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martes, 8 de agosto de 2023

EL BOSQUE PERDIDO

Todos tenemos bosques en nuestras mentes. Bosques inexplorados, interminables. Cada uno de nosotros se pierde en el bosque, todas las noches, solo. El hecho de que no he visto nada en el mundo tan grandioso y conmovedor como el bosque perdido. Este lugar de peregrinaje se encuentra en una zona apartada y apartada rodeada de bosque. Un camino angosto conduce a un montículo, que no es más que un montículo cuadrado de tierra que no se cuida ni se cuida, excepto por la sombra que proyectan algunos árboles altos. Las leyendas locales cuentan que unos seres mágicos plantaron árboles con el fin de refugiarse de aquellos que les perseguían y los cazaban. Ellos sabían desde pequeños que un pedazo de tierra sembrado de árboles, un pequeño bosque,  se convierte en un lugar de felicidad. Y así, como un juego infantil, plantaron varios retoños. Sólo mucho más tarde, ya en su vejez, llegó a esta maravillosa promesa e inmediatamente después expresó el deseo de ser enterrado bajo aquellos árboles que él mismo había plantado. Todo se hizo según su voluntad, y su tumba se convirtió en la más impresionante del mundo por su conmovedora sencillez. Un pequeño montículo rectangular en medio del bosque, a la sombra de árboles en flor... ¡Nulla crux, nulla corona! Sin cruz, sin lápida, sin epitafio. Yacen sin boato ni sepultura, como nadie más que sufrió por su nombre y gloria, enterrados de forma anónima, como vagabundos encontrado al azar o soldados desconocidos. A nadie se le priva de la oportunidad de acercarse a sus tumba; la pequeña valla de madera que la rodea no está cerrada. Nada mantiene tranquilo a este hombre inquieto excepto el respeto de la gente. Si la curiosidad los empuja a acurrucarse en el esplendor de la tumba, aquí la simpleza aburrida ahuyenta todas las miradas curiosas. El viento sopla como la palabra de los dioses sobre la tumba de un hombre sin nombre; no más votos; uno puede pasar junto a él sin saber nada excepto que alguien yace allí, un desconocido , enterrado en suelo virgen, en tierra de nadie. Ni la cripta de Napoleón bajo el arco de mármol de Los Inválidos, ni la tumba de Goethe en la cripta principesca, ni ninguna de las lápidas de la Abadía de Westminster impresiona por su apariencia como esta tumba, conmovedora en su anonimato, majestuosa en su silencio, perdida en medio de el bosque y rodeado solo por el susurro del viento; sin ningún mensaje, sin palabras.

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