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sábado, 9 de diciembre de 2023

EL CABALLO

Símbolo de imperios y grandeza, clave para su expansión y su construcción, sus cascos han recorrido miles de kilómetros uniendo imperios, creando y destruyendo civilizaciones que nacen y parecen bajo sus cascos y sus relinchos. Uno entre ellos que debe de haber nacido en la mañana del mundo. Ningún otro animal puede competir con él: incansable, rápido como el soplo del viento. Durante el día el pelo le reluce como plata y de noche es como una sombra y pasa inadvertido. 

Fugaz como un rayo, el sonido de tus cascos en la tierra anuncia tu llegada, relinchos en la lejanía que llenan de fuego el corazón de los hombres: de miedo el de los enemigos y gozo el de tus aliados. Ellos saben de tu llegada y te aman y te temen pues saben que lo que eres y lo que simbolizas. Imperios han nacido y han caído gracias al trote de tus cascos en la tierra.

Ventana al alma que descubre tus emociones y conecta con lo más profundo de tu ser. Sentirán todo lo que sientes: si tienes miedo, sufrirán contigo, tu coraje les motivará para galopar con más brío; tu valentía se incrementará con sus relinchos y el paso de sus cascos en la tierra. Osadía y coraje en el ajedrez. Parte indispensable de nuestra historia y de nuestro mundo. ¿Qué hubiera sido de la humanidad sin el caballo? El gran César, Alejandro Magno, los grandes de España... ¿Habrían sido verdaderamente grandes sin el caballo? ¿Habría nacido alguna vez alguna nación sin la generosa ayuda de este noble animal? Claro que no. Nada habría crecido sin tu poderoso brío.

A pesar de que ya no existen como antaño caballos cuatralbos, a pesar de que vivimos en un mundo donde no cabalgan los caballos por el horizonte, no se juntan en caballada o yeguada para galopar, y solo quedan paredones en la mirada y en la palabra. Ni siquiera aparece un esmirriado rocinante buscando uno que otro quijote perdido  Sin embargo, el trote sigue oyéndose en el horizonte, tus cascos siguen pisando la tierra, dejando huella, tu relincho sigue oyéndose en la lejanía. Deprisa, corre, corazón intrépido, corre como nunca has corrido hasta ahora. Hemos llegado a las tierras de tu niñez, y aquí conoces todas las piedras. ¡Deprisa! Cabalga! ¡Galopa, caballo cuatralbo al sol¡¡tu ligereza es nuestra esperanza! ¡Galopa hacia el horizonte infinito, hacia los verdes prados de la campiña infinita!

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