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jueves, 18 de enero de 2018

RUBÉN DARÍO

Nació el 18 de enero de 1867 y, desde muy niño, fue poeta.
Ante las autoridades de Managua leyó las cien décimas de El libro, escritas especialmente para ganar una beca. El Presidente nicaragüense, le dijo:-Hijo mío, si así escribes contra la religión de tus padres y de tu patria ¿qué será si te vas a Europa a aprender cosas peores.
Y otra anécdota para completar la presentación del gran poeta nicaragüense.



- Vete a Chile, Rubén. Es el país donde debes ir - le aconsejó el poeta salvadoreño Juan J. Cañas.
- Pero, don Juan, ¿cómo me voy a Chile, si no tengo los recursos necesarios?
- Vete a nado, aunque te ahogues en el camino.

La escuela de primeras letras y una breve asistencia a la enseñanza secundaria, fue toda la escolaridad de Rubén Darío; el resto se debió a su espíritu autodidacta aprovechando las bibliotecas de gente ilustrada, que apreciaba su incipiente don poético; en ellas, leyó a fondo a los clásicos españoles. A los 16 años vivió en El Salvador y ahí escribió dos memorables poemas: La poesía castellana - historia versificada de la evolución poética española, imitando el estilo de cada época y la Oda al Libertador Bolívar.

Viajó a Chile, siguiendo el consejo de Cañas y, en Valparaíso, fue recibido por dos jóvenes intelectuales, el poeta Eduardo de la Barra y el escritor Eduardo Poirier. Trabajó en el diario La Época y publicó Rimas y El canto épico a las glorias de Chile. Este país sudamericano ya había alcanzado un precoz florecimiento cultural, y ahí Rubén Darío publicó Azul calificada como el cabo inicial de la revolución literaria llamada modernismo, aunque este estilo era más notorio en su prosa que en sus versos.

Darío volvió varias veces a Centroamérica, Guatemala, El Salvador, Costa Rica sin obtener apoyo ni reconocimiento, pero al celebrar España el cuarto centenario del descubrimiento, en un momento de profunda desesperanza, fue nombrado secretario de la delegación de Nicaragua. En Madrid, conoció a Marcelino Menéndez Pelayo, Juan Varela, Gaspar Núñez de Arce, Ramón de Campoamor, Emilio Castelar y la condesa Pardo Bazán. Terminada su misión, sin trabajo para financiarse, regresó a su país, donde fracasó el intento del ex presidente de Colombia, el poeta Rafael Núñez, para que fuera nombrado cónsul general de Colombia en Buenos Aires. Dio un rodeo por Nueva York y París antes de llegar a Argentina en la primavera de 1893. En Estados Unidos conoció al apóstol de la independencia de Cuba, José Martí - por quien sintió una íntima admiración y dos grandes de la poesía norteamericana, Edgard Allan Poe y Walt Whitman.
En París imperaba el simbolismo de Verlaine, al que siempre vio en absoluto estado de ebriedad. Cinco años vivió en Buenos Aires, colaborando en el diario "La Nación", con escritos en prosa y en verso. Publicó Prosas profanas, innovando en las estructuras y armonías hasta entonces no oídas en español, demoliendo la retórica arcaica. Su diario lo envió a España para verificar el estado en que vivía después de la guerra con EE.UU. Sus crónicas constituyeron el libro España contemporánea, aparecido en 1901.

En su segundo viaje a Madrid, coincidió con la llamada generación del 98, cuyas ansias de novedosas creaciones vio en Darío un abanderado de sus propias inquietudes. Otra vez, La Nación, lo envió a París, que celebraba su Exposición Universal; sus crónicas y diario de viaje figuran en Peregrinaciones, que se publicó, también, en 1901. Fue un período intenso de viajes por toda España, Marruecos, Austria, Hungría, Alemania, Bélgica e Inglaterra, impresiones que aparecen en su libro Tierras solares, editado en Madrid en 1904. Y al año siguiente, con motivo del tercer aniversario de la publicación de El Quijote, Darío se unió al homenaje español con su Letanía de nuestro señor Don Quijote. Por entonces, hizo un audaz ensayo de adaptación del hexámetro latino al español componiendo "Salutación del optimista", que es la proclamación de su fe en España, y aparecieron - su gran obra - Cantos de vida y esperanza - Los cisnes y otros poemas.

Hay otros episodios en su vida, como sus dos matrimonios - Rafaela Contreras, mujer de gran sensibilidad literaria; Rosario Murillo, que su novia de adolescencia y su vida de pareja con una humilde y agraciada campesina avilesa, Francisca Sánchez, inmortalizada en sus versos. El final de su vida fue triste: abandonado, enfermo y pobre, tuvo que aceptar la ayuda del presidente de Guatemala, donde vivió ocho meses y cuando su salud estaba muy quebrantada, a fines de noviembre de 1915, lo llevaron a Nicaragua, donde murió el 6 de febrero de 1916,
Sus restos están depositados al pie de una columna en la catedral de León.

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