Doce horas trabajando y sigo sin poder dormir. ¡Maldita sea! Los días duran y duran. Y no acaban. Lo único que necesitaba era darle algo de sentido a mi vida. No creo que uno debía dedicar su vida a autoanalizarse morbosamente. Creo que uno debe convertirse en una persona como el resto de la gente. Este hombre que se siente ya un muerto, su alma le pesa y se arrastra por las tinieblas de la ira el odio, el rencor y el orgullo, pero uno empieza a asfixiarse aquí.Esta ciudad podrida. Pudre todo lo que toca. Esta ciudad podrida. Aquellos que no puede corromper, los pudre.
Amenaza tormenta. Trabajar todas las noches para combatir el insomnio. Monotonía. Ver los lugares más recónditos y ocultos de la sociedad. Paradójico.El insomnio me ayuda, sin embargo, a ver las cosas con claridad. La mierda de las calles, la escoria, las putas, las alimañas, los políticos... Me gustaría que toda la escoria de la Tierra estuviera en una sola garganta, y tener mis manos en torno a ella. Es demasiado tarde. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Los humanos somos una naturaleza salvaje. Empecé a entenderlo.
Las nubes empiezan a ocultar la luna y las primeras gotas se precipitan en un suicidio colectivo y vertiginoso. La soledad es una bendición. He visto el verdadero rostro de la civilización y me he convertido en un reflejo, en una parodia de él. Nadie más lo entiende. Por eso me encontraba tan solo. No hay nada más. La existencia es algo fortuito. No es Dios quien mata a los niños. Ni es el destino el que los despedaza, ni es la casualidad la que se los da de comer a los perros. Somos nosotros. Sólo nosotros.
La lluvia empieza a empañar las calles. Pero nunca llueve demasiado. Las calles siguen sucias. La basura nunca se va. Las calles hedían a fuego. El vacío respiraba con fuerza en mi corazón, convirtiendo mis ilusiones en hielo, haciéndolas añicos.
Gracias a Dios por la lluvia, que ha limpiado toda la basura y suciedad de las aceras.
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