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martes, 30 de julio de 2024

EL GORRIÓN

Un paseo por el parque como cada día. Como cada día. Una forma de desconectar, de salir de la rutina, de olvidarse del trabajo camino a casa después de un día agotador. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente creando una caótica sinfonía de ruidos y gritos. Mientras me perdía en una vorágine de ideas, un pequeño ser volteó cerca de mí: su batir de alas me desconcertó y, por un momento, mi mente se quedó en blanco. Un pequeño gorrión se posó en mi hombro.

Su aleteo me absorbió y por un momento el tiempo pareció detenerse. El gorrión no tiene canto agradable como el chingolo, su primo hermano, o como la ratona,que salta y canta en la siesta Él no ha tenido tiempo de aprender a cantar ni a imitar el canto de los otros pájaros, como la calandria. El solo pía constantemente haciéndose presente en las casas, en los jardines y en las calles. Este pequeño ser parecía un ángel enviado por algún ser que limpiaba mis pensamientos y malas ideas, despejando mi mente y mi alma sin saber cómo.

Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado.

Jugando entre mis dedos, la pequeña ave saltaba y agitaba sus alitas mientras recorría la superficie de la palma de mi mano buscando algún trozo de comida. Desmenucé un trozo duro del bocadillo de la mañana y el pequeño animal picoteó con ansia las migas. una vez saciado, me dedicó una última mirada antes de agitar sus alas y perderse en el horizonte.

El ruido de la calle me devolvió a la realidad golpeándome fuertemente en los oídos. tenía un largo camino a casa y mañana sería otro día.

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