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lunes, 22 de mayo de 2017

LA FUGA DE SAN CRISTÓBAL

El 22 de mayo de 1938 es el aniversario de la fuga del Fuerte de San Cristóbal. En la historia mundial de las evasiones es una de las más destacadas, tanto por el número de fugados como por sus consecuencias.

En 1938 había 2487 personas detenidas, en su mayoría dirigentes políticos y sindicales y militantes revolucionarios y republicanos. Estos sufrían de maltratos y vejaciones como palizas, hambre extrema y piojos, habiendo constancia de la muerte por esas condiciones de 305 presos, contabilizadas del 1 de enero de 1937 al 6 de julio de 1945, fecha del cierre como penal, como se ha relatado con anterioridad.

Fuerte de San Cristóbal

La fuga fue preparada por unos treinta presos que utilizaron la lengua esperanto para poder comunicarse sin ser entendidos por los demás. La operación se inició a la hora de la cena, momento en que había más dispersión de los guardianes. En distintos grupos fueron desarmando a varios de ellos y tras coger su armamento, se dirigieron a donde estaba cenando la compañía de soldados de guardia. Un soldado que opuso resistencia y murió como consecuencia de un golpe con una barra. Posteriormente se rindieron los soldados de las garitas. En una media hora el fuerte fue tomado por los reclusos, que luego salieron de las instalaciones de la prisión.

De los 795 fugados, fueron detenidos 585, pasando sólo tres de ellos la frontera francesa. Se identificaron 187 cadáveres, a los que hay que añadir 20 muertos más sin identificar. Esto da, según la contabilidad del fuerte, cuatro más, que pudieran ser huidos de la represión en la retaguardia encontrados tras las pesquisas desarrolladas para capturar a los fugados del fuerte. Aunque la mayor parte pereció en Ezcabarte, que es la cara norte del monte, en Oláibar y en Baztán, la mayoría está registrada en Ansoáin en la falda sur del monte. De los capturados, 17 fueron sometidos a juicio acusados de ser cabecillas, uno fue internado en el manicomio de Pamplona y 14 de ellos fueron condenados a muerte. Estos fueron fusilados en la Vuelta del Castillo, detrás de la ciudadela el 8 de septiembre de ese mismo año: Gerardo Aguado Gómez, Teodoro Aguado Gómez, Bautista Álvarez Blanco, Calixto Carbonero Nieto, Antonio Casas Mateo, Daniel Elorza Ormaetxea, Antonio Escudero Alconero, Ricardo Fernández Cabal, Francisco Herrero Casado, Francisco Hervas Salome, Primitivo Miguel Frechilla, Miguel Nieto Gallego, Rafael Pérez García y Baltasar Rabanillo Rodríguez.


La historia del Fuerte

El Fuerte de Alfonso XII o de San Cristóbal se construyó para defender Pamplona, pero la aparición de la aviación de guerra hizo que esta instalación quedara obsoleta. Tras el movimiento revolucionario de 1934, el Estado habilitó el Fuerte de San Cristóbal como espacio de encarcelamiento hasta la amnistía de 1936. Con el golpe militar de julio de 1936 el Fuerte se volvió a utilizar como penal. La violencia desatada por los sublevados provocó miles de asesinatos, detenciones, depuraciones, incautaciones de bienes y otras vulneraciones de derechos humanos. Cientos de navarros fueron encarcelados en él como detenidos gubernativos, sin haber sido sometidos a procedimiento judicial. El Fuerte se llenó con miles de prisioneros de toda España, especialmente castellanos y gallegos, sobre todo tras la caída de los territorios del frente Norte en manos de los sublevados.

Fuerte de San Cristóbal

Redes de solidaridad

La represión desatada tras el golpe de 1936 nos ha dejado historias de sufrimiento y dolor de las personas represaliadas y sus familias. Pero en torno a aquellos trágicos acontecimientos hay también hermosas historias de solidaridad y compromiso. Mujeres de diferentes ideologías se organizaron en ayuda de los presos a lavarles las ropas, llevarles paquetes con comida y, sobre todo, para transmitirles afecto y cercanía. Mujeres a las que no conocían, que no eran familiares ni amigas hasta entonces, y que decidieron arriesgar su seguridad para que los prisioneros pudieran mantener la esperanza. Historias desconocidas, de mujeres valientes y solidarias.

El cementerio de las botellas

En la ladera del monte Ezkaba (Navarra), a la sombra del penal franquista de San Cristóbal, los presos asesinados o que morían por enfermedades derivadas de su cautiverio eran enterrados con una botella entre las piernas. Dentro, un simple papel recogía su nombre y las causas de su condena y muerte. A ese pedazo de tierra se le conoce como "El cementerio de las botellas".

Muchos presos de San Cristóbal no sobrevivieron a su encarcelamiento. Un número importante de presos gubernativos, tras ser “puestos en libertad”, eran asesinados por grupos paramilitares, previamente informados, que les esperaban a la salida. Otro grupo significativo de presos murió tras intentar fugarse. El primer intento importante ocurrió en octubre de 1936, tras el que fueron ejecutados 25 presos. Pero la gran fuga del penal de Ezkaba ocurrió el 22 de mayo de 1938, tras la que las autoridades pusieron en marcha una verdadera cacería que finalizó con el asesinato de 220 personas.

Además, cientos de presos murieron a consecuencia de las insalubres condiciones de vida en el penal, por la falta de atención médica y por la escasa alimentación; entre ellos, 46 de los fugados capturados tras el 22 de mayo de 1938. En un primer momento los presos que fallecían eran enterrados en los cementerios de las localidades cercanas. Cuando estos lugares llegaron al límite de su capacidad, las autoridades militares decidieron crear un cementerio en las proximidades del Fuerte: el Cementerio de las Botellas.

El capellán de la prisión de San Cristóbal en Pamplona, José María Pascual, enterró a cada uno de los 131 presos republicanos junto con sus datos personales encerrados en una botella.

Las botellas de Ceregumil o Digestonico protegen el mensaje con lo necesario para identificar al muerto. Nombre, profesión, fecha y causa de muerte y origen. A diferencia de otros represaliados, estos presos fueron enterrados en un féretro de pino, boca arriba e incluso se les añadió una medalla de la Virgen de las Angustias.


cementerio de las botellas en Navarra

La represión en Navarra

El golpe militar de julio de 1936 triunfó rápidamente en Navarra, uno de los lugares clave en que se organizó bajo la dirección del general Mola. Aunque en Navarra no hubo frente de guerra, los sublevados desataron una enorme ola de violencia que aterrorizó a quienes fueron señalados como enemigos: republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas vascos, causando más de 3.000 muertes y desapariciones forzadas. A las miles de personas asesinadas y represaliadas, y a sus familias, se les negó consciente y planificadamente el derecho a un enterramiento digno. Se las enterró en fosas clandestinas, simas y cunetas, sin ningún elemento que las recordara. El largo silencio y el miedo que impuso la dictadura han hecho que la memoria de algunas ubicaciones se haya perdido y sea realmente difícil poderlas localizar.

En Navarra los golpistas implantaron una dinámica implacable, asentada sobre la disyuntiva amigo/enemigo, propia de ejércitos de ocupación. Recuerda Peter Anderson –¿Amigo o enemigo? Ocupación, colaboración y violencia selectiva en la guerra civil española, Granada, Comares, 2017–, que dividir la población ocupada entre amigos o enemigos fue el principal proceso de los golpistas para controlar y dominar a la sociedad, facilitando "el castigo o la recompensa de forma meticulosamente calculada", siendo "necesario contar con información pormenorizada del pasado de gran parte de la población" que "solo pudo ser recabada gracias a la crucial colaboración de miembros de la sociedad". La distinción entre amigo o enemigo se hizo gracias a "una ingente cantidad de información biográfica que sólo pueden proporcionar los vecinos de los sujetos investigados".

Los golpistas diseñaron una "política de la muerte" cuya finalidad era beneficiarse de la circunstancia de la pérdida de vidas en el frente, rentabilizando emociones y sentimientos a que daba lugar. El viaje hasta el pueblo del fallecido, el velatorio con banderas, la presencia de requetés y falangistas en cuerpo de guardia, el transporte a hombros del ataúd a la iglesia por milicianos conformando procesiones con profusión de banderas y símbolos, la homilía laudatoria, los discursos de las autoridades, la foto y la necrológica en la prensa, el agradecimiento a los familiares situados en primera fila, la ceremonia del entierro, todo se utilizaba para reforzar la lealtad del grupo en esos rituales. Completándose con llamamientos para la movilización de voluntarios y para la coacción y el castigo a los desafectos.

La Guerra no habría tenido lugar si la Iglesia se hubiese plantado desde el primer momento. Lo tenía que haber hecho el Cardenal Gomá desde un principio y luego sus subalternos, pero se pusieron de lado de los golpistas contra un gobierno democrático.

Los dirigentes carlistas y falangistas, junto con el poder eclesiástico, crearon el clima social necesario gracias a un discurso permanente que hablaba de muertos por la patria, los nuestros; de funerales colectivos en cuanto había un muerto por el Movimiento Glorioso Nacional; de entrega de medallas a los mutilados que regresaban del frente y elevados a la categoría de héroes; de erección de monolitos, de monumentos, de cruces, de cambio de nombres de calles, de manifestaciones continuas por los motivos más nimios, de actos religiosos, misas y rosarios, de desagravios, de entronizaciones, de procesiones, de colectas y de recolección de cualquier cosa, de adhesiones a los líderes…

No hubo día en que no se celebrara una efeméride religiosa donde no apareciera este discurso, en el que los propios republicanos eran considerados rebeldes al Movimiento Glorioso por no adherirse a su causa y por tanto dignos de ser fusilados.

La única ocupación de los golpistas fue asesinar a quienes ya tenían previamente in mente. No hubo ninguna improvisación. Ya se sabía de antemano a quiénes se iba a asesinar. Tenían, además, todo el tiempo del mundo, pues no había frente de guerra. Se lo tomaron con calma y alevosía

Más que una guerra tradicional, hubo una guerra de exterminio, que, para colmo, se aprovechó de que no hubiese frente. Por eso, más que presentar estas circunstancias bélicas como atenuante de los crímenes perpetrados, habría que tenerlas como circunstancias agravantes. Porque se exterminó al otro en una situación desigual. No se asesinó en defensa propia como sucede en una guerra con dos frentes, sino que se mató por la espalda y a traición, con premeditación, nocturnidad y alevosía. Algo que suelen hacer los criminales y los asesinos. Así asesinaron a 3500 navarros.

Hoy se sabe que se saldó con más de 3.000 muertos. Al término de la guerra, el régimen franquista impuso el silencio sobre estos hechos que adquirieron en la opinión pública la consideración de tabú, mientras los escasos estudios realizados tendieron a minimizar su dimensión. Tras la instauración de la democracia, diversas investigaciones han conseguido reconstruir con detalle el fenómeno represivo gracias al impulso de las asociaciones de familiares de las víctimas. Este proceso culminó con la publicación de la extensa obra Navarra 1936. De la Esperanza al Terror que se fue ampliando a lo largo de los años hasta llegar a su última edición en 2008. Fruto del conocimiento de estos estudios se realizaron diversos homenajes, cuya manifestación más importante tuvo lugar en 2003 con una Declaración oficial del Parlamento de Navarra en favor del reconocimiento y reparación moral de todos los navarros fusilados.

Más de 3.400 víctimas mortales, de las cuales más de 3.000 fueron fusiladas o hechas desaparecer. Nosotros también contabilizamos otro tipo de muertes, aunque no sean por fusilamiento. Hubo prisión para los que sobrevivieron, campos de concentración, batallones disciplinarios, exilio, expulsiones de familias y, sobre todo, hambruna. Tanto en las cárceles de Tudela, Pamplona, Fuerte de san Cristóbal estuvieron presos una centena de socialistas, y en las Comendadoras en Madrid, Nicolás Jiménez, maestro, que en 1939 era Director General de Educación de Madrid, con el gobierno de Azaña.

En el campo de concentración de Mauthasen estuvo preso el maestro Carlos Alonso y en GURS Luis Martínez Joaquit (CNT); Cristóbal Adrián Murugarren (UGT); Casimiro Pérez Nanclares (Izquierda Republicana) y Santiago Velasco Marcilla (UGT).

Hubo multas, requisas, confiscaciones de bienes, casas, comercios, tiendas, estancos, bares, ganado, cosechas, joyas, enseres domésticos, haciéndolos pasar después como donativos voluntarios para la Cruzada. No sorprenderá, por tanto, ver en esas listas como voluntarios donantes a familias de republicanos asesinados. Pretendían librarse de una muerte o prisión segura.

Hubo cortes de pelo a mujeres, haciéndolas desfilar públicamente entre insultos, obligándoles ir a misa con la calva descubierta. Hubo bautizos de niños no bautizados durante la República, casados obligados a contraer matrimonio canónico, obligación de ir a misa y comulgar. Huérfanos hundidos en la miseria y obligados a rezar y cantar el Cara al Sol como condición para recibir el rancho en Auxilio Social. En cuanto, al cuadro representado por viudas y ancianos fue atroz.




Pasa el tiempo y el fuerte sigue ahí resistiendo los golpes y embistes
mientras los viandantes desconocen lo que sucedió e ignoran
la triste historia que guarda la fortaleza que mira al horizonte
ignorada por viajeros y paisanos, historias pasadas nunca olvidadas

Historias sangrientas con un final triste 
donde ya no hay lamentos y lágrimas que lloran
a aquellos que huyendo de su suerte escaparon hacia el monte
buscando la libertad y la dignidad que les fueron arrebatadas

Historias escondidas en el fondo de una botella
que cuentan lo que allí pasó, evitando que caigan en el olvido
historias pasadas, historias violentas que dejan su huella
en la memoria de aquellos que perdieron, del bando vencido

Historias bañadas en sangre que da nueva vida a la tierra
que los acoge recordándonos lo que pasó en la guerra 
semillas que florecen cada 22 de mayo con nuestros recuerdos y nuestra memoria
recordando lo allí acontecido, evitando que se olvide su historia





2 comentarios:

  1. gracias, muy interesante, recomiendo leer el libro Entre Rejas de Hedy Herrero

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