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viernes, 28 de marzo de 2014

NO PASARÁN. LA BATALLA DE MADRID

Hoy finalizó la Batalla por Madrid. 

La capital de la República resistió 870 días sitiada (2 años y medio!) soportando bombardeos indiscriminados y ausencia de víveres, hasta que finalmente cayó en 1939, ante las tropas del golpista general Francisco Franco y sus aliados alemanes e italianos.

En 1937, en plena contienda, Madrid se defendía del paso de los nacionales y en las calles de la ciudad se colgaban pancartas con frases de conocidas figuras, como Dolores Ibárruri y su "No pasarán", que vociferó a través de las ondas de la radio.

Para la historia, el cartel desplegado en el castizo arco de la calle Toledo de la Plaza Mayor, con una frase que ya es un icono para cualquier resistencia antifascista a nivel mundial.

Un 28 de marzo, en 1939, las tropas del general Francisco Franco entraron en Madrid después de dos años y medio de asedio de la ciudad. La caída de la capital tuvo lugar justo cuatro días antes de la derrota definitiva del bando republicano en la Guerra Civil. Durante el conflicto, Madrid estuvo situada en pleno frente de guerra, por lo que la ciudad sufrió a una destrucción muy severa, sobre todo en los barrios situados en la zona más occidental.

Un poco de historia

Madrid el día 6 de noviembre era una ciudad desahuciada. las tropas de franco habían llegado a Carabanchel alto y campamento. ante el inminente peligro; el gobierno republicano se trasladó a Valencia dejando al general Miaja como encargado de la constitución de una junta de defensa, ordenándole que resistiera hasta conseguir una concentración de fuerzas en el valle del Jarama que cortase las comunicaciones y aislase a las vanguardias del ejército franquista. durante la madrugada del día 7 de Noviembre, el general Miaja y Vicente Rojo, a quién había nombrado jefe del Estado mayor de la Defensa, inician una vertiginosa carrera para la localización de los recursos humanos y materiales existentes y la organización de la defensa.

Desde el 6 de noviembre de 1936 empezó la esperada ofensiva sobre Madrid del general Varela , lo que provocó la tan discutida marcha del gobierno a Valencia y la constitución de una Junta de Defensa , que dirigió los destinos de la capital hasta  finales del siguiente mes de abril , con José Miaja , como encargado de ésta , y el teniente coronel Vicente Rojo  como jefe del Estado Mayor de la defensa de la capital . El día 9 de aquel mes ,después de avanzar las tropas sublevadas por la Casa de Campo y Carabanchel , fueron detenidas en la China , Orcasitas y Entrevías , por unidades que mandaba Líster , encargadas de la zona de Villaverde  y Entrevías , que , según P. Montoliú ( 2000 : 203 ) , llegaron a defender casa por casa , y donde " ante la eventualidad de que los milicianos no lograran frenar el avance , se aconsejó a las mujeres de estos barrios que pusieran agua a hervir por si había que lanzarla por las ventanas ".

La ciudad vive una intensa actividad propagandística por parte de partidos y sindicatos, que propugnan la resistencia de la ciudad. En la madrugada del día 7 el general Miaja y Vicente Rojo posicionan las tropas y dictan las primeras órdenes para defender la ciudad. Rojo supone que el ataque principal será por el sector comprendido entre los puentes de Segovia y Toledo: Las Brigadas Mixtas recién creadas, consideradas como fuerza de choque, serían colocadas en los lugares más sensibles.

En la zona de Usera se destruye una tanqueta de las tropas franquistas y al examinar el interior, entre las ropas de un oficial muerto, se encuentran unos documentos que son considerados de gran importancia por el teniente coronel Manuel Trucharte: era un copia de las órdenes de Varela para el ataque a Madrid.

Fijadas las cualidades de las fuerzas que iban a atacar la plaza y las posibilidades de todo tipo que en ellas concurrían, sólo nos resta sintetizar su orden de batalla, que era el siguiente:
Jefe: General don José Varela.
Tropas de primer escalón:
  • Ala izquierda: Columna 1. Tte. Coronel Asensio (la misión de la esta columna sería ocupar los edificios comprendidos por el Paseo de Moret, paseo de Rosales, calle del Marqués de Urquijo y calle de la Princesa para la base de partida del ataque a Madrid entrando por la Casa de Campo y el parque del Oeste ocupando la Cárcel Modelo y el cuartel de don Juan)
  • Columna 4. Tte. Coronel Castejón 
  • Columna 3. Tte. Coronel Barrón ( la misión de esta columna sería ocupar las calles de Marques de Urquijo, paseo de Rosales, Calle Ferraz, plaza de España y calle princesa trasladándose al aeródromo de Cuatro vientos, entrando por la Casa de Campo)
  • Ala derecha: Columna 2. Tte. Coronel Delgado Columna 5. Tte. Coronel Tella
Estas cinco columnas ofrecían una composición similar, a base de tres unidades de choque cada una (fuerzas moras o del Tercio), una batería de 75 o 105 y una compañía de Zapadores. Estaban a las órdenes del coronel Yagüe, jefe del Tercio de Extranjeros.

Tropas de segundo escalón:
  • Columna 6. Comandante Alonso.
  • Columna 7. Teniente coronel Bartomeu.
Tenían igual composición que las columnas de primer escalón.

Tropas de tercer escalón:

De composición más variada y con mayor dotación de Artillería y de unidades de base política: Falange y Requeté. Sus unidades se hallaban dislocadas en forma dispersa, cubriendo puntos sensibles de la retaguardia y en las líneas del Jarama y del Tajo. Con ellas se formarían dos nuevas columnas, las 8 y 9.

Tropas no encuadradas en las Columnas:
  • Columna de Caballería. Teniente coronel Monasterio. Disponía de escuadrones de
  • sables, 2 de armas de acompañamiento y una batería.
  • 2 Tabores de Regulares.
  • 16 Baterías de artillería 65, 105 y 155.
  • Compañías de carros de combate (1 de ligeros y 2 de pesados).
  • 2 Compañías de Zapadores.
  • Varias baterías de morteros de 81, ametralladoras antiaéreas, Mehaznias,
  • compañías de marinería y fuerza de la GC. Aviación de caza y bombardeo
  • (efectivos desconocidos).
  • Servicios diversos.
Podrían concurrir a la maniobra, además de las fuerzas citadas, las unidades que se estaban organizando en Toledo y Talavera y reservas o unidades encuadradas en el frente de la serranía.

Las columnas del norte y el oeste, fueron detenidas en Somosierra y el Puerto del León por las milicias y las pocas unidades militares fieles. Por el suroeste el rápido y sangriento avance a través de Extremadura y el valle del Tajo, podía haber llegado a las puertas de Madrid a finales del verano de 1936, pero Franco decidió desviarse hacia Toledo en una acción propagandística de “liberar” el Alcázar asediado. 

Las columnas de Varela y Yagüe llegaron a los pueblos más próximos a la capital y al extrarradio (Villaverde, Carabanchel, Cerro de los Ángeles…) Y ahí es cuando el Gobierno de Largo Caballero se marcha de Madrid, porque no creían que la ciudad pudiese aguantase la embestida.

Pero antes, en la misma mañana del 19 de julio, el general Joaquín Fanjul logró entrar con sus tropas en el Cuartel de la Montaña, por la zona de Príncipe Pío. Los republicanos situaron dos cañones en la calle de Ferraz y la Gran Vía y cientos de soldados y milicianos contraatacaron el 20 de julio. Así, la primera escaramuza de la Guerra Civil en suelo capitalino fue abortada, lo mismo que otros asaltos franquistas a otros cuarteles madrileños durante esos días, lo cual liquidó por el momento la intentona golpista en la ciudad.
Toma del cuartel de la Montaña

La reacción popular bajo la consigna del “No pasarán”, que popularizó la dirigente comunista Dolores Ibárruri, organizó la resistencia con la ayuda de los pocos militares de carrera que eran fieles a la República, destacando Miaja y Rojo. Se producirá un alistamiento en masa de los obreros y jóvenes de los partidos y sindicatos, se constituye el 5º Regimiento en Francos Rodríguez... La única experiencia militar que unos pocos tenían era el asalto al Cuartel de la Montaña en los primeros días de la sublevación. La mayoría no sabían nada de guerra y tuvieron que hacerla a vida o muerte.

El río Manzanares se anteponía a su pretendida entrada en la Capital en prácticamente todo su recorrido urbano, desde un poco antes de los límites con el monte del Pardo, por el norte, hasta los de Villaverde y Vallecas por el sur. Desde el Puente de San Fernando, entre las carreteras del Pardo y de La Coruña, hasta aguas abajo del Puente de la Princesa de Asturias o de Andalucía, por la que se salía y entraba a la ciudad por la carretera de Cádiz.

El rio Manzanares y los puentes que lo cruzan se convertirían en protagonistas destacados no solo de os combates durante el asalto frontal a Madrid en noviembre de 1936, así como a lo largo de todo el asedio que sufrió la capital hasta el final de la guerra. Sus orillas serían escenario de encarnizados combates y algunos puntos como el Puente de los Franceses o la Pasarela de la Muerte pasarían a formar parte de la leyenda de la guerra en Madrid.

Puente de los Franceses


De este modo, en las semanas siguientes el caos y una indudable euforia se apoderaron de Madrid, euforia que no era sino pánico para otros: comenzaron las incautaciones de edificios, los registros de domicilios y los paseos, eufemismo que escondía el asesinato impune e incontrolado tanto de facciosos como de simples religiosos, conservadores y supuestos desafectos a la República. En las calles, el ambiente era de revuelta radical y, mientras los anarquistas y miles de trabajadores llamaban a la lucha armada, los medios de producción y el poder político pasaron, de facto, a manos de las organizaciones obreras.

En pocos días , el ejército republicano abrió un nuevo frente en el sur de Madrid, en las proximidades del Jarama , sin buenos resultados, pero fue el 6 de febrero cuando las tropas sublevadas, no logrando el objetivo de cerrar la ciudad por el norte  , la intentaron incomunicar con Levante , para lo que iniciaron la batalla del Jarama , que narraremos brevemente con el fin de que puedan reducirse los graves daños que causó en Vallecas , sobre todo tomando en consideración que ambos contendientes utilizaron de forma determinante la aviación , llegando a participar 122 aviones , según  P. Montoliú. autor que describe del siguiente modo el teatro de operaciones :

Rojo reestructuró las unidades y concentró al sur de Madrid dos brigadas mixtas , mandadas por el Campesino y Líster y distintos batallones de las brigadas internacionales 11 , 12 y 14 , a las que se añadió la 15 brigada internacional que entraba en combate por primera vez .También fue trasladada a la zona la mitad de la artillería que existía en Madrid . La contraofensiva republicana se inició el 17 de febrero  .

Las tropas republicanas partieron de Vallecas, cruzaron el Manzanares y atacaron la Marañosa ; a continuación , se luchó en la zona comprendida entre Rivas - Vaciamadrid y Arganda y en el paraje conocido  como el Pingarrón , consiguiendo hacer retroceder a las tropas de Franco , si bien cuando se interrumpieron los combates el 28 de febrero , los soldados del general Orgaz  habían conseguido adelantar la línea del frente unos 20 kilómetros aunque no cortar la carretera de Valencia 
( 2000 : 212 ).

No pudiendo penetrar por esa vía a Madrid, las tropas franquistas intentaron hacerlo por Guadalajara  en el mes de marzo , pero tampoco esta operación surtió efecto , por lo que las líneas del frente de Madrid quedaron estabilizadas  tomando protagonismo las operaciones en el norte de la península.
En julio de1937 se inicia la batalla de Brunete  , bajo el mando de Miaja , con la dirección de Modesto y las divisiones de Líster  y El Campesino  la 11 Brigada Internacional y el 18°. cuerpo del ejército, que dirigía el coronel Jurado.

Del 7 al 23 de noviembre, fueron 16 días terribles los que duró la batalla de Madrid. Hubo muchos muertos en el frente de la casa de Campo, Usera, el Puente de los Franceses, Moncloa y la Ciudad Universitaria. También en los bombardeos sobre la población civil que inauguró el ejército franquista. Pero se produjo el milagro: Madrid resistió. Aquello sí que fue empoderamiento popular: las masas llegaron a hacer suya la razón de la esperanza.


La Quinta Columna

Así como al hacer la valoración de los medios propios juzgamos necesario decir algo del Estado Mayor y de la Junta de Defensa, ahora, en este análisis del factor adversario, nos sentimos obligados a considerar un elemento nuevo que aparece por vez primera en la historia militar, condicionando la situación de manera premeditada y organizada. Tal es la Quinta Columna.

En todas las guerras hubo quintas columnas; pero su incorporación al arte de combatir como factor integrante de la maniobra y de acción encuadrada en los planes es realmente una innovación que aporta a la belicología la Guerra de España. Forman la Quinta Columna los elementos que, encubiertos en el campo adversario, se mantienen positivamente organizados para participar de manera activa en la lucha, en condiciones de tiempo y espacio previstas, tan pronto como suene la hora de la decisión, tanto en las acciones que la preceden como en la rápida explotación del éxito, cuando éste se alcance.

Actúa esencialmente en el interior del campo enemigo y principalmente en su retaguardia, de tal modo que se desarticulen la organización, las posibilidades materiales de lucha y el manejo de los medios, se interfieran las comunicaciones, se desgaste o abata la moral, se reduzca la potencialidad y todo, en fin, quede desbaratado de una manera acorde con las tropas operantes para hacer más fácil, voluminosa, rápida y decisiva la derrota. Realmente es una columna operativa con fuerza y poder para actuar por la espalda sobre las tropas organizadas que mantienen noblemente la lucha en el frente.

No se trata de simples espías o saboteadores, de agentes desmoralizadores, ni de meros agitadores, sino de una malla fuertemente tejida, que se tiende sobre todas las actividades en las cuales se pueda restringir o anular la capacidad de acción, el poderío de las columnas combatientes o el de los comandos.

Esa Quinta Columna, que ya estaba montada en Madrid desde antes del comienzo de la guerra, según han revelado sus propios componentes, había fracasado al iniciarse el conflicto y durante los cuatro primeros meses de actividad bélica; pero ahora, cuando se trataba del asalto a Madrid, podía entrar en juego de manera decisiva, haciendo imposible que el Gobierno lograra lo que aún podía conseguir: la conservación de la capital.

Pues bien, en el caso de la defensa de Madrid, el peligro de la Quinta Columna resultaba patente, y no porque lo hubieran descubierto los defensores, sino porque el adversario lo había hecho público desde el comienzo de la guerra, a través de su prensa y propaganda; manifiesto y grave error, que provocó represalias sobre los sospechosos de pertenecer a ella.

En lo que se refiere a la batalla de Madrid, los indicios de que dicha columna estaba alerta se manifestaron el mismo atardecer del 6 de noviembre; pero su actividad quedó rápida y automáticamente cortada, por iniciativa de las tropas de Milicias que permanecían en los cuarteles de la capital. Después, durante la batalla, en razón del curso favorable que tuvo para los defensores, la actuación de la Quinta Columna careció de eficacia operativa, aunque supo mostrarse muy activa en algunos períodos, tratando de provocar la desmoralización y las deserciones entre los combatientes, así como desarrollando actividades informativas al servicio de las tropas atacantes.

De la existencia y presencia de la Quinta Columna tuvo el Comando de la Defensa información abundante y constante. Se reveló también a través de innumerables hechos de los que se hablará oportunamente, entre los que destacan el incidente de la Embajada de Finlandia y la explosión en la estación Diego de León del metropolitano.

Era notorio que potencialmente y aunque no estuvieran encasilladas, pertenecían a ellas muchas gentes de las derechas políticas y sociales residentes en Madrid; mas no por esto fueron objeto de represalias. Algunos fueron denunciados con fundamento, o por simples sospechas; los organismos de control los fichaban como «desafectos» y las fuerzas de orden público los vigilaban.

Otros permanecieron encarcelados durante la guerra o gran parte de ella sin más consecuencias; algunos, más hábiles, podían circular y actuar libremente con documentación que lograban a través de los amigos que ignoraban aquella circunstancia, o que aviesamente les facilitaban los propios quintacolumnistas incrustados en organismos militares y civiles, centros políticos de izquierdas, sindicatos, industrias, etc.; constituían una verdadera plaga que habría de salir a la superficie en los momentos de crisis.

Madrid bombardeado

Desde la finalización de la I Guerra Mundial hasta el comienzo de la Guerra Civil Española, algo menos de 20 años, la aviación militar experimentaría un extraordinario desarrollo, no solamente en la calidad y potencia destructiva de los nuevos aparatos y armas, también se desarrollarían nuevas tácticas y estrategias aprovechando el extraordinario potencial que la aviación ofrecía. Entre estas nuevas posibilidades, la aviación ahora permitía castigar la retaguardia enemiga y objetivos civiles, y de esta forma debilitar la capacidad de resistencia de la población civil quebrando su moral. En noviembre de 1936 la ciudad de Madrid sería bombardeada de manera continuada por aparatos de la Legión Cóndor y de la Aviación Legionaria Italiana, convirtiéndose así en la primera gran ciudad del mundo, donde la moderna aviación pondría en práctica estos perversos métodos, antesala de los que se producirían en la II Guerra Mundial.

Los bombardeos aéreos, combinados con los de la artillería, continuarían durante toda la guerra. Las consecuencias serían trágicas para la población civil, produciéndose centenares de muertos y un número aún más elevado de heridos. Los daños materiales serían muy cuantiosos, resultando afectadas más de 3500 fincas solamente entre los años 1937 y 1938, quedando centenares de ellas completamente destruidas. En algunos distritos, como el de Palacio donde se incluía el barrio de Argüelles, las fincas afectadas superarían el 75% del total.

Madrid bombardeado
La carretera de la Coruña

Tras el fracaso del ataque frontal a Madrid en el mes de noviembre de 1936, se sucederán una serie de combates entorno a la ciudad y más concretamente al noroeste de la misma, con la idea de cortar la carretera de La Coruña y así ampliar la base de partida para un nuevo intento de tomar la capital de la República.

El ejército sublevado había quedado rodeando la ciudad desde Villaverde y Carabanchel, pasando por la Casa de Campo y llegando hasta la ocupación de parte de la Ciudad Universitaria, retirándose sus posiciones hasta los pueblos de Villaviciosa de Odón y Brunete, conformando un primer frente que en apenas unos días y hasta el mes de enero de 1937 iría modificándose hasta su posterior establecimiento.

Entre los días 29 de noviembre y primeros del mes de diciembre comenzará el operativo para rectificar el flanco izquierdo de los atacantes con el intento de aliviar las posiciones en Ciudad Universitaria y Casa de Campo, así como alcanzar la carretera de La Coruña a la altura de la Cuesta de Las Perdices. No alcanzando los objetivos principales y apenas modificado el frente, salvo una pequeña aproximación en el sector de Pozuelo, se intentará de nuevo a mediados de diciembre de ese mismo año con un plan más ambicioso que ampliaba la zona de ataque e incrementaba notablemente las fuerzas implicadas en el mismo. El resultado no fue el deseado al no conseguir, como estaba previsto, alcanzar la Carretera de La Coruña y tan solo ocupar las poblaciones de Boadilla del Monte y Villanueva de la Cañada. Será al tercer intento y sobre el mismo terreno que el ataque anterior y reforzadas las tropas se partirá de lo últimos pueblos conquistados con la idea de ocupar los pueblos de Majadahonda, Villanueva del Pardillo, Las Rozas, Pozuelo y Aravaca, consiguiendo así el corte de la ansiada Carretera de La Coruña.

El 14 de diciembre se inicia el avance franquista, comienza así lo que se ha denominado la Batalla de la Niebla, por estar ésta muy presente a lo largo de los combates. Las tropas de Varela, tras jornadas de furiosos ataques y contraataques, conseguirán asegurar las conquistas de Boadilla del Monte y Villanueva de la Cañada, de donde ya no serán capaces de pasar. Era el 23 de diciembre de 1936 y el segundo intento de cortar la Carretera de La Coruña había fracasado nuevamente.

Los combatientes republicanos iban ofreciendo cada vez una resistencia más fuerte y organizada, perdían terreno, pero a cambio de infligir muchas bajas a los atacantes, defendiendo correosa y obstinadamente las posiciones y contraatacando con decisión cuando tenían ocasión. Por su parte, las fuerzas franquistas habían fracasado dos veces en sus objetivos, pero no estaban dispuestas a renunciar. Eran tropas muy fogueadas, con una gran experiencia de combate y, a pesar de las muchas bajas sufridas, sobradas de decisión y coraje. Ambos bandos, conscientes de lo mucho que se estaban jugando en el noroeste madrileño, habían ido incrementando sus fuerzas, consolidando, dentro de sus posibilidades, sus respectivos frentes.

Las operaciones comenzaron el día 3 de enero de 1937 y se desarrollarán hasta el día 8 del mismo mes, en que se ocupan los cerros del Águila y La Ermita, la Cuesta de Las Perdices y la Colonia de Valdemarín, protagonistas de esta nueva Ruta de Madrid en Guerra.

El 3 de enero los franquistas rompen nuevamente el frente. Conquistan Villafranca del Castillo, Majadahonda, Las Rozas, el Plantío y avanzan sobre Madrid por la Carretera de La Coruña para enlazar con las tropas que atacan Pozuelo y Aravaca, pueblos que serán ocupados los días 7 y 8 de enero respectivamente. El día 9, con la conquista de la Cuesta de las Perdices y el Cerro del Águila, la ofensiva franquista se detiene. Los contraataques republicanos de los días siguientes, a pesar de algunos éxitos puntuales, no lograran expulsar al enemigo de sus posiciones conquistadas y finalmente, el 16 de enero de 1937, la Batalla de La Carretera de La Coruña llega a su fin.

El corte de la Carretera de La Coruña constituía un objetivo primordial para los franquistas, por ello, a principios de enero de 1937 volverían a intentarlo. Entre ellos, posiblemente alguno pensaría en el clásico dicho: “a la tercera va la vencida”. Para ello concentrarían la fuerza más grande empleada hasta aquél momento: la División Reforzada de Madrid, unos 25.000 hombres, apoyados por una importante masa artillera y aviación al mando del general Orgaz, a la que se sumaban los efectivos de la Legión Cóndor alemana. Frente a esta fuerza los republicanos tenían desplegadas en el terreno a la 8ª y 5ª División, fruto de los esfuerzos del mando de la defensa de Madrid por militarizar a las milicias y dotarse de un ejército profesional, pero cuya organización no se había finalizado por completo, contando por ello con numerosas carencias.

Las tropas franquistas habían logrado avanzar unos 20 kilómetros, conquistando media docena de pueblos y alcanzando la ansiada carretera de La Coruña, ocupándola desde Las Rozas hasta la Cuesta de las Perdices. De esta manera lograban asegurar su flanco izquierdo. Los republicanos, una vez más, habían salvado la capital y, aunque la carretera había sido cortada, quedaba garantizada la comunicación con las guarniciones y los suministros de la sierra por las carreteras secundarias que atravesaban el Monte de El Pardo. La batalla, que había durado cerca de un mes y medio, había supuesto un increíble desgaste para ambos bandos. El número de bajas, como siempre, resulta problemático. Algunos autores hablan de varios miles, entre los muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros de ambos bandos. Sea o no exagerada esta cifra, no cabe duda de que fueron muchos cientos los que cayeron para siempre en aquellas jornadas de frío, niebla, furia y fuego.

Casa de Campo

El día 8 de noviembre se realizó un intenso bombardeo de la orilla izquierda del río Manzanares, entre el puente de san Fernando y el puente de la Princesa. La resistencia de los republicanos impiden a las columnas de Asensio y Barotomeu avanzar, aun así han tomado la mayoría de los puntos estratégicos del parque: Casa Quemada, el Cerro de Garabitas, Cerro de las Canteras y Cerro del Cementerio.

La Casa de Campo donde sufrió más fue en su patrimonio monumental, destruyéndose edificios tan emblemáticos como la Iglesia de la Torrecilla, la propia Torrecilla, la Casa de Labor, el Cementerio, la Casa de Vacas, el Cuartel de la Guardia Civil de Rodajos, las instalaciones del Hipódromo y Tiro Pichón y las casas en general que ocupaban los guardas y porteros que de alguna manera quedaron afectadas y después de la guerra reutilizaron el material que quedaba de ellas.

En el conocido como Vértice Paquillo, antes de pasar propiamente hoy a la Casa de Campo desde el Batán pues están en la zona de parque al otro lado de las vías del tren, encontramos los restos de dos bunkers. También veremos restos de edificaciones militares en las proximidades del puente de La Culebra. En el cerro Garabitas, en torno a la zona actualmente ocupada por la torre de vigilancia forestal, podemos apreciar lo que fueron líneas de trinchera:  Este cerro fue elegido por el bando nacional durante la Guerra Civil para bombardear Madrid entre los años 1936 al 1939.

Los dos cerros que forman el Cerro de Garabitas sirven de división a los cuarteles los Pinos, Torrecilla y Cobatillas. Su nombre está ligado en el imaginario popular a la Guerra Civil de 1936-39 al convertirse en un lugar privilegiado de observación y ataque con artillería, tanto de la Casa de Campo como de Madrid por parte de las tropas sublevadas. En sus laderas aún permanecen los surcos de las trincheras y edificaciones donde es muy normal encontrar restos de munición.

Cerro Garabitas

El Batallón Dabrowski, integrado por voluntarios polacos, se situó en la zona de Villaverde junto con el Quinto Regimiento, al mando de Enrique Líster; otros batallones se repartieron por toda la Casa de Campo. Los republicanos frenaron así a los franquistas, y los pocos legionarios que lograron cruzar el puente de los Franceses y el de Toledo serían asimismo repelidos por la Brigada Mixta comandada por los oficiales republicanos José María Galán y Carlos Romero. Al mismo tiempo, el Partido Comunista y sus asesores soviéticos recorrieron la capital arengando a la ciudadanía, para que nadie tirase la toalla en una hora tan crítica para la República. Al día siguiente, el 9 de noviembre, los soldados de Varela intentaron una segunda incursión por el barrio de Carabanchel, pero fue nuevamente en vano.

Parque del Oeste

El Parque del Oeste cuenta con apenas cien años de historia, siendo uno de los más bellos y singulares de Madrid. Seguramente la mayoría de las personas que pasean por él desconozcan que durante la Guerra Civil el parque se convertiría en primera línea de frente de batalla, quedando dividido en dos zonas, estando las trincheras y las alambradas de ambos contendientes separadas en algunos lugares por escasos metros.

Este ahora plácido lugar sería escenario de intensos y sangrientos combates durante la Batalla de Madrid en noviembre de 1936, siendo uno de los lugares elegidos por las fuerzas del general Franco para realizar su ataque frontal sobre la capital. Por este parque habrían de subir alguna de las unidades que posteriormente tendrían que avanzar por las calles del barrio de Argüelles hacia el centro de la ciudad. La tenaz resistencia de los defensores de Madrid hizo fracasar este ataque, pero no impidió que los atacantes ocuparan diversas zonas del parque, donde permanecerían hasta el final de la contienda, registrándose durante ese largo periodo numerosos combates y golpes de mano que pretendían desalojar de sus posiciones al contario, o bien consolidar las propias. Tras tres semanas de lucha los asaltantes no conseguirían su objetivo, pero si conseguirían ocupar parte de la Ciudad Universitaria, así como del Parque del Oeste. Tras el intento fallido de asalto de noviembre del 36 el parque quedaría repartido entre ambos contendientes, continuando los combates y escaramuzas, con mayor o menor intensidad, durante prácticamente todo el transcurso de la guerra, lo que acabaría convirtiendo este apacible lugar en un auténtico campo lunar como atestiguan las imágenes tomadas tras la contienda. La gran mayoría de monumentos y otras construcciones, salvo puntuales excepciones, quedarían destruidos durante la guerra, y sus ruinas serían demolidas tras la contienda. Curiosamente algún monumento sobreviviría a la guerra, pero no así al nuevo régimen que ordenaría destruirlo. El parque sería nuevamente replantado, y nuevos monumentos ocuparían el lugar de los desaparecidos.

Fortines en el parque del Oeste

20 de abril de 1938. En el Parque del Oeste, a las 2:30 de la madrugada, se lanzan al ataque tropas de la 40ª BM, tras una intensa preparación artillera y la voladura de tres minas en el parque (con un total de 15 toneladas de carga) y otras tres en el Instituto de Higiene y el Asilo de Santa Cristina. 
La defensa corre a cargo del capitán Antonio Vaquero Santos, jefe de la 1ª Cía. del VI Tabor de Alhucemas, y sus subordinados el teniente de Infantería Emilio González Herrero y el alférez Juan Martín Vallejo. 

El primero reúne los pocos hombres de su sección que no quedaron completamente sepultados y logra repeler la primera oleada de asaltantes. Morirá pocos minutos después en la voladura de otra mina. 
Algunos soldados combaten semienterrados, como José Varela Sánchez, que se negó a ser asistido hasta finalizar los combates. 

Vallejo, herido por una de estas explosiones, logra reunir 10 hombres, algunos sin fusiles, y rechazan hasta tres empujes enemigos en un intenso combate cuerpo a cuerpo, llegando a avanzar a las trincheras enemigas, e incluso alcanzar el monumento a los Héroes Coloniales, hasta que se le ordena retirarse por la imposibilidad de mantener la posición. 

El contraataque se realizó con ayuda de ingenieros y artilleros, que repararon las comunicaciones tras haber cruzado la pasarela de muerte de día, bajo fuego enemigo. 

Las bajas ascendieron a 39 muertos, 42 desaparecidos (se supone que sepultados) y 91 heridos. 
Por estas acciones se concedió la Medalla Militar individual al Alférez Emilio González Herrero (a título póstumo) y al Alférez Juan Martín Vallejo. A la 1ª Compañía del VI Tabor de Regulares de Alhucemas nº 5 se le otorgó la Laureada colectiva, y al capitán Antonio Vaquero Santos, la Laureada individual.

Ciudad Universitaria

Las tropas insurgentes llegaron a los barrios del sur de Madrid en noviembre y desde entonces comenzó el asedio de la capital que duró hasta el final de la guerra y que situó su frente estable en la Ciudad Universitaria.

La lucha se concentró primero en la Casa de Campo, luego en la Universitaria y contó con la llegada a la Facultad de Filosofía y Letras de la XI Brigada Internacional, al mando de Kléber, que preparó allí su cuartel general. Los enfrentamientos fueron cada vez más potentes y las tropas moras llegaron a la Escuela de Arquitectura. Poco a poco se consolidó esa posición que permitió a los atacantes avanzar hacia el Asilo de Santa Cristina, la Casa de Velázquez y la Escuela de Agrónomos. Desde allí, alcanzaron el Clínico.  La previsión era inaugurar el Hospital Clínico en el mes de octubre de 1936, coincidiendo con el primer centenario del traslado de la Universidad Complutense de Alcalá a Madrid.

En abril de 1936 el Clínico estaba prácticamente concluido, pero el estallido de la Guerra Civil convirtió el edificio en un frente de guerra en el mes de septiembre, cuando los dos bandos se enfrentaron en el límite noroeste de Madrid.  La batalla duró desde el 15 hasta el 23 de noviembre de 1936, tras varios intentos fallidos de cruzar el Manzanares. Los edificios del campus se disputaron entre ambos bandos causando numerosos desperfectos en las facultades y en sus bibliotecas. El Hospital Clínico San Carlos quedó prácticamente destruido por la crueldad de la batalla, los soldados iban matando planta por planta y habitación por habitación, lo que propició muchísimas bajas.

El día 15, los anarquistas que dirigía el mítico Buenaventura Durruti entraron en combate, pero se encontraron con el fuego cruzado de las ametralladoras marroquíes. Su escasa preparación les hizo vacilar y retroceder, un fracaso que enfureció a su líder, que los obligó a contraatacar apenas unas horas después, esta vez con mayor coraje y éxito. Entretanto, la columna del franquista Asensio consiguió llegar al Manzanares sin hallar oposición ni resistencia, y el 16 de noviembre se corrió la voz de que los “moros” ya estaban en la Ciudad Universitaria. Ese día y el siguiente, milicianos y tropas rebeldes lucharon cuerpo a cuerpo para tratar de ocupar las plantas del Hospital Clínico. Junto a los brigadistas y los anarquistas, también combatieron muchos simples ciudadanos de todo oficio y condición, armados para la excepcional circunstancia.

El día 17 de noviembre se produjo el segundo momento decisivo del avance de las tropas atacantes. A primera hora de la mañana la aviación atacante castiga la zona de paseo de Rosales, Moret y las dos orillas del Manzanares. La columna de Asensio, desde la Escuela de Agrónomos, tomó el Asilo de Santa Cristina y atacó por primera vez el Hospital Clínico, edificio en cuyo interior se luchó de forma encarnizada.

El 16 de noviembre, y después de tomar la Casa de Velázquez, la columna del general nacional Asensio Cabanillas toma la Escuela de Ingenieros Agrónomos, y posteriormente se adentra en la Facultad de Filosofía y Letras, importante punto de control por poseer una de las más grandes bibliotecas de España en aquel tiempo. Sin embargo, la XI Brigada Internacional no iba a permitir esto, y combatió a los sublevados en el interior del edificio. Los libros fueron absolutos protagonistas en esta fase de la batalla, pues muchas estanterías fueron utilizadas como parapetos, pudiéndose ver hoy en día las marcas de balas en algunos ejemplares. Desatada a lo largo de las cinco plantas de la Facultad, la batalla por la conquista de este punto de control se saldó con una victoria republicana, quedando instaurado el cuartel general de la XI Brigada. Los nacionales, al mando de Asensio, no se rindieron, y alargaron la batalla en el edificio durante varios días más. Las aspilleras, hechas con libros, fueron un factor bélico determinante para la defensa de este sector por parte del bando republicano. La guerra continuaría por otras Facultades, siendo Filosofía un fuerte punto de resistencia para los gubernamentales.

Con los bombardeos de las últimas fases del conflicto, el Ejército Popular de la República, además de Emilio Kléber y su XI Brigada Internacional, resistieron atrincherados antes del derrumbamiento total de los frentes, en marzo-abril de 1939. Moncloa, y las Facultades de Medicina y Filosofía, fueron los últimos reductos del ejército republicano, antes de verse superados por el empuje de los sublevados.

Tras la Guerra Civil, el 40% de la estructura del edificio fue destruida, conservándose el salón de actos y los módulos aledaños. Así, se pudo proceder a la reconstrucción de la Facultad de Filosofía y Letras. 
Trincheras republicanas en Ciudad Universitaria (1937) 


Tetuán

Tetuán, barrio obrero de Madrid, de traperos, comerciantes; cobijo de aquellos que partieron a la Guerra de África en 1860, del que hace honor su nombre, aunque no llegara a hacerlo su deseada entrada a la capital. De los que lucharon por España en la Guerra Civil (1936-1939), aquellos que ponían la mano en el fuego y se quemaban, pero aguantaban, hacinados en 30 metros cuadrados. Y mismo cobijo para los que vienen, ahora, con propósito de echar raíces. Barrio de culturas.

El cine pasó a ser también sede para la celebración de mítines políticos de cualquier signo, lo que de vez en cuando originaba alguna trifulca en las inmediaciones. Por el Europa pasarían intelectuales como Unamuno, pero sobre todo políticos, como La Pasionaria, Santiago Carrillo, Francisco Largo Caballero o José Antonio Primo de Rivera, que expusieron desde aquel escenario encendidos discursos, que dan cuenta del convulso momento que vivía la República.

Especialmente significativo fue para la Falange, ya que fue éste el escenario de un importante discurso de su líder el 2 de febrero de 1936. Aquel fue el día en que se cantó por primera vez el “Cara al sol”, ante un aforo “completamente lleno” en un acto que se simultaneó con otro en el Cine Padilla, donde comenzó el propio José Antonio, antes de trasladarse a Bravo Murillo: “Si después del escrutinio trataran los enemigos de España de asaltar el poder, Falange, sin fanfarronadas pero sin desmayo, estaría en su puesto, como ayer, como siempre”, clamó desde las tablas.

Poco antes, en 1934, el socialista Francisco Largo Caballero ya había hecho en el Europa un llamamiento a la revolución, y meses antes del inicio de la contienda volvió a insistir sobre el mismo escenario: “La transformación del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas (…) estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”.

Al comienzo de la Guerra Civil, el Cine Europa fue inmediatamente incautado por milicianos anarquistas, y convertido en Ateneo Libertario de Tetuán y cuartel de las milicias confederales. En sus sótanos se instaló una de las checas más temidas de la capital, organizada para controlar la represión contra los sublevados, y a su mando se colocó el pistolero anarquista Felipe Emilio Sandoval Cabrerizo, “el doctor Muñiz”, a quien se atribuye la matanza de la Cárcel Modelo. Curiosamente, uno de los últimos asesinatos de Sandoval fue el del bibliotecario de Chamberí y afiliado a la CNT, Florián Ruiz Egea, acusado de quintacolumnista. En la actualidad, Ruiz Egea da nombre a la Biblioteca Pública ubicada en Raimundo Fernández Villaverde.

Cine Europa


Después del asalto y la toma del Cuartel de la Montaña, en los días siguientes al 18 de julio de 1936, los integrantes de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) de Cuatro Caminos requisan el Convento y Colegio Salesiano de la calle Francos Rodríguez nº 5, del que habían huido los religiosos salesianos temerosos por sus vidas, ante las iras de las milicias populares en respuesta al alzamiento militar contra la República. Tras esta requisa las Milicias se instalan en el mismo, tomando el nombre de Quinto Regimiento.

Aquella tarde Tetuán fue víctima de la aviación fascista. Parte de esta memoria visual se conservó en el conocido como "el archivo rojo" (en referencia al general Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa y principal artífice de la defensa de Madrid). Se trata de un conjunto de más de 3.000 fotografías creado por la Junta de Defensa de Madrid con el fin de denunciar los desastres de la Guerra Civil.

En la mañana del miércoles 16 de diciembre de 1936, 31 bombarderos y 25 cazas nacionales fueron avistados en el norte de Madrid. Volaban más bajo que de costumbre.

Los madrileños no tardaron en identificar a parte de los aviones que conformaban la temible formación aérea. Entre ellos se encontraban los bombardeos Junker 52.

Conocidos como las "pavas" o las "tres viudas", por volar en formación de tres, los grandes trimotores alemanes transportaban en su interior bombas de gran peso, con un inmenso potencial destructor.  Cuando la escuadra de 20 aviones republicanos ("los chatos") les dio alcance, muchos contemplaron asombrados la intensa batalla aérea entre los cazas de ambas aviaciones que tuvo lugar entonces en el cielo de Madrid. 

Los vecinos de Tetuán tenían otra tarea más urgente que llevar a cabo: buscar a sus familiares y amigos entre los escombros de sus viviendas y calles. 

Bombardeo de Tetuán

Durante la Guerra Civil la plaza de toros se utilizó como depósito de pólvora. Una degradación que llevó a que en agosto de 1936, se produjese una enorme explosión que la destruyó por completo. En el abandono estuvo hasta los años 80, cuando se erigió en el solar un edificio de viviendas en forma de U, en el 297 de Bravo Murillo. Pese al paso del tiempo, y a la desaparición de muchos de los que entonces asistieron a tardes de gloria taurina en Tetuán, no son pocos los que aún hoy se refieren al lugar como “la plaza de toros”.
Plaza de Toros de Tetuán


Las imágenes y la información del bombardeo tuvieron un eco importante en la sensibilidad artística y obra de varios pintores. Entre ellos, en Picasso.

Para la composición de la viñeta 17 del grabado Sueño y mentira de Franco, expuesto junto al Guernica en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, el pintor malagueño se inspiró en una de las sobrecogedoras fotos del bombardeo de Tetuán, en la que el cuerpo de una mujer y su hijo sobresalen entre otras víctimas (Moreno, 2018).

Picasso no fue el único artista en llevar la huella del bombardeo de Tetuán a la exposición de 1937. Los pintores Jesús Molina García de Arias y  Santiago Pelegrín mostraron en la capital francesa sus respetivas obras: Madrid, Tetuán de las Victorias y Bomba en Tetuán. La primera de ellas forma parte hoy en día de los fondos del Museo Reina Sofía, y la segunda se puede contemplar en el Museo Nacional d'Art de Catalunya.

Tetuán comenzaría a ser tenida en cuenta tras la Guerra Civil con El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid debido a su estado de destrucción, convirtiendo el Paseo de la Castellana en eje de unión con el centro y sus alrededores.

Dichos refugios se diseñaron contiguos, con un tamaño de 55 metros cuadrados, puertas blindadas y salidas independientes a unas antecámaras comunes con escaleras de acceso. El muro de contención quedaba justo debajo del altar mayor, protegido por otro muro de hormigón armado.

El refugio estaba pensado para albergar en caso de bombardeo a los 70 miembros de la congregación (más otros 30 “habitantes eventuales”). El proyecto, quizá poniendo paños calientes, especificaba que en caso de producirse un bombardeo “habiendo gran número de feligreses en el templo”, estos podrían escapar por una de las cuatro salidas de la iglesia a la calle para dirigirse al refugio más cercano.

 Carabanchel

El 6 de noviembre las tropas nacionales  del general José Enrique Varela entraron y ocuparon Carabanchel Alto, provenientes de Leganés y Alcorcón. Las escasas milicias republicanas estaban concentradas principalmente en los alrededores del Instituto San José, y en pequeñas trincheras en la entrada de la actual Avda. de Carabanchel Alto. Fueron vencidas fácilmente por las fuerzas nacionales. Debido a este avance, el presidente del gobierno de la II República, Largo Caballero, decide trasladar el Gobierno a Valencia.

Las primeras víctimas de la guerra civil en Madrid son en Carabanchel (1936)

La primera víctima registrada en Madrid de esta guerra civil lo será en Carabanchel: el teniente coronel Carratalá, oficial al mando del 1º Batallón de Zapadores, con base en este lugar. El 19 de julio de 1936, el teniente coronel Carratalá empezó a organizar la entrega de armamento de su batallón a las milicias socialistas para preparar la defensa ante el golpe. Sobre las 4:00 se presentó en el cuartel de Carabanchel Enrique Puente, jefe de la Brigada Motorizada, con tres camiones conducidos por milicianos socialistas. Cuando los soldados del depósito de armas empezaron a cargar los fusiles a los camiones, aparecieron varios capitanes y tenientes que, pistola en mano, impidieron la carga. Uno de los soldados buscó inmediatamente a Carratalá, que estaba en su despacho, e instantes después el teniente coronel, también pistola en mano, recriminó a los oficiales. Empezó así una acalorada discusión en la que Carratalá intentó imponerse como jefe de la unidad y llamó traidores a los sublevados. Acto seguido ordenó a los soldados que se encontraban allí que detuvieran a los capitanes y tenientes. En esos momentos empezó un tiroteo entre los oficiales rebeldes y Carratalá y varios militares leales. En la refriega, que duró más de veinte minutos, cayó muerto Carratalá con varios impactos en el tórax. También murieron el alférez Marcial Gil Gómez, el brigada Francisco Leal y el sargento Valentín González. Por parte de los oficiales rebeldes resultaron heridos graves los capitanes Becerril, Pelegrí y Herráiz. Fue un tiroteo fundamentalmente entre oficiales: los soldados y cabos que presenciaron la refriega estaban atónitos y no participaron.

El día siguiente a la sublevación militar del bando nacional, el  19 de julio de 1936, el Teniente Coronel Carratalá empezó a organizar la entrega de armamento de su batallón, sede del Regimiento de Zapadores de Carabanchel a las milicias socialistas. Entonces aparecieron varios oficiales que impidieron la entrega del armamento. El Teniente Coronel Carratalá recriminó a los oficiales. Empezó así una acalorada discusión en la que Teniente Coronel Carratalá ordenó a los soldados que detuvieran a los oficiales. En esos momentos empezó un tiroteo entre los oficiales y varios militares leales al Teniente Coronel Carratalá, muriendo el Teniente Coronel Carratalá. También murieron en el tiroteo el alférez Marcial Gil Gómez, el brigada Francisco Leal y el sargento Valentín González. Por parte de los oficiales contrarios a la entrega de armas, resultaron heridos graves los capitanes Becerril, Pelegrí y Herráiz. Fue un tiroteo fundamentalmente entre oficiales. Los soldados y cabos que presenciaron la refriega estaban atónitos y no participaron de ninguna manera en la pelea.

Según el historiador Hugh Thomas «los comunistas la Pasionaria y (el general) Líster acudieron al cuartel de infantería nº 1 y consiguieron ganar a los soldados, bastante escépticos al principio, para la causa del gobierno (republicano)».

A media mañana del 19 de julio un avión dejó caer una bomba en el cuartelillo de la Guardia Civil situada cerca de la Fundación Instituto San José, matando a una persona e hiriendo a tres.

El 20 de julio de 1936, y tras la escaramuza de Carabanchel, se realizó un ataque contra el Cuartel de la Montaña y que fue uno de los episodios más relevantes de la Guerra Civil en Madrid.

Entre el 18 de julio y el 6 de noviembre Carabanchel estuvo dominio republicano. Se organizó el Regimiento Primero de Mayo de los Carabancheles que condujo a numerosos milicianos del pueblo al frente de la guerra para defender Madrid del inminente ataque de las fuerzas sublevadas. Tuvo un órgano de difusión, el boletín ¡Salud!.

El 20 de julio de 1936 los milicianos asaltaron, saquearon e incendiaron el Seminario Salesiano de Carabanchel Alto, e hicieron prisioneros a los profesores y alumnos encerrándoles en el Ayuntamiento de Carabanchel Alto antes de que algunos de ellos fueran fusilados. El Seminario Salesiano fue destinado a Cuartel de Milicias Republicanas. La iglesia de San Pedro también fue saqueada y en el incendio desaparecieron sus archivos.

Las escuelas públicas de Carabanchel Alto fueron convertidas en cárcel, allí los Guardias de Asalto protegieron a los detenidos de la violencia de los incontrolados, hasta que fueron puestos en libertad cuatro días más tarde.

El 21 de julio de 1936 los milicianos asaltaron y destruyeron la iglesia y el convento de las Clarisas. El alcalde de Carabanchel Bajo, Atilano Brell, pudo trasladar a alguna de las Hermanas a casa de sus familiares.

También fue incendiada la iglesia de San Sebastián Mártir, desapareciendo retablos, tallas y el archivo parroquial. La Escuela de Reforma Santa Rita fue saqueada y cinco de sus religiosos fusilados.

La formación de un comité en Carabanchel Alto para la defensa de la República y los avances de las fuerzas franquistas hacia Madrid, posibilitó que algunos militantes republicanos en coches con las siglas UHP-CNT cometieran tropelías por Carabanchel Alto y los pueblos cercanos.

El 29 de julio tres coches con milicianos armados se presentan en la Fundación San José e interrogan a los religiosos sobre la ocultación de armas en el edificio. Los milicianos se retiran tras registrar la casa y sin encontrar ningún arma.

El 10 de agosto fue fusilado el capellán de las Hermanitas Pobres de Carabanchel Alto por oficiar misa a pesar de la prohibición.

El 29 de agosto se presentó en la Fundación San José el alcalde de Carabanchel, su secretario y varios milicianos armados. Se incautaron de los libros de contabilidad, las escrituras y el dinero existente en la casa. El alcalde dijo a que todos religiosos tenían que marcharse de allí. Algunos de ellos se refugiaron en casas de sus familiares, pero otros se quedaron. El 1 de septiembre llegaron tres coches con milicianos armados y una camioneta vacía. Se llevaron a doce religiosos. Antes de arrancar se acercó un guardia civil del puesto «Las Piqueñas» al teniente de asalto para preguntarle «dónde eran conducidos los Hermanos y con qué orden», y le contestó que por orden del Comité iban conducidos a la Dirección de Seguridad. Fueron fusilados en un lugar denominado «Charco Cabrera», cerca de Boadilla del Monte.

Los anarquistas de Carabanchel y el cambio de Gobierno de Largo Caballero (1936)

El 5 de noviembre de 1936 una unidad anarquista se amotinó en Carabanchel, asesinando a sus jefes y dándose a la fuga. Este hecho, unido a más circunstancias, motivó que esa misma tarde del 5 de noviembre de 1936, Largo Caballero hiciera una remodelación del Gobierno de la República otorgando a los anarquistas cuatro Ministerios.

El General Varela, general del bando nacional, había tomado Getafe el 4 de noviembre de de 1936, lo que le permitió avanzar y tomar Carabanchel el 5 de noviembre de 1936, y con él los arsenales, el aeródromo de Cuatro Vientos y el hospital militar. Fuertes contingentes de milicianos republicanos se habían concentrado en los alrededores del Instituto San José, esperando la llegada de las tropas nacionales. el comandante de las milicias ordena la evacuación del Instituto, pero el doctor Rafael Cutanda incita a todo el personal y enfermos a mantenerse ocultos y resguardados en los sótanos  de los pabellones. La madrugada del 6 de noviembre las tropas nacionales, procedentes de Leganés y Alcorcón, llegan al Instituto San José. La resistencia de las milicias es escasa, mueren muchos milicianos  y su comandante en el Pinar de San José. También aparecen muertos trece enfermos del Instituto que son enterrados en una fosa cerca de la portería el 10 de noviembre.

Este avance hasta las puertas de Madrid hace que Largo Caballero decida trasladar el Gobierno de la República a Valencia.

El 6 de noviembre el general Varela ocupa Carabanchel Alto con todas sus instalaciones militares y las tropas nacionales alcanzan la línea Cerro de los Ángeles-Carabanchel-Villaverde, a sólo seis kilómetros de Madrid. Los generales Asensio, Fernando Barrón, Castejón y Delgado Serrano lanzan un ataque por Villaverde y Carabanchel, pero no consigue avanzar hasta el Manzanares ni atravesar la línea defendida por los generales republicanos: Escobar sobre la carretera de Extremadura, Cipriano Mera (que luego sería encarcelado en Santa Rita), Bueno en la Marañosa y Líster en la carretera de Andalucía. El 6 de noviembre el General Varela también tomó la Casa de Campo.

Los días 8 y 9 de noviembre las tropas de Franco llegaron hasta la Casa de Campo, el Hospital Militar y la plaza de Vista Alegre. Las tropas nacionales contaban en Carabanchel, en noviembre de 1936, con 10 columnas compuestas por 14000 hombres y 18 piezas de artillería. Las republicanas con 7 columnas, 24400 hombres y 45 piezas de artillería.

Madrid resistió bajo el lema: «no pasarán» estabilizándolo.



Chamartín de la Rosa

Chamartín de la Rosa fue el primero de los municipios absorbidos entre 1947 y 1954.  Al estallar la guerra se creó en Chamartín el Regimiento de la Rosa, y los socialistas formaron el Regimiento 2 de mayo. Los comunistas de la Quinta Brigada del Ejército republicano tomaron como cuartel el colegio de los Salesianos, con Enrique Líster.

Está documentado que la sede del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa, hoy Junta Municipal de Tetuán en la calle Bravo Murillo, fue uno de los siete edificios que fueron utilizados como checa en el antiguo municipio

Chamartín de la Rosa también fue el lugar del nacimiento del batallón Deportivo. El grueso atiende a la milicia republicana que, formada por deportistas de diferentes disciplinas, usurpó las propiedades del Real Madrid en la capital ; en la fecha llamado Madrid F. C. y despojado del apelativo de Real por sus connotaciones monárquicas. Durante la guerra, la sede del equipo merengue fue demolida en un bombardeo. La ciudad de Madrid fue blanco de ataques aéreos y artillería pesada.





Final de la contienda

27 de febrero de 1939.  Los gobiernos de Gran Bretaña y de Francia reconocieron oficialmente al de Franco y Manuel Azaña, que había pasado ya a Francia tres semanas antes, dimitió como presidente de la República.

Y lo hizo dirigiendo una carta al presidente de las Cortes de la República, Diego Martínez Barrio, un documento histórico excepcional:

"El reconocimiento de un Gobierno legal en Burgos por parte de las potencias, singularmente Francia e Inglaterra, me priva de la representación jurídica internacional para hacer oír de los Gobiernos extranjeros, con la autoridad oficial de mi cargo, lo que no es solamente dictado mi conciencia de español, sino el anhelo profundo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Desaparecido el apartado político del Estado, Parlamento, representaciones superiores de los partidos, etc., carezco, dentro y fuera de España, de los órganos de Consejo y de acción indispensables para la función presidencial de encauzar la actividad de gobierno en la forma que las circunstancias exigen con imperio. En condiciones tales, me es imposible conservar ni siguiera nominalmente mi cargo al que no renuncié el mismo día que salí de España porque esperaba ver aprovechado este lapso de tiempo en bien de la paz.

Pongo, pues, en manos de V.E., como presidente de las Cortes, mi dimisión de presidente de la República, a fin de que se digne darle la tramitación que sea procedente"

Era la última expresión de dignidad del político vencido, de quien buscaba, sin conseguirlo, "una paz en condiciones humanitarias, para ahorrar a los defensores del régimen y al país entero nuevos y estériles sacrificios"

Y frente a él, el vencedor, Franco, los militares, las autoridades civiles y la Iglesia católica con su "rendición sin condiciones", el aniquilamiento del régimen republicano y de sus partidarios.

Azaña murió en el exilio, el 3 de noviembre de 1940; Franco, en la cama de un hospital, cerca de su casita de El Pardo, 35 años después.

Siguió un mes frenético donde Madrid, como en 1936, volvió a ser el centro de todas las miradas. En esta ocasión la batalla de Madrid no fue entre leales y sublevados, sino en el seno del bando republicano. Un bando desarticulado en bandas, enfrentadas después de casi tres años de guerra, mermadas por las intrigas, la desconfianza, el agotamiento y la desesperanza. Durante casi una semana los combates entre casadistas y comunistas fueron muy duros. Desde Alcalá de Henares, el coronel Luis Barceló se subleva el 6 de marzo contra Casado. El enfrentamiento alcanza su máxima intensidad el día 10 en Madrid, y el día 12 las fuerzas comunistas, acorraladas en Nuevos Ministerios, se rinden. Pocos días después el Partido Comunista reconoce la autoridad de la Casado. Fueron jornadas sangrientas, aunque el cálculo de bajas, incluido el coronel Barceló, ejecutado por orden de Casado, difiere entre los dos centenares y los 2.000 de algunas fuentes.

Se impuso a continuación en Madrid una calma fúnebre mientras proseguían los contactos con el enemigo. Pero el diálogo resultaba infructuoso. Franco exigía la rendición incondicional. El 23 de marzo acuden a Burgos el teniente coronel Antonio Garijo y el comandante Leopoldo Ortega para proponer una moratoria de un mes para la evacuación y una rendición escalonada de los republicanos. La respuesta será un ultimátum: entrega de la aviación en 48 horas y rendición y entrega de armas del ejército de tierra en cuatro días.


El coronel Prada, sucesor de Casado al frente del Ejército del Centro, fue el encargado de entregar la plaza de Madrid. Lo hizo el 28 de marzo junto a las ruinas del Hospital Clínico, en las trincheras de la Ciudad Universitaria, ante el coronel Eduardo Losas, jefe de la 16ª División franquista, mientras los generales Menéndez y Escobar aguardaban en sus puestos para entregar la fuerza, asumiendo la rendición incondicional.

Madrid que tan bien resistió, fue entregada por la traición de un golpe de Estado interno en 1939, que pretendía negociar la rendición con Franco. La Junta de Casado, Mera y Besteiro, quebraron la estrategia de resistencia de Negrín que estaba convencido de que, más pronto que tarde, estallaría el conflicto europeo y de esta forma se ligaría la suerte de la República Española a la de las democracias europeas. No se equivocaban en el análisis: seis meses después, con la invasión nazi de Polonia el 1 de septiembre de 1939, comenzaría la que sería la Segunda Guerra Mundial. Pero en España ya había llegado la victoria, no la paz. 


Siempre estarán en mi recuerdo todos aquellos
que dieron su vida por defender la libertad,
uno de los ideales más bellos
por el que el ser humano debería luchar

Por las calles y los barrios
Se levantan barricadas
Donde se organizan los proletarios
con banderas rojas, amarillas y moradas

No pasarán vuelven a gritar
eterno grito de lucha y resistencia
sinónimo de rebeldía y desobediencia
eterna batalla por librar

porque la única lucha perdida es la que se abandona
porque la sangre es el carburante de la historia
porque no olvidamos, tenemos memoria
porque los nietos de los obreros no perdonan

por todos aquellos que buscan a sus familias que bajo el suelo están
donde reposan sus huesos mutilados bajo las losas de la necedad
todos aquellos que fueron ellos presos y fusilados al alba gritando NO PASARÁN
siempre estarán en nuestra memoria, su legado y memoria pervivirá

Recordad siempre la triste verdad
que los herederos de esos asesinos hoy gobiernan el estado
a pesar de que ganaron la guerra ellos nos dirán
humanamente quizás nosotros hayamos ganado

5 comentarios:

  1. Una frase que hemos podido ver en Grecia cuando se manifestaban en contra de los recortes impuestos por Europa y que muy pocos jóvenes conocen en España

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  2. Interessante. Ainda muito pouco sei sobre a "Guerra Espanhola". Nem sabia que em Madrid teve MUITA luta e também resistência.

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  3. Qué raro, que no se haga mención, al asesinato de Durruti, el 20 de noviembre de 1936, en Madrid, ni a los hechos de mayo de 1937 en Barcelona.

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  4. Muy interesante . Gracias por este articulo. Esperando que no pasaran en Europa hoy en dia

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  5. Lo que nos falta por conocer.

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