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martes, 29 de julio de 2025

TEMA 13: LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO EN LA EUROPA TEMPLADA

La Primera Edad del Hierro

La Primera Edad del Hierro en la Europa central y oriental se ha datado hacia el año 700aC. Aunque los artículos manufacturados con esta materia prima ya habían aparecido de manera esporádica en el Mediterráneo oriental hacia el III milenio, habría que esperar hasta el período geométrico griego para conocer un nivel de producción de hierro relativamente regular. Esa producción no resultó una labor fácil a causa de las serias dificultades que entrañaba el control de la siderurgia. El nuevo metal resultaba muy exigente en dos operaciones técnicas hasta entonces desconocidas: por un lado requería un control riguroso del proceso de carburación, y por otro necesitaba un conocimiento preciso del proceso de templado, el ritmo de enfriamiento del metal fundido. De ahí que los objetos de hierro más antiguos fabricados en Centroeuropa revelaran notables deficiencias en materia de carburación. Incluso todavía en plena Segunda Edad del Hierro, muchos herreros del interior continental no manejaban con solvencia las tareas del templado.
 
Durante los siglos VIII-VI aC la metalurgia era todavía muy tradicional y basada en la tecnología del bronce, que se usaba aún para la producción de todo tipo de objetos. El hierro solo se usaba de manera limitada para diseñar productos de prestigio deseados por las élites sociales, sobre todo espadas largas, guarniciones y arreos para caballos. Fue hacia el siglo VI aC cuando las nuevas necesidades socioeconómicas convirtieron el metal en una materia prima generalizada ansiada por otras capas de la sociedad de menor categoría.

En el período entre los siglos VIII-VI aC acontecen unos cambios en la Europa templada (Bohemia, Alemania meridional, Suiza, Italia alpina y Francia oriental) entre los que podemos citar el incremento notable de la población, la tendencia a la concentración del poblamiento, y la poderosa instauración hegemónica de las minorías guerreras, amparadas por una ideología propia sostenida en una economía de bienes de prestigio. Muchos de esos cambios comenzaron en los tiempos del Bronce Final. La mejor representación de los cambios que operaron en el 700 aC se registra en el mundo funerario.
 
Hacia el 700 aC desapareció la antigua tradición de los Campos de Urnas que caracterizó gran parte del continente en tiempos del Bronce Final. Las urnas de incineración dejaron paso a un ritual de enterramiento basado en la inhumación de los cadáveres, que se depositaban tanto en hoyos sencillos como en complicadas cámaras ocultas bajo túmulos. El ritual de inhumación se impuso desde Francia hasta Checoslovaquia, pero existió un amplio abanico de variantes regionales. Frente a la imagen de homogeneidad de los campos de urnas del Bronce Final, con sus ritos funerarios igualitarios, los enterramientos de prestigio del Hierro I representaron mucho más que un cambio de hábitos funerarios, su aparición refleja una clara diferenciación estratigráfica de la sociedad.
 
Fue por entonces cuando aparecieron poblados de un tamaño considerable, dotados de sistemas de fortificación y ubicados en puntos de valor estratégicos. Este modelo de poblamiento y de hábitat rompía con los moldes tradicionales de las gentes aldeanas del Bronce Final. Los poblados aglutinaron una buena parte de la población y sirvieron como lugares de poder, centros de distribución mercantil, sitios de producción artesanal, núcleos redistribuidores de materias primas de primera necesidad, y residencias de los estratos  dirigentes de la población. El nuevo modelo de poblamiento sugiere un trasfondo de conflicto territorial por los derechos de la tierra y los usos de paso.
 
En los primeros tiempos de la Edad del Hierro se produjo un notable despegue económico basado en el incremento tanto de la producción como del intercambio de varios artículos: las materias primas elementales (bronce, hierro) tanto en bruto como manufacturados; alimentos de primera necesidad, como la sal, y de prestigio como el vino. Se establecen nuevas redes de comercio a larga distancia y múltiples conexiones, que comunicaban las tierras del interior con las costas meridionales, impulsadas por las olas colonizadoras de griegos y fenicios. Esa red mercantil representó uno de los cambios más  trascendentales en la Protohistoria del continente. El flujo del comercio no respondía a un modelo mercantil generalista sino a un modelo selectivo basado en bienes de prestigio. Habría que esperar hasta la Segunda Edad del Hierro para hallar un marco comercial más abierto, con repercusiones sobre colectivos sociales más amplios.



La Cultura de Hallstat

Marco geográfico y cronología
 
Se desarrolla en buena parte de las regiones continentales de Francia y de Alemania.
 
Sus orígenes se remontan a los pasados tiempos del Bronce Final, pero conoció su período de mayor esplendor entre los siglos VII-VI aC, convirtiéndose en la cultura centroeuropea más amplia de la Primera Edad del Hierro en la Europa Templada. Ocupó una enorme marca territorial de miles de kilómetros, entre Francia y Checoslovaquia. Dentro de la cultura se distinguen dos regiones distintas: Hallstat occidental y Hallstat oriental.
 
La región occidental abarca desde Francia occidental hasta Alemania oriental, y presenta varios centros de población de notoria entidad como el poblado de Mont-Lassois, en la Borgoña francesa. En las tierras alemanas apareció otro núcleo de poblamiento principal en las cabeceras del Rhin y Danubio como Heunenburg y Hohenasperg. Para la zona occidental existen objetos arqueológicos comunes que dan uniformidad cultural a la región: los carros de cuatro ruedas, los puñales de antenas, los collares de oro y los brazaletes de bronce. El  Hallstat oriental ocupa las estribaciones montañosas alpinas del este y se extiende hacia las zonas colindantes, con yacimientos tan importantes como los poblados de Kleinkein y Stična o las minas de Dürnberg y Hallstat.

 
Hábitat y poblamiento

Durante los primeros años de la Edad del Hierro el modo de poblamiento eran pequeños poblados integrados por un puñado de viviendas sin planificación estricta que conformaban modestas aldeas y granjas.

Pero lo realmente interesante del Hallstat fue la aparición paulatina de asentamientos de mediana extensión con algunos rasgos de planificación interior. Los primeros poblados de este tipo aparecieron hacia el año 800aC (yacimiento de Mont Lassois), aunque no fue hasta el año 650aC cuando el modelo de poblado fortificado se generalizó desde oriente a occidente.

Para entender íntegramente la aparición de centros para aglutinar el poder político y para organizar de una manera oportuna la producción económica, conviene descifrar una compleja combinación de motivaciones de carácter sociopolítico y económico. De una parte, la paulatina concentración del poder en manos de poblados en sus residencias principescas. De otra parte, la necesidad de establecer unos mecanismos de control riguroso de los territorios propios en un marco político acuciado por la competitividad entre jefaturas vecinas. Y finalmente, la necesidad de contar con centros idóneos para centralizar la producción y regular toda la distribución económica.

Los poblados hallstáticos están emplazados en zonas elevadas, situados en promontorios y colinas de altitud modesta que contaban con una posición estratégica. También era habitual que presentas en sólidas empalizadas de madera e incluso en ocasiones auténticas murallas de piedra. Entre los asentamientos fortificados de aquella época merece una atención muy especial el situado en Haunenburg, donde los habitantes levantaron un muro defensivo resistente usando tanto adobes como una sólida base de piedra, que alcanzó los cuatro metros de altura y se protegió con numerosas torres rectangulares en las que se abrían saeteras. Los recintos interiores revelaban cierta planificación interna, una relativa ordenación de viviendas.
 
El interior del poblado también contaba con áreas especializadas en la producción a manera de pequeños talleres artesanales. La edificación de estas viviendas y talleres seguía técnicas sencillas a base de encajar entramados de madera, sujetos por unas serie de vigas verticales hincadas en tierra que soportaban tejados a dos y cuatro vertientes.


Enterramientos
 
En la cultura de Hallstat se generalizó el ritual de inhumación, esta costumbre no supuso la desaparición de las prácticas de incineración tradicionales del Bronce Final, como se pone de manifiesto en la necrópolis de Hallstat, donde se simultanearon los dos modos de enterramiento. Entre las cerca de dos mil sepulturas excavadas, un 55% eran inhumados en posición de cúbito supino, y un 45% presentaban urnas de cerámica con las cenizas del difunto. Tanto en las inhumaciones como en las incineraciones los restos iban acompañados por objetos materiales acordes a la posición social del individuo. La tumba más famosa de la necrópolis de Hallstat es la número 507, que poseía una urna con las cenizas de un probable guerrero, rodeada de cerámicas y de varios objetos de bronce tan prestigiosos como una sítula o caldero de bronce, un hacha con decoración zoomorfa, una estatuilla de bóvido, brazaletes, pendientes articulados, copas y un soporte con decoraciones simbólicas solares.
 
La mayoría de los enterramientos de la minoría dirigente consistían en tumbas de inhumación tumulares, levantadas junto a los grandes poblados. Las cámaras eran soterradas bajo montículos levantados con piedra y tierra apelmazada. Dichas cámaras constituían una especie de encofrados formados por una sólida trabazón de vigas de madera. Las riquezas y artículos lujosos que rodeaban los cuerpos respondían a la alta dignidad de aquellos personajes: opulentos divanes; hermosos puñales, delicadas dagas y refinadas hachas; enormes calderos soportados por elegantes trípodes junto a magníficas vajillas de banquete; y carros de cuatro ruedas usados en sus exequias fúnebres a manera de carruajes mortuorios. Algunos túmulos de estas tumbas principescas fueron coronados por estatuas que permitían el recuerdo en vida de los personajes, como el que se halla en Hirschlanden, que se remató con la imponente imagen de un guerrero dotado de casco y puñal al cinto. Las tumbas más relevantes son: Hochdorf, Vix y Hochmichele.
tumba principesca de Hochdorf 


La tumba principesca de Hochdorf está situada junto al poblado de Hohenasperg. La cámara permanecía oculta a dos metros y medio de profundidad, rodeada por un túmulo de 60m de diámetro y 6 de altura. La cámara funeraria tenía una planta cuadrada de 11m y se soportaba sobre grandes vigas de roble
entrelazadas. El cuerpo estaba tendido en un diván de bronce decorado con delicados grabados en los que se representaban carros, guerreros y bailarines. Las patas del diván se soportaban sobre ocho singulares figurillas femeninas, equilibristas que apoyaban sus pies sobre los pedales de unas ruedas a modo de juego circense. Dispersos por la cámara se hallaron multitud de restos minúsculos de las flores depositadas junto al cadáver. Los adornos y vestimentas del príncipe de Hochdorf revelan la alta dignidad del difunto; un cinturón ceñía la cintura, una daga al costado, un ancho brazalete en el brazo derecho, un torque rodeaba el cuello y varios abalorios de ámbar y broches de bronce y plata en el pecho. Entre todos los objetos de la tumba, el que poseía mayor dignidad fue un puñal de antenas de 42cm de largo, colocado sobre su torso a manera de insignia de lo que fue un poderoso príncipe guerrero. El personaje en vida experimentó el gusto por la caza, la pesca, la moda y también por la bebida y la comida. En la tumba había un cuerno de hierro de proporciones enormes: 2m de longitud y 5,5 litros de capacidad. En otra de las esquinas reposaba el objeto más impresionante de la tumba: un carro de cuatro ruedas con planchas de bronce y hierro, en cuyo interior había un yugo de madera, arneses de piel decorados con bronce, un hacha de hierro y una vajilla de bronce para nueve personas. Probablemente se trató del carro de exequias del difunto.


El paralelo femenino a la tumba anterior se descubrió en Vix, cerca del poblado de Mont Lassois. Se trata de una tumba tumular de finales del siglo VI aC que tenía una cámara más pequeña, de unos 3m2, con los restos de una mujer de 35 años. Los huesos yacían sobre el chasis de un carro desmontado que posiblemente fue su féretro, cuyas ruedas se habían colocado sobre la pared. En una parte de la cámara había una enorme crátera de bronce. Esta pieza resultaba única por su tamaño (1,64m de altura), poseía una curiosa tapa con una estatuilla femenina, presentaba un cuello delicadamente decorado, y parece bastante probable que tan excepcional pieza se confeccionara en talleres de la Magna Grecia o quizá de Esparta.
 tumba principesca de Vix
 
La tercera tumba importante que merece atención se oculta bajo el túmulo principesco de Hochimchele, en el poblado de Heunenburg. El montículo alcanzaba 13m de altura y 100m de diámetro. El lugar ocultaba una tumba principal. No muy lejos había otra tumba donde reposaban los cuerpos de un hombre y una mujer, junto a un carro de cuatro ruedas.

Queda por saber si los príncipes hallstáticos apreciaron las lujosas vajillas y divanes de influencia helénica solo por gusto estético o se imbuyeron de la ideología oriental que les asimilaba a esa especie de héroes. En cualquier caso, carros y vajillas se depositaron en sus tumbas como símbolo de poder y prestigio. Eran las expresiones de una minoría privilegiada situada muy por encima de la gran masa anónima de la gente común: comunidad de agricultores, ganaderos, mercaderes y artesanos, de los que apenas tenemos datos para conocer sus modos de vida.
 
Sociedad
 
La mayoría de la población Hallstática se componía de agricultores, ganaderos y algunos artesanos. En algunos poblados, las comunidades vivían de manera muy sencilla e igualitaria, aunque la presencia de ciertas viviendas separadas del conjunto podría apuntar a una posible autoridad. En el famoso complejo minero de la localidad alpina de Hallstat los arqueólogos han hallado entre los retales de tejido utilizados por los mineros restos de parásitos que revelan unas pobres condiciones higiénicas, pero los restos de la comida que ingerían delatan una buena alimentación. Los arqueólogos deducen que no hay prueba alguna de régimen de esclavitud. Mejor era la consideración de las personas dedicadas a la artesanía, en particular de los metalúrgicos, convertidos en mano de obra especializada al servicio de los dirigentes.

El esplendor de los túmulos funerarios revela hasta qué punto la personalidad del guerrero había adquirido rango relevante, cuyo origen hay que situar mucho antes de la Edad del Hierro. Los líderes o caudillos guerreros habían ido consolidando su posición sociopolítica, concentrando los derechos de autoridad sobre la comunidad e incrementando el control sobre la producción económica, lo que se conoce como "jefatura compleja". En las tierras del Hallstat occidental tales aristocracias no llegaron a consolidar su poder más allá del poblado, representando élites locales. En el Hallstat oriental las aristocracias de los poblados principales lograron dominar territorios más extensos, incorporando a su control a poblados menores.
 
La necrópolis de Kleinklein (de Hallstat oriental) proporciona más datos sobre la complicada organización de este sector aristocrático. Las diferencias entre los ajuares funerarios presentan incluso rasgos diferenciales propios de una jerarquía entre las propias clases dominantes, basados en disparidades en cuanto a riqueza, calidad y procedencia de los objetos de prestigio. Los príncipes se enterraban entre carros de cuatro ruedas y variados objetos suntuosos importados. Las clientelas de la corte yacían con objetos relevantes pero de menor categoría, sobre todo puñales, guarniciones de arnés, artículos de bronce, cerámica local y en algunas ocasiones un carro


Economía
  • Agricultura y ganadería
La economía se basaba en la producción agropecuaria (trigo y cebada principalmente). En muchas zonas de Europa central y septentrional se produjo un incremento notable de la producción de centeno. La ganadería se basaba en el dominio de la cabaña vacuna, complementada con cerdos, cabras y caballos.
 
La necesidad de producir más alimentos podría haber respondido a un incremento de la población. Pero la intensificación agrícola tuvo también sus contrapartidas: provocó una presión excesiva sobre la tierra, una notable deforestación y un agotamiento que resultó bastante inoportuno al coincidir con el deterioro climático, una combinación fatal que convirtió muchos campos en baldíos e improductivos. Para combatir la fatiga de las tierras se adoptaron estrategias como cultivos mejor adaptados al frío y la humedad, como la espelta, la cebada vestida y el centeno, y muy posiblemente se adoptaron nuevos modos de almacenamiento y conservación (silos y uso de sal).


  • La minería y la metalurgia
La producción minera se orientó hacia dos materias primas principales: la sal y los metales. La sal era valiosa por sus cualidades para la preparación culinaria y la conservación de alimentos. Se produce un incremento notable de la producción de sal hacia el 750aC. La producción minera en Hallstat fue enorme a juzgar por los 4.000m de galerías perforadas y los dos millones de metros cúbicos de sal extraída.

Durante el primer período de la Edad del Hierro gran parte de la producción metalúrgica se concentraba todavía en el metal tradicional, en el bronce. En la región de Hallstat se explotaron pronto ciertas minas de hierro de notable calidad (de limonita y hematites), hasta el punto de que hacia el 800aC la región de Eslovenia ya se había convertido en una importante suministradora de hierro, que jugó un papel trascendental en el desarrollo económico de algunos poblados clave, como Stična.A

Los objetos metálicos de mayor prestigio fueron las espadas. Las de hierro más habituales en los primeros tiempos de la cultura Hallstática pertenecían a prototipos de hoja larga. Pero a medida que la siderurgia fue progresando aumentó la producción de espadas de hierro con las hojas más cortas. En
plena Cultura Hallstática se impusieron dos modelos: las espadas de antenas y las espadas Mindelheim. Las primeras tenían una particular empuñadura bifurcada en dos apéndices y pudieron ser armas manejadas a caballo o quizá desde carros. Las espadas Mindelheim se caracterizan por un pomo
macizo con una peculiar forma de "sombrero" hecha en madera pero cubierta por una capa de oro, y podrían haber sido armas de infantes.
 
Los objetos metálicos de mayor prestigio fueron las espadas. Las de hierro más habituales en los primeros tiempos de la cultura Hallstática pertenecían a prototipos de hoja larga. Pero a medida que la siderurgia fue progresando aumentó la producción de espadas de hierro con las hojas más cortas. En plena Cultura Hallstática se impusieron dos modelos: las espadas de antenas y las espadas Mindelheim. Las primeras tenían una particular empuñadura bifurcada en dos apéndices y pudieron ser armas manejadas a caballo o quizá desde carros. Las espadas Mindelheim se caracterizan por un pomo macizo con una peculiar forma de "sombrero" hecha en madera pero cubierta por una capa de oro, y podrían haber sido armas de infantes.
 
Las producciones metalúrgicas de prestigio se realizaban en talleres especializados pues requerían los conocimientos de expertos. Se realizaron objetos tan complejos como carros simbólicos, calderos para contener bebida, hydrias para escanciarla y trípodes para sostener todos esos recipientes. Entre las imitaciones de lujo destacaron los calderos metálicos que presentaban los bordes cubiertos por unos peculiares prótomos o cabezas de toro y por pequeñas figurillas de animales. Sobresalieron las fíbulas, una especie de imperdibles que comenzaron a ser usados para sujetar la vestimenta y acabaron sustituyendo a las tradicionales agujas.

  • La cerámica
En el poblado de Heunenburg los talleres artesanales se concentraban junto a una de las entradas, en una especie de barrio con áreas especializadas: cerámica, metalurgia del bronce, forja de hierro, metalistería del oro. No obstante, no se conoce en qué medida constituía un oficio a tiempo parcial o a tiempo completo porque el registro arqueológico no ofrece pruebas en tal sentido.
 
La cerámica de Hallstática habitual estaba hecha a mano. Por lo general presentaba motivos decorativos trazados mediante diversas técnicas (excisión, incisión y estampado con interior relleno de pasta blanca), que formaban imágenes de tipo geométrico a partir de puntos, triángulos, rombos y ajedrezados. Entre las producciones cerámicas resultan llamativas las urnas para el enterramiento, que tenían formas cónicas o bicónicas; y las vajillas destinadas a banquetes, para las que se usaban pastas depuradas.
  • El comercio
Había una trama de redes comerciales de carácter regional entre poblados para la distribución de materias primas más selectivas como el hierro, el bronce, la sal, el ganado o la cerámica. Pero se conoce mejor el comercio hallstático interregional basada en el intercambio de un volumen de objetos muy limitado por su elevado valor. Se trataba de un mercado de bienes de lujo y artículos de prestigio, protagonizado por los príncipes hallstáticos. Estos príncipes no tardaron en convertirse en intermediarios de esa red comercial a larga distancia entre las regiones atlánticas y las costas mediterráneas. Los poblados adquirieron el rango de plazas de comercio, lugares de intercambio donde las materias primas procedentes del norte se permutaban por los productos de lujo elaborados en tierras mediterráneas. En algunos poblados se concentró el tráfico de ciertas materias, como sucedió en el poblado de Mont Lassois, que se convirtió en la plaza clave de la importante red comercial del estaño que conectaba el Canal de la Mancha con el Mediterráneo.
 
Los príncipes demandaron tazas para servir bebida (oinokoi), calderos (sítulas), grandes recipientes para mezclar vino y agua (cráteras), coladores de bronce para filtrar los residuos; y copas para beber de cerámica ática. La demanda de vino superó el consumo cotidiano y adquirió un estatus de alto prestigio.
 
Las redes de intercambio a larga distancia también operaron en la región de Hallstat n oriental pero con unas características distintas. Los príncipes orientales no se interesaron tanto por los bienes de prestigio o artículos de lujo. Su interés se centró en las materias primas de primera necesidad, en una demostración de mayor sentido práctico y de menor preocupación por la ostentación pública del poder. El comercio se dirigió a los pueblos de las estepas orientales y se interesaron de manera especial por los caballos criados en aquellas regiones.
 
La caída del mundo Hallstático
 
Los principados del Hallstat occidental respondían a un modelo político sumamente frágil. Los príncipes mantenían una autoridad muy limitada, en la mayoría circunscrita a su propio poblado, y a un territorio reducido con extrema competitividad con los principados vecinos.
 
Los primeros síntomas de agotamiento del modelo hallstático surgieron hacia la segunda mitad del siglo VI aC. El poblado principal de Heunenburg proporciona una imagen de la caída de las jefaturas principescas: en las últimas fases padecieron sucesos violentos, varias destrucciones por incendios, que revelan un período de rivalidades políticas o turbulencias sociales. Los disturbios se extendieron por muchos poblados del Hallstat occidental hasta bien entrado el siglo V aC, culminando con el abandono de muchos de ellos hacia el 450aC. El propio poblado de Heunenburg quedó deshabitado de manera definitiva tras una violenta destrucción. Cuando la colonia de Massalia entró en un período de crisis y
buena parte del comercio se desvió hacia las rutas italianas de Los Alpes afectó a la economía de las comunidades hallstáticas.
 
Los principados hallstáticos orientales mantuvieron intacto su poder porque sus bases políticas, sociales y económicas eran bastante sólidas y solventes. Estas jefaturas orientales tenían un modelo más centralizado, basado en el dominio sobre territorios mucho más extensos.


Europa septentrional
 
El arco atlántico
 
Hacia el siglo VIII aC los territorios atlánticos (Inglaterra, litoral de Francia y los Países Bajos) comenzaron a dar síntomas claros de recesión respecto al antiguo esplendor cultural  del Bronce Atlántico, lo que precipitó la entrada en esta zona en la Primera Edad del Hierro.
 
Las razones principales de la crisis pueden resumirse en la incorporación paulatina de la metalurgia del hierro, que supuso la competencia para el mercado atlántico de estaño. No obstante el declive del antiguo círculo atlántico no fue brusco, sino paulatino, lo que explica que en los últimos momentos del Hierro I en Gran Bretaña se siguiera produciendo bronce de calidad que se exportaba a las costas próximas de Francia.
 
El nuevo marco económico provocó una progresiva fragmentación del poblamiento, una creciente autarquía económica y un escalonado incremento de la competitividad que provocó la fortificación de los asentamientos. Los primeros poblados amurallados habían surgido a finales del Bronce, pero fue en el siglo VII aC cuando proliferaron de un modo ostensible. El término usado para nombrar a estos poblados es el de hillforts, literalmente fortificaciones en altura, núcleos distribuidos de manera precisa por el territorio a distancias regulares de 7,5km, dotados de empalizadas, terraplenes y fosos a la manera tradicional, e incluso murallas más complejas y sólidas realizadas con piedra.

 
Los sistemas económicos estaban basados en la agricultura y ganadería. En el sur de Inglaterra se ha detectado una proliferación inusual de hoyos usados como silos, probablemente como respuesta a la necesidad creciente de almacenamiento de excedentes. La cabaña ganadera básica estaba constituida por vacuno, y en menor medida, ovicáprido y caballar.
 
La regionalización condujo a la autarquía y autosuficiencia local. Este retroceso del intercambio puede apreciarse nítidamente en la distribución de producciones cerámicas y metalúrgicas, limitada a una escala local y regional. No desaparecieron por completo las transacciones a larga distancia, pero se redujeron a unos pocos artículos que demandaban las élites dirigentes. La mejor muestra de este tipo de contactos es el depósito galés de Llyn Fawr, que contaba con un completo juego guerrero, compuesto por una punta de lanza, una placa de cinturón y elementos de arnés. Este tipo de intercambios de lujo se centró en productos de hierro, bronce, vidrio, ámbar y coral.
 
El círculo nórdico
 
Los territorios situados al norte de Alemania y Dinamarca mostraron durante la Primera Edad del Hierro una clara continuidad cultural con respecto del Bronce Final. En este territorio el modelo de vida aldeano implantado en el Bronce persistió durante largo tiempo, incluso más allá de la Edad del Hierro. La población se mantenía dispersa en pequeñas aldeas y en caseríos, poblados modestos y granjas. La ausencia de defensas testimonia un modo de convivencia pacífico y un bajo nivel de competitividad.
Estos campesinos del norte eran aldeanos que carecían de interés alguno por aumentar su estatus mediante el tráfico de bienes de lujo traídos del exterior y mantuvieron costumbres muy conservadoras, representando así un mundo de mínima movilidad social que perduró hasta la penetración de las primeras redes comerciales romanas, allá por los siglos I y II aC.
 
No toda la producción económica se centró en la esfera de subsistencia y que la presencia de talleres metalúrgicos con las viviendas revela una actividad doméstica para la que se tenía que importar el bronce. La ausencia de talleres especializados fuera de las viviendas evidencia que no existía un grupo de especialistas dedicados exclusivamente a la producción metalúrgica.

 
El complejo lausaciano
 
En las tierras situadas entre los ríos Vístula y Oder, la Primera Edad del Hierro se conoce como Cultura de Lausitz o Lausaciana, en las vastas llanuras que recorren las regiones de Alemania oriental y Polonia. El rasgo más llamativo es la proliferación de poblados dotados de unas fortificaciones potentes para proteger los recursos, propio de un ambiente intenso de competitividad entre poblados.



Los poblados laucasianos contaban con robustas empalizadas de madera, levantadas mediante complejas estructuras (como los encajonados, encofrados o reticulados) y murallas alzadas con piedra en las cimas de colinas, junto a las orillas de lagos o en torno a los valles.
 
Los poblados más célebres, Biskupin y Senftenberg, tenían las dimensiones y organización interna precisas para proporcionar refugio a una elevada población, Biskupin se levantaba en medio de un lago sobre una isla artificial creada después de una ardua labor de drenaje, y poseía una contundente empalizada de madera de medio kilómetro de largo. La distribución interna revela una planificación estricta del hábitat. Los únicos espacios libres consistieron en un camino junto a la empalizada y una serie de estrechas calles paralelas que separaban las hileras de casas. El poco más del centenar de viviendas podrían haber albergado a entre 400 y 500 personas.
 
La estricta organización el poblado requirió una autoridad central poderosa, con capacidad coercitiva y suficiencia de mando necesarias para llevar a buen término la ingente tarea de construcción y mantenimiento, si bien la arqueología muestra la ausencia de rasgos sociales distintivos entre la población. En la misma necrópolis de incineración de Biskupin los ajuares son muy similares, siendo pocos los que incorporaron artículos de lujo importados del sur.
 
La ausencia de silos en poblados como Biskupin parece estar relacionada con la humedad del suelo, lo que obligaría a levantar edificios a manera de graneros. La artesanía de Biskupin era básicamente doméstica al objeto de satisfacer la demanda del poblado.
 
Europa oriental: La Cultura Escita
 
En las ingentes llanuras que cubrían el lejano oriente de Europa se desarrolló la Cultura Escita (o Cultura de las estepas). Los más remotos orígenes de estos pueblos pueden datarse en el III milenio aC con el germen de la cultura de los kurganes. Los rasgos más representativos de estos pueblos eran un modo de vida en torno a la ganadería trashumante, dominio del caballo y ritual de enterramiento de inhumación en túmulos. Este modo de vida se extendió por la amplias estepas asiáticas, cubriendo 7.000km de longitud entre Europa oriental y Asia central.
 
Hay prehistoriadores que datan sus orígenes más remotos en el siglo X aC. Hacia el siglo VII aC los escitas ya habían ocupado la región circumpóntida al norte de lo que los griegos llamaron Ponto Euxino, actual Mar Negro, que limitaba con los ríos Danubio y Don.


Hacia el 650aC ya hay tres rasgos muy característicos del pueblo escita: un armamento muy notable, demostración del carácter guerrero que definió a estas gentes; la presencia de notorios enterramientos de caballos, prueba del prestigio del jinete en la sociedad; y la aparición de objetos de prestigio con decoración zoomorfa, lo que sería un leitmotiv litúrgico, religioso y sociológico de estos pueblos.
 
El poeta Homero calificó aquellas tierras como un mundo de lluvias y brumas eternas.
Y no faltan los comentarios que las califican como una región poblada por seres demoníacos  que practicaban la guerra continuada, por licántropos, amazonas de pechos amputados, caníbales, chamanes y diabólicos cazadores de cabezas que acostumbran a beber en cráneos.
 
Los arqueólogos han distinguido cuatro zonas ocupadas por los siguientes grupos:
  • Ø Escitas europeos, situados al oeste del Danubio.
  • Ø Escitas nómadas, que cubrían la estepa ucraniana.
  • Ø Los pueblos de lejana influencia escita del norte, que ocupaban la estepa boscosa de
  • Ucrania y la cuenca del Don.
  • Ø Escitas de la Ciscaucasia, situados entre el Mar de Azov y el Caúcaso.
El carácter guerrero y trashumante de estos pueblos generaba un tipo de comunidad muy inestable en el plano político-social. En sistema de vida de estos pastores guerreros resultaba muy rígido y presentaba muchos riesgos de competitividad y conflicto.
 
El hábitat tradicional consistía en poblados móviles, integrados por tiendas de pieles fácilmente desmontables, similares a lo que llamamos yurtas. Muchas tribus ni siquiera levantaban tiendas porque vivían en carromatos de cuatro ruedas tirados por bueyes (si hacemos caso a las imágenes representadas por alguna pequeña estatuilla de arcilla de la época).
 
En algunas zonas meridionales se produjo con el tiempo una sedentarización paulatina de muchas tribus. El proceso arrancó hacia el siglo VI aC y provocó a la postre la aparición de poblados con un gran número de habitantes y con fortificaciones sólidas. El poblado más conocido es Bil's'ké Horodychtché, en la orilla oriental del Dnieper, que representó un asentamiento próximo a las 4.000 ha de superficie, protegido por una sólida muralla de varios kilómetros precedida de un foso profundo y donde podrían haber vivido una población de varios miles de habitantes.


Los caballos resultaron trascendentales para los escitas (a la sazón calificados en muchas ocasiones como los "señores de los caballos"). El caballo era más que un mero objeto pues se convirtió en una forma de vida, donde los recios corceles de vigor contrastado formaban con el jinete una unidad de combate temida por sus enemigos en vida y un compañero de sus dueños más allá de la muerte. Los datos que proporcionan las crónicas antiguas sobre los escitas nómadas revelan una dieta monótona a base de carne hervida, leche de yegua y queso.
 
La metalurgia ocupaba el primer lugar en la jerarquía artesanal por su carácter estratégico, destacando de manera especial tres sectores. El primero como es lógico en una cultura guerrera, espadas, puntas de lanza, flechas, puñales y todo tipo de arreos de caballos.
 
El segundo las producciones de bronce, en particular cuencos para tareas cotidianas de alimentación y rituales que presentaban una base, dos asas y una peculiar decoración de tipo geométrico. El tercero fue la orfebrería, uno de los principales elementos de identidad escita, que adquirió especial predicamento en la manufactura de placas de oro en las que se troquelaban figuras de animales: ciervos, cabras, felinos, rapaces e incluso seres fantásticos.
 
Frente a esta relativa riqueza metalúrgica, la producción cerámica era más limitada.
 
El modelo de enterramiento era el típico de las comunidades de las estepas: la inhumación del cadáver bajo una cámara, por lo general con un encofrado de madera, que se cubría con un túmulo de piedras y arena. Se conocen como kurgán, y hay ejemplos como los de Rozkopana Mohyla, Zavads´ka Mohyla y Hostra Mohyla (Mohyla significa literalmente tumba). La mayor parte de las sepulturas eran individuales en simples fosas rectangulares u ovales, conservando las pertenencias del difunto y un caballo. Junto a las tumbas han aparecido unas curiosas figuras humanas talladas sin mucho cuidado sobre bloques de uno o dos metros de altura, con rasgos sencillos: los brazos recogidos en el pecho, cuello con torques, cabeza con casco y poblado bigote.

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