El keynesianismo ha sido la corriente que ha dominado el pensamiento económico durante el tercer cuarto del siglo XX. Su fundamento se halla en la constatación de que un desempleo involuntario y permanente -como el que se produjo durante la Gran Depresión, después de la crisis de 1929- no puede ser resuelto por el sistema económico a través de los mecanismos «clásicos» de retorno al equilibrio. El pensamiento keynesiano está en la base de todas las Políticas económicas aplicadas desde mediados de los años cuarenta del siglo XX. en los los países capitalistas occidentales, caracterizadas por una intervención del estado compatible con el mantenimiento del liberalismo. También una buena parte de las teorías y políticas del crecimiento económico se basan en el principio keynesiano del multiplicador de la inversión.
El keynesianismo aboga por un sistema económico que tiende a un equilibrio y que se pude calificar de socialdemócrata. Keynes propone aumentar el gasto público, de forma que aumentando el gasto publico se aumente el empleo el cual a su vez vuelva a crear empleo hasta volver a alcanzar otro punto de equilibrio. De esta forma, la economía es una balanza donde interactúan dos variables: el empleo y el gasto público.
Breve biografía
Keynes nació en el seno de una culta familia de clase media. Su padre, John Neville Keynes, fue profesor de matemáticas y economía política en Cambridge, y su madre, Florence Brown, fue una de las primeras mujeres graduadas por esa universidad. El joven Maynard realizó sus estudios secundarios en Eton e ingresó luego en el King's College de Cambridge, donde estudió matemáticas y filosofía y recibió clases de economía de A. Marshall y A. C. Pigou.
Poco después de estallar la primera guerra mundial fue llamado para asesorar al Tesoro Británico en asuntos financieros y de control de divisas. Al término de la guerra asistió a la Conferencia de París, como miembro de la delegación británica. En desacuerdo con las medidas económicas que se impusieron a Alemania en el tratado de Versalles, dimitió de su cargo y escribió Las consecuencias económicas de la paz (1919), libro que tuvo un extraordinario éxito en Gran Bretaña y otros países, pero que recibió duras críticas oficiales, por considerarlo proalemán, y significó que Keynes fuera apartado de la administración por mucho tiempo.
Hacia la teoría general
De regreso a Cambridge, durante los años siguientes dedicó parte de su tiempo a la enseñanza y entró en el mundo de los negocios y la bolsa con gran éxito, tanto económico como profesional, llegando a consejero de varias sociedades financieras y a presidente de una compañía de seguros. Publicó varios libros, entre ellos Tratado sobre probabilidades (1921), que había sido su tesis doctoral, Un tratado de reforma monetaria (1923) sobre la estabilidad de la moneda y los inconvenientes del sistema internacional de pagos basado en el patrón oro, y escritos polémicos como Consecuencias económicas de Winston Churchill (1925), criticando la vuelta británica al patrón oro, decidida por el entonces ministro de hacienda, El fin del laissez-faire (1926) en donde analiza la desaparición de las instituciones y modos de conducta característicos del capitalismo clásico. Durante esos años Keynes escribió numerosos artículos en la prensa y en revistas de economía, especialmente en el Economic Journal que él mismo editaba y dirigía. En muchos de sus trabajos criticaba la política económica deflacionista seguida por el gobierno británico y mostraba una creciente insatisfacción con la teoría económica tradicional. La publicación en 1930 de su Tratado del dinero representa la primera síntesis de sus ideas heterodoxas que culminará en su obra más importante, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), una explicación teórica del desempleo casi permanente que sufría Gran Bretaña, base de una nueva interpretación del capitalismo y de una renovación de la teoría económica.
El keynesianismo
Frente a la teoría económica tradicional, Keynes demostró la posibilidad de que exista un desempleo involuntario-es decir no causado por el rechazo a trabajar por salarios considerados bajos- y permanente, que no se eliminará por los mecanismos automáticos del mercado, y recomendó la intervención del Estado en la economía. En la teoría clásica, el paro, cuando no es voluntario o transitorio, es una consecuencia de la rigidez en el sistema de precios, particularmente de la insuficiente flexibilidad a la baja de los salarios. De acuerdo con este enfoque, si se eliminasen dicha rigidez el juego de los mecanismos del libre mercado sería suficiente para alcanzar de nuevo el pleno empleo. De ahí que las recomendaciones de política económica fueran en el sentido de reducir los salarios, lo que provocaba una espiral deflacionista. Para Keynes, en cambio, el paro se produce por insuficiencia de demanda efectiva (consumo e inversión) que engendra un equilibrio de subempleo. El problema no está en el mercado de trabajo sino en el mercado de producción.
La demanda de bienes de consumo depende de la distribución de la renta, ya que la propensión al consumo es superior para las rentas bajas. Los gastos de inversión dependen de la comparación que hacen los empresarios entre el rendimiento esperado de los bienes de producción y el tipo de interés del dinero que se fija por los mercados monetarios. El desempleo de personas y recursos productivos se debe a una baja relativa del consumo, por la desigual distribución de las rentas que provoca un ahorro excesivo, y a una escasez de inversiones debida a las bajas expectativas de beneficios y a los elevados tipos de interés. El desajuste entre el ahorro que se realiza y el volumen de inversión que desean llevar a cabo los empresarios es el núcleo del problema. En esta situación no existe ningún mecanismo automático para eliminar el paro y el estado debe asumir la responsabilidad de alcanzar y mantener el pleno empleo mediante una política apropiada. En la visión keynesiana, la inversión es la variable clave cuyo aumento lleva, a través de un mecanismo multiplicador, a alcanzar niveles superiores de renta nacional y de empleo en un sistema económico. La política a aplicar consiste, en primer lugar, en una baja de los tipos de interés que hagan atractivas las inversiones privadas. Las ventajas de la política monetaria eran que permite la intervención estatal sin interferir en la autonomía de las empresas, que requiere poca burocracia y que es susceptible de una manipulación gradual. Sin embargo, la efectividad de esta política puede ser insuficiente si la confianza empresarial se ha debilitado de tal manera que la inversión no se recupera ni siquiera ante tipos de interés muy bajos. Por ello, Keynes era una decidido partidario de aumentar las inversiones públicas, incurriendo si era preciso en déficit presupuestarios.
Finalmente, abogaba por una distribución más igualitaria de las rentas que aumentase la propensión al consumo. Una mayor propensión al consumo implica un multiplicador más elevado y, con ello, un mayor efecto del aumento de la inversión sobre la renta nacional.
Keynes alega que el nivel de empleo no depende del nivel de salarios, sino de otras variables, como la capacidad de inversión o de consumo. Señala que reducir los salarios tenderá a deprimir el empleo y la actividad económica. Para él el origen de la gran depresión del 29 se produjo por una disminución de la demanda, por lo que era necesario provocar un aumento del empleo, y eso solo se podía conseguir estableciendo estímulos: lanzando a la circulación dinero en abundancia, y aumentando la inversión pública por medio de grandes obras públicas que generaran puestos de trabajo, y así se provocaría un incremento del poder de compra de los obreros. Según algunos teóricos eso produciría una gran inflación y Keynes les respondió que ésta no se produciría mientras existieran parados.
Keynes nació en el seno de una culta familia de clase media. Su padre, John Neville Keynes, fue profesor de matemáticas y economía política en Cambridge, y su madre, Florence Brown, fue una de las primeras mujeres graduadas por esa universidad. El joven Maynard realizó sus estudios secundarios en Eton e ingresó luego en el King's College de Cambridge, donde estudió matemáticas y filosofía y recibió clases de economía de A. Marshall y A. C. Pigou.
Fue un estudiante reconocido por su inteligencia y por su amplitud de
intereses intelectuales que le llevaron a vincularse al grupo de artistas y
escritores conocido como ~ Bloomsbury, junto a Litton Strachey, E. M. Forster,
Virginia Woolf y otros. Ingresó en la Administración Pública y fue destinado a
la India Office, pero poco después regresó a Cambridge como profesor adjunto de
economía, donde permaneció desde 1908 a 1915. En esos años adquirió un
prestigio considerable y fue nombrado miembro de la Comisión sobre moneda y
hacienda de la India. En 1913 se publicó su primer libro Moneda y finanzas en
la India, en el que se examina el funcionamiento de la hacienda colonial y los
efectos económicos del patrón cambio-oro.
Poco después de estallar la primera guerra mundial fue llamado para asesorar al Tesoro Británico en asuntos financieros y de control de divisas. Al término de la guerra asistió a la Conferencia de París, como miembro de la delegación británica. En desacuerdo con las medidas económicas que se impusieron a Alemania en el tratado de Versalles, dimitió de su cargo y escribió Las consecuencias económicas de la paz (1919), libro que tuvo un extraordinario éxito en Gran Bretaña y otros países, pero que recibió duras críticas oficiales, por considerarlo proalemán, y significó que Keynes fuera apartado de la administración por mucho tiempo.
Hacia la teoría general
De regreso a Cambridge, durante los años siguientes dedicó parte de su tiempo a la enseñanza y entró en el mundo de los negocios y la bolsa con gran éxito, tanto económico como profesional, llegando a consejero de varias sociedades financieras y a presidente de una compañía de seguros. Publicó varios libros, entre ellos Tratado sobre probabilidades (1921), que había sido su tesis doctoral, Un tratado de reforma monetaria (1923) sobre la estabilidad de la moneda y los inconvenientes del sistema internacional de pagos basado en el patrón oro, y escritos polémicos como Consecuencias económicas de Winston Churchill (1925), criticando la vuelta británica al patrón oro, decidida por el entonces ministro de hacienda, El fin del laissez-faire (1926) en donde analiza la desaparición de las instituciones y modos de conducta característicos del capitalismo clásico. Durante esos años Keynes escribió numerosos artículos en la prensa y en revistas de economía, especialmente en el Economic Journal que él mismo editaba y dirigía. En muchos de sus trabajos criticaba la política económica deflacionista seguida por el gobierno británico y mostraba una creciente insatisfacción con la teoría económica tradicional. La publicación en 1930 de su Tratado del dinero representa la primera síntesis de sus ideas heterodoxas que culminará en su obra más importante, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), una explicación teórica del desempleo casi permanente que sufría Gran Bretaña, base de una nueva interpretación del capitalismo y de una renovación de la teoría económica.
El keynesianismo
Frente a la teoría económica tradicional, Keynes demostró la posibilidad de que exista un desempleo involuntario-es decir no causado por el rechazo a trabajar por salarios considerados bajos- y permanente, que no se eliminará por los mecanismos automáticos del mercado, y recomendó la intervención del Estado en la economía. En la teoría clásica, el paro, cuando no es voluntario o transitorio, es una consecuencia de la rigidez en el sistema de precios, particularmente de la insuficiente flexibilidad a la baja de los salarios. De acuerdo con este enfoque, si se eliminasen dicha rigidez el juego de los mecanismos del libre mercado sería suficiente para alcanzar de nuevo el pleno empleo. De ahí que las recomendaciones de política económica fueran en el sentido de reducir los salarios, lo que provocaba una espiral deflacionista. Para Keynes, en cambio, el paro se produce por insuficiencia de demanda efectiva (consumo e inversión) que engendra un equilibrio de subempleo. El problema no está en el mercado de trabajo sino en el mercado de producción.
La demanda de bienes de consumo depende de la distribución de la renta, ya que la propensión al consumo es superior para las rentas bajas. Los gastos de inversión dependen de la comparación que hacen los empresarios entre el rendimiento esperado de los bienes de producción y el tipo de interés del dinero que se fija por los mercados monetarios. El desempleo de personas y recursos productivos se debe a una baja relativa del consumo, por la desigual distribución de las rentas que provoca un ahorro excesivo, y a una escasez de inversiones debida a las bajas expectativas de beneficios y a los elevados tipos de interés. El desajuste entre el ahorro que se realiza y el volumen de inversión que desean llevar a cabo los empresarios es el núcleo del problema. En esta situación no existe ningún mecanismo automático para eliminar el paro y el estado debe asumir la responsabilidad de alcanzar y mantener el pleno empleo mediante una política apropiada. En la visión keynesiana, la inversión es la variable clave cuyo aumento lleva, a través de un mecanismo multiplicador, a alcanzar niveles superiores de renta nacional y de empleo en un sistema económico. La política a aplicar consiste, en primer lugar, en una baja de los tipos de interés que hagan atractivas las inversiones privadas. Las ventajas de la política monetaria eran que permite la intervención estatal sin interferir en la autonomía de las empresas, que requiere poca burocracia y que es susceptible de una manipulación gradual. Sin embargo, la efectividad de esta política puede ser insuficiente si la confianza empresarial se ha debilitado de tal manera que la inversión no se recupera ni siquiera ante tipos de interés muy bajos. Por ello, Keynes era una decidido partidario de aumentar las inversiones públicas, incurriendo si era preciso en déficit presupuestarios.
Finalmente, abogaba por una distribución más igualitaria de las rentas que aumentase la propensión al consumo. Una mayor propensión al consumo implica un multiplicador más elevado y, con ello, un mayor efecto del aumento de la inversión sobre la renta nacional.
El estado de bienestar
El término inglés es Welfare State, y hace referencia a la sociedad de consumo y desarrollada. Los inicios de esta política económica pueden remontarse al programa de la New Deal (Nuevo Tratado) promovido por el presidente norteamericano F.D. Roosevelt a partir de 1933 con el fin de salir de la crisis provocada por el crack del 29.
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