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lunes, 30 de octubre de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ POETA DEL PUEBLO

De familia humilde, tiene que abandonar muy pronto la escuela para ponerse a trabajar; aún así desarrolla su capacidad para la poesía gracias a ser un gran lector de la poesía clásica española.
Forma parte de la tertulia literaria en Orihuela, donde conoce a Ramón Sijé y establece con él una gran amistad.

Miguel Hernández estuvo interesado por el teatro y asistía a representaciones que se celebraban en la Casa del Pueblo de Orihuela, incluso llegó a participar en alguna de ellas. Publica algunos poemas en el periódico de Orihuela y la revista El Gallo Crisis.

A partir de 1930 comienza a publicar sus poesías en revistas como El Pueblo de Orihuela o El Día de Alicante. En la década de 1930 viaja a Madrid y colabora en distintas publicaciones, estableciendo relación con los poetas de la época. Lleva sus versos al escritor Ernesto Giménez Caballero director de La Gaceta Literaria, una de las mejores revistas literarias del momento, pero no logra que se los publiquen. Publicó, esta vez en la revista Cruz y Raya, su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, fue colaborador de José María de Cossio en Los toros y conoce a poetas como el chileno Pablo Neruda, y los españoles Rafael Alberti, Luis Cernuda y otros.

En su obra, la calidad estilística de sus versos resultado de su apasionada lectura de los clásicos españoles del Siglo de Oro va unida a una estremecedora fuerza expresiva. La voz vehemente y desgarrada del poeta convierte el amor, la vida y la muerte en una experiencia poética marcada por una vitalidad trágica. A su vuelta a Orihuela redacta Su primera colección de poemas fue Perito en lunas (1933) con una clara influencia gongorina, como en El rayo que no cesa (1936), y que se considera su obra más lograda.

Ya establecido en Madrid, trabaja como redactor en el diccionario taurino de Cossío y en las Misiones pedagógicas de Alejandro Casona; colabora además en importantes revistas poéticas españolas. Escribe en estos años los poemas titulados El silbo vulnerado e Imagen de tu huella, y el más conocido El Rayo que no cesa (1936).

Sus poemas tratan del amor, la muerte, la guerra y la injusticia. En la guerra compuso Viento del pueblo (1937), poesía militante. La crueldad de la guerra y el sufrimiento de el campo de batalla es lo aparece en El hombre acecha (1938). Ya preso, termina Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). Esta obra trata del amor hacia la esposa e hijos y la soledad del prisionero. Miguel Hernández colabora en Revista de Occidente y mantiene una relación con la pintora Maruja Mallo, que le inspira parte de los sonetos de El rayo que no cesa.

Se casó el año 1937 con Josefina Manresa. Afiliado al Partido Comunista Español, en la República tomó parte en las Misiones pedagógicas, intentando llevar la cultura a las zonas más deprimidas de España. Durante la Guerra Civil española Miguel Hernández se alistó en el ejército republicano y asistió al Congreso internacional de intelectuales antifascistas de 1937 en Valencia. Tras la guerra fue detenido en la frontera portuguesa.

Durante la guerra compone Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1938) con un estilo que se conoció como “poesía de guerra”. En la cárcel acabó Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). En su obra se encuentran influencias de Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz.

Era el 9 de marzo de 1939 y la desbandada en la España republicana era ya una tremenda realidad. El empresario editorial José M.ª de Cossío, para quien Miguel Hernández había trabajado en 1935 en la elaboración de la enciclopedia Los Toros con Espasa-Calpe, le acompañó andando hasta las afueras de la capital. Allí se despidieron y Miguel puso rumbo a Orihuela y a Cox, donde residían su esposa, Josefina, y su hijo, Manolillo. El poeta llegó a Cox el 14 de abril para celebrar un emotivo encuentro como padre y esposo, pero la alegría duró un suspiro. La situación durante los últimos días de marzo fue de auténtica desesperación para miles y miles de personas que llegaban a Alicante como último bastión de la República desde donde escapar en algún barco de la esperanza.

El 28 de marzo de 1939 ha pasado a la historia de este país como fecha clave del exilio español. En ese momento, el puerto de Alicante es un hervidero humano, donde el drama y la desesperación inundan las mentes y los corazones de miles de republicanos españoles que sueñan con escapar de la represión de los vencedores. Al ver la llegada de las tropas, algunos gritan con la angustia de saber que sus días y los de sus familias pueden haber llegado a su fin. Son los soldados italianos del general Gambara los que entran por la zona norte de Alicante cantando «Giovinezza, giovinezza, primavera dibellezza, del Fascismo è la salvezza della nostra libertà per Benito Mussolini […]», con el castillo de Santa Bárbara al fondo. Están llenos de júbilo y cantan su victoria.

No tienen ni tiempo ni lugar para la piedad, y en cuestión de minutos plantan una línea de artillería que bombardea la salida de los barcos ante la angustia de miles de desdichados que claman por su vida en medio de la ratonera en la que se ha convertido el puerto. Al final, y gracias al valor y a la dignidad del capitán del buque británico Stanbrook, Archivald Dickson, cerca de 3.000 refugiados republicanos parten rumbo a Orán en busca de una esperanza convertida en necesidad vital.

A finales del mes de abril de 1939 se encuentra en la provincia de Huelva a cuatro kilómetros del pueblo de Aroche. Atravesando a pie campos y sierras, el poeta cruza la frontera para llegar a un pequeño pueblo portugués: Santo Aleixo. De allí pasa a otro pueblo próximo, Moura, donde, para poder comer, intenta vender el reloj de oro regalo de boda de su amigo el poeta Vicente Aleixandre. Las sospechas caen sobre él como una losa…., un español huido de aspecto lamentable y hambriento, que cruza la frontera, sin documentación y con un reloj de oro, son motivos suficientes para la denuncia. Inmediatamente es detenido por la policía portuguesa y conducido en camión y esposado al cuartel de Sobral da Adiça, perteneciente al municipio de Moura. Miguel es trasladado inmediatamente por los gendarmes portugueses hasta la frontera y entregado a la policía del pueblo onubense de Rosal de la Frontera, primera etapa de su periplo penitenciario por las cárceles franquistas españolas. Es el 3 de mayo, y en el depósito carcelario de este pequeño pueblo de la provincia de Huelva el poeta es sometido a un durísimo interrogatorio con palizas incluidas que le hacen orinar sangre.

Miguel Hernández fue trasladado desde Rosal de la Frontera a la prisión provincial de Huelva con fecha de 9 de mayo e iniciándose un proceso judicial sumarísimo de urgencia con el número 21.001 a cargo del Tribunal Militar de Prensa de Madrid.

Después de pasar una semana en la cárcel de Huelva, el poeta fue trasladado el 15 de mayo a la prisión madrileña de Torrijos, donde pasó cuatro meses. Allí escribió el poeta sus famosas Nanas de la cebolla, dedicadas a su hijo Manolillo, y de ello queda constancia en la actualidad en una placa ubicada en plena calle, en la fachada del antiguo edificio de la cárcel, que recuerda este hecho.

Miguel Hernández fue puesto en libertad el 15 de septiembre de 1939, y, en este momento, tuvo su segunda oportunidad para salir de España y gestionar desde el exilio el reencuentro con su mujer e hijo. Tan solo tenía unos pocos días para tomar esa decisión y escapar, dado que el juez, al percatarse de la situación, emitió con carácter de urgencia una orden de busca y captura del poeta. 

Marchó a Orihuela para ver a sus padres y para visitar a los padres de Ramón Sijé en su domicilio de la oriolana calle Mayor. Al término de esta visita, el poeta recorrió la calle Mayor en dirección a la catedral, y allí mismo, frente a la casa de Eusebio Escolano, volvió a ser detenido. Había sido visto por la calle y denunciado por un vecino del pueblo, José M.ª Martínez Pacheco, El Patagorda. Con esta nueva detención, se había acabado cualquier atisbo de esperanza para el poeta. Continuaría el vía crucis carcelario iniciado en Rosal de la Frontera, y que concluiría el 28 de marzo de 1942 con la muerte del escritor en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Miguel estuvo preso en once cárceles franquistas, y este recorrido penitenciario queda perfectamente reflejado en un mural ubicado en la cuarta sala temática del Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa de Quesada (Jaén).

Condenado a pena de muerte, se le conmuta por la de treinta años pero no llega a cumplirla porque muere el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante.

Estuvo en la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre pasó al Penal de Ocaña (Toledo). En 1941 le trasladan al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Buero Vallejo. Padeció de bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis.

Miguel Hernández falleció de tuberculosis en la enfermería de la prisión a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con 31 años de edad. El 30 de marzo fue sepultado en el cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante. Sus restos mortales reposan  junto a los de su mujer Josefina y su hijo.






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