con los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de dolor, de hambre, de cansancio. Había una mujer de sesenta años que no podía dar un paso más. La sangre de las ulceras de sus piernas hinchadas teñía de rojo sus alpargatas blancas. Muchos viejos abandonaban toda esperanza y, tumbados en la cuneta del camino, esperaban la muerte"
En medio del torbellino, Bethune intentaba seleccionar los niños que consideraba más necesitados pero en seguida fue abrumado por las mujeres desesperadas. Se llenó la ambulancia y emprendieron el primero de varios viajes a Almería.
En Almería, en el hospital del Socorro Rojo, Matilde Lana y Tina Modotti se hicieron cargo de los niños que les traían Bethune, Sise y Worsley. Luego Modotti le dijo a Vidali que “la guerra es odiosa, pero esta masacre de mujeres, niños y ancianos es el acto más horrible”. De Bethune, dijo: “Era maravilloso, incansable. En lugar de hacer transfusiones de sangre, se preocupó por salvar niños y salvó a cientos de ellos”. Matilde Landa fue designada por el Comité Ejecutivo del SRI para organizar el abastecimiento de alimentos, medicamentos, ropa, alpargatas y la ayuda monetaria. Intentaba reunir familias que habían sido separadas, utilizando la prensa local, la emisora de radio y las distintas oficinas de evacuación. Bajo su dirección, la delegación del Socorro Rojo de Almería atendió a unos 22.000 refugiados, repartiendo unas 500 toneladas de víveres
Bethune regresa entonces a Madrid, donde edita en inglés, francés y español el librito con las fotografías de su terrible experiencia en la carretera, y vuela a Canadá en mayo de 1937 para recaudar fondos para la República. En esa gira muestra los horrores del fascismo con su libro y un documental, Corazón de España. "España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá conmigo, recordándome siempre las cosas que he visto...", les dice a sus compatriotas.
"Era un médico muy prestigioso y decidió abandonar su brillante carrera para luchar en favor de la República y contra el fascismo", cuenta Jesús Majada, biógrafo español de Bethune, que añade: "Montó todo el aparataje que llevaba para hacer transfusiones de sangre. Subió a muchos niños y los llevó a Almería. Estuvo haciendo viajes de ida y vuelta durante tres días y tres noches".
Norman Bethune |
T.C. Worsley
Un encuentro casual entre Sise y Worsley propicia a su vez que el 22 de enero el joven británico conozca a Norman Bethune. El doctor le propone al profesor que se una a ellos como conductor. Para Worsley era la gran oportunidad que esperaba para contribuir de alguna manera a la causa que quería defender. La misión que le proponían era humanitaria, no tendría que empuñar un arma, ayudaría pero manteniéndose en los márgenes de esa violencia que tanto odiaba. Así pues, un trío bastante atípico de dos canadienses y un inglés, Norman Bethune, Hazen Sisen y T.C. Worsley, se vuelven a reunir en Valencia el 5 de febrero para iniciar, a lomos de un camión Renault convertido en ambulancia para transportar sangre, una aventura heroica en las carreteras de la Guerra Civil española. El 6 de febrero el “Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre” comienza su viaje a Málaga, ese mismo día ya había comenzado el asedio de la ciudad por parte del ejército nacional y una nueva tragedia había comenzado.
«La carretera seguía llena de refugiados, y cuanto más avanzábamos peor era su situación. Algunos tenían zapatos de goma, pero la mayoría llevaba los pies vendados con harapos, muchos iban descalzos y casi todos sangraban. Componían una fila de 150 km de gente desesperada, hambrienta, extenuada, como un río que no daba muestras de disminuir…Decidimos subir a los niños al camión, y al instante nos convertimos en el centro de atención de una muchedumbre enloquecida que gritaba, rogaba y suplicaba ante tan milagrosa aparición. La escena era sobrecogedora: las mujeres vociferaban mientras sostenían en alto a los bebés desnudos, suplicando, gritando y sollozando de gratitud o decepción.« T. C. Worsley, recogido por Paul Preston en El holocausto español.
Anselmo Vilar, el farero de Málaga
La investigación de Jesús Hurtado Navarrete narra la historia de este héroe
Anselmo Vilar fue el farero de Torre de Mar apagó la luz para salvar miles de vidas en la Desbandá. Vilar salvó a muchas personas de las ametralladoras y las bombas, pero su decisión le costó la vida, ya que pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado.
Ante la falta de referencia, los barcos utilizaron el faro de Torrox, que sí funcionó en los días en los que se produjo la Desbandá y se ubicaron frente a este punto del litoral, que recibió el grueso de los bombardeos.
Tras la toma de la localidad por el ejército sublevado, Anselmo Vilar fue fusilado junto al cementerio de Vélez-Málaga, en la noche, entre el 9 y el 10 de febrero. más información aquí
Anselmo Vilar |
El crucero Baleares
En la madrugada del 6 de marzo de 1938 buques de la Armada Republicana avistaron a tres cruceros nacionales (entre ellos el Baleares y el Canarias) a 75 millas náuticas al nordeste del Cabo de Palos. El enemigo rehuyó el enfrentamiento a la espera de la luz de la mañana que le permitiera aprovechar su mayor potencia de fuego. Los barcos de la República no desistieron en su persecución y, a pesar de su falta de experiencia en combate nocturno, consiguieron que dos torpedos impactaran en el Crucero Baleares que se hundió con rapidez mientras los otros dos barcos nacionales continuaban su huida.
El 9 de febrero de 1937 centenares de miles de personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños, huyen despavoridos por la carretera en dirección a Almería. La ciudad de Málaga acaba de caer en manos de las tropas de Franco y se ha iniciado el que probablemente va a ser el mayor crimen de toda la Guerra Civil.
Jesús Majada publicó en el año 2006 el libro Carretera Málaga-Almería, donde recogió los testimonios de decenas de supervivientes de la masacre que permanecían con vida. Muchos de ellos aún recordaban algunos de los momentos más terribles de su huida, cuando el Crucero Baleares y su buque gemelo, el Canarias, se dirigieron hacia la costa para bombardear a la población civil que huía.
En Torre del Mar, nada más abandonar las últimas casas, en una curva situada a la izquierda del camino, la escuadra comenzó a cañonearnos. Aquello era terrible, los cadáveres en la cuneta, las personas mayores, los niños que llamaban a sus madres y no le podían contestar porque estaban muertas.
Para ellos era como un juego, el tiro al plato contra gente que no podía defenderse. Disparaban contra las rocas, y comprendimos que lo hacían así para que estallasen y nos cayesen las piedras encima o que cortasen la carretera. No teníamos escapatoria, atrapados entre aquellas paredes de roca y los acantilados. Moríamos de hambre, sed agotamiento, ametrallados. Si hay un infierno, aquello era lo más parecido que uno pueda imaginar. Fue un milagro que consiguiésemos llegar a Almería, pero nunca he visto tanta muerte, tanta sangre, tanto desprecio por la vida humana.
Fue horrible, nunca lo olvidaré. Eran militares profesionales, de la Marina o la Aviación contra civiles, ancianos, niños, mujeres, sabían a dónde disparaban. Los pocos soldados que iban con nosotros iban en retirada, desarmados. Nos bombardeaban a mansalva. Veíamos sus caras, ellos sabían que éramos civiles indefensos, nos veían perfectamente. Estaban tan cerca, que cuando le acertaban a un burro o a un autobús, podíamos ver sus caras, les podíamos ver cómo saltaban en sus cubiertas, celebrándolo.
Nos tiraban bombas incendiarias desde los aviones, y aquellos barcos enormes de Franco no cesaban de dispararnos con sus cañones. Veíamos a los marineros perfectamente, cómo se movían por cubierta, los cañones cómo se movían y nos apuntaban antes de disparar, es algo que si no lo has vivido no lo puedes comprender. Si los barcos se hubiesen acercado un poco más hubiesen chocado con las rocas, para ellos era como un macabro juego de feria, nos mataban como si fuésemos chinches.
Había gente aplastada por las piedras que caían cuando disparaban desde los barcos a los acantilados. Vi muchos niños muertos en las cunetas. Me acuerdo de una mujer que había muerto y todavía tenía un niño pequeño en brazos. El conductor que nos llevaba a Almería paró varias veces para apartar a los muertos de la carretera. Cada vez que paraba, los niños nos asomábamos a ver. Había trozos de personas por todos lados.
Elizaveta Pashina, una joven rusa de 20 años que servía como traductora, nos relata: Los obuses estallaban entre las rocas, sobre la carretera empezó a caer una lluvia de pedruscos. La gente corría llevando a los niños en brazos y abandonando los últimos restos de sus pertenencias. Se oían los llantos y los gemidos de los heridos. Todos intentaban llegar a alguna curva donde la carretera se alejara del mar. Los viejos, con lágrimas en los ojos suplicaban para que los abandonasen allí e intentasen salvar a los niños.
Cristóbal Criado, que tenía en ese momento 17 años, nos cuenta en su libro “Mi juventud y mi lucha”: Nunca antes había sentido con tanta intensidad el miedo y la muerte tan cercana, protegido tras un malecón que daba al borde mismo del profundo acantilado. Unas bombas caían sin cesar sobre al asfalto ya destrozado de la carretera; otras directamente en el acantilado. Pero al pasar a la altura que ocupaba yo, tras el malecón, el silbido terrorífico que producía en mis oídos su caída, sentí tal pavor que, por unos instantes, pensé que era el último día de mi vida.
El cuaderno de bitácora de los buques recoge las acciones: “A las 12 horas dispararon los cañones de 12cms. De estribor sobre grupos que huían de Málaga por la carretera”.
Andalucía fue la región más castigada por el genocidio fundacional del franquismo. En 708 fosas comunes hay al menos 45.566 víctimas, según el Mapa de Fosas de la Junta de Andalucía. Con un ejemplo: el Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, sigue tirado en una fosa. La aplicación sistemática del terror queda certificada en cada excavación arqueológica, como han contado en los últimos años los anuarios Las huellas en la tierra y Que fuera mi tierra.
Los cálculos sobre el número de personas que huyeron desde Málaga son complejos. La mayoría de estudiosos de la masacre hablan de más de cien mil y entre ellos unos 5.000 asesinados por el fuego fascista del camino. Mucho más, terriblemente más que el bombardeo de Guernica puesto como luctuoso ejemplo del mayor asesinato colectivo de la Guerra Civil.
En la memoria de los supervivientes de la denominada Desbandá o carretera de la muerte, como la denominó Norman Bethune, ha quedado la imagen de los vuelos rasantes con las bombas cayendo y destrozando todo a su paso; la amenaza del ametrallamiento que realizaban los buques franquistas Canarias y Baleares por el flanco derecho de la huida, fruto del acompañamiento en paralelo a la comitiva humana por el mar; la carrera para esconderse bajo los árboles o corriendo en zig-zag para evitar la artillería; el hambre y los piojos; los muertos en la cuneta y en plena carretera, y la impotencia de no poder hacer nada ante una agresión tan desigual.
También habría que sumar a esta negra cuenta la represión sobre aquellos que habían permanecido en la capital, ya que fue la más brutal desde la Masacre de Badajoz, en agosto de 1936. El historiador Hugh Thomas calcula en unos 4.000 el número de fusilados y enterrados en fosas comunes como las del cementerio de San Rafael, de los que ya se ha obtenido el nombre de 4100.
En Málaga, al igual que otras ciudades, el primer trienio de posguerra (1939- 1942) se caracterizó por el terror implacable impuesto sobre la sociedad recién salida de la victoria franquista. Los estudios sobre las diversas provincias españolas así lo indican: años de ejecuciones, penas de cárcel, exilio, separación de familias, quiebra del sistema económico y laboral, sumisión, disciplina férrea, censura, miedo y paisaje gris. Las ejecuciones en la Málaga de posguerra cumplieron una finalidad clara para los vencedores: las autoridades franquistas consiguieron eliminar físicamente a la oposición, atemorizar a los vivos promoviendo la desmovilización social y la anulación de potenciales disidencias, anular la memoria de las libertades alcanzadas en la Segunda República y lograr adhesiones al grupo de apoyos sociales de la dictadura. Eran formas muy visuales de difundir el terror porque con las ejecuciones se constataba que la muerte era posible y podía estar cercana.
Aunque ya en agosto de 1936 el general Queipo de Llano dictó un bando ordenando la confiscación de bienes de los que calificaba como propagandistas y rebeldes, fue el Decreto de la Junta de Defensa Nacional de 13 de septiembre de aquel mismo año el que marcó un camino normativo que siguieron el Decreto-Ley de 10 de enero de 1937, por el que se crearon una Comisión Central y un conjunto de Comisiones en cada una de las capitales de provincia, la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, con la que se quiso reordenar toda la actividad represiva de carácter económico que se estaba llevando a cabo desde el 18 de julio de 1936, y, ya por último, el decreto del Ministerio de Justicia de 13 de abril de 1945, con el que se derogó definitivamente la ley anterior19. De acuerdo con esa normativa, esta modalidad represiva conoció dos etapas diferenciadas: una primera, entre 1936 y 1938, durante la que la ejecución de las incoaciones le correspondió a las Comisiones Provinciales de Incautación de Bienes (CPIB), y otra segunda, entre 1939 y 1945, durante la que recayó sobre el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, que se complementó con dieciocho Tribunales Regionales y una serie de Juzgados instructores provinciales. Unos 60.000 andaluces son esquilmados por los golpistas de Franco. El robo a los vencidos es una práctica habitual que afecta a 12 de cada mil personas en la región. Una cifra multiplicada a lomos de cada familia. A nivel nacional, la media baja a 9 de cada mil.
Es pues en esos meses que van de julio de 1936 a febrero de 1937 cuando se producen la mayor parte de los casos de desaparición. Personas detenidas por grupos militares o paramilitares cuyas familias intentan localizarlos y ayudarles. Dado el número de locales habilitados como prisiones y la desproporcionada cantidad de personas detenidas, la alimentación de éstas recayó sobre los familiares, que debieron peregrinar de sitio en sitio hasta dar con quien buscaban y acercarse todos los días para llevarle ropa y alimento. Todo ello hasta que un día, y esto forma parte de la memoria familiar de mucha gente, se le comunicaba que el preso “ya no necesitaba comer”.
En el suroeste la mayor parte de las fosas, todas las de las grandes ciudades por ejemplo, se abrieron dentro de los cementerios. Sin embargo en pueblos de zonas rurales hubo también fosas abiertas en descampados e incluso en fincas privadas. Por documentos que se conservan en los archivos municipales sabemos que los Ayuntamientos se encargaron de dar sepultura a los cadáveres abandonados en sus términos. Los nombres de las víctimas no fueron recogidos; si acaso se hizo constar en el registro el número de “desconocidos” que eran inhumados. En ocasiones, debido a la confluencia de varios pueblos, se optó por un punto intermedio donde el número de muertos acumulados obligó a abrir una fosa. Actualmente buen número de ellas se encuentran bajo construcciones de nichos levantadas posteriormente. En otros casos (Huelva, Badajoz) se han conservado como zonas de césped y se ha erigido una lápida conmemorativa. En algunos lugares, caso de Sevilla, los restos de las dos fosas principales, fueron trasladados al osario general en los años sesenta. Por su parte las fosas abiertas fuera de los cementerios, bastante controladas por los mapas de fosas recientemente elaborados, plantean numerosos problemas, como prueba lo que viene ocurriendo en Extremadura, donde muy pocos de los trabajos realizados han dado resultado.
La explotación económica de los derrotados lleva a Franco al extremo de emplear, en toda España, a más de 400.000 presos políticos como trabajadores forzados. Solo en Andalucía hay 55 campos de concentración donde penan unos 100.000 esclavos del franquismo.
Por la carretera de la muerte vamos caminando
con mi niña de la mano y cuatro harapos en la maleta
vamos huyendo, vamos escapando
de las bombas, los disparos y ráfagas de metralleta
caminando cerca de la costa, con el mar que escupe muerte
camino de Almería vamos huyendo, vamos escapando
mientras a Málaga la están bombardeando
y huimos de las bombas, del destino y de su suerte
Balas de infame jauría que matan sin sentimientos
sin distinguir entre mujeres, niños, ancianos o soldados
que huyen en desbandá por la costa, dejando sufrimiento
muerte y sangre en el camino, cuerpos abandonados
por el camino vamos escapando, mi niña, no sueltes mi mano
que no te dejaré en este infierno, abandonado a la suerte
donde solo queda dolor y muerte
¡Cógeme fuerte! ¡no sueltes mi mano! escapemos y huyamos
La Desbandá |
TAMBIÉN PUBLICADA AQUÍ http://loquesomos.org/la-desbanda/
ResponderEliminarTAMBIÉN PUBLICADA AQUÍ https://federacion.republicanos.info/2020/02/11/la-desbanda-por-daniel-fernandez/
ResponderEliminarEs de lo peor que se hizo en el Golpe de Estado,ésto se tiéne que arreglár para que los máximos sean enterrados y que no queden en las cunetas,necesitáis ayuda de Europa✊♥️💛💜
ResponderEliminarQue los muertos(Asesinados por Franco) se les pueda enterrar y nos ayude Europa✊♥️💛💜
ResponderEliminarGenial artículo pero con un pero....al menos nombra a quien tras varios años de investigación dio con la figura de Anselmo.
ResponderEliminarestá puesto en el artículo. es un enlace al final del epígrafe de Anselmo Vilar
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