Una ventana al alma y a otros mundos. Esa era la finalidad del espejo; ver con detalle el reflejo de nuestro ser y nuestra alma, observar con detalle las imperfecciones en nuestra piel y nuestro cuerpo, como la huella de los vicios y las virtudes marca nuestro rostro y el paso del tiempo lame lentamente nuestro cuerpo orallándoolo y dejando su eterna marca en surcos en la piel.
Pero desde el día en que las hermosas formas de Narciso emergieron del fondo de las aguas y permanecieron para siempre prisioneras de su florecimiento, nuestra imagen se acostumbró a aparecer solo a través de la superficie transparente de los estanques y en el agua sólida y muerta del cristal, descansando sobre su engañoso fondo de chicle y mercurio. El ser, ahora dividido para siempre, se ha vuelto cada vez más diferente de su propio reflejo; porque las figuras que vemos en el espejo parecen increíblemente extrañas y distantes, como si pertenecieran a un mundo ajeno a la fatalidad y la muerte; definidas y brillantes, conmovidas por el aire inmaterial y limpias de un espacio de solo dos dimensiones, donde es evidente que las profundidades y las distancias son, de hecho, ilusorias, y cada apariencia vive en su plenitud, y no más allá.
Ya no hacían los espejos como antes. Ahora todos provenían de la China, y simplemente reflejaban las cosas a su manera, a grado tal, que en vez de invertir las imágenes, las enderezaban, obligándolo en ocasiones, paradójicamente, a verse tal como era. Por ejemplo, el lunar que siempre le había aparecido en el espejo en la mejilla derecha, ahora le aparecía en la izquierda y más de una vez le había dicho al dentista que le dolía la muela equivocada.
Los espejos ajustan las apariencias. Creo que antaño la forma humana se reflejaba solo en el aire iluminado por la luz, en el halo fugaz del espejismo, y que, al escalar una duna de arena, podíamos encontrarnos con nuestra propia persona, hecha tan ligera y brillante como los semidioses. Así, vernos debía ser un milagro, nuestra imagen emergía caprichosamente del subsuelo, proponiéndose sin buscarla ni sospecharla jamás, con la lógica incomprensible de los fantasmas. Quizás solo algunos privilegiados, impalpables y negros como la muerte, cobraron vida, asumieron la vívida encarnación, el destello húmedo que arde en la apariencia de las criaturas, revividos, en un soplo de nostalgia secuestradora, al colorido círculo de las cosas terrenales.
Un gesto enarca tu boca y un insidioso escalofrío recorre tu imagen. Quedas instantáneamente endurecida, cual si la alcanzara la solidificación del espejo, con la sensación de que no lograrás jamás un movimiento. Algo tiembla en tu interior y repercute dolorosamente en tu corazón. A tu ritmo la sangre se precipita por el intrincado ramaje de tus arterias. Aprieta los dientes conteniendo la respiración, tensa cada fibra de tu cuerpo. Luego, con brusquedad, aspiras el aire, jadeante, y por un momento logras tranquilizar el corazón, devolviéndolo a su ser habitual. Miras reposadamente tus ojos de una imagen que te devuelve con idéntica calma la mirada. Y es por allí, por esa mirada, por donde el miedo penetra en ti, colmando tu pecho, extendiéndose tumultuoso, anegándote toda. Terrible miedo irrazonado, miedo puro, no sabes a qué, acaso a ti misma. Miedo puro inexorable. Girar de paisajes sumergidos, y en central remolino su cara, la tuya, la de otros , enfrentadas en única soledad, con los ojos de ahogada aferrándose a ti, empujándote a la oscuridad, hacia el fondo de pavorosas grietas y fosas olvidadas..
Despiertas de ese sueño, tan absorta en tus pensamientos que parece la realidad misma y ves tu reflejo devolviéndote la mirada con un sonrisa. El espejo refleja tu verdadero ser: Cuando estás de mal humor, tu belleza es aún más verdadera, profunda y prístina. Como el mar que esconde sus maravillas bajo la superficie luminiscente del agua, así es para ti cuando ninguna sonrisa elegante se refleja en el encanto natural de tu rostro.
El ser, ahora dividido para siempre, se ha vuelto cada vez más diferente de su propio reflejo; porque las figuras que vemos en el espejo parecen increíblemente extrañas y distantes, como si pertenecieran a un mundo ajeno a la fatalidad y la muerte; definidas y brillantes, conmovidas por el aire inmaterial y limpias de un espacio de solo dos dimensiones, donde es evidente que las profundidades y las distancias son, de hecho, ilusorias, y cada apariencia vive en su plenitud, y no más allá. Por lo tanto, la hermosa mujer que, inclinándose fugazmente ante la esperanza viva, te sonríe indirectamente como al amor, piensa que el tiempo ha detenido su descenso, que la carne ha dejado de florecer, y cree haber vivido, por un instante, inmortal como las imágenes. Esto explica cómo el espejo siempre se ha considerado un instrumento de magia, y que desde sus profundidades los versos lograran evocar el rostro del pasado y disolver casos cerrados en los confusos lenguajes del futuro. A través de la luz que la edad extiende sobre los cristales, las apariencias se vuelven borrosas y vanas, como si fueran a evaporarse y abandonar el lugar en una forma hermosa y realzada. Sin embargo, esto también es engañoso y un espejismo: porque todos los espejos, como el de Laura, se fabricaron en las aguas del Lete, y no son solo la forma tangible del olvido.
Por esta razón, a otros objetos familiares, destinados a acompañarnos, acogiendo las señales del tiempo y el dolor como nuestra propia carne, siempre he preferido los espejos incorruptibles, dentro de los cuales la vida nace y muere sin dejar rastro; más intactos que el mar, donde incluso la ola rugosa es azul y virgen, imagen del ser perfecto. De igual manera, me hubiera gustado vivir: pero los rostros, los gestos, los acontecimientos que reflexionaba estaban aprisionados en la memoria vacía, como en una red invisible; ni valían la pena liberarlos del prodigio maligno: los esfuerzos de una vida que estaba a punto de volverse, finalmente, igual a sí misma. Y quizá por eso el hombre es un espejo que sólo se aclara con la muerte.
Esto explica cómo el espejo siempre se ha considerado un instrumento de magia, y cómo desde sus profundidades los versos lograron evocar el rostro del pasado y disolver casos cerrados en los confusos lenguajes del futuro. A través de la luz que la edad extiende sobre los cristales, las apariencias se vuelven borrosas y vanas, como si fueran a evaporarse y abandonar el lugar en una forma hermosa y realzada. Sin embargo, esto también es engañoso y un espejismo: porque todos los espejos, como el de Laura, se fabricaron en las aguas del Lete, y no son solo la forma tangible del olvido.
Los espejos son como la conciencia. Uno se ve allí como es, y como no es, pues quien se ve en lo profundo del espejo trata de disimular sus fealdades y arreglarlas para parecer a gusto.
A veces las cosas no son lo que parecen. Sublime
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