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lunes, 28 de julio de 2014

REINVINDICANDO A ROBESPIERRE Y SU LEGADO REPUBLICANO

Maximilien François Marie Isidore de Robespierre o mejor conocido simplemente como Maximilien de Robespierre fue uno de los más importantes líderes de la Revolución Francesa, y sin duda alguna el integrante más famoso de los jacobinos, la facción más radicalizada de los revolucionarios que tomaron como símbolo la guillotina y el terror. Su notoriedad como jurista desde muy joven, lo llevó a la política, resultando electo como diputado por el Tercer Estado (burguesía y plebe de la época) en los Estados Generales de 1789 previo a la Revolución. Tras el estallido de la Revolución, Robespierre fue encarrilándose en un inminente ascenso político, hasta alcanzar la presidencia de la Convención Nacional y transformarse en uno de los más poderosos líderes de la Revolución, a la par que irá radicalizando su postura.

Desgraciadamente, para muchos lectores y estudiosos, el legado de Robespierre se limita únicamente al Terror y la guillotina. Sin embargo, su labor social y republicana ha sido eclipsada por las cabezas y la sangre que derramó. ahora, más que nunca, es necesario reivindicar su legado social

Su historia y vida

Desde su entrada en el movimiento revolucionario se dedicó a defender la causa revolucionaria y la nueva república a capa y espada, sin importar cuan radicales fueran las medidas tomadas ni la cantidad de sangre derramada.

Defendió la concesión de los derechos políticos a todos los ciudadanos, el sufragio universal y directo, las libertades de prensa y reunión, la educación gratuita y obligatoria y la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte. Su fama de hombre íntegro y de costumbres austeras le ganó el favor de las gentes, que comenzaron a llamarlo el Incorruptible. Durante el período legislativo afirmó su ascendencia en el Club de los Jacobinos ,si bien su oposición a la guerra, por considerar que favorecía a la causa contrarrevolucionaria, lo enfrentó a los girondinos.

Fue un firme defensor de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, criticando las medidas girondinas que consideraba antisociales, como la diferenciación entre "ciudadano activo", es decir, aquel que tenía una determinada renta y podía participar en política y "ciudadano pasivo": para Robespierre, todos los ciudadanos, sin distinción eran iguales bajo los auspicios de la Revolución Francesa: fue un firma defensor del sufragio universal masculino y firme opositor al colonialismo francés "Perezcan vuestras colonias, si las conserváis a ese precio". Tal era su compromiso con el lema de la Revolución Francesa, que fue uno de los primeros revolucionarios del siglo XVIII que diferenció entre el liberalismo político (dotar de una serie de derechos y libertades al ciudadano para poder vivir en libertad) y el liberalismo económico ( el capitalismo): Robespierre defendía la democracia radical, la revocación de los cargos públicos por parte de los ciudadanos en caso de que hubiera un abuso de poder, y asimismo, exigió que la nueva República francesa debía dotar a los nuevos ciudadanos de una serie de derechos sociales como trabajo, pan... que les permitieran vivir dignamente en la nueva República Francesa.

Debido a sus fuertes tendencias de rectitud y moral (a las que muchos de sus contemporáneos no pudieron ajustarse) se le conoció como “El Incorruptible”. Sin embargo, la virtud fue la desgracia de Robespierre, ya que el régimen del terror que había instaurado se volvió en su contra después de la batalla de Fleurús, cuando dejó de existir la amenaza a la república y una coalición cansada de soportar su estricta moral y el régimen de terror impuesto, lo depusieron y finalmente lo mandaron a la guillotina.

"Invocamos formas porque no tenemos principios; presumimos de delicadeza porque nos falta energía; exhibimos una falsa humanidad porque el sentimiento de la verdadera humanidad nos es ajeno; reverenciamos la sombra de un rey porque no sabemos respetar al pueblo; somos tiernos con los opresores porque no tenemos compasión con los oprimidos."

Maximilien Robespierre, «Sobre el juicio al rey», discurso a la Convención del 3 de diciembre de 1792

Robespierre no disponía de ningún cargo burocrático, ni militar, ni policial, con la salva excepción de ser un convencional o parlamentario democráticamente elegido, y que muy tardíamente se incorporó al comité de salud pública, donde era considerado un “moderantista”. Recordemos también que el famoso organismo, tan denostado, era un comité del parlamento que, como tal, rendía cuentas cada mes ante la Convención, la cual revisaba su composición con esa misma periodicidad. Y que el comité era un tribunal judicial de excepción, pero no un órgano ejecutivo, ni un cuerpo de policía, instrumento que no existió hasta que lo inventaron los liberales (Napoleón).

Robespierre conseguía imponer su voluntad en la Convención porque era simple transmisor orgánico de la voluntad de la plebe organizada y movilizada; y por eso era tan odiado. Y que esta es la verdad que conoció siempre el movimiento demo-revolucionario del siglo XlX . Escribe Louis Blanc, defendiendo a Robespierre: “no es posible desempeñar un gran papel en la historia si no es a condición de ser lo que yo llamo un hombre representativo. La fuerza que los individuos poderosos poseen, no la extraen de sí mismos más que en muy pequeña parte: ellos la extraen sobre todo del medio que les rodea. Su vida no es sino un concentrado de la vida colectiva en el seno de la cual se encuentran sumergidos. El impulso que imprimen a la sociedad es poca cosa en el fondo comparado con el impulso que ellos reciben de la misma. (…) Al atacarlos o al defenderlos, lo que se ataca o defiende es la idea que se ha encarnado en ellos, es el conjunto de aspiraciones que ellos han representado”.

El legado de Robespierre

Basándome en el pensamiento de Robespierre, el lector podrá encontrar la principal diferencia entre un liberal y un republicano: para el liberal, la sociedad es un conjunto ficticio de cuerpos individuales donde no debe intervenir el Estado ya que supone una interferencia en el espacio privado del individuo. En definitiva, el estado debe limitarse únicamente a defender el derecho de la propiedad.

Sin embargo, el republicano defenderá la igualdad de los seres humanos, con un sistema electoral proporcional, donde cada persona es un voto, que tiene una serie de derechos y deberes, que debe participar en política a través de su voluntad sin ser coaccionado por el sistema económico; y dicha República garantizará una serie de servicios como la vivienda, la educación, la sanidad... para que el ser humano pueda vivir en libertad.

En Robespierre y los revolucionarios de la Montaña se encuentran los fundamentos del Estado democrático. El sufragio universal masculino y los principios de libertad, igualdad y fraternidad encontraron su expresión política en la constitución del año 1. Democratizar el proceso revolucionario suponía romper el corsé burgués y hacer partícipes de la nueva nación francesa a quienes, hasta entonces, tan solo habían sido carne de cañón en las barricadas y en la guerra. Los sans-culottes, el campesinado pobre, la mayoría social que sería llamada cuarto estado o clase trabajadora tenía que estar representada en el Estado surgido de la revolución. Por ello, Robespierre y el Comité de Salud Pública establecieron estructuras para la planificación de la economía y el reparto de la riqueza. Instituyeron la Ley del Máximo para fijar límites al precio de los productos básicos, un primer salario mínimo, los decretos de ventoso con los que repartir las tierras y propiedades de la nobleza que había huido del país.

Tuvo la capacidad visionaria de entender que, de la revolución de 1789, nacería una nueva mayoría social explotada. De ahí la revolución de 1792 y el Gobierno revolucionario del Comité de Salud Pública. Más adelante, los hijos intelectuales de Robespierre se diversificarían en distintas familias políticas. Estas se retroalimentarían mediante el debate y la discusión, colaborarían y lucharían juntas, impulsando organizaciones como la Internacional Obrera. Pero también estas familias se enfrentarían al grito de “¡traidores!” o “¡renegados!”

Su legado y enseñanza nos hermana en la construcción del Socialismo. Recordemos una cita de la obra "Pan duro y negro" de la bolchevique Elizaveta Drabkina, cuando en el año 1919, los comunistas moscovitas levantaban una estatua en honor a Maximilien.

 "..La burguesía ha tratado por todos los medios de minimizar la importancia de la Revolución Francesa y deshonrar a Maximilien Robespierre. A nadie odiaba tanto como a este honesto y fiel Revolucionario. El poder soviético erige un monumento a Robespierre, mientras que Francia carece de un monumento semejante. La burguesía ha calumniado a Robespierre de la misma forma que ahora difama a nuestros jefes. Robespierre sabía que solamente se puede organizar el nuevo régimen destruyendo todo lo viejo. Al ejercer el terror rojo, no era más que un ejecutor de la voluntad del pueblo, cuya ardiente ira expresaba. ¡¡¡Viva la Revolución Francesa pasada y futura!!!"


3 comentarios:

  1. En estos momentos de crisis democratica se hecha en falta en el mundo un ROBESPIERRE..........

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  2. No fue presidente de la Convencion Nacional

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